Willi Sucher – Isis Sophia III – (pág. 67)
Ahora consideraremos el impacto de las constelaciones del Zodíaco en el embrión durante los nueve meses promedio de gestación. Debido a que los seres humanos nacen todo el año, el correspondiente arco del Sol en el Zodíaco es diferente en cada caso individual, y también los planetas tienen afinidades individuales con el arco del Sol. En la segunda parte, ya hemos presentado una serie de asterogramas de gestación que muestran claramente esta diferencia. Ahora investigaremos estos hechos más a fondo.
El Sol de la época, calculado en base a la Regla Hermética, puede estar en cualquiera de las doce constelaciones del zodíaco, lo que le da un color individual. Esto a su vez es imitado por el embrión. Nuestra pregunta es cómo esta diferenciación influye en el organismo del ser humano.
Tendremos que encontrar una terminología adecuada para las constelaciones del zodíaco. Como hemos señalado en volúmenes anteriores, especialmente en Isis Sophia II, estas doce constelaciones del zodíaco son una crónica de la evolución del mundo y de la humanidad. La evolución de una persona está principalmente contenida en la formación de la cabeza. Incluso los sistemas rítmico y metabólico ya están indicados en la cabeza. En la parte superior se encuentra el centro del sistema nervioso; la parte media está asociada a la respiración, etc.; la parte inferior, principalmente las mandíbulas, sugiere los miembros que se mueven libremente, y la boca la conexión con el organismo metabólico. En etapas posteriores de la evolución, estas tendencias cósmico-embrionarias se han emancipado y han desarrollado las partes inferiores del organismo humano.
Por lo tanto, deberíamos ser capaces de ver en la potencialidad dinámica de la cabeza humana el fundamento arquetípico de la totalidad de la forma humana, aunque no mostraría más que las disposiciones a divergencias posteriores. Este arquetipo de la forma humana, resultado de la creación divina, está relacionado con la gran crónica de la evolución y con el zodíaco con sus doce constelaciones. (Detalles en Isis Sophia II, especialmente en la segunda parte.)
Una posible conexión de la forma humana arquetípica con el zodíaco se sugiere en la Fig. 7. Sin embargo, nos gustaría enfatizar que este es sólo un aspecto, que puede ser ampliado y que es apoyado por otros. De ninguna manera queremos sugerir que esta cabeza arquetípica debe ser imaginada como la complejidad perfeccionada de la organización de la cabeza de un ser humano terrenal actual. Cuanto más seamos capaces de concebirla sólo como un foco cósmico de potencialidad, siendo capaz de ejercer sus fuerzas en cualquier momento y en cualquier dirección, más nos acercaremos a la realidad que tenemos en mente.
Ahora describiremos cómo los seres humanos individuales participan, en este arquetipo de humanidad, a través de la imitación que tiene lugar durante el desarrollo embrionario.
Traducido por Carmen Ibáñez Berbel

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