Por Willi Sucher
English version (páginas 145-164)
Estas cartas pretendían ser informes sobre las investigaciones del autor en el campo de la cosmología y la cosmogonía. Hasta ahora, hemos intentado investigar algunas perspectivas históricas de la humanidad pasada. Esto no ha concluido ni mucho menos. Queda mucho por hacer para que estas investigaciones lleguen a tener un significado intrínseco para la historia inmediata. Sin embargo, antes de ir más lejos, creemos que debemos estudiar las conexiones de una serie de individuos con el cosmos más de cerca de lo que hemos hecho hasta ahora. Porque, al fin y al cabo, es el individuo el que hace la historia.
Además, pensamos que es necesario un enfoque sistemático de nuestra correlación con el universo, tal como lo hemos llegado a ver. Ha surgido cada vez más la necesidad de crear una especie de «libro de texto» de información para este tipo de trabajo desde el punto de vista del fondo espiritual-científico y ético sobre el que hemos construido durante décadas pero que nunca hemos «resumido», por así decirlo.
En este sentido, vamos a empezar a elaborar, de forma sistemática, las correlaciones estelares de Johannes Kepler, el astrónomo del siglo XVII. En relación con el centenario de su nacimiento (nació el 27 de diciembre de 1571-calendario juliano), últimamente hemos tenido ocasión de elaborar la historia sobre los detalles de su carta natal en relación con su biografía.
Johannes Kepler no fue un astrónomo más de la época actual. La situación de su vida y su destino le llevaron a convertirse, por así decirlo, en un formidable guerrero de los nuevos enfoques en todo el campo de la cosmología de acuerdo con las exigencias de la humanidad moderna. Las grandes batallas que tuvo que librar no sólo se referían a su entorno humano, contemporáneo, sino que era él mismo con quien se enfrentaba constantemente: conexiones y herencias del pasado que estaban presentes en su temperamento, sus inclinaciones, etc. En el campo de la astronomía pura abrió nuevos caminos de aproximación que aún hoy no se realizan plenamente; y, sin embargo, también se involucró en la «astrología». Sin embargo, también en este campo, su gran batalla se hizo muy evidente. Por un lado, tuvo que publicar calendarios anuales con previsiones astrológicas, incluso para poder ganarse la vida, y por otro lado encontró palabras fuertes contra la astrología tradicional, calificándola de «espantosa superstición», de «sortilegio de monos», y a todo este campo de «charco sucio». Sin embargo, estaba convencido de que era posible una renovación de la astrología que descubriera, como ciencia empírica, la verdad de la relación de los seres humanos y la Tierra con el cosmos. En uno de sus escritos hizo «una advertencia a ciertos teólogos, médicos y filósofos… para que, aunque rechacen justamente las supersticiones de los astrólogos, no tiren al niño con el agua del baño». Porque «nada existe ni sucede en el cielo visible que no sea percibido de alguna manera oculta por las facultades de la Tierra y de la naturaleza: (de modo que) estas facultades del espíritu aquí en la Tierra están tan afectadas como el propio cielo.» (Traducciones citadas de Los sonámbulos de Arthur Koestler).
Así, vemos buenas razones para tomar la propia relación de Kepler con el cosmos como punto de partida para una presentación sistemática del enfoque que hemos llegado a considerar, al menos, como una de las primeras aperturas hacia una nueva astrología, astrosofía o cosmogonía, como se quiera llamar.
Johannes Kepler nació, como ya dijimos, el 27 de diciembre de 1571 -calendario juliano-, a las 14:30 hora local, en Weil der Stadt, no lejos de Stuttgart, en el sur de Alemania. Esta información, procedente de Kepler originalmente, se da en The Sleepwalkers (Los sonámbulos de Arthur Koestler, publicado en 1959, Hutchinson de Londres.
Primero queremos orientarnos respecto a la situación espacial en ese momento, qué parte del cielo y del zodiaco estaba por encima del horizonte y cuál por debajo, como en la Fig. 1. Para ello tenemos que trabajar con el Tiempo Sidéreo.
Para nuestras necesidades diarias empleamos la hora local o la hora regional. Esto significa que dividimos el día en 24 horas, comenzando con el cero a medianoche y llegando al mediodía local, o a las 12 en punto cuando el Sol está culminando, es decir, cruzando la línea meridiana, o medio círculo que comienza en el punto sur del horizonte, moviéndose a través del cenit, y descendiendo al punto norte. Al menos, tomamos el momento medio de este cruce del Sol, porque puede haber, de hecho, una ligera diferencia horaria según la estación. La hora regional, por ejemplo, la hora centroeuropea, o una de las cuatro regiones del continente norteamericano, se basa en el acuerdo de que un meridiano particular; por ejemplo, en este caso el de 75° al oeste de Greenwich que pasa, entre otros lugares, por Filadelfia, se convierte en la base de la hora para toda una región, ya sea al este o al oeste de este meridiano. El momento en que el Sol pasa por este meridiano se considera, aproximadamente, como el mediodía para esa región y se denomina hora estándar del este.
El tiempo sideral tiene un fundamento diferente. El cero del día sideral es el momento en que el punto de cruce entre la eclíptica -la trayectoria del Sol durante el año vista desde la Tierra- y el ecuador de la Tierra, proyectado en el cielo, se desplaza por el meridiano de cualquier localidad geográfica del planeta. El Sol parece estar en este punto de cruce en el momento del equinoccio de primavera, en el hemisferio norte. En ese día del año, la hora sideral coincide con la hora local. Esto se indica en las efemérides astronómicas disponibles (mostradas en la Tabla I). Por ejemplo, las Efemérides Astronómicas de Raphael para 1972 dan la Hora Sidérea para el 22 de marzo como 0h 0m 21s para el mediodía de cualquier Hora Local. Después de eso, la Hora Sidérea avanza cada día unos 4 minutos de la hora, porque el Sol se mueve aparentemente, podemos decir, hacia adelante en la eclíptica, lo que hace que el punto de cruce de la eclíptica y el ecuador celeste se mueva sobre el meridiano de cualquier localidad dada, 4 minutos antes. Por lo tanto, la hora sideral del 23 de marzo = 0h 4m 17s, la del 24 = 0h 8m 14s, lo que significa que el Cero (o el adelantamiento del punto de cruce de la eclíptica) fue esa cantidad de tiempo antes del mediodía de la hora local. Cuatro minutos x 360 días (o aproximadamente un año) es igual a 1440 minutos, o 24 horas, lo que significa que hemos regresado, después de un año, al momento en que el mediodía sideral volverá a coincidir con el mediodía local.
Necesitamos este aparentemente complicado trabajo con el Tiempo Sidéreo para calcular la posición de la eclíptica y el zodiaco, en esta relación con cualquier horizonte y hora local. Por ejemplo, podemos querer saber cuál era esta relación el 28 de mayo de 1972 a las 10 p.m. de Greenwich, Inglaterra. El tiempo sideral en ese día era de 4h 24m, según las Efemérides de Raphael para 1972, p. 10, para el mediodía en ese lugar (ver Tabla I más abajo). A esto hay que añadir la hora de nacimiento de Kepler de 10h. Así llegamos a 14h 24m = Tiempo Sidéreo para ese momento, lo que nos dice que el punto de cruce de la eclíptica y el ecuador celeste pasó por el meridiano de Greenwich 14h 24m antes. A partir de esto podemos calcular cómo estaba todo el firmamento del cielo en relación con el horizonte de Greenwich a las 22 horas de ese día. Esto se puede calcular, por supuesto, con logaritmos, etc., lo que parece complicado. Sin embargo, podemos utilizar para ello unas tablas preparadas, denominadas Tablas de Casas, que lo hacen más fácil. Hay tablas de este tipo impresas en las Efemérides de Rafael, después de la página 41, para Londres. El tiempo sideral se da como 14h 24m, a unos 3° del signo eclíptico de ♑ según la salida en el este (columna «Ascendente» en las Tablas). La columna con el título de «10» da el punto culminante (en el meridiano de Londres) a unos 8° del signo de ♏.
Por supuesto, estas «Tablas de Casas» preparadas en las Efemérides de Rafael son limitadas. Sólo se dan para Londres, Liverpool y Nueva York, y latitudes geográficas similares. Sin embargo, existen tablas para casi todas las latitudes habitadas de la Tierra. Por ejemplo, las Häeusertabellen des Geburtsortes de D. W. Koch, editadas por Elisabeth Schaeck, 668 Neunkirchen, Saar, Alemania, están disponibles para las latitudes 23°, 44°, 45°, 56° y para el ecuador.
Volviendo al momento del nacimiento de Kepler parece que nos enfrentamos, de entrada, a la dificultad de no disponer de efemérides preparadas para ese siglo. ¿Cómo podemos obtener la información necesaria? Con respecto a la hora sideral de su nacimiento es relativamente fácil, sólo hay que tener en cuenta que el nacimiento todavía tuvo lugar bajo la era del calendario juliano. Este último fue cambiado por el calendario gregoriano el 5 de octubre de 1582. Para entonces, el cómputo juliano se había retrasado 10 días con respecto al año real del ciclo solar. Por lo tanto, el 5 de octubre de 1582 se declaró el 15 de octubre, en aras de la rectificación. Desde entonces, el calendario se corrige por el sistema de ciclos bisiestos.
Para encontrar la hora sideral del nacimiento de Kepler tomamos el 27 de diciembre de 1571, fecha juliana, y la convertimos en la fecha gregoriana correspondiente, que es el 6 de enero de 1572. Como éste era un año bisiesto, podemos tomar cualquier 6 de enero de un año bisiesto en los tiempos modernos y adoptar la hora sideral dada para él. Por ejemplo, el 6 de enero de 1972 sería adecuado. La Hora Sidérea era entonces de unas 19h 01m (ver Efemérides de Rafael), lo que significa que 4h 59m después del mediodía local, la eclíptica, cruce del ecuador celeste, se moverá sobre el meridiano de cualquier localidad de la Tierra con longitud similar (divisiones este-oeste del globo terráqueo)
19h 01 + 4h 59 = 24h 00 Medianoche o Cero
A esta hora sidérea de 19h 01m al mediodía hay que añadir la hora de nacimiento, que era 2h 30m Local. (En el caso de la información según la Hora Regional tenemos que ajustar esta última a la Hora Local). Así llegamos a 19h 01m más 2h 30m = 21h 31m, siendo la Hora Sidérea de este nacimiento.
A continuación, tenemos que emplear una Tabla de Casas para la latitud del lugar de nacimiento de Kepler. Weil- der-Stadt está a 45° 46′ de latitud norte. La tabla correspondiente figura en la obra Häeusertabellen del Dr. W. A. Koch, p. 165 (véase la tabla II). Tomamos la hora sideral 21h 29m 39s. La pequeña diferencia de unos 2 minutos no altera la imagen de forma muy incisiva. En el medio, entre las columnas de la derecha y de la izquierda, encontramos los grados de latitud, por ejemplo, para 49° Norte. La columna «A» proporciona el punto ascendente o naciente para ese momento como 22 40, según los signos eclípticos. Encima de toda esta columna se da la cifra global «M» 20. Este era el punto culminante (meridiano) de la eclíptica, válido para todas las localizaciones a lo largo del mismo meridiano. El resto de la información contenida en estas Tablas podemos, por el momento, obviarlo. Dibujamos una tabla para esta situación:
La elipse central nos da el plano del horizonte en ese momento, dividiendo el cielo en la parte visible de arriba y la parte invisible de abajo. A la izquierda (NE = noreste) está el punto de salida o ascendente, a la derecha la puesta (SW = suroeste), o descendente. (Esto se hace desde el enfoque visual, es decir, como si miráramos hacia el sur. También se puede hacer desde un ángulo contemplativo, apartándose de lo visual, mirando hacia N = norte, y así contemplándolo). La elipse vertical representa el medio meridiano visible en el que culmina la eclíptica en ese momento, y abajo está la parte invisible del meridiano. Según este dibujo, el cuadrante de arriba y de la izquierda parece contener una parte mucho mayor de la eclíptica que el de la derecha. Esto se debe al hecho de que la eclíptica, o el zodíaco, se elevaba muy al noreste y tenía que abarcar una gran porción de espacio hasta llegar por encima del punto sur del espacio local, o el meridiano del lugar de nacimiento.
Además, incluimos en el círculo de los signos de la eclíptica las constelaciones siderales del Zodíaco, que no coinciden entre sí debido a la precesión del equinox vernal. Según esto, la constelación sideral de Tauro había salido completamente en ese momento, y Géminis debía seguirle. Al mismo tiempo, el punto de separación entre las constelaciones siderales de Capricornio y Acuario atravesaba el meridiano.
El siguiente paso es insertar en esta imagen las posiciones de los planetas, el Sol y la Luna, en ese momento. Esto es relativamente fácil con respecto a los tiempos modernos, para los que tenemos efemérides precalculadas, normalmente para las posiciones día a día. Para fechas anteriores tenemos que calcular las posiciones con la ayuda de Tablas astronómicas. Existe, sin embargo, la efeméride Longitudes solares y planetarias para los años -2500 a +2000 por intervalos de 10 días, preparada por William D. Stahlmann y Owen Gingerich, de la Universidad de Wisconsin Press. Es una gran ayuda. No contiene las posiciones de la Luna, Urano, Neptuno o Plutón.
Como eventualmente necesitaremos las posiciones heliocéntricas de los planetas para la fecha de nacimiento de Kepler, ahora calcularemos estas últimas, y también las geocéntricas, con la ayuda de Astronomisch-chronologische Tafeln ruer Sonne, Mond und Planeten, del Dr. Paul Ahnert, Joh. Ambrosius Barth-Verlag, Leipzig, 1968. El método empleado es relativamente sencillo: hay que sumar las posiciones de los planetas, dadas para los comienzos de los siglos, años, meses y días, y luego rectificarlas. Así se obtienen los datos heliocéntricos que se pueden convertir en datos geocéntricos. En la Introducción (p. 16-17) se dan ejemplos de cálculo que, al consistir en cifras matemáticas, pueden seguirse incluso si se carece de conocimientos de la lengua alemana.
Con estas Tablas también se pueden calcular las posiciones de la Luna, Urano y Neptuno, así como las latitudes (diferencias respecto a la eclíptica, norte o sur) de todos los planetas, que sin embargo dejaremos en nuestro caso por el momento. Para la transición del calendario juliano al gregoriano se visualiza el año 1600. Como Kepler nació todavía dentro de la era del Calendario Juliano, no necesitamos [en este ejemplo] efectuar ningún cambio de fecha.
[Nota: Aunque Willi utilizó los métodos descritos a continuación para todas sus investigaciones históricas y heliocéntricas, indicó que trabajar de este modo -con más tiempo y esfuerzo- abrió muchas más perspectivas que los métodos que estuvieron disponibles posteriormente. Esta ha sido también la experiencia de otros que han trabajado de esta manera.
Desde la publicación original del Enfoque Práctico, han aparecido efemérides heliocéntricas y geocéntricas para los siglos XX y XXI. Estas efemérides completas del día a día proporcionan todas las posiciones planetarias, los nodos y los ápsides. También dan los nodos lunares medio y verdadero, el apogeo y el perigeo, además de otros datos pertinentes (hora sideral, etc.).
En la siguiente página aparece la Tabla III correspondiente al 27 de diciembre de 1571.
Con el uso de estas tablas, se pueden eliminar los cálculos de las páginas 14 y 15 para el período de 1901 y posteriores. Las Efemérides Americanas (Geocéntricas) y las Efemérides Heliocéntricas Americanas son compiladas y programadas por Neil F. Michelsen y publicadas por Astro Computing Services, P.O. Box 16297, San Diego, CA 92116. Están disponibles a través de, entre otras fuentes: The American Federation of Astrologers, P.O. Box 22040, Tempe, AZ 85282].
¿Cuál es la razón por la que insistimos en la información precisa sobre el signo ascendente, o constelación? En el caso de Kepler se trataba, como ya hemos dicho, del signo de Géminis, mientras que la constelación de Tauro ya había salido del todo. El signo de géminis estaba saliendo en ese momento, desde el punto de vista de la eclíptica (ascendente NE). Hay varias respuestas a esta pregunta que discutiremos en su momento. Para poder elaborar toda la perspectiva del asterograma de Kepler, nos centraremos ahora en un aspecto concreto relativo al ascendente: la época prenatal, que se sitúa unos 9 meses antes del nacimiento.
La llamada Trutina Hermetis o Regla Hermética, según algunas pruebas documentales existentes, está asociada a los reyes sacerdotes del Antiguo Egipto Nechepso y Petosiris, que por lo demás son desconocidos. El concepto «hermético» parece sugerir que se originó con Hermes, el fundador mitológico de la antigua civilización egipcia. Indica que se puede discernir un determinado momento importante en torno al inicio del desarrollo embrionario: el epígrafe que se sitúa en una media de 273 días antes del nacimiento. En un primer momento se tiene la tentación de pensar que el momento de la concepción debía ser idéntico a la época, pero una investigación más detallada revela que no es así. Más bien parece haber sido reconocido en aquellos tiempos antiguos como el momento de una especie de «concepción cósmica», durante el tiempo en que el alma descendente aún residía en la esfera de la Luna y no estaba todavía conectada con el germen físico de su eventual cuerpo.
La Regla Hermética dice que se puede discernir el tiempo de la época por la relación matemática del Sol, la Luna y la Tierra en el momento del nacimiento. Hemos trabajado con los principios de la Regla Hermética y la época y hemos encontrado que se puede obtener información muy instructiva. Se distinguen cuatro posibilidades que varían el tiempo de 273 días, o 9 meses, entre la época y el nacimiento:
1.- La Luna puede estar creciente al nacer (relación Sol-Luna) y sobre el horizonte (relación Tierra). En este caso la Luna de la época estaba, según la Regla, en el lugar de la eclíptica que se elevaba al nacer o se convertía en ascendente. Entonces el tiempo entre la época y el nacimiento era más corto que 273 días. [Aquí tenemos, directamente, el caso de Kepler. Su Luna de nacimiento era creciente y la Luna llena tuvo lugar unos días después de su nacimiento. Además, estaba por encima del horizonte (véase la carta). Por lo tanto, según la Regla, la época tuvo lugar cuando la Luna estaba en el lugar que se convirtió en el punto de nacimiento = alrededor de 22° 40′ del signo eclíptico de géminis. Esto ocurrió el 31 de marzo de 1571, y el tiempo entre la época y el nacimiento fue de 271 días. Esta fecha no coincide con la estimación de la concepción del propio Kepler, que situó en el 16 de mayo de 1571, aunque no hay que tomar esta afirmación de forma dogmática.
2. La Luna puede ser creciente en el momento del nacimiento, pero estar por debajo del horizonte. Entonces la Luna de la época también estaba en el punto de la eclíptica que salía (ascendente) al nacer, y el tiempo entre la época y el nacimiento era más largo.
3. La Luna puede estar menguando en el momento del nacimiento y por debajo del horizonte. En este caso la Luna ha estado en la época en el lugar de la eclíptica que se está poniendo al nacer (descendente), y el tiempo entre la época y el nacimiento sería más corto. [Por ejemplo, si Kepler hubiera nacido una semana después, la Luna habría estado en unos 130° al nacer (el 3 de enero de 1572). Un día o dos antes tuvo lugar la Luna llena; por lo tanto, la Luna estaba menguando el 3 de enero y por debajo del horizonte oriental (a unos 83° de la eclíptica). En este caso, la Luna de la época habría estado en unos 263° -o descendiente posterior del nacimiento de Kepler- hacia el 13 o 14 de abril de 1571. El tiempo entre la época y el nacimiento habría sido entonces de 265 días].
4. La Luna puede estar menguante en el momento del nacimiento, pero por encima del horizonte. Entonces la Luna de la época habría estado en el lugar que se puso al nacer (horizonte occidental – descendente). El tiempo entre la época y el nacimiento sería más largo.
Ahora tendríamos que calcular las posiciones de los planetas para el 31 de marzo de 1571, de forma similar a los cálculos para el nacimiento. Sin embargo, como estos últimos se elaboraron aquí sólo como ejemplos orientativos para fines futuros, nos limitaremos a dar los resultados finales para la época. Para ello presentaremos una carta sobre el principio circular vista, por así decirlo, desde un punto por encima de la eclíptica. En el círculo interior tenemos las posiciones de los planetas con respecto a la Tierra en el momento de su nacimiento (por supuesto, descuidamos las dimensiones espaciales reales) y en el círculo exterior en la época. En el medio insertaremos los movimientos durante el tiempo entre la época y el nacimiento (Fig. 3).
Básicamente, tenemos en esta imagen una contraimagen cósmica de la forma del embrión, indicada principalmente en la curva prenatal del Sol. No se trata sólo de una comparación metafórica. En la práctica, ha demostrado ser un complemento y una ayuda muy útil en la interpretación de un asterograma de encarnación, y también nos ayuda a formarnos una concepción realmente ética y agradable del significado y la utilidad de dicha carta. Sobre esta base, nuestras conexiones con los astros se presentan como una imagen de las fuerzas cósmicas que se han entretejido en la organización física. No hay necesidad de concebirlas como un elemento que rige inalterablemente al ser humano, como se sugiere tan a menudo, por desgracia, en las delineaciones astrológicas. Todo depende de cómo aprendamos a conocer y manejar este «complejo de herramientas»que hemos recibido del cosmos. Aquí, la idea de que la verdad y el conocimiento nos harán libres puede convertirse en una experiencia activadora y verdaderamente inspiradora. La pregunta es: ¿cómo podemos manejar esto en la realidad práctica? Una posibilidad es recorrer las características de los planetas individuales durante el tiempo de nacimiento de la época.
Empezaremos con Saturno. Este planeta está incorporado al organismo humano como la fuerza de la rectitud. (Véase también El hombre a la luz del ocultismo, la teosofía y la filosofía de Rudolf Steiner, Oslo, junio de 1912, conferencia IX). Para lograr esto, Saturno crea también el esqueleto humano. Así, es el pilar del cuerpo humano, y lo es en un sentido más profundo. En relación con nuestros estudios históricos anteriores, conocimos a Saturno como Padre Tiempo Omnipotente, sosteniendo los hilos del tiempo que corren a través de la historia. Saturno hace esto también en relación con el individuo individual, sosteniendo el hilo entre el cielo y la tierra, entre el pasado y el presente. El pasado debe entenderse, en este sentido, también como el tiempo en que el alma permaneció en el mundo espiritual entre la última y la presente encarnación. Entonces los impulsos de la voluntad, con respecto a la encarnación actual, se formularon a partir de los resultados y consecuencias de la anterior. En un sentido amplio, con todas las reservas necesarias, Saturno también puede ser considerado como el Padre Karma.
En la época de Kepler, Saturno se encontraba justo en la frontera entre Virgo sideral y Libra. Al principio del prenatal estaba retrógrado y volvió a moverse hacia la región de los pies de Virgo, pero durante la última mitad cruzó hacia Libra. Esto nos daría una idea de cuáles eran los impulsos prenatales de Kepler cuando esperaba otra encarnación. Libra, o Balanza, representa un impulso cósmico de «ponderación», de decisión entre dos opuestos o polaridades. Este «humor cósmico» acompañó a Kepler durante toda su vida. Le dio la capacidad de mirarse a sí mismo y juzgarse como si se enfrentara a otro ser. Por ejemplo, era capaz de escribir: «Ese hombre (él mismo) tiene en todos los sentidos una naturaleza parecida a la de un perro. Su aspecto es el de un perrito faldero… Se movía constantemente, husmeando entre las ciencias, la política y los asuntos privados… Sus profesores le alababan por sus buenas disposiciones, aunque moralmente era el peor de sus contemporáneos…» (Extracto de las traducciones de Los sonámbulos, de Arthur Koestler). Hay mucho más de este tipo de «peso del yo» en los escritos de Kepler. Sin embargo, vemos en ese Saturno, que vuelve a los pies de Virgo, también el impulso de traer la sabiduría divina cósmica hasta los hechos, las realidades y las decisiones de la Tierra.
Podemos contemplar a Saturno desde tres puntos de vista diferentes, y éstos pueden considerarse como líneas guía para una interpretación sistemática. No siempre pueden aplicarse con la misma facilidad que en el caso de Kepler.
En primer lugar, ya hemos mencionado que la curva prenatal del Sol es una especie de contratipo cósmico del embrión. Sobre esta base, esta curva puede dividirse en doce partes iguales. Los acontecimientos en estos sectores durante el período prenatal se refieren a la instrumentalidad física de la existencia terrestre y a los potenciales reales que contiene. En el caso de Kepler, el Sol comenzó en la época en 19,5° de la eclíptica, y al nacer se detuvo en 285,5°. Por lo tanto, la distancia que recorrió fue de 266°. Esto lo dividimos en doce partes iguales, cada una de las cuales contiene unos 22,16°. El primer sector se referiría a la región de Aries en el organismo físico humano y así sucesivamente. Según esta división, Saturno se habría desplazado desde Sagitario a los sectores de la curva del Sol prenatal que iba de 196,78° a 218,94°, y a 241,10° de la eclíptica, mientras que Saturno comenzó en la época en unos 212, 2º, retrocedió hasta unos 206,9º, y avanzó hasta unos 224,3º en el nacimiento que iba de 196,78° a 218,94°, y a 241,10° de la eclíptica, mientras que Saturno comenzó en la época en unos 212,2º, retrocedió hasta unos 206,9º, y avanzó hasta unos 224,3º en el nacimiento.
Sólo para aclarar la asociación de los doce sectores de la curva solar prenatal con las regiones de nuestra organización física, damos las siguientes correlaciones, siguiendo las indicaciones de El hombre a la luz del ocultismo, la teosofía y la filosofía de Rudolf Steiner, principalmente en las conferencias V y VI:
El Saturno de Kepler habría pasado entonces por las regiones «embrionarias cósmicas» que en la vida dan al ser humano la capacidad de pasar finalmente del estado de encierro en el cuerpo al movimiento exterior y a la integración en el entorno. Por el poder del décimo sector (♑ rodillas, articulaciones en sentido amplio), donde estaba Saturno al nacer, recibiríamos entonces la capacidad de encontrarnos con el entorno, de enfrentarnos a él, posiblemente incluso de resistirlo. No cabe duda de que Kepler estuvo en esa posición toda su vida, y a veces estuvo relacionada con el sufrimiento y la agonía cuando tuvo que enfrentarse a sus contemporáneos humanos.
En segundo lugar, otra vía de acceso hacia la interpretación es la investigación de la relación que tienen los movimientos prenatales de los planetas con la vida después del nacimiento. En investigaciones que se extienden a lo largo de décadas, y en conexión con la historia y la biografía, nos llevaron a la conclusión de que los ciclos lunares prenatales entre la época y el nacimiento están asociados con la vida posterior. Así, los acontecimientos cósmicos durante el primer ciclo lunar sideral (la Luna partiendo de su posición inicial y volviendo a ella) prerreflejan, por así decirlo, los potenciales, los retos y los desarrollos durante los primeros siete años de vida. El segundo ciclo se refiere al tiempo que va de los 7 a los 14, y así sucesivamente. Como el total prenatal consiste en una media de diez ciclos lunares siderales, el conjunto reflejaría unas diez veces 7 años, o 70 años, la duración aproximada de la vida de un ser humano. Sin embargo, debemos subrayar con firmeza que este enfoque no puede utilizarse, según nuestra experiencia, en el sentido de una predicción anticuada, que presenta al ser humano cursos presumiblemente inalterables de los acontecimientos de la vida. Sólo puede tomarse como un camino hacia el reconocimiento de posibles potenciales y desafíos.
En el asterograma prenatal de Kepler encontramos que Saturno estaba retrógrado al comienzo del desarrollo embrionario y se volvió directo durante el 4º ciclo lunar prenatal. Incluimos en la Fig. 5 un diagrama de los movimientos planetarios geocéntricos durante el desarrollo prenatal de Kepler. Las divisiones horizontales dan el elemento tiempo, dividido en los diez ciclos lunares siderales de unos 27,3 días cada uno. Las divisiones verticales indican los signos y las constelaciones (borde izquierdo). Insertando los movimientos de los planetas, relacionados con el espacio y el tiempo, obtenemos las líneas y curvas contenidas en el gráfico que aparece en la página siguiente en la Figura 5:
El momento en el que Saturno se puso directo (volviendo a entrar en la constelación de Libra) fue un prerreflejo de la edad de Kepler de unos 21 a 28 años (1592-1599). Este fue un momento decisivo para toda la carrera posterior de Kepler. Completó su primer libro, Mysterium Cosmographicum (1596), donde expuso su idea de que el universo de las esferas planetarias de nuestro sistema solar está construido en torno a figuras geométricas definidas. En el prefacio confesaba que había llegado a estar de acuerdo con la idea de Copérnico, de que el Sol debe estar en el centro del universo «por razones físicas, o si se prefiere, por razones metafísicas». Vemos aquí cómo un elemento de decisión (Libra) debió vivir y realizarse en Kepler, porque fuerzas poderosas, como la Iglesia romana, seguían insistiendo en que la Tierra era el centro del universo. (El juicio a Galileo por parte de las autoridades eclesiásticas por sus opiniones copernicanas fue un testimonio de este impulso). Tampoco fue fácil para Kepler mantener su decisión, como veremos.
En el Mysterium Cosmographicum sugirió que las órbitas estaban hechas en tamaño, etc., de acuerdo con los impactos de los cuerpos geométricos, llamados sólidos pitagóricos o platónicos, alrededor de los cuales estaban dispuestas. Así, la órbita de Saturno estaba «hecha» por un cubo que se insertaba o inscribía en ella; dentro de la esfera de Júpiter había (por supuesto, invisible pero matemáticamente potencial) un tetraedro, una pirámide de tres lados con base triangular, dentro de la cual estaba la esfera de Marte. Luego, entre Marte y la Tierra, actuaba un dodecaedro (cuerpo de doce lados pentagonales), entre la órbita de la Tierra y Venus un icosaedro (veinte triángulos equiláteros), entre Venus y Mercurio un octaedro (ocho triángulos equiláteros). Uno casi se inclina a pensar que semejante concepción espacial del universo solar requería confianza en la sabiduría cósmica y un especial sentido del equilibrio por parte del autor. Realizó a su manera, Saturno en Virgo y Libra.
Entre 1600 – 06 Kepler trabajó en su siguiente gran publicación, Una nueva astronomía, basada en la causalidad, o una física del cielo. Contiene las dos primeras de las tres leyes planetarias de Kepler:
1. que los planetas no viajan alrededor del Sol en círculos, sino en órbitas elípticas, estando uno de los focos de la elipse ocupado por el Sol.
2. que un planeta se mueve en su órbita no con una velocidad uniforme, sino de tal manera que una línea trazada desde el planeta hasta el Sol recorre siempre áreas iguales en tiempos iguales. (Detalles y diagramas en Los sonámbulos, de Arthur Koestler).
Más tarde, durante el desarrollo prenatal, cuando Saturno estaba «bien establecido» en Libra, se encontró con Mercurio. Esto se refería a la edad de unos 47 años de vida, o sea, a 1618 (véase la Fig. 5). Durante ese año Kepler completó su libro Harmonice Mundi, o Armonía del Mundo. Arthur Koestler dice que el lema del libro podría ser: «Aquí nos sentaremos y dejaremos que los sonidos de la música se cuelen en nuestros oídos, y que la suave quietud y la noche se conviertan en el toque de una dulce armonía… «… No hay el más pequeño orbe que contemplas… que en su movimiento no cante como un ángel… Tal armonía está en las almas inmortales». En otra parte dice: «Lo que Kepler intentó aquí es, sencillamente, desnudar el secreto supremo del universo en una síntesis global de geometría, música, astrología, astronomía y epistemología. Fue el primer intento de este tipo desde Platón, y es el último hasta nuestros días… ¿Qué quiere decir exactamente con «armonía»? Ciertas proporciones geométricas que encuentra reflejadas en todas partes; los arquetipos del orden universal, de los que se derivan las leyes planetarias, las armonías de la música, la deriva del tiempo y la fortuna del hombre… Kepler aplica sus proporciones armónicas a todos los temas bajo el sol: metafísica y epistemología; política, psicología y fisonomía; arquitectura y poesía, meteorología y astrología».
Lo que Kepler hizo por la humanidad con el trabajo de su vida no podemos apreciarlo plenamente ni siquiera en base a sus publicaciones. Podemos tener una idea si consideramos el Saturno de Kepler desde un tercer aspecto posible: su conexión con los similares históricos.
Cuando Kepler murió, el 15 de noviembre de 1630, Saturno estaba casi exactamente en la misma posición en la que estaba en su nacimiento (dos órbitas completas de Saturno entre el nacimiento y la muerte), en la constelación de Libra. Dos astrónomos y cosmólogos con los que Kepler tenía una fuerte relación también tenían a Saturno en Libra sideral cuando murieron: Copérnico (fallecido el 25 de mayo de 1543) y Tycho Brahe (fallecido el 24 de octubre de 1601).
Los planetas en el momento de la muerte reflejan los esfuerzos y logros de un ser humano que luego, a través de la disolución del cuerpo etéreo, se comunican al cosmos. Por lo tanto, veríamos en esas tres posiciones similares de Saturno que mencionamos, una presentación de la esencia de la vida que vino de Copérnico, Tycho Brahe y Kepler. Se trata, evidentemente, de su lucha contra la concepción heliocéntrica del mundo. Copérnico la introdujo en la humanidad moderna, aunque fue incoherente en cuanto a su presentación. Al explicar los movimientos de los planetas según el heliocentrismo, empleó ciertos elementos geocéntricos ptolemaicos. Por otra parte, temía dar a conocer sus puntos de vista a sus contemporáneos, sabiendo que algunas autoridades de la Iglesia romana se oponían fuertemente a ello. Sólo después de su muerte se publicó su libro Las revoluciones de las esferas celestes. Por ello, Arthur Koestler le llama el tímido canónigo en Los sonámbulos.
Tycho Brahe no estaba convencido de la idea copernicana. Intentó construir su propia concepción del mundo, que podría considerarse una especie de compromiso: los planetas, excepto la Tierra, giran alrededor del Sol, que, con toda la comunión de sus satélites, gira alrededor de la Tierra central. Este concepto no ha calado en la humanidad moderna. Sin embargo, desde el primer momento en que Kepler entró en contacto con Tycho Brahe, durante el breve período en que intentaron trabajar juntos y hasta sus últimos días en el lecho de muerte, éste le imploró que construyera el nuevo universo no sobre la base de la visión copernicana sino de la tychoniana. Sin embargo, Kepler se adhirió a Copérnico después de la muerte de Tycho e incluso utilizó algunas de las observaciones astronómicas de Tycho para fortalecer sus propios conceptos.
Así, vemos que en el fondo de la historia moderna se libraba una tremenda batalla. También podemos imaginar que Kepler tuvo que tomar, en ciertos momentos, grandes decisiones en aras de lo que reconocía como la verdad, que muy a menudo se volvía contra su propia comodidad. Sin embargo, pensamos que tomó las decisiones correctas, aunque no imaginamos que la visión copernicana pura sea la perspectiva final con respecto a la concepción del mundo astronómico. Sin embargo, la humanidad tuvo y tiene que vivir con ella durante un tiempo.
En los esfuerzos y luchas de Kepler, podemos experimentar que era necesario que la humanidad moderna adoptara los aspectos de una astronomía, que a primera vista parece echar una mano a una concepción puramente mecánica del universo. Sin embargo, su perspectiva de las esferas planetarias con sus elementos, como el perihelio-afelio y los nodos, ofrece grandes posibilidades de volver a experimentar, e incluso emplear en la práctica vital, la realización del cosmos planetario como un ser vivo y con alma.
Las posiciones y los movimientos de los elementos de los planetas pueden calcularse según la información astronómica disponible. Una de estas tablas se ha publicado en el Calendario Estelar de 1956, editado por la Sección Matemática y Astronómica del Goetheanum de Dornach.
A continuación, ofrecemos una traducción del contenido:
Si, por ejemplo, queremos encontrar la posición del perihelio de Marte el 27 de diciembre de 1571, debemos tomar primero la diferencia de tiempo entre 1571 y 1900. La fecha de 1571 está bastante cerca de enero de 1572, por lo que consideramos que la diferencia es de 328 años (1572-1900). El cambio anual del perihelio es de 66,254s o segundos. Por lo tanto, multiplicamos estos 66,254s por 328 = 21.731s, divididos por 3.600s (1°)= 6° 02′ 11″. Este movimiento de 6° 02′ 11″ en 328 años debemos restarlo de la posición en 1900, porque es, según la Tabla un +, o un avance en el tiempo: la posición del perihelio de Marte en 1900, 334° 13′ 06″, menos 6° 02′ 11″ = 328° 10′ 55″, la posición del perihelio en enero de 1572.
En relación con el enfoque heliocéntrico (véase la Fig. 6 más adelante), elaboraremos más detalles sobre el Saturno de Kepler. Veremos entonces que las perspectivas heliocéntrica y geocéntrica no son en absoluto contradictorias, sino que pueden ser más bien complementarias. No es necesario pensar en el heliocentrismo y el geocentrismo como rivales. Cada enfoque exige, como hemos aprendido a saber por experiencia, su propia metodología. El punto de vista geocéntrico ve el planeta principalmente en lo que respecta a su relación con el zodíaco y la Tierra y como una entidad visible que sigue ritmos definidos.
Por otra parte, vemos la justificación del enfoque heliocéntrico en la oportunidad única que nos ofrece de reconocer, a un nivel totalmente nuevo, las esferas como realidades -casi se puede decir que como seres reales-. Esto se lo debemos, en gran medida, a la obra vital de Kepler, que concibió los aspectos perihelio-afelio de las órbitas de los planetas.
Para complementar nuestras consideraciones sobre Saturno en el geocentrismo, nos fijamos en primer lugar en los acontecimientos de la línea ápside o perihelio-afelio de Saturno. Según los cálculos, ésta se encontraba entonces en 84,7° y 264,7° de la eclíptica. Aquí vemos de inmediato una característica notable: Neptuno estaba casi exactamente en el perihelio de Saturno en el momento del nacimiento de Kepler. Geocéntricamente, Venus estaba en conjunción superior con el Sol poco antes del nacimiento. Esto hizo que la Tierra, heliocéntricamente, estuviera cerca del perihelio de Saturno y Venus cerca del afelio, frente a la Tierra. Estos hechos, por sí solos, sugerirían una posible afinidad con la cosmología y la astronomía.
Numerosas personalidades históricas con afinidades similares tuvieron alguna correlación de este tipo con la esfera de Saturno:
Edmund Halley (29 de octubre de 1656-14 de enero de 1742), astrónomo inglés que se hizo conocido por su observación del cometa que actualmente lleva su nombre y cuyo tiempo de retorno predijo a partir del cálculo de su órbita. Cuando él nació, después de la época de Kepler, Neptuno se había desplazado hacia el afelio de Saturno. Venus estaba en el mismo momento cerca de Neptuno y del afelio de Saturno. Luego, a su muerte, Venus estaba cerca del perihelio de Saturno y Mercurio enfrente, en el afelio.
El Saturno de Sir Frederick William Herschel (15 de noviembre de 1738-25 de agosto de 1822) se movía durante su prenatal por el perihelio de Saturno, mientras que Urano estaba cerca del afelio. A su muerte, Urano y Neptuno acababan de pasar por una conjunción en la proximidad de la línea del afelio de Saturno. Herschel también se hizo famoso como astrónomo. Se le conoce sobre todo por haber detectado el planeta Urano en 1781.
Entre los científicos más modernos, que también estaban asociados a los problemas cosmológicos de alguna manera, encontramos a Albert Einstein (14 de marzo de 1879-18 de abril de 1955), cuyo Marte de nacimiento se había acercado al afelio de Saturno, y a su muerte Marte estaba bastante cerca del perihelio de Saturno:
Sir Arthur Eddington (28 de diciembre de 1882- 22 de septiembre de 1944) nació cuando Júpiter estaba en el perihelio y Marte exactamente enfrente, en el afelio de Saturno. Entonces, al morir, Saturno estaba todavía muy cerca de su perihelio.
También antes de la encarnación de Kepler encontramos notables correlaciones de esta naturaleza:
Copérnico nació el 19 de febrero de 1473. En ese momento Saturno se había movido hacia su propio perihelio. Al morir (24 de mayo de 1543) Marte estaba en el mismo lugar.
Tycho Brahe nació el 14 de diciembre de 1546. Durante el prenatal Saturno estaba en su afelio, 2½ órbitas del planeta después del nacimiento de Copérnico. En el momento del nacimiento de Tycho, Mercurio estaba en conjunción con ese Saturno, que todavía estaba muy cerca de su propia línea apsidal. A la muerte de Tycho, Venus se movía por la línea de perihelio de Saturno. Paracelso, cuya fecha de nacimiento más probable fue el 11 de noviembre de 1493, tenía en el momento de la encarnación a Neptuno todavía cerca de la línea de afelio de Saturno. Además de haber sido un excelente y, en cierto sentido, moderno médico, Paracelso fue también un gran «conocedor» de la interrelación entre el cosmos, la Tierra y el individuo.
La pregunta de qué tiene que ver Saturno y su esfera con la cosmología, etc., nos parece justificada. Nos hemos referido antes a este planeta como el Padre Tiempo Omnipotente. Realmente tiene las claves de los secretos del tiempo, incluso en lo que se refiere a la reencarnación; sin embargo, la esfera -de la que nos ocupamos en el heliocentrismo- representa el fondo de la identidad de Saturno con el tiempo. La esfera total de este planeta es algo así como una «memoria viva» de los primeros comienzos de toda la creación. El ocultista lo reconoce como el Antiguo Saturno en el pasado más remoto de toda la evolución. (Véase la Ciencia Oculta de Rudolf Steiner.) En aquella época, el espacio en el sentido actual todavía no existía, sólo el tiempo. Con estos recuerdos vivos trabajan los seres de la esfera actual de Saturno (circunscrita por la órbita del planeta). Llevan en su memoria los grandes objetivos de toda la evolución cósmica, una Presencia de las etapas de desarrollo necesarias para el logro de los objetivos de la Divinidad en el pasado, el presente y el futuro. Actualmente esto está profundamente oculto tras las apariencias, ritmos y manifestaciones del cosmos de las estrellas, pero vive y se manifiesta como un impulso profundo en todos los esfuerzos dentro de este campo de la astronomía y la cosmología, o astrosofía.
En la asociación de Venus con el nodo descendente de Saturno (véase la Fig. 6) en el momento del nacimiento de Kepler, tenemos un complemento más de todo esto:
Galileo nació el 15 de febrero de 1564, y en esa época Venus estaba en el nodo descendente de Saturno. Kepler tuvo una relación activa con Galileo en materia astronómica.
De los científicos más cercanos a la era moderna:
El Venus de Herschel, alrededor de su época, estaba en el nodo descendente de Saturno.
El Venus del nacimiento de Eddington estaba en el nodo ascendente (ya hemos mencionado a ambos arriba).
En el nacimiento de Rudolf Steiner (27 de febrero de 1861), Venus se movía por el nodo descendente de Saturno.
Por supuesto, debemos ser conscientes en este punto de que las posiciones de los planetas en los elementos de las esferas, como el perihelio-afelio o las líneas nodales, no son garantía de que el ser humano en cuestión vaya a realizar activamente los impulsos implícitos en las configuraciones cósmicas. Puede ocurrir, y justo en la época moderna, que uno las obvie por determinadas razones o que maneje de forma ineficaz los retos presentes en su asterograma de encarnación. Entonces puede ser que se arrastren hacia otra encarnación. Esto puede presentarse en el asterograma de la muerte como una repetición de eventos similares en el momento de la encarnación. Sin embargo, debemos subrayar que tales similitudes no deben ser interpretadas en todas las circunstancias desde esta perspectiva. Por otra parte, también puede ocurrir que tales desafíos estén más ocultos y no sean inmediatamente obvios en el propio complejo cósmico de la encarnación. En su momento, demostraremos cómo se pueden descubrir tales correlaciones, si es que existen, en la práctica.
Todo esto también puede transmitir una idea de dónde radica el sentido y el valor de un enfoque astrológico como el que intentamos, ciertamente no en la predicción. Esto es un resabio de la antigua actitud fatalista. La práctica realmente moderna debe apuntar a una actitud terapéutica, que describa los desafíos y los potenciales de la vida humana. Por supuesto, somos plenamente conscientes de que esto necesita más de lo que hemos hecho y dicho hasta ahora. Necesitará mucho más trabajo de base, que tenemos la intención de establecer.
Traducido por Carmen Ibañez Berbel












