GA159. Las cuatro grandes virtudes

Rudolf Steiner – Zürich 31 de enero de 1915

English version

Nuestra ciencia espiritual tiene la tarea de eliminar de nuestra conciencia —de hecho, de toda nuestra vida interior— la brecha que existe entre nuestra conciencia humana exterior dirigida al mundo físico, donde el hombre vive entre el nacimiento y la muerte y el mundo espiritual donde el hombre vive la otra parte de la totalidad de su existencia, el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Para alguien que vive la ciencia espiritual con cada fibra de su alma, esto es bien conocido, e incluso obvio. Podemos  decir además que en momentos como éste se torna en algo particularmente sagrado. A través de los graves hechos de la guerra hemos perdido en muy poco tiempo unos cuantos queridos amigos y miembros, y otros están a punto de acompañarles en sus últimos pasos por la Tierra. Mañana por la mañana a las once tendremos aquí en Zürich la cremación de un querido miembro, la señora Dr. Colazza, y acabamos de escuchar que nuestro querido amigo Fritz Mitscher murió esta tarde alrededor de las cinco, cerca de Davos. Con estos dos miembros, almas queridas que han dejado el plano físico;  la ciencia espiritual nos ha mostrado el camino para entender en un sentido mucho más elevado que dichas almas no se pierden, sino que permanecemos unidos con ellas.

Contamos con un número considerable de almas que pertenecen a nuestro movimiento y que han pasado a través del portal de la muerte. Y a partir de las fuentes de las que fluye hacia nosotros el conocimiento del espíritu, se puede decir que estas almas se han convertido en fieles compañeros que trabajan con nosotros desde el mundo espiritual, cada uno según le compete. Con la plena responsabilidad con la que esto se puede decir, teniendo una base firme en el conocimiento espiritual, puedo afirmar que con ellos hemos cimentamos los pilares que sostienen nuestro movimiento espiritual. Muchos de los que han pasado por el portal de la muerte trabajaron dentro de nuestro movimiento espiritual,  y ahora lo contemplan y sobre el dirigen su amor. Durante el periodo entre el nacimiento y la muerte permanecieron unidos a la aspiración que se representa en nuestro círculo. Ellos han dejado algo tras de sí en nuestra sociedad, y lo llevan en sí mismos en su camino entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Así como podemos mirar hacia atrás en el mundo de la naturaleza que nos rodea, podemos hacerlo con nuestra vida física a partir de ese momento, que podemos comparar con el nacimiento del hombre. Inmediatamente después de la muerte, el hombre entra en una condición que puede ser comparada con la vida embrionaria, con la vida dentro del cuerpo materno, excepto que este periodo en la vida después de la muerte se puede contar en días, y es mucho más corto que la vida embrionaria en relación a la vida física. Luego sigue lo que puede ser comparado con el nacimiento en el mundo físico, con la primera respiración. A esto lo podemos llamar el despertar en el mundo espiritual; se tiene la percepción de que la voluntad del alma que ha pasado por el portal de la muerte es recibida por los seres de las jerarquías más elevadas. Al igual que el ser humano que entra en el mundo físico a través de su madre se encuentra preparado para recibir el aire exterior despertando gradualmente sus sentidos, de la misma manera llega un momento después de la muerte, donde el alma siente que el poder de su voluntad —que durante la vida física estaba confinada en los límites del cuerpo físico—  ahora fluye hacia el universo. Y siente cómo es recibida por los seres de la jerarquía más próxima, la jerarquía de los Ángeles. Esto es semejante a una primera respiración en el mundo espiritual y al crecimiento gradual en el ambiente espiritual; la experiencia espiritual nos lo muestra.

Me gustaría hablar del destino de aquellos que en el transcurso de los años, han dejado el plano físico. Quisiera mirar a los que se han unido a nuestro movimiento espiritual aquí, y que informan a las almas humanas que aún están encarnadas sobre las condiciones en que ellos viven. Ser capaz de relacionarse así en la memoria de la vida terrenal es algo que incluso aquí, en el mundo físico pertenece ya al mundo espiritual. Para aquellos que han pasado por el portal de la muerte esto es algo infinitamente precioso y significativo cuando, como un afluente de río, pueden fluir por la corriente que va hacia ellos desde el mundo físico y que tiene su origen en lo que experimentaron en nuestro movimiento —la corriente de los pensamientos de quienes están  vinculados a ellos por amor o por lazos familiares— entonces la comunidad une mucho más  de lo que  podría llegar a estarlo  en nuestros tiempos materialistas pues esta basada en relaciones espirituales.

Podemos decir: más de uno de los que han atravesado temprano el portal de la muerte hacia el mundo espiritual, da la impresión de que lo hubieran hecho desde un íntimo amor por nuestro movimiento espiritual, con el fin de poder ayudar teniendo mayores fuerzas desde mundo espiritual. Entre un número considerable de los que han cruzado el umbral, vive en sus almas una sensación maravillosamente clara sobre las necesidades de nuestro movimiento espiritual. Para el que puede mirar en el mundo espiritual a todos los que han pasado por la puerta de la muerte, y ahora miran hacia abajo al movimiento con el que estaban conectados, son como mensajeros espirituales de nuestro movimiento. Llevan sus normas ante nosotros, y nos dicen constantemente: estábamos convencidos de la necesidad de este movimiento mientras convivimos con vosotros. Pero ahora que hemos ingresado en el mundo espiritual, sabemos que podemos ayudar y cómo hacerlo en un momento en el que este movimiento es necesario.

Esto es algo que para quienes permanecen aquí en el plano físico se hará cada vez más perceptible al perder a las personas queridas. Para ellos, lo que se ha dicho puede darles el consuelo más profundo, porque encuentran aquí todo lo que puede generar una conexión aún más profunda entre las almas con las que ya no podemos conectarnos en el ámbito de la manifestación externa, a través de los ojos y palabras físicas.

Este movimiento espiritual, del cual somos parte, ha de generar algo de magnitud. Hoy me gustaría tocar un capítulo en particular. En un tiempo como el nuestro, en el que la civilización —a pesar de los últimos ecos de las antiguas religiones— se basa completamente en una conciencia materialista, sólo puede desarrollar los impulsos de la vida moral de una manera tal que únicamente reconoce la vida entre el nacimiento y la muerte. Entre las muchas cosas que deberían tener lugar en nuestro movimiento espiritual, una de ellas sería el desarrollo de un nueva vida moral de la humanidad. Puesto que  los hombres tendrán que aprender a considerar la vida moral desde un punto de vista que se extiende más allá del nacimiento y la muerte y que reconoce el hecho de que el alma humana pasa a través de vidas consecutivas a la Tierra  y que el alma que portamos en nosotros entre el nacimiento y la muerte ha pasado ya por muchas otras vidas, y puede esperar otras vidas futuras. Cuando extendemos nuestra visión de una sola vida a una serie de vidas sucesivas, obtenemos una comprensión más amplia de nuestra existencia y una comprensión más sólida de lo que es la virtud y la moral.

Cuando hablamos de las virtudes humanas podemos distinguir cuatro de ellas que se pueden describir en el lenguaje de uso común. Hay otra virtud, que como indicare más adelante vive en las profundidades del alma humana y de la cual debemos hablar lo menos posible —como veremos—  por razones sagradas. Todas las otras virtudes que existen en la vida y que en su conjunto constituyen la moral, pueden considerarse como ejemplos particulares de las cuatro virtudes que vamos a considerar, cuatro virtudes de las cuales la antigüedad  especialmente tenía mucho que decir.

Platón, el gran filósofo de la antigua Grecia, distingue estas cuatro virtudes en particular, porque fue capaz de tomar su sabiduría de los ecos de los antiguos Misterios. Bajo la influencia de los Misterios, Platón pudo distinguir las virtudes mucho mejor que los filósofos posteriores y los de nuestra época, donde la sabiduría de los Misterios se ha vuelto tan remota y caótica.

La primera virtud que vamos a considerar, si hablamos de moralidad a partir de un conocimiento integral de la naturaleza humana, es la virtud de la Sabiduría. Pero esta Sabiduría debe entenderse en un sentido más profundo de lo que se suele hacer, más en relación con la ética.

La Sabiduría no es algo que llega al hombre por sí misma; menos aún se puede aprender en el sentido corriente. No es fácil describir cuál debería ser su significado. Si pasamos por la vida de tal manera que los acontecimientos actúan en nosotros y aprendemos de ellos, considerando cómo podríamos haber hecho esto o aquello más adecuadamente, cómo podríamos haber usado nuestras capacidades con más fuerza y eficacia  —si estamos atentos a todo en la vida, de manera que cuando nos encontramos por segunda vez con una experiencia similar podemos tratarla con mas tiento al habernos beneficiado con la primera experiencia— entonces nuestra Sabiduría se acrecentará. Si preservamos a lo largo de la vida un estado de ánimo capaz de aprender de ella, de poder considerar todo lo que nos trae la naturaleza y la experiencia de tal manera que aprendemos de ella, no simplemente acumulando conocimiento sino haciéndonos interiormente mejores y más enriquecidos, entonces hemos recogido la Sabiduría y lo que hemos experimentado no ha sido inútil para nuestra vida anímica.

La vida será inútil para nosotros si pasan décadas y todavía seguimos juzgando  algo que hemos experimentado de la misma manera que lo hicimos anteriormente. Si atravesamos la vida de esa manera, nos estamos alejando de la Sabiduría. El karma nos puede haber confrontado  en la juventud con algo que nos enfureció y condenamos tal o cual acción humana. Si mantenemos esta actitud, estamos haciendo un mal uso de nuestras vidas. La usamos bien si, suponiendo que en nuestra juventud formamos juicios severos, en una etapa posterior de la vida ya no lo juzgamos con dureza sino con la comprensión y el perdón, si hacemos el esfuerzo de querer comprender. De mantener el carácter que desde el nacimiento se irrita por alguna cosa y nos despierta una ira furiosa y  a medida que envejecemos ya se va desvaneciendo el enojo de nuestra juventud, ya no sentimos ira y nos hemos vuelto más tolerantes —entonces hemos usado la vida de acuerdo con la Sabiduría. Si éramos materialistas en nuestra juventud pero despues nos permitimos experimentar lo que nuestro tiempo nos puede traer como revelaciones del mundo espiritual, entonces hemos usado nuestra vida de acuerdo con la Sabiduría. Si nos cerramos a las revelaciones del mundo espiritual, no estamos usando nuestra vida de acuerdo con la Sabiduría.

Para enriquecernos de esta manera y alcanzar un horizonte más amplio, podemos hacer uso de la vida de acuerdo con la Sabiduría. Lo que la ciencia espiritual nos propone es capaz de ayudarnos a abrirnos hacia la vida  a fin de ser más sabios. La Sabiduría es algo que se opone fuertemente al egoísmo humano. La Sabiduría es algo que siempre cuenta con el curso de los acontecimientos universales. Nos dejamos instruir por el curso de los acontecimientos universales porque esto nos libera del juicio estrecho establecido por nuestro ego. Fundamentalmente, un hombre sabio no puede juzgar de manera egoista; porque si uno aprende del mundo y crece en entendimiento sobre el mundo, entonces permite que el juicio sea corregido por el mundo.  Así la Sabiduría nos aleja de la visión estrecha y limitada y nos pone en armonía con nosotros mismos. Se podría describir mucho más para formar gradualmente una imagen de la Sabiduría. No debemos intentar una definición de tales ideas, sino mantener nuestros corazones abiertos con el fin de crecer más sabios, incluso en Sabiduría.

Aquí en el mundo físico, para todo lo que el hombre debe experimentar en la vida de vigilia debe usar los instrumentos de la naturaleza externa física y etérica. Entre el nacimiento y la muerte estamos fuera de nuestro cuerpo físico y etérico con nuestro ser anímico, es decir el Yo y el cuerpo astral, durante nuestros períodos de sueño. En nuestra condición consciente y despierta usamos como instrumentos nuestros cuerpos físico y etéreo. Cuando nos imbuimos de Sabiduría, cuando intentamos vivir acorde a la Sabiduría en la acción y  el pensamiento, en los sentimientos y las percepciones, utilizamos los órganos de nuestros cuerpos físicos y etérico que son, por así decirlo, los más perfectos en nuestra vida terrenal. Órganos que se han desarrollado durante un período más largo, que fueron preparados en A. Saturno, A. Sol y A. Luna y que forman parte de nuestras vidas como una herencia, habiendo alcanzado una cierta culminación.

Me gustaría darles desde otro punto de vista, una idea de lo que puede ser entendido por los órganos más o menos perfectos. Tomemos por un lado nuestro cerebro. El cerebro no es el órgano más perfecto, pero aún podemos decir que es más perfecto que otros órganos, por ello ha necesitado más tiempo para su evolución. Podemos comparar el cerebro con nuestro torso, al cual pertenecen nuestras manos. Cuando tenemos la intención de hacer algo con nuestras manos, generamos el pensamiento: yo extiendo mi mano, tomo el vaso, y retiro la mano. ¿Qué he hecho? Extendí la mano no sólo física, sino también la etérica, la mano astral y una parte de mi Yo; la parte física fue con ellos.

Si sólo pienso, la conciencia clarividente puede ver cómo algo a modo de brazos espirituales se extiende  desde la cabeza, pero el cerebro físico permanece dentro del cráneo. Así como mi mano etérica y astral pertenecen a mi mano física, algo etéreo y astral pertenece al cerebro. El cerebro no puede seguirles, pero las manos pueden seguir. En un tiempo futuro las manos se fijarán  y sólo podremos mover su parte astral. Las manos están en camino de convertirse en lo que hoy ya es el cerebro. En épocas anteriores, durante los antiguos períodos del Sol y de la Luna, lo que hoy se extiende desde el cerebro como algo que es sólo espiritual, todavía estaba acompañado por el órgano físico. El cráneo lo ha cubierto ahora, de modo que el cerebro físico se mantiene firme dentro de él durante la evolución de la Tierra. El cerebro es un órgano que ha pasado por más etapas de evolución. Las manos están en el camino de llegar a ser similares al cerebro, ya que el hombre en su totalidad está en camino de convertirse en un cerebro. Así, hay órganos que son más perfectos, y que han evolucionado hacia algo más contenido  en sí mismo, y otros que son menos perfectos. Los órganos más perfectos se usan para aquello que obtenemos por medio de la Sabiduría. Nuestro cerebro común y corriente es realmente usado sólo como instrumento para la forma más inferior de la Sabiduría, la inteligencia terrenal. Cuanto más adquirimos Sabiduría, menos dependemos de nuestro cerebro, más actividad se retira (algo desconocido para la anatomía externa) a nuestro cerebelo, a ese cerebro más pequeño encerrado en nuestro cráneo que semeja a un árbol. Cuando nos hemos vuelto sabios, cuando nos hemos convertido en Sabiduría, nos encontramos de hecho bajo un «árbol», que es nuestro cerebelo y que luego comienza a desplegar su actividad.

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Imaginad cómo un hombre que ha llegado a ser especialmente prudente extiende los órganos de su Sabiduría poderosamente, como las ramas de un árbol. Se originan en el cerebelo, que se mantiene dentro de la cubierta dura del cráneo; pero los órganos espirituales se extienden lejos, y el hombre entonces está bajo el árbol, el árbol de Bodhi, en la realidad espiritual.

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Y así vemos también que lo que hacemos con Sabiduría es lo más espiritual de nosotros, o al menos pertenece a lo más espiritual, porque los órganos ya están en reposo. Si hacemos algo con nuestras manos, debemos usar parte de nuestra fuerza en el movimiento de la mano. Si formamos un juicio sabio o decidimos algo sabiamente, los órganos permanecen en reposo, la fuerza ya no se usa sobre el órgano físico. Allí somos más espirituales; esos órganos que utilizamos en el plano físico para el desarrollo de la Sabiduría, son aquellos en los que necesitamos usar la menor cantidad de energía —en ese sentido son los más perfectos.

De este modo la Sabiduría es algo en la vida moral que permite a los hombres experimentarse a sí mismos de una manera espiritual. Está conectado con lo que el hombre alcanza en el camino de la Sabiduría y que le permite obtener el mayor producto de sus encarnaciones anteriores. Debido a que podemos vivir en la Sabiduría dentro del espíritu y sin ningún esfuerzo por parte de los órganos físicos, estamos más capacitados a través de la vida para hacer fructífero lo que hemos adquirido para esta vida, lo que ganamos en Sabiduría de encarnaciones anteriores.

Tenemos en alemán una buena expresión de un hombre que se niega a ser sabio. Lo llamamos un filisteo. [ en alemán e inglés los significados de la palabra son bastante diferentes. (Tr.) ] Un filisteo es un hombre que se resiste al desarrollo de la Sabiduría, que quiere permanecer y recorrer su vida sin alterar sus opiniones. Un hombre que trata de llegar a ser sabio hace el esfuerzo de trabajar por conseguirlo, y su trabajo se va almacenando en el curso de las encarnaciones anteriores. Cuanto más sabios nos volvemos, más traemos de encarnaciones anteriores al presente, y si no deseamos llegar a ser sabios, de modo que dejamos estéril la Sabiduría desarrollada en encarnaciones anteriores, entonces hay alguien que viene a buscarla: Ahriman.

A nadie le gusta más que a Ahriman el que no seamos capaces de lograr una mayor Sabiduría. Tenemos el poder para hacerlo. Hemos ganado mucho, mucho más en encarnaciones anteriores de lo que creemos; ganamos mucho más durante los tiempos en los que hemos pasado a través de las antiguas condiciones de clarividencia. Todo el mundo podría llegar a ser mucho más inteligente de lo que consigue ser. Nadie tiene la excusa de que no podría traer mucho más del pasado. Pues ser sabio significa que uno desarrolla lo que se ha ganado en encarnaciones anteriores de tal manera que nos llena en esta encarnación.

Otra virtud puede ser llamada —aunque es difícil de describir con exactitud—  la virtud del Coraje. El Coraje es un estado de ánimo que no permanece pasivo ante la vida, que está listo para usar su fuerza y actividad. Se puede decir que esta virtud viene del corazón. De quien tiene esta virtud en la vida ordinaria, se puede decir: él tiene su corazón en el lugar correcto. Esta es una buena expresión de nuestra condición cuando no nos acobardamos ante lo que la vida nos pide, cuando estamos dispuestos a actuar y sabemos cómo intervenir cuando sea necesario. Tenemos esta virtud cuando nos ponemos en movimiento, con confianza y valentía. Está conectada con una vida de sentimiento saludable, desarrollar la valentía en el momento oportuno, mientras que su ausencia provoca la cobardía. Esta virtud naturalmente se puede utilizar en el curso de la vida física sólo a través de órganos específicos. Estos órganos, a los que pertenece el corazón físico y etérico, no son tan perfectos como los que sirven a la Sabiduría. Estos órganos están en vías de transformación y de hecho, serán diferentes en el futuro

Hay una gran diferencia entre el cerebro y el corazón en su relación con la evolución cósmica. Supongamos que un hombre pasa por el umbral de la muerte, y atraviesa la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Su cerebro es por sobre todo una obra de los dioses. El cerebro está permeado por fuerzas que lo abandonan por completo cuando pasa por la muerte de manera que en su próxima vida el cerebro será completamente nuevo, no sólo físicamente, sino también lo serán sus fuerzas interiores. Este no es el caso del corazón. Con el corazón, no propiamente el corazón físico sino las fuerzas que actúan en él, continúan existiendo. Estas fuerzas acompañan al cuerpo astral y al Yo, continuando su existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento. Las mismas fuerzas  que llenaron nuestros corazones, latirán de nuevo en nuestra la próxima encarnación. Lo que funciona en el cerebro ha desaparecido;  no aparece en la siguiente encarnación. Pero las fuerzas activas del corazón vuelven a aparecer en la próxima encarnación. Si contemplamos el interior de la cabeza podemos decir: las fuerzas invisibles que componen el cerebro están trabajando allí. Pero cuando el hombre pasa por el portal de la muerte,  estas fuerzas retornan al universo. Pero si percibimos el latido del corazón humano, percibiremos fuerzas espirituales que no sólo están presentes en esta encarnación sino que van a continuar viviendo en la próxima encarnación, atravesando la muerte y pasando a un nuevo nacimiento.

El sentimiento popular tiene unas ideas maravillosas sobre tales cosas. Es por esto que se preocupan tanto por el sentimiento del latido del corazón, no porque se valore tanto el latido físico en sí mismo, sino porque estamos mirando algo mucho más eterno cuando consideramos el latido del corazón humano. Si tenemos la virtud del valor, de la valentía, para ello sólo podemos utilizar una parte de ciertas fuerzas. Debemos usar la otra parte que corresponde a  los órganos que son el instrumento para esta virtud. Son órganos para los que todavía tenemos que utilizar parte de las fuerzas en cuestión. Si no somos valientes, si nos dejamos ir y nos amilanamos, abandonándonos a nuestra propia gravedad, entonces no podemos dar vida a aquellas fuerzas que tienen que acompañar el uso de la cualidad del Coraje en la vida.

Cuando recorremos la vida de una manera cobarde, las fuerzas que deben activar nuestros corazones permanecen sin utilizar. Entonces son semillas para Lucifer. Él se hace cargo de ellas y careceremos de las mismas en la próxima vida. Pues ser cobarde ante la vida significa abandonar una serie de fuerzas a Lucifer; y éstas nos faltarán cuando tratemos de construir nuestro corazón para nuestra próxima encarnación. Y este corazón debe ser el órgano, el instrumento para el valor. Entonces volvemos al mundo con órganos defectuosos, subdesarrollados.

La tercera virtud cuenta con los órganos menos perfectos, los que lograrán una forma en el futuro, los que en la actualidad contienen sólo la semilla. Esta virtud puede llamarse Templanza. [La palabra alemana «Besonnenheit» parece imposible de traducir adecuadamente al inglés. «Templanza» es ampliamente utilizado para la palabra de Platón σωφροσύνη) (Tr.)] Una sombra de ella se puede llamar «moderación». Tenemos, pues, tres virtudes: Sabiduría, Coraje y Templanza. [Otra traducción para la σωφροσύνη de Platón es ‘Prudence.’ – e.Ed].

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Alegoría de la Templanza

Ahora es posible ser destemplado en las formas más variadas. Uno puede ser destemplado en el exceso de comer y beber; esta es su forma más inferior. Aquí el alma queda absorbida por el deseo corporal  y vivimos a través de nuestro cuerpo en su totalidad. Pero si controlamos nuestro deseo, si ordenamos al cuerpo lo que no debe hacer, entonces somos templados o moderados. Con tal moderación mantenemos en el orden correcto a las fuerzas que deben ayudarnos, para que no abandonemos en Lucifer los órganos concernientes para la siguiente encarnación. Pues entregamos a Lucifer aquellas fuerzas que malgastamos en una vida de pasión. Lo hacemos de la peor manera cuando nuestras pasiones nos embriagan, y nos contentamos con vivir en un estado ilusorio y somnoliento.

Cuando perdemos nuestra clara conciencia a través de la intemperancia estamos siempre abandonando poderes a Lucifer. Él toma estos poderes y así nos priva de las fuerzas que necesitamos para los órganos de la respiración y la digestión. Volvemos con órganos de respiración y digestión defectuosos si no practicamos la virtud de la moderación. Aquellos que se dejan devorar por sus deseos, que se entregan a la vida de sus pasiones, son candidatos a ser seres humanos decadentes en el futuro, aquellos seres humanos futuros que sufrirán todo tipo de faltas en su cuerpo físico.

Se puede decir que esta virtud de la Templanza depende de los órganos humanos menos perfectos, esos órganos que están en el comienzo de su desarrollo y que tienen que ser fundamentalmente transformados. Cuando consideramos nuestros órganos de digestión y todo lo que está conectado con ellos, se ponen en movimiento por el uso de Yo,  del cuerpo astral,  del cuerpo etérico y del cuerpo físico.

Es diferente con aquellos órganos que son los instrumentos para el Coraje. Aquí nuestro Yo se mantiene más o menos por fuera y nos movemos libremente; sólo lo que es astral y etérico en nosotros queda absorbido por lo físico.

Si vamos más allá, a las virtudes abarcadas por la Sabiduría, conservamos el Yo y el cuerpo astral en un libre desapego. Porque a medida que nos volvemos más sabios, desarrollamos la organización del cuerpo astral y conseguimos el control sobre ella. Eso es lo esencial, que al hacernos sabios transformamos el cuerpo astral en el Yo-Espiritual y entonces sólo el cuerpo etérico acompaña al físico.

En el cerebro sólo lo etérico acompaña al físico. Mientras que durante la vigilia —en relación con el resto del cuerpo—  estamos estrechamente conectados, al menos con nuestra naturaleza astral, con el órgano físico, retenemos para el cerebro la condición que tenemos en el sueño en el más alto grado. Por lo tanto, necesitamos dormir físicamente especialmente por el cerebro. Porque cuando estamos despiertos también estamos fuera del cerebro con nuestro Yo y nuestro cuerpo astral, y éstos tienen que hacer los mayores esfuerzos dentro de sí mismos sin  apoyarse por el órgano externo.

Así, encontramos una conexión entre nuestro ser humano y las virtudes. Podemos decir que la Sabiduría es una virtud que pertenece al hombre como ser espiritual, donde está libremente activo con su Yo y su cuerpo astral, utilizando sólo los órganos físicos y etéricos como una especie de base. Podemos nombrar al Coraje como la virtud activa, donde el hombre sólo es libre con su Yo, y que se apoya en su cuerpo astral, etéreo y físico. Y por último, podemos hablar de la Templanza, en donde la semilla contenida en nuestro Yo se está liberando; donde nuestro Yo está todavía ligado a los cuerpos astral, etéreo y físico,  sin embargo con nuestro Yo estamos empezando a trabajar nosotros mismos en liberarnos de estos lazos.

Hay, pues, otra virtud que es quizás la más espiritual de todas. Está relacionada con todo el ser humano. Hay un ejercicio del ser humano que perdemos temprano, que sólo lo poseemos en los primeros años de la infancia. He mencionado esto a menudo. Cuando entramos en el plano físico aún no tenemos la actitud que forma parte de nuestra dignidad humana: nos arrastramos, gateamos. He señalado que sólo alcanzamos la actitud correcta, la posición vertical, a través de nuestras propias fuerzas. Desarrollamos también las fuerzas que intervienen en el habla. En los primeros años de nuestra vida desarrollamos las fuerzas que en su mayor parte nos guían a la posición que tenemos en el mundo como verdaderos hombres. No entramos en el mundo de tal manera que ya logramos hallar la dirección correcta. Rastreamos. Pero nos ubicamos en ella razonablemente cuando dirigimos la cabeza hacia afuera, hacia las estrellas. Esto corresponde a las fuerzas interiores.

En la vida posterior perdemos estas fuerzas. Ya no aparecen. No hay nada que ingrese de nuevo en la vida humana tan radicalmente como el aprender a caminar y permanecer erguido. En relación con la posición vertical nos vamos cansando más y más. Si empezamos por la mañana a vivir con nuestro cerebro, entonces cuando concluye el día estamos cansados y necesitamos dormir. Lo que nos hace permanecer erectos en la infancia, cuando estamos cansados, seguimos cansados  a lo largo de la vida y nos debilita, y nada es comparable a los logros que como niños conseguimos para la vida posterior.

¿Y cómo nos dirigimos a la vida cuando aprendemos a hablar? Las fuerzas de dirección también funcionan cuando aprendemos a hablar. Pero las fuerzas que usamos en la primera infancia no se pierden para nosotros en la vida posterior. Permanecen en nosotros, pues están conectadas con una virtud; con una virtud que se relaciona con la rectitud y el derecho, con la virtud de la Justicia que todo lo abarca, la cuarta virtud. El mismo impulso  que ponemos en práctica cuando somos niños para levantarnos, vive en nosotros si tenemos la virtud de la Justicia, la cuarta mencionada por Platón.

Quien realmente ejerce la virtud de la Justicia pone cada cosa y cada ser en su lugar correcto, y sale de sí mismo para entrar en los otros. Eso es lo que comprende la Justicia. Vivir en Sabiduría significa sacar los mejores frutos de las fuerzas que hemos almacenado durante las encarnaciones anteriores. Aquí tenemos que señalar hacia lo que nos fue impartido durante las encarnaciones anteriores, donde todavía estábamos permeados por las fuerzas divinas;  con la Justicia debemos señalar hacia algo más: hemos surgido del universo. Ejercemos la Justicia desarrollando aquellas fuerzas que nos relacionan espiritualmente con todo el universo. La Justicia es la medida de la conexión del hombre con lo divino. En la práctica, la injusticia es equivalente a la impiedad; equivalente a aquel que ha perdido su origen divino; Nosotros blasfemamos contra Dios, al Dios de quien surgimos, si cometemos una injusticia a cualquier hombre.

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Por lo tanto tenemos dos virtudes, la Justicia y la Sabiduría, que nos llevan a épocas anteriores, a encarnaciones anteriores,  a los momentos en los que estábamos todavía en el seno de la divinidad. Y tenemos otras dos virtudes, el Coraje y la Templanza, que nos guían hacia encarnaciones posteriores. Cuanto más usemos estas virtudes, menos fuerzas damos a Lucifer. Hemos visto cómo lo que corresponde a  la naturaleza del Coraje y de la Templanza ingresa en los órganos, y cómo de ese modo se preparan los órganos para la próxima encarnación. De la misma manera la vida moral se extiende hacia el futuro, cuando nos llenamos de espiritualidad. Dos virtudes brillan desde la última encarnación: La Sabiduría y la Justicia. El Coraje y la Templanza brillan a lo largo de las encarnaciones venideras.

Un tiempo vendrá cuando los hombres verán claramente que están cayendo por sí mismos en las fauces de Ahriman, cuando se encierran fuera de la Justicia y la Sabiduría. Lo que era suyo de encarnaciones anteriores, lo que pertenecía al mundo divino, sería arrojado a Lucifer a través de acciones destempladas o cobardes. Todo lo que puede ser aprovechado por Lucifer arrebata los poderes a nuestra disposición para la construcción de nuestro cuerpo en la próxima vida.

No podemos practicar la Sabiduría y la Justicia sin volvernos desinteresados, como ya he indicado. Sólo un hombre egoísta puede ser injusto. Sólo un hombre que busca el ego puede estar dispuesto a permanecer imprudente. La Sabiduría y la justicia nos llevan más allá de nuestro propio Ser y nos hacen miembros de todo el organismo de la humanidad. El valor y la templanza nos hacen, en cierto sentido, miembros de todo el organismo de la humanidad; Sólo experimentando el Coraje y la Templanza y expresándolos en nuestras vidas, nos proveemos para el futuro de un organismo más fuerte que tomará su lugar dentro de la humanidad. Entonces no perdemos lo que de otro modo lanzaríamos a Lucifer.

El egoísmo se transforma por sí mismo en abnegación cuando la Justicia se extiende correctamente sobre todo el horizonte de la vida y el hombre encuentra su lugar a la luz de la cuarta virtud. Eso es lo que traerá la Sabiduría espiritual para el futuro del hombre, y se extenderá sobre la ética y la vida moral.

Esto se verterá en el método educativo también. A través de la comprensión de la Sabiduría y la justicia en el sentido que he indicado, surgirá el deseo de aprender todo a través de la vida. Se verá que uno tiene que comenzar a aprender de la manera correcta cuando uno ya ha dejado atrás la juventud  —mientras que la gente piensa ahora que no necesitan aprender nada más, una vez que su juventud ha pasado. De esta manera, incluso las obras de arte más grandes y más nobles de los grandes poetas se perderían. Los entenderíamos mejor si los retomamos de nuevo en la vejez. Si la gente lee la Ifigenia de Goethe o el Tell de Schiller, generalmente piensan:  ya leímos eso en la escuela. Eso no está bien; uno no debe olvidar que estos escritos tienen su mejor efecto si son leídos en la vida posterior, pues entonces desarrollan la Justicia y la Sabiduría.

Y de nuevo la educación de los niños traerá fruto especial si la virtud del Coraje y la virtud de la Templanza se ven en la luz adecuada. Donde los niños deben ser educados, estas virtudes deben ser consideradas de manera individual, al mostrar a los niños una y otra vez que las necesitan para apoyarse en la vida con valor y no tener miedo o sustraerse a todo tipo de cosas; y que capten la vida con moderación y moderadamente, con el fin gradual de liberarse de sus pasiones. Una cantidad inmensa se puede hacer por la educación de los niños de esta manera. En el curso posterior de nuestro estudio de la ciencia del espíritu estas cosas tendrán que ser desarrolladas con mayor detalle.

Así vemos que, si bien la vida ética sólo provee leyes relacionadas con la vida entre el nacimiento y la muerte, en el plano físico externo  las consideraciones de la ciencia espiritual se extienden a un horizonte ilimitado. Lo mismo ocurre con otras cosas en la ciencia espiritual. La humanidad ha tenido que experimentar en relación con la ciencia de la naturaleza la extensión de sus horizontes. Giordano Bruno mostró a los hombres que no sólo está la Tierra, sino muchos otros mundos en el espacio cósmico. La ciencia espiritual muestra a los hombres que no hay una sola vida terrenal  sino muchas vidas terrenales. Antes de Giordano Bruno los hombres creían que había un límite fijo en el cielo. Giordano Bruno demostró que no hay límite, que el azul del cielo no es un límite. La ciencia espiritual muestra que el nacimiento y la muerte no están allí, sino que los introducimos en la vida a través de la limitación de nuestra comprensión.

Así, el abismo entre lo físico y lo espiritual puede ser superado. Las cosas que descansan sobre un fundamento científico-espiritual son así para los que buscan fundar un Monismo genuino y veraz. Aquellos que a menudo se llaman monistas hoy manejan su Monismo muy simplemente. Ellos toman una parte del mundo y hacen de ella una unidad arrojando la otra mitad. El verdadero Monismo se produce al permitir que ambas mitades tengan su influencia significativa sobre las demás. Esto llega a través de la ciencia espiritual. Esto no sólo debe surgir de manera significativa para nuestra conciencia  sino para toda nuestra vida. Tenemos que acercarnos cada vez más al conocimiento real, mirando al mundo: en todo lo que vive y trabaja a nuestro alrededor algo suprasensible está presente, no sólo en lo que ven nuestros ojos, sino también en lo que percibimos por el entendimiento que está ligado al cerebro. En todas partes existen fuerzas espirituales, detrás de cada fenómeno, detrás del fenómeno del arco iris, detrás del movimiento de la mano, etc.

Si ustedes leen el ciclo de conferencias que di en Leipzig a finales del año pasado año, [Cristo y el mundo espiritual . La búsqueda del Santo Grial (seis conferencias, Leipzig, 28 diciembre 1913 a 2 enero 1914), publicado por el Rudolf Steiner Press. ] encontrarán cómo el Impulso de Cristo obró  a través del Misterio del Gólgota y la forma en que Cristo vive dentro de los asuntos más importantes de la humanidad, no sólo en el conocimiento consciente humano. Por ejemplo, hubo disputas sobre los dogmas. Pero mientras que los hombres estaban discutiendo, el Impulso de Cristo vivía y generaba los eventos necesarios.

Tomen la figura de la doncella de Orleans. En la historia europea aparece la sencilla chica pastora. Ella surgió de una manera notable; vivían en su alma no sólo aquellas fuerzas  que  por lo demás se encuentran en los seres humanos, sino el Impulso de Cristo obrando en esta personalidad, dándole vida y manteniéndola a través de su poderosa influencia. Ella se convirtió en una especie de representante del mismo Impulso de Cristo en su tiempo. Ella pudo ser capaz de hacerlo, porque el Impulso de Cristo podía ingresar y vivir en ella.

Ustedes saben que celebramos la Fiesta de Navidad en el momento en que el Sol tiene menos poder, en la más profunda oscuridad del invierno, porque podemos estar convencidos de que en este momento la luz interior, la luz espiritual, tiene su mayor potencia.

Las leyendas nos dicen que en Navidad, hasta el 6 de enero, la gente tiene experiencias especiales, porque en este momento la vida de la Tierra y las fuerzas interiores de la Tierra, están más concentradas. Los que tienen la disposición adecuada para ello, experimentan entonces a las fuerzas espirituales dentro de las fuerzas terrestres. Innumerables leyendas describen esto. El mejor momento para esto abarca trece días antes del 6 de enero.

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La doncella de Orleans pasa a través de estos trece días en un estado particular, en una condición en la que la vida del sentir  aún no se había visto  afectada por el mundo exterior. Es notable que el tiempo durante el cual la doncella de Orleans estaba en el cuerpo de su madre concluyó durante la época de Navidad del año 1411. Ella nació, después de haber sido llevada esos trece días en el cuerpo de su madre, el 6 de enero. Antes de que ella tomara el primer aliento, antes de ver la vida física con los ojos físicos, experimentó lo que es terrenal durante estos trece días en el sueño, a través del cual el hombre pasa antes de entrar en el mundo físico.

Aquí estoy indicando algo inmensamente significativo, que muestra cómo el mundo es guiado desde lo espiritual; cómo lo que sucede en el mundo físico tiene su dirección desde el mundo espiritual; cómo, a través de lo físico, está fluyendo el mundo espiritual.

Así, en nuestro tiempo debemos trabajar cada vez más conscientemente para eliminar a través de la ciencia espiritual el abismo entre lo físico y lo espiritual. Hacemos esto  cuando nos volvemos conscientes de que dentro de nuestro movimiento, están operando los poderes de aquellos que se unieron en alma y cuerpo durante su vida terrenal con nuestro movimiento y han pasado por el portal de la muerte. Si miramos hacia el otro lado de la corriente, donde están activos, sintiéndonos unidos con ellos, dirigiendo nuestros pensamientos hacia ellos, lo hacemos pues en plenitud de conciencia, una conciencia adquirida a través de la ciencia espiritual. Sabemos que estamos en una conexión más viva con aquellos que han pasado por el portal de la muerte, y sabemos que ellos nos proporcionan las mejores fuerzas. Cuando hacemos esto, o podemos pensarlo, consideramos la vida como un campo que debe ser sembrado. Y de entre lo sembrado por nosotros, veremos surgir plantas por todas partes que no podríamos haber hecho crecer nosotros mismos. Entonces podremos saber: estas plantas han sido colocadas por aquellos a quienes se concede estar en el mundo del espíritu, aquellos con los que nos sentimos conectados, aquellos con los que nos unimos.

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Llevaremos todo esto en nuestras almas, y guardaremos como sentido permanente esta cualidad característica, uniéndonos con este movimiento espiritual que nos ha sido muy querido. La hermandad humana con aquellos que ya no están en un cuerpo físico será el signo característico de este movimiento y de aquellos que se sienten como miembros de este movimiento, o se considerarán como pertenecientes a él en el futuro. Otras sociedades, fundadas sólo en las cosas terrenales, serán capaces de eliminar muchas barreras entre los seres humanos. Las barreras entre los vivos y los muertos serán cada vez más llevadas por el movimiento que une a aquellos hombres que desean estar unidos en el signo de la ciencia espiritual. Llevaremos todo esto en nuestras almas, y guardaremos como sentido permanente esta cualidad característica, uniéndonos con este movimiento espiritual, que nos es tan querido.

Traducido por Gracia Muñoz y revisado por Diego Milillo.