Viaje a través de las esferas-Beethoven

Conferencia incompleta Fecha y lugar desconocido

de Willi Sucher

English version

…  Luego, a medida que la onda se mueve hacia el Sol, disminuyendo y perdiendo su impulso (debemos imaginar esto como un elemento cualitativo y no cuantitativo), podemos imaginar las órbitas de Venus y Mercurio.

Ahora, en el proceso de encarnación, asumimos los componentes desiderativos de nuestra alma a través Saturno, Júpiter y Marte, que se ocuparán de las piedras de construcción no sólo en un sentido físico, sino en un sentido psicológico —con el fin de construir el cuerpo en el que se infundan los órganos procedentes de las esferas que irradian desde la dirección opuesta. Esto significa que ya han infundido un impulso de disolución, de espiritualización, en este cuerpo construido desde el otro lado. Por lo tanto, debemos imaginar la totalidad de nuestra organización: la vida física y la anímica. Esto viene de un lado, pero también lleva en él aquel [espíritu] elemento de disolución, de espiritualización.

Tan pronto como el alma humana nace, comienza a morir a causa de ciertos sistemas integrados en su organismo. Sabemos que necesitamos una cierta cantidad de materia corporal, y que la materia se cambia aproximadamente cada siete años. Nuestro cuerpo nunca es estable, con respecto a la cantidad, sino que está cambiando constantemente, se transforma constantemente. Esto es provocado por el sistema circulatorio y respiratorio, y también por la totalidad de los procesos metabólicos que tienen lugar en los riñones, etc. Tenemos entonces una ruptura en estas esferas del funcionamiento orgánico de nuestro ser, que constituyen el proceso de descomposición, hasta que finalmente el organismo ha cumplido con su tarea y el alma se libera del cuerpo con la muerte.

Entonces, ¿qué sucede? Ahora comienza el verdadero proceso de dejar de lado todas las afinidades que se iniciaron en estas etapas de la encarnación de la esfera de Saturno a la Tierra. Ahora comienza la verdadera emancipación, que se prolonga durante mucho tiempo después de la muerte, por mucho tiempo, poco a poco, paso a paso, la emancipación de nuestro Ser a partir de sus afinidades con la vida en la Tierra, de todo lo que hemos experimentado en la Tierra en el reino de la percepción de los sentidos. Sabemos que después de la muerte el alma se ve obligada a emanciparse de sus afinidades con la existencia terrenal.

Se sabe que en Grecia el héroe, en el mundo subterráneo tenía que someterse a procesos dolorosos, por ejemplo, tenía que estar de pie en medio de un charco de agua, que por encima había árboles cargados de fruta. Sin embargo, la fruta no puede ser alcanzada y el agua desaparece. Es la región donde nos vemos obligados a emanciparnos de nuestras afinidades al reino terrenal, porque nuestras afinidades ya no existen, ya no tenemos los órganos para satisfacerlas. Por lo tanto, este tiempo de purificación, en el camino hacia el Sol, a veces incluso asume el carácter de un fuego ardiente, un fuego en el que los deseos, las emociones y afinidades terrenales se queman, por así decirlo.

El primer lugar en el que entramos es la esfera de la Luna, pero más en la parte que esta vuelta hacia el sol. Es allí donde emancipamos de nuestro Ser de todo aquello que la Luna hizo por nosotros antes de nuestro nacimiento, cuando nos dio nuestro cuerpo durante el desarrollo embrionario. Durante ese tiempo anterior, la Luna es muy potente y nos proporciona nuestro cuerpo. Por lo tanto, todo lo referente a la concepción y al tiempo de gestación está fuertemente conectado con la Luna.

La Luna es una especie de Imaginación, que porta en ese cáliz (la media luna) todas aquellas imaginaciones que vienen de Saturno a la Tierra, todas esas grandiosas imágenes de la forma humana, y ahora se integran en una sola Imaginación de forma humana. Por otra parte, la Luna es capaz de tejer esto en lo que será la materia humana. Sin embargo, tras la muerte hace lo contrario, y ahora tenemos que salir de esa región Lunar y paso a paso ir dejando todo lo que la Luna hizo por nosotros con anterioridad.

Después, mucho después de la muerte, vamos más allá y entramos en la esfera de Venus. Es aquí donde emancipamos nuestro Yo de todo lo que concierne a nuestras relaciones con otros seres humanos; por ejemplo, de la familia, de las comunidades, etc.; porque antes del nacimiento, Venus introdujo en nuestro organismo, cuando nacimos, un elemento que nos permitió crear relaciones. Pero ahora debemos emancipar nuestro Ser de ese elemento, y lo hacemos en la esfera de Venus.

Finalmente, entramos en la esfera de Mercurio, donde tenemos que dejar atrás todo aquello a lo que nos aferramos como personalidad: todos los deseos en un sentido personal. Pudieron haber sido deseos idealistas, incluso preocupaciones caritativas, como estar plenamente convencidos de que estábamos haciendo algo por la humanidad. Incluso en estas afinidades vive un elemento de egoísmo, algo que relaciona incluso las cosas de naturaleza idealista con uno mismo. Para satisfacer ese yo, a veces hacemos cosas que parecen altruistas, pero que en realidad son egoístas. Debemos dejarlos atrás, y esto se hace en la esfera de Mercurio, que construye en nuestro organismo la capacidad de realizar el yo, de realizar la personalidad como inteligencia y como voluntad personal.

Ahora nuestra alma está preparada para entrar al Sol. Hemos dicho que el Sol es un agujero en el espacio, pero en realidad es un punto del universo donde el espacio llega a su fin, donde tenemos una puerta de entrada al mundo no espacial; es una puerta de entrada al mundo espiritual. Al pasar por las esferas de Venus y Mercurio, estamos en el Mundo Anímico, pero al pasar por el Sol, entramos en un mundo espiritual no espacial. El mundo espiritual del Sol tiene afinidad con los mundos espirituales que se encuentran más allá de nuestro universo solar.

Hay grandes secretos que se pueden resolver matemáticamente, como, por ejemplo, al pasar por el centro de un círculo, volvemos a la periferia. El Sol es la puerta de entrada al mundo espiritual; sin embargo, tan pronto como ingresamos, avanzamos hacia la periferia ingresando a las esferas de Marte, Júpiter y Saturno. Pero el viaje aún no ha llegado a su fin, ya que después ingresamos a las esferas superiores del mundo espiritual, aquello que está más allá de los límites del universo solar.

Después de la muerte en las esferas de Marte, Júpiter y Saturno, nos encontramos con imágenes reales de lo que construimos en nuestro cuerpo físico cuando descendimos a la vida que acabamos de vivir. Conocemos toda nuestra organización, no sólo del cuerpo físico sino también de los cuerpos vital y anímico. Todo esto es algo así como una cortina. Realmente nacemos del Espíritu, y somos Espíritu en realidad; sin embargo, ciertas fuerzas tejen un velo de ilusión a su alrededor, de modo que no podemos ver la verdad de por qué estamos en la Tierra. Sin embargo, después de la muerte, habiendo dejado a un lado el cuerpo físico y habiendo entrado al mundo espiritual a través del Sol, podemos ahora ver el verdadero trasfondo de lo que forma el cuerpo físico, y esto lo comprendemos en la esfera de Marte, donde ya no tenemos nuestros cuerpos, entonces vemos el fondo, los Seres de pensamiento que forman nuestros cuerpos físicos; porque los pensamientos son Seres vivos.

Aquí en la Tierra vemos el cristal, que es pesado, y lo podemos analizar, etc.; pero todo eso ha sido hecho por Seres espirituales en épocas pasadas. Ahora encontramos a esos Seres aquí en la esfera de Marte, los que han creado ese cuerpo físico del cristal. Es en la esfera de Marte donde encontramos las fuerzas que han creado el cristal. No encontramos allí el cristal; encontramos todo lo que está a su alrededor y que lo ha creado. El cristal desaparece y entonces sólo somos conscientes de aquello que trabajó desde fuera para crear ese cristal, y lo mismo sucede con todo lo que experimentamos en la Tierra como cuerpos sólidos.

Cuando entramos en la esfera de Júpiter, experimentamos el trasfondo real de lo que hace que las cosas vivan en la Tierra. Por ejemplo, vemos la planta; vemos su progreso de crecimiento. ¿Qué significa “crecer”? Por supuesto, podemos analizar una planta; podemos quemarla y analizar las cenizas, y podemos encontrar los constituyentes químicos de la planta. Sin embargo, si tomamos estos elementos químicos y los juntamos, nunca obtendremos una planta, porque obviamente hay algo trabajando en la planta que la hace crecer hasta alcanzar una forma definida. ¿Qué es lo que hace eso?

Lo llamamos vida. ¿Qué es la vida? Es un principio que fluye a través del mundo como poderosas corrientes que lo animan todo. Es allí, en la esfera de Júpiter, donde se origina esta vida. Es allí donde encontramos a los grandes Arquitectos del Universo, los Seres espirituales que planearon el universo solar, que tuvieron la Sabiduría de prever cada paso de la evolución y, por tanto, fueron capaces de ordenarlo todo de tal manera que pudiera cumplir su objetivo. Eso es vida. La vida no es pensarla como lo haríamos en un laboratorio; eso no nos da el poder de hacer que las cosas vivan. Estos Seres espirituales ejercieron el poder del Amor Cósmico y, desde esa capacidad, contribuyeron a la construcción del cuerpo humano. Una vez que hemos dejado de lado nuestras afinidades después de la muerte, nos encontramos cara a cara con esas fuerzas que dan vida a todo lo que existe en la Tierra. Ahora vemos la verdad. Después de la muerte podemos percibir la vida. Por supuesto, ya no se percibe con los ojos físicos, sino con un órgano interno.

Finalmente entramos en la esfera de Saturno. Allí adquirimos algo del carácter fundamental de toda existencia. Saturno es el más externo de los planetas; en cierto sentido, es el límite del universo solar —desde la visión científica moderna de que cada planeta tiene el carácter de un cometa. Saturno es una esfera de carácter fundamental; es una puerta, una frontera, donde el mundo de las estrellas fijas está a punto de convertirse en algo de carácter solar; es decir, de este lado —los planetas exteriores—nos ayuda a encarnar y visualizar lo que hay delante de nosotros, así como lo que está detrás de nosotros con nuestras pasadas vidas en la Tierra.

En la esfera de Saturno nos encontramos con los Principios Creadores, los Seres que nos dieron la existencia del alma. Encontramos aquí el verdadero trasfondo de todo lo que en la Tierra es el ser anímico. ¿A qué nos referimos con eso? Si miramos a un animal, vemos que es consciente de una cierta medida de existencia —tal vez sólo una conciencia de ensueño de lo que está haciendo— y que es atraído por las percepciones sensoriales hacia su entorno. La vaca se siente atraída por el prado donde puede encontrar comida; tiene una percepción interna. ¿Qué es eso? ¿Y cuál es ese elemento que nos hace conscientes de nosotros mismos, porque también utilizamos esa capacidad? Cuando vemos una puerta, sabemos que podemos atravesarla, somos conscientes de ello. Decimos que es la capacidad del alma la que está trabajando; pero, ¿qué es esto? Es más bien un enigma al que nos enfrentamos en la Tierra, porque no podemos penetrar en estas regiones mediante el pensamiento lógico. Experimentamos que el Alma trabaja en nosotros mismos, pero no sabemos qué es. Allí, en esa región de Saturno, nos encontramos cara a cara con aquellos Seres que crean el fundamento del alma, aquello que vive en nosotros como alma —y también en otros seres, como los animales.

Aquí abajo en la Tierra podría tener lugar un conflicto entre los seres humanos, una batalla donde las emociones chocan con las emociones, las pasiones con las pasiones, y estas pasiones y emociones mueven los cuerpos humanos. No podemos ver ese elemento del alma con nuestros ojos ordinarios, pero allí, en la esfera de Saturno, experimentamos esas pasiones como una tormenta, como truenos y relámpagos moviéndose y trabajando en la esfera de la existencia del alma; lo vemos con los órganos de percepción interior. Por lo tanto, Saturno es capaz de tejer el hilo de encarnación en encarnación, de una existencia en este planeta a otra, porque en la esfera de Saturno encontramos la verdadera realidad, el trasfondo de la existencia del alma.

Después, entramos en reinos aún más elevados, yendo más allá de los límites del universo solar, entrando en el Mundo Espiritual, pero no deseo hablar de eso esta tarde. Pueden leer sobre esto en el libro de Rudolf Steiner, Teosofía, donde se explica más detalladamente. Él no menciona en este libro (y tenía una razón para ello) que mientras este proceso continúa, el paso al mundo del Alma primero y despues al mundo del Espíritu, que todo esto está conectado con el paso del alma a través de la esfera de Saturno. Así ven que después de la muerte estamos conectados con las estrellas y con los planetas de nuestro universo solar. Se puede expresar esto en términos amplios y, por supuesto, todas estas cosas deben hacerse con gran reverencia.

Podemos contemplar el signo donde el alma falleció en el momento de la muerte, y experimentaríamos lo que esa alma está experimentando después de la muerte: cómo esa alma entró en la Tierra de las Almas y cuál es el objetivo con respecto a la Tierra de los Espíritus —si esa alma busca el Espíritu Solar donde el espacio llega a su fin. Todos estos detalles se pueden ver si se contempla la posición del signo (o constelación) en el momento de la muerte. Así como podemos hablar en el momento del nacimiento de todo el escenario de los acontecimientos cósmicos, que nos dan una descripción del complicado ser humano que entra al mundo, así podemos leer en el momento de la muerte, cómo se nace en la tierra del alma y finalmente en el mundo espiritual. Ciertamente es un nacimiento el momento de la muerte.

Dije al comienzo de esta conferencia que, en este momento de la muerte, es el ser humano quien lleva algo al mundo cósmico. Sin embargo, antes que nada, debemos dejar de lado todo lo que todavía está adherido al mundo terrenal. Debemos desarrollar y dejar al descubierto el núcleo espiritual de nuestro ser, para que realmente podamos ofrecer nuestro Ser al mundo espiritual.

¿Cómo podemos saber que el alma humana es capaz de traer algo al mundo cósmico? ¿Cómo es eso posible? A medida que descendemos al nacer, tomamos esencias cósmicas en diversos grados de densificación. Afuera, en el cosmos, tomamos ingredientes que forman ciertas regiones de nuestra organización, que aún son de naturaleza invisible, como la “vida”, esa vida que nadie puede ver con los ojos físicos. Es un misterio perteneciente al mundo invisible; sin embargo, es un gran poder, como ustedes mismos saben, porque llevamos esa vida en nuestro cuerpo a través de nuestra existencia terrenal. De hecho, es nuestra organización vital la que nos mantiene vivos; es la vida, ese algo invisible, que es el medio que lucha constantemente contra el curso natural de los elementos químicos sumergidos en nuestro cuerpo.

¿Cuáles son estos elementos químicos? Son los procesos de desintegración que se construyeron en nuestro cuerpo. Normalmente, nada más ponerlos en agua, sufren determinadas reacciones; sin embargo, en nuestro cuerpo estos procesos químicos toman una dirección diferente. El proceso natural de reacción química es la descomposición. ¿Por qué esta reacción química que tiene lugar en el cuerpo no debería tener lugar también desde el principio? Éste es el acto del cuerpo vital que asumimos en nuestro camino hacia la encarnación y que impregna nuestro ser. Luego, en el momento de la muerte, este cuerpo vital queda desempleado; no tiene nada más que hacer. Ya no hay nada que lo mantenga y está abandonado a sí mismo. Por lo tanto, tiene tendencia a regresar al cosmos, pero ahora se ha enriquecido. Pertenecía a nuestro ser y se ha enriquecido con todas las experiencias que tuvimos en la Tierra como seres humanos en lucha, buenas o malas. Por lo tanto, cada alma debe devolver esta esencia vital que nos mantuvo vivos en la Tierra. Regresa a ese reino del que vino, pero ahora ha sido impregnado de la biografía de nuestras experiencias anímicas.

La vida es una biografía, y ese cuerpo vital es en realidad una biografía viva de cada ser humano. Un biógrafo se sienta y escribe, pero un biógrafo humano normalmente no puede estar a la altura de esos detalles. Es este elemento, este cuerpo vital, el que nuestra alma devuelve al cosmos. Es sólo una de las cosas que devolvemos, pero es la primera, y en ella están escritas nuestras experiencias vitales, nuestra biografía. Entra en la esfera de la vida cósmica en su conjunto, por lo que nuestra alma tiene algo que ofrecer: todo lo que pertenece a la muy complicada composición de nuestra existencia física. En ese cuerpo vital están contenidos principalmente los hechos e incidentes más importantes de la vida.

Ahora les estoy contando historias que suenan terriblemente descabelladas y fuera de lugar, pero la verdad de ellas es bien conocida. Mucha gente incluso ha escrito sobre estas cosas —personas que han cruzado el umbral de la muerte por un momento, tal vez por un instante, y luego regresan. Todos cuentan la misma historia: que en un instante vieron toda su vida, toda entretejida en una sola panorámica. Ciertas experiencias suceden a los 10, 20 o 30 años, una tras otra en el tiempo, pero estas personas dicen que experimentan la totalidad de sus vidas en una gran imagen. El tiempo se convierte en espacio, en cierto sentido. Este hecho es bien conocido; se reconoce.

¿Qué causa esto? En el momento de un accidente casi fatal, el cuerpo vital o etérico abandona el cuerpo físico. Se ha vuelto independiente, y en ese cuerpo vital está la biografía viva. Todo está escrito de forma viva, y ahora que el cuerpo vital no está conectado directamente con el cuerpo físico, el alma experimenta su biografía, pero de una manera extraña, todo unido.

Ahora me gustaría mostrarles la carta de la muerte de Beethoven. Cuando nació, Saturno había llegado a la constelación de Leo. Sin embargo, la mayor parte del tiempo durante la vida prenatal, Saturno estuvo en Cáncer. En Cáncer esta el elemento de que algo llega a su fin, y sólo cuando se salva el abismo podemos ir hacia el futuro. En la primera mitad de su signo está contenido el descenso de la existencia cósmica a través del curso de la evolución -esa muerte en sustancia mineral- y la segunda mitad significaría entonces la resurrección de aquello que murió en la materia. Algo se ha desmoronado aquí, lo que ha creado un abismo entre las dos partes. Sin embargo, durante los tres años del ministerio de Cristo, Saturno estuvo en la constelación de Cáncer y, mediante Su obra, Cristo estableció ese puente. Ahora todos los que puedan unirse con Cristo en sus corazones, encontrarán el puente que conduce al futuro.

Algo de esto tenemos en el Saturno de Beethoven. ¿Cómo lo vivió? Fue en su amarga experiencia respecto al órgano más preciado que necesitaba para su carrera terrenal. A los 28 años perdió la audición. Estaba como “encadenado a una roca” —su oído interno se endureció. El oído interno, ese órgano maravilloso donde tienes la espiral, esos huesos sutiles que deben estar en estado de equilibrio y flexibilidad; una vez que esto desaparece, la audición queda destruida. Había descendido hasta el punto en que lo que había sido flexible ahora se había vuelto rígido.

¿Cómo habría reaccionado la persona promedio ante semejante pérdida? Lo más probable es que una persona así hubiera abandonado la carrera de convertirse en compositor. Pero Beethoven no era de ese carácter; luchó con eso. Sucedió a finales del siglo XVIII, alrededor de 1789, cuando notó por primera vez que se estaba quedando sordo. Unos años más tarde, alrededor de 1800-1801, escribió una obertura para una ópera que nunca terminó llamada Creaciones de Prometeo. Creo que esto es algo maravilloso. Es tan maravilloso que cuando uno lo experimenta por primera vez, puede producirle una elevación que haría un agujero en el techo. ¿Por qué? Porque realmente se describió a sí mismo en esa obertura. Como ya he dicho, estaba “encadenado a una roca” —no como Prometeo, sino en un sentido metafórico.

También tenía algo más del destino de Prometeo: una energía solar muy fuerte, porque en el mito trajo el fuego del Cielo a la humanidad. ¡Imagínese lo que eso significó para la humanidad! Si no hubiéramos recibido el don del fuego, todo nuestro desarrollo técnico en este mundo moderno no habría existido. Los dioses tuvieron celos de Prometeo y Zeus lo encadenó a una roca. Mientras estaba colgado en lo alto de las montañas, vino un águila y se comió su hígado —Eso es lo que dice el mito. Su hígado crecía constantemente y, a medida que crecía, se lo comía. A la muerte de Beethoven, se descubrió que su hígado se había reducido a la mitad de su tamaño, y de eso murió… un destino prometeico. A pesar de todo esto, Beethoven se abrió paso. Este hecho está contenido en su biografía viva; el alma regresa al mundo cósmico, porque ya no tiene trabajo que hacer. Por tanto, el cielo ante la muerte de un ser humano revela el carácter, la configuración invisible de esa organización vital.

¿Por qué es esto? Las fuerzas vitales que utilizamos para nuestra existencia terrenal provienen del cosmos, por lo que es bastante natural que su rostro aparezca en el mundo de las estrellas. Me gustaría mostrarles esa maravillosa relación con respecto a la composición de Prometeo. Cuando Beethoven murió, la Tierra estaba en la constelación de Virgo y Venus en la de Acuario…, sólo una faceta que Beethoven devolvió al cosmos. De hecho, se puede determinar en detalle qué parte de la biografía está representada en una de esas facetas concretas del cielo en el momento de la muerte de Beethoven. [Ed. ¡Obviamente falta algo aquí!]

En esa Venus está contenida esa parte particular de la biografía que se refiere a la composición de Prometeo. Entonces, si uno tuviera ojos para ver las fuerzas cósmicas, habría visto en el lugar donde Venus estaba en el cielo, etéreamente inscrito, el momento en que escribió Prometeo. Si trazáramos una línea a través de la Tierra, llegaríamos al punto donde se encontraba Saturno en el momento de su nacimiento. En esto está contenido todo ese destino divino, ese estar encadenado a una roca, perder la audición; y ahora al morir todo aparece transformado. La gentil Venus entra en ese lugar y redime completamente esa parte de allí (Saturno) que Beethoven tuvo que vivir en su sordera. Todo se transforma en esa poderosa Imaginación de Prometeo, que trajo el don del fuego a la humanidad, a pesar de todo.

Beethoven hizo lo mismo: trajo el fuego del entusiasmo por la música. Pensemos en su última sinfonía, la novena; ahí tenemos el fuego ardiendo hacia el cielo en el final. Aquí tenemos la demostración de lo que puede suceder en la vida de un ser humano. Por un lado, en el momento de su encarnación, recibe ese aspecto bastante difícil, que le lleva a encarnaciones anteriores. Tuvo que llevar esto a su encarnación actual para poder controlarlo, y lo transformó por completo. En su lugar puso la Imaginación de Prometeo. No sólo puso esa imaginación en práctica, sino que la representó en su vida.

Podéis estar seguros de que todo ser humano está llamado a realizar tales redenciones. Ese es el verdadero significado de nuestra conexión con las estrellas. No es que nos encontremos ni con un cojín mullido ni con uno de agujas; el verdadero significado es que estamos llamados a transformar el mundo de las estrellas, y aquí tenemos un ejemplo. Se podrían presentar miles de ejemplos para demostrar que la gente transforma el mundo de las estrellas. Esto lo hizo Beethoven cuando escribió Prometeo, que es una demostración de su victoria sobre un destino adverso. No es sólo una preocupación de Beethoven; era una preocupación de todo el cosmos. Es Venus quien lo toma y con ello se transforma. Algo fue introducido en la esfera de Venus por la vida de Beethoven que cambió la esfera, y si pensamos en las muchas personas que entraron en el mundo de las estrellas a lo largo de los siglos, seguramente ese mundo de las estrellas habrá sido verdaderamente muy transformado. Esto eliminará cualquier aguijón de la astrología convencional y podremos captar algo muy especial.

Traducido por Gracia Muñoz en noviembre de 2023

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