GA181c1. Las almas de los pueblos y el Misterio del Gólgota

Regalos de la vida antroposófica

 Rudolf Steiner – Berlín, 30 de Marzo de 1918

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En las últimas conferencias hemos hablado de la manera cómo el alma humana puede fijar su posición frente a los mundos suprasensibles, y cómo puede trabajar para fortalecer esta relación. Por consiguiente, también se comprenderá que, por el otro lado, ciertamente es verdad que el ser humano, como tal, depende, en cierto modo, de todo el universo, de todo su mundo circundante. En realidad, la vida humana se desarrolla entre estas dos cosas: la libre determinación de su relación con el mundo suprasensible y la dependencia del mundo circundante, de todo el universo. Esto se debe principalmente al hecho de que entre el nacimiento y la muerte, el hombre vive dentro de un determinado cuerpo físico. Examinaremos ahora (y en las próximas conferencias) una parte de esta dependencia del universo desde un punto de vista que en el presente  –durante la primera guerra mundial– puede decir mucho al alma humana.

Por el estudio de la ciencia espiritual se llega a ver claramente que toda nuestra Tierra es, en cierto modo, un gran ser viviente, y que nosotros mismos somos los miembros constitutivos de este gran ser viviente.

 En diversas conferencias anteriores ya hemos hablado de los distintos fenómenos de la vida de este ser viviente, nuestra Tierra. Esta vida se manifiesta de la manera más variada; una de ellas consiste en determinadas relaciones entre los distintos territorios y el hombre que los habita. Así como, por un lado, el género humano forma una unidad, así también es verdad que las distintas poblaciones que habitan las distintas partes de la Tierra, difieren entre sí, según territorios, y que dependen de éstos, no solamente según todas las fuerzas de que se ocupan la ciencia natural exterior y la geografía, sino también de muchas fuerzas enigmáticas, las que actúan en los distintos territorios. Ciertamente, existen íntimas relaciones –ajenas a la superficialidad de la ciencia natural– entre el hombre y el suelo en que vive, la parte de la Tierra en que él ha nacido. Esto se evidencia por el hecho de que tales relaciones se van formando, aunque no en el curso de breves períodos, pero sí dentro de cierto tiempo histórico. Por ejemplo, es posible notarlo por el cambio que se produce en los europeos que emigran y se establecen en América; si bien el tiempo de colonización europea en América es todavía demasiado breve como para verificar dicho cambio, éste, no obstante, se nota claramente. La configuración de los europeos en América cambia, aunque no inmediatamente, pero, visiblemente, en la sucesión de las generaciones. Por la forma de sus brazos y manos e incluso del rostro, los europeos en cierto modo se tornan parecidos a los indios antiguos, adquieren, con el tiempo, las peculiaridades de los antiguos indios.

Estos fenómenos nos indican, exteriormente, que existen ciertas relaciones entre el gran organismo de la Tierra y sus partes o miembros, o sea, las distintas poblaciones. Sabemos que el hombre, como habitante de la Tierra, se vincula con entidades suprasensibles, las entidades de las jerarquías superiores. Sabemos que el alma del pueblo no es aquella cosa abstracta de la cual suelen hablar los materialistas, sino que el “Alma del Pueblo” pertenece a la jerarquía de los Arcángeles. El Alma del Pueblo es una entidad real que en cierto modo configura la vida del hombre terrenal. En general, el ser humano constantemente se halla vinculado con las más diversas entidades de las jerarquías superiores; y esos vínculos vamos a tratarlos desde determinados puntos de vista, ya que no es posible hablar de semejantes cosas sino desde ciertos puntos de vista.

Para enfocar correctamente esta contemplación, hay que tener presente que para la observación científico-espiritual realmente no existe en el mundo lo que el pensar materialista llama “materia”; pues se trata de algo que ante la exacta observación es, en realidad, espíritu. A menudo lo he explicado mediante una comparación: Cuando el agua se congela, se transforma en “hielo” y tiene un aspecto bien distinto. Hielo es hielo; agua es agua; no obstante, es cierto que el hielo también es “agua”, aunque de otro aspecto. Lo mismo, aproximadamente, ocurre con lo que se llama “materia”: es “espíritu” en otras condiciones; es espíritu transformado, tal como el agua se transforma en hielo. Es por ello que en la ciencia espiritual nos referimos a lo espiritual, incluso en los casos en que hablamos de procesos materiales. En todas partes se halla el espíritu que está actuando, y el hecho de que el espíritu activo también se manifiesta en los procesos materiales, significa que se trata de una apariencia especial del espíritu. Pero siempre es espíritu que actúa, de modo que, incluso cuando hablamos de fenómenos típicamente materiales, nos referimos, en realidad, al espíritu activo que se manifiesta en ciertos campos como procesos más o menos “materiales”.

En el organismo humano constantemente se producen procesos materiales los que, en realidad, son procesos espirituales. El hombre come: introduce en su propio organismo substancias del mundo externo; substancias sólidas que se licuan son introducidas en el organismo humano, en el cual se transforman. El organismo humano se compone de las más diversas substancias que él acoge del mundo circundante; pero no sólo las recibe, sino que en él pasan por un determinado proceso. El calor propio está condicionado por el calor acogido y por los procesos a que esas substancias son expuestas en nuestro organismo. Respiramos. Con el aliento inhalamos el oxígeno. Pero esto no es lo único, sino que, por el hecho de que nuestro proceso respiratorio nos une con lo que sucede en la atmósfera exterior, participamos de los ritmos del mundo circundante: nuestro propio ritmo forma parte del ritmo de todo el universo. Esto se evidencia hasta en una relación numérica. Resulta pues que existe una determinada relación entre los procesos rítmicos de nuestro propio organismo y las condiciones reinantes en torno nuestro. Por medio de estos procesos y fenómenos que tienen lugar porque los procesos de la naturaleza exterior se propagan y siguen actuando en nuestro organismo, ocurre, efectivamente, que se producen los efectos que el Alma del Pueblo ejerce sobre cada ser humano. En el inhalar del oxígeno vive lo espiritual, y en este inhalar del oxígeno puede vivir el Espíritu del Pueblo. El comer no es simplemente comer, sino que en nuestro organismo las substancias son transformadas; y este proceso material es, a la vez, un proceso espiritual en que el Espíritu del Pueblo puede vivir. Esta vida del Espíritu del Pueblo no es nada abstracto, sino que en nuestro diario quehacer y en lo que se produce en nuestro organismo, se manifiesta dicha vida. Los procesos materiales son, a la vez, expresión de un obrar espiritual. El Espíritu del Pueblo tiene que tomar este “camino más largo”, quiere decir penetrar en nosotros a través del aliento y la nutrición.

En este sentido, los distintos Espíritus de los Pueblos obran sobre el hombre de distinta manera, y de ello depende la distinta característica de cada pueblo. El carácter de cada pueblo depende del respectivo Espíritu del Pueblo. Si lo examinamos por medio de la ciencia espiritual, llegamos al siguiente resultado:

El hombre respira, y así se halla en relación permanente con la atmósfera en torno suyo: la aspira y la expira. Cuando, en un caso dado, el Espíritu del Pueblo, según la configuración del territorio y otras condiciones de distinta índole, elige el rodeo a través de la respiración, produciendo así la configuración característica del respectivo pueblo, podemos decir que “el Espíritu del Pueblo obra sobre ese pueblo por medio del aire”. Esto ocurre efectivamente y de un modo específico, en aquellos pueblos que en el curso de la historia habitaron o habitan la península itálica. En este territorio es el aire que forma la base para el obrar del Espíritu del Pueblo sobre el hombre.

 Dicho de otro modo: el aire de Italia es el medio por el cual el Espíritu del Pueblo obra sobre la población de la península itálica, configurando, precisamente, el “pueblo italiano” o, en su tiempo, el pueblo “romano”, etc. Por los caminos de la ciencia espiritual encontramos, así, los fundamentos espirituales de los efectos aparentemente materiales.

Preguntemos ahora: ¿Cuál es el medio que cada Espíritu de Pueblo elige en otros territorios con el fin de dar expresión a las respectivas configuraciones étnicas?. En los pueblos que habitaron o que habitan el territorio que hoy es Francia, el Espíritu del Pueblo obra por medio del elemento líquido, por todo aquello que, como líquido, no sólo penetra sino también actúa en nuestro cuerpo. Por la característica de lo que como líquido influye y actúa en el organismo, vibra y obra el Espíritu del Pueblo; de tal manera, determinó y determina el carácter de los pueblos que habitaron o habitan ahora el territorio de Francia. Empero, todo esto no se comprenderá en todo su alcance si esta relación del hombre con su mundo circundante se considera desde un sólo punto de vista, pues esto conduciría a un criterio unilateral de la cuestión. Hay que tomar en cuenta lo que he dicho en otras oportunidades: el hombre es un ser de dos procesos distintos entre sí: uno que pertenece a la cabeza y el otro que es de las demás partes del organismo. En realidad, la influencia de la cual acabo de hablar con respecto a los pueblos italiano y francés, produce su efecto sobre el organismo con excepción de la cabeza, y de la cabeza emana otra influencia distinta. Sólo por la conjunción de los dos efectos, el que proviene de la cabeza y el otro de las demás partes del organismo, se produce la influencia completa que luego se manifiesta en el carácter del pueblo. Por la influencia de las demás partes del organismo, se neutraliza, en cierto modo, el efecto que proviene de la cabeza. De modo que se podría decir: Con lo que el habitante de Italia respira con el aliento, o sea, con lo que por la respiración influye sobre el organismo con excepción de la cabeza, se une la influencia que proviene de la cabeza, la configuración del sistema nervioso de la cabeza en su diferenciación espiritual, esto es, en cuanto el hombre es “organismo nervioso humano de la cabeza”.

En Francia ocurre algo distinto. Lo que en el organismo obra como ritmo, son dos ritmos distintos, uno para todo el organismo y otro distinto para la cabeza. La cabeza tiene su ritmo propio. Si en Italia es la actividad de los nervios de la cabeza que se une con el efecto del aire, en Francia, en cambio, es el movimiento rítmico de la cabeza, el vibrar del ritmo de la cabeza que une con el efecto de lo líquido del organismo. De estas dos maneras se configura el carácter de uno y otro pueblo por la conjunción de las propiedades en la cabeza con lo que el Espíritu del Pueblo contribuye desde el mundo circundante.

De lo que antecede se ve claramente: si estas cosas se observan mediante la ciencia espiritual, se puede estudiar lo que el organismo de la Tierra nos presenta como sus miembros en los distintos territorios. Efectivamente, si todo esto no se tomara en consideración, la humanidad no llegaría a comprender la específica configuración de las distintas partes de nuestra Tierra.

Preguntemos ahora cómo se configura el carácter del pueblo británico.

Así como el Espíritu del Pueblo italiano obra a través del aire y el del pueblo francés a través de lo acuoso, el Espíritu del Pueblo británico, a su vez, obra a través de todo lo térreo, principalmente de la sal y sus composiciones dentro del organismo. Lo principal reside en lo sólido. El elemento líquido actúa en el carácter del pueblo francés; en la naturaleza británica, en cambio, actúa el elemento densificante y el salino, en todo lo que por el aliento y la nutrición entra en el organismo. Esto produce la configuración peculiar del carácter del pueblo británico. Pero también en este caso hay algo que desde la cabeza neutraliza lo que proviene del mundo circundante. Así como hay “ritmo” tanto en una parte del organismo como asimismo en la cabeza, hay, por otra parte, digestión, metabolismo en aquellas partes del organismo e igualmente en la cabeza. La manera de cómo la cabeza lleva a cabo su metabolismo se une en el organismo con el elemento salino; y esto da el carácter del pueblo británico: lo terreo en combinación con el metabolismo de la cabeza. Dicho de otro modo: al obrar el Alma del Pueblo a través del elemento salino, recibe, desde la cabeza, el efecto del específico metabolismo de ésta. Las metamorfosis en sus aspectos peculiares en el actuar de las Almas de los Pueblos, nos permiten estudiar la característica de los distintos pueblos.

Preguntemos, además, qué se nos presenta más hacia el Oeste. Condiciones distintas encontramos en el americanismo: allí actúa un elemento subterráneo. Así como en la naturaleza del pueblo británico lo tenemos que ver con lo terreo y lo salino, actúa, por otra parte, un elemento sub-térreo, algo que vibra bajo la superficie de la tierra, y que influye particularmente sobre el organismo. En el carácter del pueblo americano, el Espíritu del Pueblo actúa principalmente a través de las corrientes magnéticas y eléctricas subterráneas, y hacia ello fluye, desde la cabeza, algo que neutraliza la influencia de las corrientes magnéticas y eléctricas subterráneas: a ello se enfrenta lo que irradia desde la voluntad humana. He aquí la particularidad del carácter del pueblo americano. El carácter del pueblo británico, principalmente depende del elemento terreo, en cuanto el hombre lo acoge en su organismo, donde entra en correlación con el metabolismo de la cabeza. En el hombre americano, por otra parte, es la voluntad que se manifiesta en este pueblo y se une con algo que sube desde lo subterráneo, para acuñar el carácter del pueblo americano. Esto se relaciona con otro hecho muy importante: Con respecto a toda su personalidad libre, el hombre sólo puede relacionarse con el elemento sobreterrenal y hasta la superficie de la Tierra. En cambio, si lo subterráneo influye en lo que tiene que ver con el Alma del Pueblo, resulta que esta alma no se desenvuelve libremente en él, sino que el hombre, en cierto modo, se halla «poseído» por el Alma del Pueblo.

Ya en otra oportunidad me he referido a que el americano, aunque diga lo mismo que un hombre de la Europa Central, esto no es, de modo alguno, lo mismo. Por ejemplo: en Hermán Grimm (1828-1901) se ve que él, como hombre, ha «conquistado» todo lo que dice; Woodrow Wilson (1856-1924) en cambio, como hombre, se halla «poseído». Cuando en nuestros tiempos dos o tres personas dicen lo mismo, los demás lo juzgan por su «contenido», abstractamente. Pero puede suceder que dos personas digan exactamente lo mismo, empleando las mismas palabras; sólo que uno lo dice como algo conquistado por su alma; el otro, en cambio, puede haberlo recibido por obsesión. Muchas veces, el contenido no es lo esencial, sino el grado en que lo dicho ha sido conquistado por la propia alma en vez de haberlo recibido por obsesión. Esto es lo importante, ya que hoy en día sólo se tiene afición a lo abstracto. Sobre algo escrito por Hermán Grimm se puede poner el nombre de Woodrow Wilson y viceversa; pero esto no es lo que importa. Lo de Hermán Grimm ha sido conquistado por su trabajo; en Woodrow Wilson hay algo de obsesión, penetrado en él a través de entidades subterráneas. Todo esto puede conocerse objetivamente, sin emociones y sin pasiones.

Cercando, por ahora, Alemania, dirigimos la mirada hacia el Este. Contemplando el ser característico de la población del Este que sólo paso a paso, surgiendo desde el caos, relucirá en su verdadero ser, se nos presenta allí un cuadro singular. Así como el Espíritu del Pueblo italiano obra a través del aire, el del pueblo francés por el agua, en el caso del inglés por lo terreo, y del americano por el elemento subterráneo, vemos que el Espíritu del Pueblo ruso o eslavo obra a través de la luz; obra, efectivamente, en la luz vibrante. Y cuando, a su debido tiempo, la futura población del Este se haya desprendido de sus envolturas embrionales, se verá que en el Este de Europa la manera de obrar del Espíritu del Pueblo es algo totalmente distinto de la que se observa en el Oeste. Pues, si bien debo decir que el Espíritu del Pueblo obra a través de la luz, lo curioso es que obra no directamente a través de la luz vibrante, sino de tal modo que la luz primero penetra en el suelo, y desde el suelo es reflejada. Resulta, pues, que en el hombre ruso, el Espíritu del Pueblo se sirve para su obrar de la luz reflejada que desde el suelo se eleva. Sin embargo, no ejerce su efecto sobre el organismo sino sobre la cabeza, sobre el modo de pensar y sentir, esto es sobre la manera de desarrollar las ideas, los sentimientos, etc. Esta manera de obrar del Espíritu del Pueblo es, precisamente, opuesta a la del Oeste donde ejerce su efecto sobre las demás partes del organismo, uniéndose con lo que proviene de la cabeza. En el Este, el Espíritu del Pueblo se sirve de la luz reflejada desde el suelo; y esto principalmente ejerce su efecto sobre la cabeza. La retroacción, en este caso, proviene de las demás partes del organismo, principalmente del corazón; y esto ejerce su efecto sobre la cabeza, modificando lo que de ella proviene.

Actualmente, todo esto se halla todavía en estado caótico, en sus envolturas embrionales. Es el ritmo respiratorio el que de la manera descrita ejerce su efecto sobre la cabeza, neutralizando lo que por medio de la luz proviene del Espíritu del Pueblo. Estas condiciones del Este europeo las encontramos, aún en mayor medida, en el Este asiático, con la particularidad de que, en parte, el Espíritu del Pueblo obra por medio de la luz penetrada y reflejada del suelo, y produciendo su efecto sobre la cabeza; o bien, obra a través de lo que ya no es luz y no es visible : la armonía de las esferas, la que vibra por todo el universo y que, para la humanidad espiritual del Este asiático, equivale a un obrar del Espíritu del Pueblo. Este obra directamente por la armonía de las esferas, pero reflejada por la Tierra y ejerciendo su efecto sobre la cabeza. Esto, a su vez, se encuentra con el ritmo respiratorio, y en ello reside el secreto de que en el Oriente los buscadores del espíritu siempre se han dedicado al desarrollo de la respiración con el fin de vincularse con el espíritu. Si estudiamos lo que es yoga, vemos que se dedica a un desarrollo especial de la respiración; y esto se basa en que el hombre como miembro de toda la humanidad -no como individuo- trata de encontrar la espiritualidad a través del Espíritu del Pueblo; es decir por la manera realmente fundamentada dentro del carácter de su pueblo. Cuanto más hacia el Este vamos, tanto más lo encontramos. Naturalmente, esto podría verificarse por un cierto perfeccionamiento de los efectos respectivos, pero también por fenómenos de degeneración en cuanto al carácter del pueblo. Hay pueblos y hasta razas enteras en que se evidencian estas aberraciones. Se producen, por ejemplo, irregularidades, falta de armonía, al encontrarse los efectos sobre la cabeza con los efectos sobre las demás partes del organismo.

Finalmente preguntemos; ¿Qué condiciones existen para los pueblos de la Europa Central?. Estamos hablando de condiciones geográficas, por lo cual no nos referimos a «Europa Central» en sentido político-social. Tampoco he tratado el problema desde el punto de vista de razas, sino que se trata, como se puede ver, de condiciones geográfico-espirituales. Hablamos, pues, de «Europa Central» a la que Francia e Italia no pertenecen. Así como en otros territorios el carácter del pueblo se forma a través del aire, del agua, de lo salino, etc. es, por otra parte, la peculiaridad que en Europa Central el Alma del Pueblo obra, en forma directa, a través del calor. En Europa Central el Espíritu del Pueblo obra a través del calor. Pero esto no ocurre por una norma absolutamente fija, sino que puede realizarse en forma individual.

Puede haber personas en las cuales el obrar del Espíritu del Pueblo se manifiesta de distinta manera, una vez a través de las demás partes del organismo, en otro caso sobre la cabeza; también puede ser que la diferencia se produzca, o porque el calor proviene de la atmósfera exterior, o por los alimentos, o también por la respiración. Todo esto es el medio por el cual obra el Espíritu del Pueblo. Aquí, la retroacción también se produce a través del calor; resulta pues que en Europa Central tenemos el calor en sus efectos externos como medio para el Espíritu del Pueblo, y este calor se une con el calor propio que proviene de lo interno del organismo. Lo que en el organismo, por el obrar del Espíritu del Pueblo actúa como calor, se une con el calor propio de la cabeza; en cambio, si ese obrar tiene lugar por el calor de la cabeza, se le une el calor de las demás partes del organismo. El calor obra conjuntamente con el calor; y este obrar depende principalmente del grado de vivacidad de la actividad de los sentidos, o más bien directamente de la facultad perceptiva. El hombre de espíritu activo, el que observa con amor las cosas en torno suyo, desarrolla calor propio. El sentir y vivir con todo lo demás, con el corazón y el ojo abiertos para el mundo circundante, esto es lo que va al encuentro del calor que obra por el Espíritu del Pueblo, de modo que calor se une con calor. Esto es lo peculiar de la manera de obrar del Espíritu del Pueblo en Europa Central; y mucho del carácter del pueblo proviene de ello, por la íntima afinidad de calor y calor. En las demás maneras de obrar no hay semejante afinidad: ni de la voluntad con lo eléctrico, ni de lo salino con el metabolismo de la cabeza, ni tampoco entre los demás elementos anteriormente citados. Pero el carácter centro-europeo, producido por el obrar del calor, se manifiesta también en que se es capaz de adaptarse más o menos a todo. (No queremos dar ningún juicio apreciativo, sino simplemente caracterizar; de modo que cada uno puede tomarlo como quiera: como virtud o como defecto.) Calor con calor: da flexibilidad, plasticidad, facultad para adaptarse a todo, incluso a los caracteres de otros pueblos. Ciertamente, si estudiamos la historia veremos que los distintos pueblos germanos se asimilaron a otros, adaptándose a los elementos ajenos. Esto justifica lo que acabo de relatar.

Además, todo lo expuesto también explica con toda claridad el enorme contraste del oriente asiático con el occidente americano. Pues podemos decir: la luz e incluso lo que se halla en un nivel más alto que la luz, lo etéreo, son los elementos de los cuales el Alma del Pueblo se sirve en el Este, con el fin de obrar sobre el hombre, si bien se trata de luz reflejada por la tierra; en el Oeste, en cambio, es el elemento subterráneo, lo que se halla bajo la tierra. Esto nos conduce profundamente a la vida orgánico-anímica de todo el organismo de nuestra Tierra, conjuntamente con la humanidad. No lo digo con la intención de lesionar a ninguna parte de la población terrestre, ni de halagar a otra. No obstante, es verdad: en el Oriente hay olas que se dirigen hacia lo espiritual; en el Oeste, más bien pesadez que ata al hombre a la Tierra. (Cada uno puede preguntarse si esto concuerda con el carácter del pueblo americano). El hombre se asemeja, se adapta a las condiciones terrestres, no de golpe, por supuesto, sino en el curso de la vida y de las generaciones. Así como en nuestro organismo físico, nunca podrá formarse un órgano en el sitio de otro, así tampoco se formarán buenos yoguis en América. Puede haber trasplantes de caracteres al igual que toda clase de plantas pueden cultivarse en invernaderos. Pero lo que importa son las condiciones naturales de la evolución. La biología según la ciencia natural de ningún modo podrá explicar las condiciones que prevalecen en los distintos territorios; esto sólo es posible si consultamos el obrar de las Almas de los Pueblos, tal como acabo de exponerlo. Así veremos cómo lo invisible se manifiesta en lo visible.

Ahora bien, si contemplamos que el hombre se halla sometido a lo que obra en las distintas partes de la Tierra, podemos sentirnos oprimidos por la idea de cuánto el hombre depende de potencias vinculadas con el territorio en que su karma le ha colocado en una determinada encarnación. Naturalmente, depende de su karma el que haya sido colocado en tal lugar. De todos modos, las condiciones que acabo de caracterizar pueden sentirse opresivas, y lo opresivo aumentará si nuestro entendimiento no abarca todos los aspectos. Principalmente, si nos remontamos a los tiempos antiguos veremos que la referida dependencia ha sido aún mayor y tanto más la humanidad se ha diversificado en los distintos territorios. No obstante, la evolución de la Tierra ya lleva en sí misma la posibilidad de que el hombre llegue a superar esa dependencia, no en su configuración exterior, pero sí en su vida interior.

¿Qué es lo que debería suceder, o bien, qué podríamos imaginarnos como una posibilidad para que de alguna manera esa dependencia del territorio quedase atenuada, y para que el hombre desde la necesidad caracterizada pudiese elevarse a cierta libertad?.

Para este fin, durante la evolución de la humanidad tendría que haber sucedido algo directamente contrario a dicha dependencia del hombre de su territorio. Hemos hablado de todos los impulsos por los que el hombre aparece dependiente de su territorio, y digo: también tendría que haber sucedido algo contrario a esa dependencia, algo totalmente contrario a esas condiciones. Se comprenderá que de existir eso sobre la Tierra, lo totalmente contrario a todo cuanto produce esa dependencia, conduciría a neutralizar las condiciones a que nos hemos referido. ¿Qué ha de ser eso?.

Al principio de nuestra era aconteció el Misterio de Gólgota. En el curso de los años hemos destacado muchas peculiaridades de este Misterio. Empero, si nos representamos tan sólo una circunstancia generalmente conocida, veremos que ya a través de una cosa tan común, este Misterio de Gólgota se nos presenta como un hecho único dentro de la evolución terrestre.

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El Cristo Jesús vivió en un pueblo de un bien determinado carácter como tal, un pueblo que todo lo que hace, lo realiza debido a un bien definido carácter étnico. Empero, lo que acontece con el Cristo Jesús, lo que se realiza a través del carácter del pueblo, el Misterio de Gólgota, la muerte en la cruz del Gólgota, es algo en total contraste con el carácter de este pueblo. Este pueblo, en el cual tiene lugar el Misterio de Gólgota, ni lo acoge en su confesión ni tampoco se declara en favor del Cristo Jesús, personalmente, individualmente, sino que le mata, exclamando: ¡crucifícale, crucifícale!. Acontece algo que no puede estar destinado a un solo pueblo, algo que sólo tiene sentido si lo consideramos contrario a lo que podría suceder a través del carácter del pueblo, un acontecimiento que el pueblo mismo rechaza, anula, aniquila. En este hecho reside el secreto del Misterio de Gólgota, y por ello no tiene un carácter étnico, no surge del carácter del pueblo, sino que contradice todo cuanto hemos caracterizado como dependencia del hombre del carácter del pueblo. Es un acontecimiento y una entidad que vive sobre la Tierra, entidad que nada tiene que ver con el carácter del pueblo, puesto que sólo el hecho de que algo se destruye, el hecho de la muerte, tiene que ver con el carácter de este pueblo. No tiene que ver con el carácter del pueblo judío, ni con el pueblo romano que allí también está actuando. Los judíos exclaman:¡crucifícale! y el romano no puede hallar culpa alguna en este hombre, quiere decir que no sabe qué hacer con lo que sucede. Todo se eleva por encima de cuanto podría realizarse a través del carácter del pueblo. Debido a ello, el Misterio de Gólgota se convierte en un acontecimiento, el cual, si lo examinamos correctamente, resulta incomparable con cualquier otro.

Ciertamente, en el curso de la historia siempre hubo mártires; pero no los hubo por las causas del Misterio de Gólgota. Cuanto más profundamente se estudie el Misterio de Gólgota, tanto más se verificará que sobrevino, justamente porque no tiene nada que ver con el carácter individual de un pueblo, sino porque se vincula con toda la Humanidad. Podemos pues resumir: tenemos, por un lado, aquel principio de la evolución de la humanidad que actúa de tal manera que crea las diferencias; pero una vez surge de lo diversificado algo que no pertenece a lo diferenciado, sino que posee su peculiaridad en el hecho de ser independiente del carácter del pueblo. En esto reside el otro aspecto. Con el tiempo, se reconocerá, cada vez más, que lo esencial del Misterio de Gólgota consiste en que, para comprenderlo, requiere una comprensión individual. Cada vez más claramente se verá que la evolución terrestre, la evolución de la humanidad pueden comprenderse de una u otra manera; el Misterio de Gólgota, en cambio, se presenta por sí solo: hay que comprenderlo como acontecimiento único, y no es posible comprenderlo por medio de otros hechos. Búsquese en cualquier campo de la evolución de la humanidad, como en esta conferencia hemos estudiado la esfera de las Almas de los Pueblos. Desde el principio de la humanidad sobre la Tierra, todo podrá explicarse en base al obrar de las Almas de los Pueblos, menos el Misterio de Gólgota y lo que con él se vincula. Muchas veces lo he dicho: los teólogos eruditos deben admitir que no es posible encontrar una «prueba histórica» para el Misterio de Gólgota que permitiría insertarlo en los hechos históricos, pues esto no es posible sin tener las pruebas correspondientes.

El Misterio de Gólgota ha de ser un acontecimiento singular suprasensible, sin «prueba histórica». No lo reconocerá nadie que sólo exija pruebas históricas materiales. Únicamente ejercerá su justo efecto sobre quien se eleva a aceptar algo como hecho histórico, sin que para ello existan pruebas. La evolución proseguirá de tal manera que las pruebas exteriores para el Misterio de Gólgota serán arrastradas por las corrientes. La crítica, las hará desaparecer. Pero la comprensión espiritual de la evolución de la humanidad lo hará aparecer como el centro por el cual giran todos los acontecimientos sobre la Tierra.

Hay que concebirlo espiritualmente, incorporarlo al proceso histórico espiritual de la humanidad. En ello reside su secreto. El hombre comprenderá cada vez más claramente que no hay que buscar pruebas históricas, sino la posibilidad de comprender que aquí se requiere una comprensión suprasensible de un acontecimiento que tuvo lugar sobre la Tierra física. Así el hombre será capaz de comprender, en pleno sentido de la palabra, su propia relación con la evolución histórica terrestre de la humanidad.

 

De esto hablaremos más en la próxima conferencia.

 

Traductor desconocido.

 

 

 

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3 comentarios el “GA181c1. Las almas de los pueblos y el Misterio del Gólgota

  1. Avatar de Alfredo Pérez Alfredo Pérez dice:

    Gracia, no te olvides del extracto de la conferencia.

    Feliz día.

    Un beso.

  2. […] GA181c1. Las almas de los pueblos y el Misterio del Gólgota […]

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