Parte I – C2. Nuestra relación con las estrellas en el momento de la muerte.

Del libro Isis Sophia III – Nuestra relación con las Estrellas

de Willi Sucher.

English version (p.9)

La adquisición de una clara concepción filosófica de la relación entre el ser humano y las estrellas, se vuelve extremadamente difícil según los principios de la astrología, en la medida en que descansa en una tradición muy anticuada. Este tipo de astrología supone, más o menos, que estamos dominados, con respecto a nuestra composición fisiológica y psicológica, por las posiciones de los planetas en la eclíptica y su concordancia con el horizonte terrestre en el momento del nacimiento. Se han presentado muchas evidencias que sugieren y apoyan fuertemente la idea de nuestra dependencia de las estrellas. Sin embargo, estas sugerencias se basan en ciertos prejuicios que a veces incluso funcionan de manera inconsciente, creando la suposición de que una entidad más grande (en este caso, el gran universo) está destinada a dominar y determinar al objeto más pequeño, la humanidad. Sin embargo, gran parte de esta llamada evidencia astrológica, si no toda, puede interpretarse filosóficamente en un sentido totalmente no fatalista.

Las investigaciones de una ciencia espiritual genuina deben incluso refutar fuertemente la idea de nuestra absoluta dependencia. La ciencia espiritual llega a la evidencia de la existencia espiritual del ser humano antes del nacimiento y que éste elige, de acuerdo con sus propios requisitos, el momento de su nacimiento, etc. Esto también establece el asombroso parecido entre el destino de cada persona y los movimientos de las estrellas.

Otro aspecto de la astrología hace que su aceptación por la mente científica moderna sea bastante difícil. La embriología moderna ha descubierto los hechos más esclarecedores sobre el desarrollo prenatal. No hay nada en la vida después del nacimiento que pueda compararse con los cambios más radicales, especialmente durante los primeros meses de gestación. Por lo tanto, parece ser extremadamente inconsciente tener en cuenta solo el momento del nacimiento cuando la parte decisiva de nuestro desarrollo fisiológico ha llegado a su fin. Es posible encontrar evidencia de nuestra conexión con los movimientos de los planetas durante el periodo de gestación. Hemos hecho un estudio extenso de esto y esperamos presentar los hechos en futuras publicaciones.

Ahora, sin embargo, describiremos la relación con el mundo de las estrellas en el momento de la muerte. Esto nos permitirá demostrar, desde un ángulo diferente, un punto de vista fundamentalmente nuevo. La idea de tal relación entre la muerte y la imagen del universo en ese momento —o, como en pocas palabras podemos llamarlo, el asterograma de la muerte— es algo completamente nuevo. Rudolf Steiner ha llamado la atención sobre este hecho en algunas de sus conferencias.

Hemos elegido como ejemplo el asterograma de la muerte de Tycho Brahe, el famoso astrónomo danés del siglo XVI. Nació el 14 de diciembre de 1546 (calendario antiguo) y murió en Praga el 24 de octubre de 1601 (calendario nuevo). Según sus biógrafos, murió por la mañana, antes del amanecer.

En la figura 2, que aparece a continuación, hemos tratado de dar una imagen en perspectiva del cielo en ese día, en lo que respecta a las posiciones de los planetas en el zodíaco y sus ángulos relativos al horizonte de Praga durante las horas de la mañana. En la Fig. 3, hemos reducido este diagrama a una imagen bidimensional del zodíaco con los planetas. La línea del horizonte indica las partes del zodíaco que fueron visibles en ese momento por encima del plano del horizonte y las que están debajo de él.

La característica más notable de este asterograma de la muerte es la posición de todos los planetas cerca del horizonte oriental. El Sol se encontraba a los pies de la constelación de Virgo. Unos días más tarde entró en Libra. Como la muerte ocurrió antes del amanecer, debemos imaginar que Virgo se había levantado parcialmente. Más alto en el cielo del este estaba Leo, mientras que Libra todavía estaba debajo del horizonte. Todos los planetas (excepto Urano, Neptuno y Plutón, que no consideraremos ahora) estaban concentrados en esas tres constelaciones. Marte acababa de entrar en Leo, se encontraba más alto en el cielo del este. Venus estaba debajo de él, pero aún estaba en Leo. Aún más profundo, pero sobre el este, apareció Júpiter con la Luna, que probablemente acababa de salir y era visible en Virgo. La Luna formaba una estrecha media luna, porque era poco antes de la Luna Nueva, y en su copa descansaba Júpiter. Mercurio, también en Virgo, probablemente estaba a punto de levantarse. Luego vino el Sol a los pies de Virgo, y Saturno se encontraba en Libra, todavía muy lejos de su salida por el horizonte oriental.

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Llegamos ahora al problema de cómo interpretar este aspecto del cielo. En la Tierra, un ser humano ha muerto y en el mismo momento encontramos en el cielo la configuración que describimos. ¿Podemos probar alguna conexión entre los dos hechos?

Antes de nada, debemos clarificar el concepto de la muerte del ser humano. Los hechos fisiológicos están, por supuesto, más o menos claros. Debido a algún tipo de desgaste causado por una enfermedad o un accidente, la vida ya no puede seguir adelante en el cuerpo. Éste último se abandona y se devuelve a los elementos de los que se tomó. ¿Podemos ir más allá de ese hecho? ¿Tenemos alguna prueba de que todavía existe algún tipo de existencia, aparte de ésta en el cuerpo? Hasta cierto punto, podemos obtener ciertas pruebas de una existencia después de la muerte. Ha sido descrito por muchas personas, que, por algún accidente, ya habían cruzado el umbral de la muerte, pero fueron rescatadas por medios artificiales. Los hechos que describen son más o menos conocidos. Todos estuvieron de acuerdo en que no había vacío de conciencia y que se enfrentaron a una especie de gran panorámica que consistía en un resumen de imágenes que presentaban los incidentes principales durante su pasada existencia terrenal.

¿Qué tienen las investigaciones de la ciencia espiritual para contribuir a este hecho? Cuando el ser humano muere, generalmente decimos que la vida ha cesado. ¿Qué es la vida? Nadie ha encontrado la causa de la vida. Sigue siendo un algo misterioso que trabaja de alguna manera dentro del cuerpo material. Unos pocos materialistas aún mantienen que la vida es sólo una determinada condición de la materia y que un día se encontrará esta condición como se han encontrado las fórmulas químicas que rigen las condiciones de la materia sin vida. La investigación espiritual, sin embargo, lleva a la conclusión de que la vida no es una condición de la materia, sino un principio en sí mismo en un nivel de existencia diferente del físico. La ciencia espiritual habla de un organismo de vida o de un cuerpo de vida. No puede ser percibido por los sentidos físicos, ya que opera a un nivel que es, en cierto grado, incluso contradictorio con el físico. Sólo los órganos de los sentidos que son, por así decirlo, homogéneos a su propia naturaleza, pueden «percibir» este principio del cuerpo de vida. El desarrollo de tales «órganos de los sentidos» es posible. Ya Goethe habló de ellos, y Rudolf Steiner describió los métodos y la disciplina para el logro de tales facultades.

¿Cómo actúa esta organización de vida dentro del cuerpo físico? Funciona durante un cierto tiempo contra la tendencia natural de la materia, que llevaría al cuerpo físico a la descomposición si se le dejara seguir su propio camino. Además, el cuerpo de vida conserva la forma típica del marco humano. Actúa como una especie de memoria activa de toda la evolución y del propósito de la raza humana y se implanta ya durante las primeras etapas del desarrollo embrionario en el cuerpo físico. Por lo tanto, también contrarresta continuamente en la vida posterior las desviaciones del nivel humano que aparecen como enfermedades.

Esta «memoria» orgánica y activa se libera de sus funciones en el cuerpo material inmediatamente después de la muerte. Entonces aparece como un retazo de pura memoria de toda la vida en la Tierra, que acaba de llegar a su fin. Después de la muerte, podemos percibir todas estas imágenes de nuestra existencia terrenal unidas como en un gran panorama, porque aún estamos conectados, aparte de con nuestro cuerpo de vida, con nuestra organización de la conciencia.

Esta experiencia dura, según la investigación oculta, aproximadamente dos o tres días después de la muerte. Entonces la conciencia individual no puede sostenerla más. Se afloja el enganche del yo al cuerpo de vida, del mismo modo que no podemos mantener nuestro cuerpo físico bajo control indefinidamente durante la existencia terrenal. Después de estos sucesos, las fuerzas de vida regresan a su origen, a la fuente de la «memoria» de toda evolución, al cosmos mismo. En otro momento abordaremos el desarrollo posterior del alma después de la muerte. Muchas evidencias demuestran que la configuración del cielo en el momento de la muerte del ser humano contiene también una especie de cuadro biográfico de esa persona; por ejemplo, si tomamos de nuevo el asterograma de la muerte de Tycho Brahe (figura 3), descubrimos que todo el zodíaco contiene un cuadro de la memoria de su vida y que las posiciones de los planetas indican los principales incidentes. ¿Cómo podemos llegar a tal conclusión?

En la tercera parte de Isis Sophia II, hemos descrito el planeta Saturno como el órgano de la memoria cósmica. Así, Saturno había preparado y memorizado, durante la vida de Tycho Brahe, un cuadro de sus experiencias terrenales.

Si tomamos el momento de la encarnación de Tycho Brahe (nació en 1546), podemos calcular la posición de Saturno en ese momento. Mientras estaba en esa parte del zodíaco, “memorizó” ese evento, por así decirlo. Cuando Tycho Brahe murió, Saturno se había trasladado a una región diferente de la eclíptica, pero veremos que el punto en el que se encontraba en el momento de la encarnación fue ocupado en su muerte por un cierto fenómeno cósmico. Igualmente, Saturno memorizó otros de los principales incidentes en la vida de esta personalidad mientras estuvo en otras partes del zodíaco. Todos estos puntos fueron ocupados en su muerte, por los planetas.

Explicaremos este hecho con la ayuda de la figura 4. En el círculo interno, tenemos las posiciones de los planetas en el momento de la muerte de Tycho Brahe (similar a la figura 3). En el círculo exterior, hemos insertado los movimientos de Saturno durante su vida.

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Tycho Brahe nació el 14 de diciembre de 1546. En el transcurso de ese año, durante la gestación, Saturno entró en la constelación de Sagitario. En el asterograma de la muerte, este punto está claramente marcado por la posición del nodo lunar ascendente. (Los nodos lunares son los puntos de cruce del camino de la Luna y el camino aparente del Sol. La órbita de la Luna, al igual que la de los planetas, no coincide exactamente con la del Sol. Está ligeramente inclinada, por lo tanto, forma un ángulo con la eclíptica y cruza esta última en dos puntos opuestos. Estos nodos lunares tienen una conexión profunda con las etapas de la vida después de la muerte).

No se ha hablado mucho acerca de los años de juventud de Tycho Brahe, excepto que su padre murió en 1559 y posteriormente fue enviado por su tío a Copenhague para estudiar filosofía y retórica.

Y allí precisamente, el 21 de agosto de 1560, pudo vivir la experiencia de un eclipse solar convirtiéndose éste en el evento más decisivo de su vida. Tycho Brahe, que contaba sólo con 14 años, encontró la verdadera vocación, que le había llevado a esa encarnación. Él comenzó a considerar la astronomía como algo divino. Probablemente fue el punto de inflexión a su carrera posterior. Durante ese año, Saturno se movió al punto de transición de Tauro a Géminis. En el asterograma de la muerte, encontramos este punto marcado por el nodo lunar descendente.

En 1562, fue enviado a Leipzig para estudiar derecho y fue puesto bajo el cuidado de un tutor. Se pretendía que él se preparara para una profesión diplomática; sin embargo, no estaba muy interesado en la carrera que su tío había elegido para él. Durante las noches, cuando su tutor estaba dormido, observaba las estrellas. La vocación que conscientemente concibió en 1560 se apoderó de él. En 1563, observó una conjunción de Saturno y Júpiter y, aunque sus medios de observación eran bastante rudimentarios, notó una considerable diferencia entre los sucesos cósmicos y ciertas tablas astronómicas sobre los movimientos de las estrellas que entonces había. En ese momento nació en él un astrónomo moderno que estaba decidido a construir su trabajo en base a observación y cálculo exactos. Saturno se encontraba en la región de Leo Cáncer. En la carta del cielo de su muerte, este momento y los años que siguieron inmediatamente están indicados por la posición de Marte.

Tycho Brahe regresó a Dinamarca en 1565, pero se fue pronto a la Universidad de Wittenberg. Este regreso a su hogar probablemente estuvo relacionado con la decisión de cambiar la dirección de sus estudios. Su intención de dedicar su vida a la astronomía no fue bien recibida por su familia. Sin embargo, parece haber mantenido su posición muy bien, ya que después estudió astronomía en varios lugares, tal como existía en aquellos tiempos. En 1566, fue a Rostock y en 1569 a Augsburgo. De su estancia en la última universidad, sabemos que estuvo muy ocupado en investigaciones astronómicas y alquimistas. Esos aún eran los días en que se practicaban las formas medievales de estudiar las propiedades de la materia, conocida como Alquimia. El hecho de que Tycho Brahe lo combinara con sus estudios astronómicos es una señal segura de que debe haber sabido mucho sobre la interacción entre las fuerzas cósmicas y terrestres, un conocimiento perdido casi por completo en nuestra época. Durante todos esos años, Saturno se movió a través de las constelaciones de Leo y Virgo, más allá de los lugares que fueron ocupados por Venus, Júpiter, Mercurio, Luna y Sol en el momento de la muerte.

Un incidente notable ocurrió en 1572. Tycho Brahe había estado trabajando en su laboratorio de alquimia, y cuando salió vio una nueva estrella, una llamada Nova en la constelación de Casiopea. Nova es normalmente una estrella muy brillante, que brilla sólo por un breve período de tiempo y que luego desaparece de nuevo. Debe haber dejado una profunda impresión en Tycho Brahe de que los cielos, por así decirlo, respondían a su labor en profundidad en el mundo de la materia. Puede ser que haya experimentado algo de la gran corriente espiritual con la que estuvo conectado en aquel momento, para darse cuenta, de forma consciente, de la escritura de las estrellas en la materia y en los acontecimientos terrestres. Saturno estaba entonces en Libra, en el mismo lugar donde se encontraba en la muerte de Tycho Brahe. Por lo tanto, podemos ver en la imagen de este Saturno, un incidente que abre una visión del ser espiritual eterno de Tycho Brahe, —ese núcleo del ser que está por encima de la vida única de la Tierra y que es el gran guía espiritual, a través de las épocas. Sin embargo, apenas fue capaz, durante esa encarnación en el siglo XVI, de manifestar este ser superior debido a las condiciones imperantes. Su tiempo estuvo en su contra. Sólo podemos deducir de tal incidente la grandeza de esta individualidad.

En 1576, después de mucho deambular, finalmente encontró un lugar donde podía dedicar todas sus energías en paz a la tarea provechosa que se había propuesto. El rey Federico II de Dinamarca le otorgó la pequeña isla de Ven en el estrecho de Oresund, frente a Copenhague. También le proporcionó los medios financieros suficientes para construir un observatorio astronómico en esa isla. Debe haber significado algo así como un segundo nacimiento para él. El propósito de su encarnación parecía haberse cumplido. Para entonces, Saturno se había trasladado de nuevo a Sagitario, a la misma posición en la que se encontraba en el momento del nacimiento de Tycho Brahe. En el asterograma de la muerte encontramos el lugar ocupado por el nodo lunar ascendente.

Ahora siguieron años de trabajo fructífero en la isla. No solo se erigieron grandes edificios, se hicieron observaciones astronómicas y se entrenó a un número comparativamente grande de estudiantes de astronomía, sino que Tycho Brahe también realizó una gran cantidad de mejoras agrícolas en la isla, como los planes y descripciones de Uraniborg, como revela el nombre de este asentamiento astronómico. Durante esos años, Saturno atravesó constelaciones donde no había planetas en el momento de la muerte. Sin embargo, podemos leer muchos incidentes en relación con las fechas en que Saturno estaba parado frente a los lugares de los planetas en el momento de la muerte. Por ejemplo, alrededor de la época de 1583, Tycho Brahe se dedicaba a la elaboración de su particular sistema mundial astronómico, que pensaba poner en contra de la nueva concepción astronómica de Copérnico. Presintió el peligro en las opiniones de Copérnico. Saturno estaba entonces en Acuario, frente a las posiciones de Marte y Venus en el asterograma de la muerte.

En 1588 ocurrió un incidente muy decisivo. El benefactor de Tycho Brahe, el rey Federico II de Dinamarca, murió. Poco después, la ayuda financiera que recibió por el trabajo en la isla de Ven fue gradualmente reducida. El joven rey Christian no fue coronado antes de 1596, pero inmediatamente después se retiró la ayuda financiera y la pensión que Tycho Brahe había recibido del estado danés. Abandonó la isla poco después de Pascua, llevándose tantos instrumentos para observaciones astronómicas como pudo.

Saturno estaba en la constelación de Aries en 1588. Estaba entonces frente al lugar que ocupó en el asterograma de la muerte. Exteriormente, parece haber sido un momento después del cual su trabajo fue socavado gradualmente. Con Saturno en Libra, vimos una visión de la eterna grandeza espiritual de esta alma. En la posición opuesta, comenzó una gran transformación que aparece como una derrota en el plano físico; sin embargo, debemos juzgar los eventos desde un nivel superior. Tras la muerte del rey Federico en 1588, los tiempos fueron cada vez más difíciles para Tycho Brahe que comenzó a desarrollar otro lado de su ser interior, que se encuentra muy por encima del nivel del astrónomo ordinario. Este fue por supuesto un proceso muy doloroso, y sólo después de la muerte, esta alma creció hasta la madurez de las facultades desde la base establecida durante esos años de deambular y con tanto sufrimiento, justo antes de su muerte. Diremos algo más al respecto a medida que vayamos avanzando.

Tycho Brahe dejó la isla de Ven en 1597. Saturno se había trasladado al lugar donde Venus apareció en el asterograma de la muerte. Primero fue a Rostock, y a varios otros lugares hasta que en 1599 llegó a Praga. Allí, el emperador Rodolfo II de Habsburgo le había ofrecido asilo e instalaciones para continuar sus estudios. Kepler, otro astrónomo famoso, se unió a él como su asistente en 1600. Pero Tycho Brahe ya estaba muy cansado de sus decepciones y de sus andanzas. En octubre de 1601 se enfermó y el día 24 (calendario gregoriano) murió.

Durante esos últimos años, Saturno se movió a través de Virgo y llegó a Libra en 1601. Pasó por aquellas partes del zodíaco que estaban ocupadas en el asterograma de la muerte por los planetas Júpiter, Luna, Mercurio y Sol. En el momento de la llegada de Tycho Brahe a Praga en 1599, Saturno estaba en el lugar de Júpiter y Luna en el momento de la muerte.

Por lo tanto, encontramos una especie de biografía celestial o carta, cuadro en la configuración de los cielos en el momento de la muerte de un ser humano. Este hecho ha sido probado en muchos casos históricos.

Nuestra pregunta ahora es: ¿Cómo se relaciona esta imagen cósmica con el cuadro de la memoria que la humanidad experimenta inmediatamente después de la muerte? Ciertamente, no tiene mucho sentido decir, en este caso, que el cuadro vivido por el que ha muerto es causado por las estrellas, porque su propia sustancia está tomada del pasado, de sucesos e incidentes, muy reales, que ocurrieron en el pasado en la Tierra, no en el cielo. En este sentido, la Tierra y sus habitantes humanos parecen ser el factor predominante, y las estrellas parecen ajustarse a la biografía humana. Pero ¿no sería igualmente absurdo decir que las estrellas están influenciadas por algo que proviene de la Tierra? No son afectadas, en cualquier caso, por ello, y siguen sus órbitas habituales. Quizás esté más justificado concluir que la muerte de un ser humano tiene lugar en un momento en que se establece una correspondencia entre el cuadro de los planetas y el cuadro de la memoria de esa persona. Ciertamente, esto no lo puede hacer uno de forma consciente, pero podemos tener un atisbo de esa profunda voluntad espiritual de los seres humanos, que es su destino.

En el vecindario espiritual del alma que ha muerto, está el panorama de la vida terrenal. En la profundidad del cosmos, tal como lo vemos desde la Tierra, existe una réplica de esa biografía al mismo tiempo, que es cualitativamente similar al panorama individual. Este último es causado por el cuerpo de la vida (o cuerpo etérico, en la terminología de la ciencia espiritual), que ahora está libre de su función en el cuerpo físico. Después de dos o tres días, esta imagen desaparece de la visión interna del alma. ¿Qué le sucede? La «sustancia» de la vida se dispersa en el mundo de su propio origen, en el cosmos de los planetas y sus esferas, a medida que el cuerpo material se dispersa en el mundo de su origen, en el mundo físico-material. ¿No se justifica entonces la conclusión de que el mundo etérico planetario absorbe la sustancia de memoria que proviene de cada ser humano? Como dijimos antes, esto ciertamente no puede ser guiado por la conciencia ordinaria de uno, pero el momento de la muerte lo deciden las fuerzas más profundas del destino humano.

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Si podemos aceptar este pensamiento, nos enfrentaremos de inmediato con una idea totalmente nueva y grandiosa de la relación entre el ser humano y el universo estelar. Aquí el cosmos parece estar en un estado de expectativa, no en la posición de un donante o incluso un dominador sobre el destino de uno. De hecho, la investigación espiritual confirma que el universo estelar está relacionado con lo que proviene de los seres humanos como sustancia de memoria. Este recuerdo contiene la huella de las acciones, los sentimientos y los pensamientos. En un sentido más amplio, está lleno de imágenes de moralidad que han crecido a través del encuentro de la individualidad con las condiciones e implicaciones de su entorno terrenal. Este tipo de esencia moral es para el cosmos, en un sentido universal, algo similar a lo que es la comida para el ser humano. Después de la muerte es absorbido por las estrellas, y así se rejuvenecen.

Tal idea puede sonar fantástica; sin embargo, hemos podido encontrar una cierta cantidad de evidencia histórica para su justificación. Lo presentaremos en el curso de estas publicaciones.

Por lo tanto, el viejo fantasma de nuestra dependencia de las estrellas parece ser rechazado, al menos desde un ángulo de la vida humana. Estamos convencidos de que esta es la base de una nueva cosmología que reconoce nuestra libertad y capacidad para una actividad espiritual real y efectiva. Hasta ahora, nuestras exhaustivas investigaciones han justificado esta convicción.

Traducido por Carmen Ibáñez Berbel en diciembre de 2017.