GA9c4. Cuerpo, alma y espíritu

TEOSOFÍA  – Rudolf Steiner

El hombre puede formarse un concepto justo de sí mismo, sólo cuando ha comprendido bien la importancia de la facultad de pensar en su propio ser. El cerebro es el instrumento corpóreo del pensamiento; como el hombre sólo puede precisar los colores si tiene los ojos normalmente desarrollados, así también el cerebro, especialmente constituido, le sirve para pensar. Todo el cuerpo humano ha sido construido de manera de llegar al coronamiento en el órgano del espíritu, el cerebro. Se comprenderá la estructura del cerebro, si se lo contempla considerando su función de ser el instrumento corpóreo del espíritu pensante. Esto se comprende en seguida dirigiendo una mirada comparativa al desarrollo en el reino animal. En los anfibios, el cerebro es todavía pequeño con relación a la médula espinal; en los mamíferos resulta mayor la proporción, y en el hombre alcanza las dimensiones máximas en relación con el resto del cuerpo.

Existen no pocos prejuicios opuestos a estas observaciones en torno al pensamiento. Muchas personas tienden a restar importancia al pensamiento y a considerar como superior la “vida íntima de los sentimientos”, la “sensibilidad”, diciendo que no es por medio del “árido pensamiento”, sino más bien por el calor de los sentimientos y su fuerza inmediata que nos elevamos a conocimientos superiores. Los que hablan así, temen disminuir la intensidad de los sentimientos si llegan a pensar con claridad. Esto es cierto en el caso corriente de pensar únicamente en cosas de utilidad práctica. Pero por los pensamientos que nos elevan a las regiones superiores de la existencia se verifica lo contrario. No hay sentimiento o entusiasmo alguno que pueda ser comparado al ardor, a la belleza y elevación despertados por pensamientos puros, transparentes como cristal, que se refieren a los mundos superiores. Los sentimientos más elevados no son aquellos que se nos presentan “espontáneamente”, sino aquellos que se adquieren a consecuencia de un trabajo enérgico del pensamiento.

El cuerpo humano tiene la estructura adecuada para la función del pensar. Las mismas substancias, las mismas fuerzas que se hallan en el reino mineral, están combinadas en el cuerpo humano, de tal modo que gracias a este conjunto se puede manifestar el pensamiento. Esta construcción mineral, formada de conformidad a lo que está destinada, será designada en este estudio el cuerpo físico del hombre.

Esta construcción mineral, ordenada para tener como centro al cerebro, nace por reproducción, y adquiere su forma desarrollada por crecimiento. La reproducción y el crecimiento, el hombre, los tiene en común con las plantas y los animales; por la reproducción y el crecimiento lo que vive se distingue del mineral, que no tiene vida. La vida nace de la vida mediante el germen; la prole se adhiere a los antepasados en el sucederse de las vidas. En cambio, las fuerzas por las cuales se forma un mineral han de buscarse en las mismas materias que lo componen. El cristal de roca se forma mediante las fuerzas propias del sílice y del oxigeno que en él se hallan combinados; pero si queremos encontrar las fuerzas que plasman un roble, deberemos buscar por un camino más largo a través del germen de las plantas madre y padre de este árbol; y la forma del roble se transmite en la reproducción de los antepasados a los descendientes. En lo que vive existen fuerzas internas determinantes innatas. Sólo una concepción primitiva de la Naturaleza podría opinar que los animales inferiores, inclusive los peces, pudieran generarse del fango: la forma de lo que vive se reproduce mediante la herencia. El modo de desarrollo de un ser viviente, depende únicamente de aquellos que han sido sus padres, o, con otras palabras, de la especie a la cual pertenece. Las materias de las que está constituido se cambian incesantemente, mientras la especie permanece durante toda la vida y se transmite por herencia a la prole. La especie es, entonces, la que determina la combinación de los elementos de un organismo; y podemos llamar a las fuerzas que generan la especie: fuerza vital. Como las fuerzas minerales encuentran su expresión en los cristales, así la fuerza vital la encuentra en la especie, o formas de la vida vegetal o animal.

El hombre percibe las fuerzas minerales mediante sus sentidos físicos, pero sólo puede percibir aquellas por las cuales ha desarrollado los sentidos correspondientes. Sin ojos no tendría percepción de la luz, y del sonido sin oídos. Los organismos inferiores han desarrollado apenas una especie del sentido del tacto, de manera que para ellos sólo existen las fuerzas minerales que son reconocibles por este sentido. En la misma medida que aumenta en los animales superiores el desarrollo de los otros sentidos, el mundo circundante que el hombre percibe se hace para ellos más variado, más rico. Depende, por tanto, de los órganos de un ser viviente, si lo que existe en el mundo externo, existe también para el mismo ser como percepción o sensación. Lo que existe en el aire como un determinado movimiento, resulta en lo interno del hombre una sensación de sonido. En cambio, el hombre no percibe la fuerza vital con sus sentidos ordinarios. Velos colores de una planta, huele el perfume, pero la fuerza vital se substrae a estegénero de observación. Pero como el ciego de nacimiento no tiene derecho a negar la existencia de los colores, igualmente los sentidos ordinarios no tienen derecho a negar la existencia de la fuerza vital. Los colores existirán para el ciego de nacimiento apenas el cirujano le abra los ojos. Así también para la percepción del hombre, cuando se hayan desarrollado en él los órganos correspondientes, existirán las numerosas especiesde plantas y de animales creados por medio de la fuerza vital, y no sólo los individuos. Con el desarrollo de este órgano se abre al hombre todo un mundo nuevo, porque desde ese momento percibe no solamente los colores, etc., de cada ser viviente, sino que percibe la vida misma de estos seres vivientes. En cada planta, en cada animal percibe, además de la forma física, también la forma espiritual, llena de vida. Para designarla con un término, llamaremos a esta forma espiritual el cuerpo etérico  cuerpo vital[1].

Para el investigador de la vida espiritual, estas cosas su presentan del modo siguiente: para él, el cuerpo etérico no es meramente el resultado de las materias y de las fuerzas del cuerpo físico, sino que es una entidad autónoma, real, por cuya acción las mencionadas materias y fuerzas físicas están dotadas de vida. En el sentido de la Ciencia Espiritual, se puede decir de un cuerpo puramente físico, de un cristal, por ejemplo, que tiene su forma, a causa de las fuerzas físicas formativas que están en él. Pero un cuerpo viviente no tiene la forma que le es propia por virtud de estas fuerzas puramente físicas, porque en el momento en que la vida se retira de él y lo abandona a las solas fuerzas físicas, se disgrega. El cuerpo vital es una entidad mediante la cual, en todos los instantes de la vida se preserva el cuerpo físico de la disgregación. Para ver el cuerpo etérico, para percibirlo en otro ser, es indispensable haber despertado el órgano de la visión espiritual. Sin este órgano, se podrá admitir, por razones de lógica, la existencia del cuerpo etérico, pero se le puede ver con el ojo espiritual, precisamente como se ven los colores con el ojo físico. La denominación de cuerpo etérico no debería ser chocante para nadie, pues el éter que aquí se menciona es una cosa diferente del éter hipotético de la ciencia física. Debe aceptarse esta denominación simplemente como un medio adecuado para designar lo que se ha descripto. Como la estructura del cuerpo físico refleja su destino, así también el cuerpo etérico; igualmente éste puede ser comprendido considerándolo en relación con el espíritu pensante. El cuerpo etérico del hombre difiere del de los animales y del de las plantas, por su estructura ordenada según el espíritu pensante. Ahora bien, como el hombre pertenece por su cuerpo físico al mundo mineral, por su cuerpo etérico pertenece al “mundo vital”. Después de la muerte, el cuerpo físico se disuelve en el mundo mineral y el cuerpo etérico en el mundo vital. Se indica como cuerpolo que da figura, forma de cualquier género a un ser. El término cuerpono se debe confundir con lo que se entiende por forma corporal material. El término cuerpoen el sentido que se le atribuye en este libro, puede ser adoptado también por lo que toma forma anímica y espiritual.

El cuerpo etérico es una cosa exterior del hombre. Apenas se manifiestan en el hombre las sensaciones, la interioridad responde a los estímulos del mundo externo; pero en este mundo externo no se conseguirá encontrar la sensación, por más minuciosas que sean las investigaciones que se realicen. Los rayos luminosos penetran en el ojo y, dentro de éste, llegan a la retina. Ahí provocan (en el llamado pigmento visual) procesos químicos y el efecto de este estímulo se propaga, a través del nervio óptico, hasta el cerebro, donde se verifican otros procesos físicos. Si pudiéramos observarlos veríamos, simplemente, procesos físicos, lo mismo que se observan en el mundo externo. Si somos capaces de observar el cuerpo etérico, veremos que el proceso físico cerebral es, al mismo tiempo, el proceso vital. Pero la sensacióndel color azul, por ejemplo, percibido por aquel que ha recibido los rayos luminosos, no la hallaremos ciertamente por esta vía; la sensación nace únicamente en el alma de éste. Por consiguiente, si el ser de ese hombre estuviese constituido, únicamente, por el cuerpo físico y por el cuerpo etérico, las sensaciones no podrían ocurrir. La actividad por la cual se efectúa la sensación es esencialmente distinta de la acción de la fuerza vital formativa; a ésta se agrega una experiencia interior provocada por aquella actividad, mientras que sin ella se tendría un simple proceso vital, como se observa también en las plantas. Si nos imaginamos como el hombre recibe impresiones sensorias de todas partes, tendremos al mismo tiempo que representárnoslo como la fuente de la referida actividad que se dirige hacia todas las direcciones de las que él recibió aquellas impresiones; sus sensaciones responden en la dirección de cada impresión que recibe. Llamaremos a esta fuentede actividad alma sensiente (Alma sensiente: alma del sentimiento). Esta alma sensiente es tan real cuanto lo es el cuerpo físico. Si un hombre estuviera delante de nosotros y, haciendo abstracción de su alma sensiente, quisiéramos representárnoslo sólo como un cuerpo físico, sería lo mismo que si de un cuadro nos representáramos solamente la tela.

Con respecto a la percepción del alma sensiente, debemos repetir lo que se ha dicho para el cuerpo etérico. Los ojos físicos son “ciegos” a su respecto y lo es también aquel órgano con el cual la vida puede ser percibida como vida. Pero como mediante aquel órgano el cuerpo etérico puede ser percibido, del mismo modo, mediante un órgano más elevado, el mundo interno de las sensaciones resulta un género especial de percepciones suprasensibles. El hombre, entonces, no sólo percibe las impresiones del mundo físico y del mundo etérico, sino que verealmente las sensaciones. Ante un hombre dotado de tal órgano, el mundo de las sensaciones de otro ser se hace evidente como una realidad externa. Es necesario distinguir entre las experiencias del mundo propio de las sensaciones y la contemplación del mundo de sensaciones de otro ser. En el mundo propio de las sensaciones, cada hombre puede mirar naturalmente; pero el mundo de sensaciones de otro ser es visibleúnicamente para el clarividenteque tenga abiertos los “ojos espirituales”. Si el hombre no es clarividente, conoce el mundo de las sensaciones solamente como un mundo interior, como experiencias ocultas de su propia alma; así que haya abierto el ojo espiritual, resplandece a su vista exterior espiritual lo que de otra manera vive solamente en la interioridadde los demás seres.

Para evitar malentendidos, debemos decir, explícitamente, que el clarividente no experimenta en sí mismo lo que otro ser tiene en sí como contenido de su mundo de sensaciones. Este ser experimenta las sensaciones desde el punto de vista de su interioridad; en cambio, el clarividente percibe una revelación, una manifestación del mundo de las sensaciones.

El alma sensiente depende, con respecto a su actividad, del cuerpo etérico, porque extrae de éste lo que debe hacer resplandecer como sensaciones, y como el cuerpo etérico es la vida en el cuerpo físico, indirectamente el alma sensiente depende también de este último. Las sensaciones de distintos colores, se hacen posibles sólo mediante ojos sanos y perfectos. De esta manera, la corporeidad ejerce una acción sobre el alma sensiente. Esta, se halla por lo tanto, determinada y limitada en su actividad por el cuerpo; vive dentro de los límites que le traza la corporeidad. El cuerpoes construido con substancias minerales y es vivificado por el cuerpo etérico, limitando, a su vez, al alma sensiente. Luego, quien posee el órgano antes mencionado para veral alma sensiente, reconoce que ésta está limitada por el cuerpo. Sin embargo, los límites de la misma no coinciden perfectamente con los del cuerpo físico; el alma sensiente sobresale algo los de este último. Esto hace evidente que tiene más poder que el cuerpo físico. No obstante, aquella fuerza que le pone límites, emana del cuerpo físico. De manera que entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico, por una parte, y el alma sensiente, por otra, se halla todavía otro elemento especial de la entidad humana: es el cuerpo anímico o cuerpo sensiente. Se podría decir también, que una parte del cuerpo etérico es más sutil que la otra, y que forma con el alma sensiente una unidad, mientras la parte más densa forma una especie de unidad con el cuerpo físico. Pero como se ha dicho, el alma sensiente se extiende más allá del cuerpo anímico.

Lo que más arriba hemos llamado sensación, es sólo una parte del ser anímico. (Ha sido escogido el término alma sensiente, por razones de simplicidad). Con las sensaciones están relacionados los sentimientos de placer y de disgusto, los impulsos, los instintos, las pasiones. Todo lo que tiene el mismo carácter de vida del propio ser como las sensaciones, y como éstas, depende del cuerpo físico.

El alma sensiente tiene reciprocidad de acción no sólo con el cuerpo, sino también con el pensamiento, con el espíritu. Ante todo se sirve del pensamiento. El hombre se forma pensamientos sobre sus sensaciones, y de este modo se instruye respecto del mundo externo. El niño que se ha quemado reflexiona sobre el hecho y concluye con el pensamiento “el fuego quema”. Así también el hombre no sigue ciegamente sus impulsos, instintos y pasiones; las reflexiones le procuran la ocasión de satisfacerlos. Todo lo que llamamos cultura material sigue completamente esta dirección; esta cultura consiste en los servicios que el pensamiento presta al alma sensiente. Inmersa en las fuerzas de pensamientos dirigidas a este objeto, ha sido la fuerza del pensamiento que ha construido buques, ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, etc. La mayor parte de todo esto sirve para satisfacer las necesidades y deseos creados por el alma sensiente. La fuerza pensativa compenetra al alma sensiente de manera parecida a como la fuerza vital formativa compenetra al cuerpo físico. La fuerza vital normativa relaciona el cuerpo físico con los antepasados y descendientes, y lo coloca de este modo en un complejo de leyes que no conciernen a la simple mineralidad. Así también la fuerza del pensamiento coloca al alma dentro de un orden de leyes a las cuales ella, como simple alma sensiente, no pertenece. Mediante el alma sensiente, el hombre es afín a los animales. También en ellos observamos la presencia de sensaciones, impulsos, instintos, pasiones. Pero los animales siguen sus impulsos inmediatamente, no los entretejen con pensamientosindependientes que trascienden la experiencia inmediata. Esto se verifica también, hasta un cierto grado, en los hombres menos evolucionados. La simple alma sensiente es por esto, diferente del evolucionado elemento anímico superior que pone a su servicio al pensamiento. Llamaremos alma racional (Alma racional: alma de la razón o alma razonadora) a esta alma servida por el pensamiento. La podríamos llamar también ánimo.

El alma racional interpenetra al alma sensiente; quien posee el órgano para ver el alma, ve al alma racional como una entidad independiente con respecto a la simple alma sensiente.

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Mediante el pensamiento, el hombre se eleva por encima de su vida interior, adquiriendo algo que se extiende más allá de su alma. Es para él una natural convicción que las leyes del pensamiento están de acuerdo con la ordenación del Universo; de consiguiente, se considera perteneciente al Universo, porque existe tal acuerdo. Este acuerdo es uno de los hechos importantes por los que el hombre aprende a conocer su propio ser. El busca la verdad en su alma, y a través de esta verdad se expresa no sólo el alma, sino que se expresan las cosas del mundo. Lo que se reconoce como verdad por el pensamiento, tiene su valor independiente que se refiere a las cosas del mundo y no sólo a la propia alma. Con la admiración que experimentamos en la contemplación del cielo estrellado, por ejemplo, vivimos en nosotros mismos, pero los pensamientos que formamos con respecto a la órbita de cada cuerpo celeste, tienen la misma importancia para el pensamiento de los demás como para nosotros. Sería absurdo hablar de nuestraadmiración si nosotros no existiéramos, pero no es igualmente absurdo hablar de nuestros pensamientos; aun sin referirlos a nosotros, porque la verdad que nosotros pensamos hoy era verdad también ayer, y lo será igualmente mañana, aun cuando sólo nos preocupe hoy. Si un determinado conocimiento nos causa placer, este placer tiene importancia sólo mientras viva en nosotros: pero la verdad del conocimiento tiene importancia independientemente de aquel placer.

Al concebir una verdad, el alma se adueña de algo que lleva en si su propio valor y este valor no desaparece, con el sentimiento del alma, como que no nació de él. Lo que realmente es una verdad no nace ni muere, tiene una existencia que no puede abolirse. El hecho de que ciertas “verdades” humanas tengan sólo un valor pasajero, porque más tarde se las reconoce como errores totales o parciales, no contradice cuanto ahora se ha dicho, porque el hombre debe reconocer que la verdad existe en sí misma, aunque suspensamientos no sean más que manifestaciones fugaces de las verdades eternas. Aun aquel que, como Lessing, dice que se contenta con la eterna aspiración hacia la verdad, porque la verdad pura y completa no puede existir sino en Dios, no niega con esto el  valor eterno de la verdad, antes bien, lo confirma, porque sólo aquello que tiene un valor eterno en sí puede suscitar aspiraciones eternas. Si la verdad no fuese en sí independiente, si ella adquiriese su valor y su importancia por intermedio del sentimiento del alma humana, entonces la meta que ella representa, no podría ser la misma para todoslos hombres. Por el hecho de que aspiramos a ella, tenemos que reconocer la independencia de su ser.

Cuanto hemos dicho para la Verdad, vale también para lo que es verdaderamente bueno; lo moralmente bueno es independiente de tendencias y pasiones, por cuanto no se deja dominar por éstas, sino que las domina. Placer y disgusto, deseo y repulsión, pertenecen al alma personal del hombre, el deber es superior a lo que agrada o desagrada. El hombre puede asignarle un valor tan alto al deber, como para sacrificarle hasta la vida. El hombre es tanto más elevado cuanto más ha purificado sus afecciones, lo que le agrada o le desagrada, de manera que sin coerción o sujeción cumpla con el deber que él reconoce como su deber. Lo que es moralmente bueno tiene, como la verdad, su valor eterno en sí, no lo recibe del alma sensiente.

El hombre, dando vida en su interioridad a lo Verdadero y a lo Bueno, existentes por sí mismos, se eleva por encima de la simple alma sensiente. El. Espíritu Eterno resplandece en esta alma y le enciende una luz imperecedera. El alma, en cuanto vive en esta luz, participa de la Eternidad y une a ésta su propia existencia. Lo que el alma contiene en sí de lo Bueno y de lo Verdadero es su parte inmortal. Lo que de eterno resplandece en el alma será llamado alma consciente (Alma-conciencia). Se puede hablar también de conciencia refiriéndose a las manifestaciones inferiores del alma. También las sensaciones más comunes son objeto de la conciencia. Y en este sentido, también a los animales se les puede atribuir conciencia. Aquí, con la denominación alma consciente, nos referimos al núcleo de la conciencia humana, el alma dentro del alma. El alma consciente, por lo tanto, es considerada aquí como un elemento especial del alma, que se distingue del alma racional. Esta última está todavía enredada en las sensaciones, en los instintos, en las emociones, etc. Cada hombre sabe como le parecen verdaderas en primer término aquellas cosas que él prefiere por sus sentimientos, etc. Pero la verdad duraderaes aquella que se ha desvinculado de todaintromisión de la simpatía o de la antipatía de parte de los sentimientos, etc. La verdad es siempre la misma, aun cuando todos los sentimientos personales se rebelen, y aquella parte del alma en la cual vive esta verdad, es la que llamamos alma consciente.

Por tanto, se deben distinguir en el alma, como ya se hizo con el cuerpo, tres partes: alma sensiente, alma racionaly alma consciente. Y como desde lo inferior la corporeidad ejercita una influencia limitadorasobre el alma, así el espíritu, desde lo alto, ejerce una acción expansiva, porque cuanto más contiene el alma de lo Verdadero y de lo Bueno, tanto más todo lo que hay de eterno se extiende y se expande en ella. Para aquel que es capaz de verel alma, el esplendor que emana del hombre por la expansión de lo que tiene de eterno, es igualmente real, como lo es para el ojo físico la luz que se irradia de una llama. Para el clarividente, el hombre corpóreo es sólo una parte de todoel hombre. El cuerpo físico, como forma más grosera, está en medio de otras formas, que lo compenetran y recíprocamente se interpenetran. El cuerpo etérico, como forma vital, colma el cuerpo físico. Extendido en toda dirección, más allá del cuerpo etérico, se ve el cuerpo anímico (forma astral); y éste es sobrepasado en extensión por el alma sensiente, después por el alma racional, la que se acrece a medida que acoge en sí la mayor suma de lo Bueno y de lo Verdadero. Porque lo Verdadero y lo Bueno efectúan la expansión del alma racional. El hombre que viviese únicamente según sus inclinaciones, lo que le agrada y lo que le desagrada, tendría un alma racional cuyos límites coincidirían con los de su alma sensiente. El conjunto de aquellas formaciones, en medio de las cuales aparece el cuerpo físico como envuelto en una nube, se llama Aura Humana. Es por medio de ésta que la entidad del hombre se enriquece cuando se la considera del modo que este libro trata de describir.

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En el curso de la evolución infantil, se presenta un momento en la vida, en que, por vez primera el hombre, frente al resto del mundo, se siente un ser independiente. Para los individuos muy sensibles tal momento es una experiencia importante. El poeta Jean Paul refiere en su autobiografía: “No olvidaré jamás el acontecimiento interno, no referido hasta ahora a nadie, que fue el momento en que asistí al nacimiento de mi autoconciencia; y puedo todavía indicar el lugar y el tiempo. Fue en los primeros años de mi infancia. Una mañana estaba yo en el portal de mi casa, mirando hacia la izquierda, donde se apilaba la leña, cuando en un instante la visión interna yo soy un yo, descendió sobre mí como un rayo y me quedó imborrablemente impresa. En aquel instante, mi yose había visto a sí mismo por primera vez y para siempre. No es posible creer en un engaño de mi memoria, desde que ningún relato de otras personas pudo mezclarse a un acontecimiento en el Sanctissimum más íntimo del hombre y del cual la novedad solamente podía hacer que las minucias de las circunstancias me quedasen en la memoria”. Es un hecho conocido que los niños, hablando de sí mismos, dicen: “Carlos es bueno”, “María quiere esto o aquello”; se encuentra natural que hablen así, como si se tratase de otros, porque no son conscientes todavía de su ser independiente, porque la conciencia del sí mismo no ha nacido aún en ellos. Mediante la autoconciencia, el hombre se designa a sí mismo como un ser independiente, separado de todo lo demás, como un yo. En el yo, el hombre comprende todo lo que experimenta como entidad física y, anímica.

Cuerpo y alma son los vehículos del yo,éste actúa en ellos. El alma tiene su centro en el yo,como el cuerpo lo tiene en el cerebro. Las sensaciones surgen en el hombre por los estímulos del mundo exterior; los sentimientos también semanifiestan como efectos del mundo externo, y la voluntad igualmente, desde que ella se realiza en acciones exteriores. En cambio, el yo,como verdadera esencia del hombre, permanece completamente invisible. Jean Paul tiene razón cuando llama al reconocimiento de su “yo”, un acontecimiento que tiene lugar “en el Santuario más íntimo del hombre”, porque éste está completamente solo con su yo.Este yo es el hombre mismo. Esto le da derecho a considerar a este yo,como su verdadero ser; por esto puede indicar su cuerpo y su alma como los involucrosen que él vive, como las condiciones corpóreas por medio de las cuales actúa. En el curso de su evolución, aprende a emplear estos instrumentos cada vez más al servicio de su yo. La palabra yo, es un nombre que se distingue de todos los otros nombres. Quien reflexione de manera apropiada sobre la naturaleza de este nombre, gana al mismo tiempo el acceso al conocimiento de la entidad humana en el sentido más profundo. Cualquier otro nombre puede ser empleado por todos de la misma manera, respecto al objeto al que corresponde ese nombre. Cualquiera puede llamar mesa a una mesa o silla a una silla. Pero para el nombre yo no es así. Ninguno puede emplearlo para designar a otra persona; cada cual sólo puede dar este nombre al referirse a si mismo. El nombre yo,si se debe referir a mí, no puede jamás llegar a mi oído desde afuera; sólo desde lo interno, sólo de sí mismo el alma puede designarse como yo. Por lo tanto, cuando el hombre dice yo, a sí mismo, comienza a hablar de él algo que no tiene nada que ver con ningunode los mundos de los cuales son extraídas las “envolturas” más arriba descriptas. El yo se hace cada vez más dueño del cuerpo y del alma. También este hecho halla su expresión en el Aura humana.

Cuanto más dominio tiene el yosobre el cuerpo y el alma, más variada, más diferenciada y más rica en colores es el aura. Esta influencia del yo sobre el aura, es visible al “clarividente”; no obstante, el mismo “yo es invisible aun para él, permaneciendo realmente oculto en el Sanctissimum del hombre”. Pero el yo absorbe los rayos de aquella luz que se enciende como luz eterna en el hombre. Como éste recoge las experiencias del cuerpo y del alma en el yo,así también deja afluir todos los pensamientos de verdad y de bondad en el yo.Las percepciones de los sentidos se manifiestan al yopor un lado, y por el otro, se muestra el espíritu. Cuerpo y alma están dedicados al yo para servirlo; pero éste se entrega al Espíritu para que lo compenetre. El yo vive en el cuerpo y en el alma, pero el espíritu vive en el yo; y lo que del espíritu existe en el yo es eterno, porque el yoadquiere esencia y valor de aquello con que está en conexión. En cuanto vive en el cuerpo físico, está sujeto a las leyes del mundo mineral; mediante el cuerpo etérico, está sujeto a las de reproducción y crecimiento; en virtud del alma sensiente y del alma racional está sometido a las leyes del mundo anímico, y en cuanto acoge en si a lo espiritual, queda sometido a las leyes del espíritu. Lo que es formado por las leyes minerales y por las leyes de la vida, nace y muere, pero el espíritu nada tiene que ver con principio y fin.

El yovive en el alma. Si las manifestaciones más elevadas del yopertenecen al alma consciente, es necesario decir también que este yo,irradiando en ella, vive en toda el alma y, a través de ésta, manifiesta su acción sobre el cuerpo. En elyo vive el espíritu. Irradia sobre el yo y habita en él como en su involucro, precisamente como el yovive en el cuerpo y en el alma como en sus involucros. El espíritu forja al yodesde lo interno hacia lo externo, mientras el mundo mineral lo forja desde afuera hacia lo interno. El espíritu que forma un yo y vive como yo, será llamado Yoidad Espiritual,porque se manifiesta como yoo sí mismo del hombre. La diferencia entre la Yoidad Espiritual y el alma consciente puede ser definida de la manera siguiente: el alma consciente está en contacto con la verdad existente por sí misma, e independientemente de toda simpatía o antipatía; la Yoidad Espiritual lleva consigo esta misma verdad, pero acogida y guardada por el yoque la ha individualizado y acogido en el ser independiente del hombre. Por el hecho de que la Verdad eterna sea así individualizada y se reúna con el yoen una entidad, el mismo yoadquiere la eternidad.

La Yoidad Espiritual es una manifestación del mundo espiritual en el yo, como por otra parte la percepción de los sentidos, es una manifestación del mundo físico en el yo. En aquello que es rojo, verde, claro, oscuro, duro, blando, cálido, frío, se manifiesta a nosotros el mundo físico; en lo que es Bueno y Verdadero se manifiesta el mundo espiritual. En el mismo sentido como las manifestaciones del mundo físico se llaman sensaciones, así, la manifestación de lo espiritual será llamada intuición. Hasta el más simple pensamiento contiene intuición, puesto que no se le puede tocar con la mano ni ver con los ojos; se recibe del espíritu por intermedio del yo. Si un hombre muy evolucionado y otro menos evolucionado contemplan una plantad lo que vive en el yo del primero es ciertamente diferente de lo que vive en el yodel segundo, y sin embargo, las sensaciones de ambos han sido despertadas por el mismo objeto. La diferencia reside en esto: que el primero es capaz de formar pensamientos en torno de aquel objeto, mucho más perfectos que el segundo. Si los objetos se manifestaran sólo por medio de las sensaciones, no podría haber progreso en la evolución espiritual. La Naturaleza es sentida también por el salvaje, pero las leyes de la misma, se revelan sólo al pensamiento fecundado por la intuición en el hombre, que en su evolución ha llegado a un grado más alto. Los estímulos del mundo exterior son sentidos también por el niño como estímulos de la voluntad, pero los imperativos de lo moralmente bueno sólo se le revelan más tarde, en el transcurso de su desarrollo, cuando aprende a vivir en el espíritu y a comprender sus revelaciones.

Como sin los ojos no habría sensación de los colores, así tampoco puede haber intuición sin los pensamientos elevados de la Yoidad Espiritual. Como la sensación no crea a la planta en la cual aparece el color, así la intuición no crea lo espiritual, de lo cual sólo da noticias.

Mediante la intuición, el yo humano que vive en el alma, atrae los mensajes de lo alto, del Mundo Espiritual, como mediante las sensaciones recibe los mensajes del mundo físico; obrando de esta manera, introduce el Mundo Espiritual en la vida personal del alma, como por medio de los sentidos introduce el mundo físico. El alma, es decir, el yoque resplandece en ella, abre sus puertas por dos lados: por una parte, hacia el mundo físico y, por la otra, hacia lo espiritual.

Ahora bien, como el mundo físico sólo puede transmitir noticias de sí mismo al yo, sólo porque con materias y fuerzas físicas construye un cuerpo en el que vive el alma consciente y poseer los órganos apropiados para percibir las cosas físicas externas, así también el Mundo Espiritual, con las materias propias y fuerzas espirituales construye un cuerpo espiritual, en el cual el yo vive y percibe las cosas espirituales por medio de las intuiciones. (Es evidente que las expresiones substancia espiritual, cuerpo espiritual, tomadas literalmente, contienen una contradicción, pero las empleamos aquí para relacionar el pensamiento a lo que corresponde desde el punto de vista espiritual al cuerpo físico del hombre).

De la misma manera como en el mundo físico, cada cuerpo humano es construido como una entidad independiente, así también, se forma el cuerpo espiritual en el Mundo Espiritual. En este mundo existe para el hombre un “fuera” y un “dentro”, lo mismo que en el mundo físico, y como el hombre recoge del ambiente físico las materias y las elabora dentro del cuerpo físico, así también acoge del mundo externo espiritual, la espiritualidad y se la apropia. Lo espiritual es el alimento eterno del hombre. Como éste nace del mundo físico, así nace también del espíritu por virtud de las leyes eternas de lo Verdadero y de lo Bueno. Está separado del Mundo Espiritual que lo circunda, como está separado, como un ser independiente, de la totalidad del mundo físico. A este ser espiritual independiente, lo llamaremos Hombre-Espíritu.

Si examinamos el cuerpo físico del hombre, encontramos las mismas materias y fuerzas que se hallan fuera de él, en el resto del inundo físico. Así también en el Hombre-Espíritu; dentro de él palpitan los elementos del Mundo Espiritual exterior. En él son activas las fuerzas del Mundo Espiritual. Como un ser viviente y sensiente está encerrado en una piel física, igualmente ocurre en el Mundo Espiritual. La “piel espiritual” que separa al Hombre-Espíritu del mundo de la unidad espiritual, lo hace en este Mundo Espiritual un ser espiritual independiente, que vive en sí mismo y que percibe intuitivamente el contenido espiritual del mundo. Esta “piel espiritual” será llamada Involucro Espiritual (Involucro Aurico).

Es indispensable tener presente que esta “piel espiritual” se va extendiendo continuamente con el progreso de la evolución humana, de manera que individualidad espiritual de un hombre (su Involucro Áurico) es susceptible de crecimiento ilimitado.

El Hombre-Espíritu vive dentro de este involucro espiritual construido por la fuerza vital espiritual, lo mismo que el cuerpo físico es construido por la fuerza vital física. En la misma forma como se habla de un cuerpo etérico, se debe hablar también de un espíritu etérico con respecto al Hombre-Espíritu. Este espíritu etérico será llamado Espíritu Vital. La entidad espiritual del hombre se divide, por tanto, en tres partes: Hombre Espíritu, Espíritu Vital y Yoidad Espiritual.

Para el clarividente, en el mundo espiritual, esta entidad espiritual del hombre, es una realidad perceptible, como parte superior verdaderamente espiritual del Aura. Ve dentro del involucro espiritual, al hombre espiritual como Espíritu Vital, y ve, también, como este Espíritu Vital va creciendo continuamente, mediante la absorción de alimento espiritual del mundo espiritual exterior. Además, percibe cómo, después de esa absorción, el involucro espiritual se va ensanchando y, cómo el hombre espiritual resulta cada vez más grande. Considerado desde el punto de vista del “espacio”, este “engrandecimiento” es naturalmente, sólo una imagen de la realidad. A pesar de esto, en la representación de esta imagen, el alma humana es dirigida hacia la correspondiente Realidad Espiritual. La diferencia entre la entidad espiritual del hombre y la entidad física, consiste, precisamente, en que esta última tiene una extensión limitada, mientras que la primera, puede crecer infinitamente; porque lo que absorbe de alimento espiritual tiene un valor eterno. El aura humana aparece, entonces, compuesta de dos partes que se interpenetran, de las cuales una está formada y coloreada por la vida física del hombre, y, la otra, por su existencia espiritual. El yo señala la separación entre las dos, de tal modo, que lo físico sacrifica sus propiedades para construir un cuerpo capaz de albergar un alma, mientras que, de un modo similar, el yo se dispone a que el espíritu se desenvuelva dentro de sí, el que a su vez compenetra al alma y le da la meta en el Mundo Espiritual. Mediante el cuerpo, el alma está contenida en el mundo físico, en tanto que, por medio del hombre espiritual, le crecen alas para remontarse en el Mundo Espiritual.

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Si queremos comprender al hombre integral, lo debemos considerar como constituido por todas las partes que hemos mencionado. El cuerpo está constituido por materias del mundo físico, de una manera adecuada al yo pensante. Está compenetrado de fuerza vital por lo que viene a ser cuerpo etérico o cuerpo vital. Este, como tal, se abre al mundo exterior por medio de los sentidos y viene a ser cuerpo anímico; a éste lo compenetra el alma sensiente, y forma con él una unidad. El alma sensiente no recibo sólo las impresiones del mundo externo en forma de sensación, sino que tiene vida propia que fecunda por una parte, por medio del pensamiento, y por otra, por medio de las sensaciones. Resultando así el alma racional, lo que le es posible porque se entreabre a lo alto a las intuiciones como hacia lo inferior a las sensaciones. Actuando así es alma consciente. Esto le es posible porque el mundo espiritual crea en ella el órgano intuitivo, de modo análogo como el mundo físico le forma los órganos de los sentidos. Como éstos transmiten las percepciones mediante el cuerpo anímico, así el espíritu le transmite las intuiciones a través del órgano de la intuición. En consecuencia, el hombre espiritual queda vinculado con el alma consciente, formando con ella una unidad, así como el cuerpo físico y el alma sensiente están unidos en el cuerpo anímico. El alma consciente y la Yoidad Espiritual forman una unidad; en esta unidad el hombre espiritual vive como Espíritu Vital, así como el cuerpo etérico forma la base corpórea vital para el cuerpo anímico. Y como el hombre físico está encerrado en la piel física, así el Hombre-Espíritu en el involucro espiritual. La constitución del hombre completo puede ser representada entonces como sigue:

  1. Cuerpo físico;
  2. Cuerpo etérico o vital;
  3. Cuerpo anímico;
  4. Alma sensiente;
  5. Alma racional;
  6. Alma consciente;
  7. Yoidad Espiritual;
  8. Espíritu Vital;
  9. Hombre-Espíritu.

El cuerpo anímico c) y el alma sensiente d) son una unidad en el hombre terrestre, como también el alma consciente f) y la Seidad Espiritual g). Resultando entonces siete partes en el hombre terrestre:

  1. El cuerpo físico;
  2. El cuerpo etérico o vital;
  3. El cuerpo anímico sensiente;
  4. El alma racional;
  5. El alma consciente, llena de espíritu;
  6. El Espíritu Vital;
  7. El Hombre-Espíritu.

En el alma resplandece el yo,que recibe su contenido del espíritu, resultando así el vehículo del hombre espiritual. Por este hecho el hombre tiene parte en los “tres mundos” (el mundo físico, el mundo anímico y el Mundo Espiritual). Por medio del cuerpo físico, del etérico y del anímico, está enraizado en el mundo físico y mediante la Seidad Espiritual, el Espíritu Vital y el Hombre-Espíritu se eleva floreciendo en el Mundo Espiritual. Pero el troncoque tiene las raíces en una parte y florece en otras, es el alma misma.

Se puede, conservando la armonía con la constitución del hombre, citada más arriba, representarla también en forma más simple. Si bien el yo humano resplandece en el alma consciente, compenetra, sin embargo, todo el ser anímico. Las partes de este ser anímico no están nítidamente separadas como las partes corpóreas: se interpenetran en un sentido más elevado. Si se considera el alma racional y el alma consciente como los involucros pertenecientes al yo y a éste como núcleo de las mismas, entonces, se puede dividir al hombre en cuerpo físico, cuerpo vital, cuerpo astral y yo. La expresión cuerpo astral sirve aquí para indicar el conjunto de cuerpo anímico y del alma sensiente. Esta expresión se encuentra en la literatura antigua y la empleamos aquí libremente, para expresar lo que reside en la entidad humana, más allá de la perceptibilidad sensoria. Si bien el alma sensiente es, en cierto modo, impulsada también por el yo, no obstante, está tan estrechamente conexa al cuerpo anímico que, para ambas consideradas en conjunto, está justificado el empleo de una expresión única. Ahora bien, cuando el yo está interpenetrado por la Seidad Espiritual, entonces esta seidad se presenta de manera que el cuerpo astral es transformado por lo que emana del elemento anímico. Influencian al cuerpo astral antes de aquella interpenetración los deseos, las pasiones del hombre en cuanto son sentidas y actúan en él las percepciones sensorias. Las percepciones sensorias se producen por medio del cuerpo anímico, que representa un vehículo en el hombre que le es construido por el mundo exterior. Los instintos, los deseos y las pasiones, etc., nacen en el alma sensiente en cuanto ésta es impulsada por fuerzas de la interioridad, antes qué esta interioridad se abandone a la Seidad Espiritual. Si el yo se interpenetra de la Seidad Espiritual, entonces el alma a su vez, invade el cuerpo astral con esta Seidad Espiritual. Y esto se verifica de manera que los instintos, los deseos y las pasiones son iluminadas por aquello que el yo ha recibido del espíritu. El yo, en virtud de su participación en el Mundo Espiritual, ha llegado entonces a dominar en el mundo de los instintos, de los deseos, etc. Cuanto más lo realiza, tanto más la Seidad Espiritual se hace evidente en el cuerpo astral, el que, a su vez, viene a resultar transformado.

El cuerpo astral aparece entonces, él mismo, como una entidad en dos partes: una transformada, y, otra, no transformada. Por esto, la Seidad espiritual, en su manifestación en el hombre, puede ser indicada como cuerpo astral transformado. Un proceso similar se verifica en el hombre cuando acoge en su yoal Espíritu Vital. Se transforma entonces el cuerpo vital, que es compenetrado por el Espíritu Vital. Este se manifiesta de manera que el cuerpo vital viene a ser diferente de lo que era antes. Se puede decir, entonces, que el Espíritu Vital es el cuerpo vital transformado. Y si el yoacoge en sí al Hombre-Espíritu, recibe entonces la poderosa fuerza para compenetrar el cuerpo físico. Es natural que lo que del cuerpo físico es así transformado nose pueda percibir con los sentidos físicos. Del cuerpo físico ha resultado Hombre-Espíritu precisamente la parte que se ha espiritualizado. Existe entonces, físicamente, para la percepción de los sentidos, y en cuanto lo físico se ha espiritualizado es percibida por la facultad cognoscitiva espiritual. A los sentidos exteriores, aun aquella parte física que es interpretada por la espiritualidad, se evidencia sólo físicamente. Basándose en todo esto se puede representar la constitución del hombre, también de esta manera:

  1. Cuerpo físico;
  2. Cuerpo vital;
  3. Cuerpo astral;
  4. Yo, como núcleo anímico;
  5. Seidad  Espiritual, como cuerpo astral transformado; 6) Espíritu Vital, como cuerpo vital transformado; 7) Hombre-Espíritu, como cuerpo físico transformado.

[1] El autor de este libro, mucho tiempo después de la redacción del mismo (ver la revista “Das Reich”, 4° libro del primer año), ha dado a lo que aquí se ha llamado cuerpo etérico o vital, el nombre de cuerpo de las fuerzas formativas. Se ha sentido inducido a darle este nombre, porque considera que nunca se podrá hacer lo suficiente para prevenir el malentendido, que el cuerpo etérico del cual se pretende hablar aquí pueda ser confundido con la fuerza vital de la antigua ciencia material. Cuando se tratara de rechazar esta antigua idea de una fuerza vital por la ciencia natural moderna, el autor se atiene, en un sentido determinado, al punto de vista del opositor de una fuerza semejante. Porque con esto se quería explicar el modo especial de obrar de las fuerzas inorgánicas en el organismo. Pero lo que en el organismo obra inorgánicamente no ejercita en aquél acción distinta de aquella que manifiesta en el campo del mundo inorgánico. Las leyes de la naturaleza inorgánica son las mismas, tanto en el organismo como en el cristal, etc.; pero en el organismo existe algo que no es inorgánico: esto es la vida formativa. Como base de esto, está el cuerpo etérico o cuerpo de fuerzas formativas. Con la adopción de éste, la legítima tarea de los estudios naturales no sería estorbada en sus investigaciones en el mundo de los organismos por lo que se observa en la naturaleza inorgánica referente a acciones de fuerza y podría rechazar la idea, de que tal acción pueda ser modificada en el organismo por una especial fuerza vital. El investigador espiritual habla del cuerpo etérico, en cuanto se manifiesta alguna cosa de más en el organismo de lo que se manifiesta en la materia inanimada. A pesar de toda esto, el autor de este libro no se siente dispuesto a sustituir el nombre de cuerpo etérico por el de cuerpo de fuerzas formativas, pues todo el contexto de este libro excluye la posibilidad de un malentendido para cualquiera que tenga deseo de ver. Este malentendido podría producirse sólo cuando aquel nombre se adoptase en algún trabajo que no tenga semejante contexto. (Compárese esto también con lo que se dice al final en “Observaciones aisladas y notas a agregarse”).