GA137c6. El Hombre a la luz del Ocultismo, la Filosofía y la Religión

Christiania, 8 de junio de 1912

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Mis queridos amigos,

Tal vez os sorprenda que en el curso de estas conferencias vayamos a dedicar tanto tiempo a considerar la naturaleza de lo que después de todo es la parte externa del hombre, su forma y su figura. Sin embargo, si se quiere profundizar en el conocimiento que el verdadero ocultismo puede dar, no se puede omitir de su estudio del hombre los aspectos con los que ahora estamos tratando. Recuerden cuán a menudo en el curso de sus estudios se han encontrado con el pensamiento de que en su forma exterior la figura el hombre es un templo de la Deidad.

Así es, y esto es lo que debemos tener en la mente todo el tiempo que lo estudiemos, como si colocáramos las piedras de construcción del templo, tal y como comenzamos a hacer ayer y como continuaremos haciendo por un tiempo. Veremos que cuando nos tomamos la molestia de buscar en la figura humana los secretos ocultos del mundo espiritual, llegamos a un conocimiento que es de suma importancia para el corazón y el alma humana.

Ayer estudiamos al hombre en sus doce miembros. Ahora estos doce miembros aparecen a primera vista como formando una unidad. Sin embargo, en realidad no es una unidad, y es importante reconocer esto. Pues, en el momento en que estamos despiertos al hecho de que la unidad externa de la forma humana es sólo aparente, en el momento en que nos hacemos conscientes de que toda la forma y figura del cuerpo, tal como lo vemos y podemos tener conocimiento de ello aquí en la vida terrenal  es sólo una apariencia  —en ese momento también podemos comenzar a entender cómo es el Yo, el punto central de la conciencia del hombre.

Vimos ayer cómo este Yo nuestro desaparece de nuestra conciencia cada noche, y es por ello que nuestro Yo solo puede ser para el hombre una imagen; pues de otra manera no se le podría quitar la realidad de la noche. Cada noche algo del yo del hombre (que siempre va con él a través de toda la vida terrena) se retira; Y los Poderes Divinos han ordenado las cosas de tal manera que lo que el hombre pierde en el sueño se le dona en el cuerpo externo; se adhiere en su lugar del cuerpo. Es por ello que el hombre puede mirar su cuerpo como una unidad. Pero en realidad no es unidad. En realidad se compone de miembros que se amalgaman de la manera más complicada.

Aquí estamos acercándonos a uno de los misterios más importantes del ser humano, que nos llevará a profundizar en los secretos fundamentales de la existencia. Uno de los misterios lo tocamos en el mundo exterior; y es importante tomar este camino de fuera hacia dentro para recibir en nuestra conciencia esta idea que no tiene objeto.

  El hombre tal como lo vemos en el mundo consiste en tres partes, y estamos tratando todo el tiempo con una apariencia si simplemente tratamos estas tres partes del hombre como una unidad. La forma del hombre, que ayer vimos compuesta de doce miembros, está realmente dividida en tres, y debemos aprender a comprender cómo el hombre tiene en él, por así decirlo, tres hombres. Pongamos ante nosotros a estos tres hombres en sucesión.

Ayer, cuando pusimos un orden a los miembros de la forma humana, comenzamos con lo que llamamos la postura erguida  y continuamos con que el hombre está orientado en una dirección de avanzar —para expresarlo mejor, para el acto de hablar—Tenemos, por lo tanto, como segundo miembro la dirección de avance, la dirección para el habla. La tercera, como recordarán, era la simetría. Teniendo por el momento sólo estos tres miembros de la naturaleza del hombre, vemos una parte de la forma humana tal y como la contemplamos en el espacio exterior.

Veamos ahora ver si podemos, siguiendo una percepción puramente exterior, buscar otra cosa a la que podemos aplicar la palabra simetría, —y que en su aspecto externo ofrece a una observación cuidadosa muchos problemas interesantes. Por simetría nos referimos, por supuesto, la forma en que el hombre muestra un desarrollo de dos caras. Esta calidad de simetría está presente en todos los órganos de la cabeza, pero a medida que avanzamos hacia abajo desde la cabeza llegamos a una parte de la figura humana donde es aún más patente la evidencia.

Recordarán que hemos dado a  la  “postura erguida”, el nombre de Aries y el signo ♈ , y a la “orientación a la formación de sonido” el Toro nombre (Tauro) y el signo ♉ y a la “simetría” el nombre de Mellizos (Géminis) y el signo ♊. Estos son los nombres dados a los tres primeros miembros del organismo del hombre.

 Llegamos entonces a algo que parece seguir como una especie de continuación de la cabeza y que manifiesta de una manera muy especial la propiedad de la simetría. Me refiero a los brazos y las manos. Es a estos que les voy a pedir ahora tengan en consideración.

Los brazos y las manos del hombre se unen a la parte de la cabeza de tal manera que prefiguran de una manera sorprendente lo que tenemos en el hombre inferior como el muslo, la pierna y el pie. Si consideráis el reino animal, seréis inmediatamente golpeados con la semejanza de estos últimos órganos con aquellos que en el hombre, como brazos y manos, son diferentes. Podréis hacer observaciones muy importantes dedicando un cuidadoso estudio y pensamiento a la diferencia que hay en el hombre entre los brazos y las piernas, y entre las manos y los pies, en contraposición a los animales que están más cerca de él.

Tomemos ahora los nombres que empleamos ayer para las piernas y los pies y los aplicamos de manera correspondiente a los brazos y manos que se unen a la cabeza y que —como una observación bastante superficial nos permitirá ver— tienen conexión espiritual con todo el mundo del pensamiento de la cabeza. No lo encontraremos irrazonable o inapropiado si aplicamos ahora a estos brazos y manos que están conectados con la cabeza, los mismos términos que usamos ayer para las piernas y los pies, y nombrar esta continuación simétricamente extendida de la cabeza de la siguiente manera.

Primero tenemos, como cuarto miembro, el brazo superior, y a esto le damos la misma designación que le dimos al muslo, el Arquero (Sagitario) ♐.

Observamos una diferencia entre el codo y la rodilla, no habiendo desarrollo el codo una correspondencia con la rotula, pero a pesar de ello la similitud es suficientemente obvia. Y así le damos al codo el signo y el nombre que dimos a la rodilla, – Cabra (Capricornio) y ♑.

Asignamos al brazo inferior el mismo signo que tomamos para la pierna, el Signo de Acuario ♒, y las manos se indican con el mismo signo que dimos a los pies,  el signo de los Peces (Piscis) ♓.

Y si ahora juntamos estos miembros de la naturaleza del hombre, por sí mismos, comprendiendo la cabeza y los brazos, obtenemos un hombre de siete miembros. Esta es una percepción importante. Al reflexionar sobre cómo este hombre séptuple completo recibe alimento —la nutrición es naturalmente traída a él del resto del hombre— entonces la idea no será totalmente grotesca si imaginamos por un momento que este hombre séptuple podría recibir su alimento de fuera, como una planta que encuentra alimento preparado para ella en el mundo exterior, y simplemente la recibe y trabaja sobre ella. Podríamos muy bien imaginar que sucedió lo mismo con este hombre séptuple, y que no obtuvo lo que necesitaba para el mantenimiento del cerebro y demás de las otras partes de la naturaleza del hombre, sino directamente del mundo exterior. Este séptimo hombre estaría entonces directamente e inmediatamente ligado al mundo exterior.

Es esencial que el ocultista llegue a una comprensión de este hombre séptuple si quiere elevarse de manera correcta al nivel de una conciencia superior. Lo que acabamos de describir debe encontrar en algún momento un lugar en su mente, esta posibilidad de un hombre séptuple, de la cual uno piensa todas las partes restantes y miembros del ser humano actual.

HOMBRE SUPERIOR

Pasemos ahora a considerar al segundo hombre. Entenderemos mejor al segundo hombre si perseguimos el siguiente tren de pensamiento. El órgano esencial de la cabeza es, como veréis fácilmente, el cerebro. Ahora el hombre tiene algo más en su forma que es similar al cerebro. Difiere del cerebro de la cabeza en lo que aparentemente es un detalle, pero realmente es un punto de gran importancia. El hombre tiene en realidad algo así como un segundo cerebro; Es el cerebro de la médula espinal, que está encerrado en la columna vertebral.

Voy a pedirles que nos detengamos un poco en este pensamiento. Traten de imaginar que la médula espinal no es otra cosa que un cerebro extraño y peculiar. Es muy posible sentirlo como un cerebro que ha sido alargado y se ha convertido como en un bastón —al igual que también podemos ver el cerebro como una médula espinal inflada.

Nos ayudará aquí si imaginamos al hombre asumiendo por el momento la misma postura en el mundo que los animales todavía tienen hoy, es decir, con su columna vertebral no vertical sino paralela a la superficie de la Tierra. Entonces tendría un cerebro que simplemente ha sido sacado en la forma de un bastón. Y ahora observen al ser humano como lo tendría antes, paralelo a la superficie de la tierra, con la espalda recostada horizontalmente en el espacio. En esta posición la médula espinal puede muy bien pasar por una especie de cerebro.

Y ahora notamos algo muy extraño y notable, a saber, que tenemos nuevamente apéndices a la derecha y a la izquierda, aunque naturalmente muy diferentes de los apéndices de los brazos que teníamos antes. Pero imagínense una condición en la que el hombre no hubiera desarrollado la simetría tanto como hoy (que los dos brazos son casi iguales), pero aquí un brazo habría experimentado un peculiar desarrollo propio que lo diferenciara muy claramente del otro. En el día de hoy hay incluso una tendencia —y es una tontería— descartar la derecha y cultivar una igualdad de izquierda y derecha. Pero imagínense ahora que el brazo izquierdo, por el contrario, se convirtiera en un órgano completamente diferente; entonces no os parecerá imposible o absurdo referirnos en la forma en que lo haremos ahora de otros dos apéndices.

Consideremos al ser humano en esta posición, con su columna vertebral arriba, tendido horizontalmente, y unido a él por un lado la cabeza y por el otro lado los pies. Tenemos entonces dos apéndices, como lo habíamos hecho antes con los brazos. Podemos considerar la cabeza como un brazo y los dos pies como el otro brazo. A primera vista, suena muy extraño: pero cuando reflexionan en el reino animal se dan formas que no son muy diferentes a la que he descrito, la idea después de todo tal vez no  parezca tan grotesca.

De hecho, esta idea debe encontrar lugar en nuestra mente, si queremos tener la comprensión de todo el ser que es en verdad un ser de tres miembros. Entonces podemos decir que tenemos aquí apéndices,  —sólo formados asimétricamente; melllizos, digamos, que no son iguales. En efecto, llegamos a percibir que tenemos ante nosotros algo así como una repetición del primer hombre séptuple.

Comencemos entonces asignando a este hombre horizontal de dos formas disimilares Gemelos. Pues podemos llamar de nuevo a los dos apéndices laterales Gemelos (Géminis). En el hombre horizontal, la cabeza por un lado y los pies por el otro se pertenecen; están dispuestos en una relación mutua, y los denotamos en relación con el nombre Geminis.

Y ahora debemos regresar a lo que hemos visto ser un cerebro. Recuerden lo que dijimos antes. Ahora tenemos la imagen del hombre al que ahora miramos tumbándolo. Tenemos ante nosotros la parte media del hombre, el cuerpo como tal. Esto debe considerarse como un mundo encerrado en sí mismo y, además, como un mundo del que pensamos que contiene en él el segundo hombre. Así tenemos la cobertura o el encerramiento de este segundo hombre, y dentro, por encima, una especie de cerebro. Al recinto –el sudario o envoltura por así decirlo– lo designamos como Cangrejo (Cáncer). Todo el recinto del pecho adquiere un carácter completamente nuevo por el hecho de que hemos tumbado al hombre para obtener una imagen correcta de él.

HOMBRE medio

Ahora veamos qué miembros podemos encontrar dentro de este recinto del pecho. Sólo tenemos que seguir a los miembros como los tomamos en su secuencia ayer, en cuanto al lugar donde es posible todavía contarlos como la parte del tronco o del hombre medio. No hay duda del interior al que le dimos el nombre de León (Leo) ♌ y que se concentra en el corazón. Este es el tercer miembro. Entonces recordarán que vimos cómo el hombre está realmente dividido en dos miembros, un contenido interior que está encerrado por el Cangrejo (Cáncer) y un contenido interno que está encerrado por las paredes abdominales. Anatómicamente, el cuerpo del hombre está dividido exactamente por el diafragma en una cavidad superior y una cavidad inferior; lo que está debajo del diafragma también tiene que ser contado con el hombre medio. Lo designamos por el nombre de Virgen (Virgo) con el Signo ♍.

Llegamos entonces al lugar del equilibrio, donde el hombre comienza a no estar encerrado en su propia forma, sino a abrirse al mundo exterior. Cuando usa sus piernas está tomando contacto con lo que está fuera de él. El lugar del equilibrio es el límite en el que el estar totalmente «dentro» llega a su fin. Este quinto miembro se llama Escalas (Libra) y se le da el Signo ♎.

Del modo en que se colocan los órganos de la reproducción en el hombre, se verá que obviamente deben contarse con el hombre medio; Y así tenemos, como sexto miembro, los órganos reproductores, Escorpión (Escorpio) con el Signo ♏.

Y ahora nada queda por hacer sino definir el apéndice que forma el segundo de los Gemelos. Si consideran lo que es el muslo para el hombre y observan cómo su movimiento está condicionado por la naturaleza del hombre medio (porque el muslo está estrechamente relacionado con todo el sistema muscular del hombre medio), verán que debemos contarlo también como miembro. En cuanto a la rodilla, el hombre es hombre medio; las fuerzas del hombre medio entran en el muslo y se extienden hasta la rodilla. Por otra parte, ya hemos incluido el muslo como uno de los gemelos. La cabeza en un lado y el muslo en el otro constituyen el par de gemelos. Al muslo, entonces, lo denotamos con el Signo ♐ y lo llamamos Sagitario.

Cuando vamos más allá y consideramos los pies, encontramos que mientras que el muslo aún conserva una conexión íntima con el hombre medio, la rodilla, la pierna y el pie requieren el apoyo de la tierra. El muslo, es cierto, usa este apoyo, pero la pierna y el pie están allí sólo porque el hombre tiene que estar firme y recto en la tierra. En el muslo todavía tenemos que ver con la continuación del hombre medio. Si no estuviera adaptado a los otros miembros de la pierna y el pie, el muslo, de hecho, podría asumir una forma diferente y permitir al hombre ser una criatura aérea. Órganos muy diferentes podrían ser desarrollados más allá de él, adecuados para nadar o volar. Estos se pondrían en movimiento por medio del muslo, pero entonces todo lo que esta sobre ellos tendría que adaptarse a su propósito.

Vemos por lo tanto, que las partes restantes de la forma del hombre no requieren ser contadas con el hombre medio, de modo que ahora tenemos nuevamente un hombre séptuple. Es el segundo. Si miramos la diferencia entre los dos, encontraremos que es absolutamente asombrosa. En el primer hombre de siete miembros tenemos, al principio, todos los órganos sensoriales importantes, situados en la cabeza. Y cuando contamos en este primer hombre séptuple, como debemos hacerlo, los brazos y las manos, entonces hemos incluido en él órganos que tienen una cualidad distintiva que ninguna otra observación puramente externa y materialista podría dejar de reconocer. Porque los órganos que llamamos brazos y manos, si los estudiáramos seriamente, revelan en alto grado el significado sublime de la naturaleza del hombre.

Si quisiéramos hablar del arte en la Naturaleza  —y todo lo que el hombre considera con razón como el Templo de Dios está maravillosamente imbuido del arte de la Naturaleza— no podremos encontrar mejor expresión que en la maravillosa construcción de las manos y los brazos del hombre. Tomen los órganos correspondientes en otras criaturas que están relacionadas con el hombre. Miren, por ejemplo,  las alas de un pájaro,  —un animal alejado del hombre. Las alas son los miembros delanteros del pájaro, son comparables con lo que tenemos en el hombre como manos. El pájaro no podría volar sin alas. Las alas son órganos que son útiles y necesarios para su existencia— en el sentido más completo, órganos de utilidad. La mano humana no es en el mismo sentido un órgano de utilidad en absoluto. Es cierto que podemos desarrollarla para que lo sea, pero requiere desarrollo. No podemos volar con ellas, ni nadar con ellas, y es incluso torpe en la escalada, en la que los miembros delanteros del mono —el animal que está más relacionado con el hombre— son muy inteligentes. Podríamos casi decir que, mirado puramente desde el punto de vista de la utilidad, hay muy poco significado o propósito en la forma de las manos. Si, sin embargo, observamos todo lo que el hombre tiene que hacer en el curso de la evolución con sus manos, encontramos que son sus posesiones más preciadas. Cuando se trata de llevar a la expresión exterior lo que la mente y el espíritu son capaces de lograr, entonces las manos muestran su valor.

Piensen en los movimientos más sencillos y elementales de la mano. ¿Acaso la mano, cuando acompaña a la palabra con un gesto, no se convierte en el órgano más expresivo? En todos los diferentes movimientos y posiciones de la mano ¿no vemos a menudo algo revelado del carácter interior del ser humano? Supongamos por un momento que las manos fueran adaptadas para escalar o nadar; o suponer que el hombre necesitara sus manos para ayudarse a moverse por la tierra. El mundo podría estar tan ordenado que no tendríamos que aprender a caminar, sino que haríamos uso de nuestras manos para ayudarnos. Para tener en cuenta, que tenemos que aprender a caminar haciendo movimientos que son bastante inadecuados para el propósito —movimientos pendulares con ambas piernas—. Por lo general, no se observa lo poco adaptados para el fin en vista de lo que son los movimientos de la pierna; no hay un solo animal que no tenga sus piernas mucho más útilmente colocadas y ajustadas que el hombre. Y en cuanto a nuestras manos, no tienen nada que ver con este reino de nuestra existencia. Pero supongamos ahora que no fuera así, supongamos que el hombre encontrase más fácil, más natural, moverse con la ayuda de sus manos. ¡En ese caso tendríamos que olvidarnos de toda la cultura humana! ¿Qué no hace un artista con su mano? Todo arte sería simplemente inexistente, si las manos hubieran sido órganos de utilidad.

Este es un hecho que debe tener muy presente el aspirante del ocultismo, que en los brazos y las manos tenemos órganos maravillosos, profunda y fuertemente conectados con la vida espiritual que vive el hombre en la Tierra. Cuando consideramos cómo el hombre en su cabeza tiene un sentido de contacto con el mundo exterior, donde los órganos de los sentidos están principalmente localizados, y luego trabaja en ese mundo externo por medio de sus manos, cuando consideramos cómo puede preparar en su cabeza lo que despues muestra al mundo exterior con sus manos y lo lega como arte y cultura, entonces comenzamos a ver el verdadero carácter de este primer hombre séptuple. Es el hombre esencialmente espiritual, es el hombre en su conexión con el mundo externo. Si miramos a estos siete miembros y vemos cómo forman un todo autocontenido entonces vemos cómo en este hombre séptuple el proceso de la tierra se vuelve consciente para el hombre. Este primer hombre de siete miembros debe considerarse como la naturaleza espiritual del ser humano; es el ser espiritual del hombre, en la medida en que es hombre de la Tierra.

Veamos ahora al segundo hombre. El hecho de que el hombre medio tiene gemelos (Géminis) que muestran desarrollos totalmente diferentes en ambos lados, le da una relación doble con el mundo exterior. Está conectado con el mundo exterior por un lado a través de la cabeza, —porque tiene el conocimiento en la cabeza; y por otro lado, a través del hecho de que el hombre es una criatura que se mueve sobre la Tierra y puede dirigir su movimiento desde dentro. Finalmente, también está conectado con el mundo exterior por medio de los órganos reproductivos que hacen posible la continuidad física del hombre. Si no fuera por estos tres miembros, Géminis por los dos lados, y por los órganos reproductores, no habría conexión con el mundo exterior. Estos tres miembros en el organismo medio permiten al hombre tener conexión por un lado con el proceso de la Tierra y por otro lado con la evolución continua del hombre en la tierra, con la secuencia de las generaciones y la reciprocidad del sexo.

Sin embargo, cuando nos volvemos a los miembros medios que denotamos con las palabras Cáncer, Leo, Virgo y Libra, descubrimos que sólo están allí para el hombre interior —quiero decir, por supuesto, «interior» en el sentido corporal—. Esta naturaleza interna corporal del hombre tiene, es cierto, continuación en dos direcciones exteriores en lo que para él es Géminis; pero el resto está enteramente ocupado con el organismo interior. Para el organismo interior del hombre es de la mayor importancia que tenga un corazón, pero es de muy poco interés para la naturaleza externa, y de poco interés que tenga un abdomen.

Tenemos, pues, tres miembros que son importantes para la naturaleza terrestre externa y otros cuatro que sirven especialmente al propio organismo interno del hombre. Mientras que el hombre superior vive esencialmente en el mundo exterior, en virtud de los sentidos, así como en virtud del mecanismo del brazo y la mano, aquí tenemos fundamentalmente una vida dentro del organismo. Por lo tanto, existen grandes diferencias entre estos dos hombres, el hombre medio y el hombre cefálico.

Ahora debemos pasar a considerar al tercer hombre. Para hacernos más fácil de formar un cuadro mental de este tercer hombre, lo tomaremos en el orden inverso, comenzando desde el otro extremo. Encontraremos que este tercer hombre se separa de los otros dos de una manera perfectamente natural y obvia.

Comencemos con el séptimo miembro, los pies. Sabemos por la conferencia de ayer que conferimos a los pies el nombre de Piscis y el Signo ♓. La forma humana está aquí totalmente adaptada al mundo exterior. Si se piensa un poco sobre ello encontrarán que no hay ninguna pregunta al respecto. Porque es esencialmente la forma del pie lo que hace posible que el hombre sea una criatura que se mueve sobre la Tierra.

Todo lo que se requiere para caminar el hombre tiene que aprenderlo. Es conforme con la naturaleza que el hombre tiene que colocar sobre la Tierra la planta del pie, de modo que la superficie extendida del pie no esté dirigida hacia dentro sino hacia la Tierra. Y ahora, como lo que llamamos la pierna pertenece y corresponde a esta naturaleza del pie, debemos considerar como sexto miembro la pierna, a la que le damos el nombre de Acuario y el Signo ♒.

Llegamos entonces al quinto miembro, la rodilla, que aquí no se debe considerar de otra manera que formando un necesario mecanismo de descanso para el muslo. Debido a que el hombre tiene que poner a su hombre medio en conexión con el hombre inferior —el pie y la pierna— por lo tanto debe haber esta partición en la rodilla. Piensen en lo difícil que sería caminar si la pierna y el pie no se separaran de esta manera. Caminar sería una cuestión aún más difícil de lo que es, si la pierna y el muslo estuvieran hechos de una sola pieza! Si no tuviéramos que caminar, el hombre medio no nos preocuparía. Como sin embargo es así,  necesitamos al hombre medio y, en consecuencia, también se requiere de la rodilla como miembro de conexión. Lo llamamos Capricornio, con el Signo ♑. Este es el quinto miembro.

El cuarto, el muslo, ya lo hemos considerado y hemos visto que pertenece al hombre medio. El muslo tendría que estar allí incluso si el hombre tuviera otro tipo de movimiento. Si, por ejemplo, volara o nadara, seguiría necesitando el muslo, aunque podría tener que asumir otra forma. Si el hombre es capaz de caminar sobre la tierra, no sólo debe adaptarse el pie, la pierna y la rodilla a la tierra, sino también el muslo debe estar en la relación y proporción correcta con la de estos miembros. Debe ser formado de modo que corresponda de la manera correcta a los tres miembros inferiores. Lo reconocerán cuando observen que, en la medida en que el muslo está en correspondencia con los órganos medios, es del mismo tipo en aves, y en los animales de cuatro patas; solo en el hombre se desarrolla de manera diferente. Así, el muslo pertenece al hombre en cuanto tiene de naturaleza animal. Le damos el nombre de Arquero (Sagitario) y el signo ♐.

Se puede ver fácilmente que los órganos de reproducción están formados, por un lado, desde dentro, y por otro en sus funciones se adaptan al trabajo exterior. Permítanme decir de paso que debemos hablar de estas cosas con bastante objetividad, y considerar aspectos de ellas que sólo se pueden considerar cuando se trata el tema con seriedad científica. Los órganos reproductivos se adaptan a la naturaleza externa en el sentido de que relacionan un sexo con el otro. El órgano del macho no sólo se forma fuera del hombre medio, sino que también se le da una dirección externa y un forma adaptada al órgano reproductor de la hembra. Tenemos, por lo tanto, que hablar de los órganos reproductivos como el tercer miembro, que llamamos Escorpión y denotamos con el Signo ♏.

Ahora vamos a lo que se llama la balanza (Libra), el lugar del equilibrio en el hombre. La forma externa de la región del equilibrio es prueba suficiente de que tenemos aquí un miembro de la naturaleza media del hombre. Tengan en cuenta que es porque el hombre se ha vuelto vertical que tuvo que tener aquí este órgano de equilibrio. Debe desarrollarse de tal manera que le permita convertirse en un ser recto. Comparen la región de equilibrio en un animal de cuatro patas con el del hombre y reconocerán que este miembro del equilibrio es diferente pues la parte superior del cuerpo tiene una dirección ascendente o descansa horizontalmente en las piernas y los pies. Así, el lugar donde se encuentra el equilibrio y que designamos como Libra tiene que ser contado como el segundo miembro del hombre inferior.

Y ahora llegamos a algo que no puede sino encontrarse con malentendidos por parte de la ciencia actual. Hemos considerado hasta ahora un hombre de seis envolturas; hemos estudiado al tercer hombre empezando desde abajo hacia arriba y encontramos en él a estos seis miembros. Cuando consideramos a los otros dos, al primer y el segundo hombre séptuple, tomamos como punto de partida en cada caso un cerebro. Al considerar la cabeza, comenzamos con el cerebro y eso nos condujo a los brazos y manos. Entonces aprendimos a ver un segundo cerebro, un cerebro que es como un cuerpo alargado, pero aún así es verdaderamente cerebro,—la médula espinal. Como usted sabrá, la diferencia entre la médula espinal y el cerebro, aunque aparentemente  parece pequeña, es realmente muy grande. La médula espinal es el instrumento para todos los movimientos que el hombre está obligado a realizar; los movimientos que llamamos movimientos involuntarios son controlados por la médula espinal. Cuando, por otra parte, empleamos el instrumento del cerebro, el pensamiento se inserta entre la percepción y el movimiento. En la médula espinal no existe conexión con el pensamiento. Allí el movimiento sigue directamente a la percepción. En el caso del animal la médula espinal desempeña una mayor parte que en el caso del hombre, y el cerebro una parte menor. La mayoría de los animales realizan sus acciones de manera involuntaria. El hombre, sin embargo, en virtud de su cerebro superior, se inclina al pensamiento entre la percepción y el movimiento; por consiguiente, sus hechos muestran un carácter voluntario.

Tratemos ahora de imaginar al tercer hombre de tal manera que en él también descubrimos una clase de cerebro. Como ustedes saben, hay en el hombre un tercer sistema nervioso distinto del cerebro y de la médula espinal. Es el sistema nervioso simpático, el denominado plexo solar, situado en la parte inferior del hombre y que envía sus fibras hacia arriba, paralelas a la médula espinal. Es un sistema nervioso que está separado de los otros dos y en relación con el propio cerebro, puede considerarse como un cerebro peculiar, no desarrollado. Cuando seguimos la forma humana más allá de Libra, encontramos este notable sistema nervioso simpático, el sistema del plexo solar extendido como el cerebro del tercer hombre. Con los órganos especiales que ya hemos enumerado, también está conectado lo que tenemos que considerar como una especie de tercer cerebro, el plexo solar.

Ahora bien, existe una conexión vital —y esto es lo que la ciencia externa no puede sino encontrar difícil de aceptar— entre el plexo solar y los riñones. Como la sustancia del cerebro en la cabeza y las fibras de las vías nerviosas permanecen unidas, también lo hacen los riñones que pertenecen al cerebro del abdomen, al plexo solar. De hecho, el plexo solar y los riñones forman, en conjunto, un tipo peculiar de cerebro subordinado. Reconociendo este cerebro como parte del hombre inferior, podemos designarlo con el término Virgen (Virgo) ♍. Tenemos, pues, ahora nuestro séptimo, o más bien nuestro primer miembro, compuesto por la conexión del plexo solar con los riñones; y en este punto llegamos a completar el tercer hombre séptuple.

HOMBRE INFERIOR

Así, el hombre se encuentra triformado en su composición. Estos tres hombres colaboran entre sí, y no es posible comprender la naturaleza del ser humano hasta que se sepa que en él están activos en realidad tres seres humanos. Tres hombres séptuples trabajan unidos en el hombre.

El último cerebro nombrado toma extraordinariamente poco interés en el mundo externo. Su único propósito es mantener las partes interiores del hombre en posición vertical. Todo el resto de los órganos en el hombre inferior se adaptan al mundo exterior, aunque de una manera muy diferente a la del hombre cefálico. La relación del hombre cefálico con el mundo externo se expresa en el hecho de que él re-forma el mundo de la tierra al mundo de la cultura humana. Por otro lado, en los órganos externos e internos del hombre inferior tenemos que ver con algo que pertenece y sirve al ser humano mismo. Es sólo porque no nos tomamos la molestia de pensar con precisión en estos asuntos que no podemos observar la enorme diferencia que hay entre esta Triformación que engloba la totalidad del ser humano

El ocultismo siempre ha dado el nombre de Mysterium Magnum, el Gran Misterio, al maravilloso secreto de la naturaleza del hombre, cuyo aspecto exterior hemos estado considerando aquí. Este aspecto del Mysterium Magnum es visible en el mundo exterior; sólo que, en general, no estamos en condiciones de entenderlo, porque no distinguimos desde un principio, en lo que parece ser una unidad, un ser tres veces séptuple.

Ahora podemos pasar a considerar el otro aspecto de este misterio. Hablamos antes de la naturaleza del Yo del hombre, y dijimos cómo tiene la apariencia de ser una unidad. Vimos también cómo esta unidad se rompe continuamente, siendo continuamente interrumpida por el sueño. Si leen “Como se alcanza el conocimiento de los Mundos Superiores” encontrarán que se describe un hecho notable, cuando el discípulo de ocultismo da el paso que lo lleva fuera de su conciencia ordinaria algo extraño sucede con su Yo, con su conciencia. El está dividido en tres miembros, y tan eficazmente que es dominado por estos miembros auto-dependientes dentro de él —el alma pensante, el alma sensible y el alma dispuesta—. En la vida ordinaria estas tres cosas —pensamiento, sentimiento y voluntad— están unidas en la naturaleza del Yo, en la conciencia del Yo. En nuestra conciencia cotidiana común juegan entre sí. Sin embargo, tan pronto como damos un paso hacia una conciencia superior, el pensamiento, el sentimiento y la voluntad se desmoronan. Este es un hecho al cual el aspirante del ocultismo debe prestar atención. Cuando sale de su conciencia cotidiana, se encuentra dividido en tres, encuentra la unidad del Yo dividida en un hombre pensante, un hombre sensible y un hombre dispuesto.

Ahí tienen el otro aspecto del Mysterium Magnum. Cuando el hombre se precipita, por así decirlo, cuando realmente pasa por encima de los límites de su conciencia, entonces su unidad del Yo se divide en tres al igual que la aparente unidad de la figura humana externa, tan pronto como llegamos a estudiar el cuerpo más de cerca, se divide en tres, —en tres hombres de siete miembros.

Así, nuestra naturaleza interna del Yo, al igual que nuestra forma externa, es una unidad formada de una trinidad. El hombre exterior se divide en el hombre cefálico de siete miembros, el hombre medio o rítmico se divide en siete miembros  y el hombre inferior o metabólico consta de siete miembros. En consecuencia, el yo interior del ser humano se divide, en cuanto alcanza el primer paso en el reino oculto, en un ser trimembrado, el hombre pensante, el hombre sensible y el hombre dispuesto, que colaboran entre sí en completa independencia. Ese es el segundo aspecto del misterio.

Ambos hechos deben ser reconocidos por el discípulo del ocultismo, cuando da el primer paso hacia una conciencia superior. (Hablaremos mañana del encuentro con el Guardián del umbral.) Así como la conciencia se divide en tres partes, así si avanzamos de la manera correcta, aprenderemos a percibir en la forma externa manifiesta del hombre un ser trino y séptuple. Tenemos aquí dos aspectos de un aspecto múltiple, —el Mysterium Magnum. De los otros aspectos hablaremos más adelante. De momento estamos indicando los primeros y más elementales pasos para el comienzo de este gran y maravilloso misterio. Por eso, cuando se llega a una etapa particular del desarrollo oculto, se encuentra por todos los lados con la fórmula (expresada de muchas maneras diferentes): El gran secreto es —»Tres son uno y uno son tres». Para el ocultista esta fórmula significa lo que he descrito hoy; aquí tiene su pleno y verdadero significado. Sólo cuando la gente lo malinterpreta y lo convierte en un dogma materialista pierde su verdadero significado. Sin embargo, si lo toman en el sentido que he explicado, puede ser un símbolo correcto para las verdades con las que hemos estado tratando hoy. La fórmula se convierte entonces en una expresión del Mysterium Magnum. Si queremos encontrar el camino correcto en el reino del ocultismo —y esto es lo que intentamos aquí, en muchas conexiones—, entonces debemos aprender a comprender esta misteriosa y aparentemente contradictoria fórmula: Tres son uno y uno son tres. Para el discípulo medieval del ocultismo una y otra vez le fueron pronunciadas las palabras: «Presta atención a lo que se te dice; así podrás entender el misterio de cómo los Tres pueden ser al mismo tiempo Uno, y el Uno al mismo tiempo Tres. «

HOMBRETRIMEMBRADO

Traducido por Gracia Muñoz