De la Ascensión a Pentecostés

Conferencia sin fecha y sin revisar

de Willi Sucher

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Ayer hablamos de los eventos cósmicos entre la Pascua y la Ascensión, la peculiar relación del Sol y de Venus, y el significado interior que conecta estos movimientos celestes con la profundización y expansión del Impulso de Cristo. Hemos hablado de las «muchas moradas» a las que Cristo fue, en sus propias palabras, «a preparar un lugar para vosotros.»

Hoy alcanzaremos Mercurio, la esfera planetaria que se encuentra más cercana al Sol, y que a menudo es oscurecida por éste. Desde el Día de la Ascensión, encontramos a este planeta entrando en la esfera de la Luna de la misma manera que Venus. En un primer momento, siempre nos encontramos con la Luna creciente, inmediatamente después de la Ascensión. Pero es esencial que examinemos la órbita de este planeta con más perspectiva.

Así como la Luna circula alrededor de la Tierra, lo hace Mercurio alrededor del Sol, y tiene la mayor influencia sobre la Tierra, está más cerca la Tierra, cuando se encuentra entre la Tierra y el Sol, que, cuando está detrás del Sol, recogiendo las esencias cósmicas. Durante los cuarenta días hasta la Ascensión, estaba en una posición detrás del Sol, y en la constelación de Tauro.

Hemos comparado los planetas con la tiza, con la que los Espíritus y los Seres celestiales de las constelaciones que se encuentran detrás de ellos trazan los hechos cósmicos. Esta noche investigaremos primero el significado de la esfera de Mercurio, como hicimos tanto con la Luna como con Venus. Nuestra evolución en Mercurio está relacionada con la voluntad, y allí estamos dotados de una voluntad como por una llama que entra en nuestro cuerpo, tal como era entonces, aunque todavía diferente de nuestro cuerpo actual.

Otra facultad relacionada con esta esfera fue la de poder experimentar por primera vez los mundos espirituales. Con Mercurio bajo la constelación de Tauro, cae bajo la influencia de la Palabra creadora. Sabemos que los antiguos veían estas constelaciones como grandes Seres espirituales, y a través de Tauro resuena la poderosa Palabra Primordial a lo largo de esos días hasta la Ascensión. Desde los mundos espirituales detrás del Sol, enfatizó las enseñanzas de Cristo a los Apóstoles abajo en la Tierra. Sin embargo, después de la Ascensión, Mercurio había viajado hasta la posición que lo acerca mucho a la Tierra, donde lo encontramos fijado en la constelación de Géminis.

¿Cuál es el significado de esta constelación particular en ese momento de la historia cósmica? Con Tauro todavía no hemos evolucionado desde el uno, la unidad. Puede haber dos cuernos, pero pertenecen a la misma cabeza. Sin embargo, con Géminis está representada la individualidad, la división del uno en dos —la recuperación de la personalidad— y eventualmente en muchos. Cristo nos ha traído nuestro yo individual consciente de sí mismo y ha comenzado la separación. Así, Mercurio descansa en la constelación de Géminis y, sin embargo, se acerca a otro planeta hasta que los dos están muy juntos en Géminis/Gemelos. Ese otro planeta es Júpiter, y es como si los dos planetas estuvieran en una conversación celestial en un momento tan trascendental como esta gran Festividad de Pentecostés. La división de los Gemelos está representada exteriormente por la entrada en la conciencia humana de la «división de lenguas» de fuego, como las experimentaron los discípulos en Pentecostés. El resultado entre ellos fue «muchas lenguas». Esta separación estaba simbolizada por los innumerables idiomas de muchas naciones, pero todos hablan la misma palabra creadora y todos están unidos en un solo significado.

¿Qué pasa con Júpiter? Es un majestuoso planeta lejano, que en nuestra evolución es todo compacto de luz, un enorme Sol resplandeciente. Qué cerca está este planeta del mensaje cósmico de la época, que luego fue asumido y transformado por el Cristo, como también reapareció a través del fuego pentecostal, que entró por primera vez en la humanidad en Mercurio. Cuando comenzamos este estudio, recordamos cuando en el primer Evento del Gólgota vimos el universo representado por el Padre. Imaginamos el mundo estrellado como el cuerpo del Padre, los planetas como Sus órganos y la Tierra como Su Cabeza. Sin embargo, nos damos cuenta de que se requeriría una formación especial del cuerpo para vincular nuestra imaginación con la forma humana, tal como la entendíamos, y trazamos la forma como una especie de gran espiral embrionaria, desde el universo circundante hasta la Tierra.

Después del Gólgota, estudiamos el significado de Cristo, hasta reconocer que el Hijo había entrado en la herencia de su Padre: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». Nos hacemos conscientes de que hasta entonces las esferas cósmicas, con todas las constelaciones de estrellas, fluían hacia la Tierra como cabeza; desde el momento de Cristo y la entrada de Cristo en la esfera de la Tierra, se produjo una gran transformación y reversión, y hubo una espiral de retorno desde la Tierra hacia el cosmos.

Todo el énfasis del gran sistema solar ha cambiado en significado espiritual. Con la entrada del gran Espíritu Solar, el Cristo, a la Tierra, la [porción] interna del planeta se convirtió en una fuente embrionaria de luz y calor, que se expande cada vez más hasta que un día se expandirá hacia el cosmos. Hay confirmación científica de esta expansión de la Tierra. Vemos que la configuración del Padre habrá sido alterada por la transformación del Sol, y que el corazón del cosmos tendrá su centro en nuestra Tierra y no la cabeza, que fluirá hacia los mundos estelares. Cuando la sangre de Cristo fluyó a la Tierra desde el Gólgota, alteró toda la naturaleza de la Tierra, que según Rudolf Steiner está destinada a convertirse en el primer planeta del amor.

Cristo obró a través de una expansión y extensión cada vez mayores, y podemos leer el guion de los paraísos entre el Gólgota y Pentecostés, donde sus grandes propósitos se revelan en las esferas más allá de la Tierra, que Él redimió en la Tierra. En Pentecostés recibimos al Consolador, el Espíritu Santo, cuando el tercer miembro de la Trinidad se derrama sobre la humanidad y sobre la Tierra. La luz ahora ha bajado del Cielo a la Tierra y desde entonces debemos reflejarla de regreso al cosmos.

Traducido por Gracia Muñoz en octubre de 2023

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