GA154c4. La presencia de los muertos en nuestra vida

Del ciclo: La Presencia de los Muertos en el Camino Espiritual

Rudolf Steiner— París, 25 de Mayo de 1914

English version

En primer lugar, queridos amigos, quiero decirles que me alegra mucho que nos encontremos hoy en esta rama de la Sociedad Antroposófica. Recuerdo con gran satisfacción nuestra reunión del año pasado, y mi saludo al comienzo de esta conferencia es tan cordial y sincero como ese recuerdo[i].

Hoy quiero hablar de un tema estrechamente relacionado con el núcleo de nuestro movimiento antroposófico. Todos los resultados de nuestro movimiento espiritual se basan en la investigación que se puede llamar clarividente. Aunque a menudo he enfatizado que nuestro corazón, mente y sentimientos son afectados principalmente por las verdades antroposóficas, no podemos ignorar que estas verdades dependen de la investigación clarividente, que es una expresión de una condición del alma diferente a la de la vida cotidiana. Parece que nos aleja de las cosas que nos parecen tan importantes en la vida cotidiana, pero en realidad la investigación clarividente nos lleva directamente al corazón de la vida verdaderamente humana.

Hoy, no quiero hablar de los caminos de la investigación clarividente, ya que los he descrito en el libro «Como se adquiere el Conocimiento de los Mundos Superiores»[ii]. Más bien, me gustaría caracterizar la condición y el estado de ánimo del alma que se desarrolla como consecuencia de esta investigación.

De hecho, debemos tener en cuenta que si seguimos los caminos de la investigación clarividente, nos sentiremos completamente diferentes de nuestro yo habitual. Lo que sucede con nuestra alma cuando se convierte en clarividente se puede comparar con nuestros sueños, que son como la clarividencia sustituta. Cuando soñamos, vivimos en un mundo de imágenes, que no contiene nada de lo que llamamos «la sensación de tocar un objeto fuera de nosotros». En nuestros sueños no hay nada que podamos comparar con la conciencia del yo normal. Si algún aspecto de nuestro yo aparece en nuestros sueños, parece estar separado de nosotros, casi como otro ser esta fuera de nosotros. Nos enfrentamos a nuestro yo como una entidad separada. Así, podemos hablar de una duplicación del yo. Sin embargo, en los sueños sólo percibimos la parte de nosotros mismos que ha separado, no el yo subjetivo. Todas las afirmaciones aparentemente contradictorias de lo que acabo de decir se remontan al hecho de que la mayoría de las personas sólo conocen sus sueños de memoria y no pueden recordar que en el sueño real se extinguió el yo subjetivo.

Las imágenes de la investigación clarividente se parecen a los sueños porque el sentido del tacto y el yo subjetivo está ausente. Un clarividente que recuerda sus experiencias debe sentir que la realidad clarividente es permeable y, a diferencia de los objetos físicos, no ofrece resistencia al tacto. En el mundo físico tenemos conciencia del yo porque sabemos: estoy aquí, el objeto está fuera de mí. Sin embargo, en la percepción clarividente estamos dentro del objeto, no separados de lo que percibimos. En consecuencia, los objetos individuales no son fijos y distintos como los físicos, sino que están en continuo movimiento y transformación. Los objetos en el mundo físico están fijos porque podemos tocarlos y porque nos ofrecen límites, que no tienen los objetos de percepción clarividente. El mismo acto que hace que nuestro yo se fusione con los objetos, la percepción clarividente también nos obliga a ser muy cuidadosos cuando encontramos lo que llamamos en el mundo físico otro yo, otro ser humano.

Veamos primero lo que sucede cuando nos encontramos con una persona que ha muerto a través de nuestras facultades clarividentes. Tal encuentro puede ocurrir cuando la figura del fallecido se nos acerca a la percepción clarividente como una imagen de sueño muy vívida, mirando cada  parte que nosotros  recordamos que la persona miraba en la vida. Sin embargo, este no es el tipo habitual de tales encuentros, es una rara excepción.

Otra posibilidad es que percibamos clarividentemente a una persona muerta que ha tomado la forma de un individuo vivo u otro muerto, y por lo tanto no aparece en su propia forma. La aparición del difunto, entonces, es de muy poca relevancia para identificarlo. Tal vez nos gustaba especialmente una persona ya muerta o tenemos una amistad particularmente estrecha con una viva; El difunto que se nos acerca puede tomar la forma de cualquiera de esos otros individuos. En otras palabras, carecemos de todos los medios habituales para identificar el yo y la apariencia de una persona en el mundo físico. Nos ayudará a encontrar la manera de recordar que la apariencia o la forma no son importantes en absoluto; el ser nos encuentra de una forma u otra, y tenemos que tener en cuenta lo que hace este ser. Si nos tomamos nuestro tiempo y observamos cuidadosamente la imagen que tenemos ante nosotros, nos daremos cuenta de que, sobre la base de todo lo que sabemos sobre el individuo en cuestión, esta persona no podría actuar como lo hace en la esfera del clarividente; sus acciones están totalmente fuera de lugar. A menudo encontraremos una contradicción entre la persona que aparece ante nosotros y sus acciones. Si permitimos que nuestros sentimientos acompañen estas acciones, ignorando la apariencia del individuo, tendremos un sentido en las profundidades de nuestra alma diciéndonos con qué seres nos enfrentamos. Permítanme repetir que nos guiamos por un sentimiento que surge de las profundidades de nuestra alma, porque eso es muy importante. La apariencia del individuo en la esfera clarividente parece asemejarse a una figura física, pero puede ser tan diferente del ser realmente presente como los signos de la palabra «casa» son de la casa real. Puesto que podemos leer, no nos concentramos en los signos que componen la palabra «casa» y no describimos la forma de las letras, sino que en vez de eso nos acertamos al concepto de «casa». De la misma manera, aprendemos en la verdadera clarividencia el movimiento de la figura que percibimos al ser real. Por eso hablamos de leer el guión oculto, en el verdadero sentido de la palabra. Es decir, nos movemos hacia adentro y activamente de la visión a la realidad que expresa, así como las palabras escritas expresan una realidad.

¿Cómo podemos desarrollar esta capacidad para ir más allá de la apariencia, la visión inmediata? Lo hacemos, sobre todo, mirando las nuevas ideas y conceptos que necesitaremos si queremos entender la esfera del vidente —nuevas, es decir, en contraste con las ideas que usamos en el mundo físico.

En el mundo físico miramos un objeto o un ser y decimos, con razón, que percibimos ese ser, ese objeto. Percibimos los reinos de las plantas, minerales y animales, el reino de los seres humanos físicos, así como las nubes, las montañas, los ríos, las estrellas, el sol y la luna. El sentimiento expresado en las palabras «percibo» sufre una transformación cuando entramos en la esfera clarividente.

Permítanme tratar de explicar esto con una analogía, aunque puede parecer simplista. Si fueras una planta, ¿cómo te relacionarías con las personas que te perciben? Si esta planta tuviera conciencia y pudiera hablar, tendría que decir: La gente me mira, yo soy percibida por ellos. Por supuesto, decimos: percibo la planta, pero en su nivel de conciencia, la planta tendría que decir que es percibida por los seres humanos. Es este sentimiento de ser percibido, mirado, que debemos adquirir en relación con los seres de la esfera clarividente. Por ejemplo, respecto a los seres de la primera jerarquía, los ángeles, debemos ser conscientes de que estrictamente hablando no es correcto decir «yo percibo un ángel», pues tendríamos que decir «siento un ángel que me percibe».

Basándonos en nuestra visión copernicana del mundo, sabemos muy bien que el sol no se mueve. Sin embargo, decimos que se eleva y se mueve a través del cielo, contradiciendo así nuestro buen conocimiento. Del mismo modo, en el lenguaje cotidiano podemos decir que vemos un ángel. Pero eso no es la verdad. De hecho, tendríamos que decir que nos sentimos vistos o percibidos por un ángel. Si decimos que experimentamos el ser de un ángel o de una persona muerta y podemos sentirlo, hablaríamos la verdad desde el punto de vista clarividente.

Tal vez un ejemplo de la observación clarividente les ayudará a entender esto. Hace más de diez años, al comienzo de nuestro trabajo con la ciencia espiritual, una querida amiga nuestra trabajó con nosotros por un corto tiempo. Esta individualidad poseía no sólo entusiasmo por lo que podríamos darle en las primeras etapas de la ciencia espiritual, sino también una profunda comprensión y sensibilidad artística. Uno no podía dejar de amar a esta persona, un amor que bien puede ser descrito como objetivo por sus cualidades. Habiendo trabajado con nosotros por un tiempo relativamente corto[iii] y habiendo aprendido mucho sobre los resultados de la ciencia espiritual, dejó el mundo físico. No hay necesidad de ir a los siguientes cuatro o cinco años después de su muerte, así que permítanme llegar directamente a lo que sucedió después de eso. En 1909, presentamos nuestros Dramas Misterio en Múnich, precedidas, para nuestro gran deleite, por «Los hijos de Lucifer» por nuestro muy respetado amigo Edouard Schuré[iv]. Independientemente de lo que piensen acerca de la forma en que se produjeron las obras, más tarde, tuvimos que presentarlas como lo hicimos. Las circunstancias en las que tuvimos que trabajar en las actuaciones fueron tales que necesitábamos un impulso del mundo espiritual, un impulso que también incluía el aspecto artístico que queríamos incorporar. Ahora, puedo asegurarles que incluso en ese momento, en 1909, y más aún en años posteriores, siempre sentí un impulso espiritual específico mientras trabajaba en los arreglos para las presentaciones.

Vean ustedes, cuando tenemos trabajo que hacer en el mundo físico, no solo necesitamos intelecto y habilidades, sino también la fuerza de nuestros músculos. Nuestros músculos nos ayudan objetivamente; Nos las dan, a diferencia de las capacidades intelectuales en las que vivimos. Ahora, al tratar los asuntos del espíritu, necesitamos fuerzas del mundo espiritual para combinar con las nuestras, al igual que necesitamos la fuerza de nuestros músculos para la acción física. En el caso que mencioné, el impulso la individualidad que había abandonado el mundo físico en 1904 entró más y más en nuestro trabajo artístico sobre las obras de Múnich. Para describir lo que sucedió, tendría que decir que los impulsos de esta individualidad bajaron del plano espiritual y fluyeron hacia mis intenciones, hacia mi trabajo. Ella fue la patrona de nuestro trabajo.

Desarrollamos los sentimientos correctos hacia los muertos si nos damos cuenta de que su mirada espiritual —si puedo usar esa expresión— y sus poderes se centran en nosotros; nos miran, actúan en nosotros y aumentan nuestra fuerza.

Para experimentar tal hecho espiritual de la manera correcta, necesitamos desarrollar un tipo muy específico de desinterés y una capacidad de amar. Por eso subrayé que uno podría amar a esa persona objetivamente, por así decirlo, por sus cualidades; Uno tenía que amarla por lo que era ella. Un amor subjetivo, un amor que surge de las necesidades personales, puede ser fácilmente egoísta y potencialmente puede impedirnos encontrar la relación correcta con una individualidad ya muerta. La diferencia entre el amor correcto, el amor desinteresado que tenemos por tal persona y el amor egoísta se hace perfectamente evidente en la experiencia clarividente.

Supongamos que tal persona desearía ayudarnos después de su muerte, pero no podemos desarrollar un verdadero amor desinteresado por ella. Su mirada espiritual, su voluntad espiritual que fluye hacia nosotros sería entonces como una sensación ardiente, causando una sensación penetrante y ardiente en nuestra alma. Si podemos sentir y mantener un amor desinteresado, este flujo, esta mirada espiritual, fluye a nuestra alma como un sentimiento de cálida dulzura y se vierte en nuestros pensamientos, imaginación, sentimiento y voluntad. Es de este sentimiento que reconocemos quién es la persona muerta y no en base a su apariencia, porque los muertos pueden manifestarse bajo el disfraz de una persona hacia la que nos sentimos cercanos en ese momento. La forma en que los seres del mundo superior nos aparecen —y después de la muerte todos somos seres de un mundo espiritual más elevado— depende de nuestra naturaleza subjetiva, de lo que habitualmente vemos, pensamos y sentimos. La realidad es lo que sentimos por el ser manifestado ante nosotros, cómo recibimos lo que nos llega de este ser. Independientemente de lo que dijo Juana de Arco sobre la aparición de los seres superiores en sus visiones, el ocultista que es capaz de investigar estas cosas sabe que siempre fue el genio de la nación francesa que estuvo detrás de ellos[v].

Describí cómo podemos sentir la mirada de los seres espirituales descansando sobre nosotros y su voluntad fluyendo en nuestras almas. Aprender esto es análogo a aprender a leer en el plano físico. Aquellos que simplemente desean describir sus visiones serían como las personas que describen la forma de las letras en una página en lugar de su significado. Esto nos muestra lo fácil que es tener nociones preconcebidas sobre las experiencias en el reino espiritual. Naturalmente, parece más obvio conceder gran importancia a la descripción de cómo se veía la visión. Sin embargo, lo que realmente importa es lo que está detrás del velo de la percepción y se expresa en las imágenes de la visión.

Así, en el curso del desarrollo oculto, el alma se sumerge en estados de ánimo específicos y estados internos diferentes a los de nuestra vida cotidiana. Hemos entrado en el mundo de la jerarquía de los ángeles y la jerarquía, o también podríamos decir jerarquías de los muertos tan pronto como nuestro trabajo oculto nos haya llevado a la etapa en la que ya no existe el sentido del tacto característico del mundo físico y donde la apariencia de una persona ya no es característica del yo en cuestión. Luego, nuestro pensamiento cambia y ya no tenemos pensamientos en el sentido en que los tenemos aquí en el mundo físico. En ese mundo, cada pensamiento toma la forma de un ser elemental. En el mundo físico, nuestros pensamientos pueden estar de acuerdo o contradecirse entre sí. En este otro mundo en el que entramos, los pensamientos se encuentran con otros pensamientos como seres reales, ya sea amándose o odiándose unos a otros. Comenzamos a sentir nuestro camino hacia un mundo de muchos seres de pensamiento. Y en esos seres vivos de pensamiento, realmente sentimos lo que generalmente llamamos «vida». Aquí la vida y el pensamiento están unidos, mientras que están completamente separados en el mundo físico.

Cuando hablamos en el plano físico y contamos nuestros pensamientos a alguien, tenemos la sensación de que nuestros pensamientos provienen de nuestra alma, que los recordamos en este momento en particular. Hablando como un verdadero ocultista y no como alguien que simplemente cuenta sus experiencias de memoria, sentiremos que nuestros pensamientos surgen como seres vivos. Debemos alegrarnos si somos bendecidos en el momento adecuado con el enfoque de un pensamiento como un ser real.

Cuando expresas tus pensamientos en el mundo físico, por ejemplo, como profesor, encontrarás más fácil dar una charla por trigésima vez que la primera vez. Sin embargo, si hablas como un ocultista, los pensamientos siempre tienen que acercarse a ti y luego partir nuevamente. Así como alguien que te hace la trigésima visita tuvo que dirigirse hacia ti treinta veces, el pensamiento vivo que expresamos por la trigésima vez debe venir a nosotros treinta veces como lo hizo la primera vez; nuestra memoria no es de ninguna utilidad aquí.

Si usted expresa una idea en el nivel físico y alguien está sentado en una esquina pensando: «No me gustan esas tonterías, las odio», no te molestará particularmente. Usted ha preparado sus ideas y las presenta independientemente de los pensamientos positivos o negativos de alguien en la audiencia. Pero si, como esoterista, dejas que los pensamientos se te acerquen, podrían ser retrasados y mantenerse alejados por alguien que los odia o que odia al orador. Y las fuerzas que bloquean ese pensamiento deben ser superadas porque estamos tratando con seres vivos y no meramente con ideas abstractas.

Estos dos ejemplos muestran que tan pronto como entramos en la esfera de la clarividencia, estamos inmersos en un tejido de pensamientos vivientes. Es como si estos pensamientos ya no fueran subjetivos y como si ustedes mismos ya no estuvieran dentro de ustedes mismos, como si estuvieran viviendo afuera en el ancho mundo. Cuando estás en este mundo de vivir y tejer pensamientos, estás en la jerarquía de los ángeles. Y así como nuestro mundo físico está lleno de aire en todas partes, el mundo de la jerarquía de los ángeles está lleno del suave calor del que hablé antes y que los seres de esta jerarquía derraman. Cuando nuestro desarrollo interior nos ha llevado a la etapa en que podemos vivir en esta atmósfera espiritual de dulce suavidad, sentimos los ojos espirituales de la jerarquía de los ángeles que descansan sobre nuestras almas.

Ahora, en nuestra vida terrenal, tenemos ciertos ideales y pensamos acerca de ellos de manera abstracta. Cuando pensamos en ellos, nos sentimos obligados a perseguir estos ideales. En la esfera del vidente, sin embargo, no hay ideales abstractos. Allí los ideales son seres vivos de la jerarquía de los ángeles y fluyen a través del espacio espiritual, mirándonos con calidez.

En el mundo físico, podemos tener ideales, conocerlos bien, y sin embargo no podemos hacer nada para aplicarlos. Nuestras emociones, y tal vez las pasiones, nos pueden tentar a esquivarlos. Sin embargo, si ignoramos a sabiendas un ideal en la esfera clarividente, sentimos la mirada espiritual de un ser de la jerarquía de ángeles dirigida hacia nosotros con reproche, y este reproche nos quema. En el mundo espiritual, ignorar un ideal es, pues, una realidad, y un ser de la jerarquía de ángeles nos lo reprocha. Su mirada nos hace sentir el reproche; Es el reproche lo que sentimos.

Verán, aprender a desarrollar un sentimiento real para los ideales es una forma de ingresar al mundo de la jerarquía de los ángeles. Limitar nuestra conciencia al plano físico puede llevarnos a pensar que no sucederá nada si somos demasiado perezosos para actuar sobre nuestros ideales. Sin embargo, podemos aprender a sentir que si no actuamos según un ideal, entonces, independientemente de otras consecuencias, el mundo se vuelve diferente de lo que habría sido si hubiéramos seguido nuestro ideal.   Estamos en el camino hacia la jerarquía de los ángeles cuando comenzamos a ver que no actuar sobre nuestros ideales es algo real, y cuando podemos transformar esta percepción en un sentimiento genuino. Transformando y vitalizando nuestros sentimientos permitimos que nuestras almas crezcan en los mundos superiores.

A través de un entrenamiento esotérico continuo, podemos elevarnos a un nivel aún más alto, el de la jerarquía de los arcángeles. Si ignoramos a los ángeles, sentimos reproche. Con los arcángeles sentimos reproche y un efecto real en nuestro ser. La fuerza y el poder de los Arcángeles trabaja a través de nuestro yo cuando vivimos en su mundo.

Por ejemplo, hace unos meses perdimos a un amigo muy querido cuando abandonó el plano físico. Un poeta profundo, que había encontrado rápidamente su camino hacia la cosmovisión antroposófica en los últimos cinco años, y los sentimientos que evoca en él se reflejan maravillosamente en su poesía reciente[vi]. Desde el momento en que se unió a nosotros, e incluso antes de eso, había estado luchando con un cuerpo enfermo y en deterioro. Cuanto más se deterioraba su cuerpo, más se llenaba su alma de una poesía que reflejaba nuestra visión del mundo. Ha transcurrido poco tiempo desde su muerte, por lo que aún no se puede decir que este individuo posea la conciencia de una clara existencia. Sin embargo, se pueden ver las primeras etapas de su desarrollo en la existencia después de la muerte. El cuerpo astral, ahora separado del mundo físico y que vive en el mundo espiritual, revela las imágenes más maravillosos del desarrollo cósmico tal como lo entendemos en la ciencia espiritual. Habiendo dejado el cuerpo físico deteriorado, el cuerpo astral se ha iluminado tanto, comparativamente hablando, que puede presentar al observador clarividente una imagen completa de la evolución cósmica.

Déjame usar una analogía para explicar lo que quiero decir. Podemos amar a la naturaleza y admirarla, y aún así apreciar una hermosa pintura que recrea lo que hemos visto en la naturaleza. De manera similar, podemos sentirnos elevados cuando lo que hemos visto en la esfera clarividente se ilumina nuevamente, como una pintura cósmica, por así decirlo, en un cuerpo astral de una persona que ha muerto. El cuerpo astral de nuestro amigo fallecido revela, después de la muerte, lo que absorbió, al principio inconscientemente, pero luego también conscientemente, en el curso de su desarrollo antroposófico cuando los seres de la jerarquía de los arcángeles trabajaron activamente en la transformación poética de sus pensamientos e ideas antroposóficas.

Nuestro progreso en nuestro desarrollo esotérico puede ser llamado místico, porque es inicialmente el progreso interior del alma. Transformamos nuestra personalidad ordinaria y gradualmente llegamos a un nuevo estado. Este crecimiento paso a paso del alma es un progreso místico porque al principio se experimenta interiormente. Tan pronto como podemos percibir la suavidad mirando hacia abajo desde el mundo espiritual, estamos objetivamente en el mundo de los Ángeles, que se revela en nosotros. Y tan pronto como podemos reconocer que fuerzas reales de pujanza y poder entran en nosotros, estamos en el reino de los Arcángeles. Con cada etapa del progreso místico interno tenemos que entrar en otro mundo.

Sin embargo, si no desarrollamos la abnegación y llegamos a la etapa de vivir en el mundo de los ángeles, mientras continuamos siendo egoístas y sin amor, llevamos el yo destinado al mundo físico a su reino. Y en lugar de sentir la suave mirada y la voluntad de los ángeles sobre nosotros, sentimos que otros poderes espirituales pueden ascender a través nuestro. En lugar de mirarnos desde afuera, los hemos liberado nosotros mismos, digamos, desde su inframundo, mientras nos elevamos a un mundo superior. En lugar de ser eclipsados, o más bien iluminados, por el mundo de los ángeles, experimentamos los seres luciféricos que emergen de nosotros.

Entonces, si llegamos a la etapa de desarrollo místico que nos permite entrar en el mundo de los arcángeles —sin, sin embargo, haber desarrollado por primera vez el deseo de recibir por la gracia las influencias del mundo espiritual, los llevamos a su reino. Como resultado, en lugar de ser fortalecidos e imbuidos del poder de los arcángeles, los seres del mundo ahrimánico emergen de nosotros y nos rodean.

A primera vista, la idea de que el mundo de Lucifer aparece en el reino de los ángeles y el mundo de Ahriman en el de los arcángeles parece terrible. Sin embargo, realmente no hay nada terrible en esto. Lucifer y Ahriman son en todo caso seres superiores a nosotros. Lucifer puede ser descrito como un arcángel rezagado en una etapa anterior de la evolución, Ahriman como un espíritu de la personalidad que también se quedo atrás en una etapa anterior. Lo terrible no es que nos encontremos con Lucifer y Ahriman, sino que los encontremos sin reconocer quienes son. Enfrentarnos a Lucifer en el mundo de los ángeles realmente significa encontrarse con el espíritu de la belleza, con el espíritu de la libertad. Pero lo más importante es que reconozcamos a Lucifer y sus huestes tan pronto como entremos en el mundo de los ángeles. Lo mismo se aplica a Ahriman en el reino de los arcángeles. Lucifer y Ahriman desatados en los mundos superiores solo son terribles si no los reconocemos cuando los liberamos, porque entonces ellos nos controlan sin nuestro conocimiento. Es importante que los enfrentemos conscientemente.

Cuando hemos avanzado en nuestro desarrollo místico al nivel de vida en el mundo de los ángeles y queremos continuar allí con un ocultismo realmente fructífero, debemos buscar a Lucifer tan pronto como esperemos que la mirada espiritual de los ángeles descanse sobre nosotros. Lucifer debe estar presente —y si no podemos encontrarlo, está dentro de nosotros. Pero es muy importante que Lucifer esté fuera de nosotros en este ámbito, para que podamos enfrentarlo.

Estos hechos sobre Lucifer y Ahriman, ángeles y arcángeles, explican la naturaleza de la revelación en los mundos superiores. Desde nuestro punto de vista en el mundo físico, se nos hace creer fácilmente que Lucifer y Ahriman son poderes malignos. Pero cuando entramos en el mundo superior, esto ya no tiene ningún significado. En la esfera del clarividente, Lucifer y Ahriman tienen que estar presentes tanto como los ángeles y los arcángeles. Sin embargo, no los percibimos de la misma manera. Identificamos a los ángeles y los arcángeles no por su apariencia, pero reconocemos a los ángeles por la suavidad que fluye de ellos hacia nosotros, y reconocemos a los arcángeles al permitir que su fuerza y poder fluyan hacia nuestro sentimiento y voluntad. Lucifer y Ahriman nos aparecen como figuras, simplemente transpuestas al mundo espiritual; no podemos tocarlos, pero podemos acercarnos a ellos como proyecciones espirituales del mundo físico. Claramente, es importante que aprendamos en nuestro desarrollo místico clarividente a ver formas en el mundo superior y ser conscientes de que somos vistos, que una voluntad superior se enfoca en nosotros.

Vean, el desarrollo superior no consiste simplemente en adquirir facultades clarividentes, sino en desarrollar un cierto estado anímico, cierta actitud o relación con los seres del mundo superior. Esta nueva actitud y estado anímico debe ser desarrollado de la mano del entrenamiento de nuestras facultades clarividentes. En otras palabras, debemos aprender no sólo a ver en el mundo espiritual, sino también a leer en él. La lectura no se entiende aquí en el sentido estricto de un proceso de aprendizaje simple, sino como algo que adquirimos a través de la transformación de nuestros sentimientos y sensaciones. Es importante tener en cuenta que se produce una división de nuestra personalidad cuando comienza la clarividencia, y llegamos a una revelación de los mundos superiores. Nuestra personalidad terrenal queda atrás y se adquiere una nueva al ascender a un mundo superior. Y así como los seres de las jerarquías superiores nos miran desde el mundo superior, también percibimos nuestra propia personalidad ordinaria desde una perspectiva más elevada. Nuestro yo superior descarta al inferior y lo observa. Por lo tanto, para hacer declaraciones válidas sobre los mundos superiores debemos esperar hasta que podamos decir: Este eres tu; La persona que ves en tu visión clarividente eres tú mismo. «Ese eres tú» en el nivel superior corresponde a «este soy yo» en el mundo físico.

Ahora recuerden cuando tenían ocho, o trece, o quince años e intenten reconstruir en la memoria una pequeña parte de su vida en ese momento. Traten de recordar lo más vívido posible su pensamiento en esos años. Luego concéntrense en sus sentimientos actuales sobre la niña o el niño que eran a los ocho, trece o quince años. Tan pronto como nos movemos del nivel físico al mundo superior, el momento presente en el que vivimos ahora se convierte en un recuerdo del tipo que acabamos de recordar. Miramos hacia atrás en nuestra existencia actual en el nivel físico y en lo que todavía podemos llegar a ser durante el resto de nuestra vida física de la misma manera que miramos hacia atrás a las experiencias de los ocho, trece, o quince años desde su punto de vista en el momento presente.

Todo lo que consideramos parte de nosotros mismos en el nivel físico, tales como nuestros sentimientos, pensamientos, ideas y acciones, se convierten en memoria tan pronto como entramos en el mundo superior. Miramos hacia abajo, al mundo físico y nos convertimos en una memoria para nosotros mismos cuando vivimos en el mundo superior. Tenemos que mantener nuestras experiencias en los mundos superiores separadas de las del reino físico, así como distinguimos entre nuestra situación actual y otra anterior. Imagínense a una persona que tiene cuarenta años de edad y recuerda vívidamente los sentimientos y habilidades que él o ella tenían como niño o niña de ocho años. Por ejemplo, la persona puede estar leyendo un libro ahora, a la edad de cuarenta años, y de repente él o ella comienza a relacionarse con el libro como lo haría de niño de ocho años. Eso sería una confusión de las dos actitudes, los dos estados del alma, y es análogo a lo que sucede cuando confundimos nuestro estado anímico en el nivel físico con lo que se requiere en los mundos superiores.

Por supuesto, esto no tiene nada que ver con el hecho de que cada persona imparcial puede entender lo que digo acerca de los mundos superiores; En otras palabras, no sólo tenemos que creer estas descripciones, sino que podemos entenderlas si nos acercamos a ellas sin ideas preconcebidas. Las personas pueden objetar que no podemos describir los mundos superiores con conceptos, pensamientos e ideas del mundo físico porque los primeros son completamente diferentes de los últimos. Esta objeción tiene tanto sentido como decir que no podemos dar a la gente una idea de lo que entendemos por escribir c-a-s-a; para que entiendan ese concepto, tenemos que mostrarles una casa.

Hablamos de hechos y objetos físicos por medios totalmente independientes del objeto o del hecho. Así también podemos describir los fenómenos del mundo espiritual con lo que entendemos en el plano físico. Sin embargo, no podemos entender los mundos superiores con nuestros conceptos e ideas cotidianos, pues necesitamos adquirir otros expandiendo nuestro pensamiento. Las personas que nos hablan honestamente sobre el mundo superior también deben extender nuestros conceptos más allá de nuestra vida cotidiana; deben darnos conceptos nuevos y diferentes, pero comprensibles en el plano físico.

A la gente le resulta difícil entender la genuina ciencia espiritual y el esoterismo serio porque son muy reacios a ampliar sus conceptos. Quieren entender el mundo superior y sus revelaciones con las ideas que ya tienen y no quieren crear otras nuevas. Cuando las personas en nuestra época materialista escuchan conferencias sobre el mundo espiritual, creen con demasiada facilidad que el mundo esotérico puede entenderse simplemente mirándolo. Piensan que las formas allí pueden ser levemente más delicadas y más nebulosas que en el mundo físico, pero sin embargo similares. Puede parecer inconveniente para algunos que se espere que el ocultista serio haga algo más que simplemente dar instrucciones sobre cómo ver ángeles. Es necesario un cambio en el pensamiento, y el concepto «ángel» debe incluir que somos percibidos por ellos, que su mirada espiritual se centra en nosotros.

El desarrollo místico, o el ascender a los mundos superiores, no puede separarse del enriquecimiento y dar mayor alcance a nuestras ideas, sentimientos e impulsos anímicos. Para comprender los mundos superiores, no debemos dejar que nuestra vida de ideas permanezca tan empobrecida como en el plano físico.

Para proporcionar ayuda esotérica para este enriquecimiento, estamos construyendo nuestro modesto edificio en Dornach en un estilo completamente nuevo. Ese edificio, por supuesto, no está cerca del ideal, pero es un comienzo humilde. Después de todo, sólo tenemos medios limitados a nuestra disposición, a pesar de que nuestros amigos han hecho todo lo posible para este proyecto.

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Los impulsos espirituales detrás de los estilos de construcción que se desarrollaron en la tercera, la cuarta y en la quinta época actual post-atlante incluyeron la tarea de guiar a la humanidad al conocimiento del mundo físico. Por ejemplo, la arquitectura egipcia inició este desarrollo con sus formas geométricas sucintas. La arquitectura grecorromana es como un matrimonio de alma y espíritu con cuerpo etérico y físico. Aquí el alma y el espíritu, por un lado, y el cuerpo etérico y el cuerpo físico, por otro, se conectan en un estado de completo equilibrio. Los arcos ascendentes y puntiagudos del estilo gótico son el primer intento arquitectónico de volver a elevarse del mundo físico al mundo espiritual.

Si se debe representar la antroposofía en un edificio, el siguiente paso debe ser dar vida a los patrones de pensamiento vivos y entretejidos, que fluyen y se vierten en el espacio. Luego veremos en forma física lo que la Imaginación e Inspiración revelan directamente del mundo espiritual. Es por eso que las formas del edificio de Dornach son tales que no tiene sentido preguntar de manera materialista qué simbolizan y qué representan sus formas. Deben tomarse por su propio mérito, ya que no son más que experiencias espirituales inmediatas vertidas en formas espaciales. Hemos intentado transformar todo lo que se puede ver y experimentar en el espíritu en forma artística. Entonces, si la gente pregunta qué significa una forma, han entendido mal el edificio; porque cada forma se significa solo en sí misma, del mismo modo que nuestras manos o cabeza solo se sostienen para sí mismas y nada más. Tal pregunta también indica un malentendido completo de nuestra posición con respecto al ocultismo. Estaremos encantados de dejar atrás el antiguo disparate teosófico de examinar cada cuento de hadas, cada figura y cada mito por lo que significa y simboliza.

Todas nuestras formas realmente existen en el mundo espiritual y, por lo tanto, solo se expresan a sí mismas y nada más. No son símbolos, sino realidades espirituales. No encontrará un solo pentagrama en todo el edificio, ninguna forma de pentagrama, nada que le haga preguntarse qué significa esta o aquella forma. A lo sumo, hay un lugar donde las formas sutiles podrían interpretarse como un pentagrama, pero también lo puede hacer cada flor de cinco pétalos. Las personas pueden preguntar qué significan nuestros catorce pilares, que no tienen forma de pentagramas, sino que tienen cinco lados por razones estéticas. Pueden preguntarse qué significan los pilares que sostienen las cúpulas, además de representar relaciones espaciales perceptibles en el mundo espiritual. En respuesta, solo podemos señalar cuán materialista es nuestra época cuando incluso las intenciones espirituales deben vestirse con prendas materialistas.

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Nuestro edificio se entenderá si la gente deja de preguntar qué simboliza y, en cambio, piensa en qué es. Entenderán nuestro edificio cuando se den cuenta de que es mejor no usar ninguno de los términos habituales o las antiguas imágenes verbales para ayudar a nuestra época materialista a comprenderlo. La ciencia espiritual puede ser a lo sumo una síntesis de religiones; a diferencia de las religiones antiguas, no construye templos, sino una estructura que expresa su naturaleza más íntima. Este edificio solo puede entenderse gradualmente, y solo si no aplicamos palabras antiguas a este nuevo desarrollo.

Sabemos muy bien que podemos realizar nuestras intenciones en Dornach solo de la manera más modesta y rudimentaria. Pero solo les pido que hagan un verdadero esfuerzo para entender este humilde comienzo desde la perspectiva y el significado de nuestra ciencia espiritual. Traten de comprender a qué apunta este simple comienzo, pagado con considerables sacrificios. Cualquier otra actitud sería muy desalentadora.

En el llamado movimiento oculto se han utilizado suficientes palabras grandiosas y frases pomposas. Todo lo que queremos es que incluso si nuestra forma de expresar las cosas ya no existe dentro de cincuenta años, la gente todavía dirá de nuestro movimiento que se esforzó con cada fibra para ser totalmente sincero y honesto. Y cuanto más modesto y simple, pero así quizás, de manera más objetiva, discutamos lo que deseamos hacer, mejor servimos a nuestra causa.

Cada palabra que es superflua o regresa a los conceptos antiguos y convenientes hace un daño incalculable a los que nos esforzamos por lograrlo —por favor discúlpenme por decir esto— honestamente. Si las personas nos entienden de esta manera, tal vez surja el estado de ánimo que necesitamos si realmente, en diciembre como muy pronto, inauguremos nuestro modesto edificio sin pompa ni alboroto[vii]. El estado de ánimo que necesitamos estará allí solo si nos concentramos en nuestros objetivos, incluso si no creamos un gran revuelo en nuestra era materialista.

Por favor acepten estas palabras en el espíritu de las serias intenciones de nuestro movimiento. Deben llenar nuestras almas si este impulso espiritual es realmente echar raíces en nuestra época. Existe una necesidad real de un movimiento espiritual honesto que verdaderamente promueva la vida mística del alma y permita que las revelaciones de los mundos superiores fluyan hacia esta era materialista. Solo cuando nuestros amigos entiendan el propósito y la actitud de nuestro movimiento espiritual, entonces y solo entonces podremos cumplir la tarea que nos han encomendado las individualidades sabias y rectoras del mundo espiritual.

Basándome en lo que he tratado de explicar hoy, les hablaré pasado mañana sobre el progreso en nuestra comprensión de Cristo a través de las épocas y sobre la posición de nuestro movimiento con respecto a Cristo[viii]

Traducido por Gracia Muñoz en Julio de 2017

[i] Véase Rudolf Steiner, El mundo de la mente y su intrusión en la existencia física. vol. 150 en The Collected Works, (Dornach, Suiza: Rudolf Steiner Verlag, 1972), conferencia del 5 de mayo de 1913. No hay transcripciones de las conferencias del 4 y 9 de mayo de 1913, en París.

[ii] Rudolf Steiner, El conocimiento de los mundos superiores y su logro, repr., (Hudson, NY: Anthroposophic Press 1986).

[iii] Steiner se refiere aquí a la actriz Maria von Strauch-Spettini, 1847–1904. Ver la segunda conferencia, nota 7.

[iv] Edouard Schuré, escritor francés. Su obra Hijos de Lucifer se realizó en alemán en Múnich el 22 de agosto de 1909, bajo la dirección de Rudolf Steiner. Vean Steiner El Este a la luz del oeste y Schuré, Hijos de Lucifer, ambos en un volumen, (Blauvelt NY: Spiritual Science Library, 1986).

[v] Juana de Arco, 1412–1431, heroína y santa nacional francesa.

[vi] Morgenstern, ver Conferencia 2, nota 8.

[vii] Debido a las complicaciones y demoras causadas por la Primera Guerra Mundial (1914–1918), el edificio casi se completó en 1920. La ceremonia de inauguración nunca tuvo lugar debido al incendio que destruyó el Goetheanum. Una «inauguración provisional» se llevó a cabo el 26 de septiembre de 1920, en vísperas del primer evento celebrado en el edificio, el «primer curso académico antroposófico», que se realizó del 27 de septiembre al 16 de octubre de 1920.

[viii] Rudolf Steiner, Preludios al Misterio del Gólgota, vol. 152 en las obras completas, (Dornach, Suiza: Rudolf Steiner Verlag, 1964), Conferencia del 27 de mayo de 1914.