Enfoque Práctico I – abril 1967

Por Willi Sucher

English version (p.116-121)

Una astrología espiritual en acción

Entre los eventos más destacados durante el mes se encuentran las ocultaciones de algunos de los planetas por parte de la Luna. La Luna menguante del último cuarto comienza como un signo de la constelación de Sagitario, la eclíptica de Capricornio. Entra en conjunción con Mercurio, cerca del punto de oposición a Urano. Luego oculta a Saturno después de moverse a través de su apogeo, la distancia más lejana de la Tierra, y luego se moverá a través de su nodo ascendente, lo que significa que ascenderá por encima del plano de la eclíptica o camino aparente del Sol. Entonces hará conjunción y ocultará, o cubrirá, a Venus en Tauro.

Más adelante en el mes, la Luna estará en conjunción y ocultará a Marte cerca de la estrella fija Spica en la constelación de Virgo. Aproximadamente al mismo tiempo la Luna estará en su perigeo, es decir, estará más cerca de la Tierra y aparecerá más grande de lo habitual. Más tarde, la Luna Llena se colocará bajo la sombra de la Tierra y, por lo tanto, provocará un eclipse total de Luna.

Debe surgir la pregunta, ¿qué significan estas ocultaciones de planetas por parte de la Luna para la vida en la Tierra, si es que significan algo? Ciertamente, no es una respuesta considerarlos buenos o malos, según la información de algunos almanaques, y luego organizar nuestra vida diaria de acuerdo con ellos. Esta es una actitud que constituye un insulto directo a la dignidad del ser humano de la época actual, y vemos plena justificación en el rechazo de tales nociones y prácticas por parte de la mayor parte de la humanidad. Desde nuestro punto de vista, corresponde a nuestra era actual enfrentar los eventos cósmicos con un elevado sentido de libertad espiritual, del cual todo ser humano es capaz, y ejercer en tales ocasiones la capacidad de presencia mental y constructividad espiritual. Sólo en este sentido se entiende la información que damos en esta Revista.

Ciertamente, una cosa esencial es que siempre debemos esforzarnos por obtener una percepción clara de lo que está sucediendo en los cielos. Por ejemplo, las tres ocultaciones de Saturno, Venus y Marte simplemente significan que los rayos de luz de estos planetas a la Tierra se borran y la oscuridad ocupa su lugar. Así podemos hablar de una oscuridad de Saturno o de una oscuridad de Venus que prevalece en tales momentos, por diminuto que sea el haz de sombra, en lugar del haz de luz. (Posiblemente la minuciosidad, o «dilución» homeopática deba ser considerada como un agente particularmente efectivo). Luego, los seres oscuros o siniestros de Saturno o Venus podrían surgir del centro de la Tierra y salir al cosmos. Por ejemplo, Rudolf Steiner insinúa que, en el caso de un eclipse de Sol, cuando la sombra de la Luna cae sobre la Tierra, sucede que tales seres demoníacos se trasladan al cosmos y continúan allí sus travesuras. En la ocasión inversa, cuando la sombra de la Tierra cae sobre la Luna, los seres demoníacos pueden entrar a la Tierra desde el cosmos. Usan, por así decirlo, esos corredores de oscuridad para su paso, moviéndose siempre en dirección opuesta a donde cae la sombra.

En tales ocasiones, o antes de que sucedan, podemos hacer una de dos cosas. Podemos sucumbir a las nociones de aflicción y posiblemente un desastre inminente y, por lo tanto, renunciar a la dignidad espiritual de nuestra era moderna, o podemos prepararnos para enfrentar tales eventos con ideas espirituales constructivas, siempre listos para dejar que fluyan en hechos. cuando se ofrecen oportunidades. El «eclipse» de Saturno puede significar, por ejemplo, que la «atmósfera» espiritual, o aura de la Tierra, está llena de seres elementales que quieren ejercer influencias deprimentes, hipocondríacas y similares, pues ese es el lado negativo y oscuro de Saturno. Sería un desafío y una tarea noble para nosotros permanecer erguidos en tal momento con plena e infalible conciencia de nuestra evolución y del universo desde el oscuro pasado hasta el igualmente lejano futuro. La responsabilidad espiritual que se derivaría de tales perspectivas sería un antídoto saludable contra la depresión y actitudes similares. La cosmología del libro La ciencia oculta de Rudolf Steiner, por ejemplo, puede convertirse en el punto de partida para tales perspectivas.

Asimismo, la ocultación de Venus puede ser indicativa de la presencia de entidades en el aura de la Tierra que pretenden arrojar a las almas a remolinos de sentimientos, limitados por ideas y nociones materialistas. Allí también, el conocimiento y la experiencia de nuestro ser real y espiritual puede ser la única reacción sana. El enfrentamiento de la ocultación de Marte debe consistir en la firmeza interior y la presencia inquebrantable de la idea de nuestra dignidad espiritual frente a los intentos, por ejemplo, de menosprecio y degradación que pudieran provenir del medio ambiente. Ciertamente no hay mejor método para adquirir actitudes constructivas del alma que una ocupación con la ciencia espiritual y un crecimiento gradual en ella. De los eclipses de Sol y Luna hablaremos más adelante, porque necesitan una elucidación más elaborada.

Ahora volveremos al asterograma de Copérnico. En el último número establecimos una delineación de Saturno, al menos en forma esquemática. De acuerdo con la evidencia histórica, está conectado con ese tremendo paso de la humanidad hacia la emancipación de la antigua conciencia mágica y espiritual que equivalía, en cierto sentido, a nuestra esclavitud mental y hacia la libertad espiritual. Sabemos, y lo hemos experimentado en la historia, que este es un camino empinado que, eventualmente, condujo al establecimiento del materialismo, tanto filosófico como práctico. Sin embargo, señalamos en el último número que este materialismo parece encaminarse hacia un curso de autoderrota, por ejemplo, amaneciendo en el horizonte científico en la física nuclear. Si el científico moderno puede proceder a despejar conceptos sobre esos “fantasmas desencarnados” del “viejo materialismo”, manifestándose, o más bien desvaneciéndose, en las más pequeñas “partículas de materia”, entonces ya habrá ganado la mitad de la batalla. Entonces ese tremendo gasto del divorcio gradual del mundo espiritual divino habrá valido la pena, porque tendremos la oportunidad de encontrar nuestro camino de regreso en plena libertad a la experiencia de la realidad del espíritu en el universo.

La obra de Copérnico fue una de las piedras angulares de ese camino de emancipación. Se convirtió en la base de la astronomía moderna que sí concebía el universo de las estrellas como una estructura puramente material. En este aspecto del mundo, ya no cabía un cosmos permeado y motivado por seres espirituales, como en las cosmologías antiguas. Pero precisamente por esta razón podemos tener la esperanza de que la así llamada concepción copernicana del mundo eventualmente conducirá a una nueva perspectiva del universo que nuevamente se ve como permeado por la inteligencia divina cósmica. Nuestra realización descansará entonces sobre la base de la percepción y el pensamiento modernos científicamente formados.

Los signos de tal posible desarrollo ya han aparecido en el horizonte. El gran patrón de evolución del individuo y de la humanidad se ha establecido a través del Misterio del Gólgota como un paso por la muerte —todo tipo de experiencias de muerte, no sólo el cese de la función del cuerpo físico— y así avanzar a una resurrección en el espíritu. Este poderoso patrón parece ser evidente en la obra de Copérnico, como en todas las ciencias modernas.

Todo esto lo confirma la escritura de Júpiter en el asterograma de Copérnico. En este planeta contemplamos la sabiduría de lo que, de otro modo, aparece como un reflejo del destino y el karma en Saturno. Dijimos en la edición de febrero del 66: «Júpiter se concentra en el futuro, en el devenir y en los poderes potenciales de la vida o las fuerzas etéricas del universo» y en la edición de mayo del 66: «Encontramos (en Júpiter) … el arquetipo de nuestro cuerpo etérico o de vida (el cuerpo formativo o constructor), en su integración en el mundo etéreo».

En el asterograma prenatal de Copérnico, Júpiter se movió a través de la constelación de Libra y al nacer llegó a Escorpio. Al principio estuvo en conjunción con Urano, durante el desarrollo embrionario en conjunción con Neptuno, y al nacer cerca de la Luna.

Llegamos a considerar a Libra como el símbolo cósmico del umbral a la realidad del mundo espiritual (ver el número de octubre de 1966). En Egipto se consideraba como la balanza de Osiris en el reino de las sombras, en la que se pesaban las almas para saber si estaban en condiciones de pasar a planos superiores de existencia. Por tanto, esta constelación también puede ser considerada como un signo de catarsis, que debe preceder al acto final de iniciación del neófito. En este sentido, miraríamos al Júpiter de Copérnico como un indicio de que la vida-sabiduría más profunda de la obra de esta individualidad fue la catarsis, la catarsis de la humanidad en el umbral de la nueva era de la conciencia. En efecto, si comparamos la concepción copernicana del mundo con las cosmologías coloristas y tremendamente espirituales de la humanidad antigua, entonces las concepciones de la astronomía moderna aparecen abstractas y empobrecidas, abandonadas por la divinidad, una mera máquina sin significado aparente ni finalidad moral.

 Podemos entender que algunos contemporáneos de Galileo, uno de los primeros científicos modernos que habían adoptado la visión copernicana, lucharon con todas sus fuerzas contra esta nueva concepción del mundo. Ellos, como seres humanos, se sintieron insultados y degradados por el hecho de que el planeta Tierra, en el que vivían, fuera expulsado de su posición central tradicional y su visión llena de gracia de la divinidad. Sin embargo, el copernicanismo también conlleva un tremendo potencial en sí mismo, y esto se representa en la sabiduría de Libra de Júpiter. La astronomía moderna, basada en Copérnico, llegó a sus conclusiones contrarrestando la maraña de observaciones con el pensamiento. Este pensamiento se volvió cada vez más dirigido exclusivamente hacia el mundo material; por lo tanto, el universo estelar fue concebido como una continuación y transposición al espacio cósmico de las propiedades materiales de la Tierra.  Sin embargo, podemos tener la esperanza de que, con el cultivo y la convicción espiritual nacida del pensamiento, una humanidad futura penetrará en nuevas y autoconquistadas concepciones espirituales del universo que no estarán fundadas en los restos atávicos de la antigua conciencia mágica.  La garantía de que esta es una posibilidad potencial está contenida en el desarrollo y conclusiones de la física atómica, de la que hablábamos en el último número. Si esto sucediera, entonces la hazaña de Copérnico habría sido verdaderamente un peldaño en ese largo y doloroso camino de la catarsis humana hacia la libertad espiritual a través del pensamiento.

Esto es aún más enfatizado por las conjunciones de Júpiter de Copérnico con Urano y Neptuno. Estos planetas representan las «casas» cósmicas de los más altos principios del presente (abril-mayo ’66). Neptuno en esta ocasión estaba cerca de su propio afelio, lo que significa que reflejaba fuertemente el potencial espiritual de toda su esfera. Según la descripción en la Teosofía de Rudolf Steiner, los seres superiores en esta esfera trabajan para la concordancia de las acciones humanas con el verdadero ser del mundo… «el curso correcto del orden mundial». (Número de mayo del 66). Desde un punto de vista más superficial, podría parecer que una conjunción de Neptuno y Júpiter ofrecería una mejora de las cualidades descritas. Sin embargo, es más realista ver en este aspecto una absorción de los impactos de Neptuno por parte de Júpiter. Esto último indicaría entonces una modificación hacia un mayor grado de materialización. (Este planeta en su conjunto refleja tendencias de expansión espacial y dirigida a la «prosperidad», o lo contrario en las circunstancias correspondientes). Así, este Júpiter indicaría en efecto un trasfondo evolutivo mundial de la gesta de Copérnico, pero envuelto, por así decirlo, en conceptos aparentemente «materialistas» al principio. Aspectos similares también se aplicarían a la conjunción inicial de Júpiter con Urano en este asterograma. Sin embargo, estarían más conectados con la entelequia, el hilo espiritual que atraviesa las encarnaciones de esta alma. Este Urano mostró una conexión interna, en cuanto a aspecto, con Saturno al comienzo del desarrollo embrionario, o época. Los dos planetas estaban entonces a una distancia angular de 135° en el círculo de la eclíptica.

En este punto debemos introducir ciertos conceptos concernientes a estas relaciones angulares de los planetas entre sí, además de las conjunciones y oposiciones que ya hemos encontrado. Estas relaciones se denominan técnicamente aspectos y se construyen sobre formas geométricas regulares insertadas en la eclíptica. Así, por ejemplo, las conjunciones y las oposiciones se construyen sobre la forma de un cuadrado equilátero. Las conjunciones son aspectos en los que dos o más planetas se encuentran en una esquina de un cuadrado (posición 1 en la Fig. 11), oposiciones si se encuentran en dos esquinas diametralmente opuestas (distancia angular de 180°, posición 2).

Ahora bien, puede suceder que dos planetas, o más, estén en dos esquinas sucesivas de un cuadrado. Entonces están a una distancia angular de 90°, lo que técnicamente se llama aspecto de cuadratura (posición 3). Sin embargo, también puede suceder que dos o más planetas se muevan a una posición como 4. Entonces están a una distancia angular de 135°, y debemos insertar otro cuadrado equilátero en el primero que forma un ángulo de 45° con el último, con el fin de demostrar la relación gráficamente. Los cuadrados en el diagrama pueden, por supuesto, rotarse en la eclíptica (al igual que los triángulos en la Fig. 12); no están obligados a las posiciones dadas.

Estos aspectos simplemente significan relaciones entre planetas sobre la base de sus posiciones individuales y momentáneas en la eclíptica o el Zodíaco. Los doce «signos» de la eclíptica y las doce constelaciones tienen características que pueden asimilarse a los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, y a los cuatro temperamentos: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico. Estos los hemos insertado en el diagrama, por lo que no debemos caer en la tentación de generalizar; sin embargo, cada constelación manifiesta un grado de «color» individual

Ahora bien, en el caso de una conjunción, sucede que los planetas se encuentran bajo la impresión del mismo color elemental o temperamental. Entonces puede ser que mejoren el funcionamiento del otro. También pueden frustrarse mutuamente hasta el punto de la ineficacia. Para decidir lo que podrían hacer, uno tiene que estudiar la naturaleza de los planetas involucrados y su ubicación en la totalidad de la configuración cósmica en el momento del aspecto. Un asunto totalmente diferente, por supuesto, es la reacción del ser humano. Esto último no puede preverse, según fórmulas prescritas, sino que estará de acuerdo con nuestra disposición moral y caracterológica. Por ejemplo, la lluvia es un hecho objetivo en la naturaleza, pero los seres humanos individuales reaccionan de manera diferente ante ella. Asimismo, nuestra reacción a los eventos cósmicos es una cuestión de resistencia moral que adquirimos en la vida, que incluso puede ser cultivada conscientemente.

Todos los demás aspectos constituyen las más variadas combinaciones de estos “colores”. Las oposiciones provocan confrontaciones de “colores afines”, en cierto sentido, como los temperamentos colérico y sanguíneo o flemático y melancólico. Las cuadraturas se enfrentarían a temperamentos no afines, en un sentido puramente cósmico, como Fuego/Colérico (Aries) y Agua/Flemático (Cáncer) o Aire/Sanguíneo (Géminis) y Tierra/Melancólico (Virgo).

 Sin embargo, su inicial falta de cumplimiento puede transformarse en una cooperación constructiva, de una forma u otra, dependiendo de la presencia de ánimo de los seres humanos involucrados en ellos. Por lo tanto, las todavía muy temidas oposiciones y cuadraturas no tienen por qué funcionar en un sentido perjudicial o irreparable. Lo mismo se aplica a los aspectos construidos sobre dos cuadraturas equiláteaos que se cruzan (ver Fig. 11). Allí puede suceder que, por ejemplo, el Fuego (Leo) y la Tierra (Capricornio) estén enfrentados (llamado sesquicuadratura de 135°), en circunstancias algo modificadas, o el Aire (Acuario) y el Agua (Piscis), que es una semicuadratura de 45° de distancia. [Por ejemplo: 5 ♒ a 20 ♓.]

Los aspectos que se construyen sobre la forma del triángulo equilátero son de naturaleza totalmente diferente. Por ejemplo, el llamado trígono, o distancia de 120°, combina elementos o temperamentos de la misma categoría. Por ejemplo, los planetas en Aries y Leo, o Aries-Sagitario, Leo-Sagitario estarían impresionados por el temperamento colérico, siempre en un sentido cósmico, y/o por el elemento Fuego. Por tanto, estos aspectos constituyen inicialmente una armonía, a diferencia de la mayoría de los aspectos construidos en la cuadratura. Sin embargo, esto puede llevar al estancamiento, incluso a una especie de “desmundanidad” ineficiente, mientras que los de la cuadratura conducen directamente al mundo material físico donde, por ejemplo, gobiernan los cuatro elementos y es posible que haya que sortear esquinas afiladas. Es interesante notar que las conjunciones pueden aplicarse tanto a figuras geométricas, al cuadrado equilátero y al triángulo.

El aspecto del sextil, una relación angular de 60°, se encuentra en terrenos similares. Sin embargo, para demostrar gráficamente este aspecto tenemos que insertar dos triángulos equiláteros en el círculo de la eclíptica. Luego, los planetas que forman esta relación ocuparían las esquinas de cada triángulo más cercanas entre sí, por ejemplo, A y B en el diagrama. Así surgirían combinaciones de elementos naturalmente más afines, como Fuego-Aire o Agua-Tierra, que en la superficie pueden sonar deseables y buenos, pero que en realidad podrían llevar a la frustración si no se emplean constructivamente.

Traducción revisada por Gracia Muñoz en diciembre de 2022

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