GA136c6. Las Entidades Espirituales en los cuerpos celestes y en los Reinos de la Naturaleza

Rudolf Steiner Helsingfors (Finlandia) 8 de abril de 1912

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En nuestra última conferencia, tratamos de considerar un Sistema Planetario en su dependencia de los diversos Seres Espirituales de las Tres Jerarquías, como si estuvieran una encima de la otra; y que tratamos de describir en las conferencias anteriores. Obtuvimos una idea de todo lo que participa en la formación de un planeta, y vimos cómo un planeta recibe su forma, su forma encerrada, como resultado de la actividad de los Espíritus de la Forma. Vimos además que la vida interior, la movilidad interna del planeta, es el resultado de la actividad de los Espíritus del Movimiento. Y lo que podemos llamar la conciencia más baja del planeta, que puede compararse con la conciencia presente en el hombre en su cuerpo astral, tenemos que asignarla a los Espíritus de la Sabiduría.

Ese impulso a través del cual el planeta, en lugar de permanecer estacionario, cambia su lugar en el espacio, debemos asignarlo a los Espíritus de la Voluntad o Tronos. La organización del planeta de tal manera que no sigue un curso sin rumbo en el espacio, sino que se mueve de tal manera que sus impulsos de movimiento están en armonía con todo el sistema planetario al que pertenece, la regulación de los movimientos individuales del planeta en armonía con todo el Sistema, es una actividad de los Querubines. Finalmente, atribuimos a los Serafines lo que podríamos llamar la vida interior del alma planetaria, por la cual el planeta tiene como una especie de conexión con los otros cuerpos celestes, así como el hombre por medio de su discurso entra en relación con otros hombres.

De modo que tenemos ante nosotros un conjunto planetario dentro del cual lo que procede de los Espíritus de la Forma no es más que una especie de núcleo; en cambio, cada planeta tiene una especie de atmosfera espiritual una especie de aura dentro de la cual viven los Espíritus de las dos Jerarquías Superiores cuyo coro inferior son precisamente aquellos Espíritus de la Forma.

Ahora bien, si queremos entender todo esto correctamente, necesitamos conocer todavía otras representaciones cuya visualización requiere que partamos de los seres de la Jerarquía que se sitúa, por así decirlo, más cerca de la humanidad en el mundo espiritual, es decir, los seres de la Tercera Jerarquía. Hemos dicho que la característica de los seres de la Tercera Jerarquía es el hecho de que lo que para el hombre es percepción, en ellos es manifestación, y que lo que en el hombre es la vida interior, en ellos es la Plenitud de Espíritu. Incluso en aquellos seres que comienzan inmediatamente por encima del hombre en el orden cósmico, los Ángeles o Angeloi, encontramos esta peculiaridad, que ellos propiamente perciben lo que ellos mismos manifiestan y que, al introvertirse no tienen nada que sea tan autónomo como sucede con la vida interior del hombre, ellos sienten resplandecer y germinar en su interior las fuerzas y energías de los seres de las Jerarquías Superiores que están por encima de ellos. En pocas palabras, se sienten henchidos e inspirados por el espíritu, es decir, lo que en el hombre llamamos vida interior autónoma no existe propiamente en ellos. Si desean desarrollar su propio ser, si desean sentir o pensar tal y como hace el hombre, todo ello se manifiesta fuera inmediatamente, no como en el hombre, que puede encerrarse en sí mismo con sus pensamientos y sentimientos, y dejar sin ejecutar sus impulsos volitivos. Los pensamientos que viven en estas entidades, en la medida en que ellos mismos los producen, al mismo tiempo lo revelan exteriormente. Y si no desean manifestarse externamente tampoco pueden refugiarse en su propio mundo interior más que volviendo a llenarse interiormente del mundo superior a ellos. Así vive en el interior de estas entidades el mundo que es superior o, cuando ellas se viven a sí mismas, su vida constituye al mismo tiempo una objetivación exterior.

Así, estos seres no podrían ocultar nada dentro de ellos como producto de su propio pensamiento y sentimiento, pues lo que llevan a cabo en su ser interior debe manifestarse exteriormente. Como hemos mencionado en una de las conferencias anteriores, no pueden mentir, no pueden ser infieles a su naturaleza en forma tal que sus pensamientos y sentimientos no armonicen con el mundo externo, no pueden tener dentro de si ninguna representación que no concuerde con algún mundo exterior, pues lo perciben por medio de su Manifestación.

Ahora, supongamos que estos seres tuvieran el deseo de no ser fieles a su propia naturaleza, ¿cuál sería el resultado?  Bueno, en los Seres que hemos designado como Ángeles, Arcángeles, y Arcáis, encontramos que todo lo que se les revela, todo lo que ellos pueden percibir es, por así decirlo, su propio ser. Si quisieran ser falsos, se verían obligados a desarrollar algo en su ser interior que no estaría en consonancia con su propia naturaleza. Cada mentira sería una negación de su naturaleza. Eso significaría nada menos que un embotamiento, un amortiguador que rebajaría su propio ser. Entonces podemos imaginar que, si estos seres tuviesen el deseo de experimentar algo en su naturaleza interior que no se manifestara externamente, para ello tendrían que asumir otra naturaleza.

Lo que acabo de describir como la negación de la propia naturaleza, por los seres de la Tercera Jerarquía, la asunción de otra naturaleza, en realidad ya se llevó a cabo, se ha producido en el transcurso de los siglos. Ya veremos en las próximas conferencias, por qué tenía que suceder esto, pero, para empezar, vamos a limitar nuestra atención sobre el hecho de que fue así, que, como cuestión de hecho, entre los seres de la Tercera Jerarquía, algunos tuvieron el deseo de tener experiencias en su naturaleza interior que no necesitaban manifestar exteriormente. Es decir, que tuvieran el deseo de negar su propia naturaleza. ¿Qué es lo que lograron estos seres? Algo entró en ellos que los demás seres de la Tercera Jerarquía que mantuvieron su propia naturaleza, no podrían tener. Los seres de la Tercera Jerarquía no pueden tener la independencia interior tal como la tiene el hombre. Si deseasen vivir en su propio interior, de inmediato serian llenados con el mundo espiritual por encima de ellos.

Ahora bien, un cierto número de los seres de la Tercera Jerarquía tuvo el deseo de desarrollar algo dentro de su ser interior que no querían que saliera a su encuentro como percepción exterior, esto es, como manifestación de su propia naturaleza. De ahí surgió la necesidad de negar su propia naturaleza y asumir otra. Para desarrollar una vida interior propia, para alcanzar la independencia interior, la autonomía, una serie de seres de la Tercera Jerarquía tuvieron que renunciar a su propia naturaleza, a negarla. Tenían, por así decirlo, que lograr por sí mismos el poder de no manifestar externamente ciertas experiencias internas. Ahora vamos a preguntar: ¿Cuáles fueron entonces las razones que movieron a estos seres de la Tercera Jerarquía a desarrollar este deseo dentro de ellos? Si fijamos nuestra atención en la naturaleza de los seres de la Tercera Jerarquía, con su Manifestación y Plenitud de Espíritu, vemos que estos seres están en realidad totalmente al servicio de los seres de las Jerarquías más elevadas. Los ángeles no tienen vida propia, su propia vida es la Manifestación, que es para todo el mundo, y cuando no se manifiestan allí, se irradia hacia su ser interior, la vida de las jerarquías más elevadas. Lo que indujo a varios de ellos a negar su naturaleza fue un deseo de poder, de independencia y libertad.

En un momento determinado una serie de Entidades de la Tercera Jerarquía se vio embargada por un impulso, por un ansia de no depender únicamente de los seres de las Jerarquías Superiores, sino de desarrollar una vida interior propia. Esta acción fue de extrema importancia para toda la evolución del Sistema Planetario al que pertenecemos, porque estos seres a quienes podríamos llamar los rebeldes de la Tercera Jerarquía, provocaron nada menos que la preparación de la autonomía propia del hombre, la posibilidad de que este a su vez desarrolle una vida independiente, que no se manifieste inmediatamente hacia fuera, sino que cultive una vida interior independiente de la manifestación exterior.

Estoy utilizando muchas palabras intencionadamente para describir esta circunstancia, ya que es extremadamente importante comprender con precisión lo que está aquí en cuestión, a saber, que en un número de entidades de la Tercera Jerarquía surgió el impulso de desarrollar una vida interior propia. Todo lo demás fue simplemente el resultado, la consecuencia de este impulso. Entonces, ¿Cuál fue este resultado? De hecho, fue algo terrible, a saber: la traición de su propia naturaleza, la mentira, la falsedad.

Es importante que entiendan que los espíritus de la Tercera Jerarquía que tuvieron ese impulso, no lo hicieron con el objeto de mentir, sino con el fin de desarrollar una vida independiente propia, pero, el hacerlo, implicaba consecuencias, tuvieron que convertirse en espíritus de la falsedad espíritus que traicionaron a su propio seren otras palabras, los espíritus de la mentira. Es como si alguien fuera a dar un paseo y se encuentra con un día de lluvia, tendrá que aceptar necesariamente la lluvia y aguantar mojarse, cosa que no pretendía en absoluto; de la misma manera los espíritus de los que estamos hablando, no tenían intención de hacer algo para hundirse en la falsedad. Su acción surgió de su deseo de desarrollar una vida interior, una actividad interior, pero el resultado, la consecuencia de esto fue que al mismo tiempo se convirtieron en espíritus de la mentira. Ahora, a todos los seres espirituales que, de esta manera, traicionaron su propia naturaleza, surgiendo como una segunda categoría junto a los espíritus de la Tercera Jerarquía, se les llama en ocultismo, Espíritus Luciféricos.

El concepto de Espíritus Luciféricos consiste esencialmente en el hecho de que estos seres desean desarrollar una vida interior autónoma. Podemos preguntarnos ¿Qué tienen que hacer estos espíritus, para lograr su objetivo? Ya hemos visto cual es la consecuencia que tuvieron que aceptar; más para comprender lo que tuvieron que hacer y así lograr su propósito de desarrollar una vida interior independiente, hemos de entrar en otra reflexión: ¿Qué es lo que estos espíritus tuvieron que trascender? La Plenitud de Espíritu, la sustancia de las Jerarquías Superiores; ya no quisieron estar colmados de esa sustancia, sino de su propia naturaleza, y la única manera de lograrlo fue en vez de henchirse del Espíritu de las Jerarquías Superiores y mantener abierta la visión hacia ellas, se independizaron por estrangulación o escisión y de esta manera convirtieron en sustancia propia, parte de la sustancia de las Jerarquías Superiores.

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Podemos tener una idea correcta de lo que se está cuestionando aquí, si pensamos en las entidades de la Tercera Jerarquía de la siguiente manera. Pensemos en ellos representados simbólicamente, gráficamente, de tal manera que manifiestan su propio ser hacia el exterior, por así decirlo, como si se tratara de su piel de modo que cada vez que se desarrolla un pensamiento o una sensación interior, surge una manifestación, en forma de súbito resplandor de su naturaleza esencial. En el momento en que no se manifiestan, asimilan lo que como luz de las Jerarquías Superiores se instila en ellos, llenándolos de Plenitud de Espíritu y, por decirlo así, abren todo su ser hacia ellas. (A). Esos seres espirituales de la Tercera Jerarquía de los cuales acabamos de hablar no buscan llenarse con la Plenitud del Espíritu. No quieren estar relacionados con la sustancia espiritual de las Jerarquías, se inclinan por una vida espiritual autónoma. Separados por estrangulación, se desprenden de su conexión con la entidad de la Jerarquía Superior que está por encima de ellas y rota la conexión, conservan en su interior su propia luz debido a que usurpan, como si dijéramos aquello que solo debiera haberles henchido sin perder la comunicación con las Jerarquías Superiores. Lo retienen en su propio interior y desarrollan así un aspecto independiente (B).

Este concepto nos puede dar una explicación de los acontecimientos en el Cosmos, sin la cual no seriamos capaces de comprender un Sistema Sideral, o la existencia de las estrellas tal como las conoce nuestra conciencia física. Sin estos conceptos uno no puede comprender la vida de las estrellas, la vida de los cuerpos celestes. He tratado de indicarles cómo ciertos seres de la Tercera Jerarquía se convierten en entidades del todo diferentes –en Espíritus Luciféricos. Lo que de esta manera acontece con las entidades de la Tercera Jerarquía no puede, por supuesto, llevarse a cabo de la misma manera con las otras Jerarquías, si bien algo similar ocurre incluso con estas. Si aplicamos lo que ocurre en los seres de las otras jerarquías al considerar a los Espíritus de la Forma, nos podremos hacer una idea de cómo está formado en realidad un Sistema Planetario.

 Al término de la última conferencia se dijo que lo que nuestra primera visión percibe en los planetas, es el producto de los Espíritus de la Forma, sin embargo, esta presentación del tema todavía no es completamente exacta. Y es que si observamos un planeta –Marte, Saturno o Júpiter, por ejemplo– tal como están fuera, en el espacio cósmico, a simple vista, o con el telescopio, la forma planetaria que se ofrece a nuestra vista no es la expresión de los Espíritus de la Forma. Tomemos, por ejemplo, el planeta que, durante un largo período de tiempo, ha sido reconocido como el más exterior de nuestro Sistema Solar, –Urano y Neptuno se añadieron más tarde, como veremos más adelante– pero, para empezar, vamos a considerar a Saturno como el más externo. Si nos fijamos en Saturno con la visión física percibimos ahí fuera en el espacio cósmico, una especie de esfera radiante (dejando sus anillos de momento). Para el ocultista que sigue los acontecimientos espirituales en el cosmos, esta esfera que se ve ahí, no es lo que el ocultista llama Saturno; él designa con ese nombre algo completamente distinto, esto es, lo que llena todo el espacio limitado por la órbita aparentemente elíptica de Saturno.

Sabemos que la astronomía describe la trayectoria de Saturno, como una revolución de este planeta alrededor del Sol. No vamos a discutir en este momento la veracidad de esa afirmación, pero si utilizamos esta representación ordinaria e imaginamos en el centro el Sol (S), y el círculo exterior como la órbita de Saturno, como la astronomía lo concibe, entonces todo lo que se encuentra dentro de esta órbita de Saturno, dentro de la elipse de Saturno, es Saturno para el ocultista. Porque para él no sólo es lo que ve el ojo como la materia física más externa, no sólo lo que brilla en el cielo, pues el ocultista sabe, porque así se lo muestra la visión oculta que, como cuestión de hecho, existe una especie de acumulación de sustancia etérica que se extiende desde el Sol hasta la órbita de Saturno (a-a-a, en el diagrama). Así que, si con la visión oculta consideramos esta órbita de Saturno, tenemos una especie de relleno etéreo en todo el espacio: (sombreado de líneas cruzadas). Lo que se encuentra dentro de esta órbita, debemos imaginarlo como lleno de materia, sin embargo, no en la forma de una esfera sino más bien elipsoidal, es decir, fuertemente presionada, algo así como una lenteja. Visto desde el lateral, si tuviéramos el Sol en (S1) tendríamos que dibujar el Saturno del ocultista de la siguiente manera: una bola muy plana, y en (a1), estaría lo que se designa el Saturno físico. Vamos a entenderlo aún mejor si añadimos una idea que podemos obtener de una manera similar a partir de la Ciencia Oculta con respecto a Júpiter.

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La Astronomía física externa conoce como Júpiter el cuerpo brillante que gira alrededor del Sol como el segundo planeta (el círculo interior). Para el ocultista, Júpiter no es únicamente eso: para él, Júpiter es todo lo que se encuentra dentro de la órbita de Júpiter (líneas estrechas inclinadas). Visto desde el lateral, tendríamos que dibujar a Júpiter con un sombreado algo más estrecho que el que hemos utilizado para Saturno. Y lo que describe la astronomía no es más que un cuerpo (b1), que, por así decirlo, se mueve en los límites externos del verdadero Júpiter oculto.

Lo que estoy diciendo aquí no es una mera idea teórica o fantasía, existe en realidad una sutil materia, aunque por cierto no es una materia física burda, que llena el espacio dentro de la trayectoria de Saturno en su forma lenticular, aplanada, según lo he dibujado aquí. Asimismo, es un hecho que este segundo espacio más pequeño que corresponde a Júpiter se llena con una sustancia etérica diferente que impregna la primera, de modo que no hay sólo una sustancia etérica simple entre las dos órbitas; pues desde la trayectoria de Júpiter hacia el Sol coexisten interpenetrándose, dos sustancias etéreas.

Ahora preguntémonos: ¿Cuál es la tarea de los Espíritus de la Forma en esta disposición general? Ese Espíritu de la Forma que constituye la base de Saturno, establece un límite, da forma a esta sustancia etérica que en un sentido oculto llamamos Saturno. Así, la línea más exterior en la formación de Saturno ha sido moldeada por el Espíritu de Saturno, que es también un Espíritu de la Forma. De la misma manera la línea de Júpiter se formó por el Espíritu de la Forma asignado a Júpiter, la línea de Marte por el Espíritu de Marte, que es un Espíritu de la Forma. Ahora podemos preguntar: ¿Dónde, pues en realidad habita el Espíritu de la Forma que corresponda a Saturno o Júpiter o Marte? Si podemos hablar de un lugar en el que habitan estos Seres, ¿dónde está ese lugar? En el sentido ordinario de la palabra, no se puede hablar de ese lugar, sino solamente se puede decir: –Los seres espirituales que llamamos los Espíritus de la Forma actúan como energías dentro de la sustancia etérea que acabo de mencionar, y todas ellas tienen un centro común que no es otro que el Sol. Así, si buscamos el lugar real desde el cual actúan los Espíritus de la Forma, tanto el de Saturno, Júpiter, Marte, etc., como también el Espíritu de la Forma que pertenece a nuestra Tierra –si buscamos el centro, el punto de arranque a partir del cual trabajan Espíritus de la Forma– lo encontramos en el Sol. Eso significa que los Espíritus de la Forma que corresponden a nuestros planetas, comprenden, por así decirlo, un Sínodo o Consejo de Espíritus, que tiene su sede en el Sol, y desde allí pone límites a ciertas sustancias etéreas, masas determinadas de éter, de modo que lo que llamamos Saturno oculto, Júpiter oculto, viene a la existencia. Ahora preguntémonos: ¿Qué ocurriría si los Espíritus de la Forma trabajaran solos?

De todo el significado de estos estudios que hemos reflexionado juntos pueden hacernos comprender que, en el fondo estos planetas físicos no existirían si los Espíritus de la Forma actuaran solos. Ellos sí que tienen, por decirlo así, su morada en el Sol, donde forman una especie de Universidad, y tendríamos en torno a ese centro las esferas planetarias hasta la esfera de Saturno, como planetas ocultos existirían esferas concéntricas, globos aplastados, el globo exterior de una materia etérica más fina, más tenue, la siguiente algo más densa. Así, los planetas físicos no existirían si estos Espíritus de la Forma trabajaran solos, sino únicamente esas acumulaciones de masas esféricas, de masas limitadas por lo que la astronomía llama hoy día las órbitas planetarias.

Pero dentro del cosmos hay ciertos seres espirituales que corresponden a los Espíritus de la Forma, que, por así decirlo, constituyen una especie de rebeldes contra los de su propia clase. Así como encontramos Espíritus Luciféricos entre los seres de la Tercera Jerarquía, que, con el fin de establecer su propia vida independiente, se separan de la sustancia espiritual de las jerarquías más elevadas, del mismo modo encontramos que también dentro de la categoría de los Espíritus de la Forma hay quienes se separan y no participan en la evolución normal, sino que pasan por su propia evolución particular. Estos Espíritus de la Forma se oponen a los que son normales, lo que da origen a lo siguiente.

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Supongamos que tenemos en el punto S la sede central del Consejo espiritual de los Espíritus de la Forma, y que aquel cuyo campo de acción es Saturno provoca esta esfera etérea aplanada, como en el diagrama. En un punto más exterior de este mundo etérico, en oposición al Espíritu de la Forma que trabaja desde el centro del Sol actúa el rebelde, el Espíritu de la Forma Luciférico. Espíritu que, contraponiéndose actúa centrípetamente, es decir desde afuera hacia adentro. Así tenemos el Espíritu de la Forma normal que trabaja desde el Sol hacia fuera de forma centrifuga y provoca el Saturno oculto, la enorme esfera etérea cuyo centro es el Sol. En la periferia, actúa desde el espacio cósmico, un Espíritu de la Forma anormal que se ha separado de la evolución normal de los demás, y en el punto (a) por la acción combinada de las fuerzas que actúan hacia el interior del espacio cósmico, y las otras que trabajan hacia el exterior desde el Sol, se forma un «repliegue», que finalmente se convierte en estrangulación efectiva, dando origen al planeta físico Saturno. Por lo tanto, tenemos que imaginar que, allí donde nuestros ojos físicos observan el planeta Saturno, hay dos fuerzas que trabajan juntas: una, la fuerza, normal del Espíritu de la Forma que trabaja hacia el exterior desde el Sol, y en un punto definido en oposición trabaja el Espíritu de la Forma independiente. Esto produce una «vuelta hacia dentro» una vesiculación, el éter se repliega y esto es lo que aparece al ojo físico como el planeta físico Saturno. Lo mismo ocurre con el planeta físico Júpiter y con el planeta físico Marte.

Por lo tanto, en este ejemplo se ve cómo en cada caso realmente surge lo que llamamos «maya», la gran ilusión. En realidad, donde la astronomía física coloca un planeta, existe la sinergia combinada de dos fuerzas, y únicamente se produce la apariencia del planeta físico debido a que la fuerza antagónica produce una perforación, una vesiculación en aquel grande y poderoso cuerpo celeste etéreo. Para ser más exactos todavía tendríamos que describir el asunto de la siguiente manera:

Los Espíritus de la Forma extienden la sustancia etérica desde el Sol hasta un cierto límite donde interviene la influencia adversa de los Espíritus de la Forma anormales que repliegan la materia de manera que propiamente se forma un hueco en la sustancia etérica. En verdad donde el ojo físico cree que ve el planeta no existe la sustancia etérea primitiva de él y el planeta real está allí donde el ojo físico no ve nada. Esa es la peculiaridad de «maya». Ahí donde el planeta físico se ve, en realidad hay un hueco. Tal vez se pueda decir: «Es una idea muy extraña que, cuando el planeta físico se ve, hay un hueco», porque se podrá aducir el caso de nuestra Tierra. En el sentido de lo que se ha expuesto, nuestra Tierra también debe ser una especie de bola aplanada que tiene su punto central en el Sol, y también debe tener una muesca, como una especie de hueco en el borde más externo. Y con ironía podrían decir: «Sabemos perfectamente que estamos caminando sobre una Tierra firme, sólida y maciza. De la misma manera podemos dar por sentado que, allí donde observamos a Saturno, Júpiter y Marte han de existir rellenos macizos y no huecos».  Sin embargo, cuando ustedes caminan sobre nuestra Tierra, cuando, en el sentido de percepción de Maya, ustedes creen estar caminando en tierra firme, están caminando alrededor de un hueco. Nuestra propia Tierra, en la medida en que es una acumulación de la materia, esta vacía, es un taladro en el espacio cósmico. Y es que toda la materia física debe su existencia a fuerzas que proceden de los Espíritus de la Forma. En este caso tenemos la reunión de las fuerzas de los Espíritus de la Forma normales y los Espíritus de la Forma anormales. Chocan uno contra el otro y en realidad se produce una vesiculación y al mismo tiempo una ruptura de la forma en ese lugar, pero solo de la forma. La forma se resquebraja y nace el hueco, en realidad la materia no es otra cosa que forma resquebrajada, forma hecha añicos. En el sentido físico sólo existe materia allí donde las formas se astillan, y en este sentido también los planetas en el exterior son formas astilladas.

En nuestro sistema planetario los Espíritus de la Forma reciben cooperación, como se ha hecho evidente en nuestras consideraciones anteriores. Son ellos lo que determinan los límites, como hemos descrito: pero por encima de los Espíritus de la Forma destacan los Espíritus del Movimiento, por encima de estos los Espíritus de Sabiduría, por encima de estos Espíritus de la Voluntad, por encima de ellos los Querubines y los Serafines. En todos los rangos de estos seres espirituales están los que se pueden comparar a lo que hemos descrito como Espíritus Luciféricos. Así que siempre que se forma un planeta tenemos no solamente la cooperación de los Espíritus de la Forma; todo lo que tiene lugar se efectúa de manera tal que del Sol parte la actividad de las Jerarquías normales y, desde fuera hacia dentro, la de las Jerarquías anormales rebeldes. Los Querubines y Serafines, jerarquías que integran todo este juego de fuerzas y –al igual que los Espíritus de la Forma– tienen la tarea de llevar la energía de la luz desde el centro del Sistema Planetario, del propio centro del Sol hacia fuera. Cuando estas entidades de las jerarquías superiores, los Serafines y Querubines, se convierten en los portadores de la luz, tienen la misma relación con ella, como las energías de los Espíritus de la Forma tienen con la sustancia etérica. Así como las energías de los Espíritus de la Forma normales irradian hacia fuera, donde tropiezan con las de los espíritus anormales, de modo que se produce el taladro, del mismo modo las energías que transportan la luz, llenando todo el espacio etéreo, pero allí los espíritus anormales contra actúan (Ver Figura 6, letra a), de modo que el planeta detiene la luz. Del mismo modo que el planeta detiene las energías de los Espíritus de la Forma, detiene también la luz, la refleja, con lo cual se nos presenta como un reflector, espejo de la luz que los Querubines y Serafines aportan desde el Sol. De ahí que los planetas no tengan luz propia, porque reclaman para sí la energía lumínica que les correspondería como entidades si se abrieran a los Querubines y Serafines normales, se enquistan, se separan del conjunto por estrangulación. Así, cada planeta posee esa luz estrangulada, segregada.

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 No es correcto decir que los planetas tienen luz prestada del Sol, cada planeta tiene su propia luz, solo que la tiene estrangulada, la mantiene oculta dentro de sí mismo, y la desarrolla en su propia vida autónoma. Ya veremos que sólo la comparten, con sus propios seres, pertenecientes a los reinos de la naturaleza del planeta en cuestión. Pero esa luz a la que deben abrirse, a la que deben asumir desde el exterior, y que les es aportada desde el Sol por los Querubines y Serafines, a esa luz se cierran y la reflejan. Por lo tanto, visto en el espacio cósmico, los planetas son estrellas que no tienen luz propia. Así, con la luz que fluye desde el Sol se hace un repliegue oponiéndose a esa luz que fluye desde el Sol, deteniéndola y reflejándola. Lo que se puede observar con la visión oculta en el mundo estelar, es absolutamente diferente de lo que aparece en la astronomía física. Lo que existe para esta última no es más que una descripción de maya, y sólo detrás de ese Maya está la verdad, porque la verdad detrás del mundo material es el mundo espiritual. En realidad, el mundo material no existe en absoluto. Lo que se llama el mundo material es la interacción de las fuerzas del mundo espiritual.

Con todo esto he tratado de describir la génesis de un sistema planetario. Muy poco se sabe realmente en el mundo exterior, en el mundo de la ciencia física, del origen de este sistema planetario, pues la ciencia física imagina que un sistema planetario surge de una especie de masificación de sustancia etérica, omitiendo el principio fundamental que se debe mantener en todas las ciencias naturales. Con mucha frecuencia se les enseña a los niños en la escuela –yo no sé si se hace aquí, pero al menos en Europa Central se les dice siempre– que de acuerdo con el sistema de Kant-Laplace sobre el origen del mundo, una gran cantidad de materia original se puso en movimiento y como resultado de la rotación surgieron los planetas individuales. (Puede haber algunas pocas reformas hoy en día, pero el principio es el mismo.) Y para que esto pueda quedar muy claro y comprensible, se les muestra a los niños por medio de un pequeño experimento con qué facilidad puede ser formado un sistema planetario. Se toma una gota grande de una sustancia oleosa que flota en el agua, y se produce ingeniosamente un circulo ecuatorial que se perfora con una tarjeta, a continuación, se pasa una aguja que atraviesa de polo a polo, y entonces uno comienza a girar, y he aquí, que de la gota de aceite nace artificialmente un minúsculo sistema planetario. De acuerdo con la teoría de Kant-Laplace pequeñas gotas se disocian, se ponen en rotación girando, mientras que en el centro permanece la gota mayor, el Sol. Es lo más natural representar este experimento a los jóvenes como una prueba visible de que esto mismo pudo haberse producido en algún momento en el espacio cósmico. Pero, al hacerlo, se incurre en un error importante, y que nunca debe hacerse en la ciencia natural. Hay ciertas condiciones que nunca debe ser olvidadas al hacer experimentos. Un científico que se olvida de estas condiciones sin las que ningún experimento puede suceder no lo describe con precisión incluso de acuerdo a la ciencia natural. La condición esencial en el origen de este sistema planetario es sin embargo que el profesor estaba allí y lo hizo girar, de lo contrario el sistema no podría originarse. La teoría de Kant-Laplace así sólo sería posible si los que creen en ella pueden al mismo tiempo suministrar un maestro gigantesco en el espacio cósmico, que girara la masa etérica conjunta. La gente se da cuenta de pequeños errores lógicos –tal vez no siempre, pero a menudo– pero de errores capitales, errores como los que extienden en sus efectos a la totalidad de la concepción cósmica, a menudo no se observan.

Ahora, no hay gran maestro fuera, haciendo girar el eje del mundo, lo que si existen son los seres individuales de las diversas jerarquías, que, a través de la interacción de sus fuerzas, logran la distribución y la regulación de los movimientos de los diferentes cuerpos celestes. Esta debe ser la respuesta a aquellos que creen que la teoría materialista ordinaria tal como se expresa en Kant-Laplace, o en hipótesis posteriores, es suficiente para explicar el sistema cósmico, y que no es necesario tener en cuenta cualquier otra cosa, como hacen los ocultistas. A los que desde el punto de vista materialista hagan objeciones contra esta interacción viviente de las jerarquías debemos responder: con el error capital en la lógica realizado por todas las hipótesis cósmico-materialistas no podemos alcanzar nuestro objetivo, porque no hay ninguna posibilidad de explicar un Sistema Planetario sin recurrir a lo que visión oculta observa efectivamente. Entonces esta mirada oculta descubre frecuentemente que lo que debe describirse según lo que registran los sentidos físicos es, en su verdad esencial, algo muy distinto.

Así, lo que el ojo observa no es nada más que la luz reflejada, que se lanza de nuevo, porque, cuando los Serafines y Querubines llevan la luz del Sol hacia el espacio cósmico, los Querubines y Serafines Luciféricos se lanzan contra ellos, por así decirlo, insertando las tinieblas a la sustancia de la luz del sol; estrangulando la luz en el interior, y reclamando para cada uno de los planetas una luz propia.

Estos pensamientos, que ahora se dan sobre la base de la observación de lo oculto y de la investigación oculta, fueron expuestos por primera vez en el período post-Atlante de manera sublime por el gran Zarathustra a sus alumnos. Todo lo que irradia desde el Sol hacia el espacio cósmico por los seres de las Jerarquías Superiores centradas en el Sol, en la forma que acabamos de describir, fue atribuida por Zaratustra al Espíritu a quien llamó Ahura Mazdao, u Ormuz. A todo espíritu que, desde el centro del sol, lleva sus energías esenciales hacia la periferia, se le oponen por doquiera los espíritus anormales de las diferentes jerarquías que en su totalidad integran el reino de Ahriman. Debemos, sin embargo, separar el reino de Ahriman del de Lucifer en relación con el Sistema Planetario. Tendremos más que decir sobre esto, pero como final de esta conferencia, se debe prestar atención al hecho de que Zaratustra a su manera simbólica señaló a sus discípulos esta conexión de la Luz de Ahura Mazdao, u Ormuz, irradiando desde el Sol, y del reino de Ahriman incrustado en él. Zarathustra dijo: Lo que procede del Sol lo representamos simbólicamente a través de la luz que transportan los Serafines y Querubines. Lo que se opone a ello procedente de la oposición de todos los espíritus anormales de las jerarquías superiores, que producen la vesiculación, nos lo imaginamos como el espacio ocupado por la oscuridad, esto es, por la luz apropiada, aprisionada que se manifiesta externamente como oscuridad. (Es decir, una luz individual encarcelada dentro, que se manifiesta externamente como la oscuridad.) Esto lo describió Zaratustra como el reino de Angramanyu, o Ahriman.

Así vemos cómo esta enseñanza que, una vez más se nos da hoy en día se presentó por primera vez en la civilización de Zaratustra en el Asia Menor. Lo que siempre nos llena de significativos sentimientos, tan importantes con respecto a la evolución de la humanidad, el que podamos descubrir ciertas cosas mediante la investigación oculta moderna y que podemos volver a descubrirlas en las grandes enseñanzas de la antigüedad. Y sólo cuando nos impregnan con la verdad, que en la actualidad se encuentra en la investigación oculta, y cuando esta misma verdad brilla hacia nosotros desde los antiguos maestros y líderes de la humanidad, podemos adquirir una correcta relación con estos líderes de la humanidad. Sólo entonces ellos significan algo vital para nosotros; solamente entonces captamos correctamente su enseñanza y solamente entonces también la evolución de la humanidad deviene para nosotros un grandioso dialogo entre espíritus, dialogo que no resuena en el espacio sino a través de los periodos y épocas sucesivas, aclarándose mutuamente, complementándose mutuamente y llevando adelante la civilización del futuro.

 

Traducción revisada por Gracia Muñoz en enero de 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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