En el proceso de desarrollo del ser Antroposofía, la transición del desarrollo de los miembros del alma al de los miembros espirituales es algo completamente nuevo, incluso para este Ser. Podría decirse que, en cierto sentido, está completando un gran ciclo de su evolución, en cuyo centro se encuentra el nacimiento de su Yo, un acontecimiento que tiene lugar en el momento del cumplimiento en la Tierra del Misterio del Gólgota.
Desde este punto central, el pasado y el futuro se reflejan como en una imagen especular, en la medida en que el desarrollo subsiguiente del alma sensible está conectado con el desarrollo previo del cuerpo sensible, y de manera similar, el alma racional o del ánimo con el cuerpo etérico, y el alma consciente con el cuerpo físico. Así, en nuestra época, Antroposofía está, aunque en un plano completamente diferente, retornando a las fuentes de su propia existencia terrenal, a su nacimiento en la Tierra, para, a partir de ahora, comenzar algo nuevo: iniciar una evolución que, en relación con el actual eón terrestre, representa algo del futuro. Pues a través de sus miembros espirituales —el Yo-Espiritual, el Espíritu de Vida y el Hombre-Espíritu— ella anticipa los futuros eones de Júpiter, Venus y Vulcano, o lo que es lo mismo, los estados en los que ahora habitan los Ángeles, Arcángeles y Arcáis (ver GA 121: Conferencia del 7 de junio de 1910: «La misión de las almas de los pueblos»).
En consecuencia, a partir de nuestro tiempo, se está volviendo posible que el ser Antroposofía trabaje entre la humanidad de una manera completamente nueva. Pues el principio del Yo-Espiritual puede permitirle actuar dentro de su esfera no solo de manera individual, sino también como una nueva alma-grupal, encarnándose en un sentido anímico en aquellos seres humanos que desean convertirse en sus alumnos y servidores de los nuevos misterios.
Como se mostró anteriormente, este es el propósito inmediato y más importante de Antroposofía. Ella busca convertirse en una nueva alma-grupal para aquella parte de la humanidad que se une dentro de la Sociedad Antroposófica General fundada por Rudolf Steiner en la Conferencia de Navidad de 1923/24, representando así una especie de arquetipo para toda la futura evolución y, al mismo tiempo, iniciando ese proceso universalmente humano que Rudolf Steiner describió con las siguientes palabras:
«Pues cuando las personas se reúnen en asociaciones voluntarias, se agrupan en torno a puntos focales. Los sentimientos que convergen en tales puntos dan ahora a los seres la oportunidad de actuar como una especie de alma-grupal, aunque en un sentido completamente diferente al de las antiguas almas-grupales. Todas las almas-grupales anteriores eran seres que hacían al hombre no libre. Estos nuevos seres, sin embargo, son totalmente compatibles con la libertad y la preservación de la individualidad humana» (GA 102: Conferencia del 1 de junio de 1908: «La influencia de los seres espirituales sobre el hombre»).
Antroposofia busca convertirse en el primero de estos seres en nuestra época. Sin embargo, si esto es posible o no, no depende solo de este Ser, sino también de los seres humanos.
Así, al unirse entre sí dentro de la Sociedad Antroposófica General, por amor a Antroposofia y con el deseo de servirla como un ser real y viviente, los antroposofos de todo el mundo tienen la tarea de crear juntos en la Tierra algo parecido a un cáliz anímico abarcador, en el cual pueda descender este ser suprasensible, el miembro más joven de la Sofía celestial. Y esto significa nada menos que el comienzo de la encarnación de la Sofía celestial en la Tierra.
Solo desde esta grandiosa perspectiva podemos comprender realmente el significado profundo del acto realizado por Rudolf Steiner en la Conferencia de Navidad, un acto que representa el punto culminante de los veintiún años de desarrollo del movimiento antroposófico (1902-1923). Pues significó el nacimiento en la Tierra de su Yo en las envolturas de la Sociedad Antroposófica General. De esta manera se sentaron las bases, o —podríamos decir— se creó la posibilidad, para el desarrollo ulterior de la Antroposofía en su seno como una nueva alma grupal.
Así, en la Conferencia de Navidad, algo similar a lo que el ser Antroposofía experimentó suprasensiblemente en el Punto de Inflexión del Tiempo, como el «nacimiento» de su propio yo, pudo ocurrir en la propia vida terrenal. Así, el primer día de la Conferencia de Navidad, Rudolf Steiner dijo: «Revivamos en nuestros corazones, mentes y voluntades aquella primera noche de Navidad que tuvo lugar hace dos mil años…» (GA 260: Conferencia del 25 de diciembre de 1923: «La Conferencia de Navidad»).
Además, la Conferencia de Navidad fue al mismo tiempo un testimonio vivo de que el ser Antroposofía, en su propia evolución, había completado finalmente la transición del alma consciente al Yo Espiritual, permitiéndole así convertirse en la nueva alma grupal de la Sociedad Antroposófica General recién fundada.
Los veintiún años previos a este evento pueden considerarse como el reflejo terrenal del proceso de esta transición o, para ser más precisos, como un período durante el cual esta transición comenzó a manifestarse externamente, mientras que hasta entonces se producía de forma más discreta, por así decirlo. Sin embargo, fue de esta fuente suprasensible de donde Rudolf Steiner extrajo los impulsos para sus primeras obras, las llamadas «preantroposficas».
Si queremos encontrar el verdadero inicio o punto de partida de todo este proceso de transición de la Antroposofía del alma consciente al Yo Espiritual, es necesario que dirijamos nuestra atención a los acontecimientos puramente suprasensibles. Anteriormente, se describió la participación del ser Antroposofía en el descenso a la Tierra de la inteligencia cósmica, sobre la cual Micael gobernaba anteriormente desde la esfera del Sol. Desde entonces, ha sido privado de toda posibilidad de influir en su futuro destino en la Tierra. En consecuencia, ha surgido una situación muy particular entre la humanidad, que los espíritus ahrimánicos no han descuidado.
Pues la inteligencia cósmica se encuentra ahora en la Tierra; pero desde el comienzo de la era del alma consciente, ha estado completamente bajo el gobierno de los seres humanos y, por lo tanto, ha estado completamente aislada de sus fuentes cósmicas. Y ahora, una pregunta central confrontaba tanto a Miguel como a los espíritus ahrimánicos: ¿Cómo, a partir de la libertad alcanzada, utilizará la humanidad esta inteligencia —en el sentido de Micael, es decir, para el conocimiento consciente del mundo suprasensible y del Impulso Crístico; o en el sentido de Ahrimán, es decir, para el conocimiento únicamente del mundo material perceptible a los sentidos físicos?
Así, en la época del alma consciente, la humanidad se ha visto envuelta en una intensa batalla entre los poderes Micaélicos y Ahrimánicos por el dominio de la inteligencia cósmica, que se ha vuelto terrenal. Pero las posiciones de Micael y Ahrimán en esta batalla han sido, desde el principio, completamente diferentes. Pues Micael tuvo que esperar su próxima oportunidad para participar directamente en los acontecimientos terrenales, que surgieron solo con el inicio de su actual dominio entre la humanidad como Espíritu del Tiempo.
Este período comenzó en 1879 y continuará durante tres o cuatro siglos. Pero, en su pleno reconocimiento de la libertad humana, Micael, en cierto sentido, continúa esperando hasta que los seres humanos deseen usar su inteligencia en un sentido Micaélico. Ahrimán, por otro lado, nunca ha considerado la libertad humana y, además, siempre la ha odiado más que a cualquier otra cosa. Por lo tanto, ha sido particularmente activo en su esfuerzo por aprovechar el tiempo transcurrido desde el comienzo de la época del alma consciente hasta el inicio del período actual del gobierno terrenal de Micael para hacerse cargo plenamente de la inteligencia humana —en ausencia de Micael— y así dirigir toda la evolución terrenal por el camino que mejor se adapte a sus necesidades. Su éxito se hace evidente en el carácter manifiestamente materialista de la civilización moderna:
[En este sentido, Rudolf Steiner habló de una «escuela ahrimánica» organizada directamente por Ahrimán bajo la superficie de la Tierra, cuya tarea esencial era alcanzar estos objetivos anti-Micaelicos (GA 240: Conferencia del 20 de julio de 1924: «Relaciones Kármicas Vol. 6»). En el ejemplo de la doctrina absolutamente materialista del marxismo, surgida en el siglo XIX sobre la base de toda la filosofía idealista de Hegel, este esfuerzo de Ahriman por apoderarse de la inteligencia perteneciente al hombre y atraerlo -y, con él, a toda la humanidad- hacia la corriente de una evolución ahrimánica que en última instancia destruiría la Tierra, se manifiesta con particular claridad.
En estos ejemplos tan contundentes, resulta evidente que la filosofía de Hegel, culminación de la filosofía terrenal en su conjunto (véase GA 161: Conferencia del 10 de enero de 1915 y la conferencia del 3 de febrero de 1913), no puede por sí sola evitar que la humanidad caiga presa del poder de Ahrimán, a menos que sea capaz de hacer la transición a la ciencia moderna del espíritu o Antroposofía, que conduce directamente al mundo espiritual.
Pues lo que reside en el pensamiento de Hegel, a pesar de estar directamente orientado hacia el aspecto ideal del mundo, sigue siendo mero pensamiento; y este no puede, por sí solo, encontrar el camino hacia las percepciones suprasensibles reales, hacia la conciencia imaginativa.
Sin embargo, para que esta nueva perspectiva del mundo suprasensible se abriera a la humanidad, tuvo que ocurrir algo de suma importancia: a saber, que el propio Micael descendiera para asumir el liderazgo de la humanidad terrenal. De esta manera, lo que era imposible en los siglos anteriores podría volverse posible a partir de esta nueva época de su gobierno entre la humanidad como Espíritu del Tiempo. Rudolf Steiner caracterizó el proceso mediante el cual Micael asumió gradualmente el gobierno de la humanidad terrenal, que comenzó en 1841 y culminó en 1879, como su camino suprasensible de imitación de Cristo, pues el gobierno actual de Micael es el primero desde el Misterio del Gólgota:
«A principios de la década de 1840… el Arcángel Miguel comenzó su descenso gradual desde la etapa de un simple Arcángel hasta el rango de Espíritu del Tiempo, para alcanzar un nivel de desarrollo que le permitiera influir en la vida de los seres humanos no solo desde la perspectiva de lo suprasensible, sino también directamente desde la perspectiva del reino terrenal. El Arcángel Miguel tuvo que prepararse para descender a la Tierra, imitando en cierto sentido el gran proceso del descenso de Cristo Jesús… adoptando la Tierra como punto de partida y continuando su trabajo desde la perspectiva de la Tierra» (GA 174: Conferencia del 17 de febrero de 1918). «La Misión del Arcángel Micael»).
Por supuesto, el «descenso de Micael a la Tierra» es un descenso suprasensible, no físico. Pero, como se explicará más adelante, para llevar a cabo su nueva actividad espiritual, tuvo que encontrar su punto de partida en la Tierra para continuar trabajando desde la perspectiva de la Tierra. Este punto de partida no era una ubicación espacial, sino un ser real que, además de ser por naturaleza un ser suprasensible similar a Micael, estaba estrechamente vinculado a la evolución de la humanidad terrenal; es decir, debía haber estado «trabajando en la Tierra» durante algún tiempo. Este ser era la Antroposofía.
En otras palabras, se trata de un doble proceso suprasensible: por un lado, con el descenso de Micael, el actual Espíritu del Tiempo, al entorno espiritual inmediato de la Tierra, y por otro, con el inicio del desarrollo del principio del Yo Espiritual de la Antroposofía en su propio ser.
Como resultado de la mediación, o mejor dicho, de la actividad combinada de ambos seres, surgió en la Tierra el movimiento antroposófico o científico-espiritual, cuyo portador y realizador humano fue Rudolf Steiner, el emisario directo de la Antroposofía y el gran servidor de la Sofía celestial en el siglo XX. Así, ya en sus primeras obras, comenzando con las introducciones que escribió a «La Filosofía de la Libertad» (véanse GA 1, 2, 3 y 4: «Ciencia Goetheana»; «Una Teoría del Conocimiento Implícita en la Concepción del Mundo de Goethe»; «Verdad y Conocimiento»; «La Filosofía de la Libertad»), tenemos la primera expresión terrenal —aún en conceptos exotéricos— del impulso espiritual fundamental que, a partir del año 1879, procedió de Micael, el nuevo Espíritu del Tiempo, por mediación del ser Antroposofía.
En 1899 tuvo lugar el siguiente acontecimiento de gran importancia en la evolución espiritual de la humanidad: el fin de la era oscura de Kali-Yuga, que había durado 5000 años. Como resultado, el 29 de septiembre de 1900 —el primer Día de San Miguel de la nueva era de la luz— Rudolf Steiner comenzó por primera vez a expresar directamente la sabiduría antroposófica en la forma científico-espiritual que le corresponde, fundamentando sus palabras en los fundamentos rosacruces-micaelitas del «Cuento de hadas de Goethe de la Serpiente Verde y el Hermoso Lirio» (véase la conferencia del 27 de noviembre de 1904 y GA 240; la conferencia del 19 de julio de 1924: «Relaciones Kármicas Vol. 6»).
Esta proclamación de la sabiduría antroposófica, proveniente de las fuentes inspiradoras de Micael y del ser Antroposofía, trabajando juntos en el mundo espiritual más cercano a la Tierra, alcanzó su siguiente etapa en 1902. En ese momento, Rudolf Steiner fue invitado a dirigir la Sección Alemana de la Sociedad Teosófica, lo que le brindó la oportunidad de difundir el conocimiento de la sabiduría antroposófica. A partir de ese momento, el movimiento antroposófico en la Tierra se embarcó en ese desarrollo orgánico en periodos de siete años que el propio Rudolf Steiner caracterizó en más de una ocasión en conferencias de 1923 (véase GA 257: Conferencia del 6 de marzo de 1923: «Despertar a la Comunidad» y GA 258) y que culminó en la Conferencia de Navidad, un evento que fue en cierto sentido el «nacimiento del yo superior» de la Sociedad Antroposófica y marcó el vigésimo primer aniversario del movimiento.
¿Cuál es el significado interno de este desarrollo terrenal de la Antroposofía, que comienza desde las primeras obras de Rudolf Steiner? Consiste sobre todo en una lucha incesante por la inteligencia Micaélica que ha descendido a la Tierra, en una batalla por su plena espiritualización, por darle una forma en la que, una vez superados los poderes ahrimánicos que la han impregnado, pueda ser de nuevo asumida por Micael en su reino solar. Esto significa que, junto con la inteligencia como fundamento de la humanidad, la autoconciencia individual hará que el hombre mismo pueda entrar conscientemente en el reino de Micael, iniciando así una nueva colaboración entre los Dioses (Jerarquías Espirituales) y los seres humanos.
Rudolf Steiner describió una vez este estado de cosas de la siguiente manera:
Ahora que Micael ha ascendido al rango de Espíritu del Tiempo y, al mismo tiempo, se ha acercado espiritualmente a la humanidad, extiende, por así decirlo, sus manos celestiales hacia ella desde el mundo suprasensible más cercano a la Tierra, con la esperanza de que, en nuestra época, los seres humanos le respondan extendiendo las suyas con plena libertad para recibirlo, trayendo así de vuelta a su esfera la Inteligencia Cósmica que ha descendido a la Tierra.
Sin embargo, esto solo puede suceder si el hombre aprende primero, con la ayuda de la Ciencia Espiritual, a pensar el espíritu en el mundo que le rodea, en todos sus procesos y seres, y despues emprende conscientemente el camino que conduce desde la comprensión intelectual de los fundamentos espirituales del mundo visible hasta el Conocimiento Imaginativo. De esta manera, logrará el ascenso interior desde una experiencia espacial del universo en sus tres dimensiones hasta su comprensión en imágenes espirituales (Imaginaciones), que no están sujetas a las leyes del espacio, sino a las leyes del tiempo, por las que viven y actúan los seres del mundo espiritual.
Traducido por Gracia Muñoz en marzo de 2025

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