GA228c5. El hombre en el pasado, el presente y el futuro

Del ciclo «El hombre en el pasado, presente y futuro; La Evolución de la Conciencia» (GA228)

Rudolf Steiner – Stuttgart, 14 de Septiembre de 1923

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Para el tema de estas conferencias, he escogido un relato del desarrollo del hombre durante un período particular del pasado, de su situación actual y de las perspectivas de su futura evolución en este planeta Tierra. Ninguna concepción del mundo que haya tenido alguna influencia sobre la civilización occidental o su vástago americano, se ha contentado con tratar solo con el hombre actual para mostrar cómo el individuo encaja en el patrón de la población mundial. Las concepciones del mundo aceptables para la civilización occidental siempre han enfatizado el lugar del hombre en todo el curso de la historia humana en la Tierra. Siempre han mostrado la relación entre el hombre del presente y del pasado, no importa si retroceden sólo hasta cierto punto –como hace el Antiguo Testamento al describir la historia de la Tierra–  o si rastrean al hombre a través de las etapas de la evolución cósmica. Las filosofías de Oriente, e incluso las primeras filosofías de Europa, si no pertenecían a nuestra civilización moderna, estaban menos preocupadas por esta perspectiva. Se contentaban con contemplar al hombre sólo en términos del espacio. El sentimiento que todos tenemos como resultado de vivir dentro de la evolución occidental nos hace completamente imposible estar satisfechos con esta imagen espacial. Hay una especie de instinto psicológico en nosotros por vernos en una asociación fraternal no sólo con los hombres que viven hoy, sino también con los hombres del pasado; Y a menos que incluyamos tanto el pasado como el presente, no sentimos que tengamos una noción real de la Humanidad.

Pero nunca podremos tener una idea satisfactoria del desarrollo histórico del hombre, ya sea en un sentido más amplio o en sentido estricto, si nos limitamos a los resultados de la antropología ordinaria. El hombre es un ser cuya evolución no podemos comprender solo con la ayuda de documentos externos, por brillantemente que sean interpretados. El hombre es un ser de cuerpo, alma y espíritu; Es un ser que ha sido penetrado, en menor o mayor medida, por el espíritu, de tal manera que la conciencia está viva dentro de él. Toda la naturaleza y el ser del hombre pueden ser vistos en el desarrollo de su conciencia, así como el ser de una planta finalmente se revela a los sentidos en la flor.

Vamos, pues a profundizar un poco más en este aspecto más vital de la evolución humana: la evolución de la conciencia. Cuando consideramos la conciencia del hombre tal como se muestra hoy, podemos hacer ciertas distinciones. En nuestra condición ordinaria de vigilia, tal como la conocemos desde el despertar de la mañana hasta el momento de dormirnos, desarrollamos una vida de ideas más o menos clara y luminosa que surge de nuestra vida de sentimiento como la flor surge de la planta. Frente a esta vida clara y luminosa de las ideas hay una condición adicional que nunca está realmente clara, pues es más o menos inconsciente, oscura, floreciendo y tejiendo interiormente.

Incluso más profunda que los sentimientos, que, después de todo, estimulan directamente nuestra vida de pensamiento e ideas– mucho más profunda, dentro de nuestro ser, está nuestra floreciente voluntad. Y a menudo he descrito a los antropósofos cómo ese hombre volitivo está, estrictamente hablando, dormido, incluso durante su estado de vigilia. Nunca experimentamos, en las condiciones de vigilia de nuestra conciencia actual, lo que vive dentro de nuestra voluntad. Tenemos una idea de que vamos a hacer esto o aquello, pero en esto todavía no hay voluntad –sólo la intención de querer revestir la idea. Entonces la intención se hunde en las profundidades del ser humano, del cual la conciencia no tiene una idea más clara que la que tiene en el sueño sin sueños. Y surge como la voluntad vista en acción en nuestros brazos y manos, en nuestras piernas y pies; en la actividad que ejercemos sobre los objetos en el mundo exterior.

Cada vez que actuamos así a través de la voluntad en nuestro propio cuerpo, o para efectuar algún cambio en el mundo exterior, nos damos cuenta de ello a través de nuestras ideas –ideas que también tienen cierta calidad de sentimiento. Nuestra conciencia ordinaria sólo percibe el principio y el fin del querer, la intención en forma de idea y, de nuevo, también en la forma de la idea, la conciencia observa nuestros propios movimientos o los del mundo externo que surgen de estas intenciones. Todo lo que existe entre nosotros –cómo nuestras intenciones se transfieren a través del alma a nuestro organismo, cómo el alma despierta al calor físico, el movimiento de la sangre y los músculos que luego producen el acto de voluntad– de todo esto somos tan inconscientes como lo somos de los acontecimientos en el sueño sin sueños.

Si realmente logramos observar lo que sucede, debemos decir que en realidad sólo estamos despiertos en nuestras ideas (nuestra vida conceptual); Soñamos en nuestros sentimientos y dormimos en nuestra voluntad. Nuestro conocimiento de esta disposición es como la experiencia de despertar por la mañana y notar que nuestro organismo de alguna manera se ha recuperado y se ha regenerado. Percibimos los efectos del sueño cuando nos despertamos. Del mismo modo, cuando tenemos la intención de realizar algún acto de voluntad; lo transmitimos inconscientemente en nuestro organismo, donde, como con el sueño, pasa a la actividad y a la acción; Y sólo nos despertamos con nuestra acción y vemos el resultado de lo que ha estado sucediendo dentro de nosotros, de lo que hemos estado completamente inconscientes.

Tal es, en líneas generales, la experiencia del hombre de su propio ser al despertar, soñar y dormir. Después de todo, los sueños que tenemos cuando estamos durmiendo tienen muy poca relación con nuestras ideas. Obedecen a otras leyes diferentes a las leyes lógicas de nuestra vida conceptual. Pero si observamos atentamente las cosas, veremos que en el curso de nuestro sueño, con su maravillosa calidad dramática, tan típica de los sueños, tiene un parecido extraordinario con nuestra vida sentimental.

Si en nuestra vida de vigilia sólo fuéramos capaces de sentir, esos sentimientos no serían en realidad, como las imágenes de nuestros sueños. Porque las cualidades dramáticas, las tensiones, los deseos impulsivos y las crisis de la vida interior, con su agitación emotiva, se manifiestan en nuestros sentimientos de manera tan vaga –o, si se quiere, tan indefinidamente– como lo hacen en nuestros sueños; con la diferencia, de que la base del sueño radica en sus imágenes, mientras que nuestros sentimientos viven en esas experiencias peculiares que describimos en términos de nuestra vida interior. Así, en el estado actual de la conciencia humana podemos incluir nuestros sentimientos y los sueños reales como parte del estado de sueño, y de la misma manera incluyen nuestro sueño voluntario y real sin sueños como parte del estado de sueño.

Sin embargo, debemos darnos cuenta de que lo que ahora describimos como la calidad básica de nuestra conciencia actual ha pasado por un proceso de evolución en un período comparativamente reciente, aunque no nos guste mucho tenerlo en cuenta en nuestra época materialista. Pero no comprenderán los documentos que han sobrevivido al pensamiento humano, ni siquiera de los primeros siglos cristianos, a menos que sepan que la actividad interior de los hombres en aquellos días era muy diferente de lo que vive hoy en nuestras almas como actividad de pensamiento. En particular, sería un completo error psicológico tratar de entender la obra de Escoto Erigena, «De las partes de la naturaleza» (De Divisione Naturae) escrita en el siglo IX, por ejemplo, o los antiguos escritos sobre la alquimia, con el intelecto conceptual que se ha vuelto normal hoy. Simplemente no podemos entender lo que estaban haciendo si empleamos nuestro tipo moderno de pensamiento. Podemos leer las palabras, pero no comprenderemos el significado.

El pensamiento humano desde el siglo XV ha adquirido un carácter particular que puede haberse desarrollado sólo lentamente pero ha alcanzado más o menos ya su punto culminante. Sin embargo, este modo de pensar, que representa la verdadera condición de vigilia del hombre moderno, no es realmente capaz de darle satisfacción alguna. Un hombre puede pensar, y esa es la única experiencia luminosa de su vida despierta. Él puede pensar, y ése es el único medio por el cual él puede dibujar en sus energías internas y establecer los maravillosos resultados de las ciencias. Sin embargo, básicamente, este pensamiento moderno no puede dar al hombre satisfacción a sus anhelos interiores. El hecho es que pierde su propio yo en este pensamiento moderno. Por supuesto, experimenta este pensamiento como el elemento claro de su conciencia, mucho más claro, por ejemplo, que su respiración o circulación sanguínea, que permanecen oscuras en las regiones más profundas de su conciencia. Él siente que éstas también pueden contener alguna realidad, pero duermen a través de esta realidad, y sólo en sus ideas y pensamiento está despierto. Pero entonces, especialmente si está dispuesto a una cierta cantidad de auto-observación, llega a sentir que aunque es sólo en su pensamiento que cumple su ser interior, sin embargo, su verdadero yo está perdido. Y puedo darles dos ejemplos que lea permitirán –espiritualmente, por supuesto– asir con las manos esta pérdida de uno mismo en el pensamiento.

Hay un famoso filósofo de los tiempos modernos, Descartes, que es el creador del famoso dicho, «cogito ergo sum» – pienso, luego existo. Así dice este filósofo. Pero hoy los hombres no piensan y no pueden decirlo. Pues cuando simplemente pensamos algo o lo experimentamos al pensar, no se sigue que ello «es», ni que yo «soy» simplemente porque yo mismo estoy pensando. Para nosotros estos pensamientos son en su mayoría imágenes; pueden ser la cosa más segura en nosotros, pero no captamos ningún «ser» a través de nuestro pensamiento. De nuevo, a menudo decimos que si pensamos algo, eso son «meros pensamientos».

Así también en el caso de Descartes: él quiere «ser» y no puede encontrar otro punto en el cual captar este «ser» del hombre, y así lo busca donde el hombre común ciertamente no lo siente – en el pensamiento. No pensamos en el sueño, pero ¿sigue entonces que no somos? ¿Morimos en la noche y renacemos cada mañana? ¿O existimos entre quedarnos dormidos y despertar? De hecho, las verdades más simples no tienen en cuenta en las visiones actuales del mundo. El pensamiento de Descartes «pienso, luego existo» no se basa en algo interiormente experimentado, sino que es sólo un esfuerzo convulsivo por unirse con la realidad. Ese es el primer punto.

Lo segundo que quiero puntualizar es esto. Además de su pensamiento, del que el hombre moderno está tan orgulloso, tenemos los resultados de la ciencia natural, los resultados de la observación o el experimento. De hecho, éstos no nos ayudan a ver el ser real de las cosas, sino sólo los cambios que se producen en ellas, lo que es transitorio. Y hoy en día la gente considera un pensamiento justificado sólo si se deriva de esta realidad externa, que después de todo revela sólo una manifestación de sí mismo. Así que hemos dejado de comprender por completo nuestro verdadero «ser» en nosotros mismos; nuestro pensamiento está demasiado en el aire. No tenemos la forma de encontrar otra cosa en nosotros que por los métodos que la ciencia aplica a la Naturaleza; Y entonces buscamos nuestro ser real en eso. En consecuencia, el hombre de hoy sólo cree en esa parte de sí mismo que es parte de la Naturaleza. La naturaleza y la forma de existencia asociada con ella se convierten así en una especie de Moloch que priva al hombre moderno de cualquier sentimiento real de su propio ser.

Muchas personas replicarán quizá que no notan nada de eso, y contradicen lo que he dicho. Pero esa es sólo su opinión. Los sentimientos que los hombres modernos tienen, al menos si tienen incluso los elementos de la auto-conciencia, son el resultado del estado de ánimo que acabo de describir. Están encerrados, por decirlo así, dentro de esta experiencia de su propio ser y su relación con el mundo exterior, y luego trasladan la consecuencia de esta condición a su conciencia del mundo. Por ejemplo, pueden observar las estrellas con sus telescopios, espectroscopios y otros instrumentos. Graban lo que muestran estos instrumentos y luego construyen una astronomía y astrofísica puramente espaciales. No se dan cuenta de que simplemente están transfiriendo a los cielos lo que han observado y calculado acerca de las cosas en la Tierra.

Así, supongamos que tengo aquí alguna fuente de luz. Todos admitimos que si me muevo a miles de kilómetros de distancia, la luz se debilitará y tal vez ya no sea visible. Todos sabemos que la fuerza de la luz disminuye con la distancia. La física ordinaria establece la ley de que la gravitación, también, disminuye con el cuadrado de la distancia. Pero la gente no persigue este pensamiento más allá. Pueden demostrar que aquí en la Tierra, la gravedad tiene una magnitud particular y disminuye con el cuadrado de la distancia, porque viven en la Tierra y establecen leyes de la Naturaleza y verdades válidas para la Tierra y las construyen en un sistema. Donde la gravedad tiene una magnitud definida, estas leyes son verdaderas. La fuerza de la gravedad disminuye, pero también lo hace la verdad. Lo que era verdad para la Tierra deja de ser verdad si lo continuamos hacia el Universo. No tenemos más derecho a considerar las conclusiones de la física y la química como aplicables a todo el Universo de lo que tenemos que suponer que la gravedad terrena es válida en todo el Cosmos. Las verdades que gobiernan en las esferas celestiales no pueden tratarse de la misma manera que las que se mantienen en la Tierra. Por supuesto, decir este tipo de cosas hoy en día se considera altamente paradójico – incluso de locos. Pero nuestra conciencia general está tan sólidamente encerrada en la actualidad que hasta el más mínimo comentario que pueda atravesar el caso inmediatamente aparece extraño. Los hombres modernos están tan completamente atados a la Tierra que su conocimiento, incluso a veces sus reflexiones, nunca pasan más allá de lo que experimentan en la Tierra. Y se ocupan del tiempo cósmico exactamente como si se tratara del espacio cósmico.

Estaba especialmente impresionado con todo esto recientemente. (A menudo he discutido este tipo de verdades entre los antropósofos y lo que estoy diciendo ahora es sólo una repetición basada en un ejemplo particular.) Esto me impactó con una fuerza particular cuando fui invitado por nuestros amigos antropósofos ingleses a dar un curso de conferencias en Penmaenmawr en la segunda mitad de agosto[1]. Penmaenmawr está en País de Gales, donde la isla de Anglesey se encuentra en la costa oeste de Gran Bretaña. Es realmente una región extraordinaria que demuestra que hay geografías muy diferentes sobre la superficie de la Tierra de las que encontrarán elaboradas en los libros de texto, incluso para los estudiantes más avanzados.

Normalmente pensamos que es más que suficiente si una descripción geográfica incluye el carácter de la vegetación, la flora y la fauna, y además la basamos en la naturaleza geológica y paleontológica de la región. Pero la Tierra muestra diferencias de una naturaleza mucho más interior que cualquiera que se encuentre ordinariamente en obras geográficas. Así, en Penmaenmawr, donde se celebraron esas conferencias, sólo hay que recorrer una distancia corta, una milla más o menos en las montañas, y por todas partes se pueden encontrar los restos de los antiguos cultos druidas, círculos de piedra caídos de un género simple. Por ejemplo, las piedras se juntan para encerrar un pequeño espacio y se cubre con otra piedra para formar una pequeña cámara, donde la luz del sol podría ser eclipsada, dejando la cámara en la oscuridad. No discuto que tales cromlechs sirvieran también como lugares de entierro, porque en todo momento los centros de adoración más importantes se han establecido sobre las tumbas de los compañeros. Pero aquí, incluso con estos simples cromlechs, tenemos algo más, como lo indican los llamados círculos druidas.

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Penmaenmawr

Fue una experiencia maravillosa cuando fui un día con un amigo a una de estas montañas en Penmaenmawr, en la que todavía se ven los escasos restos de dos círculos semejantes muy próximos uno del otro. Incluso hoy en día se puede ver desde la posición de las piedras que una vez hubo doce de ellas, y si uno quiere descubrir su propósito deben ser observadas de cerca. Ahora bien, mientras el sol sigue su curso a través del Cosmos, ya sea durante un día o durante un año, una sombra muy específica es arrojada debajo de cada piedra; Y la trayectoria del sol podía ser trazada siguiendo cómo cambia la sombra en el curso de un día o de un año. Todavía somos sensibles a la luz hoy, especialmente si la luz se asocia con el calor o el calor con la luz. La conciencia actual también puede notar la diferencia entre la luz del verano y el sol de invierno, ya que en verano estamos cálidos y fríos en invierno; Y también podemos notar diferencias más sutiles. Pero, ustedes pueden ver las mismas diferencias que podemos notar en una manera tan obvia en la luz, cuando sentimos calor o frio se puede percibir también en la sombra. Hay una diferencia entre el sol de octubre y el sol de julio o de agosto, no sólo en la dirección, sino en la calidad de la sombra. Uno de los deberes de los druidas era desarrollar una facultad especial para percibir esta calidad de la sombra, para percibir, digamos, el peculiar entremezclamiento de un tono rojo en la sombra de agosto o azul en la de noviembre o diciembre. Así, los druidas fueron capaces, por el entrenamiento que recibieron, de leer el curso diario y anual del sol en las sombras. Todavía podemos ver a partir de esos restos que una de las tareas que emprendieron fue algo de este tipo. Había muchas otras cosas que pertenecían a este culto: un ritual del Sol, que, sin embargo, no era una mera abstracción, ni siquiera la abstracción que vemos en la devoción y reverencia. Sin menospreciar la devoción y la reverencia, sería un completo error creer eso. Pero la devoción y la reverencia no eran en este caso lo esencial, porque el culto incluía algo muy diferente.

Tome un grano de trigo o centeno. Debe ser plantado en la Tierra en un momento particular del año, y es malo que se siembre en un momento inapropiado. Cualquiera que tenga el conocimiento exacto de estas cosas es muy consciente de que hay una diferencia si una semilla se siembra unos días antes o después. Hay otras cosas de este tipo en la vida humana. La gente que vivió hace unos tres mil años en la región donde floreció el culto druida llevaba una vida extremadamente simple. La agricultura y la ganadería eran las principales ocupaciones. Pero podemos preguntarnos cómo sabían cuándo sembrar y cosechar de la mejor manera, o cuándo debían atender a los muchos otros trabajos que la naturaleza requiere en el transcurso de un año. Hoy en día, por supuesto, tenemos calendarios de agricultores que le dicen al granjero que tal trabajo tiene que hacerse en tal y tal día y lo dicen muy inteligentemente. En nuestros días, con nuestro tipo de conciencia, esta información puede catalogarse y leerse desde la página impresa. No pensamos en ello, pero el hecho es que no había nada de eso, ni siquiera la forma más primitiva de leer y escribir, en los días en que la religión druida estaba en su apogeo. Por otro lado, los druidas podían entrar en uno de estos círculos de piedra y observando la sombra podían proclamar, por ejemplo, que durante la próxima semana los agricultores deben emprender tal o cual obra, o que los toros se presenten al rebaño en el momento adecuado para el apareamiento de las vacas. Los druidas estaban equipados para leer en el Cosmos; Utilizaron los signos producidos por aquellos monumentos de los que hoy tenemos tan escasos restos, y podían leer de ellos la información que el sol les daba de lo que se podia hacer en la Tierra.

La constitución del alma era, de hecho, muy diferente, y sería una seria vanidad de nuestra parte si, sólo porque somos capaces de este poco de lectura y escritura, subestimáramos el arte que permitía establecer el trabajo y las actividades requeridas en la Tierra a través de estas revelaciones de los cielos. En lugares como Penmaenmawr nos vemos obligados a recordar muchas otras cosas, también, que la Ciencia Espiritual está peculiarmente calificada para investigar.

A menudo he señalado en los círculos antroposóficos cómo los pensamientos ordinarios son inadecuados para captar lo que la Ciencia Espiritual puede investigar y cómo debemos concebirla en las Imaginaciones. Supongo que todos ustedes saben lo que he dicho sobre las Imaginaciones en mi libro «Como se adquiere el Conocimiento de los Mundos Superiores». Son estas Imaginaciones y no nuestras ideas ordinarias las que debemos tener en nuestras almas cuando describimos las cosas sobre la base de alguna observación espiritual inmediata y no de la percepción exterior de los sentidos. Los relatos genuinamente científico espirituales que se nos dan en nuestras conferencias antroposóficas tienen su origen en Imaginaciones de ese tipo.

Ahora bien, estas Imaginaciones son mucho más vivas que los pensamientos abstractos ordinarios, que no nos dan una idea de lo que es la realidad, sino sólo imágenes de ella. Las imaginaciones, por otra parte, pueden ser sostenidas por el pensamiento activo, de la misma manera que podemos asir mesas y sillas. Estamos mucho más vigorosamente impregnados por la realidad cuando nuestro conocimiento proviene de las Imaginaciones y no de los conceptos abstractos. Quien habla sobre la base de las Imaginaciones siempre las tiene delante de él como si estuviera describiendo algo escrito, sin embargo, no con esos signos terriblemente abstractos que constituye nuestra escritura, sino con imágenes cósmicas.

Ahora, ¿cuál es la posición con respecto a estas Imaginaciones aquí en nuestro distrito? Cualquier persona que los conoce sabe también que es bastante fácil de alcanzar, bastante fácil de formar. Si tiene un sentido de responsabilidad al describir algo a través de la Ciencia Espiritual, permitirá que estas Imaginaciones surtan efecto –es decir, que las inscriban en el espíritu– sólo cuando las haya meditado mucho y las haya probado a fondo. Nadie que hable del mundo espiritual con un sentido pleno de responsabilidad tiene una lengua fácil. Sin embargo, podemos decir que en distritos como el nuestro aquí es relativamente fácil inscribir estas Imaginaciones, pero son igualmente fáciles de borrar. Si en distritos como este creamos un contenido espiritual en Imaginaciones –no puedo decirlo de otra manera– lo que encontramos es como escribir algo e inmediatamente después borrarlo. Pero allí en Gales, donde la tierra y el mar se encuentran y las mareas fluyen y fluyen cada día, donde el viento sopla a través de uno –por ejemplo en el hotel donde estábamos no sólo podía sentir el viento soplando en las ventanas, cuando uno caminaba sobre la alfombra era como caminar sobre un mar agitado debido al viento que soplaba debajo de la alfombra– donde además la naturaleza esta tan llena de vida y tan alegre que se pueden conseguir alternancias casi cada hora de lluvia y de sol, entonces en verdad puedes ver cómo la Naturaleza se reveló a los sacerdotes druidas –o podría decir los eruditos druidas, porque sería lo mismo– cuando la miraban desde la altura de su montaña. ¿Cómo apareció entonces la Tierra al ojo espiritual del druida cuando los cielos tenían el carácter que acabo de describir?

Esto es muy interesante de observar, aunque sólo se darán cuenta plenamente si pueden captar la calidad geográfica particular del lugar. Allí tienes que esforzarte mucho más vigorosamente si quieres construir Imaginaciones que, por ejemplo, aquí. Allí, son mucho más difíciles de inscribir en la atmósfera astral. Por otro lado, son más permanentes y no se extinguen tan fácilmente. Te das cuenta de cómo escogieron estos antiguos druidas para sus centros de culto más importantes, aquellos lugares en los que lo espiritual, al acercarse a la humanidad, se expresa hasta cierto punto en la calidad del lugar. Aquellos círculos druidas que visitamos –bien, si hubiéramos subido en un globo y mirado hacia abajo desde arriba en los círculos más grandes y pequeños, ya que aunque están a cierta distancia no se notaría cuando se está una cierta altura por encima de ellos– Los círculos habrían aparecido como el fondo del Goetheanum que ha sido destruido por el fuego. Es un lugar maravillosamente situado! A medida que sube las alturas, tiene amplias vistas sobre la tierra y el mar. A continuación, se llega a la cima y los círculos druidas se encuentran ante uno –allí donde la colina está ahuecada, pues se encuentra en un anillo de colinas, y dentro de este anillo de colinas están los círculos druidas. Fue allí donde el druida buscó su ciencia, su conocimiento, su sabiduría; Allí buscó su sabiduría del Sol, pero también su sabiduría de la Naturaleza.

A medida que el Druida penetraba en la relación entre lo que veía en la Tierra y lo que fluía desde los cielos, vio todos los procesos de crecimiento vegetal y la vegetación de una manera muy diferente de la forma en que aparecen en nuestro pensamiento abstracto de los días posteriores. Si podemos captar correctamente la verdadera calidad del sol, por un lado los rayos físicos que entran en nuestros ojos, por el otro la sombra con sus diversas gradaciones, nos damos cuenta de que la esencia espiritual del Sol vive en los diversos grados de sombra. La sombra impide que los rayos físicos del sol alcancen a otros cuerpos, mientras que lo espiritual penetra más  profundamente. En los cromlechs que os he descrito, se separa un pequeño y oscuro lugar. Pero es sólo la luz física la que no puede penetrar allí; Su actividad penetra, y el druida, poco a poco a través de esta actividad llegó a estar impregnado por las fuerzas secretas de la existencia cósmica, entró en los secretos del mundo. Así, por ejemplo, se le revelaron las acciones del sol en las plantas; podía ver que un tipo particular de vida vegetal florece en un momento particular cuando el sol está activo de una manera particular. Podía rastrear la actividad espiritual del sol y ver cómo se derrama y fluye en la flor, la hoja y la raíz; Y lo mismo sucedía con los animales. Y mientras él era capaz de reconocer interiormente la actividad del sol, también comenzó a ver cómo otras actividades del Cosmos, por ejemplo, las de la luna, se vierten en ellas. Podía ver que el efecto del sol era promover el crecimiento brotando, con una tendencia al alza, y por lo tanto sabía que si una planta que crece en el suelo se expusiera sólo al sol, crecería sin fin. El sol brinda vida floreciente y exuberante. Si esta vida es verificada y reducida a la forma, si las hojas, la flor, la semilla y el fruto asumen una forma específica, si lo que se esfuerza hacia el infinito es variadamente limitado, todo esto tiene su origen en las actividades de la luna. Y éstas se encuentran no sólo en la luz reflejada del sol, pues la luna refleja todas las influencias, y éstas a su vez se pueden ver en el crecimiento de la planta de su raíz y también en lo que vive en la propagación de los animales, y así sucesivamente.

Tomemos un caso particular. El Druida observa la planta en crecimiento; Observa de una manera más viva lo que, más tarde, Goethe observó más abstractamente en su idea de la metamorfosis. El druida veía las fuerzas solares que fluían hacia abajo, pero también veía las fuerzas solares reflejadas en todo lo que da forma a la planta. En su ciencia natural vio la actividad combinada del sol y la luna en la raíz, que está totalmente dentro de la Tierra y tiene la función de absorber las sales de la Tierra de una manera particular. Podía ver que la acción del sol y la luna era muy diferente en la hoja, que sale de la Tierra y presiona hacia el aire. De nuevo, vio una acción diferente sobre la flor, que empuja hacia adelante a la luz del sol. Podía ver como una unidad la actividad de la Tierra; para él, el crecimiento de las plantas y el del animal eran también una unidad.

Por supuesto, su vida allí fue justo lo que experimentamos, con los vientos que la rodean, algo que puede revelar mucho sobre la estructura de la región, con las peculiares condiciones climáticas que se manifiestan tan vívidamente en ese distrito. Así, por ejemplo, al comienzo de una de nuestras actuaciones de Euritmia que tuvo lugar en una sala de madera, la audiencia se sentó con sus paraguas, porque justo antes de la actuación hubo un fuerte aguacero que todavía continuaba cuando empezó la actuación. Las cortinas estaban bastante mojadas! Esta asociación íntima con la naturaleza que todavía se puede experimentar hoy fue, por supuesto, también experimentada por los druidas. La naturaleza no es tan dura; Casi le abraza a uno. Realmente es una experiencia encantadora. Casi puedo decir que uno está atraído y acompañado por la actividad de la Naturaleza; Uno parece ser parte de ella. Incluso conocí a gente que sostenía que no es necesario comer allí, que uno puede ser alimentado por esta misma actividad de la Naturaleza.

El Druida vivió entonces con su Iniciación Solar dentro de esta actividad de la Naturaleza y vio como la unidad que he descrito del sol y la luna mediaban a través de su actividad en la Tierra, en el crecimiento de la planta, en el crecimiento de la raíz, de la hoja y de la flor; Y todo esto no en forma de leyes abstractas como ahora, sino de seres elementales vivientes. Diferentes seres elementales del sol y de la luna estaban activos en la raíz, en la hoja y en la flor. También podía seguir la pista en los reinos más amplios de la Naturaleza lo que esta tan benéficamente diferenciado en la raíz, la hoja y la flor. A través de sus dones imaginativos podía ver a los pequeños seres elementales restringidos a los límites estrechos de la raíz, y sabía que lo que vive de forma benéfica en la raíz puede desatarse y expandirse a lo gigantesco. Así él vio tanto las actividades de la Naturaleza a gran escala como las pequeñas actividades de la planta elevándose a un poder gigantesco.  Y tal como hablaba de los seres elementales de la raíz de la planta, también podía hablar de cómo estos seres de la raíz se expandían de un modo cósmicamente irregular, manifestándose en la formación de escarcha, rocío y granizo. Por un lado, hablaba de los seres de las raíces que eran activos y benéficos, y por de los gigantes de las escarchas y el hielo, que son estos seres raíces crecidos a un tamaño gigantesco.

De nuevo, habló de las actividades elementales en la hoja de la planta, que se impregnan de las fuerzas del aire; delineados en los espacios lejanos de la Naturaleza y entonces veía que si lo que vive en la hoja se liberara y se desatara más allá de sus propios límites en las distancias de la Naturaleza, se manifestaría en el surgimiento de los vientos. Los gigantes del viento y de la tormenta son los seres elementales de la planta crecida más allá de su tamaño. Y el elemento que destila en la flor los aceites etéricos con su calidad fosfórica, si se libera, se manifiesta como los gigantes del fuego, a los que, por ejemplo, pertenece Loki. Por lo tanto, en esta Ciencia del Sol y de la luna, el druida veía como una unidad tanto aquello que vive en el estrecho espacio restringido de la planta como aquello que se libera y vive en el viento y el clima.

Pero todavía fue más lejos. Se dijo a sí mismo: «Cuando lo que vive en la raíz, la hoja y la flor está contenido dentro de los límites establecidos deseables por los dioses buenos, resulta el crecimiento normal de la planta. Si aparece la escarcha, esa es la obra de los seres opuestos: entonces los seres elementales que crecen en estos poderes de oposición, crean los aspectos dañinos y devastadores de la Naturaleza. Ahora como ser humano puedo hacer uso de las actividades devastadoras de los seres que se oponen a los dioses; puedo recolectar la escarcha de la manera apropiada y los productos de la tormenta y lo que queda atrapado con el surgimiento del viento y la lluvia. Puedo hacer uso de esas fuerzas gigantescas para mis propios fines quemando la planta, por ejemplo, y reduciéndola a cenizas, a carbón vegetal, etc. Puedo tomar estas fuerzas, y usar el hielo, el granizo, la lluvia y otras cosas semejantes, que los gigantes del fuego controlan –cosas que son la expresión de fuerzas que han crecido hasta una inmensidad dañina– puedo proteger el crecimiento normal de la planta. Puedo arrebatarles todo esto a estos gigantes y tratar con ello a las plantas normales y aplicando estas fuerzas de las potencias opuestas puedo hacer medicinas curativas con las buenas fuerzas elementales que han permanecido dentro de sus propios límites».  Y ésta era de hecho una de las maneras de hacer medicinas de las plantas, empleando la escarcha, la nieve y el hielo o por el uso del fuego y de las calcinaciones. El Druida sentía que era su trabajo tomar lo que fuera dañino de los gigantescos poderes y restaurarlo al servicio de los dioses buenos. Podemos rastrear estas cosas de muchas maneras diferentes.

¿Ahora, por qué estoy pasando el tiempo con esto?. Quiero usarlo como ejemplo –y cito este particular porque creo que el curso de Penmaenmawr fue un acontecimiento muy importante en la historia del Movimiento Antroposófico– para mostrar cómo la conciencia del hombre y toda su constitución anímica eran muy diferentes en un momento no muy lejano del presente. Con su conciencia actual el hombre no puede darse cuenta de lo que vivió en la conciencia de esta antigua humanidad. Y lo que he dicho de esa antigua humanidad también podría decirse de otros pueblos. Allí podemos vislumbrar una constitución de alma muy diferente. Los hombres en aquellos días no tenían idea de lo que experimentamos como pensamientos abstractos. Todo su pensamiento era más onírico, y no vivían dentro de ideas y conceptos tan acentuados como lo hacemos hoy. Vivían en sueños mucho más intensos y vivos, más llenos de sustancia; Y de hecho su vida de vigilia era realmente una especie de continuación de sus sueños. Así como hoy en día vivimos en una alternancia del dormir o sueño sin sueños y las ideas abstractas de nuestra vida de vigilia, ellos alternaban entre esa vida cotidiana de ensueños y el sueño sin sueños que no era totalmente como el nuestro. Al despertar sentían que aún quedaba algo del sueño, algo que les proporcionaba una especie de alimento anímico que habían absorbido durante el sueño y que aún podían sentir el sabor posterior del sueño en todo su organismo. Había una tercera condición que ya no ocurre en la conciencia humana, una sensación de estar rodeado por la Tierra, y cuando el hombre se despertaba, sentía no sólo que había estado dormido –de lo cual mantenía un retrogusto– sino que había sido recibido en una especie de tumba por las fuerzas de la gravedad, que la gravedad lo había encerrado, y estaba, por así decirlo, en el abrazo de la Tierra.

Ahora, tal como podemos describir nuestros actuales estados de conciencia como despertar, soñar y dormir, debemos decir que en una determinada etapa del pasado estaban los tres estados de soñar, dormir y estar rodeado por la Tierra. Puesto que todo lo que evoluciona en el transcurso de la historia tiene algún tipo de relación con el presente, encontramos almas humanas en las que, durante una vida terrenal posterior, aparece algo peculiar como un verdadero recuerdo de épocas anteriores, algo relacionado con su anterior vida terrena. Hombres como estos muestran  lo que en la propia época es anormal, pero que esta como una memoria viva de sus almas. Ejemplos de esto fueron Jacob Boehme y Swedenborg, y en tales espíritus algo conectado con la evolución humana se ilumina en la humanidad contemporánea desde un pasado muy lejano.

Mañana diré más sobre las cualidades especiales de la visión de Boehme y Swedenborg; esto nos ayudará a entender el pasado de la humanidad y también los tres estados futuros de la conciencia.

Traducido por Gracia Muñoz en Agosto de 2017

[1] La Evolución del Mundo y de la Humanidad. 13 conferencias, 19 – 31 de agosto de 1923. (Edición revisada en preparación, 1966.) El título del texto alemán en la edición del Centenario completo es: Iniciaciones-Erkenntnis. Die geistig und physische Welt- und Menschheitsentwicklung in der Vergangenheit, Gegenwart und Zukunft vom Gesichtspunkte der Anthroposophie.