GA346c6. Números secretos en el Libro del Apocalipsis.

 Del ciclo: El Apocalipsis y el trabajo del sacerdote

Rudolf Steiner — Dornach, 10 de septiembre de 1924

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Cuando alguien se iniciaba en los antiguos misterios, una de las primeras cosas que experimentaba allí era que sus pensamientos y todo su estado anímico estaban dirigidos hacia el significado de los ciclos de la civilización mundial que se basan en el número siete. Y vemos un claro reflejo de lo que surge de este principio iniciático en el Apocalipsis. El número siete está presente en la construcción, composición y contenido del Apocalipsis de muy diversas formas.

Ahora bien, lo que está relacionado con este número siete, por supuesto, no estaba conectado con él de la manera que hoy se suele imaginar, sino que iniciaba a la persona en cuestión en el procesamiento y tejido de los números en general. Ahora me gustaría llamar su atención sobre algo que expliqué en un curso bastante diferente sobre formación del habla.

Allí tuve que explicar cómo es posible la experiencia de los sonidos del habla y cómo la humanidad ha perdido su capacidad para experimentarlos. Simplemente, imaginen cómo se dan los elementos de la palabra creadora a través de estas experiencias de los sonidos del habla y cómo se puede dar el contenido más variado y maravilloso e incluso un contenido mundial entero a través de combinaciones de unos 32 elementos de sonido. Ahora intenten imaginar cómo eran las cosas en una época así -y hubo épocas en que algo así era una realidad para la humanidad- una época que vivía con estos 32 elementos de una manera muy activa y que sentía lo maravilloso que era poder dar forma a un mundo a partir de esta experiencia de 32 sonidos del habla. Uno realmente sentía que algo espiritual se tejía en la formación del habla y en la forma pictórica de las palabras; cuando uno hablaba, experimentaba que los dioses vivían en los sonidos del lenguaje.

Si tomáis nuestros 32 sonidos del habla, os será fácil ver que unos 24 de ellos son consonantes y que unos 7 son vocales. Por supuesto, estas cosas son siempre aproximadas, pero ahora podéis dejar que algo de luz, procedente del principio del evangelio de Juan, “En el principio era el verbo”, caiga sobre esa Imaginación Apocalíptica de un Alfa y un Omega rodeados de siete ángeles o vocales, y de 24 ancianos o consonantes. Uno sentía que el secreto del universo se tejía y vivía en lo que uno entonaba en el lenguaje sagrado del culto de la manera que ya os expliqué. Y cuando se celebraba un rito religioso sentía la presencia del contenido del mundo que vivía poderosamente en esa imagen simbólica.

La humanidad debe volver a percibir dónde se encontraban los dioses desde el punto de vista de la sabiduría misteriosa. No se los buscaba en los lugares remotos y trascendentales que hoy conocemos. Se buscaban sus cuerpos en cosas como los sonidos del habla; y cuando la gente hablaba de la palabra cósmica, hablaba de las cosas que realmente se entrelazan en el mundo y en las que los hombres participan con su habla.

Sucede lo mismo con los números. Nuestra idea actual de los números es totalmente abstracta si se compara con la manera en que aún se ven en el Libro del Apocalipsis. En los primeros siglos cristianos había algunos individuos que comprendieron cosas como el Libro del Apocalipsis hasta cierto grado porque había aún un sentimiento por el secreto de los números, porque aún se sentían las relaciones específicas en la estructura de una secuencia de números. Una secuencia numérica no era considerada como lo hacemos hoy como una concatenación de un número con el siguiente. La gente experimentaba lo que estaba contenido en el tres, en el cuatro; ellos experimentaban la naturaleza cerrada del tres, la naturaleza abierta del cuatro, la naturaleza del cinco, tan cercanamente relacionada con el ser del hombre. Se sentía algo divino en los números, igual que se encontraba algo divino en las cartas escritas y en los sonidos del habla.

Cuando alguien, en los antiguos misterios, llegaba al punto de ser iniciado en este secreto de los números, tenía el deber de pensar, sentir y percibir de acuerdo con este secreto de los números. Pensemos en lo que esto significa. En la música tenemos una octava de siete tonos, pues el octavo es el mismo que el primero, en el arco iris hay siete colores, y el número 7 también está presente en otras cosas de la naturaleza. Supongamos que a la Naturaleza se le ocurriera disponer de otra manera el arco iris, el universo entero se vería sumido en la confusión; o supongamos que uno dividiera la escala musical de una manera diferente, la música se volvería insoportable, y así sucesivamente.

Sin embargo, como este secreto de los números está también en el alma del hombre -allí donde la legalidad es justa-, así como en él está el curso de la naturaleza, al candidato a la iniciación se le dijo que no debía mover sus pensamientos de un lado a otro arbitrariamente. después de su iniciación, pero que era su deber pensar internamente en números, tal como la Naturaleza piensa en números; le dijeron que experimentara cómo el misterio de los números se teje y vive en todos los seres y procesos.

Ahora bien, el Apocalipsis fue escrito en una época en la que tal inserción del hombre en el secreto cósmico de un 7, 12, 24 o 3 era absolutamente válida. Desde el comienzo de nuestra era del alma de conciencia, es decir, desde el primer tercio del siglo XV, nos topamos con cosas similares a las que ocurrieron antes de la época en que el número 7 era estrictamente válido, de modo que los desplazamientos en El número 7 va apareciendo poco a poco. Ya no estamos en la afortunada posición de experimentar una evolución que ocurre exactamente según el número 7. Ya estamos en esa etapa evolutiva de la tierra donde comienzan las irregularidades con respecto al secreto de los números, de modo que el secreto de los números ha adquirido un nuevo significado para nosotros. Si nos iluminamos a través del secreto de los números que existe en documentos como el Apocalipsis, descubrimos que poco a poco podemos captar con nuestros sentidos lo que ocurre cada vez más fuera del secreto de los números. Y así, en cierto sentido, estamos viviendo nuestra salida del secreto de los números. Pero tenemos que descubrir qué es, para poder utilizarlo en las formas adecuadas a los acontecimientos humanos terrenos que el sacerdocio debe guiar en el ámbito religioso.

Habiendo dicho esto, hablaré ahora, sin embargo, sobre ciertos fenómenos, como si aún estuvieran procediendo en consonancia con los secretos de los números, pues en cierto sentido el proceso para que los sucesos mundiales se liberen de los secretos de los números y entren en una manera de proceder que no está regido por ellos es lento. La manera de pensar de los antiguos Misterios era ver grandes ciclos de tiempo siguiendo sus cursos según el número siete, y también veían ciclos más pequeños y ciclos muy pequeños.

En las siete congregaciones que existían contemporáneamente como agrupaciones reales y concretas sobre la Tierra también vemos la continuación de las antiguas culturas, así como el comienzo de nuevas épocas culturales. Pero, por otro lado también hay un ciclo más pequeño que podemos aprender a comprender a través del Libro del Apocalipsis. Es este ciclo más pequeño, queridos amigos, el que me gustaría considerar ahora con vosotros.

Remontando la mirada al tiempo en que tuvo lugar sobre la Tierra el Misterio del Gólgota encontramos, en lo que respecta a la evolución espiritual de los seres humanos, la regencia arcangélica de Orifiel[2]. Aquel Arcángel que recibe sus impulsos fundamentalmente de las fuerzas de Saturno. Después de esto llegamos a una época en que Anael era el Arcángel regente, después a la época de Zacariel, después a la época de Rafael, después a la de Samael, luego Gabriel, y llegamos a la época actual de Micael. Tenemos una primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima épocas, así que con lo que respecta a este ciclo más pequeño dentro de nuestro quinto ciclo más grande estamos en la séptima época. Estamos viviendo en una época que tendríamos que describir como sigue si usáramos la manera de formular las cosas de hoy en día: Estamos viviendo en la época del cinco/siete, la quinta época cultural post-Atlante, el quinto ciclo mayor de la evolución humana, y –en lo que respecta a los ciclos menores de regencia arcangélica– estamos viviendo en la séptima época, que se entreteje con la grande.

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Una séptima época, queridos amigos, significa una época final. La época en que ahora estamos fue precedida por la sexta, la de Gabriel. En una sexta época se deciden muchas cosas, y se hacen preparativos para la época final. Pero la época anterior a ella aún actúa en esa sexta época. La época de Micael comenzó alrededor de 1879, la época de Gabriel alrededor de 1471. Antes de esa fue la época de Samael, el Arcángel que recibe sus impulsos de Marte; esa fue la quinta época.

El punto en el tiempo en que comenzó la quinta época cultural post-Atlante ocurrió durante la época en que era el regente el Arcángel de la quinta época más corta. Durante la quinta regencia arcangélica, aquel Arcángel ya había estado preparando la llegada de la quinta época cultural post-Atlante durante tres o cuatro siglos. Estando así en progreso, la época más pequeña coincidió con el comienzo de la mayor. Esto significa nada menos que las épocas más grandes son preparadas por espíritus de la jerarquía media. La tercera jerarquía, a la que pertenecen los arcángeles, son los miembros servidores de las jerarquías superiores. La ley de los números provoca así que al comienzo de la quinta época el quinto Arcángel coincida a la altura de su época más corta con un ser superior de una jerarquía superior que es también el número cinco.

Ha pasado tiempo, hablando relativamente, desde que la gente hablaba sobre estas cosas, pero se estuvo hablando sobre ellas durante más tiempo del que uno podría imaginar. En lugares como la Escuela de Chartres estos secretos se mencionaban incluso en el siglo XII. En aquel tiempo había aún un lenguaje apocalíptico. Siempre sucede que el universo es visto, por así decirlo, con la perspectiva y en el aspecto de los números.

Cuando Platón dice: ‘Dios es matemático, Dios es geómetra’[3], se está refiriendo no a nuestra pequeña noción de geometría abstracta o matemáticas sino a aquella profunda experiencia que la gente de tiempos antiguos tenía en lo que respecta a las formas y los números. El materialismo ridiculiza esto hoy, pero en realidad podemos ver por doquier que la ley del número siete actúa también en la vida orgánica. Considerad el tiempo necesario para que algo se desarrolle y entonces continuad así observando a las mariposas o las larvas emergiendo del período de incubación de ciertas enfermedades. Encontraréis la ley del número siete actuando por doquier. Los iniciados aprendían que los números se derivan de la naturaleza misma de las cosas y esto a su vez llamaba su atención a la manera en que las cosas permanecen en el contexto cósmico global.

Nos hace incorporarnos y tomar nota, queridos amigos, cuando oímos: el Arcángel que está en el número cinco comienza su período de regencia en conexión con la quinta época post-Atlante con fuerzas emanantes de Marte. Si una época comienza con fuerzas de Marte –esto es insinuado incluso muy superficialmente– entonces hay algo belicoso en ella.

Vemos que las épocas culturales están separadas unas de otras por importantes eventos. Pero también vemos que hubo un importante evento que separó el período Atlante del período presente post-Atlante –que como quinto período ha alcanzado ahora su quinta época cultural–y este evento es la edad de hielo conocida como el Diluvio Universal, la caída de la antigua Atlántida y el surgimiento de nuevos continentes. Estamos ahora viviendo en la quinta época post-Atlante, y seguirán una sexta y una séptima. La catástrofe que separará el próximo gran período –después de las épocas quinta, sexta y séptima– no será un mero suceso externo de la naturaleza como la edad de hielo y todo lo que se nos dice del Diluvio Universal. La separación entre el período quinto y sexto se mostrará más en el reino moral. Una guerra de todos contra todos, sobre la que he hablado a menudo, será una catástrofe moral que separará el quinto del sexto gran período de la evolución terrestre. Estará ciertamente conectada también con sucesos en la naturaleza, pero estos sucesos naturales estarán más en el trasfondo.

La quinta época cultural se introdujo por lo que proviene, a través de Samael, de Marte, el espíritu guerreador, en la que bajaron elementos de conflicto del mundo espiritual. Al comienzo de la época del alma consciente vemos también, en una secuencia menor, cómo nuestra quinta época post-Atlante contiene algo de premonición, una premonición profética de lo que ocurrirá al final del período post-Atlante mayor como un todo, una vez que a la quinta época cultural le seguirán la sexta y la séptima.

Escuchando las voces de aquellos que hablan a finales del siglo XIV y principios del siglo XV, que aún sabían algo de los procesos secretos detrás de los procesos visibles, incluso entonces, en aquella época de regencia del Marte de Samael, oiréis indicaciones sobre el final de nuestro período mayor post-Atlante, aunque sólo en pequeñas indicaciones. Una vez se hace una correlación entre el número y lo que está sucediendo, comenzaréis a pensar apocalípticamente. Aprended a leer el universo apocalípticamente y encontraréis que se os revelan innumerables secretos si aprendéis a mirar el mundo de esta manera apocalíptica.

Pensad ahora en cómo nuestro tiempo reside en la época de Micael, y también en la quinta época cultural post-Atlante, así como en el ciclo mayor del período post-Atlante. Investiguemos el significado de esto. Estamos viviendo en el quinto período mayor de la Tierra, el período post-Atlante. Este quinto período es el que ha separado hasta un grado considerable al ser humano del mundo divino. El pueblo de la Atlántida aún se sentía definitivamente imbuido de Dios; más que sentirse como seres humanos individuales se sentían envueltos en el manto de Dios. Un ser humano de la Atlántida sentía que era Dios el que existía, más que él como individuo.

El propósito de nuestro período post-Atlante es, esencialmente, hacer al ser humano independiente, separar al ser humano de la divinidad, y esto es lo que lenta y gradualmente ha estado sucediendo durante cuatro épocas culturales. Comenzó lentamente en la antigua época cultural India que podía definitivamente sentirse aún en los Misterios de Éfeso. En la antigua época cultural hindú el ser humano aún se sentía estar dentro de la divinidad, mientras que se separaba con bastante rudeza durante la segunda época cultural, la de la antigua Persia. En la tercera época cultural se sentía incluso más separado, de tal modo que comenzó a sentir a la muerte aproximándose en la distancia. En la época cultural Greco-Latina la muerte se sentía hasta tal grado que se llegó a acuñar el dicho: “Mejor un mendigo en la tierra de los vivos que un rey en el inframundo.”[4]

Ahora que estamos destinados, en la quinta época cultural post-Atlante, a encontrar a la muerte cada vez más como una compañera a nuestro lado, como mencioné ayer, necesitaremos poderes morales si queremos resistir esta presencia constante de la muerte. Así es importante para nosotros que nuestro tiempo en el presente inmediato viera el alma consciente –acompañada por la constante presencia de la muerte al lado del ser humano– coincidente con la época de Micael, esa regencia arcangélica que significa una especie de final, una especie de culminación de la perfección, pero involucrando a la vez la decadencia y la perfección.

Micael, el espíritu que vivió en el Sol, el servidor más importante del Espíritu de Cristo en el Sol, experimentó el Misterio del Gólgota desde el otro lado. La humanidad sobre la Tierra experimentó el Misterio del Gólgota de tal manera que veían a Cristo acercándose. Micael y sus huestes, que estaban aún en el Sol en aquel momento, lo experimentaron como teniendo que abandonar a Cristo.

Queridos amigos, debemos permitir que los dos polos de este supremo suceso cósmico actúen en nuestras almas; el hosanna sobre la Tierra, la llegada de Cristo a la Tierra, y el abandono por parte de las huestes de Micael en el sol. Los dos están unidos.

En esta época nuestra Micael ha experimentado una gran metamorfosis. El comienzo de su regencia supuso seguir a Cristo bajando a la Tierra mientras que en el futuro su regencia supondrá que avance en la vanguardia de los actos de Cristo sobre la Tierra. Se aprenderá a entender una vez más lo que se quiere decir con las palabras: Micael sigue ante el Señor. Antes de Orifiel hubo por supuesto una época de Micael también, y en el Antiguo Testamento los iniciados de Asia hablaban de Micael como si estuvieran ante Yahvé; justo como el rostro, como la parte más adelantada de una persona va ante él, así ellos hablaban de Micael como el Rostro de Yahvé, y así debemos aprender a hablar de Micael como el Rostro de Cristo. Pero estamos ahora en una época diferente. Ciertas cosas han de lograr ahora llegar a su más alta perfección. Debemos en cierto sentido aprender a hacer que, lo que hasta la fecha no era capaz de fructificar, fructifique.

Considerad las siete congregaciones del Libro del Apocalipsis. Podemos situar cada una de ellas en una de las regencias arcangélicas, y si tomamos la primera época, que fue análoga al suceso de Cristo y el comienzo del cristianismo y que aún estaba activa cuando se escribió, encontraremos que para nosotros está representada por la congregación de Éfeso. De acuerdo con el Libro del Apocalipsis podemos también ver esta congregación de Éfeso como la que estaba vinculada al cristianismo con su primer amor. Todo esto puede comprenderse a través del secreto de los números.

La siguiente época a la que llegamos es la de Anael, que obtiene sus poderes de Venus. En aquella época encontramos los grandes actos de amor que se cumplieron para la difusión del cristianismo, incontables actos de amor, especialmente aquellos que aún viven en las huellas de los monjes irlandeses que extendieron el cristianismo por Europa. En los demás aspectos de la vida cristiana, también, encontramos que el amor es supremo bajo la regencia de Anael.

Después sigue la regencia de Zacariel que atrae sus poderes desde Júpiter, principalmente poderes de sabiduría, poderes que fueron, sin embargo, poco comprendidos en aquella época. También, en vez de un reino real de Júpiter, la regencia arcangélica comenzó a retirarse a un segundo plano. La humanidad en cierto modo no alcanzó la región de Júpiter, negó al espíritu de Júpiter. El significativo Concilio de Constantinopla, el Octavo Concilio, que privó de tanto a la evolución de la humanidad al abolir la tricotomía, cae en esta época.[5]

Después viene la época en que actuaba algo casi desapercibido en la historia externa. Tras la finalización de la época de Zacariel, la humanidad tenía el alma fundamentalmente enferma. La humanidad estaba realmente muy enferma, y las substancias que provocaban la enfermedad se extendían de Este a Oeste, terribles substancias nocivas que amenazaban al cristianismo, porque provenían del materialismo, pues fue el materialismo el que se abrió camino dentro del cristianismo. Como la época de la sabiduría de Júpiter había acabado, al materialismo le fue posible hacerse sentir dentro de la cultura cristiana.

Detrás de todo esto había algo extraordinario presente en la Tierra, sólo como una proyección. Detrás de todos estos restos que eran enfermizos había algo extraordinario en la época que siguió a la de Zacariel desde el siglo X, XI en adelante, la edad de Rafael, el arcángel médico. Esta fue la época en que tuvo lugar la curación tras el telón de la historia mundial, sin ser visible públicamente, sino internamente. Se curó mucho en lo relativo a rescatar ciertas cualidades morales que estaban a punto de perecer. En oposición a las sustancias de enfermedad que habían sido traídas a Europa a través del islam, se requería algo más que también había de venir de Oriente, pero en otra forma, algo que impregnó el principio cristiano. Detrás de las Cruzadas –y de hecho en principio esta fue la causa de las Cruzadas– uno debe buscar la voluntad de curar a la humanidad, curarla del materialismo que amenazaba tanto por parte del islam como por el catolicismo romano. Básicamente fue Rafael, el arcángel médico, el que inspiró a aquellos que enseñaron por vez primera a la humanidad a mirar hacia aquel Oriente hacia el que se dirigían las Cruzadas.

Con esto, queridos amigos, nos encontramos en la cuarta época menor que cayó dentro de la cuarta época cultural post-Atlante mayor, la época Greco-Latina. Esta cuarta época mayor estaba destinada a acoger el Misterio del Gólgota. La cuarta época menor, la época de Rafael, está íntimamente relacionada con la estructura básica completa de la cuarta época mayor. Vemos cómo el Arcángel Rafael –al inspirar a los seres humanos que emprendieran las Cruzadas, dirigiendo poderosamente su atención hacia Oriente, para encontrar el Misterio de Cristo allí en Oriente– vemos cómo Rafael asumió los impulsos de Cristo, cómo flotaba una atmósfera espiritual sobre la Tierra, flotaba sobre todo lo que estaba sucediendo. Aquellos que fueron capaces de mirar tras el telón de los sucesos externos, incluso aunque solo fuera un poco, fueron separados del mundo espiritual inmediato por la telaraña más tenue, igual que lo fuimos cuando Micael comenzó a trabajar visiblemente en la Tierra en el último tercio del siglo XIX.

En aquella época de Rafael estaban vivos espíritus extraordinarios, entre ellos Joaquín de Floris y Alanus de Insulis[6]. Ellos fueron capaces de observar el trabajo de Rafael, este trabajo de curación de la humanidad llevado a cabo entre los bastidores de los sucesos externos. Este fue el trasfondo de aquella época en que el espíritu estaba sustancialmente enfermo. Un testimonio de esto es también el hecho de que precisamente en este tiempo la gente comenzó a obtener una comprensión del Evangelio de Lucas específicamente, el Evangelio de la Curación. Así cuando observamos los tiempos en concordancia con el secreto de los números obtenemos un conocimiento importante para ayudarnos a comprender el significado de los sucesos.

Después siguió la época de Samael que recibía sus impulsos fundamentales de Marte. Los poderes del conflicto comenzaron a actuar, y fueron inoculados a la humanidad. El número cinco se hizo el opuesto del número cuatro. Cuando quiera que haya una transición del cuatro al cinco hay una situación peculiar en que el cinco siempre entra en oposición con el cuatro. En el pasado, en los antiguos Misterios había largas épocas en que los discípulos, los adeptos, eran iniciados en el secreto de los números, y llegó un momento en que estos discípulos salían de sus lecciones llenos de una profunda convicción que expresaban en las palabras: Ahora conozco el número del mal, es el número cinco[7]. Dondequiera que el número cinco esté actuando en el universo estamos siempre enfrentándonos al trabajo del mal. Los cinco rebeldes contra los cuatro, y en consecuencia se deben tomar importantes decisiones que culminan en la transición hasta el número seis, sucediendo esto de una manera buena o mala.

Reflexionaremos mañana sobre el grado hasta el cual este puedo conducirnos a consideraciones más concretas, a la sabiduría del corazón y del alma humana. Hoy quería mostraros cómo se pueden usar los números como guía para tratar de entender los sucesos.

Traducción revisada por Gracia Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

[1] Rudolf Steiner, Speech and Drama (Discurso y Drama) (GA 282). Tr. M. Adams. Nueva York. Anthroposophic Press 1986.

[2] Rudolf Steiner habló varias veces, en lecciones esotéricas, sobre los períodos de regencia de los Arcángeles, utilizando la cronología de Johannes Trithemius de Sponheim. Rudolf Steiner Aus den Inhalten der esoterischen Schule (GA 296), Dornach 1995. Ver también las conferencias del 5 de diciembre de 1907 en Beitrage zur Rudolf Steiner Gesamtausgabe, Nº 67/68, el 19 de julio de 1924 en Karmic Relationships Vol. 6, el 8 de agosto de 1924 en Relaciones Kármicas, VOl. 3 (GA 237). Tr. G. Adams, rev. D.S.Osmond. Londres. Rudolf Steiner Press 1977, y el 18 de agosto de 1924 en True and False Paths in Spiritual Investigation (GA 243). Tr. A. Parker. London. Rudolf Steiner Press 1986.

[3] Plutarco Quaestiones conviviales, VIII, 2.

[4] De la Odisea de Homero, XI, 488-491.

[5] El Octavo Concilio de Constantinopla en 869 determinó que el ser humano debiera ser contemplado como consistente de cuerpo y alma y que el alma ‘tiene un cierto número de características espirituales’.

[6] Joaquín de Floris (fallecido en 1202) escribió Evangelium aeternum (una interpretación de profecías bíblicas). Alanus de Insulis (Alain de Lille) (1120-1202), filósofo escolástico, último de los grandes maestros de Chartres, escribió el Anticlaudianus.

[7] Rudolf Steiner habló con detalle sobre el significado de los números en Símbolos y Números Ocultos (GA 101). Editorial Antroposófica, 2007, conferencia del 15 de septiembre de 1907.