GA354c8 – La evolución de la Tierra y el Hombre y la influencia de los astros.

Rudolf Steiner Dornach, 6 de agosto de 1924

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Rudolf Steiner: ¡Buenos días, señores!  Hay una serie de preguntas que se me han entregado, y que nos llevan de una manera bastante interesante a lo que vamos a desarrollar hoy. Alguien ha preguntado:

-«¿Cómo se desarrollará en el futuro la cultura del hombre»

Voy a considerar esto en relación con una segunda pregunta:

-«¿Por qué el hombre primitivo tenía una creencia tan fuerte en el espíritu?»

Es interesante sin duda, investigar cómo vivieron los seres humanos en épocas anteriores. Como ustedes saben, incluso desde un punto de vista superficial hay dos opiniones opuestas sobre este tema. Una de ellas es que el hombre estaba originalmente en un alto nivel de perfección, del que ha caído a su imperfecto estado actual. No es necesario que tomemos una excepción a esto, o referirnos a la manera en que los diferentes pueblos han interpretado esta perfección algunos hablan del paraíso, otros de alguna otra cosa. Sin embargo, hasta hace poco tiempo existía la creencia de que el hombre era originalmente perfecto y poco a poco ha degenerado a su estado actual de imperfección. El otro punto de vista es el que probablemente se ha llegado a conocer como supuestamente el único verdadero, es decir, que el hombre era originariamente imperfecto, como una especie de animal superior y que se ha ido desarrollando gradualmente a una perfección cada vez mayor. Ya sabemos cómo la gente apunta a las condiciones primitivas que prevalecen entre los pueblos salvajes los pueblos llamados salvajes para tratar de formarse una idea de lo que podía haber sido el hombre cuando todavía se asemejaba al animal. La gente dice: Nosotros, los europeos y los americanos somos muy civilizados, mientras que, en África, Australia, y sucesivamente, todavía viven pueblos en su etapa inicial, no civilizados, o por lo menos en una etapa muy cerca de la original. A partir de ahí podemos estudiar lo que la humanidad era en un principio.

Pero, señores, esto da una imagen demasiado simple de la evolución humana. En primer lugar, no es cierto que todos los pueblos civilizados crean que el hombre ha sido físicamente perfecto en su origen. Los pueblos de la India ciertamente no están tan de acuerdo con las opiniones de nuestros materialistas modernos, y, sin embargo, aun así, su concepción es que el hombre físico anduvo por la Tierra en los tiempos primitivos de una forma parecida al animal. De hecho, cuando los hindúes, los sabios de la India, hablan del hombre en su estado original en la Tierra, hablan del Hanuman con aspecto de simio. Así que ya ven, no es cierto que incluso las personas con una imagen espiritual del hombre, tengan una visión primitiva de manera similar a la forma en que se le imagino en el paraíso. De hecho, no es así.

Más bien tienen un conocimiento claro de que el hombre es un ser que lleva en sí el cuerpo, alma y espíritu, y cada una de estas tres partes se someten a su evolución particular. Naturalmente, si la gente no tiene idea del espíritu, no pueden hablar de la evolución del espíritu. Pero una vez que reconocemos que el ser humano se compone de cuerpo, alma y espíritu, podemos preguntarnos cómo se desarrolla el cuerpo, como se desarrolla el alma y cómo evoluciona el espíritu. Cuando hablamos del cuerpo humano, tendremos que decir: El cuerpo del hombre se ha ido perfeccionado desde etapas anteriores. También podemos decir que la evidencia que tenemos de esto, nos proporciona la prueba viviente. Como ya he señalado, nos encontramos con el hombre original en los estratos de la Tierra, mostrando un cuerpo como animal —no ciertamente como cualquier animal presente, sin embargo, como un animal— y de ahí debe de haberse desarrollado gradualmente a su estado actual de perfección. No hay duda, por lo tanto, que la ciencia espiritual que perseguimos aquí, en el Goetheanum llegue a un desacuerdo con las ciencias naturales, ya que simplemente acepta las verdades de la ciencia natural.

Por otro lado, señores, debemos ser capaces de reconocer que en el período de tiempo de tres o cuatro mil años atrás, prevaleció el punto de vista a partir del cual podemos aprender mucho y que no podemos dejar de admirar. Cuando nos dejamos guiar por un conocimiento genuino y serio del estudio y la comprensión de los escritos que aparecieron en la India, Asia, Egipto, e incluso en Grecia, nos encontramos con que los hombres de aquellos tiempos estaban muy por delante de nosotros. Lo que sabían, sin embargo, fue adquirido de una manera muy diferente a la forma en que adquiere el conocimiento hoy en día.

Hoy en día hay muchas cosas que conocemos muy poco. Por ejemplo, por lo que he dicho en relación con la nutrición se ha visto lo necesario que es para la ciencia espiritual acudir en ayuda de la gente en las más sencillas cuestiones de nutrición. Las ciencias naturales son incapaces de hacerlo. Pero no tenemos más que leer lo que los médicos de la antigüedad tenían que decir, y entiendo que con razón, al tomar conciencia de que realmente la gente hasta el momento de, por ejemplo, Hipócrates[i] en Grecia, sabía mucho más de lo que se conoce por nuestros médicos modernos materialistas. Hemos de respetar, de respetar profundamente, el conocimiento que una vez se poseyó. La única cosa señores, es que el conocimiento no se impartía entonces en la misma forma como se hace hoy. Hoy expresamos nuestro conocimiento en conceptos. Esto no ocurría de la misma manera con los pueblos antiguos, que revestían sus conocimientos de una imaginación poética, de modo que lo que queda ahora es sólo en sentido figurado, como una poesía. No era poesía para los hombres de la antigüedad, era su manera de expresar lo que sabían. Así, nos encontramos cuando somos capaces de investigar y estudiar a fondo los documentos aún existentes, que no puede haber ninguna duda de que la humanidad original estaba desarrollada espiritualmente. Pudieron haber caminado en cuerpos como animales, ¡pero en el espíritu eran infinitamente más sabios que nosotros!

Pero hay que recordar algo más. Vemos que cuando el hombre anduvo en los tiempos prehistóricos, adquirió una gran sabiduría espiritual. Su rostro era más o menos lo que sin duda llamaríamos de un animal, mientras que hoy en día en la cara del hombre se expresa su espíritu, y ahora su espíritu está, por así decirlo, encarnado en la apariencia física de su rostro. Esto, señores, es una necesidad si el hombre quiere ser libre, si es que quiere llegar a ser un ser libre. Estos sabios de la antigüedad eran muy sabios, pero poseían la sabiduría de la misma manera en que el animal posee hoy el instinto. Ellos vivían en una condición de aturdimiento, como si estuvieran en una nube. Escribieron sin poseer la orientación de su propia mano. Hablaron con la sensación de que no eran ellos los que estaban hablando, pues el Espíritu hablaba a través de ellos. En aquellos tiempos primitivos, por lo tanto, no había duda de que el hombre no era libre.

Esto es algo en la historia de la cultura que constituye un verdadero paso adelante para la raza humana: que el hombre adquiere la conciencia de que es un ser libre. Ya no siente que el espíritu le conduce como el instinto al animal. Siente el espíritu de hecho dentro de él, y esto le distingue del hombre de la antigüedad.

Cuando desde este punto de vista consideramos a los salvajes actuales, debe sorprendernos que los hombres de los tiempos llamados primitivos —en la pregunta que tratamos aquí sobre los hombres primitivos— no eran como los salvajes modernos, sino que estos últimos son, por supuesto, descendientes de los primeros, de los hombres primitivos. Pueden hacerse una idea mejor de esta evolución si les digo lo siguiente.

En algunas regiones hay personas que tienen la idea de que si se entierra alguna pequeña cosa que pertenece a una persona enferma — por ejemplo, enterrar su faldón o su camisa en el cementerio— que esto puede tener el efecto mágico de sanarlo. Incluso he conocido personalmente a tales personas. Conocí a una persona que, en el momento en el que el emperador Federico[1] estaba enfermo (cuando todavía era príncipe heredero —ya saben todo acerca de eso), le escribió a la emperatriz (como lo fue más tarde), preguntando por los faldones de la camisa que pertenecían a su marido. Él la enterraría en el cementerio y el emperador podría entonces curarse. Ustedes pueden imaginarse cómo fue recibida esta solicitud. Pero el hombre había hecho simplemente lo que él pensaba que podría llevar a la recuperación del Emperador. Él mismo me lo dijo, y agregó que habría sido mucho menos estúpido que se le hubiera permitido tener ese faldón de la camisa que enviarle al Médico Inglés Mackenzie, y así sucesivamente, que había sido absurdo, que deberían haberle dado el faldón de la camisa.

Ahora, cuando este tipo de cosas viene a la entendedera de un materialista dice: Eso es una superstición que se ha originado en alguna parte. En algún momento u otro, a alguien se le metió en la cabeza que enterrar los faldones de la camisa de un hombre enfermo en el cementerio y enunciar poco más que una oración sanaría al hombre.

Señores, nada ha surgido de esa manera. No surge de ser pensado como una superstición. Surge de una manera totalmente diferente. Hubo una vez un tiempo donde la gente tenía gran respeto por sus muertos y se dijeron: Siempre que un hombre camina por la Tierra es un ser pecaminoso, hace cosas buenas y hace cosas malas. Pero ellos pensaban, el muerto vive en el alma y el espíritu, y la muerte lo compensa de todas las deficiencias. Así, cuando se pensaba en los muertos, se pensaba en lo que era bueno, y pensando en los muertos, ellos trataron de hacerse mejor a sí mismos.

Ahora bien, es característico de los seres humanos olvidar fácilmente. Basta pensar lo rápido que aquellos que nos han dejado —los muertos— son olvidados hoy. En otra época había personas que les daban a sus semejantes diferentes signos para hacerlos pensar en los muertos y por lo tanto para su mejora. Alguien en un pueblo pensaría que, si un hombre estaba enfermo, los demás habitantes debían cuidar de él. Ciertamente no era la costumbre de ingresarlos por enfermedad; ese tipo de cosas es una invención moderna. En aquellos tiempos, todos los aldeanos se ayudaban unos a otros, de manera bondadosa, todo el mundo tenía que pensar en los que estaban enfermos. El líder del pueblo podría decir: las personas son egoístas, no tienen idea de los enfermos, a menos que se les anime a salir de sí mismos y tengan pensamientos, por ejemplo, de los muertos. Así que él les decía que deberían tener tal vez el faldón de la camisa del hombre enfermo para que se acordaran de él, y que lo debían enterrar en la Tierra, entonces seguramente se acordarían de él. Al pensar en los muertos se acordarían de cuidar de alguien que está vivo. Esta obra exterior era artificial, simplemente era para ayudar a la memoria de la gente.

Posteriormente, la gente olvido la razón de esto y lo coloco bajo la magia, la superstición. Esto ocurre con mucho de lo que vive en la superstición, que surgió a partir de algo perfectamente razonable. Lo que es perfecto no surge de lo que es imperfecto. La afirmación de que algo perfecto puede venir de lo que no es perfecto, parece como si cualquier persona con visión, dijera: Usted va a hacer una mesa, pero hay que hacerla lo más torpe e inacabada que pueda, de modo que con el tiempo pueda convertirse en una mesa perfecta. Pero las cosas no suceden de esa manera. Nunca conseguiremos una mesa bien hecha de una que está mal hecha. La mesa comienza por ser una mesa buena y se convierte en una mesa maltratada en el transcurso del tiempo. Y esa es la forma en que ocurre fuera de la naturaleza también, en cualquier parte del mundo. En primer lugar, tenemos las cosas en perfecto estado, y luego se van deteriorando. Lo mismo ocurre con el ser humano: su espíritu en el principio, aunque carecía de libertad, se encontraba en un cierto estado de perfección. Pero su cuerpo —es cierto— era imperfecto. Y, sin embargo, precisamente en esto yacía la perfección del cuerpo: era suave y por lo tanto susceptible de ser formado por el espíritu para que el progreso cultural se pudiera llevar a cabo.

Como pueden ver, señores, no está justificado el pensar que los seres humanos eran originalmente como los salvajes actuales. Los salvajes se han convertido en lo que son ahora —con sus supersticiones, sus prácticas mágicas y su apariencia— de estados impuros originalmente más perfectos. La única superioridad que tenemos sobre ellos es que, a partir de las mismas condiciones, no degeneramos como lo hicieron ellos. Por lo tanto, podríamos decir: La evolución del hombre ha tomado dos caminos. No es cierto que los salvajes de hoy representen la condición original de la humanidad. Aunque la humanidad, para empezar, se asemejaba más al animal, era altamente civilizada.

Ahora tal vez ustedes se preguntarán: ¿Pero eran los originales, hombres-animales descendientes de los monos o de otros animales? Esa es una pregunta natural. Miran a los monos tal como son hoy y dicen: Nosotros somos descendientes de los monos. ¡Ah! pero cuando los seres humanos tenían su forma animal, ¡no había animales tales como los simios actuales! Los hombres no han descendido, por lo tanto, a partir de los simios. ¡Por el contrario! Al igual que los salvajes actuales han caído desde el nivel de los seres humanos de los tiempos primitivos, los simios son seres que han caído aún más bajo.

Al ir más atrás en la evolución de la Tierra, nos encontramos con los seres humanos formados de la manera que he descrito aquí hace poco, de un suave elemento que no está presente en nuestros animales. Los seres humanos nunca podrían desarrollarse a partir de los monos de hoy día. Por otro lado, fácilmente podría ser posible que, si las condiciones que prevalecen en la Tierra hoy en día continúan, condiciones en las que todo se basa en la violencia y el poder, y la sabiduría no cuenta para nada; bueno, de hecho, podría ocurrir que los hombres que quieren fundar todo en el poder gradualmente vuelvan a tomar cuerpos semejantes a animales, y que luego aparezcan dos razas. Una raza sería la que defiende la paz, el espíritu y la sabiduría, mientras que la otra sería la que vuelve a la forma animal. De hecho, se podría decir que aquellos que hoy no se preocupan por el progreso de la humanidad, por las realidades espirituales, corren el riesgo de degenerar en una especie de simios.

Verán, todo tipo de cosas extrañas que se experimentan hoy. Por supuesto, lo que los periódicos informan es en gran medida falso, pero a veces muestra la tendencia a pensar de las personas de una manera notable. Durante nuestro reciente viaje a Holanda compramos un periódico ilustrado, y en la última página había una foto curiosa: un niño, un niño pequeño, realmente un bebé, y como su enfermera, cuidándolo, criando, un mono, un orangután. Ahí estaba, sujetando al bebé con bastante propiedad, y se lo iban a llevar, decía el periódico —a algún lugar de América, por supuesto— como niñera.

Ahora es posible que esto aún no sea un hecho real, pero muestra lo que algunas personas están imaginando: les gustaría usar simios hoy como niñeras. Y si los simios se convierten en niñeras, caballeros, ¡qué perspectiva para la humanidad! Una vez que se descubre que los simios se pueden emplear para cuidar a los niños, es posible, por supuesto, entrenarlos para que hagan muchas cosas; el niño tendrá que sufrir por ello, pero el simio podría ser entrenado: en ciertas circunstancias podría ser entrenado para cuidar las necesidades físicas de los niños; bueno, entonces las personas llevarán la idea más allá y la cuestión social estaría en un nuevo nivel. Verán propuestas de largo alcance para criar simios y ponerlos a trabajar en fábricas. Se descubrirá que los simios son más baratos que los hombres, por lo tanto, esto se considerará como la solución del problema social. Si las personas realmente logran que los simios cuiden a sus hijos, nos inundarán con panfletos sobre cómo resolver la cuestión social criando simios.

Es realmente concebible que esto pueda suceder fácilmente. Solo piensen: otros animales al lado de los simios pueden ser entrenados para hacer muchas cosas. Los perros, por ejemplo, son muy enseñables. Pero la pregunta es si esto será para el avance o el declive de la civilización. La civilización definitivamente declinaría. Se deterioraría, los niños criados por cuidadoras simio se convertirían en simios. Entonces, de hecho, tendríamos la perfección cambiando a la imperfección. Debemos darnos cuenta claramente de que es posible que ciertos seres humanos tengan una naturaleza similar a los simios en el futuro, pero que la raza humana en el pasado nunca fue tal que la humanidad evolucionó del simio. Pues cuando el hombre todavía tenía una forma animal —de hecho, muy diferente de la de los simios— los monos actuales no existían todavía. Los propios simios son seres degenerados, han caído de un nivel superior.

Cuando consideramos a los pueblos primitivos de quienes se dice que fueron ricos en espíritu, pero de cuerpo animal, descubrimos que todavía no estaban desarrollados en la razón, en la inteligencia, facultad de la que estamos tan orgullosos. Esos hombres de la antigüedad no eran capaces de pensar. Por lo tanto, cuando alguien hoy en día que se enorgullece especialmente de su pensamiento encuentra documentos antiguos, busca que se basen en el pensamiento, y parece en vano. Él dice, por lo tanto: Todo esto es muy hermoso, pero es simplemente poesía. Pero, señores, no podemos juzgar todo solo por nuestros propios estándares, porque entonces nos descarriamos. Esa humanidad antigua tenía, sobre todo, grandes poderes de imaginación, una imaginación que funcionaba como un instinto. Cuando hoy usamos nuestra imaginación, a menudo nos levantamos y pensamos: la imaginación no tiene cabida en lo que es real. Esto es correcto para nosotros hoy, pero los hombres de la época primitiva, hombres primitivos, nunca habrían podido sostenerse sin imaginación.

Ahora les parecerá extraño cómo esta imaginación viva poseída por hombres primitivos pudo haberse aplicado a algo real. Pero aquí también tenemos conceptos equivocados. En sus libros de historia en la escuela, habrán leído acerca de la tremenda importancia para la evolución humana que se otorga a la invención del papel. El papel en el que escribimos —hecho de trapos— está en existencia hace solo unos pocos siglos. Antes de eso, la gente tenía que escribir en el pergamino, que tiene un origen diferente. Solo al final de la Edad Media alguien descubrió la posibilidad de hacer papel con las fibras de las plantas, fibras gastadas y raídas después de haber sido usadas primero para la ropa. Los seres humanos tardaron en adquirir el intelecto que se necesitaba para hacer este trabajo.

Pero lo mismo (excepto que no es tan blanco como nos gusta para nuestra tinta negra) fue descubierto hace mucho tiempo. Lo mismo que se utiliza para nuestro presente documento fue descubierto no hace dos o tres mil años, sino muchos, muchos miles de años antes de nuestro día. ¿Por quién, entonces? ¡No por seres humanos en absoluto, sino por avispas! Solo miren el nido de avispas que encuentren colgando en un árbol. Mira el material en el que está compuesto, ¡papel! No es un libro blanco, no del tipo en el que escribes, porque las avispas aún no tienen el hábito de escribir, de lo contrario habrían hecho papel blanco, pero papel como el que podrías usar para un paquete. Tenemos un papel de color gris para paquetes que es exactamente lo que las avispas usan para hacer sus nidos. Las avispas descubrieron cómo hacer papel miles y miles de años atrás, mucho antes de que los seres humanos llegaran a él a través de su intelecto.

La diferencia es que el instinto funciona en los animales, mientras que en el hombre de los tiempos primitivos era la imaginación, no habrían sido capaces de hacer nada si la imaginación no les permitía hacerlo, ya que carecían de inteligencia. Por tanto, debemos concluir que en apariencia estos hombres primitivos eran más como animales que los hombres actuales, pero hasta cierto punto, ya que estaban poseídos por el espíritu, el espíritu trabajando en ellos. No fueron ellos los que poseían el espíritu a través de sus propios poderes, estaban poseídos por él y sus almas tenían un gran poder de imaginación. Con la imaginación hicieron sus herramientas, la imaginación les ayudaba en todo lo que hicieron, y les ha permitido hacer todo lo que necesitaban.

Nosotros, señores, estamos sumamente orgullosos de todos nuestros inventos, pero habría que considerar si realmente tenemos motivos para estar así, porque mucho de lo que constituye la grandeza de nuestra cultura en realidad se ha desarrollado a partir de ideas muy simples. Escuchen esto, por ejemplo: Cuando ustedes leen acerca de la guerra de Troya, ¿se dan cuenta cuando se llevó a cabo? —Alrededor de 1200 años antes de la fundación del cristianismo. Ahora, cuando oímos hablar de las guerras por el estilo —que no tienen lugar en Grecia, sino mucho más lejos, allá en Asia— bueno, sabríamos el desenlace al día siguiente en Grecia por telegrama, como lo haríamos ahora: eso, señores, ¡no sucedía en esos días! Hoy si recibimos un telegrama, nos lo envía la Oficina de Correos. Naturalmente, esto no ocurrió en ese momento en Grecia, ya que los griegos no tenían telégrafo. ¿Qué podrían hacer? Bueno, ahora miren, la guerra terminó aquí en un solo lugar; luego estaba el mar y una isla, una montaña y nuevamente el mar; allá hay otra isla, una montaña y luego el mar; y así sucesivamente, hasta que llegaba a Grecia, aquí Asia, el mar y aquí en medio, Grecia. Se acordó que cuando terminara la guerra se encenderían tres fuegos en las montañas. Quien fuera enviado a la montaña más cercana debía correr a dar la primera señal e iluminar tres hogueras. El vigilante en la siguiente montaña, al ver los tres fuegos, encendería tres fuegos a su vez; el siguiente vigilante nuevamente tres fuegos; y de esta forma el mensaje llegaba a Grecia en un tiempo relativamente corto. Este era su método de enviar un telegrama. Así se hacía. Era una forma simple de telegrafiar. Funcionaba rápido, y antes de los días del telegrama la gente tenía que conformarse con esto. ¿Y cómo está hoy? Cuando llamas por teléfono —no el telégrafo sino el teléfono— les mostraré de la manera más simple posible lo que sucede. Tenemos una especie de imán que, es cierto, es producido por la electricidad; y tenemos algo llamado armadura. Cuando el circuito está cerrado, esta se acerca; cuando el circuito está abierto, la armadura se libera, y por lo tanto oscila hacia adelante y hacia atrás. Está conectado por un cable con una placa, que vibra con ella y transmite lo que se genera por la armadura —exactamente de la misma manera que en aquellos tiempos antiguos los tres fuegos transmitían mensajes a los hombres. Esto es bastante más complicado, y, por supuesto, se ha utilizado la electricidad en su aplicación, pero sigue siendo la misma idea. Cuando escuchamos tales cosas debemos seguramente respetar lo que los seres humanos de aquellos tiempos antiguos idearon y organizaron a partir de su facultad imaginativa. Y cuando leemos los documentos antiguos con este sentimiento, seguramente debemos decir: Esos hombres lograron grandes cosas en un nivel puramente espiritual y todo por la imaginación. Para llegar a una comprensión completa de esto, solo necesitamos considerar lo que las personas creen hoy. Creen que saben algo sobre los antiguos dioses germánicos: Wotan, Loki, por ejemplo. En los libros hay imágenes de ellos en forma humana: Wotan con una barba suelta; Loki se ve como un demonio, con el pelo rojo, y así sucesivamente. Se cree que los hombres de antaño, los antiguos alemanes, tenían las mismas ideas sobre Wotan y Loki. Pero eso no es verdad. Los hombres de antaño tenían más bien la siguiente concepción: cuando sopla el viento, hay algo espiritual en ello —que de hecho es cierto— y ese es Wotan soplando en el viento. Nunca imaginaron que cuando se adentraran en el bosque se encontrarían con Wotan disfrazado de un hombre común. Para describir una reunión con Wotan habrían hablado del viento soplando a través del bosque. Esto todavía se puede sentir en la misma palabra Wotan por cualquiera que sea sensible a estas cosas. Y Loki —no tenían la imagen de Loki sentado tranquilamente en un rincón mirando estúpidamente; ¡Loki vivía en el fuego!

De hecho, de varias maneras la gente siempre hablaba de Wotan y Loki. Alguien diría, por ejemplo: cuando vayas a la montaña, podrás encontrarte con Wotan. Él te hará fuerte o débil, lo que te merezcas. Así es como las personas sienten, cómo entienden estas cosas. Hoy uno dice que eso es solo superstición. Pero en aquellos tiempos no lo entendieron así. Ellos lo sabían: cuando subes a ese pico tan difícil de alcanzar, no conocerás a un hombre en un cuerpo como cualquier hombre ordinario. Pero la forma misma de la montaña dará lugar a un torbellino especial en ese lugar, y un tipo especial de aire se transmitirá hasta ese pico desde un abismo. Si resistes esto y te mantienes en tu camino, puedes mejorar o enfermarte. La gente estaba lista para contar de qué manera te sientes, si bien o enfermo; estaban en armonía con la naturaleza y no hablarían de una manera intelectual sino desde su imaginación. El médico moderno trataría de expresarse intelectualmente: si tienes tendencia a la tuberculosis, sube a cierta altura en la montaña y siéntate allí todos los días. Continúa haciendo esto durante un tiempo, ya que será más beneficioso. Esa es la forma intelectual de hablar. Pero si hablas con imaginación, dices: Wotan siempre se encuentra en ese pico alto; si lo visitas a ciertas horas todos los días durante un par de semanas, él te ayudará.

Esta es la forma en que las personas enfrentaron la vida con su imaginación. Ellos trabajaron de esta manera, también. Seguramente en algún momento todos ustedes han estado lejos en el país donde la trilla no se hace por máquina, sino que todavía se hace a mano. Puedes escuchar a la gente trillar en un ritmo perfecto. Saben que cuando tienen que trillar durante días, si van a su trabajo sin ningún orden, solo cada uno por su cuenta, muy pronto serán vencidos por el agotamiento. La trilla no se puede hacer de esa manera. Sin embargo, si trabajan rítmicamente, manteniendo el ritmo juntos, se evita el agotamiento, porque el ritmo estará entonces en armonía con el ritmo de su respiración y circulación. Incluso hace una diferencia si golpean su mayal en la inhalación o si lo hacen en la expiración, ya que cambia de uno a otro. Ahora, ¿por qué es esto? Pueden ver que no tiene nada que ver con el intelecto, porque hoy esta antigua forma de trilla es casi inaudita. Todo lo de ese tipo está siendo aniquilado. Pero en el pasado, todo el trabajo se realizaba rítmicamente y con la imaginación. Los comienzos de la cultura humana se desarrollaron desde el ritmo.

Ahora bien, no creo que realmente piensen que, si toman un trozo de madera y algunos trozos de cuerda y hacen el tonto con ellos de una manera aficionada, de repente tendrán un violín. Un violín se produce cuando se ejerce la mente, cuando se ejerce el espíritu, cuando la madera se forma cuidadosamente de una manera particular, cuando la cuerda se somete a un proceso especial, y así sucesivamente. Tenemos que decir entonces: estas personas primitivas, que todavía no pensaban por sí mismas, podrían atribuir la forma en que fueron hechas originalmente las máquinas solo al espíritu que las poseía, que trabajaba en ellas. Por lo tanto, estas personas, trabajando no desde el intelecto, sino desde su imaginación, naturalmente tendieron a hablar del espíritu en todas partes.

Cuando alguien hoy en día construye una máquina en la obra de su intelecto, no dice que el espíritu le ayudó – y con razón. Pero cuando un hombre de aquellos tiempos que no sabían nada sobre el pensamiento, que no tenía capacidad para el pensamiento, cuando construía algo, el hombre sentía de inmediato: el espíritu me está ayudando.

Sucedió, pues, que cuando los europeos, esos hombres “superiores”, llegaron primero a América, y también más tarde, en el siglo XIX, cuando llegaron a las regiones donde todavía vivían indios como los de los tiempos antiguos, estos indios hablaban (era posible averiguar lo que decían) del “Gran Espíritu” que reinaba en todas partes. Estos hombres primitivos siempre han continuado hablando de este modo del Ser que reina en todas las cosas. Este “Gran Espíritu” era el que veneraban particularmente los seres humanos que vivían en los tiempos de la Atlántida, cuando todavía había tierra entre Europa y América; los indios conservaron esta veneración y aún no sabían nada del intelecto. Luego llegaron a conocer gradualmente a los hombres “superiores”, antes de ser exterminados por ellos. Llegaron a conocer el papel impreso de los europeos en el que había pequeños signos que ellos tomaron por pequeños demonios. Aborrecían el papel y los pequeños signos, porque eran de origen intelectual, y un hombre cuyas actividades surgen de la imaginación abomina de lo que proviene del intelecto.

Ahora bien, el europeo, con su civilización materialista, sabe construir una locomotora. El método intelectual con el que construye su máquina nunca podría haber sido el mismo que el de los antiguos griegos, pues éstos carecían aún de intelecto. El intelecto llegó al hombre por primera vez en los siglos XV y XVI. Los griegos habrían llevado a cabo su construcción con la ayuda de su imaginación. Puesto que los griegos atribuían todas las formas naturales a los buenos espíritus y todo lo que no es naturaleza, todo lo que es producido artificialmente, a los malos espíritus, habrían dicho: Un espíritu maligno vive en la locomotora. Seguramente habrían ideado su construcción con la imaginación; nunca se les habría ocurrido otra cosa que la de que estaban siendo ayudados por el espíritu.

Por lo tanto, señores, ven que tenemos que atribuir realmente un espíritu elevado al ser humano original, primitivo, pues la imaginación es de una naturaleza mucho más espiritual en el alma humana que el mero intelecto que se aprecia tanto hoy en día.

Sin embargo, las condiciones anteriores nunca podrán volver. Debemos seguir adelante, pero no con la idea de que lo que hoy existe en el animal como puro instinto haya podido convertirse en espíritu. Por lo tanto, no debemos imaginarnos a los hombres primitivos como si estuvieran dotados de un mero instinto. Sabían que era el espíritu el que actuaba en ellos. Por eso tenían, como decimos hoy, una fe tan fuerte en el espíritu.

Tal vez esto contribuya un poco a nuestra comprensión de cómo ha evolucionado la cultura humana. Además, debemos admitir que tienen razón quienes sostienen que los seres humanos han surgido de formas animales, porque así es, pero no de formas como los animales actuales, porque estas formas sólo surgieron más tarde, cuando la humanidad ya existía. Las primeras formas animales del hombre que se desarrollaron gradualmente en el curso de la evolución humana hasta su forma actual, junto con las facultades que ya tenía en ese momento, surgieron porque la entidad espiritual del hombre era originalmente más perfecta que hoy, no en términos de intelecto, sino de imaginación. Tenemos que recordar siempre que esta perfección original se debió al hecho de que el hombre no era libre; el hombre estaba, por así decirlo, poseído por el espíritu. Sólo el intelecto permite al hombre ser libre. Por medio de su intelecto el hombre puede ser libre.

Ya ven, cualquiera que trabaja con su intelecto puede decir: ahora a cierta hora voy a pensar tal o cual cosa. Esto no lo puede hacer un poeta, porque incluso hoy en día un poeta sigue trabajando a partir de su imaginación. Goethe fue un gran poeta. A veces, cuando alguien le pedía que escribiera un poema o cuando él mismo se sentía inclinado a hacerlo, se sentaba a escribirlo en un momento determinado, y, bueno, el resultado era lamentable. El hecho de que la gente de hoy no sea consciente de esto se debe simplemente a su incapacidad para distinguir la buena poesía de la mala. Entre los poemas de Goethe hay muchos malos. El trabajo imaginativo sólo se puede realizar cuando se tiene el ánimo para ello, y cuando el ánimo se apodera del poeta, debe escribir el poema de inmediato. Y así fue en el caso de los hombres primitivos. Nunca fueron capaces de hacer cosas por libre albedrío. El libre albedrío se desarrolló gradualmente, pero no la sabiduría. La sabiduría era originalmente más grande que el libre albedrío y ahora debe recuperar su grandeza. Eso significa que tenemos que volver al espíritu a través del intelecto.

Y ésa es, como ven, la tarea de la antroposofía. No pretende hacer lo que a mucha gente le gustaría, es decir, devolver a la humanidad las condiciones primitivas, como por ejemplo la antigua sabiduría hindú. Es absurdo que la gente insista en eso. La antroposofía, en cambio, valora el retorno al espíritu, pero precisamente un retorno al espíritu en plena posesión del intelecto, con el intelecto plenamente vivo. Es importante, señores, y hay que tenerlo muy presente, que no tenemos nada en contra del intelecto; lo importante es, más bien, que debemos seguir adelante con él. En un principio, los seres humanos tenían espíritu sin intelecto; después, el espíritu fue decayendo y el intelecto aumentó. Ahora, por medio del intelecto, tenemos que recuperar el espíritu. La cultura está obligada a seguir ese camino.

Si no lo hacen, señores, siempre se dice que la Guerra Mundial no se parecía a nada que se hubiera vivido antes, y es cierto que los hombres nunca antes se habían destrozado tan brutalmente. Pero si los hombres se niegan a emprender el camino de retorno al espíritu y de traer consigo su intelecto, se producirán guerras aún mayores, guerras que se harán cada vez más salvajes. Los hombres se destruirán entre sí, como hicieron las dos ratas, encerradas juntas en una jaula, comiéndose hasta que no quedaron de ellas más que dos colas. Es una expresión un tanto brutal, pero, en realidad, la humanidad va camino de su exterminio total. Es muy importante saberlo.

Traducción revisada por Gracia Muñoz en junio de 2024


[1] Emperador Federico III, 1831 – 1888. Sufrió de una enfermedad de la laringe. No se sabe quién escribió la solicitud.


 

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