GA136c1. Las Entidades Espirituales en los cuerpos celestes y en los Reinos de la Naturaleza

Rudolf Steiner Helsingfors (Finlandia) 3 de abril de 1912

English version

Cuando los amigos de este lugar me hicieron la cordial invitación a venir, me solicitaron que hablara sobre los seres espirituales que encontramos en los reinos de la naturaleza y en los cuerpos celestes.

Nuestro tema nos obligará a entrar en un ámbito que está muy alejado del conocimiento que se da actualmente al hombre en el mundo exterior, el mundo intelectual. Desde el primer momento vamos a tener que aludir a un dominio, a una realidad que es negada por el mundo oficial. Me limitaré a dar por sentada una cosa, y es que, en base a los estudios que hasta ahora se han logrado por la Ciencia Espiritual, adopten una actitud de comprensión intuitiva y emocional hacia lo que he de manifestarles sobre el mundo espiritual; en lo que respecta a la manera en que vamos a nombrar las cosas, podemos llegar a un entendimiento mutuo en el curso de estas conferencias. Lo demás, en cierto aspecto, vendrá por sí solo cuando, en el transcurso del tiempo, adquiramos una comprensión que nace del sentimiento y de la percepción del hecho de que detrás de nuestro mundo sensorial, detrás del mundo que experimentamos, se encuentra el mundo del espíritu —un mundo espiritual, y así como nos adentramos en el mundo físico considerándolo no sólo como una gran unidad, sino como se especifica en cada planta, en cada animal, en los minerales, los pueblos, las personas— podemos especificar el mundo espiritual y las diferentes clases de seres espirituales. Así, la Ciencia Espiritual no se limita a hablar de un mundo espiritual, sino de seres y de fuerzas muy definidos que están detrás de nuestro mundo físico.

Primero pongamos en claro que es lo que llamamos el mundo físico.  Como perteneciente al mundo físico tenemos todo lo que podemos percibir con nuestros sentidos, todo lo que podemos ver con nuestros ojos, todo lo que podemos oír con los oídos, todo lo que nuestras manos pueden palpar. Además, reconocemos como perteneciente al mundo físico todo lo que podemos abarcar con nuestro pensamiento en la medida en que estos pensamientos se refieren a la percepción exterior, a lo que este mundo físico puede decirnos. En el mundo físico, también tenemos que incluir todo lo que nosotros, como seres humanos, elaboramos dentro del mismo. Esta afirmación fácilmente puede suscitar reparos, pues se puede alegar que en todo lo que nosotros, como seres humanos hacemos en el mundo físico, incorporamos a este algo que es espiritual. Y efectivamente, los hombres no actúan sólo de acuerdo con sus pasiones e impulsos físicos, sino también de acuerdo a los principios éticos, nuestra conducta, nuestras acciones están influenciadas por lo moral. Es cierto que, cuando actuamos moralmente, los impulsos espirituales juegan un papel importante en nuestras acciones, pero sin embargo el campo de acción en el que actuamos moralmente es el mundo físico. Y así en nuestra acción hacemos valer los impulsos espirituales, a través de colores, sonidos, calor o frío y de todas las percepciones sensoriales. En principio lo espiritual esta siempre oculto para la percepción exterior. Es una característica de lo espiritual, el que el hombre sólo puede empezar a conocerlo cuando se esfuerza por transformarse en algo distinto de lo que él es en un principio, aunque sea en escasa medida.

En nuestros grupos y reuniones trabajamos juntos, y no sólo oímos ciertas verdades que nos dicen que hay varios mundos —que el hombre consta de diversos principios o cuerpos, o como nos guste llamarlos, sino que permitimos que todas estas verdades actúen en nosotros, entonces, aunque no siempre lo notemos, nuestra alma poco a poco se convierte en algo distinto a lo que era antes, incluso sin que nos sometamos a un desarrollo esotérico. Lo que aprendemos a través de la Ciencia Espiritual convierte a nuestra alma en algo diferente de lo que era antes. Comparen sus sentimientos después de haber tomado parte en la vida espiritual de un grupo de trabajo durante unos pocos años, la forma en que sienten y piensan, con los pensamientos y sentimientos que tenían antes, o con la manera en que las personas que no están interesadas ​​en la Ciencia Espiritual piensan y sienten.

La Ciencia Espiritual significa no solamente la adquisición de conocimientos, sino sobre todo la educación o auto-educación de nuestras almas. Nos hacemos diferentes, tenemos otros intereses. Cuando un hombre se imbuye con la Ciencia Espiritual, lo que antes nos interesaba, ahora no nos interesa; lo que antes no tenía ningún interés, ahora empieza a interesarnos en el más alto grado. Con todo, no sería correcto decir que sólo el que ha pasado por un desarrollo esotérico adquiere una conexión con el mundo espiritual, el comienzo del esoterismo no implica haber comenzado el desarrollo oculto. En el momento en que con todo el corazón nos adherimos a alguna agrupación científico-espiritual ya ha comenzado el esoterismo y empezamos a sentir lo que hay en las enseñanzas de la Ciencia Espiritual, nuestra alma comienza a transformarse. Allí comienza en nosotros algo parecido a lo que se plantearía, digamos, en un ser que anteriormente sólo había sido capaz de ver la luz y la oscuridad, y que luego a través de una organización especial y diferente de los ojos, empieza a ver los colores. El mundo entero le parece diferente a un ser así. Así no tardaremos en ver que el mundo empieza a tener un aspecto diferente después de haber pasado un tiempo a través de esta auto-educación que podemos encontrar en una agrupación científico-espiritual. Esta auto-educación que nos sensibiliza en forma muy definida con respecto al mundo espiritual, esta auto-educación que nos conduce a prestar atención a algo que está por detrás de los hechos físicos es fruto del movimiento científico espiritual que actúa en el mundo, y constituye la parte más importante de la comprensión espiritual. No debemos creer que podemos adquirir un entendimiento espiritual por mero sentimentalismo, o por repetir continuamente que queremos impregnar de amor todos nuestros sentimientos. Esto lo desean todos los hombres si son buenos, y el insistir en ello no nos sirve sino para disimular una especie de altanería. Más bien debemos tener claro que podemos educar nuestros sentimientos al permitir que el conocimiento de los hechos de un mundo superior actúe sobre ellos y transforme nuestras almas por medio de este conocimiento. Esta forma peculiar de entrenamiento del alma hacia una sensibilidad respecto del mundo espiritual es lo que singulariza al adepto de la Ciencia Espiritual. La comprensión de este hecho es el pre-requisito para que resulte inteligible este ciclo de conferencias.

El que, entrenado en la visión oculta ya es capaz de ver más allá de los hechos físicos, encuentra que detrás de todo lo que se extiende ante él como color, sonido, calor, frío, o todo lo que se manifiesta en las leyes de la naturaleza, existen entidades que no se revelan a los sentidos ni a la inteligencia externa  (intelecto) sino que se encuentran detrás del mundo físico. Luego, a medida que se penetra más y más, se descubren, por así decir, mundos con seres de un orden más y más elevado. Si se desea adquirir una comprensión de todo lo que hay detrás de nuestro mundo sensible, entonces, de acuerdo con la tarea especial que se me ha atribuido, debemos tomar como verdadero punto de partida lo que encontramos en primer lugar, detrás de nuestro mundo sensible, tan pronto como levantamos el velo que nuestra percepción sensoria extiende sobre el mundo espiritual. Como cuestión de hecho, el mundo que se revela a la visión del ocultista entrenado como el más inmediato al nuestro, es el que más sorprende al intelecto, a la facultad de captación de nuestra época. Me estoy dirigiendo a aquellos que han aceptado hasta cierto punto la Ciencia Espiritual, por lo tanto puedo dar por sentado que ustedes saben que detrás de aquello que nos reúne externamente como seres humanos, por detrás de lo que vemos con nuestros ojos, tocamos con nuestras manos, y captamos con nuestra comprensión de la anatomía normal o sobre la fisiología del hombre— detrás de lo que llamamos el cuerpo humano físico, reconocemos un principio suprasensible. Este primer principio suprasensible del hombre que llamamos el cuerpo etérico, o vital.

Hoy no hablaré de principios aún más elevados de la naturaleza humana, pero quedará claro que la visión oculta es capaz de mirar mas allá del cuerpo físico y de encontrar allí el cuerpo etérico o vital. Ahora bien, la mirada oculta puede hacer algo similar con respecto a la naturaleza que nos rodea. Así como podemos investigar al hombre oculto para ver si no hay algo más que su cuerpo físico, y nos encontramos con el cuerpo etérico —podemos mirar con la visión oculta a la naturaleza exterior colores, formas, sonidos, y reinos— en el mineral, el vegetal, el animal y los reinos humanos, en la medida en que los encontramos físicamente. Vemos entonces que, así como detrás del cuerpo físico del hombre hay un cuerpo de vida o etérico, también se puede encontrar una especie de cuerpo etérico o vital detrás de toda la naturaleza física. Con todo hay una inmensa diferencia entre el cuerpo etérico de la naturaleza física y el del hombre. Cuando la visión oculta se dirige al cuerpo etérico del hombre, lo ve como una unidad, como una estructura, como una forma o figura coherente. Cuando la visión ocultista penetra en lo que se presenta en la Naturaleza como color, forma, estructura mineral, vegetal o animal, descubre que el cuerpo etérico es una pluralidad, algo infinitamente multiforme. Esa es la gran diferencia, en el hombre hay un ser unitario como cuerpo etérico o vital mientras que detrás de la naturaleza física hay muchas entidades distintas y diferenciadas.

Ahora tengo que mostrar de qué manera se llega a ese supuesto como el que acabo de exponer, es decir, que existe un cuerpo etérico o vital, en rigor un mundo etérico o vital, una pluralidad, una multiplicidad de seres diferenciados, detrás de nuestra naturaleza física. Para expresar cómo podemos llegar a esto, yo lo puedo vestir con palabras sencillas: se llega progresivamente a reconocer el mundo etérico o vital detrás de la naturaleza física cuando comenzamos a desarrollar una sensibilidad moral hacia todo lo que nos rodea. ¿Qué se entiende por percibir el mundo entero moralmente? ¿Qué implica esto?

En primer lugar, si dirigimos nuestra mirada hacia las lejanías del espacio cósmico, nos encontramos con el cielo azul. Supongamos que hacemos esto en un día en el que no hay nubes, ni siquiera la más débil de color blanco plateado rompe el espacio azul del cielo. Miramos en este cielo azul fuera y por encima de nosotros, si lo reconocemos en el sentido físico como algo real o no, no es significante, el punto es la impresión que esta amplia extensión de los cielos azules ejerce sobre nosotros. Supongamos que podemos contemplar este azul del cielo, y que lo hacemos con intensidad y durante un largo tiempo, olvidándonos de todo lo demás.

Supongamos que podemos por un momento olvidar todas las impresiones externas, todos nuestros recuerdos, todas las preocupaciones y problemas de la vida, y nos entregamos por completo a la sola impresión del cielo azul. Lo que estoy diciendo puede ser experimentado por cada alma humana si se cumplen las condiciones necesarias, puede ser una experiencia humana común. Supongamos que un alma humana mira de esta manera a la nada, solo el azul del cielo. Entonces, en un determinado momento, el azul del cielo deja de ser azul, ya no vemos nada que pueda llamarse azul en el lenguaje humano. Si en ese momento en que el azul deja de ser azul, dirigimos la atención a nuestra propia alma, nos daremos cuenta de que en ella existe un estado de ánimo muy especial. El azul desaparece, y por decirlo así, una infinidad surge ante nosotros, y en ese infinito, un estado de ánimo bastante definido en el alma, una sensación muy definida, una percepción bastante clara se derrama en el vacío que se produce donde el azul estaba antes. Si hemos de dar un nombre a esta percepción anímica que se eleva a distancias infinitas, sólo hay una palabra para ella, hay un sentimiento piadoso en nuestra alma, un sentimiento de devoción piadosa hasta el infinito. Todos los sentimientos religiosos de la evolución de la humanidad tienen fundamentalmente ese matiz que contiene en su interior lo que he llamado aquí una devoción piadosa, la impresión de la bóveda azul del cielo que se extiende por encima de nosotros se ha convertido en un sentimiento de entrega devota, de actitud religiosa y moral. Cuando dentro de nuestras almas el azul ha desaparecido, brota un sentimiento moral relativo al mundo exterior.

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Reflexionemos ahora sobre otro sentimiento por medio del cual podemos sintonizarnos de otra manera en armonía con la naturaleza moral externa. Cuando los árboles están llenos de hojas y los prados se llenan de verde, vamos a fijar nuestra mirada en el verde, que de la manera más variada cubre la tierra o se encuentra en los árboles, y de nuevo vamos a hacer esto de tal manera que nos olvidamos de todas las impresiones externas que pueden afectar a nuestras almas, y simplemente nos dedicamos a lo que de la naturaleza exterior viene nuestro encuentro como verde. Si una vez más nos encontramos en tales circunstancias podemos sentir lo que brota como la realidad del verde, podemos llevar esto tan lejos que el verde desaparece para nosotros, de la misma manera que antes desapareció el azul como tal. Una vez más nos podemos decir, «un color se despliega ante nuestros ojos», pero (y hago notar expresamente que estoy diciendo las cosas que todo el mundo puede experimentar por sí mismo si cumple las condiciones necesarias) en el alma tiene lugar un sentimiento peculiar, que puede ser expresado así: «Ahora entiendo lo que experimento cuando pienso creativamente, cuando en mí surge un pensamiento, cuando una idea me llama la atención: Entiendo por primera vez que la eclosión del verde en torno mío me depara esta enseñanza. Empiezo a entender las partes más íntimas de mi alma a través de la naturaleza externa cuando la impresión natural exterior ha desaparecido y me queda en su lugar una impresión moral. El verde de la planta me dice lo que debo sentir dentro de mí, cuando mi alma ha sido bendecida con el poder de generar pensamientos, o para abrigar representaciones». Una vez más una impresión externa de la naturaleza se transforma en un sentimiento moral.

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O también podemos ver una amplia franja de blanca nieve. De la misma manera que en la descripción que acabamos de dar del azul del cielo y el verde del manto terrestre de la vegetación, por lo que esto también puede liberar en nosotros un sentimiento moral por todo lo que nosotros llamamos el fenómeno de la materia en el mundo. Y si, en la contemplación del manto blanco de la nieve, nos podemos olvidar de todo lo demás, y quedarnos en la experiencia de la blancura, y luego permitimos que desaparezca, se obtiene una comprensión de lo que abunda en la Tierra como sustancia, como materia. Entonces se sentirá la materia en su tejer y palpitar.

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Y así como se pueden transformar todas las impresiones externas en percepciones morales, también se pueden transformar las impresiones del sonido en percepciones morales. Supongamos que escuchamos un sonido y luego su octava, y así afinamos nuestras almas a este sonido dual de una nota tónica y su octava olvidándonos de todo lo demás, eliminando el resto y nos entregamos completamente a estos tonos, y  en lugar de escuchar estos tonos duales, nuestra atención ya no los escucha aunque sigan sonando. Una vez más nos encontramos con que en nuestra alma se engendra un sentimiento moral. Comenzamos a desarrollar una comprensión espiritual de lo que experimentamos cuando vive en nosotros un deseo orientado hacia no importa que meta y cuando luego nuestra razón actúa sobre ese deseo. La concordia del deseo y la razón, del pensamiento y el deseo, tal como ellos viven en el alma humana, es lo que se percibe en la experiencia del tono y su octava.

De la misma manera podemos dejar que las percepciones de los sentidos más variados actúen sobre nosotros, podríamos dejar de esta manera que todo lo que percibimos en la naturaleza a través de nuestros sentidos desaparezcan, por así decirlo, de modo que se levantara ese velo  sensorio y por doquiera surgieran las percepciones morales de la solidaridad, simpatía o antipatía. Si nos acostumbramos a esta forma de eliminar todo lo que vemos con nuestros ojos, y oímos con los oídos, o que nuestras manos palpan, o que nuestro entendimiento (que está conectado con el cerebro) comprenda, si eliminamos todo eso, y nos acostumbramos a buscar nuestra posición ante el mundo, entonces operara en nosotros algo más profundo que nuestra facultad ordinaria de captación y así llegamos a extractos del mundo más profundos que a los que comúnmente se llega. Es como si se hubiera descorrido el velo exterior de la naturaleza y entráramos en el mundo que se encuentra tras él.

 Al igual que cuando miramos detrás del cuerpo físico del hombre, llegamos al cuerpo etérico o vital, así también al penetrar la naturaleza llegamos a un dominio en el que poco a poco se nos revelan entidades multiformes en invisible actividad en los reinos mineral, vegetal y animal. El mundo etérico se nos presenta poco a poco, diferenciado en sus detalles. La Ciencia Oculta, siempre ha llamado el Mundo Elemental a esos seres que poco a poco aparecen ante el hombre de la manera descrita, y esos seres espirituales que nos encontramos en la existencia y de los que ya hemos hablado, son los espíritus elementales que se esconden detrás de todo que constituye el sistema mecánico-perceptible por los sentidos.

Ya he dicho que, mientras que el cuerpo etérico del hombre es una unidad, lo que percibimos como el mundo etéreo de la naturaleza es una pluralidad, una multiplicidad. Entonces, ¿cómo alcanzar la posibilidad de describir algo que poco a poco se imprime sobre nosotros procedente de una región oculta detrás de la naturaleza exterior? Bueno, podemos hacerlo, si a modo de comparación, vinculamos las nuevas experiencias a lo ya conocido. En toda la multiplicidad que se encuentra detrás del mundo físico, lo primero que encontramos como primer grupo son entidades que ofrecen a la mirada oculta una imagen concreta, entidades de contornos definidos que se pueden describir según su forma o figura. Encontramos asimismo otra clase de entidades que solo podemos describir si hacemos abstracción de lo que se manifiesta en forma definida, de lo que tiene una figura definida, esto es, si pronunciamos el termino metamorfosis, transformación de la forma. Este es el segundo fenómeno que se presenta para la visión oculta. Tenemos pues por una parte entidades de forma definida y por otra entidades que mudan su figura en cada momento y que al acercarse a nosotros y pretender nosotros asirlas, ya se han transformado otra vez, de manera que solo podemos seguir observándolas si impartimos movilidad y receptividad a nuestra propia alma. La mirada oculta encuentra la primera clase de entidades, las que tienen una forma muy definida, cuando (a partir de las condiciones que ya se han descrito), penetra en las profundidades de la Tierra.

Ya he dicho que tenemos que elevar a nivel de efecto moral todo lo que desde el mundo exterior actúa en nosotros. Nos hemos adelantado a modo de ejemplo, en cómo se puede elevar el azul del cielo, el verde de las plantas, o la blancura de la nieve a impresiones morales. Supongamos ahora que se penetra en la parte interior de la Tierra digamos que acompañamos a los mineros y llegamos a las minas de la Tierra, en todo caso, entramos en regiones en las que no tenemos como al contemplar el cielo azul, la oportunidad de adiestrar nuestros ojos para transformar la mirada en una impresión moral. Sin embargo, nos damos cuenta de que existe en nosotros una sensación de calor, de grados diferenciados de calor.  Esto es lo primero que hemos de sentir; esta ha de ser la impresión física de la naturaleza cuando nos sumergimos en los reinos de la Tierra.

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Si nos fijamos en estas diferencias de calor, en estas alternancias de temperatura, y en todo lo que trabaja en nuestros sentidos al estar bajo la Tierra, si permitimos que todo esto haga su efecto sobre nosotros, entonces así a través de penetrar en el interior de la Tierra, y sentirnos unidos con lo que se activa allí, pasamos por una experiencia definida. Si luego dejamos fuera todo lo que pueda producir una impresión, si nos esforzamos mientras estamos allí de no sentir nada, ni siquiera las diferencias de calor que sólo eran para nosotros una etapa preparatoria, si tratamos de no ver nada, ni oír nada, sino solo en dejar que la impresión reverbere en nosotros para luego poder emerger en nuestra alma en forma moral entonces, de la unión con el elemento activo subterráneo, surgirá ante nuestra mirada oculta la clase de entidades creadoras de la naturaleza que, para el ocultista, están realmente activas en todo lo que pertenece a la Tierra, especialmente en todo lo metálico y que ahora se presentan a la imaginación, al conocimiento imaginativo, en formas bien definidas de lo más variadas. Si, después de haber tenido un entrenamiento oculto, y tener al mismo tiempo un cierto amor por estos asuntos —especialmente en este dominio— el hombre hace amistad con los mineros y se adentra en las minas, y abajo, puede olvidarse de toda impresión externa, entonces sentirá levantarse ante su imaginación, la primera clase, por así decirlo, de los seres que crean y tejen detrás de todo lo que es terrenal, y especialmente en todo lo relacionado con los metales.

No he hablado todavía de como los cuentos de hadas y leyendas populares se han apoderado de las entidades reales a las que aquí aludimos;  he querido empezar contándoles en forma muy sobria los hechos que se ofrecen a la visión oculta. Pues de acuerdo con la tarea que se me ha encargado tengo que proceder empíricamente, es decir, tengo que dar cuenta, en primer lugar, de lo que encontramos en los diversos reinos de la naturaleza, ya que es así como yo entiendo el tema que se me ha propuesto.

Al igual que con la visión oculta percibimos en nuestra imaginación claramente a entidades de la naturaleza de contornos tan nítidos que podríamos esbozar, así también existen otra posibilidad para que la mirada oculta pueda tener una impresión de otros seres que se encuentran inmediatamente, casi rozando el velo de la naturaleza. Si, digamos, en un día en que las condiciones climáticas están constantemente cambiando, cuando, por ejemplo, se forman nubes que se transforman en lluvia y tal vez como niebla se levanta de la superficie de la Tierra; si en un día así nos sometemos a estos fenómenos en la forma ya descrita, de modo que permitimos que un sentimiento moral tome el lugar de la impresión física  de nuevo podemos tener una experiencia definida.

Particularmente apropiado es entregarse a los extraños cambiantes de una masa de agua que en una cascada se pulveriza en rocío, entregarse a las neblinas que se forman y desvanecen, al vapor que llena el aire y asciende como el humo o cuando vemos la fina lluvia que baja, o sentimos una ligera llovizna en el aire. Si podemos sentir moralmente todo esto aparece una segunda clase de seres, a los que se puede aplicar la palabra metamorfosis, transformación. Esta segunda clase de seres no lo podemos delimitar, al igual que en rigor no podemos pintar un relámpago pues en el propio momento de fijarlo ya ha cambiado de forma. Sólo podemos observar una forma actual por un momento, y el momento después todo vuelve a cambiar. Por lo tanto no se nos aparece como la segunda clase de seres, estas entidades en transformación continua, cuyo símbolo imaginativo son las formaciones cambiantes de las nubes.

Como ocultistas, sin embargo, llegamos a conocer estas entidades aun de otra manera. Cuando observamos el brotar de las plantas a medida que salen de la tierra en primavera, justo cuando se extienden los primeros brotes verdes —no posteriormente, cuando están a punto de dar sus frutos— el ocultista percibe a esos mismos seres que descubrió en la  pulverización  se ciernen, acariciándolos sobre los botones de las plantas. Así que podemos decir que cuando vemos las plantas brotando de la tierra, las vemos bañadas en todas partes por estas entidades en continua metamorfosis.

Entonces la mirada oculta intuye que eso invisible que palpita y gravita sobre el botón de la planta tiene algo que ver con lo que lo que la levanta del suelo, la ciencia física ordinaria sólo reconoce el crecimiento de las plantas, sólo se sabe que las plantas tienen una potencia impulsora que les obliga desde abajo. sin embargo, en el caso de la flor el ocultista reconoce algo distinto. Supongamos un brote en plena floración, el ocultista observa en torno a él las entidades en metamorfosis, como si dijéramos despedidas del mundo circundante y avanzando hacia abajo; entidades que no trabajan desde abajo hacia arriba como lo hace el principio del crecimiento físico, sino que actúan de arriba hacia abajo, a cuyo conjuro surgen las plantas de la tierra.

Así, en la primavera, cuando la tierra se cubre de verdor, para el ocultista es como si las fuerzas de la naturaleza descendieran del universo, sacando adelante lo que está dentro de la tierra, para tener un atisbo del mundo circundante exterior. Por encima de la planta flota algo que se halla en constante movimiento y lo característico es que la mirada oculta adquiere una sensibilidad que le permite descubrir la identidad entre lo que rodea la planta y lo que existe en las aguas que se evaporan o se condensan en amenazantes lluvias. Este es pues, el segundo aspecto de la segunda clase de fuerzas o entidades naturales.

En el siguiente encuentro vamos a pasar a la descripción de las entidades de la tercera y cuarta clase, que son mucho más interesantes, y todo esto quedará más claro.

Para que las reflexiones de hoy, que se encuentran tan lejos de la conciencia actual del hombre, puedan tener algún valor, hemos tener bien presente que «Todo lo que sale a nuestro encuentro es algo físico impregnado de algo espiritual.»

Así como tenemos que pensar en el hombre individual como impregnado por lo que aparece oculto a la vista como el cuerpo etérico, así debemos pensar que en todo lo que está viviendo y tejiendo en el mundo se presenta como permeado por una multiplicidad de fuerzas espirituales vivientes. El curso a seguir en nuestras consideraciones deberá ser tal que primero debemos describir simplemente el hecho de que una visión ocultista entrenada puede experimentar en el mundo exterior, hechos que son evidentes para nosotros cuando nos concentramos en las profundidades de la Tierra o la atmósfera, en lo que sucede en los diferentes reinos de la naturaleza, y en los espacios celestiales llenos de las estrellas fijas.  Y solo al final combinaremos todo en una especie de conocimiento teórico que nos ilustre sobre lo que espiritualmente subyace en nuestro universo físico y sus diferentes reinos y dominios.

Traducción revisada por Gracia Muñoz en junio de 2017.

 

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4 comentarios el “GA136c1. Las Entidades Espirituales en los cuerpos celestes y en los Reinos de la Naturaleza

  1. Avatar de jomcarvalho jomcarvalho dice:

    Maravilloso!!! Muchas gracias.

  2. […] GA136c1. Helsingfors (Finlandia) 3 de abril de 1912 […]

  3. Avatar de Ruby Ruby dice:

    Gran trabajo para servicio de la humanidad, muchas gracias.

  4. Avatar de J.Luelmo J.Luelmo dice:

    Grandísimo trabajo, Gracias

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