GA96. Signos y Símbolos de la Fiesta de Navidad

Rudolf Steiner — Berlín, 17 de diciembre 1906

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La Fiesta de Navidad, que estamos a punto de celebrar, gana nueva vida a través de una profunda mirada espiritual del mundo. En un sentido espiritual, la Fiesta de Navidad es una fiesta solar, y como tal debemos familiarizarnos con ella hoy. Para comenzar, oiremos aquel hermoso apostrofe al sol que Goethe puso en la boca de Fausto:

Los pulsos de la vida laten con nueva animación
para saludar amorosos el etéreo crepúsculo.
Esta noche también tú, Tierra, estuviste firme,
y con renovados bríos alientas a mis pies;
empiezas ya a rodearme de placer,
despiertas y excitas en mí una enérgica resolución:
la de aspirar sin tregua a la más elevada existencia.
El mundo está abierto ya en una luz crepuscular;
la selva deja oír los mil acentos de la vida;
fuera del valle y el valle mismo extiéndese una faja de neblina;
empero la celeste claridad desciende hasta las profundidades,
y las ramas de los árboles, dotadas de nuevo vigor,
surgen del vaporoso abismo en que dormían sepultadas.
Así también del fondo en que la flor y la hoja destilan temblorosas perlas,
destácase claramente color sobre color.
Todo cuanto me circunda se trueca para mí en un paraíso.
Tienda la vista a lo alto.
Las gigantescas cumbres de las montañas anuncian
ya la hora más solemne.
Antes de tiempo pueden gozar de la eterna luz,
que más tarde desciende hasta nosotros.
Por las verdes praderas de las vertientes de los Alpes
difúndese ahora una nueva luz, una nueva claridad,
que por grados llega a las hondonadas…
¡Aparece el sol…!
Y ¡ay!, deslumbrado ya,
vuelvo el rostro, herido por el dolor de mis ojos.
Lo propio acontece cuando una ardiente esperanza
que, a fuerza de lucha, en lo íntimo de nuestro ser se ha convertido en sublime anhelo,
halla abiertas de par en par las puertas de la realización.
Pero si de aquellas eternas profundidades
surge de golpe un torrente de llamas, nos quedamos suspensos:
queríamos encender la antorcha de la vida, y nos envuelve un mar de fuego.
Y ¡qué fuego!
¿Es el amor, es el odio,
que ardientes nos rodean con espantosas alternativas de dolor y regocijo,
de suerte que nuevamente dirigimos la vista a la tierra
para guarecernos bajo el velo más juvenil?
Quédese, pues, el sol a mi espalda.
Con embeleso creciente
contemplo la catarata que se precipita estruendosa por el escarpado peñasco.
De salto en salto, se revuelve derramándose primero en mil corrientes
y luego en otras mil,
y levantando en el aire con bronco fragor masas de espuma.
Pero ¡cuán majestuoso, naciendo de esta tempestad,
se redondea el cambiante arco multicolor,
tan pronta claramente dibujado,
como perdiéndose en el aire
y esparciendo en torno una lluvia fresca y vaporosa!
Esto retrata el afán del hombre.
Medita sobre ello y lo comprenderás mejor:
en ese colorado reflejo tenemos la vida. [1].

 

Goethe permite que su representante de la humanidad hable estas poderosas palabras en la presencia del radiante sol de la mañana que se eleva. Pero no es este sol despertando renovado cada mañana, con el que nosotros tenemos relación en la fiesta de la que hablamos hoy. Este sol es un ser de honduras mucho más profundas, y su naturaleza será un leitmotiv de nuestras presentes consideraciones.

Ahora oiremos las palabras que reflejan el profundo significado del Misterio de Navidad. Estas palabras han sido oídas por muchos discípulos de los Misterios de todas las épocas antes de entrar a los Misterios mismos:

Contempla el Sol
A la hora de la medianoche,
Y construye con rocas
En la arcilla sin vida.
Para encontrar en el declive del mundo
Y en la noche de muerte
El nuevo comienzo de la Creación
Y la fuerza joven de la mañana.
Deja que las alturas revelen
La palabra eterna de Dios,
Puedan las profundidades preservar y sellar
El pacífico tesoro.
Viviendo en la oscuridad
Ahora crea un Sol!
Tejiendo en substancia
Conoce la Dicha del Espíritu!

 

Die Sonne schaue
um mitternächtige Stunde.
Mit Steinen baue
im leblosen Grunde.
So finde im Niedergang
und in des Todes Nacht
der Schöpfung neuen Anfang,
des Morgens junge Macht.
Die Höhen lass offenbaren
der Götter ewiges Wort;
die Tiefen sollen bewahren
den friedensvollen Hort.
Im Dunkel lebend
erschaffe eine Sonne.
Im Stoffe webend
erkenne Geistes Wonne.[2]

Mucha gente que sólo conoce el árbol de Navidad con sus velas, cree que el tener un árbol simbolizando la Navidad es una costumbre tradicional que data de tiempos antiguos. Esto, sin embargo, no es el caso. Por el contrario, la costumbre de decorar un árbol de Navidad es más reciente, y no data de más que de unos pocos siglos. La costumbre de decorar un árbol de Navidad es un fenómeno reciente, pero la celebración de la Navidad es antigua. La fiesta en tiempos de Navidad fue conocida en los más antiguos Misterios de todas las religiones en todos lados, y siempre fue celebrada. No es meramente un festival solar exterior, sino uno que conduce al hombre a la divinidad de las fuentes de la existencia. Fue celebrada anualmente por el más alto iniciado en los Misterios en el tiempo del año cuando la fuerza del sol era más débil y otorgaba menos calor sobre la Tierra. También fue celebrada por aquellos para los que no era posible participar en la celebración entera, sino que les era permitido el experimentar sólo la expresión pictórica exterior del más alto Misterio. Esta imaginación ha sido preservada a través de las épocas y ha asumido formas en concordancia con las más variadas confesiones religiosas. La celebración de la Navidad es el festival de la Noche Santa, que, en los grandes Misterios, era celebrada por aquellas personalidades que estaban preparadas para traer la resurrección de su yo superior dentro de su ser más íntimo. Hoy diríamos: “dentro de su ser interior ellos daban a luz al Cristo”.

Sólo aquellos que no saben nada del hecho de que, además de las fuerzas químicas y físicas, fuerzas espirituales están activas, y que, así como las fueras químicas y físicas tienen tiempos definidos en el cosmos para su acción, así también lo tienen las fuerzas espirituales –sólo tales personas pueden permanecer indiferentes cuando sucede el despertar del Yo Superior. En los grandes Misterios al hombre le fue permitido contemplar las activas fuerzas en un coloreado brillo, en brillante luz. Le fue permitido percibir el mundo a su alrededor lleno con cualidades espirituales, con seres espirituales, contemplar el mundo del espíritu a su alrededor en el cual él experimentaba la más grandiosa experiencia posible.

Este momento llegará en algún punto para todos. Todos los hombres lo experimentaran en última instancia, incluso quizá luego de muchas encarnaciones. El momento llegará para todos cuando el Cristo se elevará dentro de ellos y una nueva visión, una nueva audición despertarán dentro de ellos.

Aquellos que estaban preparados para el despertar, al igual que a los discípulos de los Misterios, se les enseñaba primero lo que el despertar significaba para el Gran Universo; sólo entonces era realizado el rito del despertar. Tenía lugar en un tiempo en que la oscuridad en la Tierra era mayor, cuando el Sol exterior ha alcanzado su punto más bajo en el tiempo de Navidad, porque aquellos que estaban familiarizados con los hechos espirituales sabían que en esa época del año, fluían corrientes a través del espacio cósmico que eran favorables para tal despertar. En su preparación, al discípulo se le enseñaba que aquel que realmente deseara saber, no debería conocer sólo lo que ha tenido lugar durante miles y miles de años en la Tierra, sino que debía aprender a reconocer el curso entero de la evolución humana, dándose cuenta que los grandes festivales tienen su lugar dentro de esta evolución, y que deben ser dedicados a la contemplación de las grandes verdades eternas. Los discípulos dirigían sus pensamientos hacia el tiempo cuando la Tierra aún no se había convertido en lo que es hoy. El Sol y la Luna aún no existían, sino que ambos estaban unidos con la Tierra, y la Tierra, el Sol y la Luna aún formaban un solo cuerpo. El hombre ya existía en ese entonces, pero no tenía un cuerpo; era un ser espiritual sobre el cual ningún sol exterior brillaba.

La luz solar estaba dentro de la Tierra misma. Su naturaleza difería de la luz solar actual, que brilla sobre los seres y las cosas desde afuera. Tenía la cualidad de que le era posible irradiar desde dentro de sí, y, al mismo tiempo, irradiar desde dentro de la naturaleza interior de cada ser viviente de la Tierra. Luego llegó el momento cuando el sol se separó de la Tierra y su luz cayó sobre la Tierra desde afuera. El Sol tuvo que retirarse de la Tierra y el ser interior del hombre se volvió obscuro. Este fue el comienzo de su evolución hacia aquel tiempo futuro cuando él pueda encontrar su luz interior de nuevo radiando en su naturaleza interna. El hombre debe aprender a conocer las cosas de la Tierra por los medios de su naturaleza externa. Evolucionará hacia un tiempo cuando en su naturaleza interna el Hombre Superior, el Hombre Espíritu, brillará y radiará otra vez. Desde la luz, a través de la obscuridad, hacia la luz – tal es el curso de la evolución de la humanidad.

Los discípulos eran preparados por tales enseñanzas, que eran constantemente impresas en ellos. Luego eran guiados a su despertar. Llegaba el momento en que, como  elegidos, experimentaban por medio de sus despiertos órganos espirituales, la luz  espiritual dentro de ellos. Este sagrado momento llegaba cuando la luz exterior era más débil, en el día en que el sol exterior brillaba menos. En ese día los discípulos eran reunidos, y la luz interior se revelaba a sí misma a ellos.

Aquellos que aun no podían participar de esta celebración, les era posible experimentar al menos una semejanza exterior, por la cual aprendían que para ellos también el gran momento llegaría. “Hoy”, les era dicho, “ustedes contemplan sólo una imagen; luego experimentarán lo que ahora ven como semejanza”. Estos eran los Misterios menores. Mostraban en imágenes lo que el neófito experimentaría más adelante. Oiremos hoy acerca de lo que tuvo lugar en los Misterios menores en la noche de Navidad. Era lo mismo en todas partes – en los Misterios Egipcios, los Misterios Eleusinos, los Misterios del Cercano Oriente, los Misterios Caldeo-Babilónicos, así como en los Misterios culto Persa a Mitra y los Misterios Indios de Brahma. En todas partes los discípulos de estas Escuelas de Misterios tenían la misma experiencia a la hora de la medianoche en la Noche de Consagración.

Los discípulos se reunían en la noche temprana. En silenciosa contemplación tenían que hacer claro para sí mismos lo que esté más importante evento significaba. En profundo silencio se sentaban juntos en la obscuridad. Para cuando la medianoche se acercaba, habían estado sentados en una habitación obscura por horas. Pensamientos de eternidad impregnaban sus almas. Entonces, hacia la medianoche, misteriosos tonos se elevaban, resonando a través de la habitación, aumentando y disminuyendo. Los discípulos que oían estos tonos sabían que esta era la música de las esferas. Entonces la habitación de volvía tenuemente iluminada, una única luz que emanaba de un tenue disco luminoso. Aquellos que veían esto sabían que la esfera negra representaba la Tierra.

El sol, sin embargo, que ordinariamente irradia la tierra, estaba oculto; la tierra no podía ya ver el sol. Entonces alrededor del disco-tierra, por el borde exterior, arcoíris de colores se formaban, anillo sobre anillo. Aquellos que veían esto sabían este era el radiante Iris. A la medianoche un círculo violeta rojizo gradualmente surgía en el lugar de la negra esfera de la tierra. Aquellos que veían esto sabían que este era el sol, que aparecía ante ellos en la hora de la medianoche, cuando el mundo alrededor descansa en una  profunda obscuridad. A los discípulos ahora se les decía que ellos habían experimentado lo que es llamado “ver el sol en la hora de la medianoche”.

Quienquiera que realmente sea iniciado aprende a experimentar el sol a la hora de la medianoche, pues en él toda materia es borrada. Sólo el sol del espíritu vive en su yo interior e irradia sobre toda la obscuridad de la materia. Este es el momento de mayor gracia en la evolución del hombre, cuando él tiene la experiencia de que vive en la eterna luz liberada de la obscuridad.

Año tras año, en la medianoche de la Noche de la Consagración, este momento fue así representado en los Misterios. Esta imagen representaba el hecho de que junto al sol físico existe un Sol Espiritual, el cual, como el sol físico, nace de las tinieblas. En orden de dejar esto claro para los discípulos, luego de que han experimentado el surgimiento del Sol, del Cristo, eran guiados hacia una cueva en la cual aparentemente no había nada más que roca – muerte, materia sin vida. Allí ellos tallos de granos elevarse de las piedras como un signo de vida, como una indicación simbólica del hecho de que de la aparente muerte brota, de que de la muerta roca, vida nace. Les era dicho que así como la fuerza del sol, luego de que ha aparentemente muerto, despierta renovada desde ese día, así la nueva vida por siempre es eleva de la vida que muere.

El mismo evento es indicado en el Evangelio de Juan en las palabras “Él debe crecer, pero yo debo menguar”. Juan, el heraldo del Cristo que viene, de la Luz Espiritual, cuyo día festivo cae en el curso del año en la mitad del verano – Juan debe menguar, y simultáneamente con su mengua, la fuerza de la viniente luz despierta, incrementa su poder a la vez que Juan decrece. De igual manera lo nuevo, la nueva vida se prepara en la semilla que debe secarse y decaer para que la nueva planta pueda brotar de ella. Los discípulos de los Misterios podían experimentar que en la muerte reside la vida, que de la decadente materia, los nuevos y gloriosos brotes y frutos de la primavera se elevan, que la tierra rezuma fuerzas de nacimiento. Ellos aprendían que al mismo tiempo algo sucede en el ser interior de la tierra – la superación de la muerte por la vida, que está presente en la muerte.

Esto se mostraba a ellos en la conquista de la luz. Esto ellos sentían y experimentaban cuando veían la luz surgir y brillar en la oscuridad. Ellos contemplaban en la cueva de roca el surgimiento de la borboteante, vida en esplendor y abundancia, de lo aparentemente muerto. Así, la fe en la vida era adoptada por los discípulos. Así eran guiados a elevar en sí mismos lo que puede ser llamado fe en el más grande ideal del hombre. Así ellos aprendían a mirar hacia arriba hacia el más alto ideal de la humanidad, hacia el tiempo cuando la tierra haya completado su evolución y la Luz brillará para todos los hombres. La tierra entonces se desmoronará en polvo, pero la esencia espiritual permanecerá con todos los hombres que se hayan vuelto radiantes en su naturaleza más íntima a través de la Luz espiritual. Tierra y humanidad entonces despertarán a una existencia más elevada, a una nueva fase de la existencia.

Cuando surgió la Cristiandad en el curso de la evolución, portaba este ideal dentro suyo en el más alto sentido. El hombre sentía que dentro de la Cristiandad el Cristo aparecería como el gran Ideal de todo hombre, que Él había nacido en la Noche de Consagración en el tiempo de la obscuridad más profunda como un signo de que por encima de la obscuridad de la materia, un hombre superior puede nacer en el alma humana.

En los Misterios antiguos, antes de que el hombre hablara de un Cristo, hablaba de un Héroe Solar que encarnaba el mismo ideal que está relacionado con el Cristo en la Cristiandad. El portador de este ideal era llamado el Héroe Solar. Así como el sol completa su órbita en el curso del año trayendo un crecimiento y decrecimiento de la luz, y su calor aparentemente se retira de la tierra y luego nuevamente irradia renovado, así como contiene vida en su muerte y deja que su flujo se renueve, de esa misma manera hace el Héroe Solar que, a través del poder de su vida espiritual, se convierte en maestro sobre la muerte y la noche y la obscuridad.

En los Misterios había siete grados de iniciación. Primero el grado de los “Cuervos”, a los que les era permitido acercarse sólo hasta el portal del templo de iniciación. Ellos se volvían los intermediarios entre el mundo externo de vida material y el mundo interno de vida espiritual, y ya no pertenecían ni a lo material ni a lo espiritual. Estos Cuervos pueden ser encontrados por doquier.

Siempre son los mensajeros que pasan de un lado hacia el otro entre los dos mundos transmitiendo  mensajes. Se encuentran en las sagas Germánicas y mitos. Los Cuervos de Wotan, los Cuervos que vuelan alrededor de la montaña de Kyffhäuser.

En el segundo grado el discípulo era llevado lejos del portal hacia el interior del tiempo de iniciación. Allí entonces maduraba hasta que alcanzara el tercer grado, el grado de “Guerrero”, que podía pararse ante el mundo para proclamar las verdades ocultas que les era permitido experimentar en el interior del templo.

El cuarto grado, el de “León”, era alcanzado por aquellos cuya consciencia no era meramente la de un hombre individual, sino que abarcaba a una tribu entera. Así el Cristo fue llamado “el León de la Tribu de David”. Un hombre cuya consciencia abarcara toda una nación había alcanzado el quinto grado. Él ya no tenía un nombre propio sino que era designado con el nombre de su nación. Así, la gente habla de “Persas” o “Israelitas”. Ahora podemos entender cómo fue que Natanael, por ejemplo, fue llamado un “verdadero Israelita”. Fue porque había alcanzado el quinto grado de iniciación.

El sexto grado era el de “Héroe Solar”, y debemos entender lo que este nombre significa. Entonces nos daremos cuenta que temor y reverencia pasaban por el alma del discípulo de los Misterios que sabía algo del Héroe Solar, y que experimentaba en Navidad el Nacimiento de un Héroe Solar. Todo en el cosmos tiene tu curso rítmico. Las estrellas así como el sol, siguen un gran ritmo.Donde el sol cambie su ritmo tan solo por un momento, donde deje su órbita solo un instante, una revolución resultaría en el universo entero de una relevancia inaudita. El ritmo gobierna toda la naturaleza, hasta el hombre. Sólo el hombre hace que la situación cambie. El ritmo que gobierna desde la muerte a través del curso de las estaciones en las fuerzas de crecimiento, propagación,etc., cesa con el hombre. Él se yergue en libertad, y cuanto civilizado es, más este ritmo decrece. Así como la luz desaparece en Navidad, así aparentemente debe el ritmo desaparecer de la vida del hombre y el caos prevalecer. El hombre, sin embargo, da a luz a un ritmo por propia iniciativa, por su propia naturaleza interior. Debe entonces modelar su vida desde su voluntad que toma su curso dentro de límites rítmicos, fuerte y seguro, como el curso del sol. Así como un cambio en el curso del sol es impensable, asimismo es impensable que el ritmo de una vida así sea interrumpido. La encarnación de este ritmo de vida puede ser encontrara en el Héroe Solar. A través de la fuerza del hombre superior nacido en él, conquista el poder de gobernar el ritmo en el curso de su vida. Este Héroe Solar, este hombre superior, nacía en la Noche de Consagración.

Cristo Jesús fue también un Héroe Solar y fue concebido como tal en las primeras centurias de la Cristiandad. La fiesta de su nacimiento fue, por lo tanto, ubicada en la época del año cuando, desde los primeros días, el nacimiento del Héroe Solar era celebrado. Esta es también la razón para todo lo que está vinculado con la historia de la vida del Cristo Jesús. La Misa de Medianoche, que los primeros Cristianos celebraban en cuevas, en remembranza de la cueva de rocas de las que, simbolizadas en los crecientes tallos de grano, la vida nacía. La vida terrestre nacía de la roca muerta. ¡Así, también, desde lo inferior, lo Superior, ¡Cristo Jesús, nacía!

La leyenda de los tres sabios sacerdotes, los tres reyes, estaba vinculada con la Fiesta del Nacimiento del Cristo. Ellos le trajeron al Niño oro, el símbolo exterior del hombre pleno de sabiduría; mirra, el símbolo de la victoria de la vida sobre la muerte, y finalmente, incienso, el símbolo del éter cósmico en el cual vive el espíritu.

Así, en el significado de la Fiesta de Navidad, sentimos algo como un eco hacia nosotros desde los más antiguos tiempos de la humanidad, y viene bajando a nosotros en el especial colorido de la Cristiandad. En sus símbolos encontramos imágenes de los más antiguos símbolos de la humanidad. El árbol de Navidad con sus velas es uno de ellos. Para nosotros, es un símbolo del árbol del Paraíso, que representa todo lo que sea de naturaleza material. La naturaleza espiritual es representada por el árbol del Paraíso que abarca todo el Conocimiento, y por el árbol de la Vida.

Hay una narración que imparte claramente el significado del Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida. Seth se paró ante las Puertas del Paraíso y rogó que le sea permitido entrar. El Arcángel que guardaba el portal lo dejó entrar. Este es un signo para la iniciación.

Seth, ahora en el Paraíso, encontró el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento cercanamente entrelazados. El Arcángel Micael, que se yergue en la presencia de Dios, le dejó tomar tres semillas de estos arbole entrelazados, que, elevados allí como un solo árbol, apuntaban proféticamente hacia el futuro de la humanidad. Entonces toda la humanidad habrá sido invitada y habrá encontrado conocimiento. Sólo el Árbol de la Vida todavía existirá y la muerte ya no será más. Para el tiempo por venir, sólo el iniciado podría tomar las tres semillas de este Árbol, las tres semillas que significan los tres miembros superiores del hombre.

Cuando Adam murió, Seth plantó las semillas en la boca de Adam, y de ellas creció un arbusto ardiente. De la madera cortada de este arbusto, nuevos brotes y hojas verdes continuamente emergían. Dentro del ardiente círculo del arbusto, sin embargo, estaba escrito “Yo Soy El Que Era, Que Es, Que Será”. Esto apunta a la entidad que pasa a través de las encarnaciones, la fuerza de evolución del hombre que repetidamente se renueva a sí misma, que desciende de la luz a la obscuridad y asciende de la obscuridad a la luz.

El báculo con el que Moisés realizó sus milagros fue tallado de la madera del arbusto ardiente. El portal del Templo de Salomón fue moldeado de él. Esta madera fue llevada a las aguas del estanque de Bethesda, y de ella el estanque derivaba su poder.

De la misma madera la Cruz del Cristo Jesús fue moldeada, la madera de la Cruz que nos muestra la vida pasando hacia la muerte, pero que al mismo tiempo porta el poder en ella misma de traer nueva vida. El gran símbolo del mundo se erige ante nosotros aquí – vida, que se sobrepone a la muerte. La madera de esta Cruz surgió de las tres semillas del Árbol del Paraíso.

La Rosa Cruz también expresa este símbolo de la muerte de la naturaleza inferior y, brotando de ésta, la resurrección de la superior. Goethe expresó el mismo pensamiento en las palabras:

Mientras no hayas
Muerto y renacido
No eres sino un sombrío invitado
Sobre la oscurecida Tierra

¡Que maravillosa conexión existe entre el Árbol del Paraíso y la madera de la Cruz! Incluso aunque la Cruz sea un símbolo de la Pascua, también profundiza nuestro ánimo de Navidad. Sentimos en ella cómo la Idea del Cristo fluye hacia nosotros en una nueva y brotante vida en esta noche de la Natividad del Cristo. Esta idea es indicada en las vivientes rosas que adornan el árbol. Nos dicen que el árbol de la Sagrada Noche no se ha vuelto aún la madera de la Cruz, pero el poder para convertirse en esta madera comienza a surgir en él. Las rosas que crecen desde el verde simbolizan lo Eterno que crece de lo Temporal.

 

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El cuadrado es el símbolo de la naturaleza cuatrimembrada del hombre: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y ego (yo).

El triángulo es el símbolo del hombre superior: Yo Espiritual, Espíritu de Vida y Hombre Espíritu.

Sobre el triángulo está el símbolo de Tarok. Iniciados de los Misterios Egipcios sabían cómo leer este símbolo. También sabían leer el libro de Toth, que consistía en setenta y seis cartas en las que eran recordados todos los eventos del mundo desde el comienzo hasta el final, desde Alpha hasta Omega. Quienquiera que pudiera combinar los números correctos con las imágenes correctas podría leerlo. Esta sabiduría de números e imágenes ha sido enseñada desde tiempos primordiales. En la Edad Media todavía desempañaba un importante rol, pero hoy queda muy poco de ella Arriba el Alpha y la Omega está el signo de Tao. Nos recuerda la adoración de Dios por parte de nuestros ancestros, porque esta veneración tuvo su origen de la palabra Tao. Antes de que Europa, Asia y África fueran tierras de cultura humana, nuestros ancestros vivían en Atlántida, que fue sumergida por una inundación. En las sagas Germánicas de Niflheim, la tierra de las nieblas, la memoria de la Atlántida aún vive. Pues Atlántida no estuvo rodeada de puro aire. Su atmósfera estaba llena de enormes masas de niebla similar a las nubes y a la niebla en las altas cumbres. El sol y la luna no era vistos claramente en el cielo, pero estaban rodeadas de un arcoíris, un Iris sagrado. En ese tiempo el hombre aún entendía el lenguaje de la naturaleza. Lo que hoy le habla en vaivén de las olas, en el silbar y rugir del viento, en el susurrar de las horas, en el ruido del trueno, ya no es comprendido por él, pero en ese tiempo podía entenderlo. Sentía algo que le hablaba desde cada cosa acerca de él. Desde las nubes y las aguas y las hojas y los vientos el sonido corría: Tao (el Yo Soy). Los Atlantes lo oían y lo comprendían, y sabían que Tao fluía por todo el mundo.

Finalmente, todo lo que permea el cosmos está presente en el hombre y es simbolizado con el pentagrama en la punta del árbol. El profundo significado del pentagrama puede no ser ahora mencionado, pero es la estrella de la humanidad, de la humanidad desarrollándose a sí misma. Es la estrella que todo hombre sabio sigue como hicieron los sabios sacerdotes en tiempos antiguos. Simboliza la Tierra que es nacida en la Noche de Consagración, porque la más sublime luz irradia desde la más profunda obscuridad. El hombre vive dirigiéndose hacia un estado cuando la luz nacerá en él, cuando una palabra significativa sea reemplazada por otra, cuando ya no será dicho “La Obscuridad no abarca la Luz” sino cuando la verdad resonará en el espacio cósmico con las palabras “La Obscuridad le abre camino a la Luz que irradia hacia nosotros en la Estrella de la Humanidad, la Obscuridad cede y comprende la Luz”.

Esto resonará desde la celebración de Navidad, y la luz espiritual irradiará desde ella.
Celebremos esta Navidad como la fiesta del más elevado ideal de la Idea de la Humanidad, para que en nuestras almas pueda surgir la alegre confidencia: ciertamente, Yo, también, podré experimentar el nacimiento del hombre superior dentro de mí mismo. El nacimiento del Salvador, del Cristo, también tendrá lugar en mí.

 

[2] Por Rudolf Steiner.
[1] Esta conferencia fue impartida junto a un iluminado árbol de Navidad adornado con los signos descriptos aquí, así como con treinta y tres velas de cera y frescas rosas rojas.

 

Traducido por Nicolás Martín.