Rudolf Steiner— Helsingfors (Finlandia) 7 de abril de 1912
En nuestros estudios hemos llegado a la llamada Segunda Jerarquía de los Seres Espirituales, y en la última conferencia describimos lo que el alma humana debe hacer para poder penetrar en la naturaleza de esta Segunda Jerarquía. Un camino aún más difícil conduce a un rango más alto de los Seres Espirituales que pertenecen a la Primera Jerarquía, la más elevada del coro de las Jerarquías que podemos alcanzar.
Se ha enfatizado que mediante un peculiar acrecentamiento de las experiencias que tenemos en la vida ordinaria en los sentimientos de compasión y amor, al llevar estos sentimientos al camino oculto, podemos tener éxito en derramar nuestro propio ser, salir de nosotros mismos, y por así decirlo, sumergirnos en el ser que deseamos observar. Fíjense bien que la característica de esta inmersión en el otro consiste en extender nuestro propio ser como tentáculos y verterlo en el otro ser. Al hacerlo, debemos, sin embargo, retener siempre nuestra propia conciencia, debemos estar conscientemente presentes en nuestra propia vida interior al lado del otro ser. Ese es el rasgo característico de la segunda etapa de la clarividencia que se ha descrito. En esta segunda etapa, donde nos sentimos uno con otros seres, todavía nos hacemos conscientes de que nosotros mismos estamos allí, al lado del otro ser. Pero incluso estos últimos restos de experiencia egoísta deben cesar si deseamos ascender a una etapa más elevada de la clarividencia.
Ahí debemos perder por completo la sensación de que existimos como un ser separado en cualquier parte del mundo. Debemos llegar al punto, no solo de verternos en el otro ser y quedarnos a su lado, reteniendo nuestra propia experiencia separada, sino que debemos sentir al ser extraño como nuestro ser. Debemos salir completamente de nosotros mismos y perder la sensación de estar al lado del otro ser. De este modo, si nos sumergimos en un ser extraño, llegamos al punto en que nos podemos contemplar a nosotros mismos como entidad ajena, como somos en la vida ordinaria, como otro ser. Por ejemplo, supongamos que un estudiante en la etapa superior de la clarividencia se sumerge en algún ser del reino de la naturaleza; entonces no mira a este ser desde dentro de sí mismo; no se limita a sumergirse en él como en la segunda etapa de la clarividencia, sino que sabe que es uno con este ser, y se ve a sí mismo desde dentro. Del mismo modo que anteriormente veíamos a un ser extraño como algo fuera de nosotros mismos, ahora, en esta etapa superior de la clarividencia, miramos desde el interior del ser extraño y contemplándonos a nosotros mismos como un ser ajeno. Esa es la diferencia entre la segunda etapa y la superior.
Solo cuando se alcanza esta tercera etapa, logramos percibir en nuestro además de los de la Segunda y la Tercera Jerarquía otras entidades que se agrupan también en tres categorías. La Primera Categoría la percibimos principalmente cuando, de la manera descrita, penetramos en el ser de otros hombres o de los animales superiores, y por ese medio nos autoeducamos. Lo esencial no es tanto lo que percibimos en otros seres humanos o en los animales superiores, sino nuestro esfuerzo autoeducativo para percibir, tras unos y otros los espíritus que pertenecen a no de los coros de la Primera Jerarquía: —Los espíritus de la voluntad— o, según el esoterismo occidental los Tronos. Porque entonces percibimos seres que no podemos describir de otra manera que diciendo que no consisten en carne y sangre, ni siquiera de luz y aire; sino en cuanto a su sustancia inferior, de algo que solo podemos observar en nosotros mismos cuando somos conscientes de que tenemos voluntad. En lo que concierne a su sustancia más baja, consisten únicamente en voluntad.
Luego, si nos autoeducamos de la manera descrita y ahora también enfocando nuestra mirada oculta en los animales inferiores y la vida de estos; o si nos sumergimos en el mundo vegetal, considerándolo no simplemente de acuerdo con sus gestos o su mimetismo, como se describió ayer —sino convirtiéndonos en uno con la planta, y desde la planta nos miramos a nosotros mismos— entonces, efectivamente, alcanzamos una experiencia para la cual no existe una comparación real dentro del mundo, tal como la conocemos. A lo sumo, podemos intentar encontrar una comparación de las cualidades de aquellos seres a los que luego ascendemos —los seres de la Segunda Categoría de la Primera Jerarquía, es que dejemos actuar intensamente sobre nuestro ánimo las conquistas de personalidades en cuya seriedad y dignidad se refleja el esfuerzo llevado a cabo a los largo de su vida para acumular sabiduría, y cuyos juicios nos dan la impresión de que por su medio no se manifiesta su voluntad personal, sino la vida misma que durante años o decenios se ha atesorado en ellas, vida en cierto modo impersonalizada —quienes después de muchos años de rica experiencia han acumulado tanta sabiduría que nos decimos a nosotros mismos: «Cuando expresan una opinión, no es su voluntad personal la que habla, sino la vida que han acumulado durante décadas, y por medio de la cual en cierto sentido se han vuelto bastante impersonales». Nos dan la impresión de que su sabiduría es impersonal, de que surge como flor y el fruto de una vida madura. Estas personas nos provocan una sensación lejanamente alusiva de aquello que actúa desde nosotros desde nuestro derredor espiritual, si avanzamos al grado de clarividencia de que ahora tenemos que ocuparnos. En el esoterismo occidental, esta categoría de seres se denomina Querubines.
Es extremadamente difícil describir a los seres de esta categoría superior, ya que cuanto más ascendemos, más imposible se vuelve a hacer uso de las cualidades de la vida ordinaria con las que se pueda obtener una idea de la altura, la grandeza y la sublimidad de los seres de esta Jerarquía. Tal vez podamos, hasta cierto punto, describir los Espíritus de la Voluntad, la categoría más baja de la Primera Jerarquía, diciendo: «Nos familiarizamos con la Voluntad, porque la Voluntad es la sustancia más baja de la que consisten”. Pero esto sería imposible si solo tuviéramos en cuenta la voluntad que encontramos en el hombre o los animales en la vida normal, o los sentimientos y pensamientos comunes del hombre. Y sería imposible describir por lo que generalmente se acepta como pensamiento, sentimiento y voluntad humanos, los seres del segundo coro de la Primera Jerarquía. Para esto debemos recurrir a la vida de esas egregias personalidades que, han acumulado un poder abrumador de sabiduría en sus almas. Cuando nos percatamos de esta sabiduría en ellos, sentimos algo de cómo se siente el ocultista cuando se encuentra ante los seres que llamamos Querubines. Una sabiduría, no adquirida en décadas, como lo es la sabiduría de los hombres eminentes, sino una sabiduría que se acumula en miles, más aún, en millones de años de evolución cósmica, fluye hacia nosotros con el poder sublime de los Seres que llamamos Querubines.
Aún más difíciles de describir son aquellos seres llamados Serafines que forman la Primera y más alta categoría de la Primera Jerarquía. Solo sería posible tener una idea de la impresión que los Serafines causan en la visión oculta, si tomamos la siguiente comparación de la vida. Vamos a seguir la comparación que acabamos de hacer. Consideraremos a un hombre que durante décadas ha acumulado experiencias que le han llevado a una sabiduría abrumadora, y vamos a imaginar que de este hombre tan sabio emana la sabiduría impersonal de toda una vida, compenetrando todo su ser con un fuego interior a tal grado, que, sin hablar, emana de su mirada esa sabiduría. La sabiduría de esas décadas, esa sabiduría de toda la vida, se hará evidente en su semblante, de modo que su mirada pueda hablarnos de los dolores y las experiencias de décadas; y este aspecto nos puede impresionar tanto que nos habla de cómo es el mundo mismo, que experimentamos. Si imaginamos tal mirada o imaginamos que un hombre tan sabio no nos habla solo con palabras; sino que en el tono y en el peculiar color de sus palabras nos puede dar una impresión de toda esta rica vida de experiencias, que escuchamos en lo que dice algo así como un tono de fondo, transmitiendo la naturaleza de sus experiencias, entonces adquirimos algo del sentimiento que el ocultista tiene cuando asciende a los Serafines. Al igual que un semblante madurado por la vida, una narración de décadas de experiencia, o una frase en la que no solo percibimos el concepto que encierra, sino que sintoniza, gracias al timbre con que se pronuncia nos damos cuenta: «Esta frase, expresada con resonancia, ha sido adquirida con el dolor y por las experiencias de la vida. No es una teoría, ha sido alcanzada por las luchas y el sufrimiento. Ha pasado por las batallas y las victorias de la vida, y ha penetrado en el corazón». Si escuchamos todo esto en una sonoridad concomitante, obtenemos una idea de la impresión que recibe el ocultista entrenado cuando se encumbra hacia los seres que llamamos Serafines.

Podríamos describir a los seres de la Tercera Jerarquía diciendo: —Lo que en el hombre es percepción, en ellos es manifestación de sí mismos: lo que en el hombre es vida interior, conciencia de vigilia, en ellos vive la Plenitud de Espíritu.
Podríamos describir a los seres de la Segunda Jerarquía diciendo: —Lo que en los seres de la Tercera Jerarquía es manifestación de sí mismos, es en ellos la autorrealización, la autocreación, una estampa de la impresión de su propio ser; y lo que en los seres de la Tercera Jerarquía es Plenitud de Espíritu, es en ellos el estímulo de la vida, que consiste en la separación, en objetivarse a sí mismos.
Ahora bien, lo que en los seres de la Segunda Jerarquía es la autocreación, también lo encontramos en los seres de la Primera Jerarquía cuando contemplamos con visión oculta; pero hay una diferencia. Esta diferencia consiste en lo siguiente: Lo que los seres de la Segunda Jerarquía hacen objetivo, lo que crean a partir de sí mismos, existe solo mientras estos seres permanezcan conectados con sus creaciones. Por lo tanto, tengan en cuenta bien: —los seres de la Segunda Jerarquía pueden crear algo así como una imagen de sí mismos, pero permanece conectada con ellos y no puede separarse de ellos.
Los seres de la Primera Jerarquía también pueden objetivarse a sí mismos, también pueden estampar su propio ser; separarlo de ellos como en una especie de piel o concha, pero es una impresión de su propio ser. Sin embargo, cuando esta se separa de ellos, sigue existiendo en el mundo a pesar de estar separada. No llevan consigo sus propias creaciones, estas creaciones siguen existiendo incluso si se alejan de ellas. De este modo, alcanzan un mayor grado de objetividad que las creaciones de la Segunda Jerarquía. Cuando los seres de la Segunda Jerarquía crean, si sus creaciones no van a caer en decadencia, deben permanecer conectadas con ellos. Las creaciones se volverían sin vida y se desintegrarían si ellas mismas no permanecieran conectadas con ellos. Lo que crean tiene una existencia objetiva independiente; pero solo mientras permanezcan vinculados con ellos. Por otro lado, lo que se separa de los seres de la Primera Jerarquía puede desconectarse de ellos y, sin embargo, permanecer en la existencia y actuar de forma autónoma y objetiva.
En la Tercera Jerarquía tenemos Manifestación y Plenitud de Espíritu. En la Segunda Jerarquía, Autocreación y Generación de Vida. En la Primera Jerarquía, constituida por Tronos, Querubines y Serafines, tenemos un proceso creador en el que la parte creada se separa: no solo tenemos autocreación, sino creación cósmica. Lo que proviene de los seres de la Primera Jerarquía se convierte en un mundo separado, un mundo independiente capaz de ostentar hechos incluso cuando los creadores ya no están allí.
Ahora podemos preguntar: «¿Cuál es entonces la vida real de esta Primera Jerarquía?». La vida real de esta Primera Jerarquía es tal que cuando tales seres objetivos, independientes y desapegados proceden de ella, se realiza a sí misma. Pues la condición interna de la conciencia, la experiencia interna de los seres de la Primera Jerarquía, reside en la Creación, en la Formación de Seres Independientes. Podemos decir: contemplan lo que crean y lo que se convierte en un mundo, y no es cuando se miran a sí mismos, sino que se poseen a sí mismos cuando miran desde afuera hacia el mundo que es su propia creación. Crear a otros seres es su vida interior; vivir en otros seres, es la experiencia interna de estos seres de la Primera Jerarquía. La creación de mundos es su vida externa, la creación de seres, su vida interior.
En el curso de estas conferencias hemos llamado la atención sobre el hecho de que estos diversos Seres de las Jerarquías tienen descendencia; y los separan de sí mismos, enviándoles a los reinos de la naturaleza, y hemos aprendido que los descendientes de la Tercera Jerarquía son los Espíritus de la Naturaleza, mientras que los descendientes de la Segunda Jerarquía son las Almas Grupo. Los seres de la Primera Jerarquía también se han separado de su descendencia, y de hecho ya he descrito desde un aspecto diferente a estos seres que son la descendencia de la Primera Jerarquía. Los describí al comienzo de este curso, cuando ascendimos a los llamados Espíritus de la Rotación del Tiempo, los espíritus que gobiernan y dirigen lo que sucede en los reinos de la naturaleza en sucesión y repetición rítmicas.
Los seres de la Primera Jerarquía separan de sí mismos a los seres que gobiernan la alternancia del verano y el invierno, de modo que las plantas brotan y desaparecen de nuevo; esa sucesión rítmica a través de la cual, por ejemplo, los animales que pertenecen a cierta especie tienen un período definido de vida en el que se desarrollan desde el nacimiento hasta la muerte. Todo lo que ocurre en el reino de la naturaleza rítmicamente y en recapitulación, como el día y la noche, las alternaciones del año, las cuatro estaciones del año, todo lo que depende de sucesos repetidos, está regulado por los Espíritus de la Rotación del tiempo, la descendencia de los seres de la Primera Jerarquía. Estos Espíritus de la Rotación del Tiempo pueden describirse desde un aspecto, como hicimos hace algunos días, y ahora podemos describirlos según su origen, como lo hemos hecho hoy. Por lo tanto, podemos representar exhaustivamente a los seres de estas Tres Jerarquías de la siguiente manera:
| Primera jerarquía: | Creadores del mundo | Creación de Seres. | Espíritus de la Rotación del Tiempo. |
| Segunda Jerarquía: | La Autocreación. | Estimulación de la vida. | Almas Grupo. |
| Tercera Jerarquía: | Manifestación. | Plenitud de Espíritu. | Espíritus de la naturaleza. |
Si queremos avanzar más en la tarea que tenemos ante nosotros, ahora debemos familiarizarnos con los conceptos a los que la visión entrenada del ocultista se va elevando gradualmente y que, cuando uno se familiariza con ellos por primera vez, es algo difícil; Pero hoy pondremos estos conceptos e ideas ante nosotros. Esto nos permitirá, que cuando en las siguientes conferencias, la vida y el ser de los Reinos de la Naturaleza y de los Cuerpos Celestiales aparezca ante nosotros, podamos acostumbrarnos cada vez más a la forma y la manera en que los seres descritos están conectados con los reinos de la naturaleza y con los cuerpos celestes. De esta manera podremos adquirir conceptos más definidos sobre ellos.
Al hablar del hombre, se lo describe a medida que se revela a sí mismo a la visión oculta en mis libros Teosofía, La Ciencia Oculta y otros. Al considerar al hombre, decimos: la parte más externa, la parte perceptible para los ojos y sentidos humanos es su cuerpo físico. Así vemos al cuerpo físico como el primer principio humano. El segundo, el cuerpo etérico, ya lo consideramos algo suprasensible, invisible para la conciencia normal, y el cuerpo astral lo consideramos como el tercer principio. Estos tres principios comprenden aproximadamente las envolturas del hombre. Entonces llegamos a principios aún más elevados. Son de una naturaleza anímica. En la vida ordinaria los consideramos como la vida interior del alma; y así como hablamos de una triple cobertura externa, también podemos hablar de una triplicidad en el alma: el alma sensible, el alma racional o mental y el alma consciente. Estos principios de la naturaleza humana, desde el cuerpo físico hasta el alma consciente, ya están presentes hoy en cada ser humano. A todo esto, viene a añadirse la irradiación del siguiente miembro superior al que damos el nombre de Yo Espiritual —o, como quizás algunos están acostumbrados a llamarlo: Manas. El siguiente principio, que solo se formará realmente en su totalidad en el hombre en el futuro, lo llamamos Espíritu de Vida o Buddhi. Luego viene lo que designamos como el verdadero Hombre-Espíritu o Atma, que de hecho es la parte más interna de la naturaleza del hombre pero que, en lo que concierne a la consciencia del hombre de hoy, todavía está dormido en él. Solo se iluminará en los días terrenales futuros como el verdadero centro de la conciencia. Estos principios de la naturaleza humana son tales que hablamos de ellos como unidades separadas. En cierto sentido, el cuerpo físico del hombre es una unidad; el cuerpo etérico del hombre es otra; Y lo mismo ocurre con los otros principios de la naturaleza humana. Todo el hombre es una unidad, que consiste en la unión y el trabajo combinado de estos diversos principios.
Si deseamos ir más lejos, deben imaginarse que hay seres tan exaltados por encima de la naturaleza humana que no consisten en principios que podríamos llamar cuerpo físico, cuerpo etérico, etc., sino que sus principios integrantes son, a su vez entidades. Así, mientras el hombre tiene sus principios individuales que no podemos ver como seres, sino simplemente como principios unitarios, debemos ascender a los seres que no poseen cuerpo físico como parte de sí mismos, pero que, correspondiendo al cuerpo físico del hombre, tienen algo que en nuestras reflexiones hemos llamado Espíritu de la Forma. Cuando decimos que hay seres de una categoría superior, que no tienen un cuerpo físico como uno de sus principios, sino que tienen entre sus principios un ser en sí mismo, un Espíritu de Forma, entonces podemos obtener una idea de unos Seres que aún no hemos descrito pero que ahora vamos a proceder a describir. Si deseamos hacer esto, debemos hacer uso de los conceptos a los que nos hemos referido en el curso de estas conferencias. Ya he dicho que es difícil llegar a estas ideas, pero es posible que puedan elevarse a tales pensamientos por medio de una analogía.
Consideremos una colmena de abejas o un hormiguero, y tomemos las entidades individuales, las abejas individuales en una colmena; está claro que la colmena de abejas posee un verdadero espíritu común, un ser colectivo real, y que este ser tiene sus diversas partes en las abejas individuales, tal como nosotros somos la integración de miembros individuales. Aquí tenemos una analogía de cómo están constituidas estas entidades aun superiores a las que hemos estudiado hasta ahora. Así como vivimos en nuestro cuerpo físico, del mismo modo esas entidades de superior sublimidad viven en forma tal que tienen como su miembro inferior los Espíritus de la Forma, o bien uno de ellos. Entonces, en lugar del cuerpo etérico que tenemos los seres humanos, estos seres tienen como segundo principio, los Espíritus de Movimiento, en lugar de lo que para nosotros es nuestro cuerpo astral, estos seres tienen un Espíritu de Sabiduría. En lugar del alma sensible que nosotros como seres humanos tenemos, estos seres tienen como su cuarto principio, los Tronos o Espíritus de la Voluntad. En lugar del alma racional, estos seres tienen a los Querubines como su quinto principio; y como el sexto, así como tenemos el alma consciente, tienen los Serafines.
| Hombre | Espiritualidad Primordial |
| Cuerpo físico | Espíritu de la Forma |
| Cuerpo etérico | Espíritu del Movimiento |
| Cuerpo astral | Espíritu de la Sabiduría |
| Alma Sensible | Espíritus de la Voluntad – Tronos |
| Alma Racional | Espíritus de la Armonía – Querubines |
| Alma Consciente | Espíritus del Amor – Serafines |
| Yo Espiritual – Manas | Espíritu Santo |
| Espíritu de Vida – Buddhi | Hijo |
| Hombre Espíritu – Atma | Padre |

Del mismo modo en que admiramos aquello que solo alcanzaremos gradualmente en las vidas futuras de la Tierra, estos seres también levantan la mirada hacia lo que trasciende la naturaleza esencial de las Jerarquías. Así como hablamos de nuestro Manas, Buddhi, Atma —o Yo Espiritual, Espíritu de Vida y Hombre Espíritu— así, por así decirlo, estos Seres miran hacia arriba desde su Principio Seráfico hacia una Espiritualidad Primordial. Solo en ese nivel tienen estos Seres algo análogo a nuestra vida espiritual interior. Es extremadamente difícil despertar conceptos dentro de nosotros con respecto a lo que existe por encima de las Jerarquías como una especie de entidad espiritual de los propios espíritus excelsos. Esta es la razón por la cual, en el curso de la evolución de la humanidad, las diversas religiones y conceptos del mundo han tenido, como podríamos decir, una cierta precaución reverente para hablar en conceptos concisos pertenecientes al mundo sensorial de lo que existe incluso por encima de las Jerarquías.
Si para invocar un concepto como el que vive en el alma del ocultista cuando contempla a los Serafines, tratamos de comprender los medios que solo se pueden encontrar en analogía, al considerar a las personas con una rica experiencia de vida; encontramos que incluso en tales personas nada en sus vidas puede ayudarnos a caracterizar la Trinidad, que, por así decirlo, aparece sobre los Serafines, como su ser más elevado —como sus Manas, Buda y Atma.
En el curso de la evolución humana, lamentablemente, ha habido mucha controversia sobre las cautelosas suposiciones con las que la mente humana se ha aventurado a abordar lo que está arriba, en los mundos espirituales. Desafortunadamente, podemos decir; sería mucho más adecuado si la mente humana no tratara de describir seres de tal sublimidad con los conceptos tomados de la vida ordinaria, ni por medio de todo tipo de analogías y comparaciones; Sería más deseable que el hombre, en la más profunda reverencia, aprenda cada vez más plenamente, de modo que pueda formarse conceptos más aproximados. Las diversas religiones del mundo han tratado de dar conceptos aproximados de lo que está arriba, en muchas ideas significativas y verbales; Ideas que, en cierta medida, ganan algo especial, en el sentido de que van más allá de la vida individual del hombre en el mundo sensorial externo. Naturalmente, mediante tales ideas no podemos describir, ni siquiera aproximadamente, a estos Seres exaltados a los que nos referimos, pero se puede suscitar algo así como una representación de lo inefable envuelto en sagrado misterio. Por un lado, no debemos abordar estos asuntos con meros conceptos intelectuales humanos obtenidos del mundo externo. Por lo tanto, en las religiones y concepciones sucesivas del mundo se buscó caracterizar estos temas en forma aproximada, visionaria, utilizando para caracterizarlos o, mejor dicho, para la terminología, algo que transciende al hombre y que ya es por naturaleza misterioso.
Los antiguos egipcios, al dar nombres, han hecho uso del concepto de Niño o Hijo —Padre y Madre, como aquello que se alza sobre el hombre individual. El cristianismo se esforzó en la sucesión de Padre, Hijo y Espíritu Santo para encontrar un nombre a esta Trinidad. Por lo tanto, podemos decir: «En el séptimo lugar deberíamos tener que poner al Espíritu Santo, en el octavo lugar al Hijo y en el noveno al Padre». Por lo tanto, si admiramos un ser cuyo contenido más elevado desaparece, como en un Misterio espiritual, podemos decir simbólicamente —Espíritu Santo, Hijo y Padre. Cuando contemplamos con la mirada oculta un ser infinitamente superior y cuyo contenido más elevado se sustrae a nuestra mirada como un misterio espiritual al que alusivamente damos el nombre de Espíritu, Hijo y Padre, podemos preguntarnos ¿Cuál es el miembro de estas entidades que ofrece alguna analogía con el cuerpo físico del hombre, esto es, un aspecto en el que rige el principio de la forma?. Al igual que tenemos algo de forma en este cuerpo físico del hombre como su principio más bajo y como en esta forma, que, en verdad, tal como la encontramos, es obviamente «Maya», vive lo que es un Espíritu de Forma, del mismo modo aquella Entidad a que hemos aludido tiene un elemento formado; los planetas que divisamos cuando dirigimos nuestra mirada hacia el espacio cósmico: Mercurio, Venus, Marte o Júpiter, y que representan el aspecto exterior del Espíritu de la Forma.
Cuando vemos al hombre ante nosotros, su forma expresa lo que vive en él como sus principios superiores: cuerpo etérico, cuerpo astral, alma sensible, etc. Cuando observamos un planeta, su forma nos expresa el trabajo de los Espíritus de la Forma. Del mismo modo que detrás de la forma humana, detrás del cuerpo físico, están el cuerpo etérico, el cuerpo astral, el alma sensible, etc., también, detrás del planeta, que pertenecen a él, están lo que conocemos como los Espíritus del Movimiento, los Espíritus de la Sabiduría, los Espíritus de la Voluntad; Querubines y Serafines, etc. Si deseamos visualizar el ser completo de un planeta en el sentido de la Ciencia Espiritual, debemos decir: – El planeta se encuentra con nuestra percepción en el espacio cósmico cuando su ser físico, dado por el Espíritu de la Forma, brilla; y nos oculta, así como el hombre oculta sus principios superiores de la mirada física, todo lo que gobierna dentro y alrededor de él, como seres de las Jerarquías Superiores. Por lo tanto, imaginamos correctamente un planeta como Marte, o Mercurio, solo cuando primero lo imaginamos en su forma física, y luego pensamos que está rodeado y permeado por una atmósfera espiritual que se extiende hasta el infinito y tiene en el planeta físico su Forma física, la creación del Espíritu de Forma —y como su entorno espiritual esta rodeado los seres de las Jerarquías. Solo cuando lo consideramos así concebimos el planeta completo, teniendo lo físico como un núcleo en el centro, y alrededor de él las envolturas espirituales que consisten en los Seres de las Jerarquías. Esto se considerará más detalladamente en las siguientes conferencias, pero hoy, para indicar en cierta medida la dirección de nuestras observaciones, me permito agregar lo siguiente, resultado de la investigación oculta.
Ya hemos señalado que lo que observamos como la forma física del planeta es una creación de los Espíritus de la Forma. Nuestra forma de la Tierra es también una creación de los Espíritus de la Forma. Ahora, con respecto a nuestra Tierra, sabemos que nunca está en reposo; que esta Tierra está en un estado de perpetuo cambio interno y movimiento. Se recordará por la descripción dada en la Crónica del Akasha que el aspecto externo de nuestra Tierra actual es muy diferente del que se presentaba, por ejemplo, en el tiempo que llamamos la época atlante. En esa época atlante primitiva, la superficie del globo terráqueo, hoy cubierta por el océano Atlántico, era un poderoso continente; mientras que donde ahora se encuentran Europa, Asia y África, apenas se formaron continentes. Así, la materia sólida, la sustancia de la Tierra ha sido transformada por su movimiento interno. El planeta Tierra está en un estado continuo de movimiento interno. Consideren, por ejemplo, que lo que hoy conocemos como la isla de Heligoland no es más que una pequeña parte de esa tierra que en los siglos noveno y décimo aún se proyecta hacia el mar. Aunque los períodos durante los cuales los cambios internos alteran la superficie de la Tierra son comparativamente grandes, pero sin profundizar en estos asuntos, todos podemos decir que nuestro planeta está en perpetuo movimiento interno. De hecho, si no solo incluimos la tierra sólida en el planeta, sino también el agua y el aire, entonces la vida cotidiana nos enseña que el planeta está en constante movimiento interno. En la formación de nubes y lluvia, en todos los fenómenos de las condiciones atmosféricas, en el ascenso y la caída del agua, en todo esto vemos la movilidad interna de la sustancia planetaria. Esa es la vida del planeta. Así como el cuerpo etérico actúa en la vida del hombre individual, también lo hace lo que designamos como los Espíritus del Movimiento en la vida del planeta. Por lo tanto, podemos decir: La forma externa del planeta es la creación de los Espíritus de la Forma. La vida interior está regulada por los seres que llamamos Espíritus del Movimiento.
Ahora, para el ocultista, tal planeta es en todo sentido un ser real, un ser que regula lo que sucede dentro de él, con sujeción a pensamientos. No solo lo que se acaba de describir como vitalidad interna está presente en el planeta, sino que el planeta en su conjunto tiene conciencia, ya que de hecho es un Ser. Esta conciencia que corresponde a la conciencia del hombre, a la forma inferior de conciencia —la subconsciencia en el cuerpo astral— está regulado en el planeta por los Espíritus de la Sabiduría. Por lo tanto, podemos decir: La conciencia más baja del planeta está regulada por los Espíritus de la Sabiduría. Al describir así el planeta, todavía nos referimos al planeta mismo. Miramos hacia el planeta diciendo: Tiene una forma definida, que corresponde a los Espíritus de la Forma; tiene una movilidad interior, que corresponde a los Espíritus del Movimiento. Todo ello está permeado por una conciencia, que corresponde a los Espíritus de la Sabiduría. Ahora sigamos el planeta más lejos. Pasa a través del espacio; tiene un impulso interno que lo impulsa a través del espacio, así como el hombre tiene un impulso interno de voluntad que le hace dar pasos, caminar en el espacio. Lo que guía al planeta a través del espacio, que gobierna su movimiento a través del espacio y hace que gire alrededor de la estrella fija, corresponde a los Espíritus de la Voluntad o Tronos.
Ahora bien, si estos Espíritus de Voluntad fueran solo para dar el impulso de movimiento al planeta, cada planeta iría por su propio camino a través del universo; pero este no es el caso, porque cada planeta actúa en conformidad con todo el sistema. El movimiento no solo está tan regulado que el planeta se mueve, sino que se pone en orden con todo el sistema planetario. Del mismo modo en que se presenta el debido orden, digamos, en un grupo de personas, uno de los cuales va en una dirección y otro en otra para alcanzar un objetivo común: los movimientos de los planetas también están organizados de manera que se armonizan. La armonía de movimiento entre un planeta y otro corresponde a la actividad de los Querubines. La regulación de los movimientos combinados del sistema es obra de los Querubines. Cada sistema planetario con su estrella fija, que en cierto sentido es el Comandante en Jefe bajo la guía de los Querubines, está nuevamente relacionado con los otros sistemas planetarios a los que pertenecen otras estrellas fijas.
Estos sistemas organizan mutuamente sus posiciones en el espacio con la debida atención a los sistemas vecinos, al igual que las personas individuales están de acuerdo, deliberan entre sí con respecto a su acción común. Así como los hombres encontraron un sistema social en virtud de esta reciprocidad, también existe una reciprocidad de los sistemas planetarios. La comprensión mutua prevalece entre una estrella fija y otra. Solo por este medio llega el cosmos a existir. Lo que, por así decirlo, los sistemas planetarios discuten entre sí en el espacio cósmico para convertirse en un cosmos, está regulado por aquellos seres que llamamos Serafines.
Con esto, hemos agotado, por así decirlo, lo que corresponde a los diversos aspectos de la naturaleza esencial del hombre, desde su cuerpo físico hasta su alma consciente. Así como en el hombre ascendemos a su naturaleza espiritual superior, a aquello que imparte sentido a todo ese sistema que va hasta el alma consciente, del mismo modo, si trascendemos a los Serafines, llegamos a Aquello que, hace un momento intentamos caracterizar discretamente como el Ternario Supremo de la entidad cósmica, lo que impera y prevalece en el todo cósmico como la Triple Vida Divina que lo impregna todo y que se crea sus envolturas en los sistemas planetarios individuales.
Así como aquello que vive en el hombre como Yo Espiritual, Espíritu de Vida y Hombre Espíritu (Manas, Buddhi, Atma), se crea sus envolturas en el alma consciente, el alma racional y el alma sensible, los cuerpos astrales, etérico y físico: de mismo modo las estrellas fijas de los sistemas planetarios también se mueven a través del espacio como los cuerpos de los Seres Divinos. En la medida en que contemplamos la vida del mundo de las estrellas, contemplamos los cuerpos de los dioses y, finalmente, lo divino mismo.
Traducción revisada por Gracia Muñoz en enero de 2019.
Pobre de mi cerebro,con tanto!, parece que va estallar!!!