Erase una vez… Lemuria

Creado por Gracia Muñoz con el apoyo de ChatGPT

Érase una vez, en un tiempo muy lejano, cuando la Tierra no era como la conocemos hoy. Donde no existían los mares azules ni los cielos despejados. En su lugar, un aire brumoso cubría el planeta y extensos pantanos se extendían por todas partes. En medio de este paisaje primitivo, extrañas criaturas habitaban la Tierra, el cielo y el fango.

En aquel entonces, el hombre todavía no era un ser físico como hoy lo conocemos. Su esencia flotaba en la existencia, esperando el momento en que su espíritu, compuesto por Atma, Buddhi y Manas, pudiera unirse a la materia terrenal. Este gran acontecimiento ocurrió en la era lemuriana, cuando la humanidad recibió el don del yo espiritual. Pero con él también llegaron los deseos y pasiones, transformando para siempre la existencia en la Tierra.

Bajo la luz de la Luna, criaturas colosales poblaban los pantanos. Ictiosaurios con cuerpos de lagarto y cabezas de delfín nadaban y se deslizaban por el barro, con enormes ojos que brillaban en la oscuridad. Los plesiosauros, con sus cuerpos cubiertos de escamas y patas torpes, caminaban lentamente por el suelo fangoso.

En el cielo, majestuosas criaturas con alas de murciélago surcaban las nubes. Eran los pájaros dragón, seres luminosos que irradiaban un resplandor mágico, titilando como luciérnagas en la noche. Estas criaturas tenían un vínculo especial con la luz de las estrellas y la Luna, que les proporcionaban energía y les hacía sentir un gozo indescriptible.

Pero la vida en la Tierra estaba en constante cambio. Los pájaros dragón, atraídos por los ojos brillantes de los ictiosaurios, descendían en picada hasta sus enormes mandíbulas, donde eran devorados. Sin embargo, esta alimentación extraña trajo consecuencias. Los gigantescos ictiosaurios comenzaron a sufrir dolores de estómago, debilitándose con el tiempo. Sus cuerpos y los de otras bestias comenzaron a transformarse lentamente, adaptándose a la nueva Tierra que evolucionaba sin cesar.

Los aires brumosos se fueron disipando, y la tierra fangosa se hizo más sólida. De aquellos pantanos primigenios brotaron enormes bosques de helechos gigantes, cuyas raíces se hundían en la tierra en busca de alimento. Las criaturas también cambiaron. Algunos animales marinos evolucionaron hasta convertirse en enormes bestias herbívoras de torpes patas y largas mandíbulas, parecidas a las actuales vacas marinas. Los pájaros dragón, al perder las sustancias que antes flotaban en el aire, descendieron a la Tierra y con el tiempo se transformaron en aves.

Pero no todo desapareció por completo. Algunas criaturas lograron resistir el paso del tiempo, aunque en formas más pequeñas y menos majestuosas. Las tortugas y los cocodrilos que hoy conocemos son los descendientes de aquellas antiguas bestias que habitaron el mundo antes de que la humanidad terminara de encarnar en su forma física.

Y así, con el fluir de los milenios, la Tierra continuó su evolución, preparando el escenario para el destino del ser humano. Pero el precio de la libertad que se le otorgó en aquellos días sigue marcando su camino. Ahora, el reto es salvaguardar lo más sagrado de su ser, encontrar el equilibrio entre la materia y el espíritu, y no olvidar jamás el origen divino que llevamos dentro.

FIN

Lemuria: extractos de los fundamentos del esoterismo

~ Rudolf Steiner

English version

Al comienzo del Génesis, cuando la Biblia habla del hombre, habla de un hombre puro, puro en el sentido de que puede generar su propio ser, llamado Adam Kadmon, y que no tiene nada de la naturaleza del deseo dentro de sí. El deseo astral apareció por primera vez después de incorporar otros elementos en sí mismo.

Así, para empezar, tenemos al hombre puro que, hasta la época lemuriana, llevó realmente una existencia suprasensible generando de sí todo lo que vivía y era parte de sí mismo. Flotaba por encima de lo que se manifestaba.

Al principio, el hombre puro no había encontrado ningún medio para encarnar en la tierra. De entre los seres enormes y poderosos, seres extraños y gigantescos, los animales, el hombre se sirvió de los más desarrollados para encarnar en ellos. Al unirse a estos animales, los hombres pudieron atraer hacia ellos su propio cuerpo astral, que fluía desde el corazón, en la sangre caliente y en la circulación de la sangre.

Algunos animales, cuyos descendientes aún existen hoy, como los perezosos, los canguros, los animales de rapiña, los monos y los simios, se quedaron atrás en el camino. Todo lo que hay en ellos de naturaleza desiderativa (kama) fue descargado por los seres humanos en desarrollo. Por ejemplo, la ira fue arrojada al león, la astucia en el zorro. Pero esto fue purificado por los seres humanos en un proceso de espiritualizacion que conduce hacia arriba y se ennoblece hasta el yo superior, llamado por los pitagóricos el proceso de catarsis. Y el espíritu se dirige ahora hacia los animales en forma de seres elementales. Ciertos aspectos de la naturaleza animal que se originaron en el ser humano, a través del espíritu de la humanidad, ahora se originan en seres elementales.

En el último tercio de la Era Lemuriana, el ser humano había desarrollado su cuerpo físico, etérico y astral, absorbiendo los planes, las direcciones y las leyes que crean la vida.

(De la conferencia dada en Berlín, el 1 de octubre de 1905)

En aquella época, los seres humanos tenían una constitución física, etérica y astral muy diferente. Andaban a cuatro patas, a veces de pie y haciendo una especie de movimiento de salto, y tenían una ligera capacidad de utilizar ambas extremidades delanteras para agarrar.

La Tierra estaba habitada por seres de carácter reptiliano; los cuerpos humanos también eran similares a los de los reptiles. Cuando finalmente este ser humano reptil asumió una postura erguida, la formación de la cabeza estaba completamente abierta por delante, de la que brotaba una nube de fuego. Esto dio origen a los cuentos sobre la serpiente alada, el dragón, y tal era la forma grotesca del ser humano en esa época.

… El cuerpo astral con la formación de la cabeza se unió con el cuerpo de la serpiente alada con su abertura de fuego. Era la fructificación de la Tierra materna con el espíritu paterno. El cuerpo astral inferior se fusionó con el cuerpo astral superior, desprendiéndose una gran parte del cuerpo astral. Esta parte desprendida quedó ligada a la forma de la serpiente alada que ya no pudo desarrollarse más en la Tierra y formo, como sustancia conglomerada, la esfera astral de la Luna, la llamada Octava Esfera. La Luna, en realidad, proporciona refugio a los seres astrales que han surgido a partir del hecho de que la humanidad se ha desprendido de algo.

Sin embargo, ciertas mónadas, yoes humanos en el sentido más elevado, esperaron antes de encarnar. A través de esto entró en el mundo el principio del ascetismo, reacio a habitar la tierra entrando en experiencias sensoriales. En ese momento surgió la discrepancia entre la naturaleza superior e inferior del ser humano. Debido a esto, la humanidad oscila de una experiencia a otra produciendose más karma.

… El principio que conduce la Tierra y la evolución hacia la espiritualidad es Lucifer. La humanidad debe descender a la Tierra y amarla. Lucifer es el príncipe que reina en los reinos del arte y la ciencia, pero su poder no le basta para permitirle descender por completo a la Tierra y elevarla. Para esto es necesario un adepto solar, alguien que abrace la universalidad de la vida humana, y este adepto, el Héroe Solar, es el Cristo.

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5 comentarios el “Erase una vez… Lemuria

  1. Avatar de leonornussbaum leonornussbaum dice:

    hola me encanta la realidad a través del cuento. Muy claro y ameno. mil gracias. Suerte

  2. Avatar de Laura Laura dice:

    Querida Gracia una nueva faceta en tu vida… Eres genial🤩

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