(English version)
Este artículo se publica en la edición de otoño de 2023 de la revista New View.
Para obtener más información sobre New View y suscribirse: https://www.newview.org.uk/
Este año se estrenó la nueva película Oppenheimer, que cuenta la historia del Proyecto Manhattan y de los científicos, en particular Robert Oppenheimer, que desarrollaron la primera arma nuclear que aniquiló instantáneamente a 80.000 personas en Hiroshima. En la película escuchamos el pensamiento de Oppenheimer al presenciar la explosión de prueba: He aquí, soy la muerte, el destructor de mundos.
Este es del versículo 32 del texto sagrado hindú, el Bhagavad-Gita. Una traducción más precisa del sánscrito dice: Soy el tiempo que destruye el mundo. Sin embargo, no sólo le vinieron a la mente estas palabras, sino también una cita de la misma parte del texto. Son palabras que describen la visión que tuvo Arjuna de Krishna antes de tener que ir a su gran batalla, cuando le pidió a Krishna que se revelara: Si el resplandor de mil soles irrumpiera a la vez en el cielo, sería como el esplendor del Poderoso. Aquí tenemos dos frases de este texto sagrado, ambas describen a Krishna y ambas entran en los pensamientos de Oppenheimer al presenciar la explosión.
En la sabiduría primitiva de la conciencia de la cual el Bhagavad-Gita es sólo un débil eco, el tiempo no era lineal como lo pensamos ahora. La experiencia no se entendía como una especie de secuencia espacial dispuestas una tras otra. La conciencia mitológica no está ligada a ese pensamiento. El futuro y el pasado pueden ser simultáneos. Gran santidad y gran destrucción pueden ser una. El gran dios Krishna puede ser simultáneamente creador y aniquilador. Incluso la palabra Krisna en sánscrito significa negro u oscuro, además de todo atractivo. Es a la vez aterrador y sublime. Él es el esplendor de mil soles que estallan y un destructor del mundo.
Ambas imágenes nos presentan los extremos y contradicciones de la esfera de Plutón que está relacionada tanto con la fuerza más profunda y destructiva de la voluntad primordial – y la destrucción de la existencia material – como el potencial más elevado de la voluntad, la transformación de la materia en espíritu. En este sentido, la destrucción puede convertirse en la aniquilación de la existencia humana o en la fuerza de la transmutación hacia una nueva forma de existencia en un nivel superior. El factor determinante es la cuestión del “centro”. En este artículo analizaremos esta cuestión del centro en relación con Plutón desde la perspectiva de su relación con la fuerza nuclear del átomo, así como con un tercer ámbito de la actividad psico/espiritual lejos de las polaridades que definen gran parte de la conciencia humana de hoy en día.
Plutón fue descubierto en 1930 y se convirtió en el noveno planeta y el más alejado del Sol. Sin embargo, su lugar como planeta ha sido debatido en los círculos astronómicos. En muchos sentidos cumplía con los criterios, pero en otros no. En 2006, en una reunión de la Unión Astronómica Internacional (IAU), Plutón fue degradado de planeta a planeta enano. A diferencia de todos los demás planetas, que siguen órbitas regulares a lo largo del plano de la eclíptica del cinturón zodiacal, incluidos los planetas recientemente descubiertos Urano y Neptuno, Plutón no las sigue. Su órbita es extremadamente elíptica y se inclina en un ángulo con respecto al plano de la eclíptica de 17°, de modo que viaja muy por encima y por debajo del cinturón zodiacal, que se define como 8° por encima y 8° por debajo del plano de la eclíptica. Con su larga órbita de unos 248 años a una distancia del Sol que promedia 40 veces la de la Tierra, así como sus cualidades orbitales rebeldes y erráticas, Plutón habita una especie de lugar de transición en nuestro cosmos solar. Es el niño salvaje y voluntarioso de nuestro sistema planetario. Está en parte dentro de la comunidad planetaria, pero su órbita también se extiende más allá del sistema planetario hacia lo que se llama la esfera transneptuniana del cinturón de Kuiper o “el disco disperso”.
Esta región se llama la Tercera Zona de nuestro cosmos centrado en el Sol. Es un anillo con forma de rosquilla poblado por muchos objetos helados, grandes y pequeños, de los cuales Plutón es el miembro más grande. Entonces, astronómicamente, Plutón es realmente un extraño que no pertenece realmente a la esfera ordenada de los planetas. De los tres nuevos planetas, que no se encuentran en la sabiduría estelar antigua, Plutón, como el más reciente, todavía está lejos de ajustarse al orden planetario.
Más allá del cinturón de Kuiper se encuentra la esfera más alejada de la que proceden la mayoría de los cometas, llamada Nube de Oort. Esta región es como una burbuja gigante que envuelve nuestro sistema solar, poblada por objetos cometarios que van y vienen como visitantes lejanos provocando asombro y terror en la humanidad a lo largo de la historia. La nube de Oort (ver imagen a continuación) nunca ha sido observada directamente, sino sólo teorizada y calculada. El borde exterior de la Nube de Oort se considera el «borde» de nuestro sistema solar, donde termina la influencia física y gravitacional del Sol. En esta imagen moderna ampliada del cosmos solar, hemos avanzado mucho más allá de los planetas clásicos, conocidos por nuestros antepasados, desde Saturno hacia el interior, hasta la Tierra y el Sol.
Los planetas existen dentro de una especie de reino solar ordenado, envuelto por esferas cada vez más finas y desordenadas, hasta el borde del alcance solar. Plutón pertenece a esta Tercera Zona entre el sistema planetario ordenado y la región cometaria de la nube de Oort, como representante de la esfera mayor del disco disperso. En cierto sentido, se puede considerar que Plutón participa en nuestra conciencia espacial lineal y, al mismo tiempo, porta algo de las cualidades no lineales y no espaciales de otro reino cósmico. Puede oponerse al orden y a las leyes basadas en el centro de nuestra conciencia planetaria centrada en el Sol o puede convertirse, tal vez, en una transición desde el orden espacial centrado hacia otra dimensión de la futura conciencia humana. Esto puede manifestarse como el mito hindú, aniquilador y sublime al mismo tiempo.
Esta imagen astronómica, junto con las imágenes mitológicas asociadas con Plutón, el rey del inframundo, el mundo de la muerte, puede ayudarnos a dar forma a nuestra comprensión de esta esfera planetaria. Como nota al margen, el nombramiento de Plutón no surgió de una profunda intuición iniciática, sino más bien de Venetia Burney, una niña de once años de edad, una colegiala de Oxford, Inglaterra. Ella, junto con miles de personas más, envió su sugerencia de nombre al Observatorio Lowell, que había organizado un concurso de nombres. Los miembros del Observatorio Lowell finalmente votaron sobre una lista corta de tres nombres potenciales. Plutón recibió voto unánime y el nombre se anunció el 1 de mayo de 1930. Quizás, como decimos, “de la boca de los niños” pueda surgir una verdad más profunda.
¿Qué papel juega entonces Plutón en la historia mundial? Esto nos lleva a la relación de Plutón con la cuestión del «centro». A partir de la sabiduría estelar, un estudio de los tres “recién llegados” a nuestro sistema planetario, Urano, Neptuno y Plutón, puede revelar que conllevan tanto los grandes desafíos para el desarrollo humano como una gran potencialidad para nuestra conciencia en expansión. Entrar en Urano y Neptuno estaría fuera del alcance de este artículo, sin embargo, se encuentra en estas dos esferas planetarias, y con los desarrollos de la humanidad en el momento de sus descubrimientos, una relación de la electricidad o la luz con Urano y el electromagnetismo o tono con Neptuno, con el uso del electromagnetismo para crear dispositivos para transmitir notas musicales, o la telegrafía y otras tecnologías para transmitir sonidos o tonos. Asimismo, el descubrimiento de Urano se produce con las ideas del Siglo de las Luces, el conocimiento basado en los sentidos, mientras que el descubrimiento de Neptuno se produce con el desarrollo del materialismo dialéctico de Karl Marx y con el darwinismo. Sin profundizar más en estos planetas, se puede decir que se relacionan con dos polos de oposición a la evolución humana, así como con dos potencialidades de cognición espiritual superior.
Volviendo a Plutón, llegamos a una tercera fuerza de actividad. El momento de su descubrimiento y entrada en el ámbito de la conciencia humana en 1930 coincide con acontecimientos de la historia humana que desencadenan nuevas fuerzas, tal vez incluso prematuramente, así como el surgimiento de una crisis filosófica y acontecimientos mundiales que nos llevan al borde, a una crisis existencial del yo. A partir de 1930, el mundo cambió de manera drástica, lo que condujo directamente al Proyecto Manhattan y al reconocimiento de que ahora la humanidad había obtenido el poder de destruir el mundo, de lograr la aniquilación total. El poder de las fuerzas mortales de Plutón, del inframundo, llega a nuestras manos por así decirlo. La historia muestra muchas transiciones históricas, como el descubrimiento (o redescubrimiento) de América, la electricidad o el hierro. Quizás puedan entenderse como revelaciones cumplidas a “su debido tiempo” a medida que la humanidad evoluciona en la conciencia de sí misma y del mundo. ¿Qué surgió en la época del descubrimiento de Plutón?
Dos acontecimientos pueden convertirse en un punto de partida para comprender verdades más profundas sobre el misterio de Plutón en relación con el “centro” y la tercera fuerza emergente. Primero fue el desarrollo de una perspectiva filosófica mundial conocida como el existencialismo alrededor de 1930.
1925 Ensayo de Gabriel Honore Marcel ‘Existencia y objetividad’
1927 Diario metafísico de Marcel (alienación metafísica)
1938 Novela de Jean Paul Sartre «La Náusea» (manifiesto del existencialismo)
Aunque es una perspectiva mundial compleja, en esencia el existencialismo postula que los humanos no tienen esencia porque no existe un Creador. La Enciclopedia Británica lo describe así (negrita mía).
Puede insistir en la trascendencia del Ser con respecto a la existencia y, al sostener que esa trascendencia es el origen o fundamento de la existencia, puede asumir así una forma teísta. Por otra parte, puede sostener que la existencia humana, planteándose como problema, se proyecta con absoluta libertad, creándose a sí misma, asumiendo así la función de Dios. Como tal, el existencialismo se presenta como un ateísmo radical.
Filosóficamente, la humanidad comenzó a luchar con el ser y el no ser, con la trascendencia de nuestra seidad o la inutilidad de nuestra soledad a partir de la cual sólo podemos crear un yo a partir de la nada.
Como afirmó Jean Paul Sartre, líder de la filosofía existencialista: La vida no tiene significado a priori… Depende de ti darle un significado, y el valor no es más que el significado que tú eliges. Y en otra parte escribe: El hombre no es más que lo que hace de sí mismo.
El existencialismo trae una especie de culminación filosófica de la experiencia del alma consciente de “ser o no ser”. Sin embargo, aborda la cuestión misma del «yo», el yo, que requiere que cada ser humano responda a partir de su propio autoconocimiento. ¿Pero de dónde viene ese yo? ¿Quién es ese yo? ¿Animal? ¿Máquina? ¿Entidad espiritual?
Cuando se nombró a Plutón, estaba en las estrellas fijas de Géminis, frente al planeta Saturno en la constelación de Sagitario. Volveré a esto más adelante en el artículo, pero lo traeré aquí para señalar que el eje Géminis/Sagitario forma el haz vertical de la gran cruz mundial de solsticios y equinoccios en nuestra era. El rayo vertical es el eje egóico, el eje vertical, lo que significa que las constelaciones de Géminis y Sagitario contienen en nuestra era las grandes preguntas en torno a la “identidad”. ¿Qué/quién es el ser humano? Entonces se podría decir que la sabiduría cósmica presenta una imaginación y una pregunta en esta gran cruz cósmica. Fuera de esta polaridad, ¿cómo se realiza el ser humano? En este momento del descubrimiento de Plutón, Saturno, la gran esfera del karma mundial, la esfera profundamente conectada con el cuerpo físico y las tareas de la encarnación, mira a Plutón, el Regente del Hades, el reino de la muerte, a lo largo de este eje vertical del gran desafío para la humanidad para llegar a una comprensión de la verdadera naturaleza del ‘yo’, del ser humano.
En esta época comenzaron los logros científicos en el campo de la física atómica. Esta fue la exploración de los fundamentos mismos de la materia, el átomo y la fuerza del núcleo. Esto también fue una crisis del centro, que desató las fuerzas de la muerte en la radiactividad y la posible aniquilación de la existencia de la Tierra.
- 1927 Teoría del Big Bang, mencionada por primera vez por Georges Lemaitre. Nuestro cosmos se originó a partir de una explosión atómica.
- 1932 Ernest Lawrence inventó el primer ciclotrón o “triturador de átomos”.
- 1934 Se crea la radiactividad inducida. [Radiactividad que se crea cuando sustancias estables son bombardeadas con radiación ionizante]
- 1939 Albert Einstein escribe una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, sobre la necesidad de construir una bomba atómica.
El átomo es el componente básico de toda la materia, de toda existencia física. Es en realidad una imagen microcósmica del cosmos solar, que refleja la ley hermética de «como es arriba es abajo». Tiene un núcleo-sol central, una fuerza ordenadora y retenedora, alrededor de la cual giran otros cuerpos (neutrones) basándose en esta fuerza de retención del centro. Estos cuerpos en órbita varían en número, velocidad y densidad y forman capas de esferas alrededor del núcleo llamadas «capas de electrones». El núcleo está compuesto de protones con carga positiva y neutrones sin carga que deberían querer separarse, ya que todos tienen carga positiva, pero se mantienen unidos por una fuerza poderosa. Esta es la fuerza nuclear y se puede decir que al menos apunta hacia lo que se llama la «tercera fuerza» en el esoterismo. La investigación atómica se centró en la destrucción de ese núcleo de Uranio-235, llamada fisión, que desataría esa fuerza nuclear. Esta división o destrucción del núcleo se creó proyectando un neutrón para golpear el núcleo con un poder tremendo. Esto provocaría la destrucción del núcleo, liberando la poderosa fuerza destructiva que lo mantenía unido.
Esto conduciría entonces a una reacción en cadena autosostenida a medida que los neutrones del núcleo dividido golpearían los núcleos cercanos creando más fisión. En un momento determinado se produce una reacción en cadena autosostenida y una desintegración radiactiva (1), en una millonésima de segundo (2). Esta es, entonces, la bomba atómica. Este descubrimiento inicial fue realizado por físicos nucleares en 1938 en Berlín. Finalmente se materializó en la primera bomba atómica del Proyecto Manhattan en los EE.UU. para vencer a Alemania en la carrera por la creación de un arma que ponga fin a la guerra y el poder mundial. Uno de los grandes riesgos considerados en el descubrimiento de esta reacción en cadena fue la remota posibilidad de que una vez iniciada la reacción en cadena no se detuviera hasta que toda la Tierra fuera destruida. Los experimentos convencieron a los científicos de que el riesgo valía la pena por el resultado objetivo. Esta destrucción del núcleo fue lo que Oppenheimer presenció al recordar la cita del Bhagavad-Gita.
La energía nuclear tal como se utiliza hoy en día es sólo la diferencia entre una explosión, la reacción en cadena incontrolada, y una reacción en cadena controlada, que en una central nuclear se frena, se enfría y se consigue producir la energía, pero no la explosión. Pero en este proceso los humanos han creado lo que la naturaleza no creó: nuevos elementos más mortíferos que nunca existieron y que son más pesados que el uranio en descomposición, como el plutonio.
Este desencadenamiento de la fuerza nuclear del átomo, la que mantiene unido al centro, es también la crisis del existencialismo, en su cuestión del significado y la naturaleza, si la hay, de un centro en el ser humano. Estas preguntas son representativas de la naturaleza de Plutón. Se trata, en efecto, del destructor del mundo o del sublime esplendor de mil soles. Y como afirman los existencialistas, la respuesta depende del ser humano, no de una autoridad externa. Aquí me gustaría aventurar una comparación entre el átomo como imagen cósmica y el ‘yo’ humano como imagen cósmica de nuestro sistema solar para traer quizás algún tipo de respuesta a la pregunta: ¿soy el ‘yo’ divino, espiritual, de esplendor trascendente o Yo soy nada, el vacío, destruyendo mundos? Es la cuestión del centro, del «yo». Está más allá de los opuestos, más allá del tiempo. Más bien golpea la eternidad, el “corazón” del asunto. En última instancia, aborda la cuestión del Sol y la Tierra, de la existencia humana en el futuro y el desafío de Plutón.
En la ciencia espiritual de Rudolf Steiner presentada a principios del siglo XX, se da una descripción sorprendente del Sol, como el centro de nuestro cosmos. La ciencia define al Sol básicamente como continuas erupciones de fusión nuclear. De hecho, pensamos que toda la existencia de nuestro cosmos es producto de una gran explosión nuclear, el Big Bang. Nuestro Sol es visto como un cuerpo material de estas poderosas erupciones que emiten luz, calor y radiación.
Sin embargo, Steiner describe el Sol de manera diferente. Presenta al Sol como “un agujero”, como “menos que vacío”. He aquí una nueva imagen de nuestro centro, no como un objeto, una “cosa” en el espacio, sino como un no espacio “menos que vacío”. Es más bien una actividad transformacional no material.
En Astrosofía, la nueva sabiduría de las estrellas desarrollada por Willi Sucher, el Sol se describe como centrípeto y centrífugo (3). El Sol impregna todo el cosmos como centro y periferia. En su actividad céntrica, en el “vacío”, transforma la sustancia cósmica condensada que fluye desde la periferia no espacial hacia un centro, espiritualizándola. La sustancia espiritualizada reaparece entonces como sustancia periférica suprazodiacal. Existe un intercambio continuo entre periferia y centro.
Hay que tratar de imaginar esto fuera de un concepto espacial únicamente, sino más bien de las fuerzas no espaciales de la periferia que se vuelven espaciales, un proceso de densificación en materia y luego se transforma nuevamente, una reespiritualización en el centro hacia la periferia. Ésta es una imagen cósmica de la verdadera naturaleza del «yo». Nuestro verdadero «yo» es como el sol en su capacidad dinámica transformadora. Es una actividad espiritual, no una cosa.
¿Qué es entonces la Tierra? La Tierra es el hogar de la materia, el lugar más denso de nuestro cosmos solar. Uno podría imaginar que hay una especie de «yo» o ego terrenal centrado que tiene la cualidad de cosa, de materia, y que hay un «yo» o ego solar que es una fuerza dinámica transformadora. Si luego damos un paso más en la comprensión espiritual de la evolución mundial, incluso de la evolución de lo espiritual divino mismo, se puede considerar que la evolución produjo el potencial de la Tierra para unirse con la naturaleza solar. Este es el verdadero propósito de la muerte y resurrección del Cristo como unión del Yo Sol con la Tierra; una unión que actúa como una nueva fuerza en la Tierra y en el Yo, o ego del ser humano.
Krishna/Cristo se volvió materia y transformó la materia completamente en una forma física no material resucitada a través de esta fuerza del Sol. Aquí realmente tenemos un nuevo tipo de radiactividad, que destruye la materia, pero no como una fuerza de muerte y aniquilación, sino como una fuerza de transformación hacia una nueva dimensión de existencia más allá de lo material. La Tierra ahora está en proceso de convertirse en Sol debido a este evento semilla. Hay una radiactividad diferente, que no es mortal, en acción. Es la clave de nuestra pregunta existencial. ¿Cuál es la naturaleza del ser humano en su esencia? Como plantea el existencialismo, en absoluta libertad, creándose por sí mismo, ¿qué es el “sí mismo” que crea?
Esto nos lleva a las dos naturalezas de Plutón en el contexto de la astrosofía, que posee tanto la fuerza de voluntad destructiva más profunda del núcleo de materia como también, si es asumido por el «yo» humano, el pleno poder de transformar la materia en espíritu por una voluntad superior. Esto es lo que Plutón ofrece a la humanidad ahora que hemos evolucionado hacia una conciencia de esta esfera en los tiempos modernos. Si esta fuerza no se hace consciente y no se comprende, es muy probable que pueda conducirnos a nuestra destrucción. El llamado lado malo de Plutón destruiría este ego espiritual y la Tierra física que es necesaria para el pleno desarrollo de este ego. Sin embargo, esa fuerza destructiva también puede servir como motivador, un despertar a las capacidades transformadoras superiores dentro de nuestra propia voluntad a través de esa misma destrucción. Es la gran paradoja de la evolución… que el “mal” se convierte en fuente del bien a través del ser humano. Sin embargo, es nuestra elección y esa elección determina la manifestación de Plutón en el mundo como destructor del mundo o como creación sublime del futuro humano. Es karma mundial que la antigua forma del yo será destruida. ¿Se puede transformar y resucitado en la nueva espiritualidad ‘YO SOY’(4) o desintegrarse, como la materia, como un núcleo fragmentado. Esto depende de nuestra libertad de elegir, “creándose a partir de sí mismo” con la fuerza transformadora del Sol o con una aniquilación atómica.
Vivimos en un mundo actualmente definido por polaridades, dualismo, espacio y tiempo lineal. La tecnología informática es hija de esta conciencia binaria. Urano y Neptuno son las esferas de esta visión dualista cuando no están transformadas, que en el esoterismo se conoce como los dos polos antifuerza. Plutón introduce un tercer elemento, que no forma parte de las polaridades, sino como punto central, que actúa sobre el yo, incluso de forma destructiva.
Si miramos ahora las posiciones estelares de Plutón en la historia mundial, podemos obtener más información. Un ejemplo tiene relación con lo que mencioné anteriormente con el eje de Géminis y Sagitario y la lucha por la identidad, la naturaleza del ser humano. A modo de imagen, se ve en Géminis los gemelos celestial y terrenal, una especie de polaridad de la naturaleza humana espiritual superior y la naturaleza humana inferior terrestre y la cuestión de cómo se reconcilian ambas.
En Sagitario también se encuentra una especie de polaridad, pero ahora dentro del alma humana, en la lucha por surgir como humanos a partir de la naturaleza animal/centauro apuntando con el arco hacia nuestro devenir futuro. Ambos están profundamente relacionados con la lucha por realizar nuestra verdadera identidad como ser humano. En el momento de la muerte y resurrección de Cristo, Júpiter estaba en Géminis, opuesto a Plutón (aún no descubierto) en Sagitario. Así como Saturno está conectado con la esfera del “Padre karma”, así también Júpiter está conectado con la esfera del Hijo y la futura realización espiritual de la Tierra. Así, en el Gólgota, [el lugar de la crucifixión de Cristo] las fuerzas del Hijo de Júpiter están arriba, frente a Plutón, el Regente del Hades, en el reino inferior de Sagitario. En esta configuración hay una imagen del descenso del Dios al Hades para vencer el poder de la muerte como destrucción y separación de lo divino.
La ubicación de Plutón en el momento de su descubrimiento estaba nuevamente en este eje Géminis/Sagitario, pero en una relación especial tanto con Saturno como con Júpiter. Cada 20 años, las grandes esferas planetarias de Júpiter y Saturno entran en conjunción (llamada «Gran Conjunción»). Estos son eventos significativos, cósmicamente, siendo tiempos de evaluaciones y decisiones importantes en torno tanto a la visión futura de la humanidad como a la reconciliación con el pasado y el plan e intenciones divinas para la humanidad en el futuro. Es como una conferencia en el cosmos que nos hace la pregunta: ¿cómo vamos en este gran camino de evolución y qué se necesita ahora? En el momento del descubrimiento de Plutón, de 1930 a 1931, Saturno y Júpiter estaban en gran oposición, tres veces, en el eje de Géminis/Sagitario y Plutón estaba en esta línea de eje, en conjunción con Júpiter y opuesto a Saturno. Estas grandes oposiciones son una especie de anticipo y preparación de cara a la gran conjunción. ¿Qué pasó en la humanidad en esta época además del descubrimiento de Plutón y la ciencia de la física atómica? Comenzó la Gran Depresión, el Gran Terror de Stalin y, lo más significativo, el nazismo surgió en Alemania cuando Hitler se convirtió en Canciller en 1933. Explorar esto en su totalidad nos llevaría mucho más allá del enfoque de este artículo, pero llevar estos acontecimientos mundiales junto con la investigación atómica sobre la división del átomo y el existencialismo filosófico pueden presentar una poderosa imagen de un mundo en crisis en su centro, con la definición misma de nuestra humanidad siendo cuestionada.
También se desarrolló un evento adicional basado en el conocimiento esotérico proporcionado por Rudolf Steiner, lo que añade un elemento importante a nuestra consideración. Steiner describió, a partir de 1933 aproximadamente, una nueva manifestación del Cristo cósmico, no en el reino físico terrenal, sino en una dimensión espiritual justo en el límite de la percepción sensorial física. A esto lo llamó la “dimensión etérica”. Esta nueva experiencia marcaría el comienzo de una transición desde una conciencia espacial basada en la materia, o nuestra conciencia basada en puntos céntricos, a una nueva conciencia espiritual en la dimensión etérica, o una conciencia periférica.
Se esperaría una gran oposición a este mayor avance espiritual de la humanidad por parte de aquellas fuerzas que se aferran al materialismo. Esto es particularmente evidente en el surgimiento del nazismo y los estragos y la destrucción que causó en Europa, donde esta nueva conciencia iba a surgir especialmente. Además, el genocidio implementado por los nazis fue una manifestación de este tercer elemento del mal que estaba surgiendo recientemente en el mundo. Plutón tiene un elemento clave para esta nueva capacidad espiritual, así como para su destrucción…. destructor del mundo y la revelación del esplendor del Poderoso.
Ahora llegamos al presente. En 2019/2020, los eventos planetarios de 1930 se cumplieron aún más con la Gran Conjunción en diciembre de 2020 en Navidad. La oposición de 1930 es un antepasado de esta línea particular de Grandes Conjunciones. A esta Gran Conjunción se unió Plutón, ahora opuesto a donde estaba en 1930 y los tres planetas estaban en la constelación de Sagitario, el Centauro. Saturno estuvo en conjunción con Plutón una vez y Júpiter en conjunción con Plutón tres veces antes de entrar en su Gran Conjunción justo en la transición a las estrellas de Capricornio. Esta es una configuración planetaria significativa en la historia que lleva a preguntas sobre la futura manifestación de la fuerza destructiva de Plutón en el «yo» humano. Estos aún no se han visto en su totalidad, pero quizás se puedan ver los comienzos de lo que destruiría el yo humano y amenazaría la existencia física terrenal en los actuales acontecimientos mundiales que están tomando forma y la lucha por el poder mundial por parte de las fuerzas del materialismo.
Para agregar un hecho astronómico/astrosófico significativo más a estas dos posiciones de Plutón en 1930 y en nuestros tiempos actuales, podemos mirar la astronomía heliocéntrica (con nuestro sol en el centro).
Como se dijo anteriormente, Plutón en su órbita errática asciende muy por encima del plano de la eclíptica y muy por debajo. Su órbita también es muy elíptica, lo que explica que sólo después de unos 90 años Plutón podría haber recorrido la mitad de su órbita de 278 años (en 2020, Plutón en la constelación opuesta a 1930). Su segmento de perihelio tardaría mucho menos en completarse que el segmento largo del afelio. Como muestra la imagen siguiente, debido a la naturaleza extremadamente elíptica de la órbita de Plutón, el arco que atraviesa la sección más cercana al Sol, el perihelio, es mucho más corto que el arco largo del segmento del afelio, alejado del Sol. Por lo tanto, se necesita mucho menos tiempo para recorrer la mitad del perihelio de un punto nodal a otro que la sección de afelio de la órbita.
Pero lo más importante es que, alrededor de 1930 y durante los años alrededor de 2020, Plutón pasaba por sus nodos, lo que significa que se cruzaba con el plano de la eclíptica en su trayectoria. Plutón en su propio nodo ascendente alrededor de la década de 1930 y en su nodo descendente alrededor de 2020, indicaría una relación de fuerte impacto con el reino terrestre, ya que los nodos son como puertas o portales abiertos entre esferas. Plutón estaría en una relación única con la esfera de la Tierra, ya que estaba en la intersección de la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol, la trayectoria de la eclíptica y su propia trayectoria orbital. Esto sugeriría que un fuerte elemento plutoniano está entrando en la esfera terrestre.
Aunque la entrada de Plutón en nuestra conciencia mundial, así como los nuevos planetas exteriores Urano y Neptuno, puede proporcionar una amplia gama de exploración, mi intención con este artículo era centrarme particularmente en la relación de Plutón con la cuestión del «centro». ” Por centro me refiero al desarrollo de la fuerza atómica en relación con el centro del átomo como imagen microcósmica de nuestro cosmos mayor, así como a la esencia de las grandes cuestiones planteadas por el existencialismo como filosofía emergente de esa época. Estas son las cuestiones del centro humano, el núcleo, el ego y los grandes desafíos que enfrenta la humanidad con respecto a su aniquilación o destrucción (o la destrucción de la Tierra de la que depende el desarrollo del ego). Es el desafío de la gran tarea del ser humano realizar su fuerza nuclear espiritual de transformación y resurrección a partir de la realización del verdadero YO SOY en cada uno de nosotros, el yo Solar, el esplendor del Poderoso en nosotros, que de la muerte crea nueva vida.
Jonathan Hilton – 10 de octubre de 2023 – Astrosophy.com
Notas finales
1. La desintegración radiactiva o radiactividad es esencialmente la pérdida de energía por parte de un núcleo que, por supuesto ocurre en una explosión atómica, que hace explotar un núcleo, liberando toda su energía y por lo tanto liberando altos niveles de radiactividad. Sin embargo, la desintegración radiactiva ocurre cuando el núcleo de cualquier átomo es inestable y pierde energía liberando partículas, como en los rayos alfa, beta y gamma. Hay 28 elementos naturales que son radiactivos. (La radiactividad se utiliza en rayos X, por ejemplo).
2. La fisión del uranio, por ejemplo, produce más neutrones de los que consume. Por cada neutrón capturado por un núcleo de uranio-235, se producen entre dos y cuatro neutrones. Tan pronto como un neutrón perdido bombardea un núcleo de uranio-235, se produce la fisión y se producen tres neutrones. Estos, a su vez, fisionarán tres núcleos más de uranio-235, produciendo un total de nueve neutrones. Una tercera repetición producirá 27 neutrones, una cuarta 81, y así sucesivamente. Este proceso es la reacción en cadena que se intensifica muy rápidamente. En unos pocos microsegundos, un gran número de núcleos se fisionan, con la liberación de una enorme cantidad de energía, y luego, en un instante, se produce una explosión atómica completa. (de El Proyecto Manhattan – Masa Crítica y Construcción de Bombas)
3. La fuerza centrípeta es la fuerza que apunta hacia el centro de un círculo y que mantiene a un objeto moviéndose en una trayectoria circular, por ejemplo, la forma en que la fuerza del Sol mantiene a los planetas en sus órbitas. La fuerza centrífuga es la fuerza, o la sensación de una fuerza, que quiere alejarse de un centro y expandirse hacia afuera o dejar que el centro tire.
4. El “yo soy espiritual” es un tema complejo, pero nos lleva nuevamente al concepto de centro y periferia. El viaje de la vida es el desarrollo en la Tierra del sentido de «yo soy» por lo que no somos. Es decir, desarrollamos el concepto de uno mismo, de «yo soy», como un punto central en la mirada hacia el mundo, enfrentándonos al mundo externo, comparándonos con el otro, y a través de esto un sentido de «yo soy» se desarrolla. Piense en el niño pequeño que se golpea la cabeza contra la mesa y se da cuenta de que está fuera de la mesa. Se basa en la idea básica: yo no soy eso. Yo soy yo. Esta es la imagen de la Tierra como punto central en el espacio. El «yo soy» espiritual es la transición para expandir el sentido del yo hacia la comprensión de que mi «yo» es de una cualidad universal. Es de esperar que este se convierta en el camino de la vida durante la madurez posterior, una vez que el sentido del yo separado esté completamente desarrollado, que es un proceso importante y necesario para llegar a serlo. Uno no es capaz de sacrificar su yo para unirse con el Yo mayor, si no ha desarrollado un yo para sacrificarse. Uno puede comenzar un proceso de identificación con el mundo y con los demás de una manera que le brinde la experiencia de que soy todo lo que he encontrado. Mi «yo» no está separado, sino que es uno con el mundo. Esta es la experiencia periférica del «yo» o el yo solar en el sentido del Sol no espacial. Yo soy el mundo, el mundo está dentro de mí, no fuera de mí. Es esta experiencia expansiva del «Yo soy» la que puede llevarnos a amar a todos los seres como parte de nosotros. En el cristianismo esotérico, esto es la unión y expansión de nuestro “Yo soy” individualizado y separado con el YO SOY cósmico universal mayor, que es el Ser Crístico, el Ser Sol.
Traducido por Gracia Muñoz y revisado por Carmen Sánchez Berbel y Julián Ponce.




[…] La esfera de Plutón y la cuestión nuclear […]