GA219c3. La relación del hombre con el mundo de las estrellas.

Rudolf Steiner — Dornach, 3 de diciembre de 1922

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En el curso de nuestros estudios actuales, me gustaría que cada vez tengan más claro que el hombre no pertenece solo a la Tierra, a la existencia de la Tierra, sino también al Cosmos, al mundo de las Estrellas. Mucho de lo que hay que decir en relación con esto, como ya saben, ya lo expuse. Ahora quiero comenzar con una breve observación para evitar malentendidos.

Cualquiera que hable de la conexión del hombre con el mundo de las Estrellas probablemente siempre sea acusado de inclinarse hacia la forma superficial de la Astrología, tan ampliamente seguida hoy en día. Pero si se comprende correctamente lo que se dice sobre este tema, será patente la inmensa diferencia entre lo que se entiende aquí y las interpretaciones de los aficionados a las antiguas tradiciones astrológicas que son tan comunes en la actualidad.

Cuando decimos que el hombre, entre el nacimiento y la muerte, es un ser conectado con la Tierra y los acontecimientos terrenales, ¿qué queremos decir con esto? Queremos decir que el hombre debe su existencia entre el nacimiento y la muerte al hecho de que, en primer lugar, toma como alimento las sustancias de la Tierra y las digiere en su sistema metabólico; además, a través de su respiración y de los procesos internos relacionados con la respiración, se relaciona de otra manera con la Tierra, es decir, con la atmósfera que rodea a la Tierra. También decimos que el hombre percibe las cosas externas de la Tierra por medio de sus sentidos, y percibe reflejos de lo que es extraterrestre, reflejos que, sin embargo, son de un carácter mucho más terrenal de lo que generalmente se supone. De modo que, en general, uno puede decir: el hombre participa de la existencia terrenal a través de sus sentidos, a través de su sistema rítmico y a través de su sistema metabólico, y tiene dentro de sí la continuación de los procesos que trabajan a través de esta existencia terrestre misma.

Pero igualmente tiene lugar en el hombre una continuación de procesos cósmicos extraterrestres. Solo que no se debe suponer, cuando se dice que se ejerce sobre el hombre una influencia de la Luna, de Venus, o Marte, que esto debe entenderse simplemente como si rayos de luz fueran enviados desde Marte, o Venus o la Luna  impregnándole. Cuando, por ejemplo, se dice que el hombre está sujeto a la influencia de la Luna, esto debe tomarse como una analogía a lo que se quiere decir cuando se afirma que el hombre está sujeto a las influencias de las sustancias de la Tierra. Cuando alguien pasa por un manzano, y digamos, toma una manzana y se la come, se puede decir que el manzano tiene una influencia sobre él; pero no deberíamos interpretar esto tan literalmente como para decir que el manzano le ha enviado sus rayos. O, si lo desean, cuando un hombre pasa por un prado donde hay un buey, y una semana después se come su carne, de inmediato no formaremos la idea de que el buey ha ejercido una influencia sobre él. Tampoco debemos imaginarnos tan literalmente lo que se dice de la influencia sobre el hombre del mundo de las Estrellas. La relación del mundo de las Estrellas con el hombre y del hombre con el mundo de las Estrellas es, para todos, tan real como la relación del hombre con el buey que pasa por el prado y la carne de la que luego se alimenta.

Hoy voy a hablar de ciertas conexiones que existen entre el hombre y los mundos tanto de la existencia de la Tierra como de la existencia extraterrenal.

Si volvemos a centrar nuestra atención en cómo el hombre vive en las condiciones alternas de vigilia y sueño, primero debemos tener claro que cuando está en estado de vigilia, la relación recíproca con las sustancias y las fuerzas terrenales está realmente establecida. Durante la vida de vigilia, él percibe a través de sus sentidos; durante el sueño no lo hace. Además, sólo come y bebe  cuando está despierto, ¡aunque posiblemente a algunas personas les gustaría hacerlo también mientras duermen! El proceso de respiración y los procesos que están conectados con la respiración, es decir, la circulación de la sangre, así como los otros procesos rítmicos, continúan en el hombre tanto en los estados de vigilia como durante el sueño. Pero difieren en los dos estados. Más adelante hablaré de la diferencia que existe entre la respiración durante la vigilia y la respiración durante el sueño. Para empezar, nos limitaremos al hecho de que el hombre está relacionado con el mundo exterior durante el estado de vigilia a través de sus sentidos y a través de su metabolismo. En principio consideraremos esto solo en relación con cosas que son de conocimiento común.

Comencemos por el hecho de que durante el estado de vigilia el hombre toma alimentos del mundo exterior y promueve la actividad interna del proceso de digestión. Pero no debe olvidarse que mientras que, en el estado de vigilia, después de que hemos ingerido la comida, la actividad física y etérica interna procede bajo la influencia de los alimentos ingeridos, y este organismo físico y etérico del hombre está impregnado por la organización del yo y del cuerpo astral.

También ocurre que durante el estado de vigilia, el Yo del hombre y el «ser» astral toman el control de lo que sucede en el cuerpo físico y etérico en relación con el proceso de nutrición. Pero lo que ocurre bajo la influencia del Yo y del ser astral no continúa durante el sueño. Durante el sueño, el cuerpo físico y etérico del hombre es mantenido por fuerzas que surgen, no de la Tierra, sino del ambiente cósmico de la Tierra, del mundo de las Estrellas.

Podría decirse, y no en sentido figurado, porque tiene un significado real, que de día el hombre toma las sustancias de la Tierra y de noche toma en sí mismo lo que las Estrellas y sus actividades le otorgan. En cierto sentido, por lo tanto, el hombre está ligado a la Tierra mientras está despierto y alejado de la Tierra mientras está dormido; los procesos celestiales toman su curso en su cuerpo físico y etérico durante el sueño.

La ciencia materialista piensa que cuando un hombre está dormido, las sustancias que ha consumido simplemente activan sus propias fuerzas en él, mientras que en realidad, son las fuerzas cósmicas del entorno de la Tierra, las que durante el sueño, trabajan sobre cualquier sustancia que el hombre haya tomado. Supongamos, por ejemplo, que consumimos clara de huevo —albúmina. Esta albúmina solo está encadenada a la Tierra por el hecho de que durante el estado de vigilia estamos impregnados por nuestro alma y espíritu —nuestro cuerpo astral y Yo—. Durante el sueño, esta albúmina es elaborada por todo el sistema planetario desde la Luna hasta Saturno, y por el mundo de las estrellas fijas. Y un químico que deseara estudiar los procesos internos que tienen lugar en el hombre durante el sueño no solo tendría que estar versado en la química terrenal sino también en la química espiritual, porque son procesos diferentes de los que toman su curso durante la vigilia.

El Yo y el ser astral del hombre están, como saben, separados de los cuerpos físico y etérico durante el sueño y no están directamente relacionados con el mundo de las Estrellas; pero están directamente relacionados con los Seres de quienes el Sol, la Luna y las Estrellas son las imágenes especulares físicas, es decir, con los Seres de las Jerarquías. El hombre dormido es una dualidad; su yo y su cuerpo astral —podría decir también, su espíritu y su alma— se vuelven hacia los Seres espirituales de los reinos superiores del Universo. Sus cuerpos, el cuerpo físico y etérico, están sujetos a los reflejos físicos, las imágenes especulares cósmico-físicas de estos Seres superiores.

Consciente de sí mismo como un ser terrenal, el hombre se ha convertido cada vez más en un filisteo materialista bajo la influencia del intelectualismo. Casi tan acertadamente como la era moderna se llama la época del progreso intelectual y científico, podría llamarse la época del filisteísmo materialista. Porque el hombre no es consciente de que depende de otra cosa que no sean las impresiones de los sentidos que provienen de la Tierra, los procesos rítmicos establecidos en él por los procesos terrenales, los procesos metabólicos también ocasionados en él por las condiciones terrenales. Por lo tanto, él no conoce su lugar real en el Universo. Los factores que operan aquí son tremendamente complejos. Tan pronto como el velo que se extiende ante el hombre para que este solo pueda ver el mundo de los sentidos y no el mundo espiritual que subyace en él, se desliza a un lado, la vida se vuelve extraordinariamente compleja.

Se encuentra que comienza con que el hombre está influenciado no solo por esos Seres y sus reflejos físicos, las Estrellas, que pueden ser observadas directamente, sino que dentro de la existencia terrenal, Seres suprasensibles semejantes a los del mundo de las Estrellas tienen, por así decirlo establecida su morada en el reino terrenal.

Ustedes saben que las personas del Antiguo Testamento adoraron a Jehová, que es un Ser real, conectado con lo que se manifiesta en el mundo físico como la Luna. Por supuesto, es más o menos una forma de hablar decir que el Ser-Jehová tiene su morada en la Luna, pero al mismo tiempo hay una realidad en la expresión. Todo lo relacionado con el Ser-Jehová está conectado con la Luna.

Ahora hay Seres que ‘despreciaron’ —si puedo expresarlo así— trasladarse a la Luna con los seres de Jehová cuando la Luna se separó de la Tierra y permanecieron en el reino terrenal. Para que de alguna manera podamos adivinar la existencia de los verdaderos seres de Jehová cuando miramos a la Luna, podemos decir: esa es la imagen física externa de todo lo que participa de manera regular en el Orden del Universo en relación con el Ser conocido como Jehová. Pero cuando aprendemos a saber qué ocurre dentro de la superficie de la Tierra, ya sea en los estados sólido o acuoso, encontramos seres que han desdeñado su hogar en la Luna y han hecho de la Tierra su morada de forma irregular.

Ahora estos seres lunares, como los llamaré, tienen ayudantes. Estos ayudantes pertenecen a Mercurio y Venus, así como estos seres lunares pertenecen a la Luna. Los seres de Venus, los seres de Mercurio y los seres de la Luna forman una especie de trinidad. Los llamados seres regulares de este tipo en el Universo pertenecen a estas estrellas. Pero tanto en los constituyentes sólidos como acuosos de la Tierra, encontramos seres pertenecientes, es cierto, a la misma categoría, pero, podría decirse, a una época diferente del tiempo. Son seres que no participaron en la evolución cósmica de la Tierra.

Estos seres tienen una influencia sobre el hombre dormido tal como la tienen los seres cósmicos regulares; pero su influencia es perniciosa. Debo caracterizarlo diciendo: cuando un hombre se va a dormir, en la condición entre quedarse dormido y despertarse, estos seres irregulares de la Luna, Venus y Mercurio se le acercan y tratan de persuadirle de que el mal es bueno y el bien es malo. Todo esto tiene lugar en la condición inconsciente del hombre, entre irse a dormir y despertarse.

Es una experiencia desgarradora relacionada con la iniciación, que más allá del umbral de la conciencia ordinaria se encuentran cosas de ninguna manera sin peligro para la humanidad. Las personas que tienen una visión materialista de la vida no tienen idea de a lo que el hombre está expuesto entre el irse a dormir y despertarse. Él está realmente expuesto a estos seres que le convencen en su estado de sueño de que el bien es malo y el mal es bueno. El orden moral en la Tierra está vinculado con el cuerpo etérico humano, y cuando el hombre duerme, deja sus logros morales detrás de él en la cama. Él no pasa al estado de sueño armado con sus cualidades morales.

Las Ciencias Naturales de hoy en día están tocando el limite de las cosas que necesitan ser explicadas por la Ciencia Espiritual. Es posible que recientemente hayan visto en los periódicos algunas estadísticas interesantes y bien fundamentadas. Se afirma que se ha descubierto que los delincuentes en las cárceles tienen el sueño más absoluto de todos. Los criminales realmente endurecidos nunca son atormentados durante su sueño por pesadillas o cosas por el estilo. Esto solo ocurre cuando vuelven a sumergirse en su cuerpo etérico, porque es ahí donde se encuentran las cualidades morales. Le puede pasar mucho más fácilmente a alguien que se esfuerza por ser moral, que mediante la constitución de su cuerpo etérico, lleve algo a su cuerpo astral y luego sea atormentado por los sueños como resultado de lapsos morales comparativamente insignificantes. Pero, hablando en general, es un hecho que el hombre no lleva en absoluto, o solo en muy pequeña medida, la constitución moral que adquiere durante la existencia terrenal, sino que se expone durante el sueño a los seres a los que estoy referenciando.

Estos seres son idénticos a aquellos que siempre designé como ahrimánicos. Y se han propuesto la tarea de mantener al hombre en la Tierra por todos los medios posibles. Ustedes saben por el libro «La Ciencia Oculta» que la Tierra algún día pasará a la condición de Júpiter. Eso es lo que estos seres quieren prevenir. Quieren evitar que el hombre se desarrolle de forma regular junto con la Tierra y luego pase a la condición de Júpiter de manera normal. Quieren preservar la Tierra como tal y la humanidad para la Tierra. Por lo tanto, estos seres trabajan incesantemente y con gran intensidad para lograr lo siguiente —deben recordar que estas son cosas que tienen lugar detrás del escenario de la existencia: procesos reales que están sucediendo desde que existe la raza humana en la Tierra— cuando el hombre pasa al estado de sueño en su yo y cuerpo astral estos seres de la Luna, Venus y Mercurio que viven ilegalmente en la Tierra, se esfuerzan por darle al hombre un cuerpo etérico compuesto del éter de la Tierra. Casi nunca tienen éxito. En casos excepcionales de los que hablaré en algún momento posterior, si han tenido éxito; pero esto casi nunca sucede. Aún así, no abandonan el intento una y otra vez, les parece que sus esfuerzos pueden tener éxito, que pueden rodear, impregnar al hombre mientras duerme y cambiar su cuerpo etéreo, por otro creado a partir del éter de la Tierra. Eso es lo que desean estos seres.

Si un ser ahrimánico de esta categoría lograse realmente impregnar el cuerpo etéreo completamente, etapa por etapa, a un hombre cada vez que duerme, tal hombre podría, después de la muerte, vivir en su cuerpo etérico, mantenerse en ese cuerpo. De lo contrario, como saben, el cuerpo etérico se disuelve en unos pocos días. Pero un hombre al que le hubiera sucedido lo anterior podría continuar existiendo en su cuerpo etérico y después de un tiempo surgiría una raza de humanidad etérica. Eso es lo que se desea de este lado del mundo espiritual, y entonces sería posible por esos medios preservar la Tierra.

Dentro de los componentes sólidos y fluidos de la Tierra, en verdad hay una gran cantidad de tales seres. Su deseo es convertir a la humanidad en fantasmas puros, fantasmas etéricos, hasta el final de la evolución de la Tierra, de modo que no se pueda alcanzar el objetivo normal de la evolución terrestre. Y por la noche estos seres de ninguna manera pierden coraje; una y otra vez creen que sus esfuerzos pueden tener éxito.

Ahora el hombre de hoy tiene un intelecto bastante bueno que se ha desarrollado considerablemente en la actualidad donde el filisteísmo está en aumento. El hombre ciertamente puede enorgullecerse de poseer intelecto. Pero este intelecto no está remotamente a la par del intelecto de aquellos seres superiores que desean lograr lo que ahora les estoy describiendo. Que nadie diga: ‘Estos seres deben ser terriblemente estúpidos’. Ciertamente no son estúpidos. Al ver que trabajan en seres humanos mientras duermen, no hay nada que los desanime de creer que podrían tener éxito antes del fin de la evolución de la Tierra para evitar que una gran parte de la raza humana llegue a sus destinos futuros: destinos vinculados con la encarnación de Júpiter de la Tierra.

Pero alguien que puede ver detrás de las escenas de la existencia física puede percibir que estos seres a veces pierden coraje, están decepcionados. Y las decepciones que experimentan no se experimentan en la noche, sino durante el día. Uno ve, por ejemplo, cómo estos seres ahrimánicos sufren decepciones si uno se encuentra con ellos en los hospitales. Ahora, por supuesto, las enfermedades que les suceden a los hombres tienen un aspecto que nos llama en todas las circunstancias a hacer todo lo posible por sanarlas. Pero, por otro lado, debemos preguntarnos: ¿cómo surgen las enfermedades que sufren los hombres a partir de las fuentes oscuras de la existencia natural?.

Aquellas enfermedades que no son el resultado de influencias externas sino que surgen de la constitución interna del hombre, están conectadas con el hecho de que cuando los seres Ahrimánicos casi logran hacer que un hombre asuma un cuerpo etérico que no es el normal, entonces, en lugar de llevar el funcionamiento lícito de las fuerzas etéricas a su cuerpo físico y a su cuerpo etérico acostumbrado al despertar, ese hombre carga consigo mismo las causas de la enfermedad. A través de estas causas de enfermedad, los verdaderos seres de Venus, Mercurio y Luna se protegen contra las influencias dañinas de los seres irregulares. De hecho, si un hombre no tuviera en algún momento una enfermedad, estaría expuesto al peligro del que acabo de hablar. En cualquier enfermedad, su cuerpo se descompone, colapsa, para que pueda ‘sudar’, si puedo usar la expresión, cualesquiera que sean los procesos etéricos irregulares que ha tomado en sí mismo a través de las influencias ahrimánicas.

Una nueva reacción provocada para evitar que el hombre sea víctima de esta influencia Ahrimánica es la posibilidad de error. Y una tercera reacción es el egoísmo. El hombre no está fundamentalmente destinado a estar enfermo, a caer presa del error, ni a ser egoísta en un grado exagerado. El egoísmo como tal es nuevamente un medio para mantener al hombre en la evolución propia de la Tierra en vez de ser arrancado de ella por los seres ahrimánicos. Este, entonces, es el orden de seres que puede descubrirse detrás de las escenas de la existencia sensorial ordinaria.

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Uno puede formarse una idea de otro orden de seres sabiendo que no solo la Luna, Mercurio y Venus tienen una influencia sobre el hombre, sino que también se ejerce una influencia desde más allá del Sol: desde Marte, Júpiter y Saturno.

Por las conferencias que pronuncié en el llamado «Curso Francés«[1], saben que la Luna es el reflejo físico de aquellos seres que introducen al hombre en el mundo físico. Saturno es el reflejo físico de aquellos seres que lo vuelven a sacar del mundo físico. La Luna atrae al hombre hacia la Tierra; Saturno lo atrae de nuevo al Universo y luego al mundo espiritual.

Así como Jehová, Dios Lunar tiene a los seres de Venus y Mercurio como ayudantes, así Saturno tiene como ayudantes a los seres de Júpiter y Marte para llevar al hombre al Cosmos y a los mundos espirituales. Estas influencias y las influencias conectadas con los seres de la Luna actúan sobre el hombre exactamente de la manera opuesta.

Las influencias de la Luna, Venus y Mercurio predominan sobre nosotros hasta nuestros 17 o 18 años. Luego, más adelante, cuando hemos pasado nuestro vigésimo o vigésimo primer año, una influencia de Marte, Júpiter y Saturno se vuelve particularmente activa; solo en años posteriores, esto llega al punto de sacarnos de la existencia terrenal hacia el mundo espiritual. La constitución interna del hombre depende, de hecho, de esta transición, como se podría decir, de los planetas interiores a los planetas exteriores. Hasta nuestros 17 o 18 años, dependemos, por ejemplo, de la circulación sanguínea principal que afecta a todo el cuerpo. Más adelante en la vida dependemos de la circulación sanguínea menor —pero estos son asuntos que deben dejarse para futuras conferencias. Por el momento debemos prestar atención al hecho de que así como los seres irregulares de la Luna, Venus y Mercurio tienen sus aposentos en los componentes sólidos y fluidos de la Tierra, los seres irregulares de Marte, Júpiter y Saturno tienen las condiciones para su existencia —o, por hablar pictóricamente, sus aposentos— en el calor y en el aire que rodea la Tierra.

Estos seres tienen una gran influencia sobre el hombre durante su estado de sueño. Pero su influencia funciona exactamente en la dirección opuesta. El objetivo de estos seres es convertir al hombre en un autómata moral —si puedo expresarlo así— en un autómata moral de tal naturaleza que en su estado de vigilia no escucharía sus propios instintos, sus deseos o la voz de su sangre, sino que rechazaría todo esto y solo escucharía la inspiración de estos seres irregulares de Marte, Júpiter y Saturno. Luego se convertiría en un autómata moral, sin ninguna perspectiva de un futuro estado de libertad. Eso, entonces, es lo que estos seres desean; y su influencia también es fuerte, extremadamente fuerte. Son ellos quienes todas las noches quieren inducir al hombre a tomar la influencia del mundo de las Estrellas en sí mismo y abandonar definitivamente la influencia de la Tierra. Ellos preferirían sacar directamente al hombre de la existencia terrenal. Ellos desean, y lo han deseado desde que la raza humana surgió por primera vez en la Tierra, —que el hombre desprecie la Tierra, que no despierte a la libertad en la Tierra—, donde esto solo es posible. Desean que siga siendo un autómata moral como lo fue en la metamorfosis precedente de la Tierra, en la Antigua Luna.

Y en el medio, entre estos dos huéspedes, de los cuales uno establece su campamento en el elemento de calor y el del aire, y el otro en los elementos de la tierra y del agua, entre estos dos huéspedes cósmicos opuestos se encuentra el Hombre. La vida en su cuerpo físico le oculta el hecho de que se libra una batalla feroz en el Cosmos por la posesión de su ser.

Hoy el hombre debe encontrar conscientemente su camino hacia tal conocimiento, ya que esto le concierne profunda y esencialmente. Su propia existencia como ser humano está constituida por el hecho de que las fuerzas están en todas partes activas a su alrededor, fuerzas del mundo espiritual. Es importante para el hombre de hoy tener conocimiento de su posición real en el Universo.

Llegará un momento en que las personas estarán mucho más justificadas al tener una mala opinión de nuestro conocimiento sombrío y materialista en comparación con lo que se sabrá en el futuro sobre la realidad espiritual detrás de lo físico, que de lo que estamos justificados al decir que el conocimiento científico poseído por los griegos era pueril, que eran meros niños, ¡mientras que hemos hecho un progreso espléndido! En el filisteísmo ciertamente hemos hecho un progreso espléndido y tendremos mucho más derecho a criticar cuando podamos hablar con pleno conocimiento de esta batalla que  se está librando en la Tierra por la posesión del ser humano.

Hay indicios de que el conocimiento de estas cosas debe comenzar a extenderse en nuestro tiempo. Es cierto que lo que les he contado hoy sobre la batalla de los seres Ahrimánicos y Luciféricos en el Cosmos por el ser humano todavía está oculto para la mayoría de la gente en los oscuros recovecos de su naturaleza interna. Pero estas batallas ahora están comenzando a enviar sus oleajes al reino de la existencia de la cual los hombres están claramente conscientes. Y hoy, si no queremos llevar una existencia somnolienta a nuestra civilización, debemos saber cómo reconocer las primeras olas que nos golpean desde aquellas regiones del mundo espiritual que acabo de caracterizar.

Estos dos anfitriones —el Luciférico en el elemento cálido y aéreo de la Tierra, el Ahrimánico en lo sólido y acuoso— estos dos anfitriones envían sus olas a nuestra vida cultural hoy. Los anfitriones Luciféricos están haciendo sentir su influencia sobre todo en la teología desgastada. En nuestra vida cultural, como una salida de este poder luciferico, encontramos declaraciones que intentan hacer de Cristo un mito.  El Cristo descendió a la Tierra a través del Misterio del Gólgota como un Ser real, y esa es naturalmente una verdad que atraviesa las intenciones de los seres que quisieran hacer del hombre un autómata moral, sin libertad. Por lo tanto: eliminan la realidad de Cristo. Cristo es un mito! Ustedes pueden descubrir en la literatura del siglo XIX, cuán inteligentes e ingeniosas fueron las hipótesis de teólogos como David Frederic Strauss, Kalthoff y aquellos que simplemente se hicieron eco de ellos, o mejor dicho, murmuradores como Arthur Drews. En todas partes se ve que Cristo es una figura mitológica, una mera imagen que se ha impreso en la imaginación del hombre —habrá muchos más ataques de estos anfitriones— pero este fue el primero.

Las primeras olas provenientes del anfitrión Ahrimánico en los elementos sólidos y acuosos de la Tierra presionan en la visión opuesta. En este caso, Cristo es negado y la validez permitida solo al ‘hombre simple de Nazaret’, a Jesús como la personalidad física. ¡Aquí otra vez hay una golosina presentada por la teología!.

Hacer de Cristo un mito  —una actividad puramente Luciférica— haciendo que el que pasó por el misterio del Gólgota se convierta en un simple hombre incluso si está dotado de todas las cualidades posibles, es una actividad puramente ahrimánica. Esto, sin embargo, no tiene éxito en absoluto, ya que muchos testimonios y tradiciones deben ser eliminados antes de producir este ‘hombre sencillo de Nazaret’. Sin embargo, este otro tit-bit de la teología es evidencia de la avalancha de los quebrantadores ahrimánicos en la cultura humana.

Si estas cosas se evalúan correctamente, podremos entonces ser capaces de detectarlas detrás del escenario de nuestra existencia ordinaria en la Tierra. De lo contrario, si los hombres no están dispuestos a dirigir su atención a lo que se puede decir hoy del mundo espiritual, serán cada vez menos capaces de juzgar correctamente tales fenómenos, y estos fenómenos tendrán efecto en la subconsciencia. Será cada vez más peligroso para los hombres rendirse al subconsciente. Una observación clara y reflexiva de lo que realmente existe —un sentido de la realidad— esa es la creciente necesidad de la humanidad.

Quizás podamos rastrear definitivamente dónde se debe aplicar esta clara consideración, este sentido de la realidad, cuando percibimos el aumento de fenómenos tan extraordinarios como la teología que, por un lado, niega a Cristo y, por otro, hace de Cristo un mito. Tales fenómenos prevalecerán cada vez más, y para que no conduzcan a la corrupción, la Humanidad debe adquirir una percepción clara e inquebrantable de las influencias espirituales que se ejercen sobre el mundo físico, y particularmente sobre el hombre mismo.

Ya les conté una vez que dos hombres encontraron un pedazo de hierro doblado en cierta forma. Uno dijo: «¡Una buena herradura! Voy a calzar mi caballo con eso». El otro dijo: «No, en absoluto. ¡Es un imán y se puede usar para fines muy diferentes a los de herrar al caballo! «. «No veo nada como un imán al respecto», dijo el otro hombre. «Estás loco al decir que hay fuerzas magnéticas invisibles en él. Es una herradura: ¡ese es su uso!. Esto es más o menos con las personas de hoy que no están dispuestas a recibir el conocimiento que proviene del mundo espiritual.  Quieren «calzar al caballo» con todo en el mundo —si puedo expresarme así— porque no reconocerán la realidad de las fuerzas suprasensibles.  Quieren calzar caballos, no hacer nada en el que se pongan en uso las fuerzas magnéticas. Hubo una vez un tiempo —no se queda muy atrás de nosotros— cuando un pedazo de hierro así formado se hubiera utilizado para herrar a los caballos. Pero hoy esto ya no es posible.

Llegará un momento en que, en la vida social ordinaria también, los hombres necesitarán lo que se puede comunicar desde el mundo espiritual. De esto debemos ser conscientes, y entonces la antroposofía penetrará no solo en el intelecto, que es de menor importancia, sino sobre todo en la voluntad, y eso es de gran importancia. Sobre esto reflexionaremos más y más profundamente.

Traducido por Gracia Muñoz en diciembre de 2017.

[1] Impreso bajo el título: Filosofía, Cosmología y Religión. Una versión abreviada de diez conferencias impartidas por el Dr. Steiner en Dornach, del 6 al 15 de septiembre de 1922.(GA215)