La Asamblea de las Dos Esferas

Relato de Gracia Muñoz

Erase una vez, en un mundo antiguo, cuando la Tierra aún no estaba del todo formada y los cielos eran un vasto lienzo donde ritmicamente se reunían las estrellas, existían dos esferas cósmicas que regían las fuerzas de la humanidad: la Esfera Saturnina, severa y firme, y la Esfera Jupiterina, expansiva y luminosa. Estas esferas no eran simples cuerpos celestes; eran reinos vivos, cada uno gobernado por un espíritu poderoso que representaba sus principios.

Saturnus, el señor de la Esfera Saturnina, era un anciano de rostro solemne, envuelto en las capas del tiempo. En sus manos sostenía un bastón de piedra, símbolo de la estructura y la ley. Era el guardián de las raíces, del pasado y de todo aquello que debía conservarse para no perder el equilibrio. Su reino era de mármol, metal y memoria, y sus palabras resonaban como ecos en una caverna antigua.

Jovialis, la reina de la Esfera Jupiterina, era una figura radiante, con un manto dorado que parecía tejido de amaneceres. En su presencia, todo crecía: las ideas, las esperanzas, las fronteras de lo posible. Su reino era de viento, fuego y ríos que fluían hacia horizontes siempre nuevos. Jovialis hablaba con el entusiasmo de un niño y la sabiduría de una visionaria.

Por eras incontables, estas dos esferas guiaron a los habitantes de la Tierra, pero lo hicieron de manera separada. Saturnus enseñó a los humanos a construir muros, a venerar sus raíces y a obedecer las leyes que protegían el orden. Jovialis, en cambio, inspiró a los soñadores a romper cadenas, a mirar las estrellas y a imaginar un futuro sin límites. Sin embargo, esta separación no tardó en generar conflictos en la Tierra.

Los seguidores de Saturnus temían el caos que traían los cambios y cerraban las puertas a todo lo que consideraban una amenaza para el orden. Los seguidores de Jovialis, por su parte, despreciaban las tradiciones y derrumbaban estructuras sin pensar en lo que vendría después. La Tierra comenzó a desgarrarse entre estas dos fuerzas, y las fracturas aparecían tanto en las almas humanas como en las montañas y ríos.

Los habitantes de la Tierra clamaron al cosmos, pidiendo un camino que pudiera unir lo mejor de ambos reinos. Fue entonces cuando Saturnus y Jovialis decidieron convocar una Asamblea de las Dos Esferas en el plano intermedio, un lugar donde sus energías pudieran encontrarse sin destruirse. Allí, bajo un cielo púrpura tachonado de estrellas, se reunieron.

Saturnus habló primero, con una voz grave que parecía arrastrar siglos:
—Jovialis, tus ríos arrasan los cimientos que con tanto cuidado he construido. Los humanos que siguen tus impulsos avanzan sin mirar atrás, y al hacerlo, olvidan las lecciones del tiempo. Si no hay raíces, no hay árbol que crezca.

Jovialis sonrió, pero su mirada era intensa como el sol.
—Y tú, Saturnus, mantienes a la humanidad encadenada a un pasado que ya no les sirve. Mis ríos no destruyen, hermano, sino que limpian y renuevan. Si no hay expansión, las raíces se pudren bajo su propio peso.

Discutieron durante lo que parecieron mil años, mientras los habitantes de la Tierra observaban desde abajo. Pero sus palabras nunca encontraban reconciliación, hasta que una figura inesperada apareció en la Asamblea. Era un joven vestido con una túnica blanca, que parecía irradiar una luz que no era de ninguna de las dos esferas. En sus ojos brillaba una paz que no pertenecía ni al pasado ni al futuro, sino al momento eterno del ahora.

El joven se presentó como Christofer, el hijo de la Esencia Solar.
—He escuchado vuestras disputas —dijo con una voz suave pero firme—, y os digo esto: ninguno de vosotros tiene la razón completa. Ni Saturnus puede gobernar sin Jovialis, ni Jovialis sin Saturnus. Solo en la unión de vuestras fuerzas puede la humanidad encontrar su verdadero destino.

—¿Cómo puede ser eso? —preguntó Jovialis, frunciendo el ceño.
—Si abro mis muros —dijo Saturnus—, ¿no se desbordará todo en caos?

Christofer levantó su mano, y en su palma aparecieron un árbol y un río.
—Observad. Las raíces del árbol se hunden en la tierra, pero el río las riega y les da vida. Sin raíces, el árbol cae. Sin agua, se seca. Así debe ser vuestra unión. Saturnus, tus leyes son necesarias, pero deben adaptarse al fluir del río. Jovialis, tus ríos son vitales, pero necesitan lechos que los contengan.

Entonces, Christofer tomó una estrella del cielo y la partió en dos. Dio una mitad a Saturnus y la otra a Jovialis. Cuando las unieron, apareció una nueva esfera, radiante y dorada: la Esfera de la Humanidad Renovada. En esta esfera, los principios de Saturnus y Jovialis se fundieron, creando un equilibrio perfecto entre tradición y progreso, entre raíces y expansión.


Epílogo

Desde aquel día, la Tierra comenzó a sanar. Las ciudades que habían sido destruidas fueron reconstruidas con bases sólidas, pero abiertas al cambio. Las leyes se adaptaron para ser justas, pero no inmutables. Y los sueños de la humanidad encontraron caminos para hacerse realidad sin destruir lo que era valioso.

Y así, bajo la luz de la nueva esfera dorada, los humanos aprendieron que la verdadera sabiduría no está en elegir entre Saturno o Júpiter, sino en caminar por el sendero iluminado que une ambas fuerzas: el sendero del espíritu que trasciende las divisiones y abraza la totalidad.

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3 comentarios el “La Asamblea de las Dos Esferas

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  2. Avatar de leonornussbaum leonornussbaum dice:

    Hola Gracia. te agradezco mucho tu dedicacion, aprendo mucho.

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