Enfoque práctico III – Mayo, Junio y Julio de 1973. CIV

Por Willi Sucher

English version (páginas 201- )

Finalmente, tenemos que discutir el significado y el funcionamiento de la Luna en el complejo del asterograma de la encarnación.

La Luna y su esfera están relacionadas con los últimos pasos o etapas del descenso a la encarnación en la Tierra. Indicaciones de esta naturaleza hemos encontrado ya en la posición de la Luna en la época. En el Capítulo I, hemos dado los principios de la llamada regla Hermética, que dice que una Luna creciente en el nacimiento sugiere que el lugar del «signo naciente», o ascendente en el momento del nacimiento marca la localidad en el zodíaco donde la Luna había estado en el momento de la época; y si la Luna es menguante en el nacimiento entonces la posición en el zodíaco del «signo poniente», o descendente en el nacimiento fue ocupada por la Luna en la época.

Así pues, tenemos aquí una definición muy posible del ascendente o descendente del nacimiento. Significan el último paso de la encarnación, el descenso del alma desde la esfera de la Luna a la Tierra, por su unión con el desarrollo embrionario inicial. Por supuesto, esta perspectiva es aplicable si no hay otros factores que determinen el momento del nacimiento sino el karma, no si interfieren acciones nacidas de decisiones egoístas y volátiles. Si no se produce tal interferencia, entonces el ascendente/descendente puede tomarse como una representación de la forma en que un alma trae partes esenciales de su herencia del cosmos a la vida terrenal que comienza. Debemos considerarlos como puertas finales, y así podemos entender también las definiciones asignadas a la región del zodíaco situada inmediatamente debajo del ascendente en el horizonte oriental, la llamada primera casa. El conocido astrólogo inglés Alan Leo expresa en su libro How to Judge a Nativity (Cómo juzgar un nacimiento) la opinión de que a esto debe añadirse también el espacio por encima del horizonte, hasta un ángulo de unos 15°. Dice de toda esta región espacial: «El ascendente rige la apariencia personal y, en gran medida, también la salud, la mente y la disposición».

Frente a esta región espacial, por debajo y por encima del descendiente de nacimiento, estaría entonces la llamada casa séptima, donde se supone que ha estado la Luna de la época si es menguante al nacer. Alan Leo dice de ella «…La séptima casa en todos los horóscopos es el complemento de la primera y representa la unificación de todo lo que está separado o aislado en el ascendente; indica el lado subjetivo indicado por la primera casa: y unificar con éxito todo lo que está denotado por la primera y la séptima significa una experiencia ampliada que no puede obtenerse de ninguna otra manera».

Volvamos ahora al asterograma de la encarnación de Kepler. La Luna estaba creciente en el momento de su nacimiento (ver Fig. 3). Por lo tanto, debería haber estado en el lugar de la salida del zodíaco al nacer, es decir, en 22° 40′ del signo de Géminis. Este fue, al mismo tiempo, el ingreso en la constelación sideral de Géminis (indicado como Asc. = ascendente). Por encima de este punto se movió el planeta Neptuno durante el proceso embrionario. Así pues, tenemos aquí, en todo lo que concierne al descenso final de esta alma a la Tierra más el significado de la casa I, una implicación adicional relativa al movimiento de Neptuno, además de su posición en el perihelio de Saturno según el heliocentrismo (véase el Capítulo I). Vimos en este último una disposición potencial hacia la cosmología y la astronomía.

En este sentido, se puede discernir el potencial, relativo al carácter personal, etc., indicado en el ascendente-descendente. Sin embargo, sería prudente considerarlo sólo como un potencial y no en el sentido de un destino vinculante, etc. De este modo se pueden proteger las perspectivas terapéuticas. Se puede hacer:

a) Sobre la base de los «signos», las divisiones de la eclíptica o trayectoria «aparente» del Sol. Éstas pueden considerarse como «descendientes» de las constelaciones siderales o de estrellas fijas del Zodíaco, «descendiendo» de estas últimas en los momentos en que el zodíaco eclíptico y el zodíaco de estrellas fijas coincidían, según la precesión del equinoccio de primavera. El zodíaco eclíptico, o los «signos», reflejarían así en el plano de las fuerzas etéricas cósmicas lo que el zodíaco de estrellas fijas expresa de otro modo. Los signos se expresan más bien en la esfera de los hábitos, de las inclinaciones inconscientes, del temperamento en sentido amplio, etc.

b) También puede lograrse sobre el fondo de las propias constelaciones de estrellas fijas. Sin embargo, en este caso debemos ser conscientes de que su lenguaje sólo puede concebirse en el nivel de la astralidad cósmica. Las manifestaciones y realizaciones de esta naturaleza pueden encontrar su expresión en la esfera de las potencialidades y capacidades psicológicas, más o menos conscientes, del ser humano.

Para llegar a los fundamentos de estos posibles impactos, no basta con basarse en las descripciones de los manuales de astrología, aunque puedan indicar la dirección de la búsqueda. Una aproximación constructiva puede encontrarse en la mitología de las constelaciones siderales descrita, por ejemplo, en la obra de Peter Lum, The Stars in Our Heaven, (Las estrellas de nuestro cielo) o en la de G. P. Serviss, Astronomy with the Naked Eye (Atronomía a simple vista) Harper Brothers, 1908, que probablemente esté completamente agotada. Sin embargo, no se pueden tomar estas descripciones como recetas. Hay que vivir con ellas y con su significado más profundo, durante mucho tiempo, hasta que realmente revelen sus secretos, especialmente en lo que se refiere a su relación con la fisiología humana.

Otro camino que puede conducir, según nuestra experiencia, a resultados constructivos es la asociación de la constelación con la memoria de la evolución del mundo. Esto se ha descrito en una de las publicaciones anteriores del autor, Isis Sophia II – Esbozo de una nueva sabiduría estelar. Se basa en la experiencia de que las constelaciones del zodíaco, y sus vecinas, portan las imágenes de la memoria cósmica de etapas pasadas de la evolución. Éstas se describen detalladamente en la Ciencia Oculta de Rudolf Steiner y en otras publicaciones. En las figuras 12, 13 y 14 sólo podemos dar indicaciones y referencias de páginas del libro La Ciencia Oculta. También en este contexto hay que vivir intensamente con las descripciones de este último libro y de otros, para llegar a una imagen constructiva de los doce caracteres del zodíaco.

Volvamos ahora al asterograma de la encarnación de Kepler e intentemos discernir el carácter de su ascendente de nacimiento, que era también el lugar de la Luna en la época. Estaba en el signo y también en la constelación sideral de Géminis o los Gemelos. En la mitología nórdica, Géminis estaba relacionada con «Breidablik», la residencia de Balder, que fue asesinado accidentalmente por Hodur, posiblemente considerado en un tiempo como el hermano gemelo de Balder. En la mitología griega, esta constelación estaba asociada a los gemelos Cástor y Pólux, y a otros personajes «gemelos».

Las historias se refieren siempre a la gran división del universo: la Tierra, con la muerte como severa soberana, y los cielos, el reino de la inmortalidad. Gran parte del trasfondo mitológico subyacente lo vemos materializado en el temperamento y la actitud vital de Kepler. El hecho mismo de que intentara penetrar en los secretos de los cielos en su enfoque astronómico y también en su astrología se relaciona con esta doble perspectiva de Géminis.

En cuanto al trasfondo de la evolución mundial, según la Ciencia Oculta de Rudolf Steiner, podemos encontrar indicaciones muy descriptivas. En este sentido, Géminis estaría asociado a la tercera gran «Ronda» (o etapa) de la evolución durante lo que se denomina Antiguo Saturno. La sustancia cálida de la Voluntad que había surgido estaba al principio unida en sí misma.  Sólo durante esa tercera ronda se dividió y así se formaron los primeros cimientos del mundo actual de objetos muy diferenciados. Durante el siguiente paso cósmico de la evolución en el Antiguo Sol, aparecieron por primera vez dos «reinos de la naturaleza», los antepasados mismos de la raza humana y otro reino inferior. Esto lo vemos suceder durante la cuarta ronda del Antiguo Sol, que consideramos recordada en Géminis. Durante la ronda media de la Antigua Luna, el universo se dividió en dos centros opuestos de existencia, un «Sol» superior y un tipo de «Luna» inferior. Esto lo vemos recordado en la constelación de Sagitario, opuesta a Géminis. Los antepasados de la raza humana, que aún no estaban dotados de ego, alternaban su existencia en el planeta Luna y en el Sol. La estancia en el Sol (del universo de la Antigua Luna) podemos verla como «recordada» en Géminis. Así, podríamos considerar la asociación de Kepler con Géminis a través de su ascendente de nacimiento y Neptuno, como una imaginación de su potencial para la astronomía en un sentido moderno, teniendo esa ciencia que tratar con un universo dividido en muchas entidades o «cuerpos».

A continuación, nos concentraremos en la posición de la Luna en la configuración natal y su significado. La regla Hermética, que hemos encontrado útil en relación con la época, dice que el lugar de la Luna en el zodíaco al nacer es la localidad del «ascendente de la época» si la Luna es creciente al nacer. Si es menguante, significa el «descendente de la época», y el ascendente sería opuesto.

La pregunta es: ¿qué significan estos conceptos, ascendente o descendente de la época? A través de nuestra ocupación con el ascendente o descendente del momento del nacimiento, hemos adquirido el material necesario para responder a esta pregunta. Estos últimos son, según la regla Hermética, los lugares del zodíaco, en cualquiera de los dos, donde se encontraba la Luna en la época. Llegamos entonces a la conclusión de que «ascendente», en este sentido, significa la puerta final de descenso de un alma desde la esfera de la Luna hasta la Tierra. Del mismo modo llegamos a la conclusión, después de muchos años de investigación, de que el ascendente de la época, o posición de la Luna en el momento del nacimiento, es la dirección que el alma ha tomado desde el mundo cósmico hasta la esfera de la Luna antes de la encarnación. Debemos tener muy clara esta idea, para poder trabajar con ella.

Tras la conclusión de una encarnación, nuestra alma se eleva etapa por etapa hacia el cosmos, y se expande en las esferas de los planetas. Esto está descrito con gran detalle en el libro de Rudolf Steiner, Teosofía y la asociación de estas esferas del alma y del mundo espiritual con los planetas está, además, delineada en su conferencia-ciclo La vida entre la muerte y un nuevo nacimiento (Berlín 1912-13). Cuando el alma emprende este viaje desde la Tierra, toma una dirección definida hacia el cosmos. Esto está indicado por el «ascendente», o punto ascendente en el zodíaco, en el momento de la muerte -un hecho bien conocido todavía en ciertos movimientos ocultistas. (La expresión es: El alma del difunto ha entrado en el Oriente Eterno.) Poco después, esta dirección cambia a la tendencia de moverse hacia el Sol -donde parecía estar en el momento de la muerte. Además, el alma se expande ahora en el cosmos de las esferas en todas direcciones, no sólo en una. Así, mientras que el ser humano en la Tierra es un punto muy pequeño en el espacio, después de la muerte se vuelve cada vez más idéntico a las esferas, a los espacios contenidos en las órbitas de los planetas.

Tras un viaje más o menos largo por estas esferas, las almas se preparan para descender a una nueva encarnación en el planeta Tierra. En la «hora de medianoche de la existencia», como se la llama, vuelven atrás y se desplazan paso a paso de nuevo a través de las esferas, donde adquieren las necesidades adecuadas para la existencia terrenal. En el curso de este descenso, el ser humano se contrae cada vez más y finalmente toma una dirección definida hacia la Tierra. Por regla general, esta «dirección» viene indicada por la posición del Sol en la última muerte, que es la «dirección hacia el exterior», y de nuevo por la posición de la Luna en el siguiente nacimiento. (Esto ha sido confirmado por trabajos y estudios intensivos con configuraciones de muerte y nacimiento relacionadas kármicamente). Así pues, la Luna natal significa la «dirección interior» del alma, y así podemos comprender también algunos de los trabajos más profundos de la Luna. Recoge la «cosecha», por así decirlo, de las experiencias del alma durante la vida en el mundo cósmico espiritual entre dos encarnaciones y la moldea en el organismo humano que nace durante el desarrollo embrionario.

Equipados con esta perspectiva, ahora podemos observar la configuración de la Luna natal de Kepler. Se trataba de una Luna creciente situada a unos 64° de la eclíptica, el signo de Géminis y la constelación de Tauro. También estaba situada en el sector de Géminis «imagen embrionaria». El trasfondo de esto se dilucida en el capítulo I, donde pudimos ver el potencial de Kepler como escritor, siendo Géminis una imagen de la instrumentalidad proporcionada por las manos de un ser humano. Por lo tanto, la Luna en el nacimiento de Kepler crearía una imaginación de su descenso a la esfera de la Luna y su recogida de los «frutos» de su existencia en el mundo cósmico espiritual. Ya nos hemos referido a este hecho en el capítulo II, especialmente en relación con el llamativo trasfondo de Tauro y la asociación de Kepler con la cosmología. En este sentido, no sólo tenemos que fijarnos en el Antiguo Egipto y Caldea, aunque la relación de Kepler con ese pasado parece haber sido bastante especial. La época en la que el equinoccio de primavera estaba en la constelación de Tauro parece haber estado orientada en general hacia una cosmología aún gloriosa en un sentido mucho más amplio. Basta con mirar a los otros extremos de la civilización de aquellos días, por ejemplo, las Islas Británicas. Al igual que aún hoy encontramos pirámides y zigurats en los territorios de Egipto y Caldea, en las Islas Británicas hallamos los restos de Stonehenge, entre otras estructuras similares. Stonehenge fue construido para servir de observatorio para la observación astronómica intensiva, aunque a escala gigantesca. Esto se ha descubierto claramente en nuestra época. (Véase Gerald S. Hawkins, Stonehenge Decoded, –Stonehenge descifrado-, Fontana Collins). Aunque este monumento es muy diferente de los egipcio-caldeos, demuestra no obstante el carácter general de la Era de Tauro: estructuras muy pesadas que enfatizan el impulso de desarrollar un sentido para las realidades terrestres, y por otro lado la intención de estudiar y experimentar el funcionamiento de las estrellas. (Stonehenge se construyó entre 2000 y 1500 a.C., mientras la Era de Tauro estaba en pleno desarrollo). Es bastante evidente la fuerza con que todo esto vivía Kepler. Por lo tanto, veríamos en la Luna en el momento de su nacimiento, una imaginación de lo que encarnó en su encarnación, como los «frutos» de su estancia en el mundo cósmico espiritual, las evaluaciones espirituales de: a) esfuerzos, impulsos, asociaciones en encarnaciones anteriores, b) la intención de transformar estas «herencias» en normas y requisitos modernos.

Que esto no es descabellado ni una ilusión puede demostrarse fácilmente mediante un estudio de la relación en el tiempo de los nodos lunares con la posición de la Luna de época y de nacimiento. De forma similar a los nodos de las esferas planetarias causados por las inclinaciones de las órbitas hacia el plano de la eclíptica, así también la órbita de la Luna se inserta en ángulo en este último. En un momento dado, la Luna rompe este plano Tierra-Sol y pasa de la región «inferior» a la semiesfera superior. Este es el nodo lunar ascendente. En el punto opuesto, desciende a la semiesfera inferior, lo que constituye el nodo descendente. Estos nodos de la Luna se distinguen de los nodos de los planetas en que se mueven mucho más rápido a través del eclipse. Sólo necesitan unos 18 años y 7 meses para desplazarse una vez por todo el zodíaco y volver a la posición sideral original, vista desde la Tierra.

Rudolf Steiner se ha referido repetidamente a los nodos de la Luna y a su significado. Los consideraba «puertas de entrada de las fuerzas astrales cósmicas» a la Tierra. Podemos entender el concepto «puertas» si nos damos cuenta de que estos nodos son puntos de contacto entre la esfera de la Luna (dentro de la órbita lunar) y la esfera de la Tierra-Sol.

En el momento del nacimiento de Kepler, el nodo lunar ascendente se encontraba a unos 122° 48′ de la eclíptica, y el descendente, por supuesto, enfrente. Desde allí se movían lentamente hacia atrás (los nodos lunares se mueven en contra del progreso general «hacia delante» de los planetas en el zodíaco). Así tocaron en el tiempo o «abrieron» los lugares donde los planetas, etc. estaban parados en el nacimiento, época, etc. Del mismo modo han estado en estos lugares antes del nacimiento.

Por ejemplo, a principios de octubre de 1565 (= antes del nacimiento), el nodo lunar descendente se encontraba, aproximadamente, a 64°, es decir, la posición de la Luna en el momento del nacimiento de Kepler. (Estas posiciones aproximadas pueden calcularse con ayuda de las tablas astronómicas del capítulo I, Dr. Ahnert Astronomisch-Chronologische Tafeln ruer Sonne, Mond und PlanetenTablas astronómico-cronológicas del Sol, la Luna y los planetas. La suma total de la cifra «K» en las Tablas (p. XVI-XVIII), tomada de 360° es la posición del nodo lunar ascendente). Los lugares de los planetas en ese momento, en 1565, son muy significativos con respecto a la perspectiva filosófica de Kepler que empleó durante su vida. Podemos incluso llamar a este momento la «natividad espiritual» de Kepler, según una perspectiva que Rudolf Steiner sugirió en su conferencia-ciclo Pensamiento humano y cósmico (20-23 de enero de 1914).

Rudolf Steiner abrió este ciclo de conferencias el 20 de enero de 1914 con la intención: … «Quisiera hablar sobre la conexión del ser humano con el universo desde un cierto punto de vista…». Luego habla de la naturaleza del pensamiento humano… «…Yo mismo he creado el pensamiento, estoy presente en él y por lo tanto también sé lo que contiene. En efecto, el pensamiento es nuestra posesión más individual. Si encontramos la relación del pensamiento con el cosmos, entonces descubrimos la relación de nuestro propio ser con el cosmos. En esto vemos la promesa de que, en efecto, es un punto de vista fructífero contemplar la relación del ser humano con el universo desde el aspecto del pensamiento…» Elabora entonces con gran detalle la representación de lo que aparece como pensamiento filosófico humano en el universo del zodíaco y los planetas. Es un reflejo del pensamiento de los seres divinos. Ellos dicen en un momento dado: «que surja en el mundo el pensamiento del Idealismo filosófico, combinado con la capacidad del Logismo filosófico». Esto se reflejaría en la posición visible de Júpiter (conectado con el Logismo) en la constelación de Aries (reflejando el Idealismo filosófico, o la realización del mundo como ser de pensamiento/idea).

Los seres humanos que descienden a la encarnación pueden, a partir de su karma individual y de su conexión con el mundo divino, asumir tal «acontecimiento», hacerlo enteramente suyo y desarrollar así en la Tierra su concepción individual del mundo. Esta sería entonces su «natividad espiritual», que también está conectada con las estrellas como su natividad física, pero distinta de ésta. Rudolf Steiner continúa diciendo que esta «natividad espiritual» del ser humano puede ocurrir en el tiempo mucho antes del nacimiento físico, o después. Sin embargo, no describe ninguna relación detallada entre ambas natividades, sino que da una serie de ejemplos históricos. (En la Fig. 15 damos la relación de los doce posibles «matices» de las concepciones filosóficas del mundo con el zodíaco, y los siete posibles «estados de ánimo» filosóficos, relacionados con los planetas, según el ciclo de conferencias de Rudolf Steiner antes mencionado).

Durante mucho tiempo nos ha intrigado la cuestión de si existe alguna relación realista entre la natividad física y la «natividad espiritual». Por ejemplo, investigamos las natividades físicas de las personalidades históricas que Rudolf Steiner mencionó en su Pensamiento humano y cósmico. Poco a poco, nos dimos cuenta de que sí existe una conexión definida. El paso de los nodos lunares ascendentes o descendentes por el lugar donde se encuentra la Luna en el momento del nacimiento, ya sea antes o después del nacimiento, puede dar la respuesta. Desde un punto de vista lógico esto es comprensible. Dijimos antes que la posición de la Luna en el momento del nacimiento indica la «dirección» desde el cosmos que un alma puede haber tomado cuando descendió a la Tierra. Así, cuando uno de los nodos de la Luna se mueve a través de esta posición, la «puerta del mundo astral, cósmico» puede estar «abierta» y las actividades de los seres divinos pueden «brillar» en la existencia del individuo.

Anteriormente mencionamos que el nodo descendente de la Luna de Kepler se movió a través del lugar de la Luna natal en 1565. Como nuestros cálculos no pueden ser tan exactos como sería deseable con respecto a la fecha exacta de este acontecimiento, nos concentramos únicamente en las posiciones de Saturno, Júpiter y Marte en ese momento. Pero incluso éstas son de lo más esclarecedoras y parecen coincidir con la concepción filosófica del mundo de Kepler. Marte había entrado en la constelación de Géminis. Esta última está relacionada con el Matematismo filosófico (ver Fig. 15 más abajo), lo que reflejaría, por supuesto, la asociación de Kepler con la astronomía, basada en un enfoque matemático concreto. Marte aparecería relacionado con el «Voluntarismo» filosófico que, combinado con el «Matematismo» parecería representar el elemento «Voluntad» con el que Kepler manejaba sus conceptos e investigaciones astronómicas, y en este sentido era un astrónomo moderno.

En 1565 Júpiter estaba en la constelación de Virgo. Filosóficamente hablando, éste sería el potencial del Logismo en el matiz del Fenomenalismo. Júpiter estaba en ese momento en aspecto «cuadrado» (90° de distancia) con Marte. La astrología tradicional puede decir que éste era un mal aspecto en la configuración estelar ordinaria, aunque no estamos totalmente de acuerdo con este juicio. Es más, en un contexto espiritual puede ser incluso un aspecto «bueno», en la medida en que puede provocar el progreso interior a través de la obstrucción.

En el caso de Kepler, se trataba de un aspecto «bueno» en el sentido espiritual. Con Marte en Géminis, o el Voluntarismo combinado con el Matematismo, podría haberse deslizado fácilmente hacia una actitud que mantuviera que «sólo puedo aceptar como realidad lo que se puede poner en fórmulas matemáticas». (Esta es la descripción del Matematismo que Steiner da en ese ciclo de conferencias Pensamiento humano y cósmico). Kepler había recibido a través de su «natividad espiritual» el potencial de decir y realizar: «soy consciente de que el mundo que me rodea es el que se me aparece. No puedo decir que este mundo de color y sonido que surge por ciertos procesos que ocurren en mis ojos, que se me presentan como color, y otros procesos en mis oídos, que se me presentan como sonidos, etc., no puedo insistir en que éste es el mundo verdadero. Es el mundo de los fenómenos». (Cita del mismo ciclo de conferencias de Steiner anteriormente mencionado).

Además, aparece en esa configuración estelar de 1565, Saturno en la constelación de Leo. Esto indicaría el potencial filosófico de la Gnosis (Saturno) conectado con el Sensualismo (Leo) [que tiene que ver con las impresiones de los sentidos]. Era un aspecto adicional con respecto a la concepción filosófica del mundo de Kepler. De la Gnosis dice Rudolf Steiner: «El ser humano puede ser un ‘gnóstico’ si se inclina a conocer los objetos del mundo a través de ciertos poderes de cognición, que descansan en su propia alma, pero no sólo a través de sus sentidos». En el caso de Kepler esto estaba, potencialmente, orientado hacia el Fenomenalismo. Éste «disociaría del fenómeno lo que parece provenir sólo del intelecto y la razón, y sólo acepta como conectado de algún modo con la realidad lo que los sentidos imparten como impresiones.» Esto parece presentar una contradicción cuando se combina con la Gnosis. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Más bien puede ser el impulso del pensamiento para penetrar los problemas que aparecen en conexión con el Sensualismo con el poder de la cognición interior. Kepler lo elaboró un poco en este sentido cuando, como dice Arthur Koestler en Los Sonámbulos: «sin transición, en un solo salto sorprendente, nosotros» (viajando con Kepler en sus escritos) «hemos atravesado la frontera entre la especulación metafísica y la ciencia empírica». Vemos más bien en estos «saltos», intentos de llevar el gnosticismo al campo del sensualismo, para encontrar una comprensión más profunda de lo que subyace al mundo percibido a través de los sentidos.

Esta es sólo una demostración provisional de las posibilidades que puede ofrecer el trabajo con los nodos lunares relacionados con la posición de la Luna en el momento del nacimiento. Una información detallada y la posibilidad de un cálculo preciso, que en el caso de Kepler es algo difícil, pueden producir resultados aún más esclarecedores.

También se puede investigar el paso de los nodos lunares sobre la ubicación del ascendente de nacimiento, aunque esto conduce a perspectivas diferentes de las que se tienen sobre la posición de la Luna natal. En el caso de Kepler, el nodo lunar ascendente se encontraba a unos 86° de la eclíptica en noviembre de 1573. Este era el lugar del ascendente, o signo Naciente, en el nacimiento de Kepler, y también de la posición de la Luna en su época. Si tenemos en cuenta todo lo que dijimos sobre esta Luna en la época, que coincide con el descenso final del alma al cuerpo, entonces también podemos comprender el significado de la configuración del nodo lunar relacionado con el ascendente del nacimiento y la posición de la Luna de la época. Es un símbolo de la preparación para el paso final a la Tierra, como un ser fisiológicamente integrado, al planeta donde han tenido lugar encarnaciones anteriores. Este tipo de asterograma del nodo lunar puede incluso dar información sobre la naturaleza de una encarnación anterior, tanto en lo que respecta al tiempo como al carácter. Sin embargo, este es un asunto muy difícil y esotéricamente íntimo en el que no podemos embarcarnos aquí. Únicamente, sentimos que debemos mencionarlo para circunscribir el significado de este acontecimiento.

En noviembre de 1573 tuvo lugar una gran oposición, una oposición de Saturno en 240° y Júpiter en 60° de la eclíptica. Estas oposiciones, al igual que las conjunciones, se producen en intervalos de unos 60 años, y avanzan unos 8°- 10° dentro de este ritmo. De hecho, otros dos acontecimientos similares tienen lugar a intervalos de unos 20 y unos 40 años desde el primero De este modo ocupan y operan, por así decirlo, un triángulo casi equilátero en el zodíaco que gira lentamente y completa una rotación sideral en unos 2.600 años. Así, este triángulo de oposiciones, y más aún de conjunciones, aparece como una aguja de tres puntas en el reloj cósmico. Y, en efecto, el conocimiento de su movimiento en el tiempo, pasado y futuro constituye un excelente medio para calibrar los ritmos de la historia.

Sobre esta base podemos saber, por ejemplo, que un antepasado de esa gran oposición de 1573 tuvo lugar hacia el 37-35 a.C. Sin embargo, debido a la rotación del triángulo en el zodíaco, que mencionamos anteriormente, Saturno se trasladó de Acuario a Piscis, y Júpiter estaba en oposición. Este acontecimiento fue seguido por una gran conjunción astronómica en la constelación de Piscis en el 6 a.C. (De hecho, durante ese año se produjeron tres conjunciones de los dos planetas, aproximadamente en la misma posición, según la observación geocéntrica). Probablemente formaba parte del complejo estelar que informó y guio a los Reyes Magos, que eran astrólogos en el mejor sentido antiguo, (según el Evangelio de San Mateo II), conduciéndolos hasta el Niño Jesús, nacido en Belén. Kepler conocía este acontecimiento, la gran conjunción del año 6 a.C., y sugirió que Jesús no nació en el punto de inflexión de a.C. a d.C., sino en el año 4 o 5 a.C., poco después de estas conjunciones. Esta es una propuesta tentadora y muchos la han adoptado. Así podemos ver que Kepler tenía probablemente una conexión más profunda con esa gran oposición de 1573, cuya ascendencia se remonta a la época alrededor de Cristo. Incluso es posible que estuviera implicado en los acontecimientos en torno al nacimiento de Jesús durante una encarnación anterior, aunque deberíamos ser muy reticentes a afirmarlo. Todo lo que queremos decir es, que las configuraciones del nodo lunar de Kepler, sobre la base de 1573, ofrecen la viabilidad de tal asociación de Kepler.

Sin embargo, aunque así fuera, tenemos la impresión de que Kepler se equivocó con respecto a sus conceptos sobre esas grandes conjunciones del año 6 a.C. y el nacimiento de Jesús. No le culpamos como individuo. En su época, el materialismo ya se había apoderado de la civilización hasta tal punto que posiblemente se frustraron sentimientos más profundos y una comprensión real de la conexión del mundo humano con las estrellas. Tras muchos años de investigación, hemos llegado a la conclusión de que las grandes conjunciones del año 6 a.C. estaban relacionadas con el nacimiento de Jesús, pero no representaban la configuración del nacimiento del Niño. Más bien vemos en las grandes conjunciones geocéntricas del 6 a.C., la «natividad espiritual» (véase la descripción anterior, la definición de esta «natividad espiritual» por el paso del nodo lunar sobre la posición de la Luna en el nacimiento) de Jesús, a quien visitaron los Tres «Reyes Magos». Combinaban con una sabiduría astrológica de una profundidad que ya casi no podemos imaginar, la última presencia de una antigua clarividencia. Así pudieron «leer el mensaje» presente en la «estrella» del año 6 a.C., de la proximidad de los acontecimientos profetizados mucho antes sobre la venida del Mesías. Con la ayuda de una serie de ritmos cósmicos más pequeños, podían discernir el momento más preciso de los acontecimientos que los acompañaban, como el nacimiento del Niño.

Con esto concluimos la delineación del asterograma de la encarnación de Kepler. Consideramos las descripciones precedentes de las cartas de agosto de 1972 como un esbozo de cómo elaborar y abordar paso a paso dicho asterograma. Por supuesto, somos plenamente conscientes de que tales presentaciones sólo pueden dar un comienzo inicial y sólo conducen hasta un cierto punto de realización. Sin embargo, al final uno se enfrenta al hecho de que el asterograma individual no puede juzgarse plenamente sobre la base de perspectivas generalizadas. Uno descubre que cada complejo encarnado de naturaleza estelar es una «individualidad» en sí mismo y debe ser interpretado y tratado individualmente. Sin embargo, la imagen general puede darnos un comienzo, y mediante el estudio y la práctica persistentes se puede llegar gradualmente a un tipo de percepción que se acerca a lo que, con mucha cautela, se puede llamar una conciencia intuitiva. Entonces nos daremos cuenta de la importancia de una afirmación de Rudolf Steiner, según la cual una verdadera astrología requerirá el desarrollo de las más elevadas capacidades espirituales de conocimiento que podamos alcanzar en la época actual. Entonces uno también se dará cuenta de la naturaleza sublime de una verdadera astrología, que no debe ser mal utilizada para propósitos superficiales, insinceros y diletantes, sino que es una ayuda para una profunda investigación y realización espiritual. No es una «profesión» en un sentido ordinario; es una «vocación» de humanidad y de importancia mundial, y lo será cada vez más.

Los elementos de las esferas planetarias

Su historia y su realización en las biografías humanas

En los capítulos siguientes describiremos los elementos de los planetas: las líneas de los ápsides, indicadas por los puntos perihelio-afelio de las órbitas planetarias, y las líneas nodales formadas por los nodos ascendentes y descendentes de los planetas. Las hemos descrito parcialmente en los capítulos anteriores, pero para facilitar el trabajo lo haremos ahora de forma sistemática. Algunas repeticiones serán inevitables.

El trabajo con los elementos de los planetas también puede proporcionar una caracterización más precisa de los propios planetas y constelaciones, incluso si los abordamos según el punto de vista geocéntrico. El diagrama de la Fig. 16 muestra las posiciones actuales de los elementos en el zodíaco sideral.

Las figuras del círculo exterior son los puntos de partida de las constelaciones siderales (estrellas fijas), definidas según las divisiones eclípticas o «signos». [Las posiciones de los planetas indican dónde se encontraban los afelios, perihelios y nodos en 1900. Los nodos se mueven en el sentido de las agujas del reloj, mientras que los afelios y perihelios lo hacen en sentido contrario. El afelio y el perihelio de Neptuno son aproximados, ya que es muy inestable].

Hemos añadido a esto otro diagrama (Fig. 17), que muestra los movimientos de los elementos a través de las constelaciones del zodíaco en el curso de milenios. Ciertamente, nos damos cuenta de que esto sólo puede ser una aproximación, porque no sabemos si algunos de estos elementos han pasado, o pasarán por una aceleración o se están desacelerando. Las posiciones exactas figuran en la Tabla II. La lista contiene también las proporciones del movimiento anual según los conocimientos astronómicos actuales.

La experiencia ha demostrado que también obtenemos una descripción vívida de las constelaciones. Para entrar en materia, Géminis muestra un carácter mucho más definido de lo que lo harían las visiones tradicionales, o incluso el enfoque mitológico. Saber que en la actualidad se encuentran allí los nodos ascendentes de Plutón, Saturno y Júpiter, además de las líneas de perihelio de Saturno y la Tierra, puede darnos una profunda perspectiva imaginativa e incluso inspiradora de Géminis.

Aparte de esto, podemos descubrir también fuentes de estudio y discernimiento con respecto a los propios planetas. Entonces aprendemos que los elementos de los planetas también se mueven en relación con el fondo de las constelaciones. Así, con el tiempo, crean afiliaciones variables con estas últimas y también entre sí. Nos damos cuenta de que el carácter de las esferas planetarias, y por supuesto de los propios planetas, cambia y evoluciona constantemente, y que nada en este gran universo es estático y fijo para siempre. (Hemos mantenido los elementos de Urano, Neptuno y Plutón en el diagrama separados en el círculo exterior porque no son tan fáciles de evaluar como los planetas clásicos, ya que son más bien fluctuantes en el transcurso del tiempo. Las posiciones que indicamos son posiciones medias).

Historia de los elementos de Mercurio

El perihelio de Mercurio se encuentra actualmente en la constelación sideral de Tauro. Entró en el equivalente de esta constelación en tiempos de la Atlántida, y permanecerá allí más allá del término de la actual quinta Época de siete civilizaciones. Del mismo modo, el afelio se trasladó, durante las últimas subrazas de la Atlántida, de lo que en la astronomía contemporánea consideramos como la constelación de Libra a la de Escorpio. (Debemos tener en cuenta que también las estrellas fijas que diseñan las constelaciones cambian de lugar en el curso de largos intervalos de tiempo, y que, por lo tanto, una antigua humanidad recibió y vivió con imaginaciones diferentes de las nuestras. Recuerdos de estas imaginaciones antiguas están todavía presentes en los zodíacos chino y tibetano).

El perihelio de Mercurio en Tauro puede darnos una vívida descripción de la naturaleza del planeta y de Tauro. Vemos en estas líneas de perihelio a corta distancia de los planetas una expresión de su impulso y tendencia, es decir, de los impulsos y tendencias de los Seres espirituales divinos que trabajan en las diferentes esferas planetarias. Así se integran en las perspectivas evolutivas de todo el universo solar, uniéndose a los grandes objetivos que persiguen las más altas jerarquías divinas. Por lo tanto, veríamos en esta larga estancia del perihelio de Mercurio en Tauro una expresión de las fuerzas y Seres que trabajan en la humanidad desde la antigüedad hacia la realización de la inteligencia en el ser humano, en el sentido de toda la Época Post-Atlante.

Los detalles de la «biografía» de este perihelio nos ofrecen una imagen profunda de las etapas correlativas del desarrollo. Aproximadamente en el año 3000 a.C., el perihelio de Mercurio se alineó con el punto del equinoccio de primavera, es decir, el punto del zodíaco en el que el Sol aparece el 20/21 de marzo, el comienzo de la primavera. Se trata de un punto muy importante para la vida del planeta Tierra. Esto se expresa, por ejemplo, en el hecho de que este movimiento durante el curso del año significa el despertar de los procesos vitales en la naturaleza, por supuesto, limitados al hemisferio norte de la Tierra. También tiene un efecto notable en los ciclos vitales de la civilización humana. El momento alrededor del año 3000 a.C., cuando el perihelio de Mercurio coincidió, aproximadamente, con el equinoccio de primavera, tiene un significado especial. En 3101 a.C. comenzó el largo intervalo de tiempo que el esoterismo indio denominó Kali Yuga o Edad Oscura. Duró 5.000 años, hasta 1899 d.C., y fue llamada la «Edad Oscura», porque mientras prevaleció, la humanidad perdió sus antiguas conexiones «instintivamente clarividentes» con el mundo espiritual divino. Esta conexión era más real para los seres humanos, en cierto sentido, que la realidad material física en la que vivían mientras estaban encarnados. A través de la clarividencia instintiva, los seres humanos tenían la inteligencia que necesitaban para dominar su existencia terrenal, pero era una inteligencia que los guiaba, incluso los dominaba, sin darles la oportunidad de desarrollar su propia voluntad. Con el comienzo del Kali Yuga, estas experiencias vividas pero ineludibles fueron desapareciendo y se instaló la «oscuridad». La humanidad tuvo que formular, a partir de su propia (aunque limitada) inteligencia, decisiones y normas de vida. Primero fueron las tradiciones de la época anterior al Kali Yuga las que guiaron a la humanidad, pero poco a poco también se fueron oscureciendo. De este modo, los seres humanos entraron en una fase de su evolución en la que tuvieron que aprender a desarrollar un pensamiento espiritual libre, su propia imaginación moral y su propia inteligencia intuitiva para gestionar la vida de forma constructiva. Para ello, para alcanzar la «libertad», tuvo que llegar la oscuridad del Kali Yuga. Así podemos ver en ese perihelio de Mercurio entrando en Tauro, el contra signo cósmico de este gran cambio en la esfera de la inteligencia con la que Mercurio está tan profundamente asociado.

Los datos «biográficos» posteriores del perihelio y el afelio de Mercurio. Hacia 1850 a.C., este perihelio estaba en línea con el perihelio de Saturno, y el afelio de Mercurio estaba, por supuesto, en línea con el afelio de Saturno. Poco después, hacia 1600 a.C., el perihelio de Mercurio coincidió con la línea nodal ascendente de Marte, y el afelio con la línea nodal descendente de Marte. Todos estos acontecimientos ocurrieron en las constelaciones de Tauro y Escorpio.

Estas fechas coincidieron con desarrollos significativos y dramáticos en Egipto y Mesopotamia. En cierto sentido, la Era de Tauro estaba todavía externamente en pleno florecimiento. La corriente principal de la cultura humana todavía estaba bajo la impresión de los acontecimientos cósmicos en Tauro, por ejemplo, el perihelio de Mercurio en Tauro. Esto se manifestaba como el impulso de reconocer, por un lado, el funcionamiento de los astros y, por otro, de descender al mundo material de forma realista para llevar la inteligencia cósmica hasta las acciones de los miembros. Este es el impulso de ciertos seres que trabajan en la esfera de Mercurio. También se expresa en la secuencia de las conjunciones superiores e inferiores de Mercurio en el curso de un año visto geocéntricamente. Lo hemos demostrado en la Fig. 10.

Durante la presente Era, esta inteligencia cósmica pasó por un paso decisivo de mayor desarrollo, indicado por el movimiento del perihelio de Mercurio en línea con la línea nodal ascendente de Venus, alrededor de 1879 d.C. Este acontecimiento coincidió con el comienzo de la Era del Arcángel Micael. El abad medieval Johannes Trithemius de Sponheim (1462-1516) escribió sobre las siete llamadas Eras de los Arcángeles, que se suceden y duran unos 355 años cada una. (Véase Encyclopedia of Numbers, – Enciclopedia de los números, de A. E. Abbot, Emerson Press.) Rudolf Steiner ha confirmado esta tradición basándose en sus investigaciones espirituales.

Así el Arcángel Micael, que es realmente del rango de los Archai, inspira la presente Era, especialmente en todo lo que concierne a la inteligencia humana. (Véase también A Dictionary of the Occult Sciences, – Diccionario de las ciencias ocultas, de Lionel Stebbing, también Emerson Press, aparte de las numerosas referencias y descripciones de Rudolf Steiner). Es el Guardián de la inteligencia cósmica espiritual y de su realización en el ser humano, contra las anti-fuerzas de Lúcifer y Ahriman. Este último querría engañar y desviar a la humanidad actual de la inteligencia cósmica, y utilizarla sólo para fines materiales. Los acontecimientos estelares que acompañaron el comienzo de esta Era de Micael describen muy claramente su naturaleza e intención: El impulso de curación y, particularmente, el desarrollo de los nuevos misterios cristianos, que se indican en los trabajos de la esfera de Venus, se combina con la esfera de Mercurio. La inteligencia cósmica micaélica nos tiende una mano de ayuda en la Era actual; sin embargo, sólo podemos tomarla o recibirla como seres espiritualmente libres, desarrollando los poderes potenciales de nuestro pensamiento. Este es el lenguaje de Tauro en la era moderna. Para lograrlo, debemos reconocer, especialmente en nuestro pensamiento, las fuerzas de la oscuridad, de Ahriman, que se representa en el lenguaje cósmico en el viejo aspecto irreflexivo y mortífero de la constelación de Escorpio, el Águila caída de antaño. Micael puede ayudar al ser humano en esta lucha espiritual, porque es el que, según las antiguas tradiciones y presentaciones, «mantiene al Dragón bajo sus pies». En lenguaje cósmico esto se expresa en la conjunción del afelio de Mercurio y el nodo descendente de Venus en 1879 en Escorpio.

El nodo ascendente de Mercurio estuvo también durante un largo intervalo en la constelación de Tauro, o su equivalente en la antigüedad. Aproximadamente en el año 5900 a.C. se encontraba allí en conjunción con su propio perihelio. Esto fue todavía durante la antigua civilización india (véase Rudolf Steiner Ciencia Oculta, etc.). Esta última todavía vivía fuertemente con la antigua clarividencia atlante del mundo espiritual, aunque más en un sentido instintivo. Al mismo tiempo, las condiciones cambiadas de la vida humana exigían la asociación con el mundo material físico y el descenso al mismo, lo cual era doloroso. En esto vemos otro tipo de impacto de Tauro, en la combinación del perihelio y el nodo de Mercurio.

Hacia el año 750 a.C., el nodo de Mercurio entró en la constelación de Aries. Como su movimiento anual es de 42,651″, frente al de la precesión del equinoccio vernal, que es de 50,2564″ al año, retrocede en el zodíaco sideral sólo 7,6″ (segundos de arco) al año. Por tanto, su aproximación hacia la línea divisoria de Tauro a Aries fue muy lenta. Ya en 2090 a.C. estaba en línea con el equinoccio vernal, que entró en Aries desde Tauro más tarde, hacia 1800 a.C. (La discrepancia entre la entrada astronómica del equinoccio vernal en la constelación y el comienzo cultural de las Edades correspondientes en la humanidad -por ejemplo, la entrada astronómica en Aries fue durante el siglo XIX a.C., mientras que el comienzo cultural de la Era de Aries fue en 747 a.C.- se debe a una especie de tendencia a la demora o vacilación en la humanidad. Por regla general, tras la entrada astronómica, los nuevos impulsos viven, por así decirlo, en «movimientos subterráneos» dentro de la humanidad hasta que finalmente pueden irrumpir).

Así, en el trasfondo, y profundamente oculta en la humanidad, la Era de Aries ya se había gestado. La conjunción del nodo de Mercurio con el equinoccio de primavera y el paso de este último a la constelación de Aries, desde Tauro, se expresó, por ejemplo, en la historia de Abraham y sus seguidores. Se trasladaron de Mesopotamia a Palestina y luego a Egipto. Abraham consideró que su misión consistía en alejarse de los centros de culto a las estrellas y su aplicación, hasta las preocupaciones de la comunidad y la orientación humana. Su impulso fue desarrollar el intelecto humano. En algunas tradiciones se le considera, por ejemplo, el padre de la aritmética. Preparaba, como una especie de corriente subterránea, la Era de Aries. (La Era de Abraham, empleada por Eusebio, habría comenzado en 2016 a.C., durando hasta 1822 a.C., según la tradición).

La relación de Abraham con la constelación de Aries aparece de forma dramática en el relato del capítulo 22 del Génesis. En un momento dado tiene la impresión de que se le exige el sacrificio en holocausto de su hijo Isaac. Finalmente, un Ser divino interfiere e impide que esto suceda. En su lugar, «Abraham alzó los ojos y miró, y he aquí detrás de él un carnero cogido por los cuernos en un matorral; y fue Abraham, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo». Tomamos esto como una especie de imaginación profética. El carnero del sacrificio era una imagen del Carnero cósmico, o Aries, más allá del cual se encuentra la región arquetípica de las fuerzas que forman la cabeza humana. Éstas las adquirió Abraham en el acto sacrificial y con ellas fundó el impulso hacia una nueva inteligencia que se convirtió en el impulso y la tarea del pueblo hebreo en las épocas siguientes.

Esta nueva inteligencia, las inspiraciones de Mercurio de Aries, entraron entonces en pleno vigor durante la Era grecorromana a partir del año 747 a.C., cuando el nodo ascendente de Mercurio se había trasladado finalmente a la constelación de Aries. Según el historiador romano Fabius Pictor, en el año 747 a.C. tuvo lugar la fundación de Roma. Se suponía que la nueva inteligencia, manifestada como intelecto creciente, conduciría a la humanidad cada vez más a liberarse de la antigua tradición, a dejar de ser guiada y dominada por poderes divinos. Sin embargo, era y es la expectativa del mundo divino que encontraríamos, en plena libertad espiritual y a través de nuestros propios esfuerzos interiores, el camino de vuelta a una nueva experiencia de la realidad del mundo invisible. Como se dejó, y se pretendía dejar, a nuestra propia decisión la búsqueda y el recorrido de este camino, existe a lo largo de todo [el camino] el riesgo «premeditado» del fracaso humano. Esta posibilidad se ha hecho cada vez más fuerte, sobre todo en la humanidad actual. Ha desarrollado un supermaterialismo y una negación de la realidad espiritual sin precedentes en la historia de la humanidad, y podemos tener la impresión, en la actualidad, de que este desarrollo aún no ha llegado a su fin.

Todo esto parece reflejarse cósmicamente en el hecho de que los nodos de Mercurio y Marte se han ido acercando. La conjunción real de las dos líneas nodales se producirá hacia el año 2500 de nuestra era. Así pues, debemos contar con la perspectiva de que una parte de la humanidad, al menos, acelerará el materialismo en todas las esferas de la vida. (Esto no debe tomarse como un pronóstico fatalista. Podemos evitar tal desarrollo, pero requeriría esfuerzos muy conscientes). La combinación de los nodos de Mercurio y Marte puede significar que ciertos impulsos asociados a Marte podrían imponerse al «elemento inteligencia» de Mercurio. Ciertos seres en la esfera de Marte promueven muy activamente la infusión del materialismo en la ciencia natural y todo lo que de ella se deriva. La discusión sobre los elementos de Marte lo demostrará.

Es de esperar que la manifestación y el desarrollo de, por ejemplo, el «elemento inteligencia» de Mercurio, se haya expresado en la vida de los individuos humanos. Por lo tanto, como conclusión de los elementos planetarios, discutiremos su activación en los asterogramas de encarnación y también en las configuraciones de la muerte de una serie de personalidades históricas.

En los asterogramas de encarnación de los seres humanos, las asociaciones de los planetas con los elementos de las esferas planetarias aparecen como potenciales. Pueden evolucionar o no durante la vida de un individuo. Además, las circunstancias de la vida familiar, la educación y la integración en la sociedad varían mucho su realización. Mucho depende de las decisiones y la voluntad del ser humano individual. Por lo tanto, se puede despertar el valor y la determinación para buscar formas y medios de realización individual de estos potenciales, ciertamente no sólo en la imitación, sino a través del estudio de los similares humanos históricos.

El estudio de las similitudes entre las configuraciones de la muerte y la encarnación puede convertirse en una cuestión de inspiración en grados. Al morir, el ser humano entrega al cosmos los trabajos de su vida y sus posibles logros. Son absorbidos, por así decirlo, en las esferas de los planetas, haciéndose patentes en las posiciones de los planetas, etc., en el momento de la muerte. Esto no se pierde. Se conserva, por así decirlo, en las esferas y configuraciones, y es posible que pueda ser tomado, como elemento inspirador, por las almas que descienden a la encarnación. Esto puede estudiarse en la asociación de complejos de encarnación con configuraciones de muerte anteriores.

Traducido por Carmen Ibañez Berbel

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