El horóscopo de la muerte y la vida después de la muerte

Artículo: La revisión de la ciencia y la mística moderna. Julio de 1938

De Willi Sucher

English version

En nuestros estudios anteriores hemos considerado el horóscopo de la muerte como una especie de arquetipo de la vida en la Tierra que finaliza en el momento de morir. Se trata de la imagen del fruto de la vida terrenal que ahora llevamos con nosotros al Universo para seguir elaborándolo allí. Es como si la humanidad se dedicara a pintarlo en una poderosa cúpula, de manera que los horóscopos de la muerte de los individuos y de los personajes históricos a través de largos períodos de tiempo revelaran la relación activa del ser humano con los mundos estelares.

También necesitamos ver este hecho a la luz de la experiencia del alma después de la muerte. Como ya hemos indicado, el horóscopo de la muerte se muestra en dos direcciones, no sólo hacia la vida en la Tierra que ahora es pasado, sino también hacia el futuro, es decir, en primer lugar, a la existencia del alma en los mundos espirituales después de la muerte.

En relación con el horóscopo del nacimiento, se explicó cómo el alma humana desciende a esta vida terrenal en distintas etapas reconocibles para la Ciencia Espiritual. Visto desde una perspectiva más amplia, la individualidad humana atraviesa tres etapas de desarrollo al entrar en el camino hacia una nueva encarnación. Las describimos como los pasos a través de las esferas de Saturno, Sol y Luna respectivamente. Mostramos cómo el paso a través de las esferas del Sol y la Luna se reflejan en el horóscopo o constelación del pensamiento cósmico (la constelación de la filosofía o concepto del mundo de una persona) y en la constelación prenatal que comienza aproximadamente en el momento de la concepción y dura hasta el nacimiento. De la misma manera, debería ser posible seguir el alma del ser humano en su camino a través de los mundos espirituales después de la muerte.

Los hechos cósmicos relacionados con la Luna se convirtieron en nuestra línea guía para encontrar nuestras relaciones prenatales con el cosmos. Así, el horóscopo prenatal esta determinado por la relación de la Luna con el ascendente del nacimiento; la constelación del pensamiento cósmico por la posición de la Luna en el momento del nacimiento en relación con el nodo lunar. En efecto, dado el momento del nacimiento, se podían determinar ciertas direcciones en el cosmos. En estas direcciones vimos una imagen de la vía de entrada del alma a la Tierra y de su paso a través de las esferas prenatales. La posición de la Luna en el momento del nacimiento es especialmente importante; la describimos como la localización de la dirección de la entrada del alma desde el Sol a la esfera de la Luna.

Así pues, en el horóscopo de la muerte también deberíamos poder encontrar una «dirección», una realidad astronómica, una imagen de la forma en que esta alma humana salió al cosmos. Ya hemos mencionado la dirección hacia el Este en el momento de la muerte, cómo el alma sale hacia el eterno Oriente. Sin embargo, esta dirección sólo nos lleva desde la Tierra a la esfera lunar. Para alcanzar las esferas del Sol y Saturno, el alma debe recibir otra «dirección cósmica», tal como la recibió en el viaje descendente antes del nacimiento. Pero ahora hay una diferencia muy importante: mientras que fue la Luna la que dio la dirección de la entrada del alma a través del nacimiento, es el Sol en el momento de la muerte el que determina la dirección de la salida hacia esferas superiores. Esto arrojará luz sobre muchas otras cosas.

El lugar donde se encuentra el Sol en el Zodíaco en el momento de la muerte del ser humano, es la dirección cósmica, la dirección de la salida hacia las esferas superiores del Sol y Saturno. Si sabemos leer la escritura cósmica resultante, tendremos una idea del estado de ánimo espiritual en el que se encuentra ahora el alma del difunto.

Por ejemplo, Rafael, a quien ya hemos mencionado, murió el 6 de abril de 1520. En esa época el Sol estaba entrando en Aries. Aries, por lo tanto, es la dirección en la que el alma de Rafael salió hacia los espacios cósmicos. Tenemos en esto una imagen que tiende a expresar en cuál de las esferas espirituales cósmicas buscaría su hogar esta individualidad después de la muerte. Ahora bien, el propio símbolo ♈ indica una apertura, una exhalación ascendente de alabanza y alegría, una expansión; de hecho, Aries siempre tiene que ver con nuestra receptividad, nuestra apertura a las fuerzas espirituales. El hecho de que el Sol estuviera en Aries en el momento de la muerte de Rafael nos permite hacernos una idea de cómo sería el ambiente espiritual de este gran individuo en la vida postmorten, tanto más si tenemos en cuenta cómo había vivido su vida terrena, entregado en todo su arte a las ideas y a los impulsos creadores de los mundos espirituales. Lo mismo encontramos en el caso de otros seres humanos, de los que sentimos que vivirían en una esfera de ideas creativas después de la muerte, llenos de vida real y de ser en el espíritu. El Sol estaba en Aries, por ejemplo, cuando murió Byron el 19 de abril de 1824. También en el caso de Schiller, el 9 de mayo de 1805, el Sol salía de Aries y entraba en Tauro, de modo que el cuadro cósmico se transforma un poco en dirección a Tauro. El de Schiller es un mundo ideal, más duro y firme, más marcado, mientras que el de Byron tiene un toque algo más ligero de hermosa movilidad.

De este modo, se puede descubrir muchísimo acerca de la vida después de la muerte. Si escuchamos más profundamente, nos daremos cuenta de cómo en este contexto se revela el estado de ánimo fundamental, la sintonía fundamental del alma o, podríamos decir, el carácter básico del cuerpo astral de tal individualidad, que se manifiesta en el juicio cósmico. En realidad, no es diferente de lo que era en la constelación del pensamiento cósmico, sólo que en la dirección opuesta. Vemos el juicio del cosmos sobre esa vida y ese ser que, como primicias de su alma, el ser humano lleva ahora hacia el cosmos.

Si, por ejemplo, el 20 de noviembre de 1910 (calendario gregoriano), en el momento de la muerte de Tolstoi, el Sol entra en la constelación de Escorpio, reconoceremos en ello una imagen de la forma interior del alma de Tolstoi, vista en el juicio del cosmos, la esfera cósmica particular que atrae a esta alma hacia sí. Si, por otro lado, observamos el aspecto a menudo dual y dividido del ser de Tolstoi, entrando vigorosamente en un momento en la vida de los sentidos y luego retirándose de nuevo a la soledad interior del alma, pero siempre inquieto y dinámico en su esfuerzo, reconoceremos el parentesco interno de esta alma humana con Escorpio en la existencia después de la muerte.

Este aspecto, el lugar del Sol en el Zodíaco en el momento de la muerte, es sólo uno entre varios que son importantes. Ya hemos hablado de cómo uno experimenta en los primeros días después de la muerte una gran panorámica de su vida terrenal pasada, viendo los puntos esenciales de su destino terrenal como en una poderosa imagen. Esta es la primera etapa del camino después de la muerte; dura sólo unos pocos días, es decir, hasta que el cuerpo etérico se disuelve en el cosmos.

El alma humana habrá dejado entonces de lado el cuerpo físico y el etérico. El único velo que todavía lleva consigo la individualidad espiritual interior es el astral -el cuerpo anímico. Ahora bien, en este cuerpo astral siguen viviendo todos los anhelos, pasiones e inclinaciones humanas de todo tipo y grado, que el alma albergó o dio origen durante la vida terrena. Antes de poder ascender a esferas superiores del mundo espiritual, esta aura del alma debe ser limpiada y purificada. Uno debe pasar por el tiempo de purificación o purgatorio, del que hablan todas las religiones basadas en la intuición espiritual. Fue a este aspecto al que Dante dio forma poética en su Divina Comedia.

Durante este tiempo, llamado el fuego del purgatorio, el alma humana vuelve a experimentar todas las experiencias de la vida terrena pasada, pero en forma inversa. En su verdadero aspecto moral, experimentamos todo el bien que hicimos a los demás. Sentimos el efecto real de nuestras acciones en las almas de otros seres. Del mismo modo, experimentamos los efectos de nuestras malas acciones en las almas de otros a quienes hicimos algún mal. Es más, la inversión va aún más lejos que esto, ya que es en orden inverso —desde los últimos eventos antes de la muerte, hacia atrás en el tiempo hasta el nacimiento— que el alma experimenta todos los eventos de la vida pasada en su aspecto moral. Además, este tiempo de purificación, como lo demuestra la Ciencia Espiritual, dura aproximadamente un tercio de la duración de la vida terrena pasada. Por lo tanto, si el ser humano vivió hasta la edad de 60 años, el paso a través de esta esfera cósmica durará aproximadamente 20 años. Entonces el alma estará lo suficientemente purificada como para poder ascender a regiones superiores del mundo espiritual.

Este período de tiempo que el alma pasa en la esfera de la purificación se encuentra indicado de manera muy real en el horóscopo de la muerte. Como ejemplo tomaremos el horóscopo de la muerte de Beethoven, que murió en Viena el 26 de marzo de 1827 a las cinco y media de la tarde. El círculo interior de la figura 1 muestra cómo estaban las constelaciones en ese momento. Particularmente llamativa es la posición de Saturno en el meridiano. Es como si la pesada mano de Saturno pesara sobre la escena. En efecto, la vida de Beethoven no fue muy feliz; estaba profundamente solo y llevaba sobre sus hombros una pesada carga del destino. Sus sufrimientos, especialmente su soledad, se debían a sus problemas de oído, que finalmente lo llevaron a una sordera total. Fue precisamente esta pérdida de audición la que estuvo bajo la influencia de Saturno. Los primeros síntomas de la enfermedad del oído, que a pesar de todos los esfuerzos nunca se pudo detener, aparecieron en el año 1798. En ese año, Saturno estaba aproximadamente en el mismo lugar en el Zodíaco que en la constelación de la muerte. Por lo tanto, tenemos que tratar con un tránsito pasado de Saturno en el sentido explicado en artículos anteriores y esto se pone de manifiesto de manera más impresionante por la posición de Saturno en el meridiano en el momento de la muerte.

La sordera fue un duro golpe para Beethoven, pues le impedía cada vez más ejercer su profesión de músico, pero luchó con todas sus fuerzas para superar estas dificultades. Bajo la imperiosa fuerza de su destino, alcanzó cotas aún mayores como compositor; sus obras estaban destinadas a ejercer la más profunda influencia sobre la humanidad, como de hecho lo siguen haciendo hasta el día de hoy. Esto se aplica sobre todo a la Novena Sinfonía, que él describió como la obra más madura de su espíritu. La Novena Sinfonía fue compuesta en el momento en que Saturno estaba en Aries, es decir, en el mismo lugar en el que Marte estaba en el horóscopo de la muerte. Por lo tanto, está relacionada con Marte en Aries.

Todo esto se ha dicho para hacer el horóscopo más real y vívido. Sin embargo, lo que nos interesa en nuestro contexto actual es la posición del Sol, que en el momento de la muerte de Beethoven estaba en seis grados del signo de Aries, o la constelación real de Piscis. Por lo tanto, como se explicó anteriormente, esta sería la dirección cósmica de partida del alma de Beethoven. Pero esto no es todo. También debemos tener en cuenta la relación con esta dirección cósmica del nodo lunar que en el momento de la muerte de Beethoven estaba en dieciséis grados del signo de Escorpio. Esto se refiere al nodo ascendente; el nodo descendente, al ser opuesto, estaba en el signo de Tauro. Sabemos que los nodos lunares se mueven hacia atrás a través del Zodíaco. Dos años después de la muerte de Beethoven, el nodo descendente en su curso inverso llegó a seis grados del signo de Aries, es decir, al lugar en los cielos donde se encontraba el Sol al morir. Pero debemos seguir el nodo lunar durante una revolución completa más: 18 años y 7 meses. Esto nos lleva al 22 de diciembre de 1847. En este día el nodo descendente está nuevamente en el lugar que ocupa el Sol en el horóscopo de la muerte.

Ahora llegamos a lo que estábamos buscando. En primer lugar, han pasado 20 años desde la muerte de Beethoven en 1827. Beethoven vivió hasta la edad de 57 años, ya que nació en 1770. Recordando que el alma después de la muerte, para empezar, hace un viaje a través de la esfera de purificación, que dura aproximadamente un tercio el tiempo que la vida en la Tierra, podemos esperar que esto ha tomado unos 19 o 20 años en la vida después de la muerte de Beethoven. Así, en los acontecimientos cósmicos reales tenemos en realidad algo que responde a la forma interior de la experiencia de esta alma humana, ya que 20 años después de su muerte, aproximadamente al final del tiempo de la purificación, los nodos lunares llegan hasta el lugar en el cielo donde el Sol se encontraba en el momento de la muerte.

Se puede preguntar: ¿Qué es lo que justifica nuestra relación del alma después de la muerte en la experiencia del paso a través de la «esfera de purificación» a estos sucesos cósmicos en particular? Para dar una respuesta a esta pregunta, vamos a estudiar una vez más la importancia de los nodos lunares descritos en un artículo anterior (Figura 2).

Los nodos son los puntos de intersección de las órbitas del Sol y de la Luna. Son los puntos en los que las esferas del Sol y de la Luna entran en contacto —donde se dan la mano, por así decirlo. Porque consideramos que las trayectorias u órbitas del Sol y de la Luna marcan las líneas de demarcación más externas de las esferas solar y lunar —los diversos ecuadores, por así decirlo, de estas esferas celestes. La esfera de la Luna gira dentro de la esfera del Sol de modo que los puntos de intersección vagan en círculo, el ritmo es de 18 años y 7 meses para una revolución completa. Entonces sucede que el nodo lunar regresa una y otra vez al lugar esencial descrito anteriormente, que marca la dirección cósmica de la partida del alma de la Tierra. Para Beethoven esto sucedió, como dijimos, en el año 1847, porque entonces el nodo regresó a seis grados de Aries, el lugar en el que se encontraba el Sol al morir.

Ahora también podemos expresar este hecho cósmico de una manera aún más concreta. El alma pasa el tiempo de purificación dentro de la esfera lunar. Es allí donde la naturaleza inferior debe ser purificada. En esta etapa de la existencia después de la muerte (una vez más, como demuestra la ciencia espiritual, se necesita un tercio del largo de la vida terrenal pasada) puede el alma entrar en la esfera superior, la del sol. Este es el momento en que, a través del nodo lunar, y las esferas del Sol y la Luna están en contacto precisamente en la dirección individual de partida del alma.

La misma conexión podría ser mostrada en muchos otros casos. A menos que se hayan producido algunas peculiaridades orgánicas, siempre vamos a ser capaces de rastrear este tercio aproximado de la duración de la vida en la Tierra en relación con el horóscopo de la muerte, que apunta a la conexión espiritual que se ha descrito.

Muy significativa es la constelación de los planetas en el momento así indicado, es decir, en el momento de la salida de la esfera lunar hacia la esfera solar. En el caso de Beethoven, Marte se encuentra nuevamente en el mismo lugar en el año 1847 que en el momento de la muerte, en la constelación de Aries. Marte ha sido elevado, por así decirlo, a un nivel superior, lo que significa el paso del alma de la esfera lunar a la esfera solar. Podemos concluir que este es un punto de particular importancia que el cosmos desea enfatizar especialmente. Como dijimos antes, este Marte en Aries pertenece a la época de la vida de Beethoven en la que se creó su gran obra maestra, la Novena Sinfonía. Ahora que el alma es admitida en esferas superiores, se ilumina una vez más en el juicio cósmico, es el horizonte espiritual, el fondo cósmico y creador de esta gran obra de arte que se ilumina aquí en la esfera de Aries, del idealismo (como se explicó en un artículo anterior).

Es como si en el Pensamiento del cosmos apareciera ahora el arquetipo espiritual. El mundo de las ideas y los ideales, impulsado por la voluntad interior, era la realidad oculta en esta obra, la más grande del genio del compositor. Sólo después de la muerte, la Novena Sinfonía recibe su significado cósmico, madurando en el alma de Beethoven hasta alcanzar una estatura gigantesca. Durante su vida terrenal, Beethoven experimentó un ideal —más aún, todo un mundo de ideales humanos— y lo trajo a la fuerte realidad de su música. Ahora, como el elemento más puro y esencial de su ser, se le permite entregarlo a los dioses del cielo. Porque al entrar en la esfera del Sol, regresa al seno de los dioses, y con los frutos de su trabajo terrenal puede enriquecer ahora incluso la esfera arquetípica, cósmica de la que provenía, la esfera del idealismo en el pensamiento divino y cósmico.

Aquí tenemos por lo menos un indicio, una indicación de las experiencias del alma humana durante la vida después de la muerte. Estas cosas no son nada fáciles de exponer en palabras externas, tienen que ser experimentadas más en el silencio interior.

Traducido por Gracia Muñoz en octubre de 2023