GA107c1. El Mundo Astral

Rudolf Steiner — Berlín 19 de Octubre de 1908

 

English versión

Nos hemos estado reuniendo para el estudio de las verdades antroposóficas durante muchos inviernos, y el pequeño grupo que forman ustedes, lleva ahora un buen número de estaciones de invierno donde nos hemos encontrado para unirnos a tales estudios. Por razones que tal vez discutiremos en nuestra próxima Reunión General, podemos mirar hacia atrás a ese momento de nuestra vida antroposófica común del pasado. Todavía están entre vosotros los pocos que, en cierto aspecto, formaron una especie de núcleo para posibilitar esta reunión aquí. Han traído de sus tiempos anteriores su convicción espiritual fundamental, uniéndose con nosotros hace seis o siete años, y han formado el núcleo alrededor del cual los que estaban buscando se han ido cristalizando paulatinamente, por así decirlo. Podemos decir que en el curso de estos años, no sólo el número creciente de estas reuniones puede decirnos algo, sino que en otra dirección, y con la ayuda de las Potencias espirituales, que están siempre presentes cuando la obra de la ciencia espiritual es conducida en el sentido correcto, hemos logrado seguir una cierta dinámica interior en nuestro trabajo.

Recuerden cómo hace seis o siete años, empezamos como un pequeño círculo y muy lenta y gradualmente, así como en el contenido interno, hemos creado el terreno sobre el que nos encontramos hoy. Comenzamos, con la ayuda de los conceptos básicos más simples de la ciencia espiritual, buscando primero crear un sentimiento fundamental, y hemos ido llegando gradualmente al punto en que el invierno pasado —al menos en nuestras reuniones de grupo— pudimos hablar de las diferentes regiones de los mundos superiores como se habla de eventos y experiencias del mundo físico ordinario. Hemos sido capaces de aprender acerca de los diversos seres espirituales y esos mundos, que son, de hecho, suprasensibles con respecto a nuestro mundo de los sentidos. Y no sólo pudimos introducir un sistema interior en nuestro trabajo grupal, sino que también realizamos dos cursos el invierno pasado permitiendo a aquellos que se habían unido gradualmente al núcleo, encontrar el vínculo definitivo con nuestros estudios.

Ya se ha dicho aquí, y a menudo se ha enfatizado, que ahora hemos llegado al punto de hablar de los mundos superiores como de algo —podría decir— evidente, y aquellos que se unieron a nuestras reuniones de grupo ya han  alcanzado una cierta madurez antroposófica. Esta madurez no radica en teorías o en alguna comprensión conceptual, sino en una actitud mental interior que se adquiere con el transcurso del tiempo. Quien ha absorbido internamente durante un largo tiempo lo que la ciencia espiritual tiene que dar, puede escuchar las cosas como hechos reales, como hechos evidentes que antes lo habrían afectado de manera muy diferente.

Y así, en esta conferencia introductoria de hoy, comenzaremos de inmediato y sin vacilación a hablar sobre un cierto capítulo de los mundos superiores que nos llevará a una comprensión más profunda del carácter y la personalidad del hombre. Pues, después de todo, ¿para qué sirven todos nuestros estudios de los mundos superiores? Hablamos del mundo astral, del mundo devacánico. ¿En qué sentido los miembros del mundo físico hablan de ellos en primer lugar? Hablamos de estos mundos superiores no en absoluto con la conciencia de que son muy ajenos a nosotros y no tienen ninguna clase de conexión con el mundo físico. Más bien somos conscientes de que los mundos superiores, como los llamamos, están a nuestro alrededor, que vivimos en ellos, que se proyectan en nuestro mundo físico y que en estos mundos superiores se encuentran las causas y los fundamentos de los hechos que tienen lugar ante nuestros ojos y sentidos físicos.

Y así, aprendemos a conocer esta vida que nos rodea con los seres humanos y con los acontecimientos naturales sólo cuando miramos lo que es invisible pero se revela en lo visible; es decir, cuando miramos lo que pertenece a otros mundos para poder formar un juicio en cuanto a su actuación en nuestro mundo físico. Los fenómenos normales y anormales de la vida física ordinaria se nos aclaran cuando aprendemos a conocer la vida espiritual que está detrás de ella: una vida espiritual que es mucho más rica y extensa que la vida física, que sólo forma una pequeña parte de la misma. El ser humano se erige como el punto central, y debe soportar todos nuestros estudios. Comprender la naturaleza humana significa, realmente, entender una gran parte del mundo. Pero la naturaleza humana es difícil de entender, y obtendremos un pequeño fragmento de esta comprensión del ser humano, si hablamos hoy de algunos hechos, sólo unos cuantos hechos, del mundo astral. El contenido del alma humana es múltiple. Y hoy aprenderemos acerca de una parte de ese contenido anímico. Para empezar, pondremos ante nosotros ciertas características del alma.

Vivimos en nuestra anímica los más diversos sentimientos, percepciones, ideas, conceptos e impulsos de la voluntad. Todos ellos toman su curso en nuestro ser desde la mañana hasta la noche. Si observamos al hombre superficialmente, esta vida nos aparece como algo autónomo, algo encerrado en sí mismo y esta visión es justificable. Observen cómo fluye la vida junto con los primeros pensamientos que forman por la mañana, los primeros sentimientos que se mueven a través de ustedes, los primeros impulsos de voluntad que surgen. Observen cómo el sentimiento está ligado al sentir, el hacer al impulso de la voluntad, hasta la noche en que la conciencia se hunde en el sueño. Que todo parece un flujo progresivo. Observado en un sentido más profundo, sin embargo, no es de ninguna manera un flujo progresivo, ya que a través de nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones, estamos en una relación continua —para la mayoría de las personas de manera inconsciente— con los mundos superiores. Consideremos ahora esta relación con respecto al mundo astral.

Cuando tenemos algún tipo de sentimiento, cuando la alegría o el terror destellan a través de nuestra alma, eso, para empezar, es un acontecimiento que ocurre en nuestra vida anímica, pero no es sólo eso. Si alguien puede probar la clarividencia, verá que algo sale del alma como una corriente, como una corriente brillante, que entra en el mundo astral. Sin embargo no va por casualidad y sin dirección, pues toma su camino hacia un ser del mundo astral. Supongamos que surge un pensamiento en nuestra alma; digamos que reflexionamos sobre la naturaleza de una mesa. En la medida en que el pensamiento resplandece a través de nuestra alma, el clarividente puede observar cómo una corriente procede de este pensamiento hacia un ser del mundo astral. Y así es para cada pensamiento, cada concepto, cada sentimiento. Las corrientes que fluyen del alma, van continuamente hacia los seres más diversos del mundo astral. Sería una idea errónea si pensaran que todas estas corrientes se dirigen a un solo ser del mundo astral. Este no es el caso. De todos estos diferentes pensamientos, sentimientos y sensaciones proceden las más diversas corrientes, y van a los más diversos seres del mundo astral. Esa es la peculiaridad de este hecho: como individuos, estamos en conexión, no con un tal ser, pues hacemos girar los diferentes hilos hacia los seres más diversos del mundo astral. El mundo astral está poblado por un gran número de seres tal como el mundo físico, y están en conexión con nosotros. Si, sin embargo, queremos comprender toda esa complejidad, debemos tomar en consideración algo más.

Supongamos que dos individuos ven un relámpago y tienen una sensación bastante similar. Entonces una corriente sale de cada uno, y ahora ambas corrientes van a un mismo ser del mundo astral. Podemos decir, por lo tanto, que hay un ser, un habitante del mundo astral, con el cual ambos seres del mundo físico se ponen en conexión. Y puede suceder que no sólo una persona, sino 50, 100, 1000 seres humanos, que tengan una sensación similar, envíen sus corrientes a un solo ser del mundo astral. En la medida en que estos 1000 seres están de acuerdo en un punto, están en conexión con el mismo ser del mundo astral. ¡Pero piensen qué otras sensaciones, sentimientos, pensamientos y otras son poseídos por los individuos que, en un caso, tienen la misma sensación! A través de ellos, están en conexión con otros seres del mundo astral, y de esta manera los hilos de conexión más diversos pasan del mundo astral al mundo físico.

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Ahora bien, es posible distinguir ciertas clases de seres en el mundo astral, y será más fácil formarnos una idea de estas clases si tomamos un ejemplo. Imagínense un gran número de personas del mundo europeo, y tomemos del contenido anímico de estas personas el concepto de justicia. Estas personas pueden tener las experiencias más variadas y por lo tanto estar en conexión de la manera más compleja con los seres más diferentes del mundo astral. Pero como estas personas piensan de manera similar acerca de la idea de justicia, han adquirido esta idea de la misma manera, por lo tanto, todas están relacionadas con el mismo ser del mundo astral. Podemos mirar a este ser exactamente como un centro, un punto medio, del que salen los rayos hacia todas las personas involucradas. Con tanta frecuencia como traen a la mente el concepto de justicia, están en conexión con este ser. Así como los seres humanos tienen carne y sangre y se componen de ellos, así también este ser consiste en el concepto de justicia: vive en él. De la misma manera existe un ser astral para el concepto de valor, de buena voluntad, de valentía, de venganza, etc. Así existen en el mundo astral las cualidades humanas, el contenido de nuestras almas. Y de esta manera se extiende una especie de red astral sobre un número considerable de personas. Todos los que tenemos la misma idea de justicia, por ejemplo, estamos incrustados en el cuerpo de un ser astral, a quien podemos llamar realmente «Ser de Justicia». Si tenemos un concepto de valor, estamos en conexión con otro «Ser del Valor». Así, en todos, hay una especie de conglomeración, porque todos podemos considerarnos como corrientes recibidas de seres astrales por todas partes. Todos somos una confluencia de corrientes que salen del mundo astral.

Ahora podre mostrar más particularmente cómo los seres humanos, que de este modo son individualmente una confluencia de estas corrientes, se concentran en sí mismos alrededor de su centro del yo. Porque eso es lo más importante para nuestra vida anímica; debemos recoger todas estas corrientes alrededor del centro que reside en nuestra autoconciencia. Esta autoconsciencia es tan importante, porque el yo debe tomar el control en nuestro ser interior individual, recogiendo las diferentes corrientes que fluyen hacia nosotros desde todos los lados y uniéndolos en sí mismo. Por el momento, la autoconciencia se debilitaría y se daría por vencida, si pudiera ocurrir que una persona dejara de sentirse como una unidad y todos los diferentes conceptos de coraje, valor, etc., se desmoronaran. La gente entonces ya no sería consciente del yo como una unidad; Sentirían como si estuvieran distribuidos por todas las diferentes corrientes. Existe una posibilidad —y allí se nos muestra cómo podemos penetrar en la comprensión del mundo espiritual a través del conocimiento de lo verdadero, de lo correcto— existe la posibilidad de que podamos perder el control directivo sobre lo que fluye hacia nosotros. Como personas individuales, ustedes tienen una cierta vida detrás, han experimentado muchas cosas, han tenido una serie de ideales de juventud desde el que han ido evolucionando gradualmente. Cada ideal puede diferir de los demás, han tenido el ideal del coraje, del valor, etc. De esta manera han entrado en las corrientes de los más diversos seres astrales.

 También se puede llegar de otra manera a una sucesión tan variada de seres astrales. Supongamos que en el curso de su vida una individualidad ha tenido una serie de amistades. Bajo la influencia de estas amistades, se han desarrollado sentimientos y sensaciones muy definidas, especialmente en la juventud. De esta manera, esas corrientes pasaron a un ser definido del mundo astral. Entonces el hombre formó una nueva amistad, y luego se unió con otro ser del mundo astral, y así sucesivamente durante toda la vida. Supongamos ahora que a través de una enfermedad del alma, se produce que el yo pierde el control sobre las diferentes corrientes; ya no puede agruparlas. Entonces el hombre llegaría a un estado donde no se siente más a sí mismo como un yo, como una entidad cerrada, como una unidad autoconsciente. Si perdió su yo a través de un proceso de enfermedad del alma, entonces percibiría estas corrientes como si no se relacionaran consigo mismo, sino como corrientes separadas, como si fluyera hacia ellas. Podrán comprender un caso especialmente trágico si lo consideramos desde este punto de vista, desde el aspecto del mundo astral —Friedrich Nietsche.

Muchos de ustedes seguramente sabrán cómo Friedrich Nietsche se volvió loco en el invierno de 1888/89. Es interesante leer en sus últimas cartas cómo se dividió en diferentes corrientes en el momento en que perdió su yo. Escribe a tal o cual amigo o a sí mismo: «Vive en Turín una persona que en una época fue profesora de filosofía en Basilea, pero no es lo suficientemente egoísta como para haber permanecido en ella». (Así había perdido su yo y había revestido el hecho con tales palabras).   «Y el dios Dionisio avanza hacia el río Po y mira hacia abajo todos sus ideales y amistades, que están vagando por debajo de él». Se presenta ahora como el rey Humbert, ahora como otro, ahora como uno de los criminales de los que había leído en aquel tiempo, durante los últimos días de su vida. Hubo dos casos notorios de asesinato en ese momento, y en los momentos de su enfermedad se identificó con estas mujeres asesinas. Porque no experimentaba su yo, sino más bien las corrientes que penetraban en el mundo astral. Así, en los casos anormales, lo que de otro modo se mantiene unido a través del centro de la autoconciencia, sube a la superficie. Será cada vez más necesario que la gente sepa lo que vive en el núcleo de su alma. Pues seríamos seres infinitamente pobres si no fuéramos capaces de formar muchas de tales corrientes en el mundo astral y también seríamos seres muy limitados si no fuéramos capaces de llegar gradualmente a dominar todas estas corrientes a través de la profundización de nuestra vida espiritual.

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Debemos darnos cuenta de que no estamos confinados dentro de nuestra piel, sino que proyectamos por todas partes en otros mundos y que otros seres se proyectan en nuestro mundo. Toda una red de seres se desvía sobre el mundo astral. Ahora observaremos un poco más de cerca a los seres que están en conexión con nosotros de esta manera. Son seres que, a modo de comparación, nos presentan algo así:

El mundo astral nos rodea. Pensemos que aquí hay tal ser —uno, si se quiere, que tiene que ver con el concepto y el sentimiento de coraje. Extiende sus tentáculos hacia todos lados y entra en las almas humanas; y en la medida en que los hombres desarrollan el coraje, se establece la conexión. Otros hombres son diferentes. Todos aquellos, por ejemplo, que desarrollan una forma definida de ansiedad o un sentimiento de amor están conectados con otro ser del mundo astral. Si hacemos un estudio de estos seres, llegamos a lo que podemos llamar la constitución, la vida social en el mundo astral. Las personas, tal como viven aquí en el plano físico, no son sólo individuos. Aquí, también, todos estamos conectados en un centenar, de mil maneras diferentes. Estamos conectados por la ley, por las amistades, y así sucesivamente. Nuestras conexiones en el plano físico están reguladas por nuestras ideas, conceptos, representaciones, etc. De cierta manera, las conexiones sociales de esos seres del plano astral, de los que estamos hablando, también deben ser reguladas.

Ahora bien, ¿estos seres conviven unos con otros? No tienen tales cuerpos físicos densos de carne y sangre como tenemos nosotros los seres humanos; Tienen cuerpos astrales, y tienen a lo sumo substancia etérica. Extienden sus sensores hacia nuestro mundo; Pero ¿cómo conviven? Si estos seres no trabajaran juntos, nuestra vida humana también sería muy diferente. De hecho, nuestro mundo físico es sólo la expresión externa de lo que ocurre en el plano astral. ¿Ahora, estos seres como arreglan las cosas entre sí?. Uno podría fácilmente ser tentado a pensar que la vida social en el plano astral es similar a la vida en el plano físico. Pero la vida conjunta en el plano astral difiere esencialmente de un trabajo conjunto en el plano físico. Las personas que agrupan los diferentes planos unos sobre otros y caracterizan a los mundos superiores como si las cosas fueran iguales que en el mundo físico, no dan una descripción correcta de los mundos superiores. Hay una inmensa diferencia entre el mundo físico y los mundos superiores, y esta diferencia aumenta cuanto más arriba llegamos. Sobre todo existe una peculiaridad definida en el mundo astral, que no se encuentra en absoluto en el plano físico. Esa es la penetrabilidad de la sustancia del plano astral. Es imposible aquí ponerse en el lugar donde otra persona ya está situada; La impenetrabilidad es una ley del mundo físico. En el mundo astral no lo es; Allí, la ley es penetrabilidad. Y es absolutamente posible —y hasta la regla— que los seres se penetren mutuamente y donde ya existe un ser, el otro presiona. Dos, cuatro, cientos de seres pueden estar en un mismo lugar en el mundo astral. Pero eso da lugar a algo más, a saber, que la lógica de la vida común en el plano astral es muy diferente. Ustedes comprenderá mejor cómo la lógica del plano astral es muy diferente de la lógica del plano físico  —aunque no, tal vez, la lógica del quehacer, de la vida común— si tomamos el siguiente ejemplo.

Supongamos que una ciudad ha decidido construir una iglesia en un sitio definido. Entonces, por supuesto, el consejo sabio de la ciudad debe primero considerar cómo se va a construir la iglesia, qué arreglos deben hacerse, y así sucesivamente. Supongamos ahora que en la ciudad surgen dos partidos. Un partido quiere construir una iglesia en este sitio en un estilo definido y con cierto arquitecto, etc. La otra parte desea construir una iglesia diferente con un arquitecto diferente. En el plano físico, las dos partes no podrán llevar a cabo su intención. Antes de que se comience cualquier cosa, será necesario que una de las partes salga victoriosa y gane la ventaja, y que el estilo de la iglesia sea decidido. Saben, por supuesto, que en realidad la mayor parte de la vida social de la humanidad se pasa en tales consultas y argumentos mutuos antes de que algo se lleve a cabo, antes de que las personas lleguen a un acuerdo sobre lo que se debe hacer. Nada se haría realmente, salvo que en la mayoría de los casos uno u otro partido gane la votación y permanezca en la mayoría. Pero el partido en minoría no dirá inmediatamente: «estábamos equivocados», pues seguirán creyendo que tienen razón. En el mundo físico se trata de discutir las propuestas, que deben ser decididas puramente dentro del mundo físico, porque es imposible que dos planes se lleven a cabo en un mismo lugar.

En el mundo astral, es muy diferente. Es perfectamente posible construir allí, digamos, dos iglesias en un mismo lugar. De hecho esto sucede continuamente en el mundo astral, y allí es lo correcto. Uno no se pone a debatir como en el mundo físico. Uno no se reúne e intenta obtener una mayoría para esto o aquello. De hecho, allí no es necesario. Cuando un ayuntamiento celebra una reunión aquí y 40 de cada 45 personas son de una opinión y las otras de otra, entonces las dos partes pueden interiormente querer matarse mutuamente debido a sus diferentes opiniones. Eso no es tan malo, sin embargo, porque exteriormente las cosas son tratadas a la vez. Ninguna de las partes intenta hacer nada sin considerar a la otra parte para construir su iglesia inmediatamente, porque en el plano físico el pensamiento puede seguir siendo una posesión del alma, puede permanecer en el alma.

En el plano astral, eso no es así; es así: Cuando el pensamiento se ha formado, también está en un cierto aspecto ya allí. De modo que si tal ser astral como el que acabo de hablar tiene un pensamiento, inmediatamente extiende los correspondientes «tentáculos» que tienen la forma de este pensamiento, y otro que extiende de sí mismo la sustancia. Ambos se interpenetran mutuamente y se encuentran en el mismo espacio que el ser recién formado. De esta manera, hay una interpenetración continua de las más variadas opiniones, pensamientos y sentimientos. En el mundo astral, las ideas más completamente opuestas pueden interpenetrarse entre sí. Debe decirse que cuando las cosas se discuten en el mundo físico, prevalece la contradicción, pero en el mundo astral lo que prevalece a la vez es conflicto. Porque, como ser del mundo astral, uno no puede retener sus pensamientos en sí mismo, ellos se convierten en hechos inmediatamente; Los objetos están allí a la vez. Ahora bien, es cierto que iglesias como las que tenemos en el plano físico no se construyen allí, pero supongamos que un ser del plano astral quiso realizar algo y otro ser quería cruzarlo. La discusión no es posible allí,  pero es válido el principio de que cada cosa debe ser preservada!.

Así que cuando los dos «sensores» están realmente en el mismo espacio, comienzan a pelearse entre sí; Y la idea que es más fructífera, que por lo tanto es correcta (es decir, la que puede soportar), aniquilará a la otra y se vindicará a sí misma. De modo que allí tenemos un conflicto continuo de opiniones, de pensamientos, de los sentimientos más diversos. En el plano astral cada opinión debe convertirse en hecho. Allí, uno no lucha; Uno deja de luchar por opiniones, y el que es el más fructífero desvía al otro del campo. El mundo astral es, por decirlo así, mucho más peligroso, y mucho de lo que se dice sobre su peligro está relacionado con lo que acabamos de decir. Así, todo lo que allí se convierte en hecho, y todas las opiniones deben luchar entre sí, no discutir y argumentar.

Ahora me referiré a un asunto que indudablemente es chocante para la época materialista moderna, pero que, sin embargo, es un hecho. A menudo he enfatizado que nuestra época actual se acostumbra cada vez más a la mera conciencia del mundo físico, a las características y peculiaridades del mundo físico. Para que cuando surjan discusiones, todo el mundo quiera aniquilar a quien no es de su opinión, o lo tome por tonto. No es así en el mundo astral. Allí un ser dirá, «yo no me preocupo de otras opiniones». Se obtiene la tolerancia más completa. Si una opinión es más fructífera que las otras, las expulsará del campo. Uno deja que otras opiniones se unan con las propias, porque las cosas tienen que corregirse a sí mismas a través del conflicto. El que poco a poco se familiariza con el mundo espiritual debe aprender a adaptarse a las costumbres del mundo espiritual. La primera parte del mundo espiritual es el mundo astral, donde prevalecen los usos que acabo de describir, de modo que una persona que se familiarice con el mundo espiritual, con los seres de ese mundo en cierto sentido arraiga alli. Y eso también es correcto. Nuestro mundo físico debe ser cada vez más imagen del mundo espiritual, y traeremos más armonía a nuestro mundo si hacemos nuestro propósito de que la vida en el mundo físico sea similar a la vida en el mundo astral. No podemos, por supuesto, construir dos iglesias en el mismo lugar, pero donde las opiniones difieren, uno les debe permitir prevalecer mutuamente en cuanto a su fecundidad en el mundo. Las opiniones que sean las más fructíferas seguramente conseguirán la victoria, como ocurre en el mundo astral.

Por lo tanto, las cualidades características del mundo astral pueden extenderse al mundo físico precisamente dentro del movimiento espiritual. Ese será el gran campo educativo, que el movimiento científico-espiritual tendrá que cultivar —para crear en el plano físico una imagen del mundo astral. Por mucho que choque a la persona que sólo conoce el plano físico y, en consecuencia, cree que sólo se puede abogar por una sola opinión y que todos los que sostienen otras opiniones deben ser burlados, pero se les hará cada vez más evidente a los que se adhieren a la concepción del mundo espiritual que debe prevalecer una absoluta tolerancia ante las opiniones, no una tolerancia consecuente de un sermón, sino algo que se arraiga en nuestra alma.

Esta penetrabilidad que se ha descrito es una cualidad muy importante y esencial del mundo astral. Y ningún ser del mundo astral desarrollará tal concepto de la verdad como lo conocemos en el mundo físico. Los seres del mundo astral miran las discusiones, etc., en el mundo físico como completamente infructuosas. Las palabras de Goethe, «¡Solo lo verdadero es fecundo!» También es para ellos. Debemos aprender a conocer la verdad no a través de las teorías, sino a través de su fecundidad, a través de la forma en que se reivindica. Así, un ser del mundo astral nunca discutirá con otro como lo hacen los seres humanos. Dirá al otro: «Bien; ¡Haz lo que piensas, yo haré lo que pienso!». Pronto se demostrará cuál es la idea más fructífera, y esa idea expulsará a la otra del campo.

Si nos trasladamos a tal modo de pensar, también habremos adquirido algo de conocimiento práctico. Uno no debe imaginar que el crecimiento de los seres humanos en el mundo espiritual ocurre de alguna manera tumultuosa; Sucede interiormente, íntimamente. Si podemos prestar atención y hacer nuestro lo que acabamos de describir como la peculiaridad del mundo astral, entonces llegaremos cada vez más a considerar los sentimientos que los seres astrales poseen como sentimientos modelo para nosotros mismos. Y si tomamos como guía el carácter del mundo astral, tendremos la esperanza de vivir poco a poco en el mundo espiritual. Los mundos espirituales poco a poco amanecerán en nosotros de esta manera. Esto es lo que resulta ser lo más fructífero para la humanidad en la materia.

Lo que se ha dicho hoy, en muchos aspectos, debe considerarse una especie de preparación para lo que trataremos en las próximas conferencias. Si ahora hemos hablado de los seres del mundo astral y de su carácter particular, sin embargo debemos señalar ya que el mundo astral difiere mucho más fuertemente de los mundos superiores —digamos del mundo devacánico— de lo que se inclinarían a creer. Es cierto que el mundo astral está allí donde también está nuestro mundo físico; interpenetra nuestro mundo físico, y todo lo que hemos hablado a menudo está siempre alrededor de nosotros en el mismo espacio que los hechos físicos y los seres físicos. Pero también está el mundo devacánico. Difiere por el hecho de que lo experimentamos en un estado de conciencia diferente de aquél en el que experimentamos el astral.

Ahora ustedes podrían fácilmente pensar: Aquí está el mundo físico y es penetrado por el mundo astral, el devacánico, etc., pero no es tan simple. Para describir los mundos superiores con más exactitud de lo que hemos hecho antes, debemos entender que hay otra diferencia entre el mundo astral y el mundo devacánico. Nuestro mundo astral, de hecho, tal como vivimos en él y que penetra en nuestro espacio físico, es en cierto sentido un mundo doble, mientras que en cierto modo el devacánico es uno solo. Eso es algo que mencionaremos hoy como una preparación.

Hay, por así decirlo, dos mundos astrales y su diferencia reside en el hecho de que uno es, por así decirlo, el mundo astral del bien y el otro el mundo astral del mal. Sería incorrecto hacer una diferencia tan abrupta en el mundo devacánico. Si consideramos los mundos desde arriba hacia abajo, debemos decir: mundo devacánico, mundo astral, mundo físico. Aun así, no consideraríamos la totalidad de nuestros mundos; Debemos considerar mundos todavía más profundos que el físico. Hay un mundo astral inferior que está por debajo de nuestro mundo físico. En la práctica, estos dos se interpenetran, el buen astral arriba, el mal astral de abajo. Ahora las corrientes más diversas pasan a los seres del mundo astral, y entre ellos están las corrientes de las cualidades buenas y malas de la humanidad. Los corrientes buenas pasan al ser bueno y las corrientes malignas al ser maligno correspondiente del mundo astral. Si tomamos la totalidad de todos los seres buenos y malos del mundo astral, tenemos, de cierta manera, dos mundos astrales. Cuando consideremos el mundo devacánico, veremos que allí, no es el caso en el mismo grado. Así, hay dos mundos en el mundo astral, mutuamente interpenetrándose y que tienen de la misma manera una relación con la humanidad. Por encima de todo, estos dos mundos deben distinguirse entre sí en cuanto a su origen.

Si miramos hacia atrás en la evolución de la Tierra, llegamos a un momento en el que la Tierra todavía estaba conectada con el Sol y la luna. En un tiempo aún más temprano, la Tierra era en sí misma Luna y era un cuerpo que se separo del sol durante la evolución lunar. En ese momento, antes de que la Tierra se convirtiera en nuestra Tierra presente, ya existía un mundo astral. Este mundo astral se habría convertido en el buen mundo astral si hubiera podido desarrollarse sin obstáculos. Por el hecho, sin embargo, de que la Luna se separo de la Tierra, el malvado mundo astral se incorporo al mundo astral general, y hoy todavía estamos en esta etapa. En el futuro, la parte malvada será incorporada en el mundo devacánico, también.

Provisionalmente, debemos tener en cuenta que no hay un mundo astral sino dos, uno en el cual pasan todas las corrientes fructíferas para el progreso humano y la evolución ulterior, y otro en el que pasan todas las corrientes que impiden la evolución del hombre —Al que, al mismo tiempo, pertenece el Kamaloca. En ambos mundos hay seres que hemos aprendido a conocer hoy de una manera más abstracta, cómo ejercen su influencia sobre nosotros, cómo viven unos con otros. En nuestra próxima conferencia, obtendremos un conocimiento más exacto de los habitantes de los mundos superiores, de su condición y constitución.

Traducido por Gracia Muñoz en Julio de 2017