Religión y Cosmología en el siglo XX

                                           Willi Sucher —  Hawkwood, 19 de Julio de 1966

English version

La noche anterior pudimos cobrar noción de que nos acercamos a un super-Otoño en un sentido histórico, lo que significa un madurar de la espiga o su fracaso. Hoy nos dedicaremos a pensar sobre las buenas espigas de nuestro mundo cosmológico y a trabajar sobre las bases de la Astronomía y lo que ella ofrece.

Existió una vez una estrecha unión entre la religión, el arte y la ciencia –una triada cultivada en los antiguos misterios, y que hoy presenta un carácter completamente diferente. Para la civilización griega, la Cosmología era aún considerada como algo relacionado a los seres espirituales que obraban por detrás de las esferas planetarias en el mundo espiritual. Esto no incluía solamente a los astros visibles que hoy estudiamos de forma tan materialista, sino a aquello que también obraba por detrás sobre nuestro mundo. Antiguamente, ya existía este concepto sobre las esferas y para el cual los planetas físicos no eran más que un elemento secundario de la esfera que los contenía, significando que lo importante era lo contenido dentro de la misma. Puede que sea incluso posible que se conociese el punto de vista heliocéntrico en los antiguos templos egipcios.

Un planeta no ha de ser considerado otra cosa que una marca de su propia esfera invisible, moviéndose alrededor de dicha esfera. En la antigüedad, la esfera era considerada como la morada de los seres espirituales, desde la cual maniobraban esta ‘marca’. Para entonces, Astronomía y religión eran una, pero esto eventualmente fue cambiando.

Ptolomeo de Egipto fue un exponente del sistema geocéntrico, y en él todavía resonaba una especie de Imaginación de las esferas. Finalmente es Copérnico quien coloca al Sol en el centro y a los planetas orbitando a su alrededor, y las esferas fueron entonces descartadas. De todos modos, el mismo Copérnico -quien fuera una especie de esquizofrénico astronómico- continuó utilizando el sistema geocéntrico ptolemaico tras proponer el heliocéntrico en sus libros. Luego vinieron Kepler y Newton, pero la idea de las esferas continuó resonando. Todavía Kepler habló acerca de la armonía de las esferas, quien descubriera las elipses y hablase de los planetas como si fueran instrumentos musicales; pero finalmente, Newton acaba con todo ello y ya no quedaron esferas de las qué hablar.

En última instancia, la humanidad creó perspectivas que describen a un universo manejado por reglas mecánicas gravitacionales. Las esferas ya no eran necesarias, como tampoco visión alguna dentro de la naturaleza divina del trasfondo de este estudio de los movimientos planetarios. La religión se alejó cada vez más del arte y de la ciencia, manteniendo solamente la fe. Como dijera San Agustín: ‘tan sólo nos quedan documentos, pero debemos guiarnos por ellos’. Tanto como hasta la Inglaterra del siglo XVIII, se continuaron realizando intentos del tipo astroteológicos —tal era el título de un libro de esa época— y que consistía en un intento de trabajar a partir de los conceptos científicos de la Astronomía (cuantitativa) copernicana, reteniendo un elemento de lo divino. La Astronomía se había convertido ahora en algo cuantitativo, un asunto sobre la gravedad, la electricidad y el magnetismo en el Universo.

Ya he hablado acerca del extraño surgimiento de una especie de Astrología denominada solarismo o lunarismo, puesto que su antiguo nombre había pasado de moda. Hemos vuelto a considerar los disturbios radiales, meteorológicos y demás que han podido ser relacionados con fenómenos fisiológicos asociados a las manchas solares y ciclos cósmicos, inclusive los planetarios. También hemos llegado a la conclusión de que no pueden ser considerados exclusivamente como soluciones satisfactorias. La nueva ciencia y el cálculo de estadísticas astrológicas no nos proveen de ningún tipo de explicación acerca de la interacción de los ciclos cósmicos y los fenómenos terrestres. Nos conduce inexorablemente hacia un universo fantasmagórico.

En la medida en que avanzamos hacia el futuro, se genera la necesidad de crear una nueva posición para la Cosmología dentro de todo el conglomerado de la Religión, la Ciencia y el Arte. La Humanidad no podrá subsistir a esa división por mucho más tiempo. A través de la Ciencia nos vemos confrontados a una disolución de nuestra imagen, volviéndonos semejantes a robots, carentes de dignidad dentro del universo, una simple coincidencia. La Religión hoy en día se presenta débil e impotente, sin poder de convicción.

Con la inauguración de primer Goetheanum hacia 1920, Rudolf Steiner mencionó cuán necesario es que Ciencia, Religión y Arte se reunifiquen en un nivel más elevado. Apuntó sobre esto así como brindó sugerencias prácticas para alcanzar este logro. Como él mismo mencionase, no es posible decir ‘esto ha de ser así’ a menos que se viva con ello, pues de otra manera carecería de substancia. Debemos convivir con el ‘Curso de Astronomía’ brindado en 1921, y sostenerlo de frente a los adversarios basándonos en estos hechos astronómicos. En pocas palabras, debemos desarrollar nuestras facultades imaginativas, inspirativas e intuitivas.

Luego de que el Dr. Steiner hablase sobre esto, un estudiante se expresó: ‘pero Herr Doctor, de requerir todo esto de nosotros, entonces deberemos desarrollar una perspectiva espiritual’. La respuesta de Rudolf Steiner fue simple: ‘¿y qué si fuera así?’. Como siempre, se trata de una cuestión de coraje y persistencia. Un libro tal como Cosmología, Religión y Filosofía es conveniente experimentarlo para relacionar todo esto. En él, Rudolf Steiner describe desde tales perspectivas a un desarrollo de las facultades superiores, con el propósito de alcanzar una verdadera Cosmología, enlazando tanto a la Filosofía como a la Religión. El dijera: ‘es por medio de la Cosmología que debemos desarrollar la Inspiración.’

Rudolf Steiner nos brindó consejo muchas veces sobre la Imaginación. Si nos vemos confrontados con un problema, primero debemos cuestionarnos los hechos para luego transformarlos en una imagen. Ya he hablado acerca de la Imaginación Rosacruz, la cual no posee ni una afiliación ni una relación con lo terrestre. No incluye nada personal. El ser humano se ve ligado a la oscura cruz como parte de la experiencia de la muerte. Pero la cadena de rosas nos recuerda sobre la regeneración espiritual que ingresó en la evolución con el Cristo. Estas siete rosas también pueden convivir con nosotros interiormente. Por el momento, estamos parados frente a una imagen muerta y debemos lograr atravesarla para llegar a una experiencia interior de ella. Esto quiere decir que debemos superar la Imaginación y generar un vacío basado en la plena consciencia. Es algo similar a dormirse sin perder la vigilia. Es entonces cuando el conocimiento se convierte en Inspiración e ingresamos en un mundo espiritual pleno de seres divinos. Es el mismo mundo en el que nos hallamos tras la muerte, entre encarnación y encarnación.

¿Cómo podemos relacionar a este cosmos espiritual con aquel visible?. Es una relación de los orígenes espirituales con su reflejo en el cosmos exterior. Habiendo alcanzado la condición de Inspiración al experimentar la vida interior del cosmos, se produce un encuentro con la Inspiración en la Tierra. En ‘Cosmología, Filosofía y Religión’ puede leerse: ‘yo sé que la vida cósmica está presente en mí y que yo soy parte del cosmos’. Se trata de la misma experiencia al atravesar la muerte.

Debemos mantener la capacidad de intercambiar la experiencia de un cosmos interior por medio de las condiciones de nuestra consciencia cotidiana, o de otro modo nos perderemos a nosotros mismos y también la habilidad de retornar salvos a nuestro cuerpo físico. Así es como es posible relacionar la experiencia cósmica con la consciencia cotidiana. Al percibir al cosmos exterior, con sus posiciones planetarias y su relación con el Zodiaco, podemos experimentar un reflejo de una realidad espiritual interior en nosotros, en donde puede escucharse el eco de las almas de los muertos y de las jerarquías.

Al volver al estado de consciencia cotidiana y rodeados de configuraciones celestiales, portamos esta imagen de la realidad espiritual como una memoria de lo experimentado. Podemos lograr esta nueva relación con el cosmos si armonizamos y redimimos a la división existente entre la naturaleza exterior y el mundo espiritual.

Por lo general, el Gran Universo es considerado como el resultado de una gran explosión —la teoría del Big Bang— gracias a la cual las galaxias fueron despedidas al espacio infinito, carentes de una realidad espiritual. Debemos construir un puente sobre este hueco por medio de nuestra experiencia personal. La labor que estamos realizando aquí es la de demostrar que el cosmos exterior es un reflejo del espiritual. Es la memoria imaginativa, contenida en lo externo la que puede fortalecer lo espiritual en nosotros. Este es el significado de nuestra nueva Cosmología.

¿Qué vendría a ser el reflejo del cosmos exterior?. Hemos de comprender lo que los antiguos querían indicar con ‘esferas planetarias’. Si retrocedemos lo suficiente, hallaremos que la humanidad experimentaba al mundo espiritual cotidianamente, el cual es vivenciado por nosotros tras la muerte. Durante la vigilia no nos es posible percibirle. Se nos educa ya desde la base de la perspectiva científica, lo que dificulta mucho el creer sobre una consciencia espiritual. Pretendemos una ciencia, una Astronomía, etc., tangibles al medio externo. ¿Quiere esto significar que debamos retomar la visión ptolemaica y descartar a Copérnico? No!, debemos convivir con este mundo moderno con el propósito de ser considerados seriamente.

De hecho, la visión copernicana puede servir de medio para una nueva comprensión de las esferas planetarias. Evidencia concreta puede ser investigada gracias al computador, como en el caso de los nodos y las líneas de los ápsides (afelio y perihelio) de los planetas. El plano terrestre orbitando alrededor del Sol puede ser extendido en todas direcciones. Este se denomina el plano eclíptico, en donde ocurren los eclipses. Imaginemos a otro planeta orbitando al Sol. También recordemos que se producen mínimos desvíos de las órbitas planetarias. Por ejemplo, la órbita de Marte corta el plano de la eclíptica, yendo de arriba hacia abajo a causa de su inclinación. Esto convierte a los nodos en ascendentes y descendentes según la órbita se dirija hacia abajo o hacia arriba del plano eclíptico. Es también este plano el que da como resultado a un perihelio (mayor cercanía al Sol) y a un afelio (mayor lejanía) como posiciones.

f1cosm

El planeta establece contacto con el plano de la Tierra cuando se posiciona sobre su propio nodo, e igualmente cuando lo hace sobre su perihelio o afelio. De este modo podemos utilizar también al universo copernicano, sin intención de traicionar nada sino más bien acompañando a la visión moderna; esto nos proporciona los medios para crear las nuevas bases del esplendor de la antigua Cosmología.

Rudolf Steiner relacionó todo esto por medios propios, al descubrir que uno de los maestros de Chartres declarase: ‘hasta ahora, hemos convivido con la antigua Cosmología, que nos proveía de grandes Imaginaciones, pero esto ha de llegar a su fin y el universo quedará reducido a una línea entre la Tierra y el Sol. En esto consiste la mecánica. Ella también es necesaria,  ya que Micael puede construir un nuevo concepto espiritualizado del cosmos desde aquí. Nos es posible experimentar la realidad por medio de reflejos. Los espíritus jerárquicos obran sobre la Tierra, incluso a través de catástrofes. Ahora tenemos a una ciencia externa que puede servir de columna vertebral a la ciencia espiritual.

Por medio de la Imaginación, la Inspiración y la Intuición podemos también experimentar los estadios pasados de la evolución de la Tierra. Sobre esto podemos leer en la Ciencia Oculta, donde se refiere a los seres espirituales generando al universo del Antiguo Saturno, etc. Dicho universo espiritual está memorizado dentro de todo el resto universal.

Las constelaciones de las estrellas fijas son poderosas crónicas que nos relatan acerca de esos estados evolutivos, algo que ya he demostrado en Isis Sophia I, II y III. Es incluso posible dar con el origen de la forma humana tal como se nos presenta materialmente, tal como fuera concebida por la idea y pensamiento del mundo divino. En el Génesis leemos: ‘el hombre fue creado a la imagen de Dios’. Podemos experimentar el origen de nuestra forma interiormente. En las constelaciones también podemos encontrar una poderosa imagen cósmica a partir de la cual fue creada la forma humana.

¿Cuál es el significado de esta correlación entre el cosmos divino interior y el externo físico? ¿por qué esta dualidad?. El cosmos representa a la memoria de la evolución humana, de nuestra forma trimembrada compuesta por la cabeza, los nervios y los miembros. Grandes leyes de la creación se hallan expresadas en este cosmos a través de los cambios anuales estacionales, como también por medio de los grandes ciclos y estaciones relacionados con los planetas, en el crecimiento y la decadencia. Numerosos ciclos tienen lugar dentro de nuestras vidas y la de la Tierra; por ejemplo, el ritmo lunar dentro de desarrollo embrionario. La Luna es el cáliz que siempre está recibiendo a las fuerzas cósmicas y vertiéndolas en la Tierra con el propósito de formar al embrión. Este es el mundo del principio del Padre, la totalidad de los seres divinos espiritualmente creativos.

El mundo manifestado presenta un espejo del cosmos exterior. Alternativamente, podríamos llamarle el cáliz que ha de ser llenado con substancia por medio de la Imaginación, la Inspiración y la Intuición. Esto le aportará un nuevo significado. Es importante que el artista descubra nuevos terrenos dentro de este reflejo externo, puesto que existen enormes posibilidades de modular, dar forma y manifestar mediante expresiones creativas a las Imaginaciones allí contenidas. Ya Rudolf Steiner lo indicase así. Las constelaciones del zodiaco pueden hallar representación gracias a los tesoros de la Euritmia. Lo mismo es válido para la pintura. Hay quienes intentan pintar las constelaciones y los planetas, y es esencial que dirijamos nuestra experiencia interior en esta dirección. También en la música pueden emerger nuevos armónicos que manifiesten ese reflejo del cosmos.

El principio del Padre se manifiesta como una memoria que todavía actúa, generando a la forma humana continuamente. Debemos considerar esto como una imagen de nuestro verdadero ser anímico. Nuestros rasgos son una expresión de lo que vive en nosotros anímica y espiritualmente. En semejanza, los astros son también una especie de cuerpo en cuyos gestos, ritmos y belleza se está expresando el mundo divino. Debemos preservar el poder de distinción al encontrarnos con un ser humano antes de sacar cualquier conclusión. Del mismo modo, tampoco hemos aceptar al universo indiscriminadamente, dado que ha ido evolucionando desde extensas eras. Decimos que los planetas giran alrededor del Sol, pero esto no fue siempre así. También nosotros contamos con un desarrollo embrionario, una madurez y una senectud, y el cosmos responde a lo mismo. Aquello que vemos no siempre se corresponde con la verdad espiritual. Pese a esto, puede que nos conduzca hacia investiduras pasadas de este cosmos creado por una divinidad y hallar directamente su expresión. Esto puede servir de puente tanto entre religión y Cosmología a partir de la ciencia moderna.

Podremos experimentar que el cosmos exterior sensorio puede convertirse tanto en la base como en el reflejo de nuestro peregrinaje por el mundo espiritual entre las encarnaciones. Deberíamos basar nuestra vida en un libro como Teosofía, de Rudolf Steiner, y estudiar los estados del alma en el Kamaloca y el mundo espiritual, etc. El cosmos exterior refleja toda esta memoria en las esferas.

Rudolf Steiner describe esta vida del alma en el mundo espiritual en ‘La vida del alma en el Mundo Cósmico’, en donde menciona que es congenial con la experiencia de las esferas de los planetas. El Kamaloca coincide con la Luna, Venus y Mercurio, y el mundo espiritual con Marte, Júpiter y Saturno. Es de este modo como el mundo exterior corrobora al espiritual. Resulta obvio que esto esté ligado a la Religión. Aquí tenemos una base para la Religión desde la cual pueda participar y proveer un suelo que sostenga a la ciencia en su desarrollo, ayudando a la Religión en el pase de la fe a la vivencia.

También nos es posible experimentar al cosmos exterior en su conjunto —el Cuerpo de la Deidad— dado que se ajusta perfectamente a la experiencia del ser humano. Nos vemos confrontando con esto ni bien alcanzamos la experiencia interior frente a lo externo del cosmos, particularmente a través del Arte, la Ciencia Espiritual y una verdadera Religión. Aquí es donde vemos al principio del Hijo actuando. El se introdujo en la evolución terrestre gracias al Gólgota, otorgándonos la capacidad de manifestar esa ‘voluntad del Padre’ y de llevar su creación hacia el futuro. Esa creación alcanzó su culmen en la belleza del mundo que nos rodea. Sin embargo, en pos de avanzar hacia una nueva manifestación, hemos de establecer decididamente un lugar dentro de tal labor por medio de todo lo aquí dicho sobre construir un puente entre el cosmos externo y el espiritual, realizando nuestra ‘tarea’ sosteniéndonos firmemente en el mundo exterior, pero en un intercambio constante con el espiritual (aquí podemos referirnos una vez más al contenido de la ‘Leyenda’ de Goethe). Esto no es posible más que a través de las ideas de Rudolf Steiner, que nos guían hacia una manifestación de esta relación armoniosa entre la Cosmología, el arte y la religión.

Traducido por Diego Milillo en Septiembre de 2017

 

Esta entrada fue publicada en Planetas.

Deja un comentario