Érase una vez… El viaje del alma

El encuentro con el Sol

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Tras su paso por la esfera de Venus, el alma sintió que su luz interior se había vuelto más radiante, más pura. Ahora, ante ella, se alzaba la majestuosa esfera del Sol, un océano dorado que no solo iluminaba, sino que parecía estar vivo, palpitando con una fuerza que lo sostenía todo.

Mientras avanzaba, sintió cómo su ser se expandía. Ya no era solo un alma individual, sino parte de algo mucho más grande. En el centro de aquel resplandor infinito, los grandes seres solares la esperaban. Eran como llamas vivientes, irradiando amor y sabiduría en su forma más pura. Uno de ellos se acercó y le habló, pero no con palabras, sino con la luz misma:

—Aquí, en el Sol, todo es transparencia. Nada puede ocultarse, porque todo es revelado en la verdad de un amor superior.

El alma vio entonces el propósito de su viaje. Comprendió que en la Tierra había vivido como un ser separado, con deseos, miedos y límites. Pero aquí, en el Sol, no había separación, solo unidad. Sintió el latido del universo en su interior y comprendió que el amor que había aprendido en Venus no era solo un lazo entre los seres, sino la misma sustancia de la creación.

Mientras permanecía en la esfera solar, los seres de luz le mostraron su destino. Vio su próxima vida desplegarse ante ella como un gran tapiz tejido con hilos de oro y plata. Cada hilo era una acción pasada, cada color una emoción, y en su centro, brillaba la misión que le aguardaba cuando regresara a la Tierra.

El alma, bañada en la luz dorada del Sol, sintió que su viaje alcanzaba su momento más sagrado. Allí, en el corazón del cosmos, todo su ser se expandía, y ya no se sentía como una simple chispa, sino como un universo en sí misma.

A su alrededor, otros espíritus danzaban en la luz, almas con las que había compartido incontables vidas. No estaban solas, pues junto a ellas brillaban los Seres de las Jerarquías Superiores: Ángeles, Arcángeles, Exusiai, Dynamis… Cada uno de ellos era como un artesano divino, modelando con hilos de luz el destino de los seres humanos.

—Aquí trabajarás en tu próxima vida —susurró una voz luminosa.

Y así, en la primera parte de su estancia solar, el alma comenzó a moldear el cuerpo que algún día vestiría en la Tierra. No lo hacía sola; los Seres solares tejían con ella los misterios de su futura forma: sus ojos, sus manos, su corazón. Cada línea, cada célula, era una historia, una posibilidad, una preparación para los caminos que habría de recorrer.

Después, en la segunda mitad de su estancia, el alma sintió cómo su luz se volvía más cálida, más profunda. Ahora, ya no trabajaba en su cuerpo, sino en su esencia. Cada experiencia, cada lección aprendida en vidas pasadas se entretejía en la arquitectura de su futuro carácter, de su voluntad y su amor.

—Cada alma es un cosmos —dijeron los Seres—. Y tú, aquí, descubres que dentro de ti laten los mismos astros que ves en el cielo. En la Tierra dirás “este es mi corazón”, pero aquí dices “este es mi Sol”.

El alma comprendió entonces que no solo estaba en el universo, sino que el universo también estaba en ella.

Finalmente, cuando su tarea estuvo casi completa, llegó el momento de enfrentarse a su propio pasado. Las huellas de sus actos en la Tierra reaparecieron como un eco en la luz. Las buenas acciones brillaban como estrellas, pero también estaban aquellas sombras que aún pedían redención. Y así, junto con los Seres solares, el alma preparó su karma, trazando los eventos que equilibrarían su historia cuando regresara a la Tierra.

Cuando todo estuvo listo, un suave llamado resonó en su interior. Era hora de continuar su viaje.

Creado por Gracia Muñoz y el apoyo de ChatGPT /Basado en la GA240c6. El guardián del umbral. El viaje retrospectivo después de la muerte

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