Mercurio y los siete signos de Cristo

Del libro: Hablando a las estrellas

English versión (pág. 94)                                                                     Por Jonathan Hilton

<Vídeo Curso III: Cristo y las Estrellas, Sesión 1>

Mencioné anteriormente cuando construimos esta imagen de onda del cosmos que, entre la Tierra y el Sol, Venus y Mercurio ya iniciaron el proceso transformador. Se podría decir que Venus y Mercurio son de naturaleza más parecida al Sol que a la Tierra. Por tanto, participan en el proceso de transformación y pueden convertirse para nosotros, como seres humanos, en herramientas de nuestro propio proceso transformador.

Acerquémonos a Mercurio durante estos tres años de la encarnación de Cristo.

Cuando anteriormente construimos la forma de Mercurio, vimos la imagen de Mercurio en su vida rítmica de tejido alrededor de la Tierra y el Sol creando esta estrella de seis puntas. Vimos esta imaginación de la estrella mayor y la estrella menor juntándose y uniéndose en una forma estelar unificada. Era la imagen de la inteligencia superior integrándose en la inteligencia terrestre. Esta es la actividad de Mercurio. Tenemos esta actividad de Mercurio más allá del Sol recogiendo sustancia de las constelaciones de las estrellas y quizás de otras esferas planetarias y luego viniendo entre el Sol y la Tierra y entregándola a la Tierra. Podemos imaginar que esta actividad fue tomada por el Ser Crístico de una manera muy real y profunda para sanar y transformar la Tierra.

En la investigación de Willi Sucher, que se remonta a la época comprendida entre los años 30 y 33 d.C., cuando Cristo se encarnó en Jesús de Nazaret, se rastrearon estos bucles y cruces de Mercurio. Repasando los Evangelios y observando las fechas probables de estos bucles de Mercurio, Willi pudo asociar estos bucles -de los que hubo siete durante los tres años, o casi tres, de la encarnación de Cristo- con lo que se conoce en la tradición cristiana como los siete signos de Cristo, que se describen en varios Evangelios.

Comenzaremos a trabajar a través de cada uno de estos siete signos como una curación, no meramente una curación física, sino una curación de toda una corriente en la evolución, una curación de todo un impulso del pasado para traer un nuevo impulso a través de estas fuerzas astrales de Mercurio.

Comencemos por el primer signo, conocido como las Bodas de Caná. Este signo está asociado a una conjunción superior en la constelación de Acuario seguida de una conjunción inferior en la constelación del Carnero, Aries.

Cuenta la historia que Jesús, sus discípulos y su madre habían sido invitados a una boda en Galilea, en la ciudad de Caná. En el banquete de bodas se les había acabado el vino y la madre le dice a Jesús «Se les ha acabado el vino». Jesús le dice «Mujer, ¿qué se teje entre tú y yo?». Ahora bien, esa es una declaración bastante compleja como para profundizar en la relación entre la madre y Jesús, así que, para los fines de este estudio en particular, tendremos que dejar eso. Jesús les dice a los sirvientes que vayan a buscar las seis tinajas de piedra que se usan para la purificación, que las llenen de agua y se las lleven al mayordomo del banquete. Así pues, los sirvientes van y llenan de agua las seis tinajas de piedra de la purificación y se las llevan al mayordomo, que prueba el agua y le parece que está bebiendo vino. Le dice al padre del banquete nupcial «la mayoría de la gente usa el vino bueno al principio y guarda el vino más malo para el final, cuando la gente ya ha bebido, pero tú has guardado el mejor vino para el final.»

Hay muchas cosas en esta historia, pero profundicemos un poquito. En primer lugar, es significativo que existan las seis tinajas de piedra. Ya hemos hablado de que Mercurio es la estrella de seis puntas. También, que estas tinajas estén llenas del agua para la purificación que está conectada con la conjunción superior de Mercurio recogiendo sustancia de Acuario, las aguas cósmicas de la vida. La imagen de Acuario es el hombre que sostiene una jarra de piedra y vierte las aguas de la vida del cosmos a la Tierra. Así que ya tenemos una conexión cósmica entre las seis tinajas de piedra del agua para la purificación con Mercurio y el agua de Acuario.

Otra característica interesante de esta curación es que Caná estaba en Galilea, no en Judea. Era una región donde había mestizaje. De hecho, la palabra «Galilea» significa mestizo o mezcla de razas. Por lo tanto, era una zona ya en Israel que se alejaba de las muy estrictas leyes de linaje que los hebreos, a lo largo de su historia, se encargaron de preservar. El pueblo hebreo encontró su sentido del «yo soy» en el pueblo, en la continuidad de la sangre de Abraham. Uno de sus dichos era «Yo y el padre Abraham somos uno». Era esencial que esta pureza del pueblo, este sentido del «yo» perteneciente a la línea de sangre, se mantuviera. Era su propósito especial proporcionar el recipiente para la encarnación del Mesías.

Jesús está en una boda y se termina el alcohol. En los primeros tiempos, el alcohol tenía una función que ya no cumple. Esa función consistía en liberar el sentido de identidad del pueblo, de las fuerzas hereditarias y separar al ser humano de su unión espiritual/de pueblo. En cierto modo, estimuló un sentido diferente del «yo soy», un sentido diferente de sí mismo, que facilitó la separación de las fuerzas sanguíneas y del «yo» grupal. Así pues, tenemos en esta historia tan simple, no la conversión del agua en vino como una especie de milagro barato de banquete de bodas, sino una representación profunda. La nueva agua cósmica de Acuario fue entregada en conjunción inferior en las estrellas de Aries, el Carnero. Hemos hablado antes de que el Carnero es la primera constelación, el impulso del «yo soy» en el cosmos, y que la naturaleza de Cristo, en la que no tenemos tiempo de entrar ahora, tiene una profunda relación con esta región de Aries. Aries también puede verse como el Cordero de Dios.

Así pues, una forma de entender este acontecimiento de Caná es que el Cristo trae las nuevas fuerzas del «yo soy» que se realizarán en aquellas personas que se liberen de las fuerzas de la sangre. Y que estas nuevas fuerzas del «yo soy» proceden del agua verdadera que les sirve de vino.

<Vídeo Curso III: Cristo y las Estrellas, Sesión 4>

El segundo signo es el signo de la curación del hijo del noble. Con este signo había una conjunción superior en la constelación de Géminis, los Gemelos, recogiendo sustancia de Géminis y una conjunción inferior en las estrellas de Leo, el León. Se cuenta que había un noble, en otro de los Evangelios se le llama centurión o funcionario real. En cualquier caso, tenemos a una persona de rango, una persona situada en lo alto de la escala jerárquica del sistema social. Hay que tener en cuenta la importancia de las palabras. El noble tenía un hijo enfermo y moribundo. Podemos pensar en la naturaleza del hijo en relación con el hijo espiritual que hay en nosotros. Este hijo está moribundo y enfermo. El noble, y aquí es donde el lenguaje es importante, «baja» a ver a Jesús y le ruega que cure a su hijo para que no muera.

Si pensamos en esto como una imagen de iniciación imaginativa, vemos que la persona de la realeza o la nobleza reconoció a Cristo y descendió hasta él. Cuando ponemos esto en el contexto de la astrosofía con la conjunción superior en Géminis, recordamos que Géminis representa ese impulso de jerarquía, de arriba y abajo, no sólo con relación a cómo era el mundo divino con el mundo terrenal en el pasado, sino toda la idea de jerarquía. Este es el antiguo camino de arriba/abajo, el camino de ascender por la escalera. Sin embargo, esta persona en lo alto de la escalera, una persona de la realeza reconoce la verdadera realeza del ser Crístico, que como dijo Steiner andaba por la Tierra como cualquier otro hombre, como una persona, no de rango exterior, sino de rango espiritual. Fue esta capacidad de un noble de reconocer y «descender» hacia él lo que provocó la curación del hijo.

Así, tenemos la conjunción superior en Géminis, recogiendo este viejo sentido de jerarquía como un camino en el desarrollo tanto social como espiritual en la vida, que ha sido invertido por el Cristo. Podemos pensar en el lavatorio de los pies como la verdadera imagen del camino cambiado del desarrollo espiritual, y la inversión del viejo camino de la jerarquía. Ahora Mercurio entrega este camino de Géminis del pasado en las estrellas de Leo. Leo es la constelación de la verdadera realeza, el signo real. Hemos descrito el símbolo de Leo como esta imagen de un centro con la línea curvándose hacia la periferia y volviendo de nuevo al centro como una imagen de la relación entre el centro y la periferia. En Leo vemos el viaje de llegar a la identidad en el centro y con ello el peligro de que uno pueda quedarse atascado en el centro, en el egoísmo, en oposición a reconocer la gran periferia como la verdadera naturaleza del Ser y la relación de respiración entre el centro y la periferia, como el corazón y la respiración. El yo egocéntrico sucumbirá a las ilusiones de poder y «realeza» de su propio ser en lugar de reconocer e inclinarse ante el Verdadero Yo en sacrificio.

Llegamos a la tercera señal. Describe la historia del hombre que estuvo enfermo durante 38 años. Había un estanque llamado Betesda con cinco pórticos, y de vez en cuando venía el ángel del Señor y agitaba las aguas del estanque. Muchos enfermos y cojos se reunían alrededor del estanque, esperando en los pórticos ese momento en que el agua se agitara, y el primero que entrara en el agua revuelta quedaría curado. Jesús llegó a esta piscina y había un hombre que había estado enfermo durante 38 años – era cojo, paralítico. Jesús le pregunta si «quieres ser curado» y el hombre le dice «llevo 38 años esperando aquí y no hay nadie que me levante y me lleve a la piscina para curarme». Jesús le dice que se levante, tome su camilla y camine, y así lo hace.

Se trata de una curación algo complicada de entender, pero la clave está en los 38 años. ¿Por qué 38 años? Según el trabajo de Willi Sucher –puedo mencionarlo aquí, pero cuando profundicemos en el trabajo quedará más claro– este hombre estaba lisiado en su voluntad. Era incapaz de moverse, de actuar, de levantarse. Había presenciado algo 38 años antes que le había perturbado profundamente porque, por alguna razón kármica, tenía la capacidad de percibir la importancia de este acontecimiento, pero no era capaz de darse cuenta de ello ni de reconocer su cumplimiento. Este acontecimiento fue la estrella de Belén, que los Magos leyeron como la señal de que su gran maestro, Zaratustra, se encarnaba de nuevo. Fue una triple gran conjunción de Saturno y Júpiter en el año 6 a.C. Willi Sucher, en su libro Cosmic Christianity, entra en el cálculo de esta gran conjunción en relación con el nacimiento de Zaratustra, que era el niño descrito en el evangelio de Mateo. Es un proceso matemático complicado y difícil de entender, pero está relacionado con lo que se describe más adelante en estos cursos sobre la Natividad Espiritual. En esencia, esta gran conjunción 38 años antes fue el anuncio espiritual de la encarnación de Zaratustra que los Magos pudieron leer.

Esta Natividad Espiritual está conectada con el movimiento de los nodos lunares, que tardan 18,6 años en hacer una revolución completa a través del zodíaco y que son una especie de portal. Así, en este momento en el estanque de Betesda en el que yace este hombre, dos nodos lunares regresan después del evento de la Gran Conjunción. El portal del nodo lunar había regresado y ahora se encuentra con Cristo. El significado de lo que le había enfermado le fue revelado. Esta revelación fue la curación de esa enfermedad que había carcomido su alma y paralizado su voluntad hasta sus miembros físicos. A través de este encuentro de su Yo con el verdadero Yo Soy, el Cristo, el cumplimiento de ese acontecimiento estelar, fue capaz, a través de este reconocimiento, de recuperar su capacidad de caminar y mantenerse erguido de nuevo. Aquello que había sido un misterio, retenido y desconocido que le preocupaba profundamente, incluso llegando hasta la enfermedad, ahora había sido revelado. La conjunción superior de Mercurio y el Sol se había producido en las estrellas de Virgo, la Virgen, esas estrellas de los grandes misterios de la sabiduría cósmica, la Sophia, que da a luz al niño espíritu y la sustancia de Virgo fue entonces entregada en la conjunción inferior en el momento de esta curación en las estrellas de Sagitario, el Arquero, las estrellas conectadas con los miembros y la egoidad del ser humano, exactamente en esas estrellas en la punta de la flecha del Arquero. Así que aquí podemos ver cómo la sabiduría cósmica (la Gran Conjunción del 6 a.C. estaba opuesta a ésta en Piscis) a la que este hombre no había podido elevarse, le salió al encuentro en la piscina. La punta de la flecha del Arquero es, podría decirse, el «objetivo cósmico» de nuestro devenir humano, nuestra meta al convertirnos en humanos, al elevarnos del cuerpo animal, de la naturaleza animal del Centauro a nuestra humanidad y luego apuntar hacia nuestra meta cósmica con el arco y la flecha. Este hombre había encontrado al Cristo, Aquel que es la meta de nuestro devenir humano, y gracias a ello pudo «erguirse y caminar» hacia adelante en su destino.

El cuarto signo está relacionado con el acontecimiento descrito como la Alimentación de los Cinco Mil. Es una historia que quizá muchos conozcan. Jesús se retiró a la intimidad a las colinas y toda esa gente llegó al otro lado del mar de Galilea en barcas y se reunió, buscándole para que les enseñara. Se cuenta que Jesús hizo que la gente se sentara y les enseñó. Luego pidió a sus discípulos que les dieran de comer, pero no sabían cómo hacerlo. Sin embargo, había allí un joven con dos peces y cinco panes. Entonces, Cristo dijo a sus discípulos que partieran los peces y los panes y dieran de comer a las cinco mil personas, cosa que hicieron. Después de dar de comer a todos, sobraron doce cestas.

Aquí tenemos el uso misterioso del número: dos peces, cinco panes, doce cestas y 5.000 personas, todos ellos números cósmicos. Rudolf Steiner habla del significado más profundo de este «signo» y lo relaciona con la alimentación de la gente de la Quinta Era Cultural, la Era de Piscis, los dos peces, que es nuestra era. En esta curación de los 5.000, hubo una conjunción superior de Mercurio con el Sol en las estrellas de Acuario -el sustento cósmico de Acuario- que se vierte sobre la humanidad. La conjunción inferior fue en las estrellas de Piscis, los dos peces, las estrellas de nuestra Era. Así que aquí tenemos un gesto cósmico de la alimentación del «pan de vida», el nuevo alimento, de Acuario a la gente de la Era de Piscis. Los restos que sobraron de las doce cestas llenaron todo el zodíaco.

<Vídeo Curso III: Cristo y las Estrellas, Sesión 5>

Podríamos pasar mucho tiempo entrando en los detalles y de lo que significan estos signos en profundidad, pero esto es sólo para dar una indicación de estos bucles de Mercurio trabajando desde las constelaciones y su relación con los acontecimientos de Cristo.

El Quinto signo es el Caminar sobre las aguas del mar. La conjunción superior tuvo lugar en el Toro, Tauro, y la inferior, de nuevo, en las estrellas del León. Tenemos en el Toro un recuerdo de la época caldea y egipcia, caracterizada por el Punto Vernal en el Toro, como se discutió anteriormente. Aquí podemos ver con las grandes pirámides este descenso real a la materia y por primera vez el uso del cálculo. La arquitectura pesada y masiva, sin embargo, todo con forma precisa y finamente calculada en sintonía con las estrellas. Fuertemente conectada con la Tierra, pero también con las estrellas. Incluso en la imaginación del Toro tenemos esta criatura terrestre masiva con poderosas fuerzas astrales/animales, pero con los dos largos cuernos en sintonía con el cosmos.

Rudolf Steiner habla con mucha más profundidad sobre este signo del caminar sobre las aguas del mar. Si pensamos en el Cristo transformando gradualmente las diversas envolturas de Jesús en su realización más elevada, este acontecimiento, representa la transformación de las fuerzas de la gravedad por un lado y por otro las fuerzas astrales que nos unen con la naturaleza corporal. En la historia, los discípulos estaban en un barco y el mar estaba agitado y se levantó una tormenta. Podemos pensar en el mar en términos del mundo astral, nuestro mar de emociones, nuestro vaivén cuando somos zarandeados por nuestra naturaleza astral. Entonces vieron a Jesús caminando por el mar hacia ellos y tuvieron mucho miedo. Cuando llegó a la barca, cesó la tempestad y reinó la calma. Aquí tenemos muchas imágenes poderosas relacionadas con el dominio del Yo sobre el mar embravecido y la tempestad, el cuerpo astral. Steiner habla de ello como de aquel momento en que el Ser Crístico había transformado plenamente el alma y la naturaleza astral de Jesús. Podemos ver esta superación de la gravedad, el dominio de las fuerzas de estar atado a la vida material en el alma que nos zarandea. En la conjunción inferior en Leo, de nuevo tenemos esta imagen del verdadero yo en el centro. El verdadero yo que toma su lugar como señor del alma.

El sexto signo se describe como la Curación del ciego de nacimiento. Esta historia, tal como se relata en los Evangelios, tiene dos componentes. La conjunción superior de Mercurio estaba en la constelación de Virgo, la constelación de la sabiduría cósmica, y llegó a la conjunción inferior en la constelación de Escorpio. Si recordáis los dos nuevos símbolos de estas constelaciones, vimos, en el símbolo de Virgo, la Sofia representando las puertas de los misterios de la sabiduría y de la vida. Escorpio, por su parte, representa las puertas de los misterios de la muerte y después de Cristo, de la resurrección. Así pues, tenemos en Virgo y Escorpio esta verdadera polaridad, con Libra situándose entre los misterios de la sabiduría y de la vida y los misterios de la muerte. Virgo también está conectado en la forma humana, como hemos repasado, con el metabolismo, con la transubstanciación de la materia en vida. Escorpio está conectado con toda la perspectiva de la muerte, el águila caída, que representa la pérdida de la comprensión de los seres humanos de la conexión con lo divino, marcada por la muerte. Sin embargo, también en Escorpio reside, desde el acontecimiento del Cristo, el potencial de resurrección. Se trata, en efecto, de grandes misterios.

En este signo tenemos una historia sobre la ceguera espiritual, la invidencia espiritual de Escorpio que es curada por la sabiduría de Virgo. La historia tiene dos componentes. En primer lugar, las discusiones con los fariseos que llaman al hombre le preguntan quién le hizo esto, acusan a los padres, le preguntan si nació así, le preguntan por qué sucedió esto… toda esta discusión entre esta persona que estaba ciega y ahora podía ver y los fariseos, atacando desde su ceguera espiritual, el acontecimiento que claramente había sucedido. Así que, en esta parte del signo, hay todo este intercambio que muestra la victoria sobre la ceguera espiritual por parte del ser de Cristo al responder a sus preguntas y superar sus objeciones.

El segundo componente de la historia es la curación, cuando el Cristo toma saliva y la mezcla con tierra, haciendo una pasta. Se la pone en los ojos al hombre y le dice que vaya a lavárselos a la piscina. Cuando lo hace, la ceguera queda curada. Sólo en el hecho físico de ese gesto podemos ver en la saliva el inicio del proceso metabólico de Virgo. Es esa sustancia que ya descompone la sustancia material en fuerzas que pasan a formar parte de nuestras fuerzas vitales. Esta sustancia transformadora de la saliva se mezcla con la arcilla muerta de la tierra y la unión de ambas produce la sustancia para la curación de la ceguera.

El séptimo y último de los siete signos es la Resurrección de Lázaro. Rudolf Steiner tiene mucho que decir sobre este gran momento de los Evangelios y el ser de Lázaro. En los Evangelios, Lázaro es descrito, junto con sus hermanas, como amigos de Jesús. Sus hermanas acuden a Jesús porque Lázaro ha muerto y le piden ayuda. Pero los Evangelios dicen que Jesús esperó un día más, es decir, cuatro días, antes de venir. ¿Por qué? En este signo, la conjunción superior de Mercurio tiene lugar en las estrellas de Capricornio, y la conjunción inferior le sigue en las estrellas de Piscis. Ahora bien, Capricornio, en la antigüedad, se consideraba la puerta de entrada a los dioses. Era la constelación a través de la cual el iniciado salía al cosmos para recibir la iluminación. Cáncer, la constelación opuesta, está relacionada con la encarnación y se consideraba el camino hacia el nacimiento.

Así pues, tenemos esta constelación de Capricornio en la conjunción superior, esta puerta de entrada a la iniciación, y de hecho Rudolf Steiner habla de esta muerte de Lázaro no como una muerte, sino como una iniciación que había salido mal. Estaba siendo iniciado en los misterios judíos y había habido errores en el proceso de iniciación y no había vuelto a su cuerpo después de salir al cosmos para la iluminación. Este proceso debería haber ocurrido en tres días, pero Jesús esperó. Entonces llegó y se pronunciaron las famosas palabras: «Lázaro, ven fuera», y Lázaro salió de la tumba. Steiner describe esto como una iniciación pública, la primera nueva iniciación de Cristo. Este acontecimiento también está relacionado con uno de los signos de Venus, del que hablaremos más adelante.

Lo interesante de este acontecimiento es que, por un lado, tenemos la constelación de Capricornio, la puerta de la iniciación, la antigua forma de iniciación, que fracasó. Sin embargo, en la resurrección de Lázaro, Cristo realizó la primera iniciación pública, la primera iniciación nueva que no era secreta. Al hacerlo, en realidad comenzó el principio de su desaparición. Había hecho público lo que debía hacerse en secreto, y el veredicto por ello era la muerte. Como dicen los Evangelios, este acto enfureció a los dirigentes espirituales, los fariseos de los judíos, y fue a raíz de esto que ellos buscaron su muerte.

Con la conjunción inferior en Piscis, este acontecimiento se produce en la última de las doce constelaciones, la culminación del zodíaco. En cierto modo, se podría decir que, incluso en la propia carta, cuando uno empieza a estudiar las cartas, Piscis puede verse a menudo como una especie de culminación de una fase de la vida, dependiendo de la acción planetaria allí. Piscis es una especie de culminación de los doce antes de que comience el nuevo año con la primavera en el primer signo de Aries. Así pues, en Lázaro hay una especie de culminación de una «vida» y la iniciación en una nueva etapa del ser. Lázaro sufrió una transformación. Se convirtió en Juan, el discípulo amado, un cambio fundamental, un nuevo nivel de existencia para él espiritualmente. Así pues, vemos en este séptimo signo la curación del antiguo proceso de iniciación de Capricornio y la realización en Piscis de esta culminación y plenitud de Lázaro para convertirse en un nuevo ser, Juan.

Esto es mucho para asimilar y uno necesita vivir y trabajar con estas historias e imágenes estelares a lo largo del tiempo. Cuando nos adentramos en la interpretación de cartas, una forma de tomar estos siete signos es ver si estos bucles también están en la carta de uno en el tiempo prenatal. Como veremos, hay unos tres de estos bucles en el ciclo prenatal de diez meses lunares de cada persona. A veces estos bucles pueden corresponder directamente a estos siete signos y a veces no, porque ocurren a menudo y en diferentes lugares. Si se relacionan con estos siete signos, esto significaría que la conjunción superior y las conjunciones inferiores ocurren en las mismas constelaciones que en la época de Cristo. No tiene que ser en el mismo grado, sino en las mismas constelaciones. Por ejemplo, si tienes una conjunción superior, como en este último signo, en Capricornio y luego una inferior en Piscis, estaría conectada con este acontecimiento de alguna manera especial en tu propia biografía. Significa que en tu propio destino has elegido llegar a una especie de cambio y avance personal que podría tener sus fundamentos en este arquetipo crístico. Uno podría pensar en cómo, en su propia biografía, existe este potencial de una especie de experiencia de Lázaro/Juan, a su manera individual. O uno podría experimentar el desafío de la resistencia contra el tipo de transformación y culminación de una fase de la vida. Incluso se puede ser más propenso a la respuesta farisea. Todo depende del karma y de la biografía del individuo.

Si los bucles de Mercurio en la carta prenatal de una persona no están relacionados con estos siete signos, Willi Sucher escribe que en los evangelios Jesús dice en un momento dado: «Habéis visto todos estos signos, pero yo os digo que haréis signos mayores que éstos». Esto significa, que los signos de Mercurio fuera de estos gestos arquetípicos directos del Ser Crístico tienen el potencial para que nosotros hagamos nuestros propios signos nuevos de curación empleando las fuerzas de Mercurio.

Traducido por Carmen Ibáñez Berbel en septiembre de 2023

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