Enero de 1938. – The Modern Mystic and Science Review
Artículo de Willi Sucher
La constelación de la filosofía cósmica de una persona no siempre es tan simple ni carece de complejidad como podría parecer en nuestro primer ejemplo, el de Richard Wagner. A menudo, un alma humana, debido a cierta unilateralidad de carácter, no puede dominar por completo la constelación filosófica que, sin embargo, le pertenece. En tal caso, nos resulta más difícil interpretar este horóscopo cósmico. Como ejemplo de ello podemos considerar a Nietzsche.
Friedrich Nietzsche nació el 15 de octubre 1844 a las diez en punto de la mañana. La constelación de las estrellas en el momento de su nacimiento se indica en el círculo interior. La Luna está en 9° del signo de Sagitario. El nodo lunar está muy cerca, y, de hecho, poco antes del nacimiento pasó exactamente por este lugar de la Luna en el nacimiento. El horóscopo filosófico, como hemos demostrado con Richard Wagner, podría admitirse que se ha realizado en ese momento poco antes del nacimiento. Sin embargo, en la constelación en este instante no encontramos prácticamente nada que esté en armonía con la disposición de Nietzsche. Entonces tenemos que mirar de nuevo a través de una gama más amplia de tiempo a cada lado de la natalidad para ver las relaciones armónicas en el cosmos. Y nos encontramos que en mayo de 1835 el nodo descendente estaba en el lugar del zodiaco donde la Luna se situó en el nacimiento, y esto nos da otra posibilidad.
En el caso de Nietzsche no es muy fácil de distinguir lo que fue la nota dominante de su filosofía. Se sometió a cambios considerables durante las diferentes fases de la obra de su vida. Necesitamos un oído sensible para aprehender cómo las diferentes tendencias del espíritu de Nietzsche fueron capaces de cambiar, una a otra. Rudolf Steiner habló de este caso con mayor detalle, y lo que él indico sobre la base de la investigación espiritual, así como de su conocimiento cercano de la obra de Nietzsche, será de no poca ayuda para desentrañar los aspectos cósmicos
Desde el año de 1868 a 1875, Nietzsche estuvo en estrecho contacto con Richard Wagner. Entrando con entusiasmo en la música de Wagner, busco el conocer al gran compositor y pronto llegaron a una amistad. De la estrecha simpatía entre ellos surgieron obras como “El nacimiento de la tragedia” a partir del espíritu de la música de Richard Wagner en Bayreuth. Podemos describir la filosofía de Nietzsche durante este período como una tendencia; por otra parte, las ideas creativas están representadas en este misticismo como la potencia motriz de la evolución del mundo. Es un idealismo místico no muy diferente al del propio Wagner, descrito en nuestra última entrega.
Llegó el momento, sin embargo, en que la relación de Nietzsche con Wagner se rompió y se disolvió. Muy pronto el desarrollo de Nietzsche lo llevó de este tipo de filosofía a una tendencia y perspectivas muy diferentes. Llegamos a la etapa de su vida cuando escribió “Froehliche Wissenschaft” (Humano, demasiado humano) y otros escritos de este tipo. Nietzsche se «enfría» y se aleja de la perspectiva mística del mundo de su fase anterior. Se hizo más científico, en la intención de reconocer las leyes lógicas e inexorables que prevalecen en el mundo y se hizo consciente de todo lo que puede ser conocido por la investigación y la experiencia empírica hacia afuera.
Hacia 1881 o 1882, Nietzsche experimentó una profunda transformación en su perspectiva. Concibió entonces su obra más famosa, Así habló Zaratustra. Con un lenguaje poético maravilloso, describe el mundo que ahora experimenta, impulsado por la voluntad de una humanidad superior y éticamente más perfecta. En la visión del mundo que despliega en este momento, el superhombre Zaratustra es, en efecto, la meta de la evolución, y el camino hacia ella es una batalla sobrecogedora, percibida enteramente como una cuestión de voluntad entre poderes universales cuyo rostro resplandece en los escenarios siempre cambiantes de la historia. Sin embargo, por muy bellas que sean las palabras y tan poéticas las imágenes de su imaginación, se tiene la sensación de que este universo de voluntad, con sus poderes titánicos, carece de un verdadero trasfondo espiritual. Dado que el mundo espiritual es inexistente para él, pues no puede acceder a él desde su época, no logra mostrar el verdadero significado del proceso cósmico. Su llamado y desafío, tan inspiradores para la juventud, resuenan y se desvanecen en la infértil perspectiva de una perpetua y materialista «recurrencia de lo mismo». Luego llegó la terrible tragedia del final de Nietzsche. En 1888 enfermó y sufrió un colapso total. Su alma y espíritu se separaron del cuerpo, que permaneció vegetando durante largo tiempo, ajeno al mundo que lo rodeaba. Así, encontramos tres períodos distintos de desarrollo filosófico en la vida de Nietzsche:
- Un período de idealismo con tintes místicos, en estrecha relación con Richard Wagner.
- Posteriormente, un período de empirismo, con influencias del racionalismo.
- Finalmente, el voluntarismo, sobre un trasfondo de dinamismo.
Ahora debemos relacionar estos hechos con los datos cósmicos. En el firmamento estelar de mayo de 1835, cuando el nodo lunar descendente se encontraba en el lugar donde estaba la Luna de nacimiento, observamos, en efecto:
- Venus entrando en Aries: Misticismo en el Idealismo.
- El Sol entrando en Tauro: Empirismo en el Racionalismo. (Por último, la constelación, un tanto extraña e inesperada).
- Marte en Géminis: Voluntarismo en el Matematismo. (Véase la figura en la página siguiente y las indicaciones generales dadas en nuestro artículo anterior sobre «La Puerta de la Luna»).
Esta tercera constelación parece no encajar, pero si profundizamos lo suficiente, encontraremos una conexión muy notable. Aquí, una vez más, Rudolf Steiner nos ayuda. Nietzsche debería haber desarrollado una filosofía equivalente al Voluntarismo en el Matematismo; habría sido maravilloso. Imaginen la visión del mundo de Así habló Zaratustra, traducida a una perspectiva matemática, un universo impulsado por la voluntad y, a la vez, con belleza y precisión matemáticas. Nietzsche, como se desprende de su carácter, no tenía predisposición para el matematismo. Su evolución aún debía pasar por el empirismo (Sol) y el voluntarismo (Marte), y como esta limitación interna le impidió desarrollar una filosofía matemática, en lugar de transitar del Sol en Tauro (empirismo en el racionalismo) a Marte en Géminis (voluntarismo en el matematismo), se lanzó a la oposición cósmica de su postura anterior, a la constelación de Marte en Escorpio (voluntarismo en el dinamismo), en oposición al Sol en Tauro.
Ahora bien, en noviembre de 1835, Marte entró en Escorpio y, al mismo tiempo, en conjunción con el nodo lunar, se situó en la proximidad de la posición de la Luna en el momento de su nacimiento. Así, de esta manera indirecta, la constelación de Marte en Escorpio (Voluntarismo en el Dinamismo) se hizo posible para Nietzsche. Nos encontramos entonces ante este hecho notable: las investigaciones puramente espirituales del vidente encuentran confirmación en las realidades externas del cosmos. En efecto, el espíritu del Voluntarismo en el Dinamismo se corresponde casi exactamente con el último período de la vida filosófica de Nietzsche. Pero, al no poder acceder a un mundo real de Seres Espirituales, naufragó con esta filosofía de la voluntad. Tal fue, pues, la fatalidad de Nietzsche, reflejada en el trágico final de su vida. El horóscopo filosófico no es, en absoluto, tan simple como para permitirnos interpretarlo de forma abstracta o automática a partir de cualquier fenómeno cósmico. A menudo, son las dificultades, incluso las discrepancias, las que resultan más importantes para estimar la constitución psicológica y espiritual de una persona. Debemos aprender a indagar en la realidad del alma tal como se manifiesta en la Tierra y, a partir de la tensión entre esta y los datos cósmicos, comprender todas las luchas y conflictos de cada individualidad. Tal es la lección que podemos extraer de la disonancia mencionada en el horóscopo filosófico de Nietzsche. La pregunta ahora sería: ¿cómo podemos penetrar, desde una perspectiva más espiritual, en los datos matemático-astronómicos de la constelación filosófica para que todo se vuelva transparente para nosotros? El fundamento astronómico reside en el hecho ya mencionado de que, en el momento de esta constelación en el firmamento, ya sea antes o después del nacimiento, uno u otro de los nodos lunares se encuentra en la posición del Zodíaco que la Luna ocupa, u ocupará, al nacer. Aquí, en efecto, encontramos realizado otro aspecto de la Regla Hermética a la que se hizo referencia en uno de los artículos anteriores. Basamos el horóscopo prenatal en la parte de esta antigua regla que declara: Al comienzo de la constelación prenatal, la Luna se encuentra en el ascendente o en el descendente del nacimiento; en el ascendente si la Luna al nacer está creciente, en el descendente si está menguante. Pero la Regla Hermética continúa enunciando otro hecho: La posición de la Luna en el Zodíaco en el momento del nacimiento indica el ascendente o el descendente de la constelación prenatal; el ascendente si la Luna al nacer está creciente, el descendente si está menguante.
Se verá que este último aspecto de la Regla se refiere al ascendente o descendente, no del nacimiento en sí, sino de la constelación prenatal. Al describir la constelación prenatal, nos referimos principalmente al ascendente o descendente del nacimiento. Es el punto del cosmos desde donde la Luna, al comienzo de la constelación prenatal, inició su trayectoria, regresando una y otra vez durante los aproximadamente diez ciclos lunares prenatales. Este punto se convierte en la dirección del ascendente o descendente al nacer: este u oeste, según sea el caso. En esta dirección, determinada por la ubicación geográfica del nacimiento, la Luna se encontraba en el momento esencial de la época prenatal. Esta dirección cósmica representa el camino, el puente, que conecta la esfera lunar con la terrestre. Este hecho se confirma en la medida en que representa la unión de los cuerpos etérico y físico, como se describió en entregas anteriores. En el ascendente o descendente del nacimiento, encontramos una imagen de la incorporación de los miembros suprasensibles del ser, en lo que respecta al cuerpo etérico. De igual manera, podemos pensar en el ascendente o descendente de la constelación prenatal mencionada en la segunda parte de la Regla Hermética. Representa la entrada del alma humana desde una esfera superior a la lunar; es decir, desde la esfera solar y los reinos cósmicos más allá. Este aspecto de la astrología está cargado de significado espiritual y, por lo tanto, adquiere mayor realidad. El nodo lunar debe estar relacionado de alguna manera con esta dirección de entrada del alma desde la esfera solar. Esto proporciona las condiciones necesarias para la constelación de la filosofía cósmica. Además, esta relación también debe volverse espiritualmente clara y transparente. Los dos nodos lunares son, matemáticamente hablando, los puntos de intersección de las trayectorias lunar y solar, las cuales, a su vez, están inclinadas entre sí en cierto ángulo. ¿Qué sucede cuando estos puntos de intersección coinciden con la vía cósmica de entrada del alma desde el Sol y las esferas superiores? Un diagrama podría ayudarnos aquí.
Cuando se materializa la condición cósmica en la que basamos la constelación filosófica —cuando, en efecto, los puntos de intersección de las órbitas lunar y solar coinciden con la dirección de entrada del alma desde las esferas superiores (en el caso de Nietzsche, la dirección de Escorpio)— se abre, por así decirlo, una puerta de par en par. El espacio cósmico dentro de la órbita lunar puede describirse como la esfera lunar; el espacio más allá de la órbita solar, como la esfera solar. Ahora bien, la dirección de entrada del alma desde el cosmos se determina individualmente, indicandose por la posicion de la Luna al nacer. Cuando la esfera lunar alinea sus puntos de contacto (los nodos lunares) con la esfera solar en esta dirección, se abre un portal por el cual el alma humana en cuestión puede transitar, en su propia dirección, de una esfera a la otra. Es en ese momento cuando se realiza la constelación en la totalidad de los cielos y cuya importancia ya se ha evidenciado: la constelación, en efecto, de la filosofía o cosmovisión dominante de cada persona.
Esta imagen, que surge de los hechos y fenómenos cósmicos reales, revela profundos secretos sobre el camino espiritual del alma humana antes del nacimiento. La observación espiritual muestra cómo el alma humana asciende gradualmente hacia una forma de ser puramente espiritual tras la muerte. Nos dirigimos hacia los dioses y, finalmente, nos unimos a Ellos por completo .
Tras un tiempo, el alma humana concibe la voluntad de una nueva existencia terrenal. Lentamente, nos despedimos de las esferas superiores y emergemos del seno de los dioses, con cuya ayuda, durante largos periodos, hemos preparado un nuevo cuerpo terrenal, una nueva trama de destino en la Tierra. Poco a poco, la visión de los Seres Espirituales se va desvaneciendo y solo quedan los recuerdos de todo lo vivido, hasta que, al nacer y entrar en la esfera terrenal, se borra el último vestigio de conciencia de existencias anteriores. Este camino de descenso del alma —esta creciente inclinación hacia el peso de la Tierra— se realiza en nosotros al contemplar la constelación filosófica o el horóscopo filosófico. Para empezar, existe la tendencia a entrar desde una determinada región cósmica (la dirección de entrada del alma), el ascendente de la constelación prenatal, según la Regla Hermética. Si, entonces, si profundizamos en esta imagen cósmica, llevándola con nosotros como un ejercicio espiritual, nos brindará una valiosa comprensión.
Existe también otro aspecto: en cierto momento, las esferas del Sol y la Luna se encuentran íntimamente relacionadas a través de los nodos lunares precisamente en la dirección de la entrada cósmica del alma. De este modo, la imagen del descenso del alma humana desde las esferas superiores a la Tierra se vuelve más vívida. En la esfera solar, la vida anímica aún experimenta, mediante poderosas revelaciones, la realidad espiritual de los dioses.
En la esfera lunar, el alma experimenta un mundo donde, por así decirlo, solo se revela el reflejo de la actividad divina. Es el éter cósmico, por así decirlo, la vestidura de los dioses creadores. La esfera lunar se relaciona, sobre todo, con la integración del organismo etérico, como se describió en nuestro estudio de las constelaciones prenatales. En el organismo temporal o cuerpo etérico que se forma a partir de ahí, reside una textura espiritual, una especie de tejido envolvente, en el que se oculta la Voluntad de los Dioses respecto al destino de este ser humano.
Así, en la confluencia de las esferas del Sol y la Luna, se manifiesta la unión del cuerpo etérico con la naturaleza esencial del alma. En el cuerpo-animico del ser humano —la psicología, los impulsos y las pasiones, las simpatías y las antipatías— los seres divinos y cósmicos se encuentran en conflicto. Este organismo anímico es el llamado cuerpo astral, y en él reside una memoria oculta de las experiencias vividas por el ser humano entre los dioses en la esfera solar. Esta es, pues, la conclusión a la que llegamos: en la constelación u horóscopo de la filosofía cósmica, se refleja la relación mutua entre el cuerpo etérico y el astral.
Esto da expresión al carácter y la configuración de la filosofía de vida de una persona, pues el pensamiento de los dioses sobre este ser humano se condensa aquí —se integra en un pensamiento más humano—, más cercano a la Tierra. Los dioses del vasto universo piensan, por ejemplo: «Que haya misticismo en el idealismo, empirismo en el racionalismo, voluntarismo en el matematismo». Y en este pensamiento cósmico reside un poder del Espíritu, infinitamente vivo y creativo. El alma de Friedrich Nietzsche se apropia de estos pensamientos cósmicos e impregna con ellos las profundidades ocultas y misteriosas de su cuerpo. La experiencia prenatal de las grandes aspiraciones de la evolución cósmica entre los dioses se transmuta así en el alma humana, profundamente arraigada en su destino terrenal, para emerger en el desarrollo de su vida como las tendencias, las luchas internas y las aspiraciones de su filosofía. De este modo, en la filosofía y la concepción del mundo del ser humano, los pensamientos de los dioses están vivos, y si penetramos en la escritura cósmica del horóscopo en cuestión, obtenemos una imagen de los pensamientos divinos que yacen ocultos en el alma. Recuerdos profundamente arraigados en el organismo físico y psíquico de una persona, de su vida y su paso por la esfera solar antes del nacimiento. Una astrología guiada por estas perspectivas penetrará en la realidad espiritual que subyace al ser humano en su totalidad, descubriendo a la vez en este microcosmos humano el reflejo de eventos divinos y formas espirituales del ser.
Traducido por Gracia Muñoz y revisado por Diego Milillo.

