Por Willi Sucher
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Entre los numerosos acontecimientos que se indican en los gráficos del calendario, nos gustaría llamar la atención sobre la conjunción heliocéntrica de Venus con Júpiter, bastante cerca de la línea de afelio de Neptuno. Geocéntricamente, Venus acabará de entrar en el signo eclíptico de Virgo, tras haber atravesado un aspecto de cuadratura (90° de distancia) con Neptuno. Heliocéntricamente, Venus entrará entonces en conjunción con Neptuno, que ha entrado en la constelación sideral de Escorpio. Sólo con unas pocas horas de diferencia geocéntrica, Venus estará en aspecto quintil (72° de distancia) con Neptuno. Así pues, nos encontramos ante una de esas coincidencias en las que las visiones geocéntrica y heliocéntrica se complementan.
¿Cómo podemos interpretar tal acontecimiento? En primer lugar, contemplamos las funciones, por así decirlo, de los tres planetas implicados en el organismo solar total. Los tres ocupan posiciones intermedias o «medias»; Venus es el «medio» entre Luna y Mercurio, Júpiter entre Marte y Saturno, Neptuno entre Urano y Plutón. Medimos sus funciones por lo que encontramos tan maravillosamente demostrado en el organismo humano como el sistema «medio»: respiración, circulación, etc., entre la cabeza, los miembros y el metabolismo. El sistema medio, o rítmico, tiene una tarea mediadora, incluso terapéutica, entre los dos extremos. A esta contemplación añadimos el hecho de que la conjunción heliocéntrica de Venus con Júpiter, y el encuentro con la línea de afelio de Neptuno se producirán en la constelación sideral de Libra o de la balanza. Aparte de todo esto, será la estación de verano en el hemisferio norte, cuando el ser humano está más inclinado a caer en la tendencia general de exhalación hacia las alturas cósmicas y de alejamiento de la pesada presión terrestre.
Teniendo todo en cuenta, bien podemos llegar a la impresión de que este acontecimiento puede ser una ocasión que requiera el pleno dominio del poder equilibrador del alma. El hecho de que en la perspectiva heliocéntrica los acontecimientos correspondientes se combinen con Libra y Escorpio siderales, y en la geocéntrica con Leo y Escorpio siderales, puede hacernos comprender que se requerirá equilibrio, particularmente con respecto al metabolismo y la actividad de los miembros, que tienen sus arquetipos cósmicos en esas constelaciones. El establecimiento de tal equilibrio es posible, por ejemplo, mediante la contemplación de los grandes objetivos «apocalípticos» de la evolución terrestre actual:
1) en el sentido de los sublimes impulsos de amor cósmico, que han estado «hablando» a la existencia terrestre a través de Venus,
2) el futuro del actual universo solar, estando en forma germinal ya presente en Júpiter como «Futuro Júpiter», y
3) la consecución de todo ello mediante la espiritualización «apocalíptica» de la existencia material, que es el verdadero objetivo de ciertos seres que trabajan en la esfera de Neptuno. Este tipo de trabajo interior, al menos auténticos intentos de acercamiento, puede eliminar todo detrimento de los acontecimientos en los cielos, como los que tratamos aquí, y convertirlos en señales de tráfico beneficiosas del progreso de la humanidad hacia el futuro.
Semblanza del siglo XX (continuación)
El 21 de diciembre de 1902, es decir, nueve días más tarde, visto desde la perspectiva heliocéntrica, se produjo una oposición de Marte (144,5°) y Júpiter (324,5°); además, la Tierra estaba cerca de la línea de perihelio de Saturno y Venus cerca de la línea nodal descendente de Júpiter y del afelio de la Tierra. Estos acontecimientos se refieren a los años 2000 y 2001. La relación lunar del tiempo, que empleamos ahora, equivale a 27,3 días (1 ciclo lunar sideral) por 7 años. Por consiguiente, 3,9 días corresponden a 1 año.
¿Qué podemos hacer con esta información relativa a los años venideros? En el caso de coincidencias que pre-reflejan acontecimientos ya pasados, al menos podemos corroborarlas y, de este modo, entrenar nuestro juicio. En cuanto a los acontecimientos venideros, se puede caer fácilmente en la trampa del fatalismo y del pronóstico de catástrofes. Esta actitud ha dado muchas razones para la mala reputación de la astrología clásica. Sin embargo, las cosas pueden y deben hacerse de otra manera en nuestra época actual. Frente a los aspectos aparentemente perjudiciales expresados en la escritura cósmica, debemos aprender a desarrollar puntos de vista positivos y constructivos.
Por ejemplo, mencionamos la conjunción inferior de Mercurio con el Sol el 19 de octubre de 1902, refiriéndonos a 1984-5. Esto ocurrió en 26 Libra, cerca del nodo ascendente de la Luna. En lugar de dar paso a una posible melancolía, dirigimos nuestra atención al hecho de que este acontecimiento tuvo lugar en las proximidades de la estrella fija Spica (la Espiga de Maíz) de Virgo por encima de la estrella Canopus, la popa de Argo, el Barco en el cielo austral y por debajo de la estrella Arturo en la constelación Bootes, el Oso conductor, o más correctamente el Buey conductor. Estas pueden suscitar la imaginación creadora y la inspiración hasta el punto de que uno se lo toma ciertamente como un momento de decisión. Pero una decisión que puede dominarse sobre la base del conocimiento de la navegación apocalíptica espiritual de la humanidad (expresada en el Argo, la nave celeste). Además, podemos inspirarnos en el buey conductor Arturo, el hombre-arado que guía el Arado celestial (también llamado constelación de la Osa Mayor). Esto podría ayudarnos a aceptar y considerar cualquier cosa que suceda como una oportunidad de «cultivar» el terreno para futuras cosechas. Las cosechas que pueden madurar sólo en un futuro lejano pueden aparecer prometidas en Spica, la Espiga de Maíz. Esto es, por supuesto, sólo un esbozo de cómo se podría convertir tal aspecto cósmico en positivo. Seguramente puede elaborarse con mayor detalle.
Las conjunciones de Venus, Mercurio y el Sol con Urano alrededor del 11 al 14 de diciembre de 1902, que hemos mencionado anteriormente, pueden tratarse de forma similar. Tuvieron lugar cerca de la estrella fija Lesath, el aguijón de Escorpio. Aquí tendríamos plena oportunidad de caer en la melancolía. Sin embargo, observamos la vecindad de Escorpio y, en efecto, encontramos sobre ella la estrella fija RasAlague, la cabeza de Ofiuco, y también su estrella Eta, o rodilla izquierda. Esto nos lleva a la conclusión de que este Escorpio puede y debe ser redimido y elevado. Ofiuco, «el hombre que sostiene la serpiente» (véase Peter Lum, Las estrellas en nuestro cielo), es Asclepio, el gran médico de la mitología griega. A través de la serpiente que lleva en sus manos, entró en posesión de la hierba curativa que no sólo sanaba a los enfermos, sino que incluso podía resucitar a los muertos. Sin embargo, los dioses decretaron que en la Tierra debía prevalecer la ley de la muerte, al menos durante un tiempo. Por ello, Asclepio Ofiuco fue retirado de la Tierra y colocado entre las estrellas.
Por supuesto, no debemos estancarnos en las antiguas mitologías de las constelaciones. No son más que señales en el camino que ahora debemos recorrer conscientemente. Incluso las constelaciones del cielo cambian lentamente de carácter. La asociación de Ofiuco con Escorpio puede dar la certeza de que incluso la naturaleza ominosa de Escorpio será redimida, en el sentido de esa gran curación y superación de la muerte que se encuentra en el trasfondo. Esto también puede eliminar cualquier posible pesimismo en relación con aquellos acontecimientos en los cielos hacia finales de 1902, que pre-reflejaban el final del siglo.
Llegados a este punto, una de las principales preguntas que nos planteamos podría ser: ¿Cuál es el significado principal del siglo XX, sobre la base de su inauguración por la Gran Conjunción de 1901?
Esta conjunción de Saturno y Júpiter tuvo lugar en 284°, o 14 de Capricornio. Esto fue, por una diferencia de 2°, exactamente opuesto a la posición sideral (en relación con las estrellas fijas) de Saturno el 6 de enero del 31 d.C. (Saturno 80°, o 20 de Géminis, más 26° de movimiento de precesión desde el 31 d.C. hasta 1900). Tras una diligente investigación, hemos llegado a la conclusión de que el 6 de enero del 31 d.C. es, desde un punto de vista cosmológico, la fecha más probable del bautismo de Jesús por Juan (véase también la publicación del autor Cristianismo Cósmico). De hecho, hacia el 17 de diciembre de 1901, Saturno se encontraba en ese punto opuesto, mientras que Júpiter, hacia el 25 de diciembre de 1901, se hallaba en la oposición sideral a su propio lugar en Pentecostés, el 24 de mayo del 33 d.C. (véase Hechos de los Apóstoles, capítulo II).
Así, llegamos a la conclusión de que uno de los principales desafíos de este siglo, que comenzó con la Gran Conjunción, es comprender y poner en práctica la importancia de los Acontecimientos Crísticos y del Impulso Crístico. Esto podría haberse logrado justo en las esferas de la vida cultural y científica de la humanidad actual y también en el área de la construcción social. En tales realizaciones, se debería haber respondido al desafío de las oposiciones (mirar las «memorias» cósmicas desde el otro lado).
«Recuerdos» cósmicos similares no ocurren muy a menudo en la historia. La última vez que tales Grandes Conjunciones ocurrieron en los puntos de oposición de Saturno y Júpiter durante los Tres Años del Ministerio de Cristo, fue durante los siglos XII y XIII. En 1226 tuvo lugar una Gran Conjunción de Saturno y Júpiter en la constelación sideral de Capricornio, casi exactamente opuesta al punto donde Saturno se encontraba el 3 de abril del año 33 d.C., el día del Gólgota. En 1226 murió San Francisco de Asís, y también estaba en marcha la trágica guerra de exterminio de los cátaros, en el sur de Francia. Anteriormente, durante los siglos VIII y IX, se produjeron Grandes Conjunciones en los lugares siderales reales donde se encontraba Saturno durante los acontecimientos de los Tres Años de Cristo. Estos fueron los siglos que vieron la historicidad de la Historia del Santo Grial (ver W. J. Stein Das Neunte Jahrhundert -El Siglo Noveno).
También es esclarecedor observar que Rudolf Steiner, durante la época en que se produjo esa Gran Unión de Saturno y Júpiter, dio dos ciclos de conferencias: uno sobre De Buda a Cristo (24 conferencias, del 3 de octubre de 1901 al 27 de marzo de 1902) y otro sobre El cristianismo como hecho místico (25 conferencias, del 5 de octubre de 1901 al 22 de marzo de 1902, más tarde publicadas en forma de libro). Rudolf Steiner, como gran ocultista, era sin duda plenamente consciente de las exigencias del principio de siglo.
A continuación, presentaremos otro posible método de progresiones que surge de un acontecimiento cósmico de 1901. El término «progresión» es utilizado por la astrología clásica para este proceso de relacionar un acontecimiento cósmico anterior con un momento posterior de la historia general o personal. La relación que pretendemos demostrar, como ejemplificación principal, es la ecuación 1 año de Saturno = 29,4578 años solares de 365 días. Esta relación de progresión ha demostrado, en décadas de investigación, ser un medio eficaz para estudiar el impacto de los sucesos cósmicos en los acontecimientos terrestres. Con este fin incluimos aquí otro gráfico de los movimientos de los planetas durante los años que siguieron a la conjunción de Saturno y Júpiter el 28 de noviembre de 1901, similar al de la Fig. 23 del número de mayo del 70, sólo que más ampliado.
En aquel número de mayo, analizamos el fundamento y el significado de dicha correlación temporal. También explicamos el manejo práctico del enfoque gráfico. La relación temporal de 1 ciclo lunar de 27,3 días que equivale a 7 años en tiempos siguientes, decíamos, nos conducía a una realización de lo construido por los seres lunares en los elementos de éter que trabajan en la vida. Nosotros participamos en este último por nuestro propio éter, o cuerpo de vida. Por otro lado, la correlación temporal de 1 año solar = 1 año saturnino, o 29,4578 años solares es una expresión de los trabajos y visiones de los seres saturninos. Ellos ven estas correlaciones como manifestaciones del karma (sánscrito: acción, por ejemplo, en una encarnación que determina el destino en una futura). De hecho, hemos descubierto que este principio temporal kármico se manifiesta en muchas correlaciones históricas entre el pasado y el futuro. Puede detectarse en las cartas de encarnaciones y excarnaciones individuales, indicando el posible intervalo de tiempo entre dos encarnaciones.
Figura 24: Gráfico Geocéntrico
Hemos dispuesto el gráfico de la Fig. 24 según este principio temporal. La correlación 1 año solar equivale a 1 año de Saturno de 29,4578 años solares da como resultado que 12,4 días equivalen a 1 año solar. Esta relación la hemos insertado a lo largo del borde superior. Una partición, de izquierda a derecha, representa un intervalo de tiempo de 5 x 12,4 días es 62 días, lo que equivale a 5 años en correlación solar. A lo largo del borde inferior hemos indicado la relación con el progreso del siglo XX en años Sol, a partir de 1901.
Sobre esta base, estudiaremos ahora los principales acontecimientos y puntos de inflexión del presente siglo, como hicimos en los dos últimos números en relación con la correlación del ciclo lunar. En primer lugar, nos centraremos en 1914, año del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Para encontrar los acontecimientos cósmicos relacionados, partimos de 1911 (borde inferior), correspondiente al 1 de abril de 1902 (borde superior), sumamos 3 x 12,4 días = 37 días para llegar a 1914. Así llegamos al 8 de mayo de 1902. Sin embargo, ahora debemos tener en cuenta que partimos con nuestro gráfico del 28 de noviembre de 1901, fecha de la Gran Conjunción. Por consiguiente, cada subsección de 12,4 días en el gráfico nos lleva al equivalente del 28 de noviembre de ese año concreto. Por ejemplo, 1911 en el borde inferior significa 28 de noviembre de 1911; otros 12,4 días más adelante sería 28 de noviembre de 1912, y así sucesivamente. Así, avanzando 3 subdivisiones desde 1911 hacia la derecha, hemos llegado al 28 de noviembre de 1914. Sin embargo, esa guerra comenzó a principios de agosto de 1914. Por tanto, debemos restar cuatro días por cuatro meses, es decir, de noviembre a agosto. (De la correlación 12,4 días = 1 año, naturalmente, un día equivale aproximadamente a un mes). Así, retrocedemos del 8 de mayo de 1902 al 4 de mayo, como correlato del estallido de la Primera Guerra Mundial.
Ya vemos en el gráfico que durante ese tiempo hubo un conglomerado de planetas en los signos de Aries y Tauro. Además, Venus y la Luna (no se pudo incluir en el gráfico) acababan de entrar en el signo eclíptico de Aries. El 7 de mayo tuvo lugar un eclipse de Sol. Lo más importante para nuestras consideraciones es el hecho de que Marte estaba en conjunción con el nodo descendente de la Luna (calculado según la latitud de la Luna, no la posición media como en la mayoría de las efemérides). Hemos señalado antes que los nodos de la Luna deben considerarse como puertas de entrada a la astralidad cósmica. Esto, combinado con Marte, puede darnos una idea de cómo los seres cósmicos previsualizaban, en ese momento, una precaria situación cosmo-psicótica que se avecinaba y que habría requerido el máximo cuidado de manejo por parte de la humanidad en aquellos días. Esto no estaba previsto, y el resultado fue la guerra.
La correspondencia heliocéntrica nos proporciona información adicional. En el transcurso de aproximadamente el 24 de mayo, Saturno se movió a través de su propio nodo descendente. Se encontraba prácticamente en esa línea nodal el 4 de mayo. Neptuno se encontraba al mismo tiempo a sólo unos minutos de arco de la línea del perihelio de Saturno. Así pues, en aquel momento de mayo de 1902 se contenía realmente una previsión saturniana de los años 1914 y siguientes. Una visión más profunda de la situación kármica mundial en la que se encontraba la humanidad podría haber evitado la catástrofe. Ciertamente, la correlación cósmica no pronunció que la guerra fuera inevitable.
Sin embargo, ¿cuál era el karma mundial de fondo en aquella época? Podemos reconocerlo si estamos dispuestos a dedicar nuestra mente a alguna investigación astronómica adicional -e inevitablemente matemática. Anteriormente dijimos que la ecuación de un año de Saturno es igual a 29,4578 años solares, encierra la clave de los misterios del funcionamiento del karma. Esto puede ser verificado y demostrado en términos muy prácticos y precisos.
Dijimos más arriba que Marte se movía, alrededor del 4 de mayo de 1902, a través de la línea nodal descendente de la Luna. Esto fue en aproximadamente 4° 30′ del signo eclíptico de Tauro. Ahora, investigamos cuando Saturno se movía, ya sea a través de la misma posición u opuesta. Para fines prácticos tomamos el punto opuesto, es decir, alrededor de 4° 30′ del signo de Escorpio. Saturno estuvo allí el 18 de diciembre de 1894, luego otra vez en movimiento retrógrado el 16 de abril de 1895, y en movimiento directo finalmente el 14 de septiembre de 1895. Esto nos da los siguientes intervalos de tiempo, contra el 28 de noviembre de 1901 (alrededor de 1901.9):
| 1901.90 | 1901.9 | 1901.9 |
| 1894.95 | 1895.3 | 1895.7 |
| c. 6.95 años | c. 6.6 años | c. 6.2 años |
Ahora tomamos estas diferencias Sol-tiempo, según el principio del tiempo «karma» que sugerimos antes, como representativas del tiempo de Saturno. En otras palabras, las multiplicamos por el año sideral de Saturno de 29,4578. Por lo tanto: 6,95 x 29,4578 = 204,73 años; 6,6 x 29,4578 = 194,42
años; 6,2 x 29,4578= 182,64 años.
Retrocediendo tantos años, a partir de 1901, esperamos ver algunos de los antecedentes kármicos de los acontecimientos de 1914.
| 1901.90 | (11/28/01) | 1901.90 | 1901.90 |
| – 204.73 | – 194.42 | – 182.64 | |
| 1697.17 | 1707.48 | 1719.26 |
Si echamos un vistazo a la historia de aquellos años del pasado, nos asombraría leer sobre la abundancia de conflictos bélicos por toda Europa. Apenas había un país o parte de Europa que no estuviera implicado. En lo que respecta a Europa Occidental, a veces resulta difícil discernir quién hacía la guerra contra quién y por qué. En el este de Europa, vemos cómo Pedro el Grande (desde 1689) eleva a Rusia a la categoría de factor político importante. Esto lo consiguió en una serie de conflictos a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Los conflictos tenían que ver con el establecimiento de su autoridad con respecto a su propio pueblo, así como con guerras contra Polonia, Suecia (Carlos XII), Sajonia y Turquía.
Traducido por Carmen Ibáñez Berbel



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