Enfoque Practico III – febrero de 1972

Por Willi Sucher

English version (páginas 105-104)

En las últimas cartas hemos escrito mucho sobre la historia del Santo Grial y sus manifestaciones durante los dos milenios post-cristianos. Bien puede surgir la pregunta de si se trata sólo de un bello mito que puede haber ocupado y guiado a una parte de la humanidad en el pasado, o si es una realidad que puede ser aceptada y es significativa para la humanidad de la época actual y futura.

Las respuestas afirmativas pueden darse al menos desde dos puntos de vista: el primero es la orientación que Rudolf Steiner dio en un ciclo de conferencias sobre Cristo y el mundo espiritual, La búsqueda del Santo Grial, Leipzig, 28 de diciembre de 1913 al 2 de enero de 1914; el segundo puede lograrse mediante una verdadera ocupación interior con el hecho de la Segunda Venida de Cristo en el reino etérico.

En el ciclo de conferencias de Rudolf Steiner mencionado en primer lugar, se habla de los preparativos del acontecimiento histórico de Cristo mucho antes del cambio de a.C  a  d.C. Es muy importante estudiarlos para llegar a comprender el Ser de Cristo Jesús. En la quinta conferencia, del 1 de enero de 1914, se habla del impulso crístico tal como funcionó en los tiempos posteriores al Gólgota, como una realidad oculta. Esta corriente oculta del cristianismo funcionó en pequeñas partes de la humanidad durante los tres primeros siglos después de Cristo. Esto cambió, particularmente en el mundo al oeste de Palestina, a principios del siglo IV. A través de Constantino el Grande, el cristianismo, que hasta entonces había sido severamente perseguido, se convirtió en religión del Estado y su culto en legal. Poco después, Agustín (de Hipona) entró en el escenario de la historia cristiana. No pudo encontrar una conexión interna con lo que todavía existía como cristianismo esotérico, y se convirtió, más o menos, en el fundador de la Iglesia construida sobre la tradición a través de las escrituras. A partir de ese momento, vemos desarrollarse una Iglesia cristiana que se estableció cada vez más sobre los fundamentos del dogma. Por otra parte, aún subsisten formas ocultas y «subterráneas» de una cristiandad esotérica, que a veces son duramente perseguidas por la Iglesia del dogma. Una de las principales formas esotéricas fue el cristianismo celta, que acabó formando su centro en la isla de Iona, al oeste de Escocia. Era un cristianismo esotérico, construido sobre una comprensión más profunda del Ser Cósmico de Cristo. Sin embargo, ésta puede haber sido una de las razones por las que la Iglesia romana, introducida por Agustín de Canterbury en las Islas Británicas, insistió en su eliminación durante las primeras décadas del siglo VII. Después de esos acontecimientos, esta cristiandad esotérica siguió viviendo en el mundo occidental en las corrientes cuidadosamente ocultas del Santo Grial.

Rudolf Steiner menciona en la conferencia anterior que, incluso para él, era difícil «…desentrañar el ulterior desarrollo oculto del cristianismo en Occidente; entonces se alzó ante mi alma la admonición: «Primero debes leer el nombre de Parsifal en su lugar correcto»… Parsifal (que llegó a ser Rey del Santo Grial) vuelve, en cierto modo curado de sus errores, y encuentra de nuevo el camino hacia el Santo Grial, se le dice que su nombre aparecerá brillando sobre la copa sagrada. Pero ¿dónde está la copa Sagrada, ¿dónde se encuentra? Esa es la pregunta».

Rudolf Steiner pasa a describir cómo fue conducido en su búsqueda de respuestas, a una cierta realización que ya he citado en la primera de estas cartas, la de noviembre de 1970, «…Se me hizo cada vez más claro -como resultado de muchos años de investigación- que en nuestra época hay realmente algo así como una resurrección de la astrología de la tercera época (las civilizaciones egipcio-caldeas), pero impregnada ahora del impulso crístico… Traté de acompañar a Parsifal en espíritu durante su regreso al Grial, a menudo era como si brillara en el alma cómo viajaba de día y de noche, cómo se dedicaba a la naturaleza de día y a las estrellas de noche, como si la escritura estelar le hubiera hablado a su yo inconsciente y como si esto fuera una profecía de lo que la santa compañía de Caballeros que vino del Grial a su encuentro había dicho: «Tu nombre brilla con resplandor desde el Grial»…» (todas estas citas proceden de la traducción al inglés de Charles Davy y D. S. Osmond del mencionado ciclo de conferencias Cristo y el Mundo Espiritual, publicado en 1963 por la Rudolf Steiner Press, London. No podemos enfatizar lo suficiente que un estudio de todo el ciclo de conferencias sería muy importante y no puede ser sustituido por citas aisladas).

En la siguiente sexta conferencia del mismo ciclo, se dan más detalles sobre el «guion estelar». Por ejemplo: «…el nombre del Grial (y de Parsifal) se encuentra a través de la escritura estelar, no del Grial mismo…» Rudolf Steiner describe entonces cómo sucedió que la antigua astrología de los tiempos egipcio-caldeos cayó en decadencia. La hora de la fiesta de la Pascua y otras se fijaban según la Luna y sus fases, por la comprensión de la interconexión entre los cielos y la Tierra. Sin embargo, esta sabiduría de los astros, tan sublime como lo fue en la antigüedad, fue cada vez más maltratada y abusada por el despertar del egoísmo de la humanidad. «¡No vayas más lejos! Conténtate con lo que Jahvé revela en su símbolo de la Luna, ¡no vayas más lejos! Todavía no ha llegado el momento de sacar de los elementos nada más que lo expresado en el símbolo de la Luna. Cualquier otra cosa pertenecería a las fuerzas sibilinas ilícitas», fue la advertencia de la antigua tradición hebrea.

A través del acontecimiento de Cristo, la redención también llegó a este ámbito de correlación entre el cosmos de las estrellas y la Tierra con sus habitantes. Esto lo realizó Johannes Kepler, uno de los primeros astrónomos de la nueva era (1571-1630), como lo describió Rudolf Steiner en aquella ocasión. Aparte de esto, un cristianismo esotérico reconocería que el Cristo es un Ser de alto orden cósmico, que desciende del Sol y funciona, por así decirlo, como el Ego Superior de todo el cosmos solar. Así, cuando Cristo encarnó en el cuerpo de Jesús, estaba presente en la Tierra el Maestro y cumplidor, en sentido espiritual, de las fuerzas del cosmos estelar en nuestro planeta. Ahí podemos ver el secreto del Santo Grial establecido como arquetipo de la humanidad: los seres humanos que se elevan, a través de su propio esfuerzo interior, a la realización del «Cristo en mí» paulino, pueden encontrar una relación con el «guion estelar», que será totalmente diferente de aquella antigua posición dependiente. Volveremos a ser conscientes de nuestra asociación con el mundo de las estrellas a través de nuestra organización corporal; sin embargo, viviremos en nuestro propio cáliz creado por las estrellas como un «cumplidor», que finalmente elevará incluso a «nuestras estrellas» a nuevas alturas de existencia, en el tenue futuro, hacia la creación de un nuevo «universo».

Algo de esto se indica ya en la historia de Parsifal. En la versión de Wolfram von Eschenbach de Parsifal (publicada por Vintage Books, Nueva York), libro IX, se dice que Amfortas, que era el rey del Santo Grial antes de Parsifal, estaba muy enfermo y sufría mucho. Esto ocurrió «cuando la estrella Saturno había vuelto al cenit». Esto significa que Saturno estaba en el «signo de Cáncer», que es el punto más alto de todo el Zodíaco. Esto ocurrió después de que Parsifal hubiera estado en el Castillo del Grial la primera vez. No hizo entonces la pregunta que debería haber hecho y que habría aliviado al Rey de su sufrimiento. En consecuencia, Parsifal fue expulsado del Castillo, y vagó durante unos cinco años abatido y sin rumbo por el mundo, hasta que llegó al Castillo del Grial por segunda vez, mejor preparado y listo para ser rey del Santo Grial. Entonces también pudo relevar al rey Amfortas.

Todo esto es especialmente instructivo en relación con las implicaciones cósmicas. La carta de octubre contiene un diagrama de las configuraciones estelares en 887-889 d.C., que muy probablemente estaban relacionadas con los acontecimientos de Parsifal. La gran conjunción (de Saturno y Júpiter) se produjo entonces en la constelación de Leo. Durante los años anteriores, Saturno pasó por la constelación de Cáncer. Así pues, el planeta había regresado al cenit y, según la antigua tradición estelar, habría causado un gran sufrimiento, ya que, según estas antiguas tradiciones, Saturno es «débil» o está en «detrimento» en Cáncer y Leo. Sin embargo, estas connotaciones pueden ser superadas y redimidas por una identificación interior con la gesta de Cristo, que el impulso del Santo Grial se ha propuesto alcanzar. Durante la parte principal de los tres años del Ministerio de Cristo, Saturno se movía realmente a través de la constelación y el signo de Cáncer. Bajo los aspectos de Saturno en «detrimento», se llevó a cabo la mayor obra de salvación y curación en la Tierra. (Un astrólogo, empeñado en aferrarse tercamente a las antiguas tradiciones podría decir: No es de extrañar que esos tres Años resultaran, desde una perspectiva puramente material, como lo hicieron). Esto lo vemos de nuevo brillar a través de los acontecimientos del siglo IX, cuando Parsifal finalmente trajo la curación a Amfortas, que sufría de «Saturno en detrimento».

Lo que estos aspectos pueden enseñarnos es el hecho de que no debemos confiar en las antiguas tradiciones, sino «aprender a leer de nuevo la escritura estelar en una forma nueva», en una forma cristianizada. Sólo entonces podremos hablar de una «astrología del Santo Grial». Esto sería, al mismo tiempo y en un sentido más profundo, un cumplimiento de las tareas y desafíos de la actual quinta edad post-atlante de la civilización. En 1413, en el momento del equinoccio de primavera (que es el momento de inicio de la quinta edad), estaba Saturno (heliocéntricamente) en el nodo ascendente de Venus en Tauro, y Venus enfrente en su propio nodo descendente en Escorpio. El desafío expresado en esto es el hecho de que esta quinta edad actual tiene la tarea de elevar y espiritualizar la herencia de la tercera edad, las civilizaciones egipcio-caldeas, que se inspiraron en el equinoccio vernal en la constelación de Tauro, donde Saturno estaba en 1413. Esto nos remite a aquella observación de Rudolf Steiner en la conferencia del 1 de enero de 1914, que citamos anteriormente. En la época actual, la antigua astrología de Egipto y Caldea debe resurgir de su profunda caída, pero ahora debe evolucionar en forma cristiana.

Sin embargo, podemos darnos cuenta de que estas coincidencias no son sólo una especie de comparación inventada. En efecto, cuando Rudolf Steiner hizo esa afirmación en su conferencia del 1 de enero de 1914, Saturno se encontraba de nuevo en la línea del nodo ascendente de Venus y Venus en su nodo descendente, precisamente de forma similar a 1413 en el equinoccio de primavera. No podemos estar seguros de que Rudolf Steiner tuviera conocimiento de los hechos astronómicos externos, ya que el tipo de cosmología heliocéntrica que tiene en cuenta los elementos astronómicos de las esferas planetarias -como los nodos- todavía no existía entonces, pero sí podemos estar seguros de que tenía conocimiento de la configuración espiritual existente sobre la base de su percepción interior más elevada. Por lo tanto, dio una respuesta positiva y constructiva a los desafíos cósmicos de aquel momento. Y esto en sí mismo es de la naturaleza de una cosmología del Grial, incluso nos atrevemos a decir, de una astrología del Grial.

Hemos señalado anteriormente que vemos el arquetipo del Santo Grial en la encarnación y presencia del Cristo en el cuerpo de Jesús, que había sido construido con los ingredientes de las estrellas. Esto ocurrió una vez en toda la historia de la Tierra. No puede y no se repetirá en esta forma. Sin embargo, este evento seguirá funcionando como un elemento integral del ser de nuestro planeta en las esferas superiores de la existencia. También, en este sentido, el Cristo estará con la parte de la humanidad que busca el Impulso Crístico, «siempre, hasta el fin del mundo» (San Mateo XXVIII:20).

En el momento actual de la historia, y durante mucho tiempo, Cristo se manifestará a través del cuerpo de éter. Rudolf Steiner aprovechó la oportunidad de hablar sobre esta nueva fase en una serie de conferencias entre el 12 de enero (Estocolmo) y el 13 de junio de 1910 (Kristiania). Como se puede observar en muchas otras ocasiones, respondió de forma directa y profunda a los retos que se planteaban en el guion estelar de la época. Júpiter se desplazó durante la primera mitad de 1910 hacia su propio afelio. De hecho, se encontraba en esa posición entre el 10 y el 15 de mayo, cuando Rudolf Steiner pronunció dos conferencias pertenecientes a esa serie. (Están recogidas en una publicación de la Verlag der Rudolf Steiner Nachlassverwaltung, Dornach, Suiza, (1965) bajo el título, Das Ereignis der Christus- Erscheinung in der Aetherischen Welt, 16 Vortraege (El acontecimiento de la aparición de Cristo en el mundo etérico )[Ed: Una publicación inglesa salió en 1983 llamada, The Reappearance of Christ in the Etheric ( La aparición de Cristo en el etérico) y contiene parte del material del libro alemán, así como conferencias de Steiner de otros años]).

Este movimiento de Júpiter a través de su afelio fue un acto cósmico de «memoria» de la gran conjunción de Júpiter y Saturno en el año 6 a.C., que mencionamos anteriormente en estas cartas. En aquella ocasión, tuvo lugar en la parte opuesta del Zodíaco, en el perihelio de Júpiter. Como hemos visto, fue un acto cósmico de anunciación de la «Primera Venida» de los preparativos para la encarnación de Cristo en el cuerpo de Jesús. En 1910, cuando se destacó, en un acto de «memoria cósmica», un desafío para la humanidad (del que hablamos más arriba), Rudolf Steiner dio la anunciación de la Segunda Venida.

La primera de esas conferencias, el 12 de enero, es especialmente interesante para nosotros por su acompañamiento estelar. Antes de la conferencia, se instó a Rudolf Steiner a que se abstuviera de pronunciarla, porque estaban ocurriendo «acontecimientos espantosos en los cielos». La configuración se muestra en el gráfico de la Fig. 16. Lo que destacaba era una «cuadratura» mayor y total (distancia de 90°) que se producía entre Sol y Urano frente a Neptuno, y Júpiter frente a Saturno. Esto es «muy malo» según la antigua tradición astrológica. Algunos almanaques modernos designan tal acontecimiento con una «B» mayúscula de malo. Rudolf Steiner insistió en proceder y así dio a la humanidad actual esa profunda «anunciación». Al mismo tiempo, se trata de una enseñanza de lo más desafiante para el astrólogo: las conexiones tradicionales relativas al aspecto de cuadratura, y también de todos los demás aspectos planetarios, deben y pueden ser transformadas y elevadas a nuevas realizaciones.

La Segunda Venida de Cristo también está relacionada con el propio cuerpo etérico de Cristo Jesús. Normalmente, nuestro cuerpo de éter se disuelve, o más bien es asimilado por el cosmos etérico inmediatamente después de la muerte. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos. Los cuerpos de éter de los grandes líderes espirituales de la humanidad pueden mantenerse integrados y funcionando como inspiración durante mucho tiempo. Por ejemplo, el organismo etérico del gran Iniciado Zaratustra, que inauguró la antigua civilización persa (alrededor del año 5000 a.C.), inspiró a Moisés, que sacó a los israelitas de Egipto. Como Iniciado, Zaratustra tenía una profunda visión de la evolución del mundo, y ésta vivía en su cuerpo etérico. A través de él, Moisés pudo concebir la historia de la creación contenida en el Génesis, que debió continuar en la tradición oral durante mucho tiempo hasta que fue escrita.

Así, podemos imaginar que el organismo etéreo de Cristo Jesús se conservó en su máxima integridad. En efecto, sobre una base cosmológica, podemos concebir que fue llevado a través de una profunda evolución cósmica. Así lo indiqué en mi publicación Cristianismo cósmico.

Nuestro cuerpo etérico o formativo lleva la memoria viva de toda nuestra vida. Por esta razón, el alma durante los tres primeros días después de la muerte se enfrenta al «retablo» de la vida que acaba de concluir. Después, el «retablo» del éter es, normalmente, absorbido por el mundo planetario. Esto no es sólo una afirmación abstracta. A lo largo de muchos años de investigación, pudimos confirmar que la configuración de los cielos en el momento de la muerte está dispuesta de tal manera que es como un negativo fotográfico. Los planetas están preparados para recibir ese «retablo etérico» en el suyo. Esta confirmación se produce porque, por regla general, la muerte de un ser humano no es un acontecimiento aleatorio, sino que está cuidadosamente preestablecido por el karma.

Para demostrarlo más claramente, hemos elegido reimprimir aquí y estudiar el llamado asterograma de la muerte de Rafael Santi (6 de abril de 1520) de la Parte I de mi publicación de hace tiempo[ahora llamada] Isis Sophia III – Nuestra relación con las estrellas. En realidad, encontramos que Saturno crea ese «negativo fotográfico», del que hablamos anteriormente, ya durante el tiempo de vida de un ser humano. Este planeta era llamado, en la antigua Grecia, Padre Tiempo Omnipotente. Así, podemos imaginar que Saturno, como cronólogo universal, anota no sólo los acontecimientos históricos generales, sino también los de la vida del individuo. Esta idea no tiene por qué asombrarnos. Debemos darnos cuenta de que este planeta es mucho más grande que la Tierra y da residencia a muchos seres espirituales que trabajan en esta gran «oficina del cronólogo» cósmico, o registros akásicos.

Así encontramos en el asterograma de la muerte de Rafael (Fig. 17), indicado en el círculo exterior, las posiciones calculadas de Saturno durante su vida. Imaginamos que el planeta había anotado entonces en los «anales» cósmicos los acontecimientos importantes de la vida de Rafael. Además, su muerte fue «arreglada» por los poderes del karma, en el momento en que los planetas entraron en los lugares de las inscripciones saturnianas anteriores. A través de estas coincidencias «preestablecidas», el organismo etéreo, o cuadro, de Rafael pudo entonces ser asimilado por el cosmos planetario. Por medio de estas interconexiones, el ser humano realiza en realidad importantes contribuciones al mundo estelar. De hecho, son y serán en el futuro aún más importantes para la vida de las estrellas. Aquí se hace evidente que no vivimos una existencia terrestre indiferente al azar, que significa poco para nosotros mismos y nada para nuestro entorno. A través de esta correlación, el cosmos se transforma gradualmente y se pueden introducir en él nuevos valores de naturaleza espiritual. Esto también lo hemos podido comprobar, en un sentido cosmológico. Con respecto al futuro lejano, podemos incluso visualizar que el universo será finalmente creado de nuevo a través de tales interconexiones. Rudolf Steiner ha dado indicaciones con respecto a las etapas de la evolución futura (véase Steiner, El Misterio de Micael, capítulo VI), «…cuando el elemento divino y espiritual del que descendemos (que vive en nosotros) pueda impregnar el universo de luz como el Ser del Hombre en expansión cosmológica».

Acontecimientos actuales

Geocéntricamente, Plutón volverá a pasar por el punto del equinoccio de otoño. El mismo acontecimiento ocurrió en el pasado, alrededor de 1724-5, cuando Plutón también pasó por el equinoccio de otoño. Fue en la época de la muerte de Pedro el Grande, zar de Rusia. Le siguieron acontecimientos turbulentos en la parte oriental de Europa, especialmente en Rusia. En Occidente, la era de la filosofía materialista de los enciclopedistas preparaba su incursión en Europa. Uno de estos filósofos, d’Holbach (nacido en 1723), escribió más tarde Christianism dévoilé, en el que «atacó al cristianismo y a la religión como fuente de todos los males humanos… Lo que los hombres llaman su alma se extingue cuando el cuerpo muere… Sería inútil y casi injusto insistir en que un hombre sea virtuoso si no puede serlo sin ser infeliz. Mientras el vicio le haga feliz, debe amar el vicio». (Citado de la Enciclopedia Británica). Podemos llegar a conclusiones esclarecedoras si comparamos esas coincidencias del pasado con los problemas de la humanidad actual.

Traducido por Carmen Ibáñez Berbel