Rudolf Steiner — Múnich, 26 de agosto 1911
Ayer, señale cómo se está produciendo en la organización humana una especie de inversión de las fuerzas que condujeron a una densificación del cuerpo. Como ejemplo de esto, llamé la atención sobre un tipo de eterización de la sustancia física más gruesa de la sangre que emana todo el tiempo de nuestro sistema de circulación sanguínea y del corazón, con el resultado de que los elementos más sutiles de la sangre pasan todo el tiempo a la misma sustancia de la que consiste el cuerpo etérico humano. Y hemos visto que estos elementos etéricos fluyen hacia arriba desde el corazón en diferentes corrientes y permean al cerebro; hemos visto además que, de hecho, debido a que este elemento recién formado de nuestro cuerpo etérico fluye a través del cerebro, podemos desarrollar un conocimiento que va más allá del conocimiento completamente egoísta de lo que ocurre dentro de nuestra propia organización. Traté de dejar claro que, a menos que estas corrientes etéreas se elevaran del corazón al cerebro, solo las ideas, conceptos y sentimientos relacionados con nuestra propia organización corporal podrían encontrar expresión a través del instrumento del cerebro.
Toda la evolución futura de la humanidad está involucrada en este proceso que acabo de contarles. Permítanme recordarles una vez más que la evolución de la Tierra fue precedida por las evoluciones de los Antiguos Saturno, Sol y Luna, y que estas evoluciones anteriores habían resultado en la formación del hombre etérico en el período de desarrollo de la Tierra antes de Lemuria. Antes de que el hombre entrara en su desarrollo lemuriano, era, incluso con respecto a sus fuerzas físicas, una forma puramente etérica. Un hombre físicamente sólido como el que tenemos hoy, con su espesa sangre física, su sistema de nervios y huesos, etc., no existía antes de Lemuria. Todas las fuerzas que tenemos en el cuerpo físico hoy, estaban en ese momento todavía en forma etérica.
Ahora, para entender completamente lo que se entiende por «Maravillas del mundo, Pruebas del alma y Revelaciones del Espíritu», debemos observar de cerca a esta formación del hombre, debemos ver cómo el hombre se solidificó gradualmente a partir de esa forma-sombra original. Tratemos de imaginarnos hoy cómo era el ser humano en esta era pre-Lemuriana. En ese momento el hombre solo tenía una especie de forma sombría, insinuando simplemente lo que vendría después. En este Fantasma[1] entraron las corrientes más diversas; los Seres de las jerarquías superiores trabajaron dentro de él. En ese momento el hombre no caminaba sobre la Tierra con sus pies, flotaba como un Fantasma en la periferia; fue solo después que, por así decirlo, descendió a la Tierra. Esta forma humana etérica era sombría y fantasmal en comparación con el hombre posterior, apenas daba a entender lo que iba a cristalizar más tarde como el hombre más denso; y ha tomado las épocas lemuriana, atlante y postatlante para completar la densificación.
La Tierra misma estaba aún en una condición más enrarecida. Todo lo que las jerarquías más elevadas forjaron sobre el hombre se derramó en él en todo tipo de corrientes, pero mientras el hombre vivió en la Tierra de esta manera en forma fantasmal, la Tierra también continuó desarrollándose, ya que de ninguna manera era la masa sólida material descrita por los geólogos, los mineralogistas o los físicos. Describir la Tierra como lo hacen los físicos y los mineralogistas es como si al describir al hombre uno se limitara al esqueleto. Lo que la ciencia física describe es solo una parte de la Tierra, es su esqueleto. Hay aún otras fuerzas, y otras cosas sustanciales conectadas con la Tierra, y estas la constituyen como el organismo en el que estamos incrustados.
De este modo, la Tierra también ha seguido su evolución, y durante el curso de las evoluciones lemuriana, atlante y postatlante, han fluido continuamente otras fuerzas hacia el hombre desde la Tierra misma. Ahora examinaremos estas fuerzas más de cerca. Primero debemos prestar atención a ciertas fuerzas que a través de los Seres espirituales de las jerarquías superiores pertenecen a la corriente sub-terrenal a la que me referí ayer. Estas fuerzas realmente fluyen hacia el hombre desde abajo, están dirigidas al hombre (si queremos expresarlo espacialmente) desde la Tierra hacia arriba. Durante el curso de la evolución de la Tierra, las fuerzas de las jerarquías superiores penetraron en el hombre desde abajo; estas fuerzas que, particularmente durante la época lemuriana pero que también continuaron después, entraron en el hombre y cooperaron en su formación —estas fuerzas son reconocidas por la ciencia ordinaria, así como por la ciencia espiritual como de una naturaleza que trabaja a través de la Tierra. En todas partes en la superficie de la Tierra, donde quiera que uno vaya, estas fuerzas están presentes. También tienen otra tarea en la evolución, pero comencemos tratando de arrojar luz sobre ellas en relación con los seres de otros reinos, en cuya formación se destacaron activamente.
Los zoólogos y los naturalistas algún día se asombrarán al descubrir cuán complicada ha sido realmente la formación del mundo espiritual de todo lo que representan con sus árboles genealógicos abstractos y ordenados, desde cierto punto de vista con bastante exactitud. Las relaciones que con bastante razón reconocen, se han producido como resultado de corrientes muy complicadas que surgen de direcciones espirituales muy diferentes. En realidad, es bastante incorrecto describir a los animales que se conocen en zoología como mamíferos como hacen los darwinistas. Es un error creer que se puede dibujar una línea recta desde los mamíferos más simples hasta los más complicados. En dos especies diferentes de mamíferos trabajan fuerzas formativas muy diferentes. Los mamíferos que tenemos a nuestro alrededor y que pertenecen a la categoría de los rumiantes —principalmente animales domésticos como ustedes saben— en el curso de su desarrollo han estado sujetos a condiciones espirituales bastante diferentes de, por ejemplo, los felinos, los animales parecidos a los leones. Tenemos que pensar que las fuerzas espirituales trabajan específicamente en las almas grupales de los animales y a través de las almas grupales en sus formas físicas. Las influencias que resultaron en las especies de leones no comenzaron a trabajar en la Tierra hasta que se acercó el tiempo de Atlántida y durante ese tiempo estas influencias llegaron a la Tierra como si fueran impulsadas hacia afuera, desde su centro hacia su superficie. Pero las influencias que trabajaron durante la época lemuriana —y que también trabajaron sobre el ser humano—están conectadas con lo que trabajó como fuerza formativa sobre nuestros rumiantes, influencias que el esoterismo resume bajo el símbolo del toro (Tauro). Todo esto comenzó en ese momento para ejercer una influencia sobre el hombre mismo, trabajando en su formación como desde las profundidades de la Tierra hacia su superficie.
No deben sorprenderse si digo que si nada más hubiera trabajado con el hombre, en su forma externa se habría parecido al toro. Si estas fuerzas solo hubieran trabajado sobre el hombre, su efecto habría sido hacerlo como un toro. Pero poco a poco otras fuerzas que trabajan desde el interior de la Tierra se apoderaron de la organización humana. Son las mismas fuerzas que ejercieron la principal influencia sobre otro orden de los mamíferos. En el esoterismo estas influencias se resumen bajo el nombre de león (Leo). Estas fuerzas entraron en la evolución de la Tierra un poco más tarde. Si las fuerzas anteriores no hubieran estado allí, si solo estas fuerzas hubieran trabajado en el hombre, su apariencia se habría parecido a la del león, con todas las características de la organización leonina. La compleja forma humana ha llegado a existir porque ha sido influenciada no solo por una corriente, sino por varias corrientes una tras otra.
Ahora pueden hacerse una idea de por qué los animales que se parecen al toro siguen siendo toros, y los que se parecen al león se parecen a un león; es porque las formas sombrías que las sustentaban no estaban organizadas de la misma manera que lo habían sido los Fantasmas prelemúricos de los seres humanos. Como resultado de sus anteriores evoluciones en antiguo Saturno, Sol y Luna, los Fantasmas humanos estaban tan organizados que siempre esperaron el momento adecuado, permitiendo que una variedad de corrientes sucesivas trabajaran sobre ellos, una tras otra para que una corriente neutralizara a la otra y, de ese modo lograr una mayor armonía. Un toro no seguiría siendo un toro si la naturaleza del león trabajara sobre él y modificara su estructura. El ser humano se acercó a la Tierra de tal manera que permitió que todas estas influencias trabajaran sobre él.
No fue hasta la Atlántida que sucedió algo más que arrojaría un torrente de luz sobre la zoología una vez que se reconozca y se haga fructífera para la ciencia externa. Durante el curso de la época atlante surgieron otras condiciones. Ya he dicho que estas fuerzas del toro y estas fuerzas del león trabajaron como si fueran desde las profundidades de la Tierra hacia su superficie. Las fuerzas que ahora debían unirse con estas vinieron de fuera, vinieron de la periferia. Durante la Atlántida, tenemos que pensar en las fuerzas que entran en el hombre y lo forman desde abajo hacia arriba, y otras fuerzas del espacio cósmico que fluyen hacia él en dirección hacia abajo. Así, el Fantasma humano se vio nuevamente expuesto a nuevas fuerzas que ahora trabajaban sobre el hombre desde la dirección opuesta.
Para tener una idea de cómo son estas fuerzas que fluyen sobre la Tierra desde el espacio cósmico, debemos preguntarnos cuáles son las criaturas en las que trabajaron con especial intensidad, sin obstáculos por otras fuerzas. Podemos señalar a ciertas criaturas en nuestro entorno sobre las cuales las fuerzas del toro y las fuerzas del león provenientes del interior de la Tierra tienen poca influencia, sobre las cuales, por el contrario, las fuerzas que trabajan en la sustancia de la Tierra desde el espacio cósmico son casi exclusivamente activas. Son las criaturas del reino de las aves. Nuestra zoología abstracta algún día se asombrará mucho al tener que admitir que las fuerzas que trabajan en los mamíferos son muy diferentes de las que trabajan principalmente en el reino de las aves y, en un campo más amplio, sobre todas las cosas que se propagan mediante la puesta de huevos, fuera de sus propios cuerpos. En el caso de todas las criaturas en las que la reproducción tiene lugar de esta manera, pero especialmente en los miembros del reino de las aves, están trabajando predominantemente las fuerzas que fluyen desde el espacio cósmico. En el esoterismo estas fuerzas están comprendidas bajo el nombre de águila.
Ahora bien, si pensamos en estas fuerzas, que se expresan de manera preeminente en la formación del mundo de las aves, como armonizadas en el hombre con las fuerzas del león y las fuerzas del toro, para que todas se conviertan en parte del Fantasma original, entonces esta armonía resulta en la forma humana actual. Si consideran el mundo totalmente diferente de las aves, no tendrán ninguna duda de que toda la estructura de las aves es completamente diferente de la de los mamíferos. Hoy no entraré en la estructura de los otros miembros del reino animal. En la estructura del ave hay algo muy sorprendente, incluso a la visión clarividente. Mientras que en el caso de los mamíferos, donde sea que miremos de manera clarividente, encontramos el cuerpo astral muy desarrollado, en el caso de las aves, la característica más sobresaliente con que se encuentra la mirada clarividente es el cuerpo etérico. Por ejemplo, es el cuerpo etérico, estimulado por las fuerzas cósmicas provenientes del espacio, el que se expresa en las plumas, el plumaje. El plumaje se forma desde afuera, y una pluma solo puede surgir porque las fuerzas que trabajan sobre la Tierra desde el espacio cósmico son más fuertes que las fuerzas que vienen de la Tierra. El marco de la pluma, lo que uno puede llamar pluma o púa está, por supuesto, sujeta a ciertas fuerzas que provienen de la Tierra, pero son las fuerzas cósmicas las que contribuyen a ligarse a la pluma constituyendo el plumaje del ave.
Es bastante diferente en cuanto a las criaturas cubiertas de pelo. Las fuerzas que trabajan hacia arriba desde la Tierra, las fuerzas que trabajan en dirección opuesta a las de las plumas de las aves, actúan predominantemente en el cabello, y el pelo no puede convertirse en pluma, porque en el caso de los animales y los hombres las fuerzas procedentes del espacio cósmico afectan poco al pelo. Esta aparente paradoja expresa plenamente la realidad, y si uno quisiera elaborarla, se podría decir que cada pluma tiene la tendencia a convertirse en un cabello, pero no es un cabello porque las fuerzas del espacio cósmico se mueven hacia adentro sobre la pluma desde todos los lados; y cada cabello tiene la tendencia a convertirse en una pluma, pero no se convierte en una pluma porque las fuerzas que trabajan desde la Tierra hacia arriba son más fuertes que las fuerzas que trabajan desde afuera. Si tomamos en serio esas paradojas, descubrimos ciertos secretos fundamentales en la constitución de nuestro mundo.
Supongamos que un hombre dotado de la antigua clarividencia quisiera —no simplemente para describir al hombre, que realmente distorsiona las diversas corrientes que fluyen hacia él al armonizarlas— sino precisamente para manifestar estas diferentes corrientes, tendría que decir: «Algo constituye la base del ser humano que no se puede ver físicamente, el Fantasma arquetípico, que hoy solo aparece en forma física porque el hombre ha armonizado las influencias del águila, el toro y el león». Cualquiera que quiera estudiar la evolución del hombre debe estudiar el Fantasma arquetípico del hombre como una forma suprasensible. Pero para hacer esto, tendría que separar nuevamente lo que ha fluido en el hombre. Tendría que darse cuenta de que una forma de sombra etérica se encuentra detrás del desarrollo humano en su totalidad, y que en esto entra y se entremezcla una influencia del toro, una influencia del león y la influencia de ave, de tal manera que en el hombre acabado actualmente ya no se distingue.
Supongamos una época de la cultura —por ejemplo, la del antiguo Egipto— tratemos de representar la evolución humana, intentemos poner ante el hombre el inmenso enigma de la evolución humana, entonces el hombre real, el Fantasma arquetípico, que surgió como resultado de la evolución del Antiguo Saturno, Antiguo Sol y Antigua Luna, tendría que permanecer invisible; pero, como fuera de lo invisible, una figura compuesta tendría que formarse, juntarse con las formas del toro y león, con alas como las que tiene un águila, como las aves en general. Si recuerdan el significado general de la figura de la Esfinge, que pretendía representar el gran enigma de la evolución humana, entonces tienen de hecho lo que una cultura clarividente, que estaba enteramente consciente de la verdad sobre el hombre, puso ante esta humanidad. Las características que se destacan por separado en la Esfinge están internamente entretejidas en la naturaleza humana. Para la visión clarividente, la forma humana tiene una apariencia muy extraña. Si uno permite que tal esfinge, formada por una parte de león y una parte de toro, junto con las alas de un ave, trabaje en la visión clarividente, y si uno la completa agregando el Fantasma humano que lo subyace, si uno entrelaza estos elementos, entonces, la forma humana que tenemos hoy en día se manifiesta ante nosotros. La conciencia clarividente no puede mirar una esfinge —que para empezar, no se parece en nada al hombre— sin decirse a sí mismo: «¡Tú eres yo mismo!»
Ahora deben anotar que en el curso de este estudio también hemos arrojado luz sobre los cuatro miembros del hombre desde otro punto de vista. Un Fantasma, una forma de sombra, designada en esoterismo como Hombre, surgió como el producto de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna. En el proceso de la densificación de este Fantasma, las influencias nombradas en esoterismo como león, toro y águila están en acción. Y aquí tenemos los cuatro símbolos esotéricos que juntos conforman el ser humano y que tienen un profundo significado para la evolución humana.

Hemos dicho que en el curso de la evolución de la humanidad en la Tierra, fuerzas externas, fuerzas cósmicas, actuaron, tanto sobre el ser humano como sobre otras criaturas, especialmente en la creación de las aves. Eso, de hecho, se produjo durante la época atlante; de modo que se puede decir que una influencia del espacio cósmico descendió a aquellas partes de la organización humana a las que ya no llega la conciencia humana normal. Esta influencia estuvo trabajando en la Atlántida y, por supuesto, también ha continuado en el tiempo posterior a la Atlántida. Esta es la corriente proveniente de lo que llamé ayer los dioses superiores, los dioses que en cierto sentido eran representaciones de los dioses sub-terrenales, los Ctónicos. Son seres que fueron encontrados por los alumnos de los misterios griegos, que tuvieron que luchar con el gran enigma de la Esfinge. Tenían que contemplar la parte inconsciente del ser humano de tal manera que a través del autoconocimiento también llegaban a las cuatro partes de la humanidad.
Lo que desde la época de la Atlántida se había transmitido al subconsciente desde el espacio cósmico, incluso a sus elementos más básicos, ahora en el bautismo de Juan en el Jordán comenzó a fluir hacia las partes más elevadas y purificadas del hombre. Ese es un evento muy significativo. Estas fuerzas del espacio cósmico que desde la época de la Atlántida han trabajado continuamente en la formación de la Tierra y de la humanidad, comienzan a fluir de la manera más pura no solo a la parte inconsciente del ser humano, sino de tal manera que pueden influenciar a la conciencia. Es por eso que una imagen pictórica, uno de los grandes símbolos que nos ha llegado a través de las escrituras ocultas y religiosas —el símbolo de la paloma, que encontramos en los evangelios— tenía que hacer su aparición.
¿Cómo fue posible describir esto en su forma más pura desde arriba? Sabemos, por supuesto, lo que ocurrió en el bautismo en el Jordán. Sabemos que en ese momento el triple cuerpo de Jesús de Nazaret, que había sido preparado a través de los dos niños Jesús, como se describe en mi pequeño libro «La guía espiritual del hombre y de la humanidad», fue abandonado por su yo, que era el yo de Zarathustra, y al partir ingresó a este cuerpo la parte más pura de esa corriente que había estado derramándose todo el tiempo desde el espacio cósmico, pero hasta ahora solo en esa parte del hombre que hoy está inconsciente. Por lo tanto, se simbolizó correctamente en forma de ave, la figura de la paloma blanca, que representa el extracto más puro de lo que en la figura antigua de la Esfinge era el águila o elemento querubínico. Que esta corriente cósmica fluya hacia la parte consciente del ser humano es esencial para la perfección de la humanidad sobre la Tierra. En la imagen de Jesús de Nazaret, a orillas del Jordán, con la paloma sobre él, tenemos de hecho la expresión del Misterio que ahora ha llegado a una cierta conclusión.
Ayer pudimos seguir un poco la historia cósmica de esta transmisión interna desde el espacio cósmico. ¿Por qué este impulso cósmico fue capaz de transmutarse en esa Fuerza de Cristo, ese Impulso de Cristo que, a medida que continúa trabajando en la Tierra, impregnará completamente al ser humano?. A medida que el hombre recibe interiormente este Impulso, sentirá cada vez más la verdad de las palabras de San Pablo: «¡No yo, sino Cristo en mí!» En contraste con las otras tres corrientes que estaban allí como el resultado de la evolución anterior, esta nueva influencia, que es la corriente más pura desde arriba, se apoderará del ser humano, lo abarcará cada vez más, y también lo liberará cada vez más de lo que lo une a la Tierra. Ayer hablamos sobre el desarrollo histórico de esta corriente y dijimos que solo podía ser lo que realmente era porque se había preparado en el Antiguo Sol.
Mientras que los dioses superiores, aquellos que, en el sentido que explicamos ayer, eran representaciones de los demás, solo deseaban vivir en los elementos más finos —en los elementos de calor, luz, químico y vida— este Ser, que más tarde a través del Bautismo de Juan en el Jordán descendió a la Tierra, de la sabiduría más profunda tomó con Él las fuerzas a las que nuestra evolución de la Tierra ya había avanzado en el Antiguo Sol. Sabemos por la Ciencia espiritual que la condensación del elemento de calor en aire (siendo el calor la característica esencial de la evolución del Antiguo Saturno) ya se había producido durante la evolución del Antiguo Sol. Mientras que los otros Seres entre los dioses superiores se negaron a llevar el elemento aire con ellos cuando se retiraron del desarrollo en su conjunto al espacio cósmico, este Ser tomó el elemento aire con Él, de modo que Él permaneció relacionado con la Tierra. De este modo, a través de este Ser, hubo espacio exterior todo el tiempo en el espacio cósmico para toda la evolución futura y la naturaleza emparentada con la Tierra —el elemento que ya en el Antiguo Sol estaba condensado en aire o gas. Si miramos hacia el espacio, si miramos hacia el sol, como si fuera el ojo de Zarathustra de antaño, tendríamos que verlo principalmente como un vestigio del antiguo Sol, por así decirlo, mientras el planeta antiguo Sol vuelve a la vida, repitiendo en el presente lo que existió durante la evolución del Antiguo Sol.
Así, expresado en términos de Ciencia Espiritual, tenemos en primer lugar que ver en el sol el lugar de la morada —o parte de ella, en cualquier caso, porque esta morada se extiende también a los otros planetas— la parte más esencial de la morada de los dioses superiores, a quienes designamos ayer como una corriente del mundo divino. Pero si miran todo este sol con el ojo clarividente, veran que todo lo que hay en esos dioses superiores está allí solo en forma etérica, desde el éter cálido hasta el éter ligero, el éter químico y el éter vital. Pero el Sol, tal como se mueve en el espacio hoy, no solo está ahí para la visión clarividente como una estructura etérica, también es un globo de gas, que se condensa al estado del aire. El sol nunca se habría condensado hasta el estado del aire si no hubiera tenido al Ser del que hablé ayer, al Ser que descendió a la Tierra a modo de paloma en el Bautismo de Juan en el Jordán, durante la evolución del Antiguo Sol y se separó del mismo en un Cuerpo de aire y no meramente en un cuerpo etérico. Así, cuando miramos hacia el Sol, tenemos que decir: “El calor, la luz y los impulsos químicos del Sol están conectados con los otros Seres, aquellos que son solo las ideas o representaciones de los dioses inferiores; pero el elemento aéreo del sol es en realidad el cuerpo de Cristo».
Nuestra moderna ciencia materialista llegará un día a aprender una vez más la antigua doctrina de Zarathustra, tendrá que decirse a sí misma: «El Sol, como un globo de vapor exterior en el espacio, no es simplemente lo que nuestra astro-química dice de él, no es solo lo que nuestro análisis espectral revela, sino que el Sol, como una esfera de aire o vapor está fuera en los cielos, es el cuerpo prístino de Cristo, que estaba asociado con los otros dioses superiores, pero también estaba conectado con el ser de la Tierra —eso es lo que Zarathustra percibió cuando expresó el Misterio de Cristo en el Sol con la palabra Aura o Ahura Mazdao— el gran Espíritu lleno de sabiduría, la gran sabiduría, el gran aura. Y entonces, lo que hasta ese momento había existido únicamente en el sol y, sin embargo, era similar a la naturaleza de la Tierra, de hecho se apoderó en el misterioso momento del bautismo de Juan en el Jordán, de los cuerpos físico, etérico y astral de Jesús de Nazaret. En el cuerpo de Jesús de Nazaret, por primera vez en nuestra Tierra, la corriente purificada del espacio cósmico se unió con el cuerpo etérico recién surgido que fluía desde el corazón humano al cerebro. Durante el Bautismo de Juan en el Jordán, se produjo una unión entre lo que en realidad fue una corriente real que vino de fuera, desde el espacio cósmico —además de estar impregnado de sustancia aérea— y la corriente que se eleva hacia arriba continuamente como los mejores constituyentes etéricos de la sangre, del corazón hacia la cabeza. Esto es lo que le dio a cada alma humana la posibilidad de impregnarse con ese elemento del espacio cósmico que se nos representa en el signo de la paloma en el bautismo por Juan en el Jordán. De hecho, a través de ese evento se creó una relación entre todo el universo, en la medida en que es accesible para nosotros, y su extracto más puro, que anteriormente, provisionalmente podríamos decir, había cooperado en lo que se llama esotéricamente la corriente del Águila. Fue una comunicación, una interacción, entre todo lo que fluyó desde la Tierra y formó el cuerpo humano desde abajo hacia arriba y lo que una corriente macrocósmica trabajó en el hombre desde fuera. De esto pueden ver cómo podemos entrar cada vez más profundamente en el Misterio que tuvo lugar en Palestina. Cuanto más avanzamos nosotros mismos en el conocimiento de lo que es el mundo, mejor entendemos el Misterio de Palestina.
Ahora nos vemos obligados a preguntarnos por qué el ser humano ya no ve ni siente nada de esta corriente etérica que fluye hacia arriba desde su corazón hasta su cerebro. La ciencia moderna es superficial, por lo tanto, su actitud hacia la historia también es superficial, y con frecuencia las verdades antiguas son errores antiguos. Si estudiasen al filósofo griego Aristóteles, encontrarían en sus escritos una enseñanza notable sobre la naturaleza del hombre, una descripción notable de esa «maravilla del mundo», el ser humano. Encontrarían una descripción de cómo los elementos etéricos extremadamente finos fluyen desde el corazón a la cabeza y allí, cuando entran en contacto con el cerebro, se enfrían. La ciencia moderna, por supuesto, dice que «Aristóteles era ciertamente muy inteligente para un griego, pero hoy en día todos los escolares saben que esto no es así». Pero son los que hablan de Aristóteles los que están equivocados. La verdad es que, aunque Aristóteles no tenía una conciencia clarividente que le permitiera saberlo por sí mismo, sabía por las antiguas tradiciones lo que en épocas anteriores había sido posible observar a través de una clarividencia original y natural. Esta conciencia de las corrientes etéricas que se elevan desde el corazón hasta la cabeza seguramente se encontraría hasta muy lejos en la Edad Media, hasta los siglos quince y dieciséis. Encontramos cierta conciencia de ello incluso en las obras de Descartes. Pero, según los historiadores de la filosofía, ‘Descartes tiene una historia fantástica sobre los espíritus vitales que fluyen desde el corazón al cerebro, pero eso es solo un cuento de viejas. Felizmente sabemos esto algo mejor».
Pero no es un cuento de viejas, es la verdad, una verdad que se originó en el momento en que tales cosas podrían ser percibidas por una clarividencia natural. Entonces, ¿cómo debemos poner el asunto desde el punto de vista de la clarividencia moderna, la ciencia oculta moderna?. Quizás nos sintamos algo incómodos con la forma en que Aristóteles lo expresa, ya que, por necesidad, solo recurrió a la tradición, ya que las antiguas fuerzas clarividentes ya no estaban a su disposición. Pero si por medio del esoterismo que está disponible desde el siglo trece, uno investiga a todo el ser humano, entonces percibe que, de hecho, existe una corriente etérica desde el corazón hasta la cabeza.
Uno observa también algo más. Una corriente etérica no solo va del corazón a la cabeza, sino que las corrientes astrales también están presentes en esta corriente. Si uno mira de cerca estas corrientes, se hace evidente que contienen elementos etéricos, sustancias del cuerpo humano etérico y sustancias del cuerpo astral del hombre. Una sustancia fluye del corazón a la cabeza en la que están presentes elementos sustanciales tanto del cuerpo etérico como del astral. Ahora el cerebro es el instrumento más notable de la naturaleza humana. Debido a la forma en que se ha formado desde el último tercio de la época atlante, ha adquirido una cualidad muy peculiar. Detiene la astralidad que se eleva, evita que la corriente astral pase a través de ella, mientras que permite que la corriente etérica pase. Repito: el cerebro como instrumento físico es un órgano en el que una parte de la corriente que proviene del corazón está represada. El cerebro es permeable a la corriente etérica, pero no a la astral. La corriente astral se detiene en nuestro cerebro; en la región de la cabeza, el vidente percibe que las corrientes astrales que se elevan hacia arriba desde el cuerpo se extienden en el cerebro pero se mantienen allí, no se les permite en absoluto pasar a través del cerebro, o solo en un grado muy pequeño. Estas corrientes astrales ascendentes que son detenidas por el cerebro tienen un cierto poder de atracción por las substancias astrales externas que siempre están a nuestro alrededor en la sustancia astral de la Tierra. Por lo tanto, el cuerpo astral del hombre en la región de la cabeza es como si estuviese unido por dos astralidades, fuera la astralidad que continuamente fluye hacia nosotros desde el cosmos, y la astralidad en el cuerpo humano que sube desde abajo y es atraída. por la astralidad exterior.
Así, el cuerpo astral alrededor de la cabeza, bastante cerca de la piel de la cabeza, tiene un engrosamiento, algo así como una gorra —por decirlo de una manera bastante grotesca— hecha de sustancia astral —una gorra que llevamos todo el tiempo. Tenemos en la región de la cabeza una cubierta astral que consiste en el engrosamiento que surge a través del tejido de las astralidades internas y externas. Los rayos del cuerpo etérico pasan a través de esta capucha o gorra astral, ya que no son detenidos por el cerebro, y cuanto más puros son —es decir, cuanto menos contengan los instintos, deseos, pasiones y emociones de la naturaleza humana— más ligeros y más brillantes aparecen. Así, el aura humana, vista desde el frente, adquiere una especie de corona, una corona de astralidad, a través de la cual pasan los rayos del cuerpo etérico. Ese es el halo que aquellos dotados con la antigua clarividencia percibida en aquellos cuyo aura etérica brillaba a causa de la pureza de su ser. Esto es lo que vemos representado en imágenes. Eso es lo que significa el halo, eso es lo que se vuelve visible para el clarividente que claramente ve el aura alrededor de la cabeza. El aura astral interna, la sustancia astral interna, a través de una característica peculiar del cerebro, se retiene y se dispone alrededor de la cabeza.
Por favor, traten de comprender este proceso muy claramente. La sustancia etérico-astral en el hombre fluye desde abajo hacia arriba. Esta sustancia etérea-astral se expande en el cerebro de tal manera que se llena, pero se retiene allí, al igual que un rayo de luz que cae sobre un espejo se detiene y se arroja hacia atrás. Aquí tenemos el verdadero proceso de reflejo. Debido a que la materia astral del cerebro se retiene, se refleja a sí misma, y lo que de esta manera entra en ti y se refleja, es tu pensamiento, tu sentimiento consciente, lo que normalmente experimentas como tu vida anímica. Y es solo porque esta parte astral, por así decirlo, está unida o atada por las corrientes etéricas que fluyen a través del cerebro, produciendo, de este modo, una unión entre la astralidad interna y la externa, por lo que se produce el conocimiento del mundo exterior. Todo lo que sabemos del mundo exterior lo sabemos porque la astralidad externa se une con la astralidad interna en virtud de la extraña gorra o capucha astral que todos tenemos.
Sí, mis queridos amigos, incluso la historia de la civilización seguirá siendo enormemente enriquecida por medio del ocultismo. Permítanme llamar su atención sobre el hecho de que en la antigüedad los hombres realmente veían esas cosas, y que el aura que era en tiempos antiguos todavía visible se copiaba en la ropa de los hombres. Los hombres adoptaron los cascos porque tenían la forma de la gorra o capucha astral que corona a cada hombre. Toda la vestimenta se originó de esta manera, a través del hombre imitando en su vestido el elemento etérico o astral que tenía a su alrededor. Si queremos entender las vestimentas antiguas, en particular las túnicas sacerdotales, si queremos saber por qué se originó esto o aquello, solo necesitamos poder ver con claridad lo que los hombres consideran como su aura etérica o astral. Porque la forma de estas auras fue reproducida en prendas antiguas, y todavía está representada en las vestimentas relacionadas con cultos o rituales religiosos. Hoy en día —lo digo en serio— nos hemos corrompido tanto por el materialismo que ignoramos el aura y no tenemos nada que ver con el tipo de vestimenta que represente lo que el hombre lleva dentro de él. La moda por el nudismo ha surgido en nuestro tiempo porque la mente materialista ya no es consciente de esas auras etéricas y astrales más elevadas que los hombres tienen a su alrededor, y de las cuales derivan la forma de sus prendas. En épocas antiguas, aun no hace mucho tiempo, los colores de estas auras se reproducían en la vestimenta humana. Si miran las imágenes de los antiguos maestros, el color de las prendas aún atestiguan una conciencia vestigial del aura. Observen cómo se representa a María con una túnica y una capa de colores específicos. ¡El pintor no pudo darle a María la túnica amarilla de la Magdalena! Por qué no? ¡Porque el aura de una Magdalena es muy diferente de la de una María! El pintor de antaño expresaba claramente que la vestimenta representaba lo que el ser humano lleva a su alrededor de manera suprasensible como una especie de vestimenta. Y si miran lo que visten las figuras de los dioses griegos, verán que no solo su ropa, sino también sus tocados en forma de casco y similares —como es evidente, por ejemplo, en el caso de Pallas Athenea— se deben a la forma en que los escultores griegos estaban condicionados a pensar en las auras de sus dioses.

De este modo, se ve que el hombre que ha progresado hacia el verdadero conocimiento espiritual de la naturaleza humana tiene que admitir: «Todo lo que ves a tu alrededor es solo una expresión muy superficial de tu verdadero ser». Cuando un hombre siente que su conciencia es fuerte dentro de él, es motivado a decir: ‘Esta conciencia mía solo capta una parte muy pequeña de la naturaleza humana; Hay algo más trabajando en mí todo el tiempo».
Ahora estamos en condiciones de llevar a término lo que ya hemos dicho sobre el cerebro. Si vamos más lejos y consideramos clarividentemente al ser humano con respecto a otras regiones de su ser, encontramos algo muy notable. Mientras que los elementos etéricos y astrales se elevan hacia arriba hasta su cerebro, donde la parte astral se detiene y la parte etérica sobresale más allá como una especie de corona, vemos que la parte del yo del hombre ha sido detenida anteriormente como una especie de aura interior en la región del corazón. El verdadero yo-áurico interior ya está detenido en la región del corazón, solo presiona hacia arriba hasta el corazón, y allí se une con una parte del aura externa, se une con la parte correspondiente del aura macrocósmica. Dos elementos, de hecho, están entrelazados en el corazón —el elemento que ingresa desde el cosmos, y el yo-áurico que se acumula desde abajo, pero está represado en el corazón. Al igual que el aura astral se detiene en el cerebro, también lo hace el yo-áurico retenido en el corazón, donde hace contacto con un elemento del yo-áurico que viene de fuera. Por lo tanto, el hecho es que la verdadera conciencia del yo del hombre no tiene lugar en el cerebro. Lo que he dicho sobre el hombre de la Atlántida, que su yo fue atraído hacia él, debe pensarse más explícitamente como un entrante del yo cósmico externo, que desde la época de la Atlántida ha avanzado hasta el corazón, donde se ha unido con otra corriente que sube desde abajo y llega al corazón. Así, el corazón es orgánicamente el lugar donde, a través del instrumento de la sangre, surge el verdadero yo del hombre, tal como se manifiesta en nuestra conciencia.
Todo lo que acabo de decirles muestra el lugar que ocupa el hombre en el mundo macrocósmico. Somos todo eso; todo eso está en nosotros. Todo lo que está ocurriendo en nosotros y la conciencia normal del hombre actual capta solo una parte de lo que todos, por supuesto, saben, es decir, solo lo que está en la superficie. Cuando te das cuenta de que la maravilla del mundo —si el hombre contiene tales inmensidades, puede imaginar cuán complejo y múltiple es el mundo que se extiende sobre nosotros y cómo nuestro conocimiento consciente simplemente roza la superficie de los tres reinos de la naturaleza que son nuestro entorno. Sí; debemos enfrentar el hecho de que nuestra vida ordinaria del alma, nuestra conciencia, permanece en la superficie y nos da conocimiento de solo la parte menos importante del ser humano.
Llega un momento en que lo que acabo de decir de manera tan profunda penetra y oprime al hombre que lucha por un conocimiento superior, por un conocimiento suprasensible. De repente se da cuenta: «El conocimiento que has tenido hasta ahora ha tendido más a ocultar que a revelar». Allí se encuentra en toda su debilidad humana ante las maravillas del mundo. Es la esencia misma de lo que debemos llamar las pruebas del alma que esta conciencia no debe dejarlo débil, impotente, que debe encontrar la confianza para perseverar de lo que hablé ayer. Energía fuerte, poderosa, esperanza y confianza llevan al alma a través de cada prueba, ya que estas cualidades le permiten enfrentar todo lo que hemos llamado las maravillas del mundo —los enigmas del mundo. Y el mundo muestra cada vez más «maravillas» a medida que profundizamos en lo suprasensible. Pero como cada nueva maravilla nos presenta un nuevo enigma, nos enfrentamos constantemente a nuevos desafíos. En la vida cotidiana, por ejemplo, sería una prueba si, después de haber conocido a un hombre durante algún tiempo, creyendo que era lo que parecía ser, de repente descubriéramos que es algo muy diferente. Entonces podríamos romper con él o superar esta dificultad y permanecer fieles a él. En ese caso deberíamos haber resistido la prueba de la amistad. Las pruebas de este tipo también existen en relación con las maravillas del mundo. Nos enfrentamos con todas las ideas y sentimientos que nuestra alma ha adquirido al respecto, pero estamos progresando y —no es que el mundo esté cambiando, sino porque estamos penetrando más y más en él— continuamente nos encontramos con cosas nuevas, y una y otra vez tenemos que decir «Lo que has percibido hasta ahora es maya». Entonces podemos ser atacados por la duda. Por encima de todo podemos empezar a sentir que hemos presionado demasiado rápido —como lo hace Johannes Thomasius en la última escena, de Las Pruebas del Alma. Hasta ahora se ha hecho una cierta imagen de Lucifer que concuerda con el desarrollo de su alma, pero es solo una imagen, una sombra. A medida que avanza, Lucifer le aparece más profundo y significativo, y tiene que volver sobre sus pasos para llegar a conocerlo en su plenitud, y ya no como una sombra.
De la misma manera, un hombre que ha avanzado a lo que para él es la siguiente etapa superior de la clarividencia puede avanzar aún más y decirse a sí mismo: «Lo que he alcanzado hasta ahora es, sin embargo, solo una sombra, una imagen; debe haber algo más sólido». Debido a que estamos avanzando todo el tiempo, nos enfrentamos a configuraciones del mundo siempre nuevas. Podemos entrar en estas nuevas configuraciones con el alma robusta, entonces resistiremos el desafío y podremos derivar de las siempre nuevas revelaciones espirituales. Cada vez que nos llegue una nueva revelación espiritual, habrá una nueva prueba que superar. En cada etapa del progreso surgen nuevas pruebas, y debemos verlo como el impulso para todo desarrollo superior al que nuestras almas nunca deben rendirse, pero que pueden realizar pruebas cada vez más elevadas y quizás más severas. Porque si el alma resiste la prueba, las revelaciones espirituales nunca faltan; aunque puede ser solo después de un largo tiempo que la revelación espiritual le da al alma las pruebas que tiene que pasar para alcanzarla.
Así vemos que tales pruebas son el aguijón que nos impulsa hacia arriba y, además, que las revelaciones espirituales que vienen de arriba son siempre la recompensa del esfuerzo. Por esta razón, nunca debemos considerar precipitadamente lo que puede lograrse en cualquier etapa como el objetivo final. Por ejemplo, estaríamos bastante equivocados al mirar lo que se expresó en nuestro primer Drama Misterio Rosacruz como nuestro final. Un hombre puede ser muy experto en ver imágenes en los mundos superiores y, sin embargo, darse cuenta un día de que solo ha visto imágenes y no realidades. Luego se enfrenta a la severa prueba que Johannes Thomasius aún tiene que enfrentar cuando finaliza el segundo Drama Misterio. Entonces se da cuenta de que lo que ha visto es una imagen, que no ha llegado a conocer la realidad lo suficiente ni siquiera en el plano físico para completar su imagen de la realidad. Luego, el alma es asaltada por pruebas en las que tiene que aprender cómo desarrollar la fuerza para impartir contenido a lo que a primera vista es simplemente imagen. Tenemos que hacernos conscientes de que no debemos encogernos ante tales pruebas, ya que cada nueva configuración del mundo que se nos presenta nos proporciona nuevas pruebas que superar; terminar estas pruebas significaría la muerte de la verdadera vida espiritual. Tenemos que reconocer que no debemos encogernos de las pruebas, porque nos hacen fuertes, fuertes para ascender al mundo espiritual.
Traducido por Gracia Muñoz en Octubre de 2018.
[1] En el Ciclo De Jesús a Cristo, dado en Carlsruhe unas semanas más tarde, el Dr. Steiner utilizó repetidamente la palabra «Fantasma» al hablar de esta forma de sombra.
https://wn.rsarchive.org/Lectures/Places/Carlsruhe/19111004p01.html
Hola, agradecería si pudiérais traducir algunas conferencias más del QUinto Evangelio (Ga 148). Pues con un grupo de trabajo estamos trabajando este tema. Especialmente este ciclo de Berlñin, que* está todo traducido al inglés en http://www.rsarchive.org *: Berlin, Erster Vortrag, 21. Oktober 1913 Berlin, Zweiter Vortrag, 4. November 1913 Berlin, Dritter Vortrag, 18. November 1913 Berlin, Vierter Vortrag, 6. Januar 1914 Berlin, Fünfter Vortrag, 13. Januar 1914 Berlin, Sechster Vortrag, 10. Februar 1914 Y este de Munich: München, Erster Vortrag, 8. Dezember 1913 München, Zweiter Vortrag, 10. Dezember 1913 Gracias, José Antonio Alemán
Lo siento, todas las que están traducidas salieron del idioma ingles, las que tu pides están en alemán, y yo desconozco ese idioma.
Si tienes las traducciones en ingles, envialas… yo no las encuentro.